La
autocompasión no solamente es un pecado, algo que disgusta a Dios y nos hace
daño a nosotros mismos, sino que es también una mala costumbre, una costumbre
muy peligrosa. Cuantas más veces la acepta uno y le permite venir a hospedarse
en su cerebro, masa esclavizadora y tiránica se va volviendo, y más va
inclinando al individuo a sentirse lástima cada vez que tiene que enfrentarse a
alguna dificultad. Con ella pasa lo que decía Santo Tomás acerca de la
impureza: "cada vez que se le da gusto a una de sus exigencias, produce
más fuertes deseos de repetir esa mala acción. Ese es su castigo: dar más
inclinación y facilidad al alma para repetir sus malas acciones".
La mayor
parte de las acciones que hacemos en la vida las hacemos por costumbre. Y la
costumbre es la combinación de ciertos instintos e inclinaciones y gustos que
tenemos, más las circunstancias y el ambiente que nos rodean. Mientras más nos
dejamos llevar por ciertas inclinaciones y por ciertos instintos, más fuerte y
profunda se va volviendo una costumbre. A la costumbre o hábito los psicólogos
le han dado el nombre de "respuesta condicionada". Llegada
la ocasión y agrandando hacer aquello, se hace.
¿Es
verdad que somos esclavos de nuestras costumbres?
Los
psicólogos dicen que no hay desgracia psicológica más grande que la quiero ir
una mala costumbre. Y algunos llegan hasta afirmar que cada uno es esclavo de
sus costumbres ya sean buenas, ya sean malas.
Pero
estudios modernos han demostrado que el ser humano si es capaz con la ayuda de
Dios, de liberarse de una costumbre. La experiencia ha demostrado que la
práctica de una cosa que hacemos durante 39 días seguidos se transforma en una
costumbre, pero también una costumbre que dejamos de practicar durante 39 días
seguidos, se puede considerar ya una costumbre de la cual nos hemos liberado, y
que no es capaz de dominarnos por completo.
Claro que
esto anterior sirve para otras costumbres, Como, por ejemplo: fumar, tomar
bebidas alcohólicas, silbar o escupir, etc., Pero en cuanto a la compasión ya
el asunto cambia, porque puede ser que en 39 días no se nos presenten cada día
ocasiones de auto compadecer nos y de sentirnos lástima, Y entonces, como no
llega la ocasión, no hay la auto conmiseración. Pero lo que sí es básico y
fundamental es que por días y semanas nos propongamos modificar nuestro esquema
mental y no aceptar ni un solo día ni una sola hora los pensamientos de
autocompasión, Porque si a estos los logramos ir alejando, también lograremos
independizarnos y librarnos de la perniciosa costumbre de auto compadecernos.
Por
experiencia en la vida de Muchos pacientes hemos logrado constatar que las
personas que logran alejar como malo y daños o todo pensamiento de auto conmiseración,
sienten un gran alivio y su depresión disminuye de manera muy notable, pero
quienes siguen gustando el falso placer de sentirse lástima y compasión, no
mejoran un Tris en su enfermedad mental de la depresión. Y hay un dato curioso:
por asombroso y raro que parezca, la autocompasión se convierte en un agradable
ejercicio mental para mucha gente (masoquismo se llama un falso deporte:
masoquismo es sentir placer en ser humillado y tratado mal). Es un ejercicio mental
que produce cierto gozo insano a algunas mentes pesimistas, pero cuyas
consecuencias no causa ningún placer, sino por el contrario Los Terribles
disgustos que trae la depresión.
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REMEDIOS PARA ATACAR LA AUTOCOMPASIÓN:
1. RECONOCERLAS
COMO UN PECADO, como
algo que disgusta a Dios y nos hace daño a nosotros mismos. Como una
costumbre dañosa.
Si la
sagrada Biblia nos dice: "hacedlo todo sin murmuraciones ni
discusiones" al pasarnos murmurando de lo que nos sucede, ya estamos
desobedeciendo un mandato del mismo Dios. ¿Quién puede amar de verdad lo que
considera que disgusta a Dios y le hace daño a uno mismo? Eso es la auto
conmiseración.
Pero este
paso es dificilísimo, porque nosotros tendemos siempre a justificar nuestra
autocompasión. Y en este caso somos a la vez juez, defensor y acusador. Y
fácilmente declaramos en nuestra mente que sí tenemos mucha razón en sentir nos
lastima y en echar a los demás la culpa de tantos males que nos suceden. Y aquí
es necesario dejar de echar la culpa a otros y de darnos "sentidos
pésames" a nosotros mismos y mirar de frente La auto conmiseración como un
Goliat gigantesco, como a un dañisimo pecado mental que si se le permitimos que
se nos siga acercándonos va a triturar y a destruir.
Convenzámonos:
mientras no consideremos a la autocompasión como un pecado mental dañoso y
traicionero que nos puede arruinar, no lograremos De ninguna manera abandonar
la triste costumbre que tenemos de auto compadecernos.
Lo malo
es que tenemos una cabeza muy dura y nos resistimos a querer dejar de auto
compadecernos. Nos pasa como al profeta Jonás del cual dice el libro santo que
se dedicó a renegar de Los sufrimientos y contrariedades que le llegaban y el
mismo Dios vino a tratar de convencerlo de que lo que le sucedía era para bien y
no para mal, y al preguntarle amablemente nuestro Señor: "te parece que
está bien El irritarte y que tienes razón Para estar tan disgustado? Y el
malgeniado Jonás tuvo el atrevimiento de responderle al creador: "sí
señor, Me parece que está bien el irritarme y que tengo mucha razón en andar
muy disgustado". Se nota que no era muy Santo El hombrecito aquel todavía.
Pero esa misma es la respuesta que nosotros nos empeñamos en decirle a Dios con
nuestras autocompasiones y continuas lamentaciones: "sea cual fuere el fin
de lo que me sucede y por más que el bien que se consiga con mis sufrimientos y
contrariedades sea muy grande, Me parece que está muy bien que yo Ande irritado
y de mal genio, y que tengo mucha razón en andar muy disgustado Y teniéndome
lástima y compasión". ¡De veras que de Santos no tenemos todavía ni el
barniz!
Nunca
ponemos excusas para auto compadecernos. Recordemos que si queremos alejar La
mala costumbre de sentirnos lástima y compasión es absolutamente necesario
odiar y aborrecer esa costumbre como algo malo y dañoso. Si la aceptamos como
algo justo y normal No seremos capaces de liberarnos jamás de su esclavizante
control.
Pero él
no aceptar excusas para la autocompasión es dificilísimo, Porque nuestro
egoísmo siempre Busca alguna. Quizás alguien nos traicionó como un nuevo Judas.
Trabajamos en un empleo o puesto en el cual nunca vemos ningún Progreso. O en
el hogar hay alguien que se manda un genio feroz o nos trata con una frialdad
paralizante. O el marido visita a una amante o la mujer se le volvió agria y
sin cariño. Un hijo es drogadicto o los negocios andan de mal en peor. Hola
salud falla y falla. Un día un dolor y otro día otro. Y las enfermedades parece
que hicieron una cadena sin fin y cuando una se está yendo la otra está llegando.
Probablemente el egoísmo nos va a decir: "estas son razones Más que
suficientes para que usted se tenga lástima y compasión", pero el buen
criterio y la sana prudencia nos dicen: "cuidado, porque si usted acepta
la auto conmiseración le va a llegar la depresión y esto es un mal horrible y
apabullante". ¿Qué importa que los motivos sean más o menos justo si
reales, o desproporcionados o imaginarios? Lo importante es que la depresión
está a la puerta del alma como fiera ladrona buscando un descuido para entrar,
matar y destrozar. Y la autocompasión le abre la puerta a la depresión y cuando
está entra, ¿Quién es capaz de volverla a sacar?
Pongámosle
un rótulo o título a la autocompasión: "pecado". "Disgusta a
Dios". "Me hace daño a mí mismo". Y así la odiaremos y
trataremos de no aceptarlo en ningún momento de nuestra vida. Ella es una
"no aceptación de lo que Dios permite que nos suceda" y puede
llevarnos más a maldecir que bendecir, y si se convierte en costumbre puede
alejar de nosotros no sólo la alegría y la paz sino las bendiciones y la
amistad del señor Dios. ¡Lo cual sería una verdadera catástrofe!