viernes, 14 de junio de 2019

¿Se Cree Usted Diferente? (Parte 12)

Me llamo Felipe y soy alcohólico (“bajo fondo”)

Asustado, arrogante, furioso y resentido contra la humanidad, contra Dios y el universo (y no obstante con la vaga esperanza de que esta gente que decía haber encontrado una forma de dejar de beber, me pudiera ayudar) — así era como me sentía hace casi siete años, en mi primera reunión de A.A.

Estaba asustado porque los años que pasé bebiendo y mis engañosos sueños me habían llevado a una vida aterradora, mendigando por los barrios perdidos, durmiendo en los portales, con mi cuerpo afligido por las llagas de vino. Olía mal. No tenía para cambiarme de ropa, ni quería en realidad. Todo estaba perdido, tirado por la ventana — mi carrera de profesor, así como los otros centenares de trabajos que había intentado. No me quedaba nada por lo que quisiera vivir; pero tenía miedo a morirme.

Mi arrogancia radicaba en mi firme convencimiento de que yo era mejor que los que me rodeaban. Era un escritor de talento, ¿no? Hacía años que no había escrito una línea que mereciera la pena leerse, pero creía que no habían publicado mis obras solamente porque no me entendía nadie, y porque me discriminaban. Así había sido durante toda mi vida. Unico — nadie me había entendido nunca. Nadie se había ni siquiera aproximado a la sensación de agonizante conciencia, al sufrimiento y la soledad de mi alma. Era negro e inteligente, y el mundo me había rechazado por serlo. Odiaba a este mundo castigador, y guardaba rencor a su vida y a su Dios. Mi rabia consumía todo; sólo porque mi dolor y mi malestar eran aún más grandes que aquélla, pude quedarme en la reunión rodeado por un grupo de gente limpia, en su mayor parte blanca, y aparentemente felices, que se llamaban a sí mismos alcohólicos.

Me ofrecieron café, y se acercaron a mí amablemente. Tenían la suficiente sinceridad como para no ocultar que se daban cuenta de mis manos temblorosas. Se sonrieron, y me dijeron que las cosas mejorarían. Les escuché con dificultad. Decían que el alcoholismo era una enfermedad física, mental y espiritual, una enfermedad que se podía tratar, y de la que una persona podía recuperarse. Bebí todo aquello, con la gratitud frenética de alguien que se muere de sed.

Sin embargo, había un toque amargo en aquel agua, una duda persistente. ¿Funcionaría para mí? A diferencia de esta gente, la sociedad me había condenado a la vida de un vagabundo negro y derrotado. La terapia en los pabellones siquiátricos de muchos hospitales había confirmado mis primeras sospechas de que mi fuerte beber fue causado por mi incapacidad para adaptarme a un mundo hostil en el que me vi forzado a vivir. Desde mi niñez, la religión me había estrangulado. Me había presentado más restricciones, causado más temores, y así me había ofrecido más razones para beber. En las paredes de la sala de reunión, que estaba situada en una iglesia se destacaba la palabra “Dios”, y esto me hizo dudar sinceramente de si esos piadosos alcohólicos, blancos y burgueses, podrían llegar a entender los serios problemas que compelían a beber a un borracho negro tan extraordinariamente brillante como yo.

Muchas reuniones después, encontré ciertos principios básicos que no sólo me salvaron la vida, sino que también, poco a poco, la han transformado. Me enseñaron que todos los alcohólicos, sin importar quiénes y de dónde seamos, bebemos como bebemos por una razón fundamental — nuestro alcoholismo. Padecemos una enfermedad que nos obliga a seguir bebiendo una vez que tomamos el primero. La nuestra es una enfermedad profunda y dinámica, que invade constantemente el tejido mental y espiritual de nuestro propio ser. Tenemos que mantenerla constantemente controlada a través del programa de A.A. si hemos de recuperarnos y permanecer sobrios.

Las recompensas de la sobriedad son abundantes y tan progresivas como la enfermedad que contrarrestan. Tal vez la más maravillosa de estas recompensas ha sido la liberación de la horrorosa prisión de mi singularidad.

jueves, 13 de junio de 2019

Las 12 Promesas de A.A.

1. Veremos resultados antes de llegar a la mitad del camino.

2. Vamos a conocer una libertad y felicidad nuevas.

3. No nos lamentaremos del pasado ni desearemos cerrar la puerta que nos conduce a él

4. Comprenderemos el significado de la palabra "Serenidad" y tendremos paz.

5. Independientemente de lo bajo que hallamos llegado, veremos como nuestra experiencia puede beneficiar a otros.

6. Desaparecerá el sentimiento de inutilidad y lástima por nosotros mismos.

7. Perderemos el interés en cosas egoístas y crecerá el interés por los demás.

8. Se desvanecerá la ambición personal.

9. Nuestra actitud y nuestra manera de ver las cosas cambiarán.

10. El miedo a la gente y a las inseguridades económicas también desaparecerán.

11. Intuitivamente sabremos manejar situaciones que antes nos dejaban perplejos.

12. Repentinamente nos daremos cuenta que Dios está haciendo por nosotros cosas que no podíamos hacer por nosotros mismos.

miércoles, 12 de junio de 2019

¡LOS HIJOS MUEREN EN SU CUARTO!

No deje de leer
Antes perdíamos hijos en los ríos, en los matorrales, en los mares,

¡hoy los hemos perdido dentro de su habitación!

Cuando jugaban en los patios oíamos sus voces, escuchábamos sus fantasías y al oírlos,
a la distancia, sabíamos lo que pasaba en sus mentes.

Cuando entraban en casa no existía una TV en cada habitación, ni dispositivos electrónicos en sus manos.

Hoy no escuchamos sus voces, no oímos sus pensamientos.  Los niños están allí, dentro de sus habitaciones, y por eso pensamos que están seguros.
Cuánta inmadurez la nuestra!!!

Ahora se quedan con sus auriculares, encerrados en sus mundos, construyendo sus saberes sin que sepamos lo que es ...

Perdiendo literalmente la vida, aún vivos en cuerpos, pero muertos en sus relaciones con sus padres, encerrados en un mundo de Tecnología que en nada contribuye a la formación de niños seguros y fuertes para tomar decisiones moralmente correctas y de acuerdo con sus valores familiares.

Dentro de sus habitaciones perdemos a nuestros hijos con las drogas, las conversaciones con malos amigos, la pornografía, inmersos en un mundo de fantasía.
Muertos de su identidad familiar ...

Se convierten en una mezcla de todo aquello por lo que han sido influenciados y los padres no siempre saben lo que sus hijos son.

Usted hoy pueden leer ese texto y enviarlo a los amigos; pero, podrán rescatar a sus hijos?...
Puede ver en él verdades y reflexionar. Todo esto será excelente.

Pero como Psico-pedagoga he visto tantas familias enfermas con hijos muertos dentro de la habitación, entonces te hago una invitación y, por favor acepte!

Te invito a sacar a tu hijo de la habitación, de la tableta, del celular, del ordenador, del auricular, te invito a comprar juegos de mesa, tableros y tener hijos en la sala, a tu lado por lo menos 2 días establecidos en tu habitación semana a noche (más allá del sábado y del domingo). 

Y juegue, diviértete con ellos, escucha las voces, las palabras, los pensamientos y que tengas la gran oportunidad de tenerlos vivos, "dando trabajo" y que ellos aprendan a vivir en familia, se sientan pertenecientes en el hogar para que no ¡necesiten aventurarse en esos juegos locos para sentirse alguien o tener un poco de adrenalina que antes tenían con las bromas en el patio! si


Cassiana Tardivo
Psico-pedagoga

¡Excelente reflexión imposible no compartir!

martes, 11 de junio de 2019

Para Salir De Una Crisis


*Ore cada día. Recuerde que Dios la ama y que es su mejor amigo. Dios quiere lo mejor para usted. Cuando usted está orando, aun cuando el problema siga presente, logrará un sentimiento de paz.

*Buscar el apoyo de la familia o de los amigos. Cuando alguien cree en usted, usted también cree en usted.

*Lea algo positivo cada día. por ejemplo, algo sobre personas que han logrado superar los obstáculos Y que han podido mejorar su vida. Esto ánima mucho.

*Ayudé a alguna persona. Cuando la vida se ve más negra, hacer algo por alguien, sin ningún interés, puede aliviar la depresión. Lo que haga No necesariamente implica dinero.

*Haga ejercicio.

lunes, 10 de junio de 2019

¿Hay Un Alcohólico En Su Vida? (Parte 5)

¿Cuál es el momento oportuno?

No es fácil saber cuándo un alcohólico está “listo” para A.A. No todos los alcohólicos descienden al mismo estado físico o mental antes de buscar ayuda. Como esquema general, los alcohólicos se pueden clasificar en las cuatro categorías siguientes:

l. Estas personas parecen ser solamente bebedores fuertes. Puede que beban diariamente o con menos frecuencia, y sólo ocasionalmente en grandes cantidades. Gastan demasiado en licor y pueden estar empezando a retrasarse física y mentalmente, aunque se nieguen a reconocerlo. Su comportamiento es a veces molesto; pero pueden, no obstante, seguir insistiendo en que pueden aguantar el alcohol, y en que es esencial para su trabajo. Se ofenderían, probablemente, si alguien les tildara de alcohólicos. En esta etapa, puede que se estén acercando a la línea que separa al bebedor social del compulsivo. Algunos pueden tener capacidad para moderar su beber o para dejar de beber completamente. Otros pueden cruzar aquella línea, perdiendo cada vez más su capacidad para controlarse, y llegar a ser alcohólicos.

2. En esta etapa, los bebedores no pueden ejercer control sobre su manera de beber, y empiezan a preocuparse por ello. Sin poder abstenerse de la bebida, aun cuando lo quieren, la gente de este grupo a menudo manifiesta una total falta de control cuando beben, e incluso pueden admitirlo al día siguiente. No obstante, están seguros de que “la próxima vez será diferente.” Ahora los bebedores emplean varios “mecanismos de control”: beber sólo vino y cerveza; beber solamente los fines de semana o durante ciertas horas del día o de la noche; elaborar una fórmula para espaciar los tragos. Puede que tomen una copa “medicinal” por la mañana, para calmarse los nervios. Después de un episodio de beber desenfrenado, sienten remordimientos y quieren dejar la bebida. Sin embargo, en cuanto recobran la salud, comienzan a creer que la próxima vez podrán beber con moderación. Quizás puedan todavía cumplir bastante bien con sus responsabilidades de trabajo o domésticas. Les parece absurda la idea de que su beber probablemente empeorará progresivamente y pueda entrañar la pérdida de su familia, de su empleo, o del cariño que otra gente les tiene. Mientras tanto, dicen que les gustaría dejar de beber. Los que están familiarizados con el programa de A.A. dirían: “Quieren querer dejar de beber.”

3. Estos bebedores han sobrepasado la segunda etapa; han perdido amistades; no pueden quedarse en ningún trabajo; y encuentran arruinadas sus relaciones íntimas. Quizás hayan consultado

con médicos; y hayan comenzado el agotador peregrinaje por hospitales y centros de “secado”. Se dan perfecta cuenta de que no pueden beber normalmente, pero no pueden entender por qué. Desean sinceramente dejar de beber, pero no pueden. Parece que nadie les pueda ayudar a mantenerse sobrios. Buscando un camino hacia la sobriedad, se vuelven cada vez más desesperados. Generalmente, han probado algún tipo de asesoramiento y quizás alguna dieta especial o terapia de vitaminas y, durante un corto plazo, su condición ha mejorado, pero luego el declive ha seguido. Pierden interés en toda relación social constructiva, en el mundo a su alrededor, y tal vez incluso en la vida. La única emoción que manifiestan con consistencia es la lastima de sí mismos.

4. En esta última etapa, los bebedores pueden parecer desahuciados. Ya han pasado de una a otra institución. A menudo violentos, cuando beben parecen volverse locos o ajenos a la realidad. Puede que a veces tomen un trago furtivo de camino a casa al salir del hospital. Sufren de alucinaciones alcohólicas — delirium tremens (los D.T.). Llegado este punto, puede que los médicos recomienden que se les interne en una institución. Tal vez ya haya tenido que hacerlo. En cierta medida, estos alcohólicos parecen perdidos. No obstante, la experiencia de A.A. ha demostrado que, por muy bajo que hayan caído en la escala del alcoholismo, son muy contados los bebedores que han perdido la posibilidad y esperanza de recuperación en A.A. — con tal de que quieran recuperarse.
Es posible que a los alcohólicos les cueste algún tiempo reconocer su propia enfermedad. Pueden argumentar que sus problemas son “diferentes” y decir que A.A. no les es necesaria ni deseable. Estos bebedores a menudo insisten en que distan mucho del fondo, y al mismo tiempo lo hacen más y más profundo. O sencillamente siguen insistiendo en que pueden mantenerse sobrios por sus propios medios. Desgraciadamente no pueden, y nunca lo logran.

A todo aquel que tenga cariño a un alcohólico, estas reacciones y evasiones le parecerán una píldora difícil de tragar. La verdad es que nadie puede imponer el programa de A.A. por la fuerza a otra persona. No obstante, si el bebedor a quien usted quiere vacila en buscar la ayuda necesaria, usted puede tomar algunas medidas para contribuir a su recuperación.

Puede adquirir sólidos conocimientos — si es posible de primera mano — sobre el programa de A.A., para poder estar en óptimas condiciones para ayudarle cuando esté listo para recibir ayuda.

Puede informarse sobre el programa escribiendo a A.A. o a los Grupos Familiares de Al-Anon. En muchos pueblos, las personas cercanas a los miembros de A.A. (o a los que necesitan de A.A.), se reúnen regularmente para intercambiar experiencias y puntos de vista sobre el problema del alcoholismo. Forman parte de lo que se conoce como los Grupos Familiares de Al-Anon. Entre éstos, se encuentran los grupos Alateen, para hijos adolescentes de padres alcohólicos. Al-Anon no está afiliada a A.A., pero ha contribuido sustancialmente a aumentar la comprensión del programa de recuperación de A.A. Su credo nos dice que el alcoholismo es una enfermedad de la familia, y que un cambio de actitud puede facilitar la recuperación.

La larga experiencia de A.A. nos ha enseñado lo necesario que es tener confianza y mostrar paciencia al animar al alcohólico a que comience su proceso de recuperación. Si el alcohólico responde a su recomendación entusiástica de A.A. negándose incluso a discutir el problema, puede que usted se sienta desolado y resentido. A veces, debido a los trastornos que el alcohólico causa, o a su influencia adversa sobre los hijos, puede que usted decida marcharse, dejándole solo ante su problema. Sin tener dónde recurrir, el alcohólico puede verse motivado a buscar ayuda en A.A. antes de lo que lo haría si usted se hubiera quedado con él o ella. De vez en cuando es necesario ser cruel por un tiempo para poder más tarde ser bondadoso.

Puede que el alcohólico parezca rebelarse contra la idea de A.A., estando al mismo tiempo casi dispuesto a aceptar el ánimo y apoyo que le está dando usted, y a unirse a A.A., o, al menos, a escuchar lo que algunos alcohólicos recuperados tienen que decir acerca del programa. En esta etapa, el alcohólico se siente a menudo perplejo — sabe que tiene que hacer algo para hacer frente a la enfermedad, pero no puede formarse una idea clara de la situación. Los alcohólicos frecuentemente tienen conceptos erróneos sobre A.A. y sobre sus miembros. Por esto, el conocimiento que usted tenga de A.A. puede ser de gran ayuda en este período decisivo. Será capaz de contestar a preguntas, hacer sugerencias y corregir falsos supuestos sobre A.A.