sábado, 28 de julio de 2018

FRASES #60

Regresar con tu ex es como cargar el celular 5 minutos antes de salir... parece que va a funcionar, pero no es sí...

Ya me da flojera enojarme, ahora sólo observo, pienso, me decepciono, y me alejo.

Es bello cuando te dicen con los labios, fue un error y con los ojos... Aun te extraño...

Nada sucede por casualidad, en el fondo las cosas tienen su plan secreto, aunque nosotros no lo entendamos.

La mujer perfecta no es con la que no peleas, sino con la que tiene peleas y la resuelven juntos.

La soledad es un estómago sin mariposas.

Ni el amor es una jaula, ni la libertad es estar solo, no hay que confundir las cosas.

Sé la persona intuitiva que eres. Suéñalo, vívelo, siéntelo.

La guerra es siempre una derrota de la humanidad

No te deseo el mal, pero ojalá y te de un insomnio lleno de recuerdos míos.

No tengas miedo al fracaso porque sólo a través del fracaso se aprende a tener éxito.

A las mujeres solo hay que consentirás, amarlas y cumplirles sus caprichos en 2 ocasiones. 1 cuando es su cumpleaños y 2 Cuando no lo es.

Enamorarse es fácil, permanecer enamorado es un desafío, dejar ir es lo más difícil...y seguir adelante es un triunfo

Un amigo es alguien que puede ver la verdad y el dolor en ti, incluso hasta cuando estás engañando a todos los demás.

Los verdaderos amigos siempre, pero siempre se reconcilian pase lo que pase.

El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra el final perfecto.

Nunca convencerás a un ratón de que un gato negro trae mala suerte.

El tamaño de tu éxito será del tamaño de tu esfuerzo.

Dios siempre está allí, todo lo que tienes que hacer es quedarte quieto y percibirlo.

Cultivar un verdadero amigo requiere dedicación y tiempo.

La distancia no acaba con el amor, la distancia sólo acaba con lo que no es real

Ni tan cerca por que me matas, ni tan lejos porque me muero

Las personas siempre cambian después de ser heridas

Cómo dejar de querer lo que empezaste a querer sin querer

Llega un momento en la vida donde necesitas detenerte, ver dónde estás y mirar hacia dónde quieres ir

viernes, 27 de julio de 2018

ASÍ QUE AMAS A UN ALCOHÓLICO (PARTE 1)

El Alcoholismo Es Una Enfermedad

Lo primero que debes reconocer, creer y aceptar es que el alcohólico padece de una enfermedad real, una enfermedad que afecta a todos los que mantienen una relación estrecha con él.

La Asociación Médica Americana y muchas otras autoridades en todo el mundo declaran que el alcohólico padece de una enfermedad sobre la cual él no tiene control. El alcoholismo no lo causa la debilidad de carácter, la inmoralidad ni el deseo de herir a otros.

Las investigaciones científicas recientes, acerca de la comprensión de esta enfermedad, han desechado todas las ideas anticuadas basadas en la superstición, la ignorancia y los prejuicios. El éxito del nuevo enfoque lo prueba la gran evidencia de los muchos miles de recuperados en Alcohólicos Anónimos, Al-Anon y Alateen.

Una vez que hayas aceptado la idea de que el alcoholismo es una enfermedad, de la cual los bebedores compulsivos y los que se preocupan por ellos pueden hallar alivio, no tendrás razón para sentirte avergonzado del alcoholismo, ni razón para temerlo.

Infórmate De La Realidad

Borra de tu pensamiento todo lo que creas que sabes acerca del alcoholismo. Entonces dedícate a un programa de aprendizaje.

Si hay un servicio de información sobre alcoholismo cerca de tu domicilio (consulta la guía telefónica), visítalo. Encontrarás información basada en investigaciones y experiencias. Lee cualquier cosa que puedas. Pide una lista de libros sobre el tema, luego búscalos en la biblioteca pública.

Asistiendo a las reuniones abiertas de Alcohólicos Anónimos puedes obtener valiosa información sobre el alcoholismo directamente de los que lo padecen. Generalmente AA aparece en la guía telefónica. Llama y pregunta, cuándo y dónde se llevan a cabo las reuniones. Si AA no está en la guía, consulta al servicio de información sobre alcoholismo o a tu doctor o clérigo.

No tengas inconveniente en asistir a estas reuniones. No dudes porque creas que eres un extraño; todos los que están interesados en el problema del alcoholismo son bienvenidos. Conversa con los miembros después de las reuniones; puedes hablar de tus dificultades con las personas que conozcas allí.

Busca Ayuda Ahora

No esperes a que el alcohólico busque ayuda antes de tomar una decisión en tu propio beneficio. Cualquiera que esté en contacto estrecho con un alcohólico se halla en contante presión y tensión emocional y necesita ayuda para librarse de esto. Nada te dará más alivio que la comprensión y la ayuda sincera que encontrarás en un Grupo de Familia Al-Anon. Allí tú, como un miembro dijo una vez, <<aprenderás a vivir de nuevo>>.

Los Grupos de Familia Al-Anon y Alateen, se componen de esposas, esposos, hijos y otros parientes y amigos de alcohólicos. Si hay un grupo cercano a tu domicilio, estás de buena suerte. Los miembros son compasivos, están bien informados y saben por experiencia propia lo que son los problemas como los tuyos, al tenerlos ellos también.

Busca a Al-Anon en la guía telefónica. Si no está en ella, consulta con AA o con el servicio de información sobre alcoholismo.

Las conversaciones con personas que comparten tus problemas te convencerán emocionalmente - como tus otras investigaciones puede que te hayan convencido intelectualmente - de que el alcohólico es un enfermo y no un ser pecaminoso. El compartimiento de este conocimiento puede ayudarte a empezar tu propia recuperación.

Algunas Cosas Que No Se Deben Hacer


Si tu alcohólico bebe todavía, aprender lo que no se debe hacer es parte importante del programa. No trates al alcohólico como a un niño; no lo harías si padeciera de cualquier otra enfermedad. No lo vigiles para saber cuánto bebe. No busques el licor escondido. No derrames el licor; el alcohólico siempre encontrará la forma de buscar más. No sermonees al alcohólico sobre la bebida. Y nunca discutas con él mientras está bajo la influencia del alcohol. No prediques, reproches, ni regañes, ni riñas.

Si puedes evitar estas cosas conseguirás llegar a un estado de ánimo más tranquilizador. Todas estas advertencias se basan en buenas razones, surgidas de la experiencia de muchas personas.
El alcohólico sufre de un sentimiento de culpabilidad, mucho más de lo que él no alcohólico pueda imaginarse. Recordarle los fracasos, el abandono de la familia y amistades y las faltas es un esfuerzo inútil, sólo empeora la situación.

Afrontar el problema diciendo <<si tú me quisieras>>, es igualmente inútil. Recuerda que el alcoholismo es obsesivo por naturaleza y no se puede controlar con la fuerza de voluntad.

Igualmente inútiles son las promesas, coacciones, peleas y amenazas. Una palabra sobre ésta última: No amenaces a menos que estés preparado para llevar a cabo tu amenaza.

Evita tomar la actitud que consiste en decir: <<soy mejor que tú>>. La hostilidad y el desprecio no pueden curar una enfermedad y constituyen una actitud impropia.

A veces una crisis puede convencer al alcohólico de su necesidad de ayuda - la pérdida del trabajo, un accidente o un arresto. Evita el cuidado y la solicitud excesivos en esos momentos. La crisis puede ser necesaria para su recuperación. No hagas nada por impedir que la crisis suceda. No pagues sus cheques sin fondos, ni cuentas vencidas, ni vayas con disculpas al jefe. El sufrimiento que estás tratando de suavizar con tales acciones puede ser lo que el alcohólico necesite para darse cuenta de la gravedad de su situación. Como suele decirse, no hay mal que por bien no venga

jueves, 26 de julio de 2018

A.A. PARA LA MUJER (Parte 2)

“El faltar a mis promesas a mis hijos …”

Mi madre murió cuando yo tenía 12 años, y solía pensar que mi vida habría sido diferente si ella hubiera vivido. Pero ahora creo que, aun en aquel entonces, mi problema era ya parte de mí misma. Tenía un fuerte sentimiento de inferioridad y era muy tímida. Mi padre hacía todo lo que podía para criarme a mí y a mis dos hermanas menores, manteniendo unida la familia hasta que me fui de casa para asistir a la universidad. El mandó a mis hermanas a un internado.

Puedo recordar el miedo cerval que me entró al ver prepararse a mi padre para dejarme en la universidad. Yo sabía que no iba a poder lograr conocer y tratar a toda aquella gente. Desde el comienzo, era una inadaptada, y así me sentía. Por ello, los años que pasé en la universidad fueron años de sentimientos heridos, rechazos y ansiedades.

Finalmente logré casarme. Mi marido era un hombre muy guapo, y por esto creí que perdería mis temores y dejaría de estar tan nerviosa con la gente.

Desgraciadamente, no era así, a menos que tomara un trago. En la universidad, había descubierto que una o dos copas facilitaban la comunicación. Y tres me hacían olvidar que no era hermosa.

Con el paso del tiempo, tuvimos hijos, quienes para mí significaban todo. No obstante, me despertaba horrorizada al darme cuenta de que había conducido de aquí a allá durante una laguna mental, con ellos en el coche.

Entonces, mi marido se puso enfermo. Sintiéndome muy sola y angustiada, tenía que beber, a pesar de que mis hijos — ahora mi marido — dependían de mí.

Nos mudamos a un pueblo pequeño de Massachusetts, para vivir con mis suegros. Tenía la esperanza de que un nuevo círculo social resolvería el problema. No fue así.

Te puedo asegurar que una persona no se hace querer por su suegra emborrachándose en público en un pueblo pequeño.

Luego nos trasladamos a una vieja casa de campo, difícil de calentar y de cuidar. Mi marido viajaba frecuentemente, y yo cada vez bebía más.

Una noche fui a un bar a unos cuantos kilómetros de nuestra casa, después de haber encargado a mi hijo de 11 años que cuidara a sus hermanas. Llevé conmigo a una amiga de edad avanzada. Uno de los hombres que estaba en el bar se había ofrecido para conducir mi coche hasta mi casa pero le dije en tono beligerante que lo podía hacer yo. Al acercarnos a la casa, aceleré un poco y chocamos contra un poste. Mi vecina acabó con los ojos morados.

Sin saberlo yo, el hombre que se había ofrecido para conducir mi coche, nos había seguido en el suyo.

El dispuso para que sacaran el coche de la cuneta y lo remolcaran hasta mi casa. No se quedó mucho tiempo, pero después de irse, subí la escalera y encontré a mi hijo sentado al lado del conducto de la calefacción, por el que apuntaba con su escopeta de aire comprimido.

“¿Qué estás haciendo?”, le pregunté. “No estaba seguro, mami,” me respondió, “pero me parecía que tal vez necesitabas ayuda.” En este momento, me sentí como si hubiera llegado al punto más bajo. Tengo la convicción de que tiene que haber alguna motivación que nos haga querer ponemos sobrias, y para mí, estoy segura de que esta motivación me la dieron mis hijos.

Nunca olvidaré la fiesta que tuvimos al celebrar el cuarto cumpleaños de mi hija. Al llegar el día, las madres, acompañadas de sus hijas, se presentaron en mi casa. Al verme, decidieron quedarse a la fiesta.

Estaba tan borracha que no se atrevieron a dejar a sus hijas a solas conmigo.
Fue esto — el faltar a mis promesas a mis hijos — lo que finalmente me hizo darme cuenta de que ya no podía vivir más conmigo misma. Acudí a A.A. buscando ayuda. Como la mayoría de la gente, tenía multitud de ideas erróneas referente a lo que encontraría cuando llegara a una reunión. Creía que todos los alcohólicos eran personajes de ínfima clase. En mi primera reunión, me sorprendió ver a mucha gente que reconocía como miembros respetables de la iglesia.

Aún más importante, la primera vez que entré a una reunión de A.A., experimenté esa sensación maravillosa de pertenecer. Al conversar con la gente, descubrí que no era la única persona que había hecho las cosas que hice y herido a las personas a las que yo más quería. Había tenido miedo de estar volviéndome loca. Me llenó de gratitud el enterarme de que el alcoholismo es una enfermedad triple — que había estado enferma mental, física y espiritualmente.

Durante mis primeros años como miembro, tuve dificultad en asistir regularmente a las reuniones de A.A. Mis hijos eran todavía pequeños, y a menudo era difícil encontrar a alguien que pudiera venir a mi casa a cuidarlos. No obstante, desde la primera reunión, me enamoré de A.A., y supe que, de alguna forma, iba a encontrar la solución a través de este programa.

Aunque no encontré todas las soluciones al mismo tiempo, he ido encontrándolas poco a poco. Al principio, era todavía tímida, cohibida, envuelta en mí misma de forma que me era difícil extenderme y coger la mano que me ofrecían tan generosamente.

Con el tiempo, a través de los Doce Pasos de A.A., logré darme cuenta de que, si aceptaba el amor que me ofrecían tan abiertamente, podría aprender, a través de A.A., a sentirme cómoda con la gente. Para mí, éste fue un adelanto tremendo y me condujo hacia uno de los regalos más grandes que A.A. me ha dado: el de dejar de tener miedo. El miedo siempre había dominado mi vida — miedo a la gente, a las situaciones, a mis propios defectos. En A.A. he aprendido a tener confianza, y a vivir sin temor.

miércoles, 25 de julio de 2018

FRASES #59

Es de héroes sacar sonrisas en donde hubieron lágrimas...

Creo en Dios como el ciego cree en el sol, no porque lo ve, sino porque lo siente

El mujeriego nunca cambia, solo toma vacaciones

Miro la ternura y aparecen tus ojos, pido placer y tu boca me regala tus besos, sueño con la felicidad y tu estas a mi lado

A veces miro al cielo y me pregunto: ¿Cómo me habré caído de allá?

Cuando alguien te hace una mejor persona, sabes que esa persona debe estar en tu vida por siempre simple

Cuando la vida te separa de un ser querido, el recuerdo de su sonrisa es la mejor manera de seguir adelante

Quédate con quien sepa sonreír a tu lado sin importarle tu pasado.

La realidad no es otra cosa que la capacidad de engañarse que tienen nuestros sentidos.

Aprende a no esperar las oportunidades, sino a crearlas y aprovecharlas.

Típico: No lo tienes y lo quieres, lo consigues y lo descuidas, lo pierdes y te arrepientes

Sabías que dicen que las buenas cosas toman tiempo, pero las cosas realmente grandes suceden en un abrir y cerrar de ojos.

Abrigamos muchos prejuicios si no dudamos, alguna vez, de todo en lo que hallemos la menor sospecha de incertidumbre.

Llorar no es de machos... Es de hombres.

El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotros amábamos, los hombres gobernaban

"Ser poderoso es como ser mujer. Si le tienes que decir a la gente que lo eres, entonces no lo eres"

Un líder es un negociador de esperanzas

Tú tienes que tratar a tus empleados como clientes

El rol de un gran líder no es darles grandeza a los seres humanos, sino apoyarlos a extraer la grandeza que ya tienen dentro

Que la inspiración llegue no depende de mí. Lo único que yo puedo hacer es ocuparme de que me encuentre trabajando

La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.

No me arrepiento de nada de lo que he hecho, me arrepiento de las cosas que no hice cuando tuve la oportunidad.

"Si sabes lo que vales, búscate lo que mereces".

El simple deseo de progresar ya representa en sí mismo un gran progreso.

Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee.

martes, 24 de julio de 2018

A.A. PARA LA MUJER (Parte 1)

¿UN PROBLEMA CON LA BEBIDA?

1. ¿Compras licores en diferentes lugares para que nadie sepa cuánto compras?
2. ¿Escondes botellas vacías y las tiras en secreto?
3. ¿Planeas de antemano “recompensarte” con algunos tragos después de haber trabajado muy duro en la casa?
4. ¿Eres a menudo muy permisiva con tus hijos porque te sientes culpable de tu comportamiento cuando bebías?
5. ¿Sufres de lagunas mentales — períodos de los que no tienes ningún recuerdo?
6. ¿Has llamado alguna vez a la anfitriona de una fiesta al día siguiente, para averiguar si ofendiste a alguien, si te comportaste como una tonta?
7. ¿Tomas unos cuantos tragos antes de ir a una fiesta, cuando sabes que se van a servir bebidas alcohólicas?
8. ¿Te encuentras más graciosa y atractiva cuando bebes?
9. ¿Te entra pánico en los días en que no puedes beber, cuando, por ejemplo, haces una visita a tus parientes?
10. ¿Inventas ocasiones para beber, invitando, por ejemplo, a amigos a almorzar, a cenar, o a unos cócteles en tu casa?
11. Al encontrarte con otras personas, ¿te niegas a leer artículos o ver películas o programas de TV que tratan de alcohólicas, aunque los lees o los ves cuando estás sola?
12. ¿Has llevado alguna vez botellas de licor en tu bolso?
13. ¿Te pones a la defensiva cuando alguien hace referencia a tu manera de beber?
14. ¿Bebes cuando te sientes presionada, o después de una disputa?
15. ¿Conduces aunque hayas estado bebiendo, pero sintiéndote segura de que tienes dominio completo de ti misma?
De una crónica de Ann Landers, publicada en Newsday, reproducida con permiso del Field Papers Syndicate.

NO ESTAS SOLA

Si te parece que tienes un problema con la bebida — si tienes la sospecha de que el beber pueda ser uno de tus problemas — vas a leer en este folleto historias de mujeres que en una época tuvieron las mismas dudas y sensaciones que ahora tienes.
Por distintas que fuesen, unas de otras, todas llegaron al punto en que tuvieron que reconocer el hecho de que el alcohol afectaba gravemente sus vidas. Para todas estas mujeres — jóvenes, viejas, de mediana edad, amas de casa, estudiantes, profesionales, ricas y pobres, de diversa procedencia étnica y condición social — hubo una única respuesta. A través del sencillo programa de Alcohólicos Anónimos, encontraron un método para dejar de beber, para mantenerse sobrias, y para crearse en sobriedad una vida más llena y gratificadora de lo que cualquiera de ellas se hubiera podido imaginar.
Puede que la palabra “alcohólica” te desconcierte.

Para mucha gente, todavía significa persona sin carácter, o paria. Particularmente al aplicarse a las mujeres, este concepto erróneo es aún bastante común. Por lo general, la sociedad tiende a considerar al borracho con tolerancia o incluso como algo divertido, pero siente repugnancia por la mujer que se encuentra en la misma condición. Más trágico aún es que la mujer a menudo comparte este prejuicio. La pesada carga de culpabilidad que lleva cada bebedor alcohólico, en el caso de la mujer a menudo se duplica.

Las mujeres de A.A. se han quitado la carga paralizante de la culpabilidad no justificada. Se han enterado de un hecho médico que se refiere a sí mismas.

El alcoholismo en sí no es cuestión de moral o de costumbres (aunque sin duda las afecta). El alcoholismo es un problema de salud. Es una enfermedad, y como tal ha sido descrita por la Asociación Médica Norteamericana, y la Asociación Médica de Gran Bretaña.

Esta definición ya no es revolucionaria. Ha tenido ya mucha prensa, y la mayoría de la gente la acepta — casi sin pensarlo, como una generalidad. No obstante, cuando se refiere a un individuo en particular — una compañera de trabajo, una vecina, amiga, pariente o a ti misma, vuelven las viejas actitudes: “¿Por qué no puede ella beber como una dama?” o “¿Por qué no puedo beber como las demás mujeres?” o “¿Por qué no puedo dejar de beber? No tengo ninguna fuerza de voluntad.” O incluso “Soy una mala persona.” Con demasiada frecuencia, a nivel personal, la enfermedad, en sus primeras etapas, se considera como una falta de protocolo, y más tarde, como un grave defecto moral.
El aspecto tal vez más curioso e insidioso de la enfermedad es su capacidad para ocultarse del que la padece. Los alcohólicos son expertos en no ver su propia enfermedad. A menudo son los últimos en admitir que tienen un problema con la bebida.

Si para el alcohólico la enfermedad es tan difícil de reconocer, ¿cómo puedes decidir si eres o no alcohólica? ¿Cuáles son los criterios para juzgar el alcoholismo? ¿Beber por la mañana? ¿Beber a solas? ¿La cantidad que bebes? Ninguno de estos, necesariamente. La prueba no está en cuándo bebes, ni con quién, ni cuánto, ni dónde, ni qué tipo (el alcohol sigue siendo alcohol, sin importar con lo que se mezcle), ni incluso por qué bebes. Se llega a los criterios verdaderos en las respuestas a las siguientes preguntas: ¿Qué te ha hecho la bebida? ¿Cómo afecta a tu familia, tu casa, tu trabajo, tus estudios, tu vida social, tu bienestar físico, tus emociones íntimas? Dificultades en cualquiera de estas áreas indican la posibilidad del alcoholismo. Al principio no tienen que ser problemas devastadores.

Algunos alcohólicos comienzan como bebedores sociales con la capacidad de aguantar mucho bebiendo, y literalmente, “no sintiendo ningún dolor.” Otros experimentan desde el Principio los síntomas característicos del alcoholismo. Si estás “arreglándotelas” — como ama de casa, estudiante, profesional, etc. — y ocultando los efectos de tu beber, pregúntate a ti misma: ¿Cuánta energía me cuesta? ¿Qué cantidad de fuerza de voluntad supone esta disimulación? ¿Valen la pena los resultados? ¿Me queda algún placer real? El alcoholismo es una enfermedad progresiva. Por tarde o temprano que comience, el beber se vuelve cada vez más inmanejable. En realidad, los mismos esfuerzos para controlarlo pueden convertirse en una preocupación obsesiva. Beber sólo vino y cerveza.
Hacerte promesas de beber sólo los fines de semana.
Espaciar los tragos. Estos son algunos de los métodos que los bebedores han inventado tratando de controlar su consumo de alcohol. Tales intentos desesperados son síntomas del alcoholismo tan “clásicos” como una resaca dolorosa o una espantosa laguna mental.

Hay un punto de retorno, y no tienes que alcanzarlo a través del hospital, el centro de rehabilitación o la prisión — aunque muchas mujeres han llegado a A.A. después de haber progresado hasta tal etapa de la enfermedad. En cualquier punto de la progresión descendiente de la enfermedad llamada alcoholismo, puedes parar y mantenerte alejada de la bebida, sencillamente buscando ayuda, y disponiéndote a hacer frente a tu problema. Ya tengas 15 ó 50 años de edad, seas rica o pobre, licenciada o sin título alguno; ya te ganes tu propia vida o te encuentres amparada en un hogar; ya seas paciente en una institución de tratamiento, reclusa en una prisión o una persona de la calle — la ayuda está disponible; pero tú tienes que llegar a la decisión de pedirla.

En A.A. no hay que firmar formularios o solicitudes o pagar la entrada. No se te pedirá que te subscribas a un “curso de tratamiento” formal.

Simplemente conocerás a hombres y mujeres que han encontrado un medio para librarse de su dependencia del alcohol y han empezado a reparar el daño que la bebida les ha causado en su vida.
Tú también puedes gozar de tamaña libertad y recuperación.

En este folleto, no encontrarás estadísticas frías, sino las historias personales de algunas mujeres alcohólicas. Se han escogido estas historias para representar la experiencia que las mujeres alcohólicas tienen en común, y para indicar la amplia variedad de mujeres que se recuperan del alcoholismo, lo que A.A. significa para ellas y lo que podría significar para ti también. Después de asistir a su primera reunión, algunas mujeres han hablado de “una sensación de intimidad por estar con otra gente que tenía el mismo problema que tenía yo...” “Compasión y comprensión...” “Un ambiente de amor incondicional...” “Me di cuenta de que no estaba sola.”

lunes, 23 de julio de 2018

Para la Voz Que Calla

Y sin demandar nada
salvo el misterio perenne de una boca.

Misterio cuando calla, revela la escritura silenciosa,
abre un mundo, organiza memorias.
-Es el llamado.
La memoria desciende al oscuro precipicio de tu boca,
palabra luminosa
-distracción del llanto-
acaso el vuelo prodigioso de una historia
que va y regresa:
se oculta en las orillas de la rosa,
asciende, palpitando, a la mirada;
se guarda,
juega en la lengua, cierra la puerta
Ensaya una vocal,
una tras otra,
tropieza a veces;
se hunde y se encamina en la memoria


Carmen Sánchez

domingo, 22 de julio de 2018

Las Emociones Y Las Relaciones

Todos tenemos relaciones con personas que son agresivas verbalmente; personas que gritan, hablan sin parar, tratan mal, desprecian a su interlocutor, usan vulgaridades, gesticulan de manera exagerada. 

Estas personas buscan intimidarnos y mostrar control sobre nosotros y lo que hacemos.
No depende de nosotros su actitud. 

Ellos son así. Buscan cualquier excusa para explotar como un volcán y hacernos sentir mal. ¿Qué hacer ante ellos?

Lo primero es no caer en el juego de generar una discusión violenta que puede terminar mal. 

Es necesario hablar con tranquilidad y firmeza y les hagas entender que así no van a poder conversar.
 
No te atemorices ni dejes que atenten contra tu dignidad.Sé firme, sereno y claro.

Lo segundo es no permitir que ninguna de las palabras y frases hirientes que dicen dañen tu autoestima, esas personas hablan más desde lo que no saben que desde la realidad. 

Lo que ellos están diciendo no es cierto y no tienes por qué dejar que te golpeen sus expresiones.

Ponte una armadura y rechaza, con inteligencia, sus agresiones.

Tercero, en caso de que no se pueda continuar hablando es mejor dejarlos solos, explicarles que en ese tono y con esos términos tú no puedes continuar hablando, y marcharte. 

Es probable que esto los enfurezca más pero es lo mejor. 

Lo cierto es que a estas personas les debe quedar claro que si no son capaces de hablar con decencia y el tono adecuado no van a poder hablar contigo.

Tienes que ser dueño de tus emociones.

TAREA DEL DÍA
Revisa constantemente el tono de voz que usas para comunicarte con los demás. Sé tranquilo.

P. Alberto Linero