Volvemos a nuestro consejo inicial: maneja tus sentimientos.
¿Cómo manejamos una emoción tan potente como es la ira?
¿Cómo dejar de sentirnos tan enojados? ¿Cuándo sucede esto?
¿A dónde se va? ¿Con quién podemos hablar?
¿Quién querrá oír todo eso?
Probablemente ni siquiera nosotros queremos oírlo. Después de todo, la persona con la que estamos enojados está enferma. De modo que, ¿no deberíamos estar sintiendo compasión y todas esas cosas buenas? ¿Es verdaderamente correcto estar tan enojados con una persona enferma?
Sí, tenemos derecho a estar furiosos con una persona enferma. Nosotros no ocasionamos el problema. Aunque el sentimiento ideal es de compasión, probablemente no lo sentiremos hasta que hayamos manejado nuestra ira. Lo que va entre sentir un furor homicida y mordernos la lengua porque nos sentimos apenados por esa persona enferma, es la manera de ir más allá de nuestros sentimientos de enojo, los viejos y los nuevos. Pero yo no creo que manejar las emociones reprimidas suceda de un día para otro.
Puede no suceder en un mes o aun en un año. ¿Cuánto tardamos en enojarnos a este grado? Manejar una cantidad significativa de ira reprimida puede llevarse tiempo y esfuerzo. Manejar la ira nueva requiere de práctica.
He aquí algunas sugerencias para manejar la ira:
Dirígete a cualquiera de los mitos que hemos enumerado acerca de la ira, Démonos permiso para sentirnos enojados cuando necesitamos hacerlo. Demos también permiso a los demás para sentirse enojados.
Siente la emoción. Aunque sea ira, es tan sólo energía emocional. No está bien ni está mal; no necesitamos juzgarla. La ira no tiene que justificarse o racionalizarse. Si la energía está ahí, siéntela. Siente también cualquier emoción subyacente, corno sentirte lastimado o tener miedo.
Reconoce los pensamientos que acompañan al sentimiento. De preferencia, di en voz alta estos pensamientos.
Examina el pensamiento que acompaña al sentimiento. Sácalo a la luz. Ve si hay fallas en él. Fíjate si hay patrones y situaciones que se repiten. Aprenderemos mucho acerca de nosotros y de nuestro entorno. A menudo, los alcohólicos en recuperación desarrollan patrones de pensamiento rancios, que se conocen como pensamientos apestosos, que indican el deseo de empezar a beber de nuevo.
Toma una decisión responsable acerca de qué acción necesitas tomar, si es que debes tomar alguna. Averigua lo que la ira nos está diciendo. ¿Nuestra ira está indicándonos algún problema en nosotros o en nuestro medio ambiente que necesite atención? A veces mientras le pedimos a Dios que nos ayude a dejarnos de sentir enojados, Él trata de decirnos algo: ¿Necesitamos cambiar? ¿Necesitamos algo de alguien más? Gran parte de la ira proviene de necesidades insatisfechas.
Una manera rápida de resolver la ira es dejar de gritarle a la persona con la cual estamos enojados, averiguar qué necesitamos de esa persona, y pedírselo a él o a ella. Si él o ella no puede o no quiere dárnoslo, averigüemos qué necesitamos hacer después para cuidar de nosotros mismos.
No dejemos que la ira nos controle. Si somos controlados por nuestros sentimientos de enojo, podemos detenernos. No tenemos que seguir gritando. No me malinterpreten, a veces gritar ayuda.
Pero no siempre. Es mejor decidir y no dejar que nuestra ira decida por nosotros. No tenemos que perder el control sobre nuestros actos. Es simplemente energía, no una mágica maldición la que ha caído sobre nosotros. Desapeguémonos. Vayamos a otra habitación. Vayamos a otra casa.
Apacigüémonos. Luego averigüemos lo que necesitamos hacer. No tenemos que permitir que la ira de otra persona nos controle. Con frecuencia oigo decir a los codependientes: “No puedo hacer esto o aquello porque él o ella se enojaría”. No pongamos en peligro nuestra seguridad, luchemos en cambio por liberarnos del control de la ira, la nuestra o la de alguien más. No tenemos que reaccionar a la ira. Es tan sólo energía emocional. Ni siquiera tenemos que reaccionar enojándonos, si no queremos hacerlo. Pruébenlo alguna vez.
Discutamos abierta y honestamente nuestra ira, cuando sea adecuado hacerlo. Pero no le hables a un borracho cuando está ebrio. Podemos acertar al expresar nuestra ira abierta y adecuadamente. Sin embargo, tengamos cuidado de cómo nos aproximamos a la gente. La ira frecuentemente engendra más ira, En lugar de ventilar nuestra furia sobre la persona, podemos sentir nuestros sentimientos, pensar nuestros pensamientos, averiguar lo que necesitamos de esa persona, y luego ir con ella o con él y expresarle esa necesidad, en vez de gritarle.
Asumamos la responsabilidad por nuestra ira. Podemos decir: “Me enoja cuando haces esto porque…” y no: “Me vuelves loco”. Sin embargo, quiero dar un poco de información en cuanto a la comunicación. No siempre tenemos que decir las palabras correctas, como si acabáramos de salir de un grupo de terapia. Seamos nosotros mismos. Simplemente entendamos que somos responsables por nuestros sentimientos de ira, aunque estos sean una reacción apropiada a la conducta inadecuada de otra persona.
Hablemos con personas de nuestra confianza. Hablar acerca de nuestra ira y ser escuchados y aceptados en verdad ayuda a ventilar la atmósfera. Recuerden, no progresaremos hasta que nos aceptemos como somos. Y sí, a la gente le importamos. Quizá tengamos que salir de casa para encontrarnos con ellos o ir a reuniones de Al-Anón, pero ahí están. Si tenemos sentimientos de ira que se han endurecido hasta volverse resentimientos, podemos hablar de ellos con un sacerdote o tomar el cuarto y el quinto paso. Los resentimientos pueden lastimarnos mucho más de lo que nos ayudan.
Quema la energía de la ira. Limpia la cocina. Juega voleibol. Haz ejercicio. Vete a bailar. Sal a caminar. Poda tu jardín. Construye un condominio si es necesario. La ira es extremadamente estresante, y el ejercicio físico ayuda mucho para descargar esa energía.
No nos golpeemos a nosotros mismos ni a los demás cuando nos sintamos enojados. No dejemos que otros nos peguen o abusen de nosotros de alguna otra manera cuando están enojados. No lastimemos a los demás cuando estemos enojados. Si ha ocurrido un abuso, busca ayuda profesional.
Escribamos cartas que no tenemos intenciones de enviar. Si nos sentimos culpables acerca de la ira, esto es una verdadera ayuda. Empieza la carta preguntándote: “Si pudiera sentir ira acerca de algo, y que nadie lo supiera nunca, y que no estuviera mal que me sintiera así, de lo que sentiría ira es de esto…” Una vez que nuestra ira está sobre el papel podemos dejar atrás el sentimiento de culpa y averiguar cómo vamos a manejarla. Si padecemos depresión, este ejercicio también puede servirnos.
Maneja los sentimientos de culpa. Deshazte de los sentimientos de culpa gratuitos. Deshazte de todo sentimiento de culpa. La culpa no ayuda nada. Dios nos perdonará de todo lo que hemos hecho. Además, apuesto a que Él sabe que no hemos hecho tantas cosas mal como nosotros pensamos.
Melody Beattie de su Libro Ya No Seas Codependiente