viernes, 19 de julio de 2019

12 Pasos Para Dejar Atrás El Alcohol (Parte 7)

La necesidad de cambiar y el cambio
Sexto Paso Estuvimos dispuestos a dejar que Dios eliminase todos esos defectos de carácter.
Séptimo Paso Humildemente le pedimos a Dios que nos librase de nuestros defectos.

Como los Pasos Sexto y Séptimo en la práctica son casi imposibles de separar, los trataremos de una manera conjunta.
Pero para demostrar cómo se pueden usar estos dos Pasos en la recuperación, necesitamos aclarar la frase “defectos de carácter” del Sexto paso.
Ante todo debemos entender que durante la mayor parte de la historia se identificó incorrectamente al alcoholismo como un trastorno de la personalidad. Este error se afianzó de tal manera que tanto alcohólicos como no alcohólicos creyeron siempre que los alcohólicos bebían en exceso a causa de una debilidad moral o psicológica.
Esto es una gran injusticia para el alcohólico, ya que no es cierto.
El concepto de alcoholismo como un trastorno de la personalidad sencillamente no concuerda con los hechos tal como los entendemos.
De una manera más significativa, esta idea equivocada estigmatizaba al alcohólico de la misma manera que a veces la epilepsia estigmatizaba a sus víctimas.
Tal vez, más que cualquier otro factor, este estigma ha impedido a los alcohólicos recurrir a un tratamiento, y esto a conducido a la muerte innecesaria de miles de ellos, a pesar del hecho de que el alcoholismo puede ser tratado.

Veamos cómo interfiere el estigma:
• Transformando el nombre de una enfermedad en un adjetivo hiriente y el diagnóstico en una acusación.
• Atribuyendo la afición al alcohol a “defectos” imprecisos de personalidad, lo cual separa aún más al ya aislado alcohólico del resto de los humanos.
• Aleccionando a aquellos que rodean al alcohólico a tergiversar su conducta y a enseñar al alcohólico a comprenderse erróneamente.
Esto es lo que, según creemos, esta idea del “trastorno de personalidad del alcohólico” ha hecho al alcohólico.

Así puede verse por qué ponemos especial cuidado para explicar la que creemos es la interpretación más adecuada de la expresión “defectos de carácter”. Muy a menudo las personas bienintencionadas usan esta frase como una justificación para volver a la antigua teoría del trastorno de personalidad perteneciente al modelo pre-patológico.
Creemos que los “defectos de carácter” deben referirse al tipo de mecanismos de defensa y juicios irracionales que tratamos en el capítulo sobre el Cuarto Paso. Porque son esos aspectos del carácter del alcohólico con los que realmente hay que enfrentarse en la recuperación.
En el Cuarto Paso el alcohólico identificaba actitudes, creencias y comportamientos que le habían causado problemas en el pasado En el Quinto Paso esta autovaloración era compartida con un recién hallado Poder Superior y con otra persona.
Ahora, según dan a entender estos Pasos, el alcohólico debe comenzar un largo proceso de cambio de esas actitudes y conductas.
¿Por qué? Simplemente porque sin tales cambios la sobriedad sigue siendo frágil, y la serenidad imposible.
En AA la serenidad es generalmente considerada como un producto derivado de la aceptación de la enfermedad y de la necesidad de tratarla; de usted mismo tal como se encuentra en este momento; y del mundo tal como lo ve, con todas sus imperfecciones.
Esta clase de aceptación evidentemente no se puede lograr sólo deseándolo; ésta representa una utilización continua del Programa de AA a través del tiempo.
Sin embargo el primer movimiento hacia la aceptación viene mediante los Pasos Sexto y Séptimo con su énfasis en las actitudes de cambio.
Adviértase que el cambio descrito requiere no una sino dos acciones separadas.
La primera es la asunción de una actitud de buena disposición. El alcohólico se prepara para el cambio.
No se trata sólo de que diga: “Estupendo, PS, estoy totalmente cambiado, así que no te preocupes, aquí tienes una nueva persona y desde ahora todo será diferente”.
Cambiar uno mismo no es como cambiarse los calcetines. Y estar dispuesto al cambio no es lo mismo que desearlo.
Veamos el caso de una mujer que durante años había tratado de dejar de fumar. Cada intento duraba algunas semanas y luego recaía.
Acudió a hipnotizadores, médicos y a todo lo que se le ocurría pero siempre fracasaba. Finalmente renunció.
“Al diablo –pensó–, sé que probablemente me moriré de cáncer de pulmón pero creo que no me importa. Desde luego, no parece que pueda tener fuerzas para dejar el tabaco.”
Al cabo de unos tres meses de haber tomado esta decisión, un día en que ya se había fumado la mitad de las tres cajetillas habitúales, leyó un artículo en una revista sobre la adicción a la nicotina. Nunca había tropezado con este concepto ya que siempre había considerado que fumar era un mal hábito, o una respuesta al estrés, noción que había reforzado su tratamiento anterior. Jamás se le había ocurrido que podía fumar tanto y tan continuamente porque era físicamente adicta a una droga.
De pronto, ahora todo adquiría sentido para ella. Pudo entender cómo la fuerza de voluntad la abandonaba cuando tenía que habérselas con los sufrimientos que impone la abstinencia del tabaco. Comprendió por qué tenía que fumar cada cinco minutos.
Y también comprendió la verdad de que si su malestar, ansiedad, insomnio e irritabilidad eran producto de un síndrome de abstinencia, se desvanecerían con el tiempo. Todo el mundo sabía que la abstinencia no podía durar siempre.
Una idea comenzó a germinar en su mente. “Tal vez, pensaba, la razón por la cual comienzo a fumar otra vez después de cada tratamiento, es porque me convenzo de que mi malestar nunca desaparecerá. Tal vez espero de mi organismo más de lo razonable, como vencer el ansia de nicotina al cabo de sólo tres semanas.
Si, por otra parte, supiera que el ansia y el malestar al dejar de fumar disminuyen con el tiempo, podría convivir con ellos.”
Algunas semanas más tarde examinó otra vez al asunto: “Bien, se dijo, creo que intentaré dejarlo una vez más. Sin embargo ahora lo haré de una forma diferente. En vez de creer que cada síntoma de malestar es una catástrofe en particular y compadecerme, lo consideraré como una parte de un simple síntoma físico de abstinencia que desaparecerá con el tiempo por sí solo. Y en vez de hacerme promesas, y hacérselas a los demás, de que éste será el último cigarrillo de mi vida, sólo me diré que hoy no fumaré.
Y cuando comience a sentir la falta del cigarrillo después de cenar, me diré: ¡Pobrecita! No te morirás de cáncer de pulmón. ¡Qué pena!”
Cuando llegó el día decisivo miró hacia lo alto y rezó por primera vez en mucho tiempo. He aquí su oración:
“Señor, si me das la fuerza necesaria para manejar esta situación, hoy no sucumbiré.”
Nos asegura que, con gran sorpresa suya, dejar de fumar en este último intento fue un juego de niños. Eso fue hace cinco años.
Creemos que esta pequeña historia ilustra la diferencia entre desear cambiar y estar dispuesto a aceptar el cambio.
Y creemos que la misma verdad es aplicable al alcohólico que habiendo dejado la bebida por milésima vez, desea desesperadamente hacer de esto una condición permanente.
Sus posibilidades de éxito dependen no sólo de su deseo de cambio sino también del deseo de aceptar lo que sucede cuando el cambio ocurre.
Cuando un alcohólico se autodiagnostica por primera vez y deja de beber decimos que está en colaboración. Sabe lo que el alcohol le ha ocasionado y quiere detener el proceso de deterioro. Se ha hecho miembro de AA y ha comenzado a trabajar estos Pasos en la esperanza de que lo ayudaran a aprender a vivir sin el alcohol.
Dicho de otra manera, ha seguido unas instrucciones.
En muchos casos estas instrucciones tienen una procedencia externa. El hecho de vivir sobrio no le parece al alcohólico algo totalmente natural. Si bebe es porque lo cree necesario y porque teme otras opciones que además le parecen peregrinas.
Andando el tiempo, en algún momento, con una ligera diferencia para cada persona, esta actitud cambia: acepta el nuevo estilo de vida que ha elegido.
Más que provenir del consejo de otros, la sobriedad llega a ser un producto de sus propios deseos. Ahora se trata de un programa interno que usted sigue. No beber, un asunto tantas veces pensado, se transforma en algo tan natural como levantarse por la mañana.
En vez de luchar consigo mismo por asistir o no a cierto número de reuniones de AA, ahora usted quiere ir a ellas porque le son valiosas.
Este es el proceso, el de la transición de la colaboración a la aceptación, que los pasos Sexto y Séptimo facilitan.
Generalmente cuando una persona se entera de que sufre una enfermedad incurable, experimenta un repentino sentimiento de humildad.
Aquello que normalmente ocupa sus pensamientos, dinero, sexo, gloria, éxito o fracaso, pierde importancia. Cualquier problema que tuviera le parece ahora insignificante, no le merece atención.
Algunos dicen que en esta situación, el tiempo parece detenerse un momento, como si algo que puede amenazar su vida, amenazará también la existencia misma del mundo.
Incluso cuando ya están en tratamiento, y a medida que pasan los días los pacientes de estas enfermedades afirman que tienen una nueva conciencia de la importancia relativa de los asuntos mundanos y de sus egocéntricas ambiciones ante esta demostración de su propia mortalidad.
Esto es totalmente comprensible. Los seres humanos pasamos gran parte de nuestra vida hablando de la importancia de la buena salud, pero aprendemos a valorarla cuando no la tenemos.
La salud es lo principal, nos enseñaron nuestras abuelas, pero nunca obramos como si eso fuera verdad. Siempre quisimos algo más que estar vivos.
Y así es, hasta que nos enfrentamos con la posibilidad de morir.
Llegados a este punto las cosas importantes de la vida cambian: desde obtener un ascenso en el trabajo, cambiar el coche, demostrar su eficiencia; a las cosas más simples: como compartir una comida con su mejor amigo, disfrutar de una agradable tarde de fútbol, saber que, una mañana más encontrará a su lado en el lecho un rostro querido.
Las personas que sufren un ataque al corazón perciben estas sensaciones, también los pacientes con cáncer. Padecer una enfermedad incurable, potencialmente mortal, nos enseña que la vida más que un “derecho” es un verdadero “privilegio”.
Un privilegio del que a menudo se abusa.
Cuando un alcohólico empieza a tratar por primera vez su enfermedad lo hace desde la perspectiva más estrecha. La idea de que todos estos años de problemas con el alcohol, tan reiteradamente atribuidos a las circunstancias, a otras personas, a trastornos psicológicos y cosas parecidas, podrían representar realmente el desarrollo de una enfermedad potencialmente fatal, no tiene cabida en él. En cambio el alcohólico se preocupa por la manera en que dirá que no a las bebidas en una fiesta, por la asistencia a las reuniones de AA, por lo que hará cuando se enfrente con un problema. Todo ello es algo natural: la recuperación depende de estos cambios cotidianos de una manera de vivir con la bebida a otra manera de vivir sin ella.
Sin embargo, una vez recorrida una parte del camino, el alcohólico tal vez se detenga a pensar acerca de lo que este proceso de recuperación significa exactamente.
Quizá, con una mente más despejada, sin la menor necesidad de estar a la defensiva, con más lucidez, el alcohólico se da cuenta por vez primera de los daños que los efectos de esta enfermedad le han causado.
Incluso podría percibir, como muchos lo hacen, que en vez de haber pasado un “par de años bebiendo excesivamente”, ha sufrido de alcoholismo desde su adolescencia.
Cualesquiera sean las circunstancias, el alcohólico generalmente no se da cuenta del significado de su recuperación hasta bastante tiempo después de haber abandonado la bebida. Y a veces, solo o en una reunión de AA, esta idea lo iluminará como la proverbial lamparilla en la cabeza.
Ese “asuntillo de la bebida” fue una cuestión de vida o muerte.
Si no hubiera recobrado la sobriedad, tal vez hoy no estaría aquí.
Al acudir a AA y al Poder Superior ha salvado su propia vida.
Esto lo puede convertir en un alcohólico agradecido; aquel que se dio cuenta, a través de la experiencia de la recuperación, de cómo es realmente la vida.
Sin la enfermedad, cree, bien podría haber pasado sus días a la caza de los espejismos del éxito y la gloria, perdiéndose todo lo que realmente importa. Lo valioso de la vida, no consiste en la ambición, el orgullo o la codicia.
Ha aprendido a ser humilde. Y esta es una de las lecciones de los Doce Pasos.

jueves, 18 de julio de 2019

¿Hay Un Alcohólico En Su Vida? (Fin)

Su propia forma de beber

Si usted es un bebedor normal, puede preguntarse qué debe hacer referente a la copa que toma de vez en cuando, o con la bebida que tiene en su casa, ahora que su alcohólico ha dejado de beber. ¿Será de ayuda abstenerse completamente? ¿Debe dejar de servir licor a los invitados?

Si al alcohólico recién sobrio le molesta aun ver u oler el alcohol, usted puede proceder con prudencia, evitando los viejos compañeros de bebida, los cócteles y la sociedad de los bares, cuando sea posible. A fin de cuentas, los alcohólicos tienen que cuidar su propia salud. Lo más importante, estando ya sobrio, es la actitud del alcohólico ante su propio problema. Tiene que dejar de beber y quedarse sin beber por y para sí mismo.

Unas palabras acerca de las “recaídas”

Muchas personas que recurren a A.A. para ayuda logran su sobriedad sin grandes problemas y consiguen mantenerla; otros tienen dificultad en entender y aceptar el programa de A.A. Con demasiada rapidez se olvidan de lo que significa el ser alcohólico. Al haber recuperado su salud física, y encontrando su vida algo más manejable, puede que se alejen del programa — mentalmente, olvidando los principios, o físicamente, asistiendo a menos reuniones. Estas personas pueden tener algunos relapsos, o “recaídas.” Pueden volver a emborracharse. Esto puede ser desconsolador, y muy penoso, para sus seres queridos.

Pueden despertarse de nuevo los temores y los sentimientos de desesperanza. No obstante, los miembros de A.A. experimentados saben que tales recaídas no tendrán que seguir repitiéndose necesariamente en el futuro. Si el alcohólico puede repasar sinceramente su comportamiento y los pensamientos que precedieron a la recaída, a menudo puede evitar que ocurra otra vez. De hecho, una recaída puede ser una buena lección para los alcohólicos que crean que están “curados” del alcoholismo sólo por haber estado “secos” durante un rato.

La confianza excesiva y los pensamientos poco realistas a menudo entrañan recaídas. El juicio se vuelve borroso, y algunos alcohólicos empiezan a creer que pueden controlar el alcohol. Asisten cada vez a menos reuniones o comienzan a criticar a la gente de su grupo, olvidándose de la tradición de A.A. que nos recuerda que el alcohólico siempre debe anteponer los principios del programa a las personalidades de los miembros. Puede también que el alcohólico olvide vivir un día a la vez.

De fundamental importancia son los tres lemas de A.A., que frecuentemente se citan: “Haz lo primero primero”, “Vive y deja vivir”, y “Tómalo con calma” (“Poco a poco se va lejos”). Sirven de recordatorios útiles del hecho de que los alcohólicos se alejan de la bebida día por día y se esfuerzan por lograr una amplitud de ideas y una serenidad espiritual

¿Cómo puede ayudar usted?

Si usted es el esposo, la esposa, el amante, el padre o el hijo de un bebedor problema, su comprensión de la naturaleza del problema puede desempeñar una parte decisiva en que el Alcohólicos logre y mantenga su sobriedad. La esperanza es el tema eterno de A.A. Muchos miembros que una vez se consideraron como borrachos perdidos, ahora llevan muchos años de sobriedad. Este folleto está basado en sus experiencias y en las experiencias de los que les quieren. Le recordará que nunca hay que abandonar la esperanza y que usted puede ayudar, logrando comprender la enfermedad, y disponiéndose a aplicar el programa en su propia vida cotidiana.

No se encontrará solo. En todo su camino le acompañarán las esperanzas y los mejores votos de más de un millón de alcohólicos sobrios.

miércoles, 17 de julio de 2019

Significado Emocional De Las Adicciones


Las adicciones están relacionadas al núcleo familiar, a la sobreprotección materna y a la ausencia del padre. Ambos casos por falta de amor incondicional.

Alcoholismo: Está relacionado con el deseo de huir de las responsabilidades físicas o afectivas por miedo a estar herido y  ser lastimado otra vez.

Tabaco: El tabaco está relacionado con conflictos de la madre, vivir una situación profunda de soledad. Falta de comunicación con la madre o exceso de sobre protección. Falta de libertad e independencia.

Chocolate: La necesidad del amor y la dulzura de papá. Conflictos con la ausencia, falta de amor o desvalorización del padre.

Azúcar: La necesidad de endulzar la vida, compensando la sensación de falta de amor, ternura y alegría en la persona.

Adicción al sexo: tratar de llenar con lo físico lo espiritual, pensar que tener sexo es tener amor.

Adicción al Trabajo: Vivir con demasiado apegos y miedo, para no sufrir carencia. Creer que se debe demostrar que mi vida es productiva y que los demás reconozcan que valgo para algo.

Adicción al ejercicio: Dificultad de aceptarse a sí mismo. Dependencia de su estado físico (fuera) para cubrir y llenar el vacío (Interior) de inseguridad  en su propio ser.

Si sufres este tipo de adicciones debes ir al origen de la raíz de tu historia y perdonar lo que haya que perdonar en ti, sanar al niño interior y no tomarse la vida como castigo o sufrimiento, se debe trabajar el empoderamiento, la humildad, la valoración y sobre todo, el amor propio.

En total AMOR

martes, 16 de julio de 2019

La Falta De Comprensión En Las Relaciones Interpersonales

Uno de los problemas más serios que tenemos en las relaciones interpersonales es la falta de comprensión. Todos tenemos maneras de ver la vida, que es fruto de nuestra historia, nuestra formación, nuestra familia, nuestras características genéticas y psicológicas. 

Dolorosamente, a la hora de conversar, interactuar, juzgar a una persona lo hacemos muy rápido y sin tener en cuenta todo ese complejo proceso. Tenemos que aprender a ser más pausados y analizar mejor todo a la hora de entrar en relación con alguna de las personas que están en nuestro contexto vital. No podemos pretender que los demás piensen igual que uno o que hagan lo que nosotros hacemos. No todo lo que para ti es fundamental, verdadero, válido lo es también para la otra persona. 

Dios nos dotó de la capacidad de comunicarnos para construir un puente entre maneras de ver la realidad. Por eso, hay que tener cuidado en escuchar bien, analizar, comprender lo que el otro me está diciendo, además, saber hablar, de tal manera que exponga, lo más literal posible, lo que estoy queriendo comunicar. 

Sin comprensión las relaciones interpersonales se vuelven muy complicadas y difíciles. Haz el esfuerzo de comunicarte siempre desde el paradigma de la comprensión. 

Esto es estando seguro de que tú comprendes lo que el otro te está diciendo y, viceversa, que el otro comprenda lo que tú le quieres decir. Nadie es tonto o bruto, todos tenemos razones, sentimientos que impulsan nuestras palabras y acciones, es muy importante asegurarnos de que estamos comprendiendo eso, para poder comportarnos de manera clara y cercana. 

¿Cuántas peleas son causadas por malentendidos? Seguro que, si se hace el esfuerzo de comprender y comunicarse bien, estos van a ser menos en tu vida. 

TAREA DEL DÍA: No respondas nada sin antes tratar de comprender las razones y los sentimientos que mueven a quien te está hablando.

Alberto Linero

lunes, 15 de julio de 2019

12 Pasos Para Dejar Atrás El Alcohol (Parte 6)

Apoyo crítico
Quinto Paso Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.

Si en el Cuarto Paso usted ha sido hasta cierto punto “audaz y penetrante”, sin duda habrá aprendido bastante acerca de su propia manera de actuar.
Al examinar su conducta pasada en busca de mecanismos de defensa, indudablemente encuentra indicios de negación, racionalización, minimización y todo lo demás en donde menos lo esperaba. Seguramente habrá tropezado con los juicios irracionales que enumeramos junto con figuraciones similares de su propia invención.
La calidad de su inventario dependerá mucho del estado mental y emocional que tenga cuando lo efectúe. Un Cuarto paso hecho con seis semanas de sobriedad es muy diferente del que ha completado la misma persona a los seis meses de seguir el Programa.
¿Por qué?
Simplemente porque usted ha cambiado y su funcionamiento psicológico mejora con el paso del tiempo dado que ya no hostiga ciegamente su cerebro con alcohol u otras drogas. Esta es la razón por la cual llamamos a esto “recuperación”.
Al finalizar el Cuarto Paso (sea cual sea su estado mental) usted lleva a cabo dos cometidos valiosos a su restablecimiento Primero usted concentra su atención en sí mismo, muy especialmente en su consumo de alcohol.
Si usted se parece a la mayoría de alcohólicos, esto contrasta con su actitud previa a su entrada a AA. En ese momento su atención estaba generalmente concentrada en todo y en todos pero “jamás” en su bebida.

Segundo, el Cuarto Paso le permite valorar, en la forma más positiva para usted, las fuerzas y debilidades relativas de su propio programa, teniendo en cuenta las realidades que suponen el tratamiento del alcoholismo. He aquí un ejemplo.
Conocimos a un hombre que pasó algunos períodos dentro y otros fuera de AA (o como se dice a menudo, “dando vueltas” al programa) durante un año aproximadamente. Asistía a las reuniones regularmente y parecía tener ganas de que todo saliera bien, pero siguió teniendo recaídas de una semana de duración cada tres meses. Cada recaída era, naturalmente, más dolorosa que la anterior y aunque sólo bebía unas cuantas semanas durante el año, parecía tener más problemas relacionados con el alcohol que cuando bebía diariamente.
Ante la insistencia de su padrino, siguió adelante y probó el Cuarto Paso, y enseguida fue capaz de identificar su problema.
Se había casado, según supimos, en el seno de una numerosa familia italiana que era aficionada a organizar, a la menor ocasión, alegres fiestas regadas con vino. Él y su esposa siempre asistían a ellas porque ambos disfrutaban en compañía de sus familiares y no querían ofenderlos.
Aunque nuestro amigo alcohólico era capaz de no beber alcohol en las fiestas, descubrió, después de un examen más minucioso que sus “deslices” generalmente ocurrían una semana o dos después de una de estas celebraciones. Solía sentirse un poco afligido, abatido e irritado ante la idea de tener que asistir a las reuniones de AA.
– Comenzaba por sentir que era injusto que me tuviera que comportar como un fanático de AA, sólo para estar sobrio. Luego pensaba, ya sabe, que nunca bebía tanto como lo hacían algunos de los parientes de mi mujer. ¿Por qué ellos no tienen problemas y yo sí?
Y después pensaba: si le dijera a esta gente de AA lo que estoy pensando me dirían que dejara de ir a las fiestas. Pero está claro que no tienen ningún derecho a exigirme esto. ¡No abandonaré a mi familia sólo porque unos alcohólicos me lo digan! ¡Estos de AA son unos manipuladores y estar con ellos es como estar en las Juventudes Hitlerianas! ¿Sabes que haré? Me las arreglaré yo solo y no permitiré que una cuadrilla de borrachos me mande.
Sin poder evitarlo, se emborrachaba un par de días más tarde. El Cuarto Paso le reveló el problema: su asistencia a las fiestas familiares sacaba a relucir todo el resentimiento y toda la autocompasión que guardaba.
Otra cosa que mucha gente descubre en el Cuarto Paso es que han estado haciendo responsable de su conducta a otras personas, a menudo durante años enteros.
Un hombre puede descubrir que ha estado castigando a su mujer durante la mayor parte de su matrimonio por ser ella la causa de su deseo de beber. Cada vez que tenía problemas con el alcohol le echaba la culpa a ella por su frialdad, sus quejas o imperfecciones similares.
Ella llega a ser la zorra de quien se lamenta a todo el que quiera escucharle, generalmente mientras está sentado en el taburete de un bar.
Más tarde, durante el tratamiento, descubre con horror que el alcoholismo es una enfermedad y que ella no es culpable de su afición a la bebida.
Por consiguiente también se da cuenta de que además de sufrir por la bebida, ella también ha sufrido por haberla culpado de su inclinación al alcohol.
Sólo ahora ve el problema: además de ser un alcohólico ha actuado durante años como si los demás lo obligaran a beber. Sin embargo ahora se pregunta: ¿Podrá ella perdonarme alguna vez? ¿Acaso no me odia con todas sus fuerzas?
Antes, la certidumbre repentina del engaño a sí mismo, y la culpa que trae consigo, hubieran sido tratados inmediatamente con más alcohol. Pero ahora ha decidido no hacerlo; ha aprendido que así no resuelve nada.
Ahora está en posesión de algo que se parece a la verdad sobre sí mismo y sobre su comportamiento pasado. Ha visto, a través del Cuarto paso, no sólo como funcionan sus defensas, sino también el daño que pueden causar. Y se pregunta qué hará con las nuevas cosas que sabe de sí mismo, cómo puede vivir con ellas y usarlas productivamente.
El Quinto Paso es la respuesta. Y éste consiste en tres actos de aceptación diferenciados.
El primero está relacionado con Dios. Ya hemos dicho que “Dios” puede ser cualquier Poder Superior que se elija. Si su Poder Superior es su grupo de AA, entonces puede optar por admitir sus errores ante los sistemas del mismo.
El segundo está relacionado con usted mismo. Se le pide que aprenda a llamar a las cosas por su verdadero nombre, sin endulzarlas.
Si alguna vez maltrató a su pareja o a sus hijos, entonces dígalo, con esas mismas palabras.
La cuestión, al fin y al cabo, es comprender la realidad del alcoholismo en toda su crudeza y en la amplia gama de consecuencias que ha significado para su vida.
Es a través de esta realidad que se acepta la existencia de la enfermedad y llega a sentirse a gusto con la necesidad de tratarla.
La tercera aceptación es la de otro ser humano. Le sugerimos que escoja a alguien en quien usted confíe para decirle la verdad. Puede ser un amigo íntimo, tal vez alguien en AA, a quien admire, respete y crea. Incluso podría ser alguien prácticamente desconocido. Sea quien fuere debería ser una persona de quien usted pueda aceptar una crítica.
Muchos en AA utilizan a su padrino para el Quinto Paso. Si usted no tiene padrino, vuelva al Cuarto Paso y trate de descubrir por qué.
Tal vez usted esté tratando de desembarazarse del compromiso que trae consigo la relación entre el padrino y el recién llegado. Tal vez esté buscando a un gurú antes que a un padrino o tal vez usted es un egoísta que no cree que alguien le pueda enseñar algo.
Una utilidad importante del Quinto Paso es que quema algunos puentes claves entre usted y aquel antiguo alcohólico, enfermo y anclado en las defensas que usted solía ser. Naturalmente, será difícil volver a sus gastados pretextos después de ser más consciente de lo que le pasa.
El Quinto Paso, en este sentido, cierra una puerta al pasado mientras abre una nueva al presente. Ahora está comprometido en un diálogo vivo con su Poder Superior, con un tercero y, lo más importante, con usted mismo.
Esto refuerza su propia imagen no sólo como un alcohólico, sino de un modo más relevante, como un alcohólico que se está recuperando progresivamente.
A los psicólogos les gusta hablar de la “escasa autoestima” del alcohólico. Los Doce Pasos lo pueden remediar si usted lo permite.