sábado, 31 de marzo de 2018

Sábado Santo: Demosle El Pésame A María

Jesús ha muerto. 

Todo el día de hoy, su Cuerpo reposa en el sepulcro, frío y sin vida. 

Ahora nos damos cuenta de lo que pesan nuestros pecados. 

Jesús ha muerto para redimirnos.

Estamos tristes. 

La Virgen María también está triste, pero contenta porque sabe que resucitará. 

Los Apóstoles van llegando a su lado, y Ella les consuela.

Pasa el día unido a la Virgen, y con Ella acompáñale a Jesús en el sepulcro. 

Haz el propósito de correr al regazo de la Virgen cuando te hayas separado de Él.

viernes, 30 de marzo de 2018

Viernes Santo: El Camino Del Perdón

La muerte en una cruz constituía una pena denigrante, tanto que estaba destinada sólo para los esclavos, los provincianos y los criminales más bajos. No era común, por ejemplo, que se crucificara a un ciudadano romano; ellos tenían derechos que los protegían para no recibir esa muerte. Pero Jesús, siendo judío, y habiendo atentado con sus enseñanzas contra las más preciadas instituciones religiosas y políticas, tanto romanas como judías, fue condenado al vilipendio de la cruz. ¡Crucifícale!, fue el grito enfurecido de una turba de fanáticos que creían que Jesús debía morir a causa de su irreverencia.

Caifás, como sumo sacerdote, convino con la muerte de Jesús por considerarlo un blasfemo. Anás, sacerdote suegro de Caifás, investigó a Jesús y decidió que era oportuno darle muerte porque sus palabras eran una agresión al orden religioso de su tiempo. Herodes Antipas, el gobernador, y Poncio Pilato el procurador, se burlaron de él y profirieron la sentencia por conveniencias políticas. Todos por igual, religiosos y políticos, ciudadanos y gobernantes, concertaron la muerte de Jesús y juntos lo condujeron al castigo de la cruz.

La verdad es que Jesús sufrió una muerte violenta por ser fiel a la verdad predicada y por hacer el bien. Su vida y sus principios atrajeron la furia de muchos. No soportaron que sanara a un paralítico porque lo había hecho el día equivocado; no admitieron que se acercara a los marginados y excluidos; no aceptaron que hiciera milagros sin el consentimiento de la jerarquía religiosa; no asintieron que el amor, como él decía, fuera la ley suprema de la vida. Fue perseguido por presentar el rostro generoso de Dios y por hacer presente, por medio de sus acciones, la bondad de ese Dios. Todo esto irritó a quienes se arrogaban la supremacía de la fe y creían que el poder político era intocable.


Jesús murió en medio de una oscura trama de equívocos humanos. Es cierto. Pero su muerte tenía propósitos que trascendían el límite de esa historia terrenal en cumplimiento de los propósitos establecidos por Dios para la humanidad entera. ¡He ahí el meollo de su muerte sacrificial! En la cena de la noche anterior había dicho: «Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados» (Mateo 26.28). Jesús vivió en función de los demás y murió en coherencia con ese mismo destino. Se entregó en la cruz y lo hizo para que todos tuviéramos perdón de pecados; esa fue una entrega consecuente con su vida de servicio. Nada de absurdo había en ella; tampoco nada parecido a un inesperado y trágico final.


La muerte de Jesús es una expresión del amor de Dios; gracias a ella es posible el perdón del Señor: «El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo, para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados» (1 Juan 4.10). Es el perdón de Dios y la reconciliación con él lo que está en el centro de la celebración del Viernes Santo. Podemos, entonces, entablar una nueva relación con Dios; estar en paz con él, coexistir en relaciones armoniosas con los demás —que cuánta falta nos hace en este momento de guerras infames—, y vivir una existencia reconciliada con nosotros mismos y con la creación.


Todo eso es posible por medio del crucificado quien se entregó y nos amó para que la entrega y el amor sean posibles entre nosotros. ¡Un mundo distinto es posible!

Fuente: http://www.nuestraedad.com.mx

jueves, 29 de marzo de 2018

Jueves Santo: El camino del servicio

Sucedió en la noche del jueves de aquella primera Semana Santa; la última en la vida terrenal de Jesús. Después de que el sol se ocultaba se daba inicio a la celebración de la Pascua, la fiesta más importante para todo el pueblo; aquella en la que se recordaban las acciones liberadoras de Dios cuando eran esclavos en Egipto.

Durante la mañana y la tarde de aquel jueves Jesús se preparó para la cena. Escogió el lugar, e hizo los demás arreglos. La muerte se aproximaba y él lo sabía muy bien. Por eso quiso hacer una cena diferente, en la cual lo más importante fuera la confraternidad con sus discípulos y en la que pudiera expresar sus palabras finales para ellos.


Cuando todo estuvo preparado Jesús se quitó el manto que vestía y se ató una toalla a la cintura, luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. Pedro fue el primero en sorprenderse, y hasta se opuso. ¿Cómo era posible que el Maestro se vistiera como un esclavo y quisiera lavarles los pies a sus seguidores? ¿Acaso no había declarado ser el Hijo de Dios y estar revestido de todo poder? ¡Cuál no sería la desilusión de los discípulos! Lo que ellos querían era ver a Jesús haciendo demostraciones de poder y de superioridad, sobre todo ahora que la muerte los amenazaba. ¡Pero no!, ahí estaba él vestido como un esclavo y dispuesto a inclinarse hasta el suelo para lavarles los pies.


Avanzada la noche, y antes de servirse la cena, Jesús nos enseñó que la verdadera grandeza se mide por nuestra capacidad de servicio a los demás. Ser grande no es disfrutar del placer arrogante de ser servido por otros, sino tener la disposición de servir a los demás —a quienes más nos necesitan— y de hacerlo con desinterés y generosidad.

Para los cristianos, el jueves santo rememora la institución de la cena del Señor o eucaristía, y en ella Cristo mismo nos invita a servir a los demás así como también él lo hizo: «Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho» (Juan 13.14–15).

Fuente: http://www.nuestraedad.com.mx

miércoles, 28 de marzo de 2018

Miercoles Santo: Ser Agradecido

Jesús se queda en Betania. 

Simón, el leproso que había sido curado por Jesús, invita al Señor a comer en su casa, por lo agradecido que le estaba. 

Mientras están comiendo, entra en la casa una mujer del pueblo llamada María; rompe un frasco de perfume carísimo y lo echa a los pies del Señor. Los besa y los seca con sus cabellos. A Jesús le gustó ese detalle de cariño.

Es entonces cuando Judas busca a los jefes del pueblo judío y les dice: "¿Qué me dais si os lo entrego?". Ellos se alegraron y prometieron darle dinero.

¿Eres agradecido como Simón por las veces que a ti también te he curado de tus pecados? 

Cada vez, después de confesarte, dale gracias por haberte perdonado.

A Jesús le gustará que hoy tengas algún detalle de cariño con Él, como María. 

Piensa ahora uno concreto y regálaselo ya.

martes, 27 de marzo de 2018

Martes Santo: Aceptando Su Voluntad

Jesús vuelve a Jerusalén. 
Pasan por el lugar de la higuera maldecida. 
Al ver el templo, profetiza que será destruído. 

Los discípulos están tristes porque Jesús les anuncia que dentro de dos días le matarán. 

Los cristianos, como Él, hemos aprendido a cumplir siempre la voluntad de Dios Padre, por encima de todo. 
Por ejemplo, Juana de Arco, cuando estaba al frente de sus soldados franceses, en una gran batalla contra Inglaterra, Dios le anuncia que ese día será herida. Entonces una amiga suya le dice que no vaya a pelear. Y Juana le contesta en tono irónico: "sal tú y di a mis generales que Juana de Arco no luchará porque tiene miedo a ser herida". Y salió valerosamente al frente de sus soldados, y fue gravemente herida.

No tengamos miedo de aceptar la voluntad de Dios. 

¡Señor, sí, Tú siempre quieres lo mejor para mí! Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero mientras quieras.

lunes, 26 de marzo de 2018

Lunes Santo: Que Frutos Has Dado

¿Qué hizo hoy Jesús? 
Jesús ha dormido en el pueblo de Betania, en la casa de Lázaro, Marta y María, sus mejores amigos. A media mañana sube andando a Jerusalén, que está a unos cuatro kilómetros. 
En el camino, como es la hora de comer tiene hambre. Se acerca a una frondosa higuera, llena de hojas, pero en la que no hay higos, entonces la secó por no tener frutos. 
Al llegar a Jerusalén, va al templo y lo encuentra lleno de comerciantes haciendo negocios y los echa a latigazos, pidiéndonos que tratemos con respeto a Dios y a las cosas de Dios. Por la tarde pasa por el monte de los olivos, donde estuvo haciendo un rato de oración, y vuelve a pie a Betania.

A lo mejor Dios tampoco encuentra en ti los frutos que Él esperaba. 

Pídele perdón. 

¿Tratas con respeto a Dios y a sus cosas? 

¿Cómo te comportas en Misa, en el Oratorio, o en la Iglesia? 

¿Haces con cariño las genuflexiones? 

Cuando oyes blasfemias, ¿pides perdón a Dios interiormente?

Fíjate como Jesús dedicaba todos los días a hacer un rato de oración como tú ahora. 

No lo dejes ningún día, aunque sea unos pocos minutos.

domingo, 25 de marzo de 2018

La Entrada Triunfal De Jesus a Jerusalem

Montado sobre un asno, el Señor Jesús parecía un gobernante que regresaba a su ciudad en tiempo de paz. Cuando la multitud oyó que Jesús venía a Jerusalén, gritó: ¡Hosanna!. Una reflexión para Domingo de Ramos.

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén debe haber sido uno de esos momentos para sus discípulos. Les parecía que había sido un día maravilloso para ellos —y lo fue, pero por razones distintas a las que ellos creían. Pensaban que el Mesías había venido a restablecer el poder de Israel en el mundo. Pero Dios pensaba otra cosa.

Los discípulos no eran los únicos que tenían ideas equivocadas sobre el Mesías. Muchos judíos de ese tiempo esperaban que fuera un rey terrenal. Cuando la multitud oyó que Jesús venía a Jerusalén, gritó: "¡Hosanna!", que significa "¡salva ahora!" Lo vieron como su nuevo rey que había venido a traer salvación de la opresión política y social. Había resucitado muertos, y sin duda podría también restaurar el reino de David y hacerlos libres del dominio romano.

Montado sobre un asno, el Señor Jesús parecía un gobernante que regresaba a su ciudad en tiempo de paz, mientras sus leales súbditos tendían sus capas y palmas en su camino. Incluso los fariseos estaban viendo aquello, y decían indignados: "Mirad, el mundo se va tras él" (Jn 12.19).

Piense en esta semana en aquel tiempo cuando las circunstancias se veían de cierta manera, pero se convirtieron totalmente en otra cosa. Recuerde también cuando usted se dio cuenta de que Dios era diferente a lo que imaginaba, y cuando vio cómo revelaba su voluntad de manera sorprendente. Busque la oportunidad de compartir esta percepción con un amigo o un ser querido


Fuente: http://www.sigueme.net/