Los grupos y las oficinas centrales de A.A. están recibiendo cada vez más peticiones para que los miembros de A.A. hablen en reuniones fuera de la Comunidad, por parte de organizaciones que quieren saber más acerca de la manera en que A.A. aborda el problema del alcoholismo. Como resultado, esto ha dado lugar a preguntas tales como: “¿Debería hacerlo yo?,” “¿Qué puedo decir?,” y “¿Cómo decirlo?”
¿Deben efectuarse tales charlas?
Un grupo de A.A. toma su propia decisión respecto a la conveniencia de proporcionar oradores de A.A. para tales reuniones en general, o para cualquier reunión en particular. Algunas veces, la organización solicitante indica que su interés principal es el alcoholismo, y no A.A. como tal. El grupo puede remitir tales solicitudes a algunas de las agencias gubernamentales o privadas interesadas en aspectos más amplios del alcoholismo. Sin embargo, está plenamente dentro de las Tradiciones de A.A. el que un miembro hable en reuniones no A.A. acerca de A.A. y de nuestro programa de recuperación siempre que se observen algunas precauciones. (Ver página 19.)
En muchas áreas, los grupos consideran esta forma de hablar en reuniones no A.A. como un elemento básico de un programa de información pública de A.A. constructivo. Creen que esto les depara una excelente oportunidad de demostrar nuestra disposición de ser “amistosos con nuestros amigos,” para informar al público interesado sobre el papel de A.A. en la comunidad, y sobre todo, para llevar a los alcohólicos el mensaje de nuestra recuperación a través de una tercera persona. Hoy día, una gran proporción de los recién llegados hacen su primer contacto con A.A. por sugerencia de personas no alcohólicas bien intencionadas — médicos, miembros del clero, abogados, asistentes sociales, patrones, representantes de sindicatos, parientes o amigos ante quienes A.A. ha causado una favorable impresión.
¿Quién está capacitado?
Los miembros de A.A. que tratan de llevar el mensaje por medio de terceras personas hablando en reuniones no A.A. asumen una gran responsabilidad. Aunque tengan el cuidado de explicar que no están hablando en nombre de A.A. como un todo,
10 muchos miembros de la audiencia basarán sus buenas o malas opiniones de la Comunidad en lo que se dice y en cómo se dice. La reacción de los oyentes no alcohólicos y su consiguiente decisión de enviar o no a los alcohólicos a A.A. puede algún día llegar a significar la diferencia entre la vida y la muerte para los alcohólicos que aún sufren.
Por profundas que sean estas consideraciones, no implican que la responsabilidad debe recaer únicamente en los A.A. capacitados como oradores profesionales o en los “ancianos o ancianas estadistas.” Un miembro de A.A. que haya estado sobrio en A.A. por un período de tiempo suficientemente largo como para hablar inteligentemente acerca de nuestro programa de recuperación (los Pasos, las Tradiciones, el servicio) debe ser capaz de hacer una buena labor.
¿De qué se puede hablar?
Al hablar en grupos no A.A., los miembros de A.A. pueden recurrir a la valiosa fuente de información extraída de su propia experiencia, de lo que han aprendido de la experiencia de otros, y de los diversos folletos y otra literatura disponible en la Oficina de Servicios Generales. El único problema es seleccionar los temas. Algunos folletos y materiales recomendados como fuente principal de información son:
“Preguntas frecuentes acerca de A.A.”
“A.A. en su comunidad”
“Encuesta de los miembros de A.A.”
“Comprendiendo el anonimato”
“Si usted es un profesional”
“Una breve guía a A.A.”
“Cómo cooperan los miembros”
“Archivo informativo de A.A.”
“ El punto de vista de un miembro de
Alcohólicos Anónimos”
“Información sobre Alcohólicos Anónimos”
También se pueden obtener en la O.S.G. Guías sobre los siguientes temas:
Información Pública; Comités de Instituciones de Tratamiento; Comités de Correccionales; Cooperación con las Cortes y los Programas de Seguridad Pública con Respecto al Alcoholismo; para los miembros de A.A. Empleados en el Campo del Alcoholismo; Cooperación con la Comunidad Profesional; Archivos Históricos; Finanzas; Sirviendo a los alcohólicos con problemas de accesibilidad; Oficinas Centrales o de Intergrupo; Los Clubes; Comités de Literatura; Llevando el mensaje al alcohólico sordo; y La relación entre A.A. y Al-Anon.
Una pregunta que se oye a menudo es: “¿Debo contar mi propia historia?” Todos aquellos que han tenido la experiencia de hablar ante un auditorio de personas no alcohólicas se han dado cuenta de que la gente, por lo general, está interesada en saber lo que es Alcohólicos Anónimos, lo que hace, y lo que él o ella puede hacer para cooperar, en lugar de escuchar la historia personal que el miembro podría narrar en una reunión de A.A.
Por otra parte, los oradores experimentados se han dado cuenta de que es útil relatar algunos acontecimientos de sus historias de bebedores para aclarar algún punto. Referirse a la naturaleza progresiva del alcoholismo o hacer un resumen de su propio historial puede hacer más convincente el resto de su charla.
A partir de la página 15 de este folleto, podrá encontrar una lista de las preguntas que el público no A.A. suele hacer más a menudo. Están basadas en los resultados de una encuesta realizada por su Oficina de Servicios Generales entre los grupos e individuos de diferentes partes de los Estados Unidos y de otros países. La cantidad de preguntas sobre las que usted puede informar dependerá del tiempo de que disponga y de si va a haber un período de preguntas y respuestas después de su charla.
Los temas que usted puede seleccionar para discutir pueden depender también, hasta cierto punto, de la composición del auditorio a quien se está dirigiendo. Por ejemplo, usted deseará insistir más en ciertos puntos cuando hable ante un grupo de médicos o miembros del clero que cuando hable ante un grupo de estudiantes de secundaria. Le sugerimos que obtenga la siguiente información sobre sus oyentes:
Información General
1. ¿Cuál es su ocupación?
2. Si son miembros de una organización,
¿qué hace? ¿a qué se dedica?
3. ¿Por qué la organización está llevando a cabo esta reunión?
Información específica
1. ¿Cuáles son los intereses primordiales de la organización en la actualidad?
2. ¿Cuáles son sus características particulares?
3. ¿De qué se enorgullecen sus miembros?
4. ¿Por qué fue A.A. invitado a hablar?
viernes, 3 de mayo de 2019
jueves, 2 de mayo de 2019
¿Se Cree Usted Diferente? (Parte 6)
Me llamo Pablo y soy alcohólico (nativo-americano)
Crecí en una pequeña reserva en uno de los estados del oeste, y tanto lo bueno como lo malo de ambas culturas influyeron en mi vida. Experimenté mi primera borrachera durante el verano de mi duodécimo año, cuando fui con unos amigos al pueblo. Compramos una botella, y encontramos un lugar donde beberla. Me emborraché, perdí el conocimiento, y me puse enfermo; luego, volvimos a comprar más. La regla era: “cuando te tomas un trago se supone que es para emborracharte.”
Más tarde, me enviaron a un internado gubernamental, en donde era difícil conseguir licores. Aprendí a utilizar substitutos: inhalaba los vapores del pegamento, del fluido para encendedores, de la gasolina, de las pinturas o de la laca para el pelo; bebía enjuague bucal, loción para después del afeitado o tónico para el cabello. Me expulsaron de la escuela y me enviaron de nuevo a la reserva a vivir con mis abuelos.
Mi abuelo era un hombre muy sabio, aunque no tenía educación formal; me hablaba de los problemas con que me enfrentaría de no tener educación. Así es que escribí una carta a la escuela, pidiéndoles que me dieran otra oportunidad y prometiendo que cambiaría mi conducta. Algunas personas que habían regresado a la reserva para pasar sus vacaciones me dijeron que el consejero principal, después de leer mi carta, convocó una asamblea de estudiantes y la leyó en voz alta ante el cuerpo estudiantil. Los únicos que se rieron fueron mis amigos. Al tratar de hacer, posiblemente por primera vez en mi vida, lo correcto, encontré que mis amigos se reían de mí. Esto me afectó profundamente, y resolví nunca más confiar en nadie, ni necesitar a nadie.
Cuando tenía 16 años, me fui de la reserva y me alisté en la marina. Después de mi entrenamiento básico, volví con permiso a la reserva, donde tuve mi primera experiencia de estar encarcelado por la bebida. Fui bebiendo cada vez más. Tenía más dinero, y me parecía que todo el mundo bebía. Al principio, tenía a los nuevos reclutas como compañeros de bebida; más tarde, a los miembros de mi compañía; finalmente, me encontré bebiendo solo, como estaba destinado a hacerlo.
Porque yo era diferente. Cuando bebía, no me divertía en absoluto, ni experimentaba ninguno de los beneficios de pasar una noche agradable y relajada con mis amigos. Cuando bebía, siempre había problemas. Atribuía mis problemas al hecho de ser indio. Mis compañeros de tripulación me contaban cosas que hacía o decía mientras me encontraba en una laguna mental. Nunca los creí completamente. Se oían muchas bromas acerca del indio y su aguardiente, y me pusieron de apodo “Wahoo”. Empecé a tener sentimientos de culpabilidad, y a perder mi dignidad. Empecé a tener miedo a la gente, a estar solo, a todo lo que me rodeaba.
A la edad de 18 años, me encontraba en las calles de San Francisco, con 50 centavos y un billete a Los Angeles como capital, sin suficiente educación, y con un licenciamiento poco honroso de la marina. Decidí que me encontraba así por ser un indio obligado a vivir en el mundo de los blancos. Vagabundeaba un rato, y me mantenía “seco” la mayor parte del tiempo. Una noche, en la calle Canal, de Chicago, el de la celda contigua a la mía murió de un ataque de delirium tremens y convulsiones. Me acuerdo haber pensado que él debía haber tenido la cordura de no beber tanto. (“Si no fuera por la gracia de Dios…”) Me instalé en la ciudad donde ahora vivo, y en cuarenta ocasiones distintas me arrestaron por estar borracho.
Aquí también me casé. De todas las buenas influencias en mi vida, mi esposa es una de las más importantes. Nos enteramos de A.A. a través de un artículo en un periódico. Llamamos por teléfono y la llamada nos fue devuelta, y asistimos a aquella primera reunión. La gente me impresionó mucho, y durante siete meses me encontré citando el Libro Grande. Pero en mi fuero interno, no estaba listo.
Y entonces sucedió— la peor borrachera que había sufrido, y la más hermosa porque fue la última. Nunca había experimentado en mi vida más miedo y culpabilidad. Había fallado a Alcohólicos Anónimos, a mi grupo, a mi esposa. Pero se me ocurrió una idea, clara y concisa: “La única persona a quien has fallado es a ti mismo.” Así que volví a ustedes, y comenzamos de nuevo.
El Jefe Joseph, de la tribu de los Nez Percé, viendo a su pueblo pasar frío, sin hogar, pobre, solitario y vencido, dijo: “No podemos seguir viviendo la vida que vivimos. Tenemos que comenzar una nueva vida. Tenemos que tomar lo mejor de lo que nos pueda ofrecer la cultura de los blancos, y lo mejor que nos pueda ofrecer la de los indios, y empezar con esta nueva vida.”
Me encontraba de pie ante las puertas de Alcohólicos Anónimos, lleno de miedo, culpabilidad, remordimiento, confusión — vencido. Estas puertas se abrieron, y me acogieron calurosamente.
Mientras se van disipando las nieblas de mi mente, puedo recordar las enseñanzas de mis antepasados, y creo que he encontrado lo mejor que la cultura india tiene que ofrecer. Hoy tengo la Comunidad y el programa de Alcohólicos Anónimos y una mujer maravillosa. Siento que he encontrado lo mejor que el hombre blanco me puede ofrecer.
Crecí en una pequeña reserva en uno de los estados del oeste, y tanto lo bueno como lo malo de ambas culturas influyeron en mi vida. Experimenté mi primera borrachera durante el verano de mi duodécimo año, cuando fui con unos amigos al pueblo. Compramos una botella, y encontramos un lugar donde beberla. Me emborraché, perdí el conocimiento, y me puse enfermo; luego, volvimos a comprar más. La regla era: “cuando te tomas un trago se supone que es para emborracharte.”
Más tarde, me enviaron a un internado gubernamental, en donde era difícil conseguir licores. Aprendí a utilizar substitutos: inhalaba los vapores del pegamento, del fluido para encendedores, de la gasolina, de las pinturas o de la laca para el pelo; bebía enjuague bucal, loción para después del afeitado o tónico para el cabello. Me expulsaron de la escuela y me enviaron de nuevo a la reserva a vivir con mis abuelos.
Mi abuelo era un hombre muy sabio, aunque no tenía educación formal; me hablaba de los problemas con que me enfrentaría de no tener educación. Así es que escribí una carta a la escuela, pidiéndoles que me dieran otra oportunidad y prometiendo que cambiaría mi conducta. Algunas personas que habían regresado a la reserva para pasar sus vacaciones me dijeron que el consejero principal, después de leer mi carta, convocó una asamblea de estudiantes y la leyó en voz alta ante el cuerpo estudiantil. Los únicos que se rieron fueron mis amigos. Al tratar de hacer, posiblemente por primera vez en mi vida, lo correcto, encontré que mis amigos se reían de mí. Esto me afectó profundamente, y resolví nunca más confiar en nadie, ni necesitar a nadie.
Cuando tenía 16 años, me fui de la reserva y me alisté en la marina. Después de mi entrenamiento básico, volví con permiso a la reserva, donde tuve mi primera experiencia de estar encarcelado por la bebida. Fui bebiendo cada vez más. Tenía más dinero, y me parecía que todo el mundo bebía. Al principio, tenía a los nuevos reclutas como compañeros de bebida; más tarde, a los miembros de mi compañía; finalmente, me encontré bebiendo solo, como estaba destinado a hacerlo.
Porque yo era diferente. Cuando bebía, no me divertía en absoluto, ni experimentaba ninguno de los beneficios de pasar una noche agradable y relajada con mis amigos. Cuando bebía, siempre había problemas. Atribuía mis problemas al hecho de ser indio. Mis compañeros de tripulación me contaban cosas que hacía o decía mientras me encontraba en una laguna mental. Nunca los creí completamente. Se oían muchas bromas acerca del indio y su aguardiente, y me pusieron de apodo “Wahoo”. Empecé a tener sentimientos de culpabilidad, y a perder mi dignidad. Empecé a tener miedo a la gente, a estar solo, a todo lo que me rodeaba.
A la edad de 18 años, me encontraba en las calles de San Francisco, con 50 centavos y un billete a Los Angeles como capital, sin suficiente educación, y con un licenciamiento poco honroso de la marina. Decidí que me encontraba así por ser un indio obligado a vivir en el mundo de los blancos. Vagabundeaba un rato, y me mantenía “seco” la mayor parte del tiempo. Una noche, en la calle Canal, de Chicago, el de la celda contigua a la mía murió de un ataque de delirium tremens y convulsiones. Me acuerdo haber pensado que él debía haber tenido la cordura de no beber tanto. (“Si no fuera por la gracia de Dios…”) Me instalé en la ciudad donde ahora vivo, y en cuarenta ocasiones distintas me arrestaron por estar borracho.
Aquí también me casé. De todas las buenas influencias en mi vida, mi esposa es una de las más importantes. Nos enteramos de A.A. a través de un artículo en un periódico. Llamamos por teléfono y la llamada nos fue devuelta, y asistimos a aquella primera reunión. La gente me impresionó mucho, y durante siete meses me encontré citando el Libro Grande. Pero en mi fuero interno, no estaba listo.
Y entonces sucedió— la peor borrachera que había sufrido, y la más hermosa porque fue la última. Nunca había experimentado en mi vida más miedo y culpabilidad. Había fallado a Alcohólicos Anónimos, a mi grupo, a mi esposa. Pero se me ocurrió una idea, clara y concisa: “La única persona a quien has fallado es a ti mismo.” Así que volví a ustedes, y comenzamos de nuevo.
El Jefe Joseph, de la tribu de los Nez Percé, viendo a su pueblo pasar frío, sin hogar, pobre, solitario y vencido, dijo: “No podemos seguir viviendo la vida que vivimos. Tenemos que comenzar una nueva vida. Tenemos que tomar lo mejor de lo que nos pueda ofrecer la cultura de los blancos, y lo mejor que nos pueda ofrecer la de los indios, y empezar con esta nueva vida.”
Me encontraba de pie ante las puertas de Alcohólicos Anónimos, lleno de miedo, culpabilidad, remordimiento, confusión — vencido. Estas puertas se abrieron, y me acogieron calurosamente.
Mientras se van disipando las nieblas de mi mente, puedo recordar las enseñanzas de mis antepasados, y creo que he encontrado lo mejor que la cultura india tiene que ofrecer. Hoy tengo la Comunidad y el programa de Alcohólicos Anónimos y una mujer maravillosa. Siento que he encontrado lo mejor que el hombre blanco me puede ofrecer.
miércoles, 1 de mayo de 2019
Revelación
Los monjes
de un monasterio cercano pidieron al Maestro que acudiera para ayudarlos a
resolver una disputa que había surgido entre ellos. Habían oído decir al
Maestro que él conocía una técnica infalible para devolver el amor y la armonía
a cualquier grupo.
Y en
aquella ocasión la reveló: "Cada vez que estés con alguien o pienses en
alguien, deberás decirte a ti mismo: Yo estoy muriendo, y también esa persona
está muriendo, tratando al mismo tiempo de experimentar la verdad de lo que
estás diciendo. Si todos vosotros OS ponéis de acuerdo para ponerlo en
práctica, desaparecerá la amargura y brotará la armonía".
Dicho lo
cual, se marchó.
martes, 30 de abril de 2019
Los Hijos de Alcohólicos
Uno de cada cinco americanos adultos vivió con un alcohólico mientras crecía. Los siquiatras de niños y adolescentes saben que estos niños corren mayor riesgo de tener problemas emocionales que los niños cuyos padres no son alcohólicos. El alcoholismo es común en las familias y los hijos de alcohólicos tienen una probabilidad cuatro veces mayor que otros niños de convertirse en alcohólicos. La mayoría de los hijos de alcohólicos han experimentado cierta forma de abandono o abuso.
Un niño en este tipo de familia puede tener una variedad de problemas:
Aunque el niño trata de mantener el alcoholismo en secreto, sus maestros, parientes, otros adultos o sus amigos pueden darse cuenta de que algo está mal. Los siquiatras de niños y adolescentes indican que los siguientes comportamientos pueden ser síntomas de un problema en el hogar, como el del alcohol:
No importa si sus padres están en tratamiento para el alcoholismo o no, estos niños y adolescentes pueden beneficiarse de programas educativos y de grupos de ayuda mutua organizados para los hijos de alcohólicos por "Al-Anon" y "Alateen". La ayuda profesional temprana es también importante para prevenir problemas más serios para el niño, inclusive el alcoholismo. Los siquiatras de niños y adolescentes ayudan a estos niños con sus problemas personales y también los ayudan a entender que no son responsables de los problemas de sus padres.
El programa de tratamiento puede incluir la terapia de grupo con jóvenes en la misma situación, lo cual reduce el aislamiento que sienten los hijos de alcohólicos. El siquiatra de niños y adolescentes trabaja a menudo con toda la familia, particularmente cuando el padre alcohólico ha dejado de tomar, para así desarrollar formas saludables de relacionarse entre los miembros de la familia.
Un niño en este tipo de familia puede tener una variedad de problemas:
- Culpabilidad: El niño puede creer que es la causa primordial de que su padre/madre abuse de la bebida.
- Ansiedad: El niño puede estar constantemente preocupado acerca de la situación en su hogar. Puede temer que el padre alcohólico se enferme o se hiera, y puede también temer a las peleas y la violencia entre sus padres.
- Vergüenza: Los padres pueden transmitirle al niño el mensaje de que hay un terrible secreto en el hogar. El niño que está avergonzado no invita sus amigos a la casa y teme pedir ayuda a otros.
- Incapacidad de establecer amistades: Como el niño ha sido decepcionado tantas veces por el padre/madre que bebe, no se atreve a confiar en otros.
- Confusión: El padre alcohólico cambia de momento, va de ser amable a ser violento sin ninguna relación con el comportamiento del niño. Una rutina regular diaria, tan importante para el niño, no existe en su casa porque las horas de las comidas y de acostarse cambian constantemente.
- Ira: El niño siente ira y rabia contra el padre alcohólico porque bebe tanto y suele estar enojado también con el padre que no es alcohólico porque no le da apoyo o protección.
- Depresión: El niño se siente solo e incapaz de poder hacer algo para cambiar la situación.
Aunque el niño trata de mantener el alcoholismo en secreto, sus maestros, parientes, otros adultos o sus amigos pueden darse cuenta de que algo está mal. Los siquiatras de niños y adolescentes indican que los siguientes comportamientos pueden ser síntomas de un problema en el hogar, como el del alcohol:
- El fracaso en la escuela y las ausencias frecuentes.
- La falta de amigos, el retraimiento de los compañeros de clase.
- El comportamiento delincuente, como el robar y la conducta violenta.
- Las quejas frecuentes de problemas físicos, como dolores de cabeza o de estómago.
- El abuso de bebidas alcohólicas o drogas.
- La agresión contra otros muchachos.
- El comportamiento de exponerse continuamente a riesgos.
- La depresión, o pensamientos o comportamiento suicida.
No importa si sus padres están en tratamiento para el alcoholismo o no, estos niños y adolescentes pueden beneficiarse de programas educativos y de grupos de ayuda mutua organizados para los hijos de alcohólicos por "Al-Anon" y "Alateen". La ayuda profesional temprana es también importante para prevenir problemas más serios para el niño, inclusive el alcoholismo. Los siquiatras de niños y adolescentes ayudan a estos niños con sus problemas personales y también los ayudan a entender que no son responsables de los problemas de sus padres.
El programa de tratamiento puede incluir la terapia de grupo con jóvenes en la misma situación, lo cual reduce el aislamiento que sienten los hijos de alcohólicos. El siquiatra de niños y adolescentes trabaja a menudo con toda la familia, particularmente cuando el padre alcohólico ha dejado de tomar, para así desarrollar formas saludables de relacionarse entre los miembros de la familia.
lunes, 29 de abril de 2019
Ventajas De Saber Relajarse
Conductor
Harvey Benson, de la facultad de medicina de la universidad de Harvard, señala
que no tenemos que esperar a estar enfermos Para aprovechar la capacidad
curativa de la mente.
En
cualquier momento podemos hacer ejercicios de relajación. Sentémonos
tranquilamente con los ojos cerrados, en la casa, la oficina o la iglesia y
repitamos una palabra como "descanso", "paz",
"Jesús"... Y mientras, inhalamos lentamente y contamos hasta 5. Luego
exhalamos, también lentamente el aire inhalado.
Hacer esto
diariamente, durante unos minutos o cuando se encuentra uno estresado o
nervioso.
Se ha
encontrado que la relajación alivia el dolor, baja el ritmo de los latidos del
corazón y fortalece el sistema inmunitario.
También se
ha encontrado que nuestras expresiones faciales cambian favorablemente el ritmo
del corazón, la temperatura de la piel y la resistencia eléctrica. Nuestro cuerpo
recibe las señales que nuestro cerebro le está enviando.
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