sábado, 11 de agosto de 2018

Desglozando Las #Reflexionesdelvuelodelamosca #10


Hay oportunidades tan llamativas que a veces hay que rechazar por el propio bien

Me ha llegado una propuesta que es difícil rechazar...
Se ve que podría irme bastante bien, ¡Puedo avanzar en todo lo que yo he querido! Pero, ¿a costa de quien?
Al fin que a mi ya me lo hicieron, ¿Porque yo no puedo ahora tomar esta ventaja? Como que ya va siendo hora de la revancha...

Son algunas de las muchos pensamientos que surgen por mi cabeza cuando veo una buena oportunidad.

Hace algunos años me ofrecieron entrar a trabajar para un candidato a diputado en el municipio donde vivo, las cosas se veían bastante bien, ¡era una oportunidad única!
No había aun nadie que estuviera en la fila formada para el puesto que me estaba postulando, sería pionera y en base a lo que yo realizara en ese trabajo es como ganaría ese puesto. 
¿Porque no? ¿Qué podría salir mal? 
¿Yo siendo la única mujer podría ser capaz de tal puesto?
¡Si, lo logré! Ahora si podría comenzar mi propia carrera en este ambiente de la política y comenzar a despegar.

Pasaron los días y me volví una persona indispensable para la campaña. Era la encargada de todo lo relacionado a la administración directa de la oficina y las demás personas que iban llegando eran los encargados de ejecutar todas las ordenes que yo les daba, claro, ya una vez consultadas con dicho candidato, yo tenía ese "poder". En el organigrama había logrado ser la segunda al mando, o el brazo derecho del candidato.

Llego el día tan esperado para todos, eran las elecciones y solo nos quedaba esperar los resultados.
Antes de que acabara el día, ya teníamos un buen avance de los resultados y si, ¡Habíamos ganado! A festejar...

A la semana ya se estaban designando los puestos en los que cada persona estaría y había un pequeño problema, para el presupuesto que les otorgaban, solo había 5 puestos para las oficinas y para la casa de enlace ciudadano, había 3 lugares. Pasaban los días y a mi ya me habían designado la encargada de la casa de enlace gracias a que demostré que si podía con dicho papel.
Las envidias no se hicieron esperar. Comenzaron a soltar rumores de mi vida y el como había llegado a donde ni siquiera se llegaba aun... Tanto comenzaron a afectar mi entorno que pronto mi familia comenzó a preguntar. Lo que me llevo a un problema mayor, y ahí es donde tome la decisión de mejor alejarme porque yo no estaba dispuesta a vender mi integridad y mis valores a costa de la manera tan ruin en la que los otros peleaban un trabajo. Vi que no era mi necesidad tan grande como para destruir a una persona y a su familia por un trabajo que solo duraría unos años hasta que llegara el siguiente candidato con su propio equipo y ahí es donde a todos nos sacarían. No señor, no soy tan vil.

En oportunidades como estas, es donde una persona se pregunta si es que vale la pena la manzana que le ofrecen, o si es preferible vivir en mayor tranquilidad...

Tú que prefieres, ¿Comerte una manzana inmediata y que te durara solo un poco, o plantar el árbol de manzanas y cuidarlo para que te siga ando manzanas?

viernes, 10 de agosto de 2018

A.A. PARA LA MUJER (Parte 5)

“Lo puedo hacer sola. Soy más inteligente.”


Mi nueva amiga de A.A. está durmiendo en mi casa.

Cuando la trajeron aquí, estaba borracha e inconsciente. Encontraron una botella de sedantes, casi vacía, cerca de su cuerpo. Me la trajeron a mí porque soy doctora y alcohólica. No recuerdo precisamente cuándo me volví alcohólica. De adolescente, iba a los bailes. Los amigos de mi hermano le pedían que me invitara, porque sólo necesitaba unos pocos tragos para alegrarme. Pero, la mayoría de las veces, cuando la gente a mi alrededor estaba alegre, yo estaba triste.

Después de conseguir mi primer empleo como interna en cirugía, recibí una invitación para asistir a una fiesta con los demás miembros del personal del hospital. Me puse tan borracha con un vaso de vino que tropecé con una mesa y me caí. Mi amiga más íntima estaba escandalizada y me dijo que una dama tenía que tomar dos vasos de vino — “si no puedes, no eres una dama.” Le pregunté lo que debía hacer y me respondió: “Tienes que practicar.” Lo hacía todas las noches, generalmente en mi casa, en donde mi madre me decía: “Una dama que bebe tanto no es una dama.” No obstante, el vino parecía aumentar mi eficiencia. Podía trabajar más por la noche, cuando quería escribir o leer. Era ambiciosa y quería ser jefe de mi hospital. Mientras bebía, era la jefa. Aún más, era la doctora más inteligente, la mujer más bella, la mejor hija y amiga.

En realidad, aunque seguía bebiendo, iba progresando muy rápido en mi carrera. Nunca estaba borracha, ni tampoco sobria. Entonces, un día algo agitado, una colega me dijo que iba al salón donde los médicos pasaban las horas en que no están de servicio, porque necesitaba un trago. Ese día señaló el principio del fin para mí. Ella sólo bebía un poco pero pasados seis meses yo me bebía cada mañana un vaso de los de agua, lleno de vodka. Mi trabajo fue empeorando, y terminé dejando que lo hicieran los demás.

Aunque mi madre había estado enferma, yo siempre podía encontrar una razón para beber. Sabía que tenía un problema con el alcohol. Leí libros médicos que trataban del asunto, y sabía cómo podía afectar mi cerebro. Quería dejar de beber, pero no sabía cómo. Sabía solamente que tenía que alejarme del hospital, antes de que se descubriera mi forma de beber. La primera vez que se me presentó la oportunidad, establecí una consulta privada y me despedí del hospital.
En esa época se murió mi madre. Cuando yo volvía a casa, ya no oía las preguntas: “¿Cuánto bebiste?” “¿Cuánto gastaste en licores’?” Era dueña de mí misma. Bebía y seguía bebiendo — a solas, porque mis amigos me habían abandonado. Ya no era la doctora más inteligente, la mujer más hermosa. Estaba sola con mis temores. Tenía que beber.

Mi desesperación se iba intensificando. Por fin un paciente informó al Consejo de Salud de haberme encontrado borracha. Como consecuencia, tuve que consultar con un profesor que investigaba asuntos de este tipo — y un milagro ocurrió. El sabía cómo era el infierno en el que yo vivía, y me dio un libro acerca del alcoholismo. Aunque seguí bebiendo mientras lo leía, percibí una luz de esperanza. Pasados algunos días, le dije que me gustaría conocer a los miembros de Alcohólicos Anónimos mencionados en el libro.

Una semana después, recibí una llamada telefónica de un amigo de la universidad que se había hecho siquiatra. “A.A. está en nuestro pueblo,” me dijo; y me informó sobre dónde y cuándo se efectuaban las reuniones. Unas dos semanas más tarde logré dirigirme a una reunión, no sin tomarme antes una copa.

Abrí la puerta y vi a seis hombres. Escuché atentamente lo que decían.
“¿Qué debo hacer?” les pregunté. “Me queda la mitad de una botella en casa, y la otra mitad me la bebí antes de venir aquí.” ¡Estaba diciendo la verdad sobre la bebida! ¿Qué me había ocurrido? Uno de los hombres me respondió, “Puedes hacer lo que quieras con la botella: bebértela o tirarla. Es tu vida.” Por primera vez, no se me prohibió que bebiera. Esa noche me tomé el resto de la botella, pero llegué sobria a la siguiente reunión.

Empecé una vida nueva. Mis amigos del grupo me entendían. Encontré también una felicidad fuera del grupo. Podía hacer mi trabajo, y mis pacientes comenzaban a amarme y a respetarme; amistades perdidas se reanudaban.

Durante 19 meses estuve feliz, pero no me aplicaba mucho en el programa. Hacía mucho trabajo de Paso Doce, ayudando a otros alcohólicos, pero sólo para evadirme de mí misma. Un día sufrí un trastorno emocional y tomé dos tranquilizantes — el siguiente día, cuatro, y después muchos más.
No asistía asiduamente a las reuniones. “Soy médica,” me decía. “Sé lo suficiente sobre A.A. Puedo hacerlo sola. Tengo demasiado trabajo que hacer. Soy más inteligente que los demás. Soy una alcohólica especial.”
Todos los temores y mentiras que acompañaban a la bebida, volvieron con los tranquilizantes. Los cambié por sedantes.

Un día volvió a aparecer la botella. Mi botella. ¡Fue tan fácil comenzar! A pesar de todo lo que me dijeron en A.A. acerca del primer trago, durante algunos días no me pasó nada. “Bueno”, me dije, “no soy alcohólica. Fue un error. No tengo por qué asociarme con la gente de A.A. Yo puedo arreglármelas...” Bebía y tomaba píldoras.
Entonces, toqué fondo. Después de haber intentado suicidarme, desperté en mi casa, y me encontré con vida. Supe que era una alcohólica, y llamé por teléfono a mis amigos de A.A.
Dos días después, conocí a otro miembro de A.A., el médico que es ahora mi esposo. He empezado de nuevo a vivir. Asisto a las reuniones, y me aplico en el programa que me ha enseñado a lograr la tranquilidad de espíritu, sin alcohol o drogas. He restablecido una relación con mi Poder Superior. Sin El, no habría podido llegar a ser una alcohólica tan feliz.
Mientras escribía mi historia, mi nueva amiga de A.A. se ha despertado. Está viva y hace 24 horas que no ha tomado un trago. A.A. funciona.

“Suponía que mi forma de beber era otro síntoma de neurosis.”

Durante más de 20 años bebí sin sentirme impulsada a hacerlo. Podía dejar la bebida, y a menudo la dejaba.

Pero tenía otros problemas — profundos problemas emocionales. Desde mi adolescencia, quizás antes, experimentaba depresiones. Cuando tenía poco más de veinte años, después del nacimiento de mi hijo, sufrí una grave depresión pospartum, e inicié un tratamiento psicoterapéutico que, con algunas interrupciones, duraría muchos años. Aunque había buenas épocas en las que conocía el alivio, funcionaba bien y trabajaba productivamente, siempre me parecía que existía una barrera que me separaba de la vida que deseaba.
Durante estos años, me casé dos veces, y dos veces me divorcié. El alcohol no tuvo nada que ver con estos fracasos.

Diez años después, supe que tenía un problema con la bebida. Acababa de tener un éxito profesional cuando me puse enferma de paperas. Al recobrar la salud, me vi hundida en una depresión severa, sin aparente causa, salvo que mi médico me había dicho que a menudo las enfermedades causadas por virus dejaban deprimidas a sus víctimas. Creo que no le dije en aquel entonces que, además de la depresión, que me era familiar, estaba experimentando algo raro: mi forma de beber había cambiado totalmente, convirtiéndose en compulsiva

Mi hijo era adolescente, y si la bebedora solitaria se odia a sí misma, la bebedora que es madre y responsable del bienestar de su hijo siente una culpabilidad y una repugnancia de sí misma indescriptibles. Y por supuesto, para librarme de estos sentimientos, bebía sistemáticamente hasta perder el conocimiento — lo recobraba, volvía a beber y lo perdía de nuevo. Era una pesadilla.
No obstante, lograba preparar la comida, mandar la ropa a la lavandería, y ver a mi hijo irse a la escuela.

Nosotros nos queríamos y nos odiábamos al mismo tiempo — y de las dos emociones era difícil saber cuál era la más dolorosa. Mi hijo fue el primero a quien confesé que yo era alcohólica. Me preguntó, “¿Por qué bebes tanto, mamá? Te hace oler mal.” Le respondí, “Bebo porque soy alcohólica.” Pero no sabía lo que significaba ser alcohólica.

Acostumbrada a considerarme una persona neurótica, suponía que mi beber era otro síntoma más de esa neurosis, y que lo que tenía que hacer era ahondar aún más en mi inconsciente para descubrir lo que me compelía a beber — y entonces podría volver a beber como antes bebía. Así que empecé de nuevo el peregrinaje de un siquiatra a otro.

La última locura de mis días de bebedora ocurrió después de que mi hijo se fue de casa para asistir a la universidad. Un fin de semana en que fui a visitarle, me llevé conmigo todo el dinero que me quedaba y compré un motel cerca de la ciudad universitaria. Era una “cura geográfica”; tenía la esperanza de que ‘ cambiando de residencia y de forma de vida, podría olvidarme de mí misma.
Durante el primer año, mientras trabajaba en la restauración de la vieja casa de campo y las siete cabañas anexas, logré dejar de beber. Sin embargo, me estaba pasando algo nuevo. Cuando regresé a Nueva York para una visita, fui a consultar con mi doctor, a quien le agradó ver que había perdido 30 libras.

“¿,Qué has estado haciendo?” me preguntó.
Le dije, “Creo que he cambiado de adicciones.” “¿Qué quiere decir eso’?” “He sustituido la adicción al alcohol por la adicción a los tranquilizantes.” “Tonterías,” me replicó “no se puede tener adicción a los tranquilizantes.” En aquella época, los tranquilizantes eran un medicamento relativamente nuevo. Ahora los médicos saben lo que yo ya sabía entonces. No podía limitar la cantidad de medicación que tomaba a la recetada por el médico.
Mi declive fue abrupto. Una hospitalización en estado comatoso, causado por una mezcla de alcohol y tranquilizantes. Otra en un intento vano de acabar con mi adicción a los tranquilizantes. Una tercera por haber tomado una dosis excesiva de barbitúricos.
Esta última vez me atendió un siquiatra quien consiguió ingresarme en una clínica siquiátrica de Nueva York para una estancia de seis meses. Pero al salir, dada de alta del hospital, todavía no tenía la más mínima sospecha de que era alcohólica. Me dijeron que no bebiera, pero no me dijeron por qué no debía beber; eso me ofendió y, por supuesto, seguí bebiendo.

Entonces, comenzó un círculo vicioso en el que me vi presa durante tres meses: bebía hasta que me aterraba el alcohol y luego tomaba tranquilizantes hasta que estos también me aterraban. Llamé a un amigo que había pasado nueve meses sobrios en A.A. y le dije que estaba lista para probarlo. Menos de una semana después, me encontré en mi primera reunión, con una sensación tremendamente conmovedora y liberadora de haber vuelto a mi casa, de estar donde debía estar. Mirando alrededor de la sala, sentía lo diferente que esa gente era. Muchos de los enfermos que había conocido en el pasado, casi siempre trataban de adaptarse a su enfermedad. A diferencia, estos A.A. estaban haciendo un esfuerzo por recuperarse.
Eso yo también lo quería.
Seguí tomando tranquilizantes durante más o menos una semana después de mi primera reunión, pero me di cuenta durante ese tiempo de que, como alcohólica, no debía tomar ninguna sustancia química que pudiera afectar mi estado de ánimo.

Al principio, supuse que, habiendo sido una borracha depresiva, iba a experimentar depresiones estando sobria. El milagro más grande de mi sobriedad ha sido el verme casi completamente libre de la depresión. Las ideas que saqué del sicoanálisis me ayudaban, pero el programa de A.A. fue el que me liberó para emplearlas al máximo.

Me lancé al programa como para aplacar una sed.
Asistía a muchísimas reuniones y volvía tan absorta en el programa que, durante un rato, me era difícil concentrarme en otras cosas. No obstante, mientras trataba de aplicarme en el programa, los resultados empezaron a manifestarse — en mi tranquilidad de espíritu, en mis relaciones con los demás, y en la gradual recuperación de mi competencia profesional.

Estoy agradecida especialmente por la relación que tengo con mi hijo que, habiéndome visto recobrar mi salud, parece haber logrado una nueva fe en la vida y en sí mismo. “Si tú puedes hacerlo, mamá,” me dijo una vez, “cualquier persona podrá.” Un cumplido tal vez indirecto, pero agradable.
Desde que llegué a A.A., tengo verdaderamente la sensación de haber renacido, de haber roto aquella barrera que me separaba de la vida que quería vivir. Quiero vivir la vida que ahora vivo — una vida basada en los principios de A.A.

jueves, 9 de agosto de 2018

Llegamos A Creer (Cap 1)

1. "¿ESPIRITUAL?"
No permita que ningún prejuicio que usted pueda tener en contra de las ideas espirituales, le impidan preguntarse con honradez lo que
ellas pueden significar para usted.
Bill W.
"Alcohólicos Anónimos", pág. 54

LA APERTURA HACIA EL MUNDO ESPIRITUAL
A.A. es un programa espiritual y un modo de vida espiritual. Aún la primera mitad del Paso Uno, "Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol", es una experiencia espiritual. Un miembro de A.A. necesita más que capacidad física; necesita usar todas las facultades que tienen como ser humano para oír el mensaje, para meditarlo, para revisar la realidades del pasado, para comprender, para admitir, para aceptar. Estos proceso son actividades de la mente, que es parte del espíritu.

Sí, yo empecé con una fe ciega, y la evidencia concluyente es que funciona. Yo creo a aquellos que dicen que han sufrido con el alcoholismo, pero, que en A.A. están ahora gozando de la sobriedad. Así es que la verdad estaba ahí para que yo la viera. Pero pronto comprobé esa verdad, con mi propia experiencia. No sólo fui liberado de la compulsión de beber; ¡fui guiado hacia una compulsión por vivir!

A.A. me hizo también mucho más consciente, por la constante repetición, de mi libertad de escoger, y esta es la facultad humana de la fuerza de voluntad. Conforme ha transcurrido el tiempo en sobriedad, me ha sido ofrecida - y la he usado - la oportunidad de conocer más acerca de la humanidad, al aprender más acerca de mí mismo. Ahora me doy cuenta de que cuando dije por primera vez en una reunión de A.A., "Mi nombre es Tom y soy un alcohólico", estaba expresando la primera verdad que había conocido acerca de mí. Piensen en la espiritualidad de dichas declaraciones. Mi nombre me dice que soy un ser humano; el hecho de que puedo saberlo, meditarlo y comunicarlo, refuerza mi humanidad y me hace consciente y me siento excitado porque ¡Yo soy!

Esto, también, llega a ser la apertura hacia el mundo espiritual. Con la guía del programa, el estímulo y los ejemplos dentro de la Comunidad, puede comenzar a encontrarme a mí mismo, y estar preparado para aceptar lo que encontrara. En la Comunidad aprendí que si otros podían aceptarme y amarme tal como era, entonces yo debía amarme también tal como soy; no por lo que era sino por lo que podía llegar a ser. Así es que he aprendido un poco acerca de mi mente y acerca de mi voluntad y acerca de mis emociones y pasiones. He aprendido que puedo ser un buen ser humano, aunque imperfecto; que, cuando vivo conscientemente en el mundo real (sanidad), cada día bueno ayuda a nivelar mi pasado.

Mi religión no me dio a A.A. Fue A.A. la que me dio mayor fortaleza en mi religión. El simple contraste entre el alcoholismo activo y la sobriedad activa me ayudó a buscar, a escuchar y a aplicar los buenos principios de vida, y soy recompensado con mucho más estímulo y alegría de los que tenían antes de la sobriedad dentro de A.A. por la aceptación agradecida de esta sobriedad, como un don, y usándola con buena voluntad, me he dado cuenta de otros dones que están disponibles para mi como ser humano. Para lograr obtenerlos, sólo necesito pedirlos, y hacer uso de ellos.

Este es el punto crucial del programa y el punto crucial de la vida: la aceptación y la acción.

El don del entendimiento ha permitido que los simples mensajes de mis padres, mis maestros y mi iglesia tengan un nuevo significado y vigor. Con el don de la serenidad, me encuentro preparado y deseoso de aceptar lo que Dios permite que me suceda; con el don del valor, para cambiar las cosas que puedo para mi bien y el de otros. El don de la sabiduría me ha sido dado para que en las relaciones personales amistosas pueda actuar inteligentemente y con amor o, como ha sido expresado, con capacidad y comprensión.

Ahora estoy tratando de dar realidad a la idea de vivir "de adentro hacia afuera". "El texto Básico", "Como lo ve Bill" ("La Manera de Vivir en A.A."), las reuniones, las experiencias, la conciencia del poder cambiarme a mí mismo, en mis pensamientos, en mis oportunidades y en mis hábitos, todos ellos son espirituales. Hay espiritualidad en la manera de vivir de A.A., que simplemente nos hace conscientes de nuestros recursos individuales internos. No hay materialismo en A.A., solamente espiritualidad. Si nos hacemos cargo de nuestras necesidades interiores, las demás necesidades nos serán resueltas.

He llegado a creer que el don de la sobriedad es lo que da valor y dignidad a mi vida. Es esto lo que tengo para compartir, y crece a medida que lo comparto.
El Cerrito, California.

CUAN AFORTUNADOS SOMOS
A Kinlochard lo llamo mi hogar espiritual. Es una pequeña aldea que se anida en un valle entre las montañas, en la rivera del lago Ard. Nunca me canso de observar el bosque en la rivera opuesta, con sus cientos de diferentes tonos de verde, reflejándose en la superficie del lago. Halcones migratorios anidan en los riscos más altos y las garzas mueven lentamente sus alas para subir desde el lago a sus nidos en los inmensos árboles de una pequeña isla. Los cisnes, ánades silvestres y patos de lomo pardo compartiendo los bancos de arena junto con los ánades y aves zancudas y unos pocos pescadores, tirándoles sus anzuelos a las truchas. Algunas veces puedo ver, muy arriba de las montañas, un ciervo y su hembra cruzando un claro del bosque y, si tengo suerte, una pareja de nutrias entre las rocas de la orilla del lago. La paz prevalece.

Cuando en un principio descubrí Kinlochard, estaba en una de mis prolongadas borracheras. Aún entonces, su belleza y tranquilidad penetraron a través de mi nube alcohólica. Ahora que tengo sobriedad, trato de visitar este lugar de descanso dos veces al año y maravillarme de la majestad de nuestro Creador. Yo no encuentro ninguna belleza en el arte. La escultura y la arquitectura son obras del hombre y no pueden rivalizar con el trabajo del Creador. 

¿Cómo podemos esperar mejorar lo que el maestro nos enseñó? Cuan afortunados somos los alcohólicos que tenemos una enfermedad que nos obliga a buscar la recuperación por medio de la espiritualidad.
Egremunt, Inglaterra.

A.A. ES UNA FILOSOFIA
Una religión, propiamente, es de origen divino; gobierna a la persona en sus relaciones amistosas con el Poder Superior; y promete sus recompensas y castigos después de la muerte. Una filosofía es de origen humano; gobierna a las personas en su relación con los semejantes y promete sus recompensas y castigos durante la vida. A.A. se me ofreció como una filosofía. Si nosotros los alcohólicos seguimos la filosofía de A.A., podremos recobrar la comprensión de nuestras diversas religiones.
Maryland.

EN SU PROPIO DERECHO INDIVIDUAL
La espiritualidad es un despertar - ¿o es como si todos los cabos sueltos se tejieran juntos en un suave tejido? Es comprensión ¿o es todo el conocimiento que uno necesita para siempre? Es libertad - si consideras al miedo una esclavitud. Es confianza -¿o es la creencia de que un Poder Superior cuidará de usted en cada tormenta o vendaval? Es adherirse a los dictados de su conciencia - ¿o es un profundo, genuino o vivo interés por la gente y el planeta? Es un agudo y claro deseo de sobrevivir.

Es un hombre o una mujer. Es gratitud por todos los acontecimientos del pasado que lo trajeron a un momento de justicia. es la alegría de ser joven en un mundo joven. - Es la conciencia - o el darse cuenta de la propia capacidad y limitaciones - ¿o es una fácil percepción del universo? Es ver un poder místico hacia el bien, en todos y cada uno de los seres humanos. Es paciencia frente a la estupidez. Es sentir que le quieres arrancar la cabeza a alguien - y a cambio alejarse. Es cuando no te queda ni un solo centavo, y sabes que aún posees algo que el dinero no puede comparar. Es usar ropa de trabajo y sentir como si se tuviera puesto un traje de gala. Es querer ir a casa, a pesar de ya estar ahí. Es un viaje en un cohete que va más allá de lo que tu vista alcanza. Es mirar a alguien que aparentemente es repugnante, pero que irradia belleza. Es un panorama majestuoso o un desierto del Oeste. Es un niño. Es ver una oruga trasformarse en mariposa. Es el convencimiento de que sobrevivir es una lucha salvaje entre usted y su ego. Es el jalón magnético hacia aquellos que están abajo y afuera. Es saber que aun los malos tiempos son buenos.

¡No mires hacia atrás! Aún no has visto nada.

Cuando la gente lo mire y se pregunte qué le habrá sucedido, su mirada les contestará: "¡Es que conozco un camino!".

Esa cosa tan especial que es la espiritualidad no se le puede dar a un ser humano o por medio de las palabras. Si todos los hombres deben de tenerla, entonces todos los hombres deben ganársela a su propio modo, por su propia mano, marcada con el sello particular de cada uno, dentro de su propio derecho individual.
New York, New York.

EL OTRO LADO
Un día en una reunión hice la observación de que yo me sentía sencillamente satisfecho con éste Programa de A.A.; bueno, de todo, menos de su lado espiritual. Después de la reunión, otro miembro se me acercó y me dijo: "Me gustó la observación acerca de cómo usted amaba el programa, todo, menos su parte espiritual. Disponemos aún de un poco de tiempo. ¿Por qué no hablamos acerca del otro lado del programa?". Esto hizo terminar la conversación.
Modesto, California.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Síntomas de la Borrachera Seca (1er Sintoma)

Primer síntoma: inmadurez e infantilismo, estancamiento del crecimiento emocional y persistencia de las dependencias.

El niño rey

"Con dinero y sin dinero/hago siempre lo que quiero/y mi palabra es la ley.
No tengo trono ni reina,/ni nadie que me comprenda,/pero sigo siendo el rey."
Canción popular mexicana. José Alfredo Jiménez.
Una de las características principales del perfil psicológico de los alcohólicos es la inmadurez emocional. En la psicobiografía de la mayor parte de los adictos al alcohol encontramos antecedentes de rechazo afectivo, sobreprotección o responsabilidad prematura. Estas vivencias infantiles determinan un retraso en el desarrollo de su personalidad que da lugar a que este tipo de personas sean inseguras, ansiosas, egocéntricas, con baja autoestima y una serie de complejos que impiden un óptimo desarrollo de su personalidad.

Al llegar a la adolescencia, surge una serie de fenómenos como la aparición de los caracteres sexuales
secundarios, la atracción por el sexo opuesto, la necesidad de ser aceptado en su grupo de iguales, la
búsqueda de una identidad propia y una mayor presión social para el cumplimiento de responsabilidades escolares, familiares y sociales.

Estos futuros alcohólicos, al enfrentar esta serie de presiones, generan una gran angustia que les produce un intenso malestar psicológico y al mismo tiempo mucha frustración al sentirse incompetentes para satisfacer esas necesidades.

Pero es también en la época de la adolescencia cuando se tienen los primeros contactos con el alcohol. El inmaduro emocional, lleno de complejos y limitaciones en sus relaciones interpersonales, al experimentar con el alcohol, descubre una sustancia maravillosa que transforma su personalidad y lo convierte de tímido en audaz, de cobarde en valiente, de introvertido en extrovertido, de antipático en simpático y de lacónico en locuaz.

Es así, como este  inseguro angustiado encuentra en el alcohol una muleta emocional que le ayuda a sobrecompensar sus limitaciones psicológicas. De esta forma se inicia una carrera que empieza por el uso, continúa con el hábito, sigue con el abuso y termina con la adicción al alcohol.

El alcoholismo es una enfermedad que produce un desgaste físico y psicológico impresionante. La principal característica del desgaste psicológico del alcohólico es la parálisis de su desarrollo emocional. Es decir, un alcohólico activo no crece emocionalmente.

Está psicológicamente atrofiado porque para enfrentar los diferentes conflictos de su vida o para evadirse de ellos, ha recurrido siempre a la muleta emocional del alcohol. Por lo tanto, en el alcohólico se presenta el fenómeno de llover sobre mojado ya que antes de empezar a beber ya presentaba serias limitaciones en el proceso de madurez de su personalidad, que eventualmente lo llevaron al desarrollo de su alcoholismo, que a su vez produjo un estancamiento en ese proceso de crecimiento emocional.

Pero una vez que el alcohólico decide dejar de beber y alcanza la abstinencia, persiste aún la inmadurez emocional. La abstinencia por sí sola no provoca un crecimiento emocional, sino que, el alcohólico en recuperación una vez que ha alcanzado un tiempo razonable de abstinencia debe de empezar a trabajar en su crecimiento emocional.

Por eso decimos que el alcohólico que deja de beber, pero que no crece emocionalmente padece del
Síndrome de la Borrachera Seca. Este primer síntoma de la borrachera seca constituye el núcleo central del síndrome. Los otros once síntomas son en cierta forma, consecuencia de una inmadurez emocional.

Al inmaduro emocional le llamamos el niño rey porque su comportamiento es típico de un individuo
terriblemente egocéntrico que exige todos los derechos del niño, pero que no cumple ninguna obligación del adulto. En otras palabras, cuando le conviene se comporta como niño y cuando le conviene se comporta como adulto autoritario.

Las principales características del perfil psicológico del niño rey son las siguientes:
 Infantilismo
 Demandancia excesiva
 Egoísmo
 Narcisismo
 Intolerancia a la frustración
 Caprichos
 Inconsistencia
 Inconstancia
 Dependencias emocionales
 Superficialidad
 Manipulación
 Incapacidad de aplazar satisfacciones
 Rebeldía ante la autoridad
 Egocentrismo
 Irresponsabilidad
 Pasividad

Los factores socioculturales también han influido mucho en el desarrollo del perfil psicológico del niño rey. El machismo, la sobreprotección maternal, los roles tradicionales de género en la familia mexicana, la sumisión de la mujer, etcétera, han sido factores que han contribuido mucho a la configuración de este tipo de alcohólicos, que son psicológicamente débiles pero que ejercen un dominio basado en la fuerza física o en el poder económico.

En los hogares del niño rey, por lo general, la esposa o la madre son psicológicamente fuertes. Para el niño rey la madre y la esposa son la misma cosa, pues este tipo de personas siempre buscan una esposa con características muy maternales y que no sea otra cosa que la continuación de su madre. El niño rey domina a su esposa pero al mismo tiempo depende mucho de ella; no puede vivir sin su esposa-madre y aunque suele engañarla, agredirla y humillarla no puede tolerar que lo abandone o que lo ignore. Erich Fromm en su Sociopsicoanálisis del campesino mexicano describe esta dinámica en la familia del campesino mexicano llamándolo el patriarcado minado, porque ese núcleo familiar en donde aparentemente domina el hombre, la verdaderamente fuerte es la mujer (madre o esposa), por lo que Fromm lo describió como "un matriarcado disfrazado de patriarcado".

La irresponsabilidad, la inconsistencia y la inconstancia son otras características típicas del perfil psicológico del niño rey. Son individuos que les cuesta mucho trabajo asumir responsabilidades y tienden a evadirlas constantemente. Son inconstantes e inconsistentes porque no terminan lo que empiezan. A veces se ilusionan con un proyecto, lo empiezan con mucho entusiasmo y al poco tiempo se aburren y lo abandonan.

Este tipo de personas son de impulsos cortos pues les cuesta mucho trabajo mantener una disciplina que implique perseverancia. El ser irresponsables los hace atenidos. En muchas familias de niño rey la esposa es quien aporta la mayor carga económica. En otros casos son los padres o los hermanos quienes los mantienen.

Obviamente al niño rey le molesta sobremanera que le impongan reglas o limitaciones. Son individuos caprichosos, cuya intolerancia a la frustración los incapacita a aplazar satisfacciones. Casi siempre se salen con la suya mediante caprichos, chantaje sentimental o manipulación. Estas características los lleva a tener casi siempre conflictos con la autoridad, llámese padre, madre, hermanos, autoridades civiles, policía, médico o sacerdote. Es por ello que casi siempre les gusta llevar la contraria. Son oposicionistas por naturaleza.

Finalmente son individuos egoístas, narcisistas y egocéntricos. Esto es consecuencia de un mecanismo de sobre compensación a sus complejos de inferioridad. Desean llamar la atención, ser el centro de atracción.

Les gusta ser "en las bodas la novia y en los entierros el muerto". Están siempre atentos a sus propias
necesidades, pero poco les interesa los sentimientos o las necesidades de los demás. Esto provoca
decepción y resentimientos en las personas involucradas sentimentalmente con ellos.

Muchos alcohólicos que han dejado de beber, que son miembros de Alcohólicos Anónimos (AA) y que ya han cumplido varios aniversarios sin recaer en el alcohol, persisten manifestando estas características de personalidad. Evidentemente estas personas sufren de un Síndrome de Borrachera Seca, pues a pesar de la abstinencia de alcohol no han trabajado en su crecimiento emocional y esto los expone o a una recaída o a que lleven una vida muy pobre emocionalmente, con problemas familiares crecientes y una insatisfacción permanente. Una importante cantidad de matrimonios de alcohólicos se divorcian después de un lapso prolongado de abstinencia del alcohólico. Esta situación, aparentemente contradictoria, no es más que la expresión de la desilusión y el desencanto de la esposa, que esperaba un cambio más satisfactorio en el alcohólico y no simplemente una abstinencia mediocre.

Solamente mediante de un trabajo psicoterapeútico consistente se puede lograr un mejor autoconocimiento y una autoaceptación que lleve a un conocimiento más objetivo de cuáles son las áreas de la vida que requieren de un cambio. Este trabajo se puede desarrollar en algunos casos, por medio del programa de los doce pasos, pero en otros casos de neurosis más severas no es suficiente el apoyo de los grupos de autoayuda y debe recurrirse a una psicoterapia profesional.

por el Doctor José Antonio Elizondo López

martes, 7 de agosto de 2018

Ser Ejemplo

Jesús de Nazaret tiene tres características que lo hacen diferente a los rabinos (maestros) convencionales de su época y lo convierten en un Maestro del emocionar, esto es, en uno que enseña a enfrentar la vida. 

1. Un discípulo entraba a un centro de enseñanza judía para aprender la Torá, no para seguir a un rabino. En la escuela de Jesús a los discípulos no les interesa aprender una doctrina, sino ser como el Maestro; ellos quieren seguirlo a Él, para aprender su manera de vivir y enfrentar las situaciones. 

2. Jesús es un Maestro que sirve. Mientras en las escuelas rabínicas el discípulo se convierte en un sirviente de su maestro, pues tiene que lavarle los pies, servirle en la mesa, limpiarle la casa, etc, en la escuela de Jesús el Maestro es el primero que sirve (Juan 13, 4-5), se hace un sirviente de ellos lavándoles los pies; resume así, en un gesto, su enseñanza, y los invita a hacer lo mismo con sus hermanos. “Entonces, cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, y sentándose a la mesa otra vez, les dijo: “¿Saben lo que he hecho? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que como yo he hecho, ustedes también lo hagan” (Juan 13, 1215).

3. El discípulo se prepara para enfrentar situaciones siempre nuevas, para solucionar los problemas cotidianos, desarrollaba capacidad para utilizar la información recibida en la resolución de temas como el perdón, la justicia, la religión, etc. Tú, como discípulo de Jesús, aprende a asumir la vida. 

TAREA DEL DÍA:
Esfuérzate por ser un buen ejemplo para los demás, con aquellos con los que compartes la vida

POR PADRE ALBERTO LINERO

lunes, 6 de agosto de 2018

A.A. PARA LA MUJER (Parte 4)

“La culpabilidad, el temor y los remordimientos diariamente me acompañaban.”

Ahora que gozo de un cierto grado de sobriedad, puedo darme cuenta de lo ciega que estuve durante 20 años. Tomé mi primer trago a la edad de 13 años.
Bebí una gran cantidad de oporto en una apuesta, me puse muy enferma y borracha, y me prometí que nunca más en mi vida bebería vino de esa forma.

En la secundaria, andaba con amigos mayores que yo. Bebían, y no había nada que me gustara más hacer. Bebía porque me gustaba beber, y una vez que empezaba, no estaba dispuesta a dejarlo cuando los demás lo estaban. Si les gustaba beber, su compañía me era grata. Si no les gustaba, no me veían mucho.

A la edad de 19 años, me casé. Mi marido bebía. Le gustaba y podía aguantar mucho. Tenía un compañero de bebida para toda la vida, y nuestro matrimonio comenzó como una larga celebración.
Cerca de un año después del nacimiento de nuestra hija, me puse muy enferma. Nuestro médico de cabecera me aconsejó que dejara de beber; me dijo que era una alcohólica potencial. Me reí de esto, y no le hice caso ni a él, ni a mis amigos y parientes que se lamentaban de mi forma de beber.

Empecé a perder cada vez más el control. A veces, lo que comenzaba con unos cuantos tragos se prolongaba durante una semana. Para librarnos de la trampa, nos trasladarnos a otra vecindad, y conseguí un trabajo. Comencé a inventar pretextos para beber más frecuentemente. Un día, estando de camino al trabajo, necesité un estimulante y me detuve para tomarme un trago. Recuerdo que tomé otros dos después del primero. El siguiente recuerdo claro que tengo, es de tres días más tarde. Por primera vez, conocí el miedo. Le dije a mi familia que yo debía de estar enferma mentalmente, para que esto hubiera ocurrido.

Comencé a consultar con un siquiatra. Nunca mencioné el alcohol, salvo para decirle que bebía en ocasiones. No le dije que por lo general me aseguraba de tener siempre la ocasión de beber, ni que él me deparó una.

Pasaron los años y finalmente llegué a un punto en que no podía enfrentarme con nada. Mi marido y yo nos separamos varias veces, y cada vez que nos reconciliábamos, esperábamos que las cosas cambiaran.

Sí cambiaron. Empeoraron. Acabé en un hospital en donde un médico me dijo que yo era esquizofrénica. Su diagnóstico me complació mucho. Una chalada, una loca, eso sí era; no una alcohólica.

Cuando dejé por fin de oír voces y me repuse, tuve que celebrar, esta vez con el permiso del doctor. Me propuso que bebiera sólo buen whisky escocés, y no más de tres tragos. No estipuló el tamaño del vaso.
Mi marido y yo nos separamos por última vez. Me dio un ultimátum: él o la bebida. No dudé en escoger — ya no podía vivir sin la bebida.
Durante los dos años siguientes, viví una pesadilla.

La culpabilidad, el temor y los remordimientos me acompañaban diariamente. Ya no tenía amigos; cuando me veían andando por la calle, cruzaban al otro lado. La mayor parte del tiempo, parecía una autómata, embrutecida por el alcohol. Por fin, un día, al despertarme por enésima vez en una habitación desconocida al lado de un hombre desconocido, supe que no podía aguantarlo más. Me sentenciaron a prisión, por un crimen que cometí en una bruma alcohólica.

Finalmente, aprendí a vivir a través del programa de A.A. Cuando empecé a asistir a las reuniones en prisión, mi súplica de ayuda tuvo su respuesta. Una de las mujeres empleaba una expresión que corresponde precisamente a lo que me pasó en esta Comunidad: “Empecé a vivir cuando dejé de llorar y me comencé a esforzar.” Me esforcé por trabajar según la guía que A.A. me había dado en los Doce Pasos. Primero, entregarme completamente. Estaba perdiendo el combate con la botella. Me rendí, y a través de la derrota, gané. Segundo, transformarme, puesto que el mundo no va a adaptarse a mis deseos. Es sencillo, no quiero tener nada que ver con lo que fuese que me encaminó hacia la miseria alcohólica.

Ahora soy otro diente en la rueda de esta Comunidad. Se me ha ofrecido otra oportunidad de ser la madre que siempre he deseado ser. Sí, tengo el mejor regalo de todos — me han sido devueltos mi hija y su amor. Ayer, sólo existía, sin esperanza, sin nada más que miseria. Hoy vivo con esperanza porque llevo un mensaje de esperanza a otros alcohólicos. Por estas razones, el programa funciona. Deseas desesperadamente tu sobriedad y después de lograrla, la compartes con otros.
“Durante mi carrera alcohólica había amenazado a pacientes, había estado borracha en el trabajo, había pensado en asesinar.”
Soy alcohólica. Soy también una enfermera titulada, una soltera que goza de muchas actividades. Pero no fue siempre así.

He mantenido mi sobriedad en Alcohólicos Anónimos durante algo más de cinco años, y éstos han sido los años más felices de mi vida. Antes de recurrir a A.A., llevaba un año seca, por miedo de sufrir otro ataque de DT (delirium tremens). Había jurado que nunca tomaría otro trago, porque sabía que nunca podría salir de otra borrachera como lo hice durante la semana entre el día de Navidad y el de Año Nuevo de 1977.

El día de Navidad, por la mañana temprano, conduciendo borracha y bajo los efectos de la droga, rompí un poste telefónico y destrocé mi coche — no por primera vez. En la sala de urgencia, ofensiva y sin deseo de cooperar (todavía con mi uniforme) rechacé los cuidados médicos hasta la mañana siguiente, en que pudiera ser admitida sin alcohol u otras drogas en mi organismo.

En aquel entonces, que yo recuerde, bebía diariamente, y tomaba cualquier sustancia que podía conseguir, con o sin receta. Después de ser dada de alta, mi irritabilidad y nerviosismo y mis temblores cada vez más intensos se convirtieron en verdaderas alucinaciones, acompañadas de un creciente horror de lo que estaba experimentando.

No podía volver al hospital en donde estaba empleada, y mi familia ya no podía aguantar mi conducta antisocial. Durante otro año entero fui tocando fondos consecutivos, una sustancia a la vez; pero no hubo ningún cambio en mi enfoque sobre la vida.

Para mí, la recuperación empezó cuando dejé de tomar drogas y comencé a hacer esfuerzos para mejorar. Empezó cuando asistí por primera vez a una reunión de A.A.
Era una niña tímida, hipersensible, obesa, y poco segura de mí misma. Buscaba consuelo en los libros y en el papel de “madrecita”. Recuerdo que me sentía importante cuando papá me dejaba pedir sorbitos de su cerveza. Me gustaban sus efectos. La primera vez que, bebiendo, perdí el conocimiento y sufrí una laguna mental, tenía 13 años. Me parecía como si la única forma en que podía apaciguar mi sentimiento de inferioridad y mi criticona conciencia fuera estar borracha.
En la escuela, me consideraban una compañera agradable, una de las que haría todo por sus amigas.
Complacer a los demás me causó muchas penas, especialmente en mi profesión, hasta que aprendí a decir no a la primera copa.

Para mí, ponerme el uniforme blanco significaba dar rienda suelta a “la enfermera prodigiosa.” Sin uniforme, estaba muy metida en la contracultura hippie.

Para compensarlo, tenía que ser un dechado de perfección en mi trabajo, como la famosa Florence Nightingale. Siempre me ponía furiosa la incompetencia que veía a mi alrededor, segura de que yo era la única persona que hacía el trabajo.

Con toda esta ira y sentimientos de mártir, tenía que emborracharme después del trabajo para desfogarme. Necesitaba un empleo para costear mi adicción, y la profesión de enfermera representaba la única cosa respetable que poseía.

Durante mi carrera alcohólica, que duró 12 años había amenazado a pacientes, había estado borracha en el trabajo, había pensado en asesinar, vendido drogas a niños, tomado una sobredosis, había sufrido dos abortos provocados, y bebido hasta caerme sin sentido en los bares, vestida con mi uniforme. Olía mal y había engañado a mi amiga más fiel, y la última que
me quedaba, teniendo una aventura con su marido.

Conducía cuando estaba demasiado borracha para andar a pie. Destrocé algunos coches, y la policía me detuvo muchas veces, sin que tuviera ningún recuerdo de los eventos.

Detestaba a los borrachos porque constituían una evidencia patente de lo que yo era bajo mi fachada — manipulativa, poco honrada, tímida y solitaria. He pasado la mayor parte de mi vida fingiendo ser algo que no soy. Hasta que logré mi sobriedad no supe que soy precisamente la persona que siempre quise ser.

En A.A. me han enseñado a cambiar — desde el interior, no sólo en las apariencias — la gente que ahora se ríe de sus problemas, llora de su alegría y disfruta de su vida.

Hoy, trabajo como enfermera de vuelo, miembro de un equipo de transporte en helicóptero, una oportunidad para crecer profesionalmente que no podría aprovechar sin estar sobria. Tengo la reputación de ser honesta, aunque no de ser siempre diplomática al respecto. Lo hermoso de la sobriedad es la habilidad para admitir mi falta cuando he perjudicado a alguien con una palabra o acción irreflexivas, y a partir de ahí, continuar. Mientras bebía, tenía un miedo cerval a que alguien descubriera que cometía errores. Por eso, no podía escarmentar por mis errores y seguía haciendo las mismas cosas, una y otra vez.

Ahora puedo aprender y crecer con la gente que encuentro en mi vida. Sin tener, de ellos ni de mí misma, esperanzas poco realistas. Me he vuelto a unir a la iglesia de mi niñez, con la fe de una adulta, y participo activamente en el servicio de A.A., así como en las actividades comunitarias y profesionales.

Dentro del programa, todavía sigo luchando por lograr la habilidad de verme de una manera realista en relación a los demás. Adquirir un verdadero amor propio y una aceptación de mí misma han sido probablemente las tareas más difíciles que haya encontrado. A través de la adversidad y de muchas situaciones incómodas en mi vida, he conseguido cierto amor propio y tranquilidad de conciencia, ya recibiera o no aprobación.

¡Agradezco tanto el regalo de un sincero amor propio! Siempre he deseado ayudar a otras gentes y serles servicial, pero mi apremiante y paralizante adicción me incapacitó para hacerlo. Ahora liberada, llevo una vida que nunca me hubiera podido imaginar, y me doy cuenta cada día más de que sólo la falta de fe impone límites sobre mi vida. Una autómata se está convirtiendo en una mujer competente, íntegra y cariñosa.

domingo, 5 de agosto de 2018

FRASES #62

No te arrepientas de nada, la gente buena te da felicidad, los malos te dan lecciones y los mejores te dan recuerdos

El corazón puro es aquel que está enteramente desprendido del yo

"El mundo no paga a los hombres por lo que saben. Les paga por hacer lo que hacen o inducen a otros a hacer

El líder necesita ser multifacético y destacar diferentes facetas en distintos momentos. Quienes no lo consiguen tienen una vida útil limitada

Mientras mejor es el hombre, más faltas cometerá, porque tratará de hacer más cosas nuevas

Importante es mi corazón porque me hace vivir, pero más importante eres tú, porque lo haces latir

Don’t regret yesterday. It is the perfect compass guiding your journey today

Búscame cuando mi boca este en silencio pero mi corazón te llame a gritos

Inteligencia es lo que usas cuando no sabes qué hacer

Una de las cosas más difíciles de resistir es un buen ejemplo. Vuélvete IRRESISTIBLE

Creo que no te quiero, que solamente quiero la imposibilidad tan obvia de quererte. Como el guante izquierdo enamorado de la mano derecha

Si de amigos nos vemos bonito imagínate de novios.

Una mentira no duele, duele quien te la dice

El problema es que me acuesto y me despierto pensando en ti

No se trata de olvidar, se trata de recordar sin que te duela.

Agradece lo que la vida te regala con una sonrisa al horizonte

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos

Lamentablemente los que decimos "te amo" con el corazón, estamos en peligro de extinción.

Una de las mejores sensaciones en la vida, es abrazar a una persona después de haberla extrañado tanto

Donde reina la hormona... no manda la neurona

Quédate con quien te haga sonreír a todas horas, te haga un espacio en su día, y te extrañe todo el tiempo

El mundo cambia con tu ejemplo No con tu opinión

No toda persona tiene la inteligencia para conquistar a otra, la sabiduría para cuidarla, y la imaginación para enamorarla

La salud no lo es todo, pero sin ella, todo lo demás es nada

Humillar a alguien no te hace ni más orgulloso, ni más fuerte, ni más poderoso. Te hace miserable