sábado, 27 de octubre de 2018

LA MUERTE DE MELISANDA

A la sombra, de los laureles 
Melisanda se está muriendo.

Se morirá su cuerpo leve. 
Enterrarán su dulce cuerpo.

Juntarán sus manos de nieve. 
Dejarán sus ojos abiertos

para que alumbren a Pelleas 
hasta después que se haya muerto.

A la sombra de los laureles 
Melisanda muere en silencio.

Por ella llorará la fuente 
un llanto trémulo y eterno.

Por ella orarán los cipreses 
arrodillados bajo el viento.

Habrá galope de corceles, 
lunarios ladridos de perros.

A la sombra de los laureles 
Melisanda se está muriendo.

Por ella el sol en el Castillo 
se apagará como un enfermo.

Por ella morirá Pelleas 
cuando la lleven al entierro.

Por ella vagará de noche, 
moribundo por los senderos.

Por ella pisará las rosas, 
perseguirá las mariposas 
y dormirá en los cementerios.

Por ella, por ella, por ella 
Pelleas, el príncipe, ha muerto


Pablo Neruda

viernes, 26 de octubre de 2018

El Camino De Las Lagrimas (Cap. 7 - Parte 4)

CAPITULO 7



Pérdida de un hijo 

La muerte de una persona querida es el suceso más estresante en la cual puedo pensar y entre todas las muertes imaginables la pérdida de un hijo es, a mi entender, la peor. Alrededor de un 20% de los padres que lo vivieron aseguran, diez años después, que nunca llegarán a superarlo del todo. Es que en la muerte de un hijo, al dolor, a la congoja y a la sensación de aniquilamiento afectivo hay que agregarle la vivencia de mutilación. La mayoría de los padres viven este acontecimiento como la pérdida de una parte central de sí mismos y como la destrucción de las perspectivas y esperanzas de futuro. La muerte de un hijo es considerada en todas las culturas un hecho antinatural, una inversión del ciclo biológico normal, y por eso racional y emocionalmente inadmisible. Es clásico mencionar que ni siquiera existe una palabra, equivalente a huérfano o viudo, que nombre a los que penan un hijo muerto. El duelo no sólo va asociado a mecanismos psicológicos, sino que también se producen reacciones biológicas y neurovegetativas. Por ejemplo, se incrementa la producción de catecolaminas, se producen alteraciones en la segregación de la hormona cortisol, que repercuten en los ritmos biológicos; se debilita el sistema inmunológico. Las somatizaciones más comunes son alteraciones del sueño y del apetito, vómitos, mareos, taquicardias y temblor. En el primer año del duelo aumenta el número de consultas al médico. Se incrementa también el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas. Entre las mujeres se incrementa el cáncer de mamas y entre los hombres infecciones y accidentes. El estrés que causa esta pérdida es tan intenso que en algunas estadísticas aparece como causante inmediato de un elevado índice de mortalidad en los primeros años del duelo. A veces las diferencias entre estilos de los hombres y de las mujeres hacen a algunos momentos intrínsecamente difíciles porque: mientras ÉL ve la situación global Ella percibe cada detalle de la realidad. mientras Él piensa qué hacer Ella actúa intuitivamente mientras Él es lógico
Ella se vuelve cada vez más sensible. mientras Él se pelea con el adentro. Ella se enfrenta con el afuera. mientras Él solamente suspira Ella se anima a llorar. Y entonces frente a la muerte de un hijo muchas veces sucede que: Ella necesita hablar sobre la muerte y vuele sobre los detalles. Él se siente incómodo con el tema y preferiría no hablar más sobre el asunto. Ella no consigue empezar a adaptarse a los 18 o 24 meses. Él empieza a acomodar su vida a los seis u ocho meses. Ella siente deseos frecuentes de visitar la tumba. Él prefiere no volver a pisar el cementerio. Ella lee libros, escucha conferencias o asiste a grupos. Él se refugia en el trabajo, su hobby o las tareas de la casa. Ella no tiene prácticamente ningún deseo sexual. Él quiere hacer el amor para buscar un mejor encuentro. Ella sabe que su vida ha cambiado para siempre. Él quisiera que ella vuelva a ser la de antes. Mantener la pareja unida es, pues, todo un desafío. Es importante mantenerse lo más unidos posible, sin asfixiar ni colgarse de la compañía del otro. Es imprescindible aprender a poner en palabras lo que está pasando para ayudarse mutuamente, porque es casi imposible pasar por este dolor y sobrellevar esta situación sin tu pareja.
Algunos problemas más frecuentes entre los padres que han perdido a un hijo son: Sentirse abandonado y o tenido en cuenta. Sentir que la relación de pareja ha pasado a un segundo plano. Estar inhibido para opinar, actuar o proponer por temor a molestar a su pareja. Temor de ser mal interpretado en sus actitudes. Sentir que su cariño por quien ha muerto no es valorado en su justa medida. Sentirse afuera del proceso de duelo de su pareja. Sentir que las etapas felices, alegres y apasionadas de la relación son irrecuperables. Sentirse obligado
a permanecer en la pareja sólo por solidaridad frente al dolor.
Temor a la disolución del vínculo. Culpa frente al supuesto fracaso en la protección de sus hijos. Dificultades para aceptar que la pareja viva la pérdida a su manera. Necesidad de parecer fuerte. Ideas de que el otro es de alguna manera responsable de la muerte. Sentimientos de impaciencia e irritabilidad hacia el otro. Falta de sincronicidad en los momentos de mayor dolor o las recaídas. Falta de coincidencia en las necesidades sexuales.
Después de enunciar todas estas diferencias y dificultades es fácil entender por qué una de cada cuatro parejas termina separándose. Es necesario decidir desde el comienzo mantener un diálogo que permita sincerar los sentimientos, las fantasías y los miedos de cada uno, para evitar sentirse distanciados o recíprocamente incomprendidos, lo que sumaría al comprensible dolor el riesgo de quedar en soledad en momentos en que la relación de pareja representa el mayor y el mejor apoyo frente a la trágica pérdida. Es imprescindible alejarse todo lo que se pueda de la gente desubicada que quiere "ayudar" en este momento tan difícil. Porque la mayoría de los conocidos o familiares cercanos no tiene ni idea de qué hacer con este tema y dice pavadas porque cree pavadas. Es sorprendente escuchar a los que sostienen por ejemplo que "cuanto más pequeño mejor". Algunos tratan de prorratear el dolor. Por ej., si un niño de diez años muere, nuestro dolor será "x",...si un bebé de un año muere, el dolor deberá ser de "x" dividido 10.
Ridículo. ¿Sería más fácil enterrar a nuestro hijo cuando lo hicimos o un año después? Es una pregunta imposible de responder. No hay mejor tiempo, ni menos dolor. Perder a un hijo es una tragedia terrible pase cuando pase. La mayor parte de los padres asegura que el dolor nunca se va por completo y es muy molesto soportar a los que nos informan que ya deberíamos estar mejor. Algunos se ocupan de acercarnos alguna pastilla o insisten en forzarnos a beber alcohol porque "nos va a hacer bien", lo cual significa una manera de alejarnos del dolor. Pero hay que comparar el dolor con un préstamo.
Debemos devolver el préstamo algún día. Entre más tardemos en hacerlo, más altos serán los intereses y las multas. Nadie tiene mala intencionalidad, pero los que te quieren, que no soportan verte sufrir, son capaces de sugerir para solucionar la amenaza a SU integridad que representa tu dolor: "Que otro hijo es la solución a tu dolor" "Que necesitas olvidar a tu hijo y seguir con tu vida" "Que tenés que sacar las fotos de tu hijo de tu casa" "Que hay que pensar en otras cosas". Lo cierto es que nada saben de lo que nos pasa. Quizás por eso la elaboración de la muerte de un hijo es el evento más solitario y más aislante en la vida de una persona ¿Cómo puede entender alguien que no ha pasado por lo mismo, la profundidad de este dolor? Muchos padres dicen que los amigos se convierten en extraños y muchos extraños se convierten en amigos. Lo mejor para hacer es aceptar la profundidad del dolor como la reacción normal de la experiencia más difícil que una persona puede vivir. Los grupos de apoyo o de autoayuda son un paraíso seguro para que los padres que han perdido un hijo compartan lo más profundo de su pena con otros que han pasado por los mismos sentimientos. Muchos grupos de apoyo están llenos de personas fuertes y comprensivas dedicadas a ayudar a padres que recién sufren la pérdida de su hijo para que encuentren esperanza y paz en sus vidas. En estos grupos los padres aprenden a: A saber que no están enloqueciendo. A sentirse solidarios en un todo con lo sucedido- A aceptar que les pasa lo mismo que a muchos otros A compartir el duelo con autenticidad basado en el amor por su pareja y en el sincero cariño que sentían por quien hoy no está. A permitirse su propio duelo, sin imitar ni comparar el propio dolor con las expectativas del otro. A asumir con responsabilidad la función de contener, apoyar y entender al otro, y aceptar con amor los cambios transitorios y comprensibles que pueden darse en su pareja. A darse cuenta de que si no permiten que el trágico suceso destruya la pareja, terminará por afianzarla.

Pérdida de un embarazo.
"Me hice yo misma la prueba de embarazo y cuando se formó el aro en el medio, yo tomé la primera foto de mi bebé. Aborté dos meses después. No pude creer cuánto se podía extrañar a alguien desconocido. No me parece que lo entienda todavía verdaderamente." La pérdida de un bebé sin nacer es la pérdida de sueños y fantasías hechas.
Muchas veces esta pérdida y este sufrimiento duran más que la pérdida de alguien al que has conocido. Dejar salir esta pena es la clave de cómo manejar este trauma emocional después de una pérdida de embarazo. Nunca hay un tiempo límite para completar las etapas del duelo pero en el caso de un aborto espontáneo temprano, la diferencia la aporta no sólo el tiempo de elaboración más variable, sino una constante: el proceso es muy solitario. El médico obstetra a veces no es el mejor consejero. Un obstetra poco humanitario puede sentir, cuando se pierde un embarazo, que no hay nada para hacer con esta paciente hasta su nueva preñez y retirarse para aliviar su propio dolor e impotencia Desgraciadamente la comunidad médica tiene poco conocimiento sobre algunos abortos espontáneos; una mujer puede que nunca tenga las respuestas a sus preguntas producidas por su experiencia. En vez de eso, ella queda con la incertidumbre de no saber por qué  sucedió, ni entender cómo, y seguir preguntándose "¿Y...la próxima vez?". Y recuerdo ahora una frase que encontré hace años en los labios de una mujer que había perdido a su hijo de 42 años en un accidente de trenes. "Sólo hay una cosa que me puedo imaginar más terrible que la muerte de mi hijo No haberlo siquiera
conocido." Para terminar esa sesión le regalé a cambio, este viejo cuento que amo: Cuentan que había una vez un señor que padecía lo peor que le puede pasar a un ser humano: su hijo había muerto. Desde la muerte y durante años no podía dormir.
Lloraba y lloraba hasta que amanecía. Un día, cuenta el cuento, aparece un ángel en su sueño. Le dice: - Basta ya. - Es que no puedo soportar la idea de no verlo nunca más. El ángel le dice: -¿Lo quieres ver? Entonces lo agarra de la mano y los sube al cielo. - Ahora lo vas a ver, quedate acá. Por una acera enorme empieza a pasar un montón de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos, como uno se imagina el cielo con los angelitos. El hombre dice: -¿Quiénes son? Y el ángel responde: - Estos son todos los chicos que han muerto en estos años y todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros... - ¿Mi hijo está entre ellos? -Sí, ahora lo vas a ver. Y pasan cientos y cientos de niños. – Ahí viene -avisa el ángel. Y el hombre lo ve. radiante como lo recordaba. Pero hay algo que lo conmueve: entre todos es el único chico que tiene la vela apagada y él siente una enorme pena y una terrible congoja por su hijo. En ese momento el chico lo ve, viene corriendo y se abraza con él. Él lo abraza con fuerza y le dice: - Hijo, ¿por qué tu vela no tiene luz?, ¿no encienden tu vela como a los demás? - Sí, claro papá, cada mañana encienden mi vela igual que la de todos, pero ¿sabés lo que pasa?, cada noche tus lágrimas apagan la mía.

jueves, 25 de octubre de 2018

Si Fuera Todo Mar

¡Si fuera todo mar, 
para nunca salirme de tu senda! 

¡Si Dios me hiciera viento, 
para siempre encontrarme por tus velas! 

¡Si el universo acelerara el paso, 
para romper los ecos de esta ausencia! 

Cuando regreses, rodará en mi rostro 
la enternecida claridad que sueñas. 
Para mirarte, amado, 
en mis ojos hay público de estrellas. 

Cuando me tomes, trémulo, 
habrá lirios naciendo por mi tierra, 
y algún niño dormido de caricia 
en cada nido azul que te detenga. 

Nuestras almas, como ávidas gaviotas, 
se tenderán al viento de la entrega, 
y yo, fuente de olas, te haré cósmico... 
¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas! 

Recogeremos albas infinitas, 
las que duermen al astro en la palmera, 
las que prenden el trino en las alondras 
y levantan el sueño de las selvas. 

En cada alba desharemos juntos 
este poema exaltado de la espera, 
y detendremos de emoción al mundo 
al regalo nupcial de auroras nuestras


Julia de Burgos

miércoles, 24 de octubre de 2018

El Camino Del Encuentro (PARTE I)


HISTORIA


                     Padecemos una especie de
                     subdesarrollo  emocional que nos
                     impulsa a ciertas conductas
                     autodestructivas, tanto en
                     nuestra vida pública como en
                     la privada.
                     Nos urge encontrar un camino
que nos permita hallar una
manera de ser más sanos, y ese
camino está íntimamente
relacionado con el amor y la
espiritualidad. El amor es el mejor símbolo de
salud del hombre,
es todo lo opuesto de la agresión,
del miedo y de la paranoia,
que a su vez representan
la patología que nos desune.

Claudio Naranjo (Clan, 1984)


Cuando  pienso en la palabra encuentro en el sentido en que la cito en todo este libro, la asocio a la idea del descubrimiento, la construcción y la repetitiva revelación de un nosotros que trasciende la estructura del yo. Esta creación del nosotros adiciona un sorprendente valor a la simple suma aritmética del Tú  y Yo.
Sin encuentro no hay salud. Sin existencia de un Nosotros, nuestra vida está vacía aunque nuestra casa, nuestra baulera y nuestra caja de seguridad estén llenas de costosísimos posesiones.
Y sin embargo, el bombardeo mediático nos incentiva llenar nuestras casas, nuestras bauleras y nuestras cajas de seguridad de estas cosas y nos sugiere que las otras son sentimentales y anticuadas,

Los escépticos intelectuales, ocupantes del lugar del supuesto saber, están siempre dispuestos a ridiculizar y menospreciar a los que seguimos hablando desde el corazón, desde la panza, o desde el alma, a aquellos que hablamos más de emociones que de pensamientos, mas de espiritualidad que de gloria y más de felicidad que de éxito.

Si alguien habla del amor es un inmaduro, si dice que es feliz es un ingenuo o un frívolo, si es generoso es sospechoso, si es confiado es un tonto y si es optimista es un idiota. Y si acaso apareciera como una mezcla de todo eso, entonces los falsos dueños del conocimiento, asociados involuntarios del consumismo diletante, dirán  que es un farsante, un improvisado y poco serio mercachifle (un chanta, como se dice en la Argentina).
Muchos de estos jerarquizados pensadores configuran a veces la peor de las aristocráticas y sofisticadas estirpes de aquellos que se muestran demasiado “evolucionados” como para admitir su propia confusión o infelicidad.
Otros están totalmente atrapados en su identidad y no están dispuestos a salir de su aislamiento por temo a que se descubra su falta de compromiso con el común de la gente.
A casi todos, seguramente, protegidos detrás de las murallas de su vanidad, les resulta difícil aceptar que otros, desde recorridos totalmente diferentes, propongan soluciones también diferentes.

Y sin embargo ya no se puede sostener el desmerecimiento de los vínculos y de la vida emocional. Cada vez mas la ciencia aporta datos sobre la importancia que tiene para la preservación y recuperación de la salud el contacto y el fluir de nuestra vida afectiva y lo  Necesaria que es la vivencia vincular  con los otros. Las investigaciones y los escritos de Carl Rogers, Abraham Maslow, Margarte Mead, Fritz Perls, David Viscott, Melanie Klein, Desmond Morris, y mas recientemente Dethefsen-Dahkle, Buscaglia, Goleman, Watzlawck, Bradshaw, Dyer y Satir, agregados a las impresionantes exploraciones y descubrimientos de Larry Dossey, nos obligan a replantear nuestros primitivos esquemas racionales de causa y efecto que la medicina y la psicología utilizaron tradicionalmente para explicar la salud y la enfermedad.

Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor y en nuestro interior, podremos percibir la ansiedad y la inquietud (cuando no el miedo) que despierta un posible encuentro nuevo. ¿Por qué?. En parte, porque todo encuentro evoca una cuota de ternura, de compasión, de ensamble, de mutua influencia de trascendencia y, por ende, de responsabilidad y compromiso.
Pero también, y sobre todo, porque significa la posibilidad de enfretarse con los más temidos de todos los fantasmas, quizás los únicos que nos asustan todavía más que el de la soledad: el fantasma del rechazo y el fantasma del abandono.
Por miedo o  por condicionamientos, lo cierto es que tenemos una creciente dificultad para encontrarnos con conocidos y desconocidos.
El modelo de pareja o de familia perdurable es, cada vez mas la excepción en lugar de la regla. Las amistades y matrimonios de toda la vida han quedado por lo menos “pasados de moda”.
Los encuentros ocasionales sin involucración y los intercambios sexuales  descomprometidos son aceptados sin sorpresa y hasta recomendados por profesionales y legos como símbolo de una supuesta conducta más libre y evolucionada.
El individualismo es presentado como el enemigo del pensamiento social, sobre todo por aquellos mezquinos  que en el fondo desprecian las estructuras sociales o se aferran a ellas con una especie de fundamentalismo solidario que legisla lo que no sabe cómo enseñar.
Las estadísticas no  son halagadoras. En nuestro país, en el quinquenio  1993-1998 hubo tantos divorcios como casamientos. Casi la mitad de los niños de las grandes ciudades viven en hogares donde está ausente  uno de sus padres biológicos, cifra que seguramente irá en ascenso si, como se prevé, dos de cada tres nuevos matrimonios terminará en divorcio.
Y las estadísticas de patología individual no son menos inquietantes: aumentos de índices de depresión en jóvenes y ancianos, crecimiento de las conductas de aislamiento, falta de oferta de grupos de encuentro y menos programas de actividades posibles para personas solas cada año.
Con ayuda o sin ella, las relaciones de pareja son cada vez más conflictivas, las relaciones de padres e hijos cada vez mas enfrentadas, las relaciones entre hermanos cada vez menos sólidas, y la relación con nuestros colegas y compañeros de trabajo cada vez más competitiva.
Al decir de Allan Fromme, nuestras ciudades con sus altísimos edificios y su enorme superpoblación son el mayor caldo de cultivo para el aislamiento. No hay lugar más solitario que la ciudad de Nueva York un día de semana a la hora pico, rodeado de veinte millones de personas que también están solas.

Nosotros somos los responsables de resolver y cambiar esta situación para quienes nos siguen y para nosotros mismos.

Pensar y repensar lo complejo de la relación entre dos o más individuos  lo complejo de la relación entre dos o más individuos únicos, distintos y autodependientes que deciden construir un vínculo trascendente es el desafío de este camino.
Quienes se animen a recorrerlo deberán estar preparados  para soportar las acusaciones de aquellos que todavía no lo han recorrido y de los que nunca lo recorrerán, quienes los tildarán, en el mejor de los casos, de soñadores y sentimentales.
Aprender a vivir en relación con otros es una tarea difícil, se podría decir artesanal, que requiere de técnicas delicadas y específicas que se deben adquirir y practicar antes de utilizarlas adecuadamente, del mismo modo que un cirujano no puede operar después de haber aprobado cirugía, un constructor requiere de entrenamiento antes de levantar un gran edificio y un cheff debe practicar durante años para encontrar la mejor forma de cocinar su plato preferido.
Y esto es, entre otras cosas, porque cada uno de nosotros es un gran enigma y por ende nuestras relaciones son un misterio gracioso o dramático, pero siempre impredecible.
Leo Buscaglia cuenta de un joven que, decidido a aprender a relacionarse mejor con los jóvenes de su curso universitario, se dirige a una librería y busca bibliografía que lo ayude.  En un estante perdido en el fondo de la librería encuentra un libro cuyo título lo atrapa, se llama Desde abrazar hasta amar. El joven compra el grueso volumen y sólo al llegar a la casa se da cuenta de que ha comprado el tomo 2 de una enciclopedia.

Alguna vez escribí que leer un libro era como encontrase con una persona. Decía yo que había libros sorprendentes y libros aburridos, libros para leer una sola vez y libros a los que uno siempre quisiera volver, libros al fin, mas nutricios que otros. Hoy, veinte años después, digo lo mismo desde otro lugar.

Encontrarse con otro es como leer un libro.

Bueno, regular, malo, cada encuentro con otro me nutre, me ayuda, me enseña. No es la maldad, la inadecuación ni la incompetencia del prójimo lo que hace que una relación fracase.
El fracaso, si es que queremos llamarlo así, es la expresión que usamos para decir que el vínculo ha dejado de ser nutritivo para alguno de los dos. (No somos para todos todo el tiempo ni todos son para nosotros todo el tiempo).
Cada uno de los encuentros en mi vida ha sido como cada libro que leí: una lección de vida que me condujo a ser este que soy.

EL HOMBRE: NATURALEZA SOLITARIA O VIDA SOCIAL


Como se sabe, filosofía significa ante todo preguntas y, a veces algunas respuestas siempre provisorias, nunca definitivas.
Los filósofos empezaron a pensar modernamente sobre el sentido de la vida en sociedad alrededor del siglo XV, cuando la verdad dejó de ser propiedad exclusiva del pensamiento escolástico y, por tanto, de los hombres ligados a la iglesia. Cancelado el monopolio y aquietada la persecución del pensamiento ilustrado, cada libre pensador empujó a otros a acordar y a desacordar, a desarrollar o a confrontar las nuevas ideas sociales y políticas. Así se fue configurando un entramado de diferentes posiciones sobre el porqué y el para qué de la relación del hombre con el grupo  social en el que se inserta.
La filosofía se vio forzada entonces a plantear la discusión sobre la esencia del ser humano.

Durante los primeros doscientos años de ilustración, los filósofos parecen acordar que la sociedad y la moral van en contra de la naturaleza humana, porque dicha naturaleza es solitaria, egoísta y anárquica.
Este punto es fundamental, porque a partir de esa idea queda establecido “oficialmente” que si bien la moral está muy bien la sociedad está muy bien y el control está muy bien... nada de eso es natural. Lo natural, advierten la mayoría de los filósofos, es la lucha del individuo por autoabastecerse, el intento de no depender de nadie. La naturaleza humana, se sostiene, sólo se fija en lo que necesita, en lo que le importa, en lo que mezquinamente desea. Todas las demás conductas, sobre todo las “sociales”, son una creación del hombre civilizado y, por lo tanto, antinaturales.
A finales del siglo XVI, Montaigne (1533-1592) ya sostenía que El hombre vive en sociedad porque lo necesita y no porque le agrade hacerlo. Sostiene que si dejáramos al hombre liberado a su propio deseo,  él preferiría estar solo, cuando el ser humano convive lo hace en un intento de aunar fuerzas para enfrentar la búsqueda de su propio bienestar.  A cambio de recibir el apoyo, la ayuda o la fuerza que le dan los otros, el hombre acepta pagar el precio de renunciar a muchos de sus deseos personales. Montaigne propone: Desatemos los lazos que nos atan a los otros y los que los atan a ellos a nosotros para que cada uno pueda vivir a su modo, y conseguir entonces que su satisfacción dependa de el mismo.

La idea de la naturaleza independiente dominó la historia de la filosofía moderna signando la búsqueda de la esencia de cada uno: el ser independiente sin ataduras con nadie. Montaigne es el primer filósofo que dice que la dependencia no sirve porque nos ubica en lugares complicados respecto de los demás.

Si Montaigne ponía el acento en desatarnos, en abolir la dependencia, Pascal aporta una mirada analítica: No  importa si nos desatamos o no, se trata de lo que hacemos sino de establecer el porque lo hacemos. Lo que sucede es que no estamos satisfechos con la vida que llevamos, y entonces nos juntamos para vivir un poco la vida de los otros. Queremos vivir en la vida de los demás y por eso nos esforzamos en que los otros nos acepten.
Según Pascal (1623-1662), esta dependencia es parte de nuestra miseria y deberíamos deshacernos de ella. El cree que nos quedamos colgados de la vida de los demás justamente porque no estamos llegando a ser lo que deberíamos ser.
La Bruyère (1645-1696), como vimos, cree que el ser humano es ermitaño por naturaleza y que lo social y lo gregario aparecen como creaciones humanas. Y sus ideas establecieron lo siguiente.
Al individuo no le gusta compartir la presa que cazó, pero la comparte porque la sociabilidad se ha vuelto para él una regla que acordamos por una u otra razón. La naturaleza humana no sólo es egoísta, sino más aún insaciable y solitaria.

A partir de esta idea de la esencia solitaria del ser humano, aceptada con mas o menos agrado en la época, aparecen dos posturas filosóficas totalmente diferentes: una dice que hay que combatir esa tendencia porque es perjudicial para la sociedad y otra opina que hay que glorificarla y darte más fuerza. Para uno, lo ideal tiene que someterse a lo real, para los otros, lo real debe someterse a lo ideal.

    
El  primer filósofo que dice que hay que combatir la naturaleza solitaria y bárbara del hombre se llamaba Maquiavelo.
Para Maquiavelo (1469-1527), como se sabe, la sociedad era importante como mecanismo de control para enfrentar los intereses particulares y personales de la naturaleza humana. La vida sería permanentemente una lucha a muerte donde cada uno trataría de matar al otro para conseguir lo que quiere. Según él, la gran habilidad del ser humano consiste en dominar los intereses personales para conseguir que la sociedad lleve a la superación del individuo como un todo, porque si la sociedad no cumpliera con esta pauta la vida sería una constate rivalidad

Esta idea, muy conocida, fue retomada por Hobbes (1588-1679) en la famosa frase: “el hombre es el lobo del hombre”, lo cual parece significar que, en tanto depredadores, ante una presa deseada, dos hombres van a pelear a muerte por obtenerla si no son capaces de acordar previamente algo que los condicione a no rivalizar.
Lo que Hobbes decía, y Maquiavelo o Montaigne avalaban, es que nosotros somos esencialmente solitarios, y que la dependencia con los otros surge desde nuestro propio concepto de preservación. Los hombres nos juntamos con los otros porque de alguna manera nos conviene, y si no nos conviniera nos mantendríamos mas independientes y aprenderíamos, como dice Pascal, a ser felices solos, a bastarnos con nuestra propia vida.

Estamos en los siglos XV, XVI, épocas de violentas turbulencias sociales y de cuestionamientos políticos al orden vigente. Maquiavelo enseña que si el hombre no estuviera sujeto a reglas y prohibiciones viviría en una guerra perpetua por el poder. Porque es justamente el poder lo que daría la posibilidad de tener lo que el individuo desea esencialmente.

La Rochefoucauld (1613-1680), por su parte, cree que la vida en sociedad es absolutamente imprescindible para poder sobrevivir, y si no existieran las reglas sociales, si se dejara al hombre librado a su naturaleza, la idea de que el hombre es el lobo del hombre (Hobbes) sería confirmada en los hechos permanentemente. Según La Rochefoucauld, no podemos arriesgarnos a dejar que esta naturaleza se manifieste sin censuras, por lo cual propone combatirla moralmente, con educación, con pautas. La vida en sociedad, dice La Rochefoucauld, restringe los apetitos inmoderados del hombre y le impone el ideal social:
El yo quiere erigirse en el centro de todo, quiere dominarlo todo, por lo tanto hay que tratar de combatir a ese dominador con reglas sociales que sean suficientemente estrictas y rígidas como para frenarlo, porque de lo contrario esta ambición desmedida de poder, esta sed de dominio, terminarían dominando la historia.

En este punto del planteo aparece  el pensamiento de un filósofo más conocido por nosotros: Emanuel Kant (1724-1804). El dice: El ser humano vive en una insociable sociedad, queriendo decir que la sociedad, lejos de ser una cosa elegida por el ser humano, es una transacción, algo  que concretamente hace para poder responder a una necesidad. Según Kant y tal como decía La Bruyère, la naturaleza del ser humano es la soledad, pero agrega que este ser socialmente inepto, egoísta y solitario tiene tres necesidades básicas: sed de poder, sed de bienes materiales, y sed de honores.

Kant abre el pensamiento a los que siguen, comparte con Maquiavelo la idea de que el hombre necesita dominar, y con Hobbes la idea de la necesidad de tener posesiones. Lo nuevo en el pensamiento de Kant se vincula con la necesidad del hombre de ser honrado (en el sentido de aplaudido, glorificado, admirado). Es posible que el hombre tenga bienes sin necesidad de que existan los otros, pueden tener dominio sobre su heredad, sobre la tierra y sobre los animales sin que existan los demás, pero ¿cómo podría tener honores en soledad?. Para tener quien lo honre, necesita de otro.
Así, para Kant,  creamos una sociedad para que nos dé el honor que necesitamos porque solos no podemos conseguirlo.
De alguna manera con Kant, seguimos manteniendo la idea principal: hay  que combatir la naturaleza solitaria del hombre porque de lo contrario la humanidad no puede subsistir.
Como dije antes, hay pensadores que lejos de combatir la naturaleza solitaria del hombre  piensan que hay que hacer lo contrario: glorificarlo.
Desde Cicerón (106-43 a. C.9) (hay que dejarse fluir y ser... y  dejar que el otro opine) hasta Diderot (1713-1784) (el interés gobierna la conducta pero hay que dejar que el ideal se someta a lo real), muchos filósofos construyeron planteos provocativos para convencer a sus contemporáneos de dejar que la naturaleza prive sobre el condicionante. Dentro de esa línea quiero referirme sobre todo a dos pensadores muy conocidos e importantes aunque no siempre, creo, bien entendidos: Sade y Nietzsche.

Sade (1740-1814), se preguntaba: ¿Por qué dejar que mis intereses personales y mis propias inclinaciones estén liberados a lo que la sociedad me permite o no me permite?. ¿Por qué no sentirme a mi mismo libre de salir a procurarme aquello que me gusta?. ¿Por qué tengo que condicionar mi placer al permiso del otro. ¿Quién es el otro para decirme que puedo tener o que no puedo tener?. ¿Por qué no ser realmente como digo que soy y juntarme solamente con aquellos que comparten conmigo mi propia manera de encontrar las cosas que necesito, para juntarnos a disfrutar de ellas sin depender de la aprobación de los otros?.
Según Sade, si yo soy esencialmente libre y esencialmente humano, no tengo que depender del permiso del otro. Soy un adulto, y por lo tanto yo mismo soy el que tiene que decidir que está bien y que está mal para mi y, a partir de ahí, salir a buscarlo.
Su planteo  consiste en aceptar la naturaleza independiente del ser humano en lugar de combatirla para que luego cada uno sea el dueño de su propia vida.
Nietzsche (1844-1900) hablaba del “superhombre” (si el hombre llegara a ser lo mejor de si mismo, dejaría de depender de los otros). Sostenía que los seres superiores son independientes de los demás para saciar la sed a la que Kant hacía referencia. Para Nietzsche, los bienes los honores, y el poder no se consiguen dependiendo de la mirada bondadosa del otro, ni con la más adecuada inserción social, se consiguen simplemente peleando por conseguirlos y ganando la pelea.
El pensamiento de Nietzsche está muy relacionado con el planteo del anarquismo cuando dice: Mis semejantes son siempre mis rivales o mis colaboradores. Es decir, yo tengo un interés, un deseo, una voluntad, y entonces me encuentro con otro que, como tiene mi mismo deseo, tiene dos posibilidades, si hace alianza conmigo, es un colaborador, si decide competir conmigo por la cosa es un rival, si no lo puedo hacer un aliado se volverá un enemigo. De modo que, viviendo entre colaboradores y rivales, o condiciono y manipulo el afuera para que se transforme en un colaborador (Maquiavelo) o directamente rivalizo con el otro y peleo por vencerlo.
Pero Nietzsche se pierde cuando  descree de toda colaboración. El considera que la pelea por las cosas es inevitable, y entonces concluye que el mundo es de los fuertes, de aquellos que pelean y ganan la pelea. En relación a esto establece una moral de amos y una moral de corderos. La moral del amo es la de aquel que es fiel a su propia esencia, a su propio deseo. La moral de corderos es la de aquellos que se sienten y se saben débiles y entonces se juntan con otros confromándose con la mera supervivencia.
Para Nietzsche, los corderos desarrollan sentimientos “inferiores” como la piedad, la conmiseración y el miedo  a estar un día en un lugar del que padece. Para este filósofo, la caridad funciona desde esa moral de corderos. La moral de superhombre, como el llama, será la de alguien que no dependerá de que el otro apruebe o no apruebe, como decía Sade, sino que será leal a sus propios principios mas allá de la aprobación o el permiso de los demás.
Cuando Nietzsche habla de la moral del superhombre se refiere a dos cosas: una fundamental: reinar en soledad, y otra alternativa: someter al que se oponga. Puesto en primera persona esto  se enuncia así:  yo soy solitario, sé lo que quiero, sé adónde voy y no molesto a nadie, pero si te oponés, entonces te someto o te destruyo.
Según Nietzsche, la sociedad en la que vive,  a la cual llama sociedad burguesa, se ha conformado con la moral de los corderos: proteger a los débiles, encontrar la postura mas cómoda y unirse a los demás buscando fuerzas.

Queda claro que Nietzsche se opone a lo que afirmaba Hobbes. Un hobbesiano que leyera a Zaratustra diría que si uno dejara salir su esencia (el superhombre) se dedicaría a destruir a los demás.
Nietzsche dice:
Dejamos que el individuo solo encuentre su lugar y entonces la competencia no surgirá, porque cada uno dejará de estar mirando lo que el otro hace y dejará de querer lo que el otro tiene.

Mas allá de la discusión sobre si el control de esta naturaleza solitaria es deseable o indeseable, lo que estos pensadores trataban de demostrar es que, combatiéndola (pensando que el hombre en absoluta libertad terminaría matando al otro) o glorificándola (enarbolando la bandera de que en libertad el hombre viviría sin molestar a nadie), en ambos casos, vivir en sociedad es una conducta aprendida y antinatural.
Desde este razonamiento aparentemente inapelable sólo tengo dos alternativas:

1- Acepto la tendencia solitaria del ser humano a pesar de su insoportable vulnerabilidad, y por ende acato la idea de que por conveniencia debo renunciar a mis necesidades egoístas para poder convivir con los demás de quienes de alguna manera dependo.

2- Sostengo que puedo prescindir de juntarme con los demás y me alineo en la idea ser autoabastesente, renunciando a la necesidad de quedar colgado de otro que se haga cargo de mi. Concluiré creyendo que, dominando mis inseguridades, no necesito para nada vivir en sociedad.

¿Habrá otra posibilidad?

A comienzos del siglo XVII aparece Rousseau (1712-1778)  para dar vuelta el planteo y  revolucionar las ideas que se tenían hasta ese momento. Porque Rousseau es el primero de su época que dice: es cierto que el ser humano se asocia con los otros para cazar, para ser más fuerte, para tener un colaborador en un determinado fin, pero también es cierto que a veces se asocia sin ninguna razón. Y entonces se pregunta: ¿qué otra razón lleva al ser humano a asociarse con otros seres humanos?. Y sugiere que dicha razón debe estar en su naturaleza.
A diferencia de los filósofos anteriores, Rousseau concluye entonces que, lejos de ser solitaria, la naturaleza del ser humano es gregaria, social. Para él, lo que antes era visto como naturaleza solitaria y bárbara del hombre forma parte de su alejamiento de la sociedad. Plantea esa manifestación como un resultado posterior en lugar de una condición previa.
Por otro lado, Rousseau dice que el individuo tiene dos amores: el amor propio y el propio amor. Llama amor propio  a lo que nosotros llamaríamos hoy vanidad, y propio amor a lo que hoy llamaríamos autoestima.
La vanidad me lleva a conseguir lo que necesito por la utilización de los demás, a utilizar a los otros para congraciarme. Así quiero los honores (Kant) para sentirme bien, y entonces busco a los demás para que me honren. Pero también me relaciono con los demás por la necesidad  de ser considerado por el otro y llenar así nuestra olla de autoestima.
Cuando Rousseau llega a esta idea, la relaciona con la idea aristotélica de que el hombre que no reconoce que necesita la vida en sociedad (o que no vive en sociedad) o es un dios o es una bestia. Esta frase de Aristóteles (384-322 a. C.) ya la había tomado Nietzsche afirmando: entonces seamos dioses, reconozcamos que no necesitamos de los otros. Pero  Rousseau afirma: no somos ni bestias ni dioses, somos seres humanos, y por lo tanto necesitamos esencialmente la consideración de los otros. Se refiere entonces al mito de Aristófanes, de Platón (428-348 a. C.). la característica que tiene este personaje es que se siente incompleto y busca bienes, triunfos militares, parejas, tiene hijos y nunca se siente satisfecho, hasta que un día se sienta en una mesa con alguien que le dice: “Eres Aristófanes, yo te conozco”, y cuando el otro le dice esto, Aristófanes se siente por fin completo.

Aristófanes representa aquí la inconpletud que sólo se resuelve cuando alguien te describe. Rousseau opina que el ser humano se junta con otros, no por utilidad, sino porque sin los otros se siente mutilado. La gran diferencia con Kant y La Bruyère es que para Rousseau la incompletud es parte de la naturaleza humana.
Rousseau es el primero que dice:

La naturaleza humana consiste en sentirse incompleto en soledad.

Esto  es lo opuesto de La Bruyère, quien decía: la naturaleza humana es la soledad y la sociedad surge como una necesidad propia de reconocimiento y valoración, de aplausos, de honores.
Dice Rousseau: El salvaje vive en si mismo, y cree que no necesita a nadie, el hombre sociable vive en manada y obtiene de los demás protección y reconfirmación de su existencia, aplauso o alabanza. El verdadero ser humano se relaciona porque sólo así tiene sentido su vida.

Esta idea tiene tanta fuerza y es tan revolucionaria en la historia de la filosofía, que empieza a modificar el pensamiento político de su entorno.
Soy incompleto si no tengo al otro, no tiene sentido mi vida si no tengo al otro, no puedo significar mi vida si estoy solo, dice Rousseau.

Las ideas de Rousseau tienen dos derivaciones importantísimas para la historia moral. Una es el pensamiento de Adam Smith (1723-1790), un economista muy ligado a la evolución de la humanidad y los procesos sociales. El empieza a traer la idea de la necesidad de aprobación diciendo que no nos alcanza solamente con que el otro esté y nos reconozca, necesitamos además que nos apruebe. A tal punto llega esta concepción en su r afirmando que la búsqueda de la posesión de bienes no es por la riqueza en si misma, sino porque uno sabe que con las posesiones se gana la simpatía y la aprobación de los otros. En ve z de pensar en una sed esencial del hombre, piensa que esto  le permite al hombre sentirse mas completo.

Adam Smith es el primero en decir que  la indiferencia del afuera es tan terrible que puede llegar a matar. La frase: “lo mato  con la indiferencia” está originada en su pensamiento. La mirada del otro es para él una necesidad, no podemos sobrevivir si no h ay por lo menos alguien que nos dé su aprobación, y los bienes materiales son exactamente para esto. El sujeto, decía Smith, está incompleto y necesita de los otros para forjarse su identidad.
Como única alternativa para resolver esta dependencia sin colgarse de los demás, propone una posibilidad que estará reservada sólo para algunos: Dios. Si yo no quiero vivir dependiendo de que otro me califique, siempre me queda la posibilidad de creer que Dios es el que me puede dar esta aprobación.
La fe aparece como un recurso que me devuelve la independencia y la fortaleza sobre mi mismo, reconociendo mi necesidad social pero otra vez volviendo a la primera idea de La Bruyère: la soledad. Ahora puedo estar sin nadie, no me importa, El Jefe me va a dar su aprobación y nunca me sentiré solo, inseguro ni incompleto.

La evolución posterior ha dado algunas otras soluciones para este tema: la conciencia, el superyo. La idea moral y ética de los principios no es ni mas ni menos que la introyección, la puesta adentro, de la aprobación supuesta de los demás.
Yo me siento completo únicamente si hago las cosas de acuerdo con mi conciencia, de lo contrario me siento mal, insatisfecho.
El superyo, la moral, la ética, la sociedad como una abstracción, en última instancia son la respuesta a la necesidad de la búsqueda de simpatía y aprobación de los demás.

Georg Hegel (1770-1831), el último pensador de la época, es tan importante y revolucionario que va a influenciar a todos los que le siguen (Freud, Lacan, Adler, Perls, Pichón Riviera, etc.).
Hegel toma las ideas de Rousseau y las desarrolla a niveles inconmensurables. Dicen los que han estudiado que el pensamiento de Hegel era tan avanzado para su época que nadie lo entendía. Pasaron muchos años antes de que la humanidad pudiera entender lo que Hegel quería decir.
Todo lo que nosotros sabemos de este pensador es lo que Kojeve escribió en el libro Interpretando a Hegel (muchos dicen que tampoco Kojeve era muy fiel a lo que Hegel decía).
A la idea de Rousseau, Hegel le agregó que la incompletud no se resuelve ni con el reconocimiento, ni con la aprobación del otro. Hegel decía que lo que el individuo necesita, no como una cosa aprendida, sino cono condición de su humanidad, es mucho mas: es la admiración de otro.
El individuo necesita que haya alguien que lo valore, que lo reconozca, que lo aplauda, no alcanza con que el otro le diga “Eres Aristófanes” (porque cuando Aristófanes recibe esta mirada, no es la mirada de alguien que lo reconoce, es la mirada de alguien que le da el reconocimiento que implica su admiración, dice Hegel).
Para él, la continua lucha del ser humano es por conseguir que alguien lo valore, le dé un lugar de importancia. Si no fuera así, se quedaría con esta sensación de incompletud, se sentiría mutilado, no tendría la posibilidad   de sentirse satisfecho.
Hegel coincide con Rousseau en que la esencia del ser humano es sociable. El dice: el ser humano  solo y único en el mundo no sería un ser humano, sino un animal.
Estamos en 1780 y, a partir de ahí, el gran plateo hegeliano nos complica porque las cosas empiezan a mezclarse...
Así como en el pensamiento de Nietzsche se basaron algunas ideas políticas, las nazis entre otras, en las ideas de Hegel, su filosofía y el planteo del amo y el esclavo, se apoyaron varias corrientes ideológicas, entre otras, el marxismo y la fundamentación del materialismo dialéctico.
Hegel dice: siempre que hay dos individuos, cada uno de ellos quiere la admiración del otro, y en esa competencia, uno va a triunfar y el otro no. La historia de la humanidad es la sociabilidad  a partir del esquema donde entre dos que se encuentran uno tiende a ser el amo y el otro tiende a ser el esclavo.
No es una idea complicada, miremos la historia de la humanidad y veremos que en realidad siempre hay dos bandos que están peleando por ser el amo y dejar al otro en el lugar del esclavo. Y esto no tiene que ver con conseguir el placer sádico de esclavizar al otro, sino con lograr, dice Hegel, su admiración conseguir que me idolatre, que me ponga en un lugar superior, el lugar de amo. Hace recordar un poco a Nietzsche, a la moral del superhombre y el cordero, ¿verdad?.

Establecido el ganador, todo parece resuelto, pero aquí aparece la paradoja: Recordemos que estamos partiendo de la idea que la completud humana se consigue solamente cuando uno recibe la admiración del otro, y por lo tanto, los que no la reciban quedarán incompletos y perderán su condición mínima de dignidad humana.
En esta batalla entre futuros amos y futuros esclavos, donde estamos compitiendo por ver quién es quién, supongamos que sos el que gana. Vos sos el amo y por ende yo soy el esclavo y lo admito. Ahora, sos un ser humano completo, has conseguido la admiración de alguien, la mía. Yo soy el esclavo y he perdido, vos no  me admirás, todo lo contrario, me despreciás. Vas a decir. Yo gané, vos sos el esclavo, vos no sos ni siquiera un ser humano vos no valés. Y cuando no soy ni siquiera un ser humano completo y soy despreciable... mi admiración deja de servirte. Entonces Hegel dice: el final del camino del amo es irremediablemente el vacío existencial, porque cuando finalmente consigue la admiración que necesita, ésta pierde sentido y la desprecia.
(Pequeña derivación cotidiana que veo todos los días: “Quiero que me quieras, quiero que me quieras, quiero que me quieras,.. Pero cuando consigo que me quieras, me doy cuenta de que sos un tarado, quizás por querer a un tipo como yo y ahora te desprecio, y ahora no me importa tu cariño”).
¿Qué hace entonces el amo?. Busca a alguien más, porque la verdadera historia del amo es que siempre tiene que buscar a alguien valioso que le dé la admiración que necesita.
Para Hegel, irremediablemente, los amos están condenados a buscar un tercero, el mundo no se puede plantear de a dos, el mundo se plantea de a tres. ¿Por qué?. Porque hace falta un testigo, alguien que testifique que yo sometí al otro. Con lo cual ese tercero, que no es mi sometido, me va a admirar por haber sometido a mi esclavo.
La trama vital por lo tanto requiere de tres personajes: A que pelea con B y lo vence y C que es testigo de la batalla y concede a  A la admiración por ser el vencedor (sin el testigo del triunfo éste no tiene mérito ni trascendencia). Los tres personajes, nos aclara Hegel, son igualmente necesarios aunque sus roles distan mucho de ser rígidos o permanentes.
En efecto, una vez que  A vence a B, y B es descalificado como admirador, pasado el primer momento de plenitud frente al aplauso de C, se plantea lo irremediable: entre A  y C ¿quién está por encima y quién por debajo?. Deberán competir entre sí, y cuando esto suceda, no importa quién triunfe – y esto es lo más interesante -, el vencedor necesitará que B, el antes esclavo, sea testigo.

El ciclo se ha completado y vuelve a comenzar infinitamente.
La paradójica lucha del amo y el esclavo. La eterna lucha de quién está por debajo de quién y hasta cuándo.

Hegel dice que la historia de la humanidad está cifrada por esta lucha, quién somete a quién en presencia de quién.
Necesito que me den admiración pero en esta búsqueda siempre voy a terminar compitiendo con alguien, en una lucha dinámica donde el derrotado se transformará tarde o temprano en un  personaje importante: el testigo de una nueva situación.

Por supuesto que las ideas de Hegel existían antes de Hegel, como las ideas de Nietzsche existían antes de Nietzsche, y las ideas de Aristóteles antes de Aristóteles, porque las ideas no son patrimonio de aquellos que las dijeron, pertenecen a la humanidad. Y esta historia que la izquierda utilizó para explicar la lucha de clases es para Hegel la historia de la humanidad.
Esta es, dice el filósofo, la verdadera historia del hombre y la mujer frente al pecado original, es la historia de Caín y Abel, es la historia de Zeus y Cronos, es la historia de Castor y Polux, es la historia de todos los duelos míticos donde, en realidad, nunca hay sólo dos, siempre hay tres: dos que pelean por la aprobación de un tercero.

Esto es lo que Freud  (1856-1939) vuelve a tomar cuando habla del conflicto edípico. Un conflicto planteado entre tres: un hombre, una mujer y un hijo. Una historia de rivalidades sobre quién es el amo, quién es el esclavo, quién es el testigo, un juego de rivalidades que aparece como el mito de Tebas.
Para Freud, toda la historia de la humanidad es una repetición del conflicto edípico. Leyendo a Freud uno podría explicarse todos los fenómenos humanos, como podría explicarse toda la historia desde Montaigne o desde Nietzsche. Quizás sea cierto que en cada pequeño misterio  que se resuelve, se resuelve el misterio del universo, cada vez desde un lugar diferente, cada vez desde un lugar nuevo, cada vez desde un lugar mejor.
Siempre asocio este planteo con una antiquísima parábola que una vez me contó un talmudista:
Para el judaísmo , el lugar mas importante de la tierra era el altar del gran templo de Jerusalén, el momento más importante del año era el día de Iom Kipur cuando las puertas del arca se abrían para exponer la Torá ante el pueblo de Israel, y la persona mas importante de todas era el Gran Rabino que oficiaba el servicio ante toda esa concurrencia. En  ese instante la conjunción era única: la persona mas importante, en el lugar mas importante, en el momento mas importante. La tradición judía señala que si en ese preciso instante un mal pensamiento hubiera pasado por la cabeza de ese hombre, el mundo entero habría sido destruido... Cuenta el Talmud que en realidad cada hombre es tan importante como el Gran Rabino, cada lugar es tan sagrado como aquel templo y cada momento tan trascendente como la apertura del arca. Cualquier pensamiento dañino, en la mente de cualquier hombre, puede en cualquier momento destruir al mundo.

Cuando uno lee el pensamiento de Hegel, se dice: es cierto, la humanidad realmente se ha manejado así. Y sin embargo lo que Hegel describe no es un modelo funcional de la sociedad, sino una situación social específica, que es la situación de rivalidad, la situación de la batalla, de la guerra. Debe existir otra posibilidad que la de competir  por el espacio de admiración..

Sobre finales del siglo XIX, principios del siglo XX empiezan a revisarse estas ideas y se hacen críticas importantes a Hegel y a sus seguidores.
Los post-freudianos critican el modelo del conflicto edípico como explicación universal. Acusan al psicoanálisis de volver demasiado a La Bruyère al sostener que el ser humano es esencialmente solitario y que se conecta con los otros por un tema de necesidad (que define sobre todo desde la teoría de lo sexual).
Freud se destaca por darle a la sexualidad el lugar de pivote sobre el cual giran casi todas las cosas. Si bien hay que aclarar que para Freud el significado de “sexual” difiere mucho del concepto coloquial de la palabra. Para el gran maestro lo sexual refiere a la libido, a la energía que ponemos al servicio de las cosas, es decir al interés sobre hechos y personas. Lo sexual es mucho mas que genital y puede no tener ninguna relación con el pene o la vagina.
La idea sería aproximadamente la siguiente: Partiendo  de la idea de La Bruyère que sostenía que el hombre se asociaba para satisfacer un deseo que no puede completar en soledad, el pensamiento psicoanalítico concluyó que si el otro es un objeto de deseo para mi, esto me llevará a juntarme con el. Hasta el concepto del instinto de muerte que liga al inconsciente con la búsqueda de la autodestrucción suena ligado a la historia del aislamiento esencial al que tendemos a volver (con la idea de la sociedad como algo antinatural metido a presión en el ser humano).
Si bien Freud es muy posterior, de alguna forma está retomando aquellas ideas de La Bruyère, de Montaigne y de Hobbes, a quien sita. La naturaleza humana, como el inconsciente, es esencialmente solitaria y egoísta y se rige por el principio del placer.
Así que el debate no termina en Hegel, ni en Nietzsche, ni se termina en ninguno de estos pensadores. El debate sigue y posiblemente seguirá. Porque es muy difícil decir: ahora que tenemos todo sobre la mesa, éstos son de verdad los que dan origen a todas las ideas.
Porque cuando después aparecen Adler, Fromm y otros criticando las ideas de Freud, lo hacen también apoyados en los que criticaron en su tiempo a La Bruyère o a Maquiavelo.

¿Pensar al hombre como un ser solitario por naturaleza (como decía Montaigne o como dice también el psicoanálisis en un principio) o como un ser esencialmente gregario y de alguna manera incompleto cuando está solo y que necesita de los demás para sentirse completo  (como sostenía Rousseau)?.
En este debate, los filósofos han preferido predominantemente  la idea del ser humano como solitario. Sin embargo, hay un pensador ruso contemporáneo llamado Todorov, un señor de rulitos que vive en Francia, que tiene un planteo muy interesante sobre este asunto.
Todorov dice que la historia de la filosofía ha tomado prioritariamente  la idea del individuo en soledad por tres razones.
La primera, porque el filósofo es un individuo solitario y se toma a sí mismo como referencia.
La segunda, porque la pelea y la rivalidad hegeliana ciertamente encaja mejor con el origen de la humanidad ligado a los  mitos (Caín y Abel, Cronos y Zeus). Todorov dice que la historia de la humanidad siempre empieza con una lucha porque los que la escribieron son hombres y no mujeres. Es decir, la maternidad, que es el verdadero origen de la humanidad, está excluida de la historia, y de estar incluida haría un origen no belicoso. Pero el hombre no pare los hijos, el hombre no pelea, entonces la filosofía escrita por hombres ha generado una historia de la humanidad originada en mitos de pelea y rivalidad y no en mitos de parto y amores.
El tercer punto que me interesa de Todorov es el siguiente: la soledad del hombre es como una postura amarillista, simplificadora, porque es fácil pensar que primero fue la ameba y que los seres multicelulares aparecieron después. Es decir, él cree que es una postura facilista pensar primero el individuo solo y después la vida en sociedad, ¿por qué no pensar que aparecieron simultáneamente? Todorov opina que la humanidad le gusta autocriticarse, leer los crímenes, los asesinatos, la prensa amarilla.
Entonces es mucho mas atractivos pensar que el ser humano es destructivo y cruel, que pensarlo necesitado de los demás. Y yo modestamente coincido. Pensar que el ser humano necesita del otro para que lo mire y lo quiera tiene mala prensa. Es mas popular decir que el hombre es básicamente malo que decir que es esencialmente bueno.
Después de Freud, Adler retoma a Hegel para cuestionar al maestro. Adler sostiene que la rivalidad del triángulo edípico no comienza con la sensación de desvalorización del niño frente a su madre, sino cuando aparece el padre. Es la aparición del tercero lo que trae la rivalidad, porque hasta ese momento la relación entre la madre y el hijo es de puro amor. En efecto, contrariando a Hegel, la relación entre madre e hijo es un vínculo entre dos que no plantea la competencia por la admiración ni el sometimiento del otro.
La discusión es terna, y se relaciona con la otra idea arquetípica del psicoanálisis: el trauma del nacimiento. Para Freud, nacer es abandonar un lugar maravilloso que es el útero materno, donde somos acunados, alimentados y protegidos. Dicho así, suena muy terrible. Sin embargo, esta conclusión es producto de una interpretación de Freud, pero no es la única interpretación posible. Porque el útero materno es un lugar maravilloso  hasta el cuarto o quinto mes, después empieza a ser tan incómodo que si el bebé no nace a los nueve meses se muere por falta de oxígeno.
Yo creo que el bebé nace porque ya no soporta mas, porque necesita liberarse de este lugar que en realidad está asfixiándolo, apretándolo, en cuanto  el cuello del útero se dilata el bebé se toma un trabajo muy grande para nacer. Nace para liberarse de una situación que alguna vez fue maravillosa y que hoy es de terror, así que nacer es el alivio de una situación de cárcel donde si se queda se muere.

En la vida hay situaciones muy parecidas. Te sentís mal hasta que tocás fondo y entonces decidís hacer un esfuerzo, un movimiento, buscando la salida. Quizás sea tan parecido, que a veces no nos animamos a pensar que es lo mismo que nos pasó en la panza de nuestra madre: que una vez fue maravilloso y que ahora es asfixiante, y nos quedamos ahí porque una vez fue maravilloso.
Aprender que el parto es un hecho liberador nos enseña a revisar si las situaciones actuales que vivimos no han dejado de ser maravillosas, y por haber sido antes placenteras las seguimos considerando así aunque hoy sean desastrosas.
De alguna forma, es tan difícil cuestionar a Rousseau como no acordar con Hegel. En última instancia, cuando pensamos y decimos, ponemos en palabras cosas contradictorias con lo que otros piensan y dicen. Lo novedoso de nuestro tiempo es que, en el estado actual de nuestro conocimiento, podemos admitir que planteos opuestos entre si pueden ser ciertos aunque se contradigan. Quiero decir, toas las ideas coexisten y quizás todas sean en parte verdaderas, aunque esto no debe evitar que tomemos una posición personal en cada punto.

Personalmente, yo creo que Rousseau tenía razón: si no existe otro en nuestra vida, aparece la sensación de incompletud.
La definición de la identidad personal pasa necesariamente por el hecho de que haya habido otro que diga: éste sos, como en el caso de Aristófanes.
Un otro  que simpatice conmigo, que me dé su reconocimiento y que me haga saber de su aprobación.

Narciso era un joven muchacho, tan hermoso que hasta las deidades del Olimpo celaban su belleza. Un día, mientras tomaba agua en un estanque, Cupido fue mandado por los dioses para herirlo con una de sus flechas. Así fue como Narciso se enamoró de su propia imagen, tanto, que ninguna otra persona volvió  a parecerle atractiva, aunque todas seguían enamorándose de el. Ese era el resultado deseado por los dioses, el sufrimiento infinito de verse privado del placer de amar.
Eco, por su parte, también había sido  víctima de un conjuro, la esposa de Zeus le había quitado el don del habla.
Afrodita, la diosa del amor y de la belleza, se había compadecido de Eco y no pudiendo deshacer el hechizo anterior, lo atenúo permitiéndole hablar pero sólo repetir lo que otros le dijeran.
Cuenta la leyenda que un día Narciso caminaba por la orilla de un río, triste como siempre, sufriendo su pena, y desde detrás de un matorral Eco  lo  espiaba. Como todos los que se cruzaban con Narciso, también Eco se enamoró del joven pero no se animó a salir a su paso dado que nada podría decirle salvo que él le hablara primero. Dolorida por su condena, Eco lloró.
- ¿Quién está allí? – preguntó Narciso al escuchar el  llanto.
- ¿Quién está allí? – contestó Eco.
- Soy yo, Narciso. ¿Y tú quién eres?
- Soy yo – repitió Eco.
- Sal a la luz, quiero verte – dijo el joven.
- Quiero verte – dijo Eco.
- Ven aquí entonces – comandó Narciso.
- Ven aquí – repitió Eco -, ven aquí.
Narciso temió una nueva trampa de los dioses y no se atrevió a internarse en la espesura.
- ¿Tu no entiendes que necesito amar a alguien? – preguntó Narciso.
- Tú no entiendes – contestó Eco llorando.
- Si no sales ya mismo... – exigió Narciso - ...vete y adiós.
- Adiós – repitió Eco -, adiós... adiós...
El bello joven se dio cuenta de que el amor por fin llegaba a su  corazón. Quizás porque al no ver a su amada no había tenido una imagen con quien compararla, quizás porque su voz solo le devolvía sus propias palabras... lo cierto es que sin razones para el, Narciso finalmente se había enamorado.
- Vuelve por favor – gritó -. Yo te amo.
Pero era tarde... la doncella ya no podía escucharlo.
Narciso se sentó junto al río y lloró.
Lloró como nunca había llorado, toda esa tarde y también toda esa noche. Tanto lloró Narciso que por la mañana, al salir el sol, su cuerpo se había secado y el joven amaneció transformado en una flor: el narciso, que desde entonces crece en las orillas de los ríos reclinado sobre el agua como llorando sobre su imagen reflejada.
Lo que Narciso recibía de Eco era el reflejo de su propia palabra, pero como estaba enamorado de su imagen, no tenía mas remedio que enamorarse de su propia palabra, que era lo único que Eco podría decir.
En el mito, el espejo no es sólo de imagen, también de palabra.

El mundo externo es una percepción, una abstracción. Yo tengo un registro interno del afuera. Por eso tengo que tratar de entender que el mundo del otro no es el mío, que no hay un mundo que podamos compartir. Podemos hacer un espacio común y transitar por el. El mundo externo es el estímulo y el mundo interno es la percepción, pero yo no tengo trato con el mundo externo.
Por ejemplo, yo te veo, para mi, vos sos como yo te veo. Ahora, ¿cómo sos vos?. Que sé yo, cómo  podría saberlo. Lo único que yo sé de vos es como yo te veo. Del mismo modo, lo que vos sabés de mi es lo que vos ves, no lo que yo  soy. Es decir, no hay un mundo externo sobre el cual se pueda referenciar. La mirada de las cosas tiene una cuota de relatividad tan grande que las cosas se interpretan dependiendo de cómo se vean.

Un señor llamado Paul Watzlawick cuenta que en un laboratorio donde se hacen experimentos con animales, un investigador está tratando de hacer un reflejo condicionado con dos ratas en un laberinto. Entonces, cuando el señor de guardapolvo blanco entra, una ratita le dice a la otra: “¿Ves a ese señor de guardapolvo blanco?. Lo tengo totalmente amaestrado, cada vez que yo bajo esta palanca, me da de comer”.

Dos maneras de ver el mismo proceso, la situación es exactamente la misma.
Admitir que el único mundo es el interno implica confiar en la esencia del ser humano. Para creer que el único acceso al mundo es mi percepción, tengo que imaginar al hombre esencialmente bueno, noble, generoso y solidario. Si yo pienso que el ser humano es dañino, perverso, cruel y demás, tengo que restringirlo, no puedo dejarlo en libertad.
Afortunadamente, hay seres humanos de estos dos tipos y, como soy un optimista sin remedio, creo que el mundo está compuesto mas por gente esencialmente buena, noble, amorosa y solidaria, que por gente destructiva, cruel y dañina. Será función de quienes nos creemos estas cosas tratar de ver cómo educamos a todos aquellos que son así. En principio, sabiendo que si le damos espacio y lugar al otro para que se desarrolle naturalmente, lo que el otro desarrolla es lo mejor de él, no lo peor.
Un señor muy creyente sentía que estaba cerca de recibir una luz, que le iluminara el camino a seguir. Todas las noches, al acostarse le pedía a Dios que le enviara una señal sobre cómo tenía que vivir el resto de su vida. Así anduvo por la vida, durante dos o tres semanas en un estado semi místico buscando recibir una señal divina.
Hasta que un día, paseando por un bosque, vio a un cervatillo caído, tumbado, herido, que tenía una pata medio rota. Se quedó mirándolo y de repente vio aparecer a un puma. La situación lo dejó congelado, estaba a punto de ver cómo el puma, aprovechándose de las circunstancias, se comía al cervatillo de un solo bocado. Entonces se quedó mirando en silencio, temeroso y también de que el puma, no satisfecho con el cervatillo, lo atacara a él. Sorpresivamente, vio al puma acercarse al cervatillo. Entonces ocurrió algo inesperado, en lugar de comérselo, el puma empezó a lamerle las heridas.
Después se fue y volvió con unas ramas humedecidas y se las acercó al cervatillo con la pata para que éste pudiera beber el agua, y después se fue y trajo un poco de hierva húmeda y se la acercó para que el cervatillo pudiera comer. Increíble.
Al día siguiente. Cuando el hombre volvió al lugar, vio que el cervatillo aún estaba allí, y que el puma otra vez llegaba para alimentarlo, lamerle las heridas y darle de beber. El hombre se dijo: esta es la señal que yo estaba buscando, es muy clara. “Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que hacer es ser ansioso y desesperado corriendo detrás de las cosas”. Así que agarró su atadito, se puso en la puerta de su casa y se quedó ahí esperando que alguien le trajera de comer y de beber. Pasaron dos horas, tres, seis, un día, dos días, tres días,... pero  nadie le daba nada. Los que pasaban lo miraban y el ponía cara de pobrecito imitando al cervatillo herido, pero no le daban nada. Hasta que un día pasó un señor muy sabio que había en el pueblo y el pobre hombre, que estaba ya muy angustiado, le dijo:
- Dios me engañó, me mandó una señal equivocada para hacerme creer que las cosas eran de una manera y eran de otra. ¿Por qué me hizo esto?. Yo soy un hombre creyente...
Y le contó lo que había visto en el bosque...
El sabio lo escuchó y luego le dijo:
- Quiero que sepas algo. Yo también soy un hombre muy creyente, Dios no manda señales en vano, Dios te mandó esa señal para que aprendieras.
El hombre preguntó:
- ¿Por qué me abandonó?
Entonces el sabio le respondió:
- ¿Qué haces tú, que eres un puma fuerte y listo para luchar, comparándote con el cervatillo?. Tu lugar es buscar algún cervatillo a quien ayudar, encontrar a alguien que no pueda valorarse por sus propios medios.

Casi todo puede ser visto, registrado y analizado desde varios lugares. De echo la humanidad ha mirado al hombre y su problemática poniendo el acento en diferentes aspectos de nuestras dificultades a lo largo del último siglo.
Rollo May dice que el eje problemático del hombre en nuestra sociedad occidental judeocristiana ha ido variando aproximadamente cada veinte años y por ende la psicología ha ido cambiando cada dos décadas el foco de interés de sus planteos teóricos. May sugiere, con gran acierto, que este viraje se debe no sólo a los hechos históricos que modifican hábitos y posibilidades, sino sobre todo justamente a que las escuelas sociales y psicológicas se han ocupado de esos problemas tan adecuadamente, que de alguna manera los han resuelto.
El mejor ejemplo es el de las dos primeras décadas del siglo XX. La problemática del hombre giraba en ese momento alrededor de los mecanismos de represión, sobre todo de la sexualidad y la falta de conocimiento  de si mismo por parte del individuo. En ese contexto aparece Freud  y con su genialidad diseña una estructura, un modelo y una forma de análisis y tratamiento para esa problemática. Utilizando el psicoanálisis como herramienta, él y sus seguidores realizan tan buen trabajo que el eje fundamental del mundo interno del hombre varía de ahí en adelante. Ese proceso se irá repitiendo y dando espacio a lugares hegemónicos de diferentes escuelas sociales y psicoterapéuticas que intentarán y conseguirán esclarecer y por eso modificar el mundo en el que se desarrollan.
Como un esquema referencial, sin ningún rigor histórico, podríamos sobrevolar las preocupaciones que tuvo nuestra sociedad durante el siglo XX (indico entre paréntesis algunas escuelas en boga o personas que contribuyeron con modificaciones).

1900 -1920
Represión sexual – Autoconocimiento
(Freud, Psicoanálisis)
1920 -1940
Poder y Conducta eficaz
(Watson, Conductismo)
1940 -1960 
Desarrollo Humano y Libertad
(Tercer movimiento, Frankl, Maslow, Perls, Fromm, Rogers, Krishnamurti)
1960-1980
Competencia y Trabajo en Grupo
(Ellis, Berne, Cognitiva, Sistemática)
1980-2000
Control Personal y Espiritualidad
(PNL, transpersonal, Silvia, Weiss, Chopra, Watts)

¿Cuáles son los problemas que mas nos inquietarán en los próximos veinte años?. Cada filósofo, cada pensador, cada analista, cada terapeuta tendrá su opinión al respecto. Para mi, el eje de nuestro desarrollo e inquietud pasará fundamentalmente por dos puntos: la crisis de valores y el aislamiento del individuo.
Es del último punto mencionado de lo que intenta ocuparse este libro.
Estas hojas de ruta conducen, o intentan conducir, al antídoto del aislamiento: El encuentro.
¿Cuáles serán las escuelas de pensamiento y quiénes serán los líderes del camino?. No lo sabemos. Pero me parece que valdrá la pena prestar atención a quien yo considero uno de los diez  maestros mas importantes e la actualidad: el Dr. Humberto Maturana.