Uno de los factores fundamentales por los cuales una persona no puede soltar una relación tóxica es la creencia de que sin esa persona no podría seguir adelante. Como ya he comentado en otros escritos, el pensamiento razonable, cuerdo, se va distorsionando poco a poco como consecuencia de la interacción y del avance de nuestra dependencia, ya sea a una persona, una sustancia o actividad, surge el pensamiento adictivo, aquel que no nos deja ver más allá que el objeto de nuestra dependencia, se va convirtiendo en nuestro mundo, en quien estamos pensando continuamente, al grado de llegar a creer que no podremos sobrevivir si el...
Existe entonces una causa que nos hace persistir y buscar esa fuente de apego aún cuando en el fondo sabemos que nos hace mal, y esa causa es el miedo a la pérdida. Inconscientemente llegamos acreer que si "perdemos" a la persona que está a nuestro lado, lo habremos perdido todo, y el fantasma de vernos privados de su presencia en nuestra vida nos hace tolerarlo todo con tal de no perderlo, aún cuando la relación llega a tal punto de toxicidad que la pareja no suma a nuestra vida, sino que por el contrario, resta, la empobrece, la opaca y la llena de sufrimiento.
¿Qué nos sucede realmente cuando le tememos a la pérdida más que nada en el mundo?
-Consideramos que el otro justifica nuestra vida.
-Creemos que sin el otro no podremos enfrentar solos la existencia.
-Llegamos a pensar que el otro nos da identidad (no soy nadie sin el/ella)
-Vislumbramos la posibilidad de una separación como un fracaso estrepitoso.
-No tenemos la capacidad de imaginarnos viviendo una vida mejor, porque la toxicidad se ha vuelto algo "natural".
-No nos sentimos capaces de manejar el timón de nuestra existencia, si el otro no nos marca el rumbo.
-Nos volvemos dependientes y frágiles.
-Entendemos que estamos "condenados" a soportar una relación que no nos hace bien.
-Consideramos que el otro justifica nuestra vida.
-Creemos que sin el otro no podremos enfrentar solos la existencia.
-Llegamos a pensar que el otro nos da identidad (no soy nadie sin el/ella)
-Vislumbramos la posibilidad de una separación como un fracaso estrepitoso.
-No tenemos la capacidad de imaginarnos viviendo una vida mejor, porque la toxicidad se ha vuelto algo "natural".
-No nos sentimos capaces de manejar el timón de nuestra existencia, si el otro no nos marca el rumbo.
-Nos volvemos dependientes y frágiles.
-Entendemos que estamos "condenados" a soportar una relación que no nos hace bien.
En nombre del amor se cometen muchos actos que poco o nada tiene que ver con este sentimiento.
Los celos excesivos, las escenas dignas de un melodrama, el deseo de posesión absoluta, las discusiones para imponerle al otro nuestras verdades,etc, son actitudes tóxicas que se toman en nombre del amor, y asumimos que en nombre de este podemos justificarlo todo.
También el miedo a la pérdida figura entre los sentimientos que creemos tener por un amor excesivo "es que lo amo tanto". Incluso si tomamos consciencia de que estamos en una relación tóxica, poco a poco vamos necesitando de ese tóxico que nos confiere la pareja para poder vivir, así como el alcohólico se vuelve tolerante al alcohol, el codependiente se va volviendo tolerante al maltrato y a la violencia de distintas formas.
Y cuando la necesidad de la toxicidad que emana de una pareja se transforma para nosotros en una fuente de vida, el sentimiento amoroso le deja el paso a la adicción, a la dependencia. Temerosos de que nos quiten la "droga" que nos prodiga sufrimiento, nos volvemos adictos emocionales: DEPENDEMOS DE LO QUE NOS INTOXICA Y BUSCAMOS OBSESIVAMENTE AQUELLO QUE NOS HACE MAL.
Así como el adicto a una sustancia necesita de ella para "funcionar" o para sentirse "bien", el adicto emocional necesita de la relación tóxica para lograr la sensación de cierto bienestar, por eso cuando una persona ya se canso de la relación tóxica y decide cortar, le viene la abstinencia, esa necesidad de saber del otro, de mandarle un mensaje "sólo para saber como está", de buscarlo o de no poder resistirse si es el otro el que la busca, entonces cuando vuelve a ceder le viene esa sensación de bienestar que le da la toxicidad, como el alcohólico al volver a beber una vez más, solo que ese bienestar le dura muy poco tanto al codependiente como al alcohólico.
El codependiente aunque no es feliz con su relación, siente que perder a quien tiene a su lado sería una situación imposible de superar. Por eso se sujeta de cualquier cosa con tal de no arriesgarse a "perder".