sábado, 24 de noviembre de 2018

Reflexiones Sobre La No Violencia - Gandhi (4)


Energías benéficas y maléficas


Conozco el sendero. Es estrecho y sin rodeos, como el filo de una espada. Me lleno de gozo cada vez que avanzo por él y me agobio cuando doy un paso en falso. Según la palabra de Dios, "quien lucha sin descanso tendrá la vida eterna". Tengo fe implícita en esta promesa. Es verdad que he caído mil veces por culpa de mi debilidad, pero sigo manteniendo la esperanza de ver la luz, el día en que la carne quede perfectamente rendida.

De un mal nace, muchas veces, un bien. Pero esto depende de Dios, no del hombre. El hombre tiene que saber sencillamente que el mal viene del mal. Lo mismo que el bien, por su parte, se explica por el bien. La lección que hay que sacar de esta tragedia de la bomba atómica es que no nos libraremos de su amenaza fabricando otras bombas todavía más destructoras, puesto que la violencia no es capaz de hacer desaparecer la violencia. La humanidad no puede librarse de la violencia más que por medio de la no violencia. Sólo el amor es capaz de vencer al odio. Responder al odio con el odio equivale a agravar más todavía sus efectos.



El mal viene del mal

El no violento tiene que disponerse a los sacrificios más exigentes, para superar el miedo. No se pregunta si va a perder su casa, su fortuna o su vida. Hasta que no supere toda aprensión, no podrá practicar la ahimsa en toda su perfección. El único temor que conserva es el de Dios. El que busca refugio en Dios no tarda en vislumbrar el Atman (alma o ser trascendental) que trasciende el cuerpo. Y es entonces cuando no hay nada que nos ate al cuerpo. Por consiguiente, según se entrene uno en la violencia o en la no violencia, tendrá que apelar a técnicas diametralmente opuestas. La violencia es necesaria para proteger los bienes temporales. La no violencia es indispensable para asegurar la protección de nuestro honor y del Atman.

Este sorprendente siglo

En este siglo lleno de sorprendentes inventos, nadie puede decir que una cosa o una idea carezca de valor por el hecho de ser nueva. Afirmar que una empresa es imposible, por ser difícil, sería obrar en contra del espíritu de nuestra época. Todos los días vemos realizarse cosas que no podían imaginarse el día anterior. Lo imposible no cesa de ceder terreno a lo imposible. En el campo de la violencia, los más recientes descubrimientos son especialmente asombrosos. Pero estoy seguro de que todavía se harán descubrimientos más maravillosos en el terreno de la no violencia.

Es tan estrecho el vínculo entre el cuerpo y el espíritu que, cuando uno de los dos pierde el equilibrio, todo el sistema sufre las consecuencias. Por consiguiente, para estar sano en el verdadero sentido de la palabra, hay que ser muy puro. Los malos pensamientos y las pasiones desordenadas no son más que formas diversas de enfermedad.

Por ejemplo, no es que yo sea incapaz de encolerizarme, pero casi siempre he logrado dominarme. Puedo dejarme sorprender, pero siempre procuro de forma consciente y deliberada seguir siendo fiel continuamente a las exigencias de esos combates interiores. Cuanto más me esfuerzo en ello, más gozo tengo de vivir. Es la prueba de que esa ley está en conformidad con el plan del universo. Encuentro allí una paz y un sentido de los misterios de la naturaleza, que desafían toda descripción

El gozo de vivir

Si soy un verdadero maestro de la ahimsa, estoy seguro de que pronto dejarás a tu maestro. Si eso no sucede, sólo significará que soy un maestro incompetente. Pero si mi enseñanza fructifica, habrá maestros de la ahimsa en cada hogar.

En la no violencia pueden existir vetas de violencia. El esfuerzo constante del devoto, hacia la no violencia, consiste en purgarse del odio por el así llamado "enemigo". Eso de disparar un arma por amor, no existe.

Para un creyente en la ahimsa resulta permisible y hasta constituye, un deber, distinguir entre el agresor y el defensor. Habiéndolo hecho así, se alineará con el defensor, de un modo no violento, o sea, dará su vida para salvarlo.

viernes, 23 de noviembre de 2018

Viviendo Sobrio (Parte III)

EVITAR EL PRIMER TRAGO

Unas expresiones que se oyen constantemente en A.A. son : "Si usted no ingiere el primer trago, nunca se emborrachará" y "Un trago es excesivo, pero veinte pueden no ser suficientes".

Muchos de nosotros, cuando comenzábamos a beber, nunca deseábamos tomar más de una o dos copas. Pero a medida que el tiempo fue pasando, incrementábamos el número. Luego, en años posteriores, nos encontramos bebiendo cada vez más, y algunos de nosotros llegamos a emborracharnos y a permanecer en ese estado durante lapsos considerables. Tal vez nuestra condición no siempre se mostraba en nuestra forma de hablar o nuestra apariencia personal, pero por aquella época nunca estábamos realmente sobrios.

Si ese estado llegaba a molestarnos, podíamos disminuir o cortar del todo, o tratar de limitarnos a una o dos copas, o cambiar del licor fuerte a un licor más suave como cerveza o vino. Por último, tratábamos de limitar la cantidad, buscando en esa forma evitar las borracheras fuertes y desastrosas. O tratábamos de esconder a los demás nuestra situación.

Pero todas esas artimañas se nos fueron haciendo más y más difíciles. Ocasionalmente, llegábamos a interrumpir totalmente el consumo alcohólico, y durábamos algunos días sin beber en absoluto.
Eventualmente, retornábamos a la bebida, siempre pensando en tomar una sola copa. Y puesto que sea copa aparentemente no nos causaba graves perjuicios, nos sentíamos tranquilos y seguros al tomar otro trago. Es probable que con eso nos contentáramos en esa determinada ocasión, y era muy confortante saber que podíamos limitarnos a una o dos copas, y luego suspender. Algunos de nosotros lo hicimos muchas veces.

Pero la experiencia resultó ser engañosa. Nos persuadía de que podíamos beber sin que nos pasara nada malo. Y luego se presentaba la ocasión (alguna celebración especial, una pérdida personal o un evento sin significación particular) cuando dos o tres tragos nos hacían sentir bien, y por consiguiente pensábamos que uno o dos más no nos harían daño. Y sin ninguna intención, en absoluto, nos vimos nuevamente bebiendo en forma exagerada. Volvíamos a estar en la misma situación de antes, bebiendo en abundancia sin desearlo realmente.

Tantas y tan repetidas experiencias nos han forzado a llegar a esta conclusión de lógica indisputable: Si no ingerimos el primer trago, nunca podremos emborracharnos. Por consiguiente, en lugar de planear no volver a beber nunca, o tratar de limitar el número de tragos o la cantidad de alcohol, hemos aprendido a concentrarnos en evitar únicamente una copa: la primera.

En efecto, en lugar de preocuparnos acerca de la limitación del número de tragos al final de un episodio de borrachera, evitamos la primera copa que desencadena esa borrachera.

Suena como algo demasiado simplista y trivial, ¿verdad?. Es ahora muy difícil para muchos de nosotros, entender que nunca nos dimos cuenta de esta verdad tan simple antes de ingresar a A.A. (Por supuesto, si hemos de ser francos, nosotros nunca quisimos realmente dejar el alcohol por completo, y sólo vinimos a hacerlo cuando aprendimos acerca del alcoholismo). Pero el punto principal es este: Ahora sabemos muy bien qué es lo que realmente funciona.

En lugar de tratar de imaginarnos cuántos tragos podemos manejar a salvo (¿cuatro? ¿seis? ¿una docena?) recordamos "No tomar esa primera copa". Así de simple. El hábito de pensar en este forma ha ayudado a centenares de miles de nosotros a permanecer sobrios y abstemios durante muchos años.

Los médicos expertos en alcoholismo nos informan que hay un fundamento médico para evitar la primera copa. Con ese primer trago se aprieta el gatillo, inmediatamente o algún tiempo después, para disparar la compulsión de beber más y más hasta encontrarnos en problemas causados por la bebida. Muchos de nosotros hemos llegado a creer que nuestro alcoholismo es una adición a la droga alcohol. Al igual que los adictos de cualquier clase de droga que deseen mantener la recuperación, tenemos que alejarnos de la primera dosis de la droga que nos ha esclavizado. Nuestra experiencia parece confirmar esto, como puede usted leer en el libro "Alcohólicos Anónimos" y en nuestras revistas Grapevine y El Mensaje, y puede escucharlo dondequiera que se reúnan miembros.


USAR EL PLAN DE LAS 24 HORAS
En nuestros días de bebedores, se nos presentaban frecuentemente épocas tan males que jurábamos, "nunca más". Hacíamos promesas por términos tan largos como un año, o le prometíamos a alguien que no volveríamos a tocar el licor durante tres semanas, o tres meses. Y por supuesto, ensayamos la abstención y contención completas durante diversos períodos de tiempo.

Éramos absolutamente sinceros cuando expresábamos estas declaraciones con firmeza y convicción. Con todo nuestro corazón, deseábamos no sentirnos borrachos otra vez. Teníamos la determinación absoluta, y jurábamos no volver a beber, pretendiendo alejarnos del alcohol durante un tiempo sumamente largo hasta un futuro indefinido.

Con todo, a pesar de nuestras buenas intenciones, el resultado era casi inevitablemente el mismo. Eventualmente, se desvanecía el recuerdo de los votos y los juramentos, y todo el sufrimiento que los había ocasionado. Volvíamos a beber, y nos encontrábamos de repente envueltos en situaciones muy dificultosas. Nuestra época de abstención, ese "nunca jamás", había sido un tiempo demasiado corto.
Algunos de quienes hicimos ese tipo de promesas, manteníamos una reserva privada: Nos decíamos a nosotros mismos que la promesa de no beber se aplicaba únicamente al "trago fuerte", y no a la cerveza o el vino. En esa forma llegamos a aprender, si era que ya no lo sabíamos, que la cerveza y el vino también podían emborracharnos, y lo único que teníamos que hacer era beber en mayor cantidad para obtener los mismos efectos que nos producían los licores destilados. Tanto daño nos hacían la cerveza o el vino como el que nos causaba el trago fuerte.

Es verdad que otros de nosotros lograron abandonar completamente el alcohol y mantener sus promesas exactamente hasta la fecha que habían fijado como límite. Luego la sequía cedía el paso a una gran inundación de bebida, y se encontraban nuevamente en dificultades, pero en esta ocasión con la carga adicional de una nueva sensación de culpa y remordimiento.

Con tales batallas en nuestro pasado, nosotros los A.A. tratamos de evitar las expresiones "completamente abstemios" y "hacer juramentos". Nos recuerdan todos nuestros fracasos.
Aunque comprendemos muy bien que el alcoholismo es una condición permanente e irreversible, nuestra experiencia nos ha enseñado a no hacer promesas a largo término respecto a permanecer abstemios. Sabemos que es más realista y más exitoso el decir simplemente, "Sólo por hoy no voy a beber".

Aun si bebimos ayer, podemos decir no beber el día de hoy. Puede ser que mañana volvamos a beber. ¿Quién sabe si estaremos vivos? Pero durante estas 24 horas, decidimos no beber. No importa cuál sea la tentación o provocación, tenemos la determinación de llegar a cualquier extremo que sea necesario para evitar el beber hoy.

Nuestros amigos y familiares se sienten muy recelosos al escucharnos las promesas de que, "En esta ocasión realmente voy a cumplir". Porque saben que tarde o temprano vamos a llegar nuevamente borrachos a casa. Por esa razón no les prometemos dejar la bebida. Cada uno de nosotros se hace la promesa a sí mismo. Son nuestra salud y nuestra vida las que se encuentran en peligro. Somos nosotros, no nuestros familiares o amigos quienes tenemos la obligación de dar los pasos necesarios para recuperarnos.

Si el deseo de beber es realmente fuerte, muchos de nosotros dividimos las 24 horas en partes más pequeñas. Decidimos no beber durante, digamos, una hora. Podemos soportar la tensión temporal de no beber durante solo una hora; entonces, cuando esa hora pasa nos prometemos resistir otra hora más, y así sucesivamente. Muchos de nosotros empezamos nuestra recuperación en esta forma. De hecho, cada recuperación del alcoholismo ha comenzado con una hora de abstención.

Una versión de este sistema es posponer simplemente la (próxima) bebida.
(¿Cómo vamos? ¿Todavía está tomándose su jugo de frutas? ¿Realmente ha pospuesto esa bebida que mencionamos en la página quince? Si así es, éste puede ser el comienzo de su recuperación).
La próxima copa podría obtenerse posteriormente, pero en este instante, la posponemos por lo menos durante el presente día o momento, digamos por el resto de este capítulo.

El plan de 24 horas es muy flexible. Podemos iniciarlo de nuevo en cualquier momento, y dondequiera que estemos. En el hogar, en el trabajo, en un bar o en una pieza de hospital, a las cuatro de la tarde o a las tres de la mañana, podemos decidir no tomar una copa durante las próximas 24 horas, o cinco minutos.

Si se renueva constantemente, este plan evita la debilidad intrínseca en métodos tales como hacer promesas o juramentos de abstención. Un período de continencia y una promesa pueden eventualmente tener algún éxito, tal como se planeó, y por consiguiente nos sentiremos libres para beber de nuevo. Pero el día de hoy siempre está a nuestro alcance. La vida es cotidiana; el día de hoy es todo lo que tenemos; y cualquier persona puede permanecer un día sin beber.

Primero que todo, tratemos de vivir en el presente para permanecer sobrios. Esto funciona maravillosamente. Una vez que la idea se ha convertido en parte vital de nuestra manera de pensar, vemos que la vida en segmentos de 24 horas es también una forma efectiva y satisfactoria para manejar muchos otros asuntos.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Hablar De Jesus

Una de las responsabilidades que asumimos, cuando decidimos seguir a Jesús, es anunciarlo a todas las personas con las que nos relacionemos. Se vuelve una tarea para todos los cristianos el hecho de predicar con poder la palabra de Jesús. 

El problema es creer que eso hay que dejárselo a unos pocos, que solo aquellos que saben hablar bien en público pueden hacerlo en un espacio para iglesias grupos de oración y formación; no, esto es, realmente, una tarea de todo cristiano. 

Tenemos que hablar de Jesús, tenemos que ser capaces de contarles a los demás lo que Él ha hecho en nuestra vida y lo que puede hacer también en sus vidas. La invitación, al finalizar el evangelio de Marcos, es precisamente esa: “vayan al mundo entero y proclamen el evangelio” (Mc. 16, 15). 

Pero resulta que muchos creen que se trata, entonces, de ir de país en país o de casa en casa; ¡no! Hay que entender que los discípulos de Jesús llevan su mensaje a todos los lugares a los que van, y así cumplen esta misión. 

Tenemos que hablar del Resucitado en nuestras familias, en nuestros trabajos, lugares de estudio, en el supermercado, en todo lugar al que vayamos. 

No podemos limitar el mensaje de Jesús solo al templo, no podemos pensar que fuera de este no tiene sentido anunciarlo. Ahora, no se trata de fastidiar a los demás con peroratas, cantaletas o importunando en todo momento, pues esto solo aburre y tiene un efecto contrario a lo que acabo de explicar: aleja a la gente. 

Habla con palabras, pero también habla con tu vida, porque el Señor ha hecho cosas grandes en ti. Sé testimonio. Te invito a que seas capaz de asumir esta misión, que puedas darles a las personas que te rodean el testimonio de lo que el Maestro ha hecho en tu vida.


TAREA DEL DÍA:
Habla de Jesús.

POR ALBERTO LINERO

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Hable Consigo Misma


Cuando piense algo así como : "Este va a ser un mal día", dígase a usted misma: "Voy a hacer de este  un bien día".

Si alguna vez piensa: "¿para que intentarlo?, ¡siempre fracaso!", dígase: "¡voy a hacer la lucha!, ¿por qué no?"

Sí cuando algún automovilista le da un cerro le echa el auto con usted va caminando por la calle en vez de responderle con algún comentario ofensivo, dígase que esta reacción suya puede provocar que se le eleve su presión arterial, diga: "Gracias Dios mío, porque no me pasó nada!", Dígase: nunca seré demasiado cuidadosa Cuando maneje o cuando vaya a cruzar la calle".

Con este "hablé con sigo misma", usted para re programar sus pensamientos. Claro que toma tiempo, pero cada día hay una o varias oportunidades de practicarlo.

martes, 20 de noviembre de 2018

Llegamos a Creer (Cap 8 - Parte 3)

FE EN LA GENTE
Mis padres me dieron una fe que perdí años después. No, no fue una fe religiosa, aunque fui expuesta a las enseñanzas de dos sectas. Ninguna de las dos me fue impuesta; simplemente desvié mi rumbo por aburrimiento, y mi frágil y superficial fe en Dios, se desvaneció tan pronto como intente pensar en ella.

Fue una fe en la gente la que mis padres me dieron, tanto por amarme como por respetarme como persona, con derecho a tomar mis propias decisiones. Este amor lo acepté y lo correspondí sin objeción alguna, como la cosa más natural.

Al enfrentarme al mundo por mi cuenta, tenía todavía la sensación de encontrarme bajo una benévola protección; mis jefes inmediatos (de ambos sexos) parecían verme tan amablemente como lo hicieron los maestros de la escuela. Extrañamente, mi buena fortuna me molestaba a veces. "¿Qué es esto?" me preguntaba. "¿Despierto el instinto maternal?". Porque había dentro de mí un elemento en guerra con mi fe en la gente. Era un orgullo furibundo, obstinado, un deseo incontrolable de independencia total. Con los de mi edad, siempre fui dolorosamente tímida, y aún entonces interpreté correctamente este impedimento como un síntoma de egoísmo - un temor a que los demás no estuvieran de acuerdo con el alto concepto que tenía de mí.

Este concepto ciertamente que no incluía la imagen de mí misma como una borracha. A menudo sospeché que el orgullo mata a tantos alcohólicos como lo hace el alcohol. Podía muy fácilmente haber sido una de las víctimas, porque mi reacción a la rápida progresión del alcoholismo en mí fue principalmente un frenético esfuerzo por ocultarlo. ¿Pedir ayuda? ¡Vaya idea!

Llegó el día cuando mi orgullo fue aplastado (temporalmente), y pedí ayuda. Apelé a la gente, a extraños. Pero mi orgullo que se expandía conforme regresaba la salud, bloqueó mis dos primeros acercamientos a A.A. (Durante este intervalo, los amigos no alcohólicos también me ayudaron, sin que se lo pidiera). Después de un fracaso más para recuperar mi pericia como bebedora social, me convertí y empezó en serio mi calidad de miembros de A.A.

Afortunadamente llegué a un Grupo que dedicaba sus reuniones cerradas a discusiones de Pasos. LA mayoría de los miembros tenían sus propios conceptos de un Dios personal; la atmósfera de fue que me rodeaba era tan marcada que a veces creí que estaba en el punto de unirme a ella. Nunca lo hice. Y sin embargo, con cada discusión, encontraba que los Pasos revelaban un más profundo significado.
En el Paso Dos, el "Poder Superior a nosotros mismos", quería decir A.A., pero no solamente los miembros que conocía. Significaba todos nosotros, en todas partes compartiendo un interés mutuo y por consiguiente creando un recurso espiritual más poderoso que el que cada uno de nosotros podía proveer. Otra mujer de mi Grupo creía que las almas de los alcohólicos ya muertos, incluyendo aquellas de las épocas anteriores a A.A., contribuían a este manantial de buena voluntad. El pensamiento era tan bello, que deseé que también yo pudiera creer en él.

Al principio, el Paso Tres fue sencillamente la forma en que me sentía al principio de mi sobriedad sin la resaca matinal, sentada al lado de la ventana en días que siempre parecían soleados, sin tener ninguna perspectiva de empleo, pero sintiéndome completamente feliz y segura. Luego, el Paso se convirtió en la alegre aceptación de mi lugar en el mundo: "¡No tengo idea de Quién o Qué dirige el espectáculo pero sé que no soy yo!". Y también puedo ver el Paso Tres como una buena actitud, un enfoque efectivo de la vida: "Si estoy nadando en agua salada y me invade el pánico y empiezo a nadar con movimientos violentos y a luchar con ella, me ahogaré pero si me relajo y confío en que ella me sostendrá, flotaré".

Aunque el Paso Cuatro no menciona un Poder Superior, para mí la palabra "Moral" conlleva la implicación de pecado, la cual en mi "libro" se traduce como una ofensa contra Dios. Así consideré el inventario, más bien como un intento de una honesta descripción de mi carácter, en el "lado del debe" iban las cualidades que tendían a causar daño a la gente. Tratando de vivir en el mundo, en vez de escapar de él, tratando de abrirme a la demás gente, en vez de alejarme de ella, espero que este contacto con mis compañeros los seres humanos, en alguna forma pula las cortantes y dañinas aristas de mi personalidad: Pasos Seis y Siete.

No estoy segura de que estuviera trabajando conscientemente los Pasos, pero ciertamente ellos estaban trabajando en mí. Al llegar al cuarto año de sobriedad, un incidente trivial me hizo comprender de repente que mi viejo espantajo de la timidez había desaparecido. "¡Me siento en el mundo como en mi casa!" me dije con asombro.

Al presente, unos diez años después, aún me siento así. En el balance total de mi vida, los beneficios de la experiencia de A.A. han sobrepasado con mucho los daños del alcoholismo activo. ¿Qué fue lo que venció mi orgullo (por el momento) y me hizo asequible?. La mejor respuesta que puedo encontrar es lo que mi padre solía llamar "La fuerza de la vida". (El era un anticuado médico familiar, y había visto esa fuerza brotar o fallar muchas veces). Está en todos nosotros, según creo; anima a todas las cosas vivientes, mantiene girando las galaxias. La metáfora del agua salada aplicada al Paso Tres no fue escogida por accidente, porque para mí el océano es un símbolo de esta fuerza; me acercó más la Paso Once cuando puedo contemplar un horizonte ininterrumpido desde la cubierta de un barco. Me encuentro reducida a mi tamaño; siento serenamente que soy una pequeña parte de algo vasto e incomprensible.

¿Pero, no es el océano un símbolo más bien frío? Sí. ¿Pienso que su atención está puesta en los peces diminutos, que está interesado en cualquier destino individual? ¿Le hablaría yo? No. Una vez, cerca del final de mi bebida, dirigí tras palabras a Alguien no humano. En la obscuridad que precede al amanecer, me bajé de la cama, me arrodillé, junté mis manos y dije, "Por favor ayúdame". Luego me encogí de hombros y dije: "¿A quien le estoy hablando?" y me regresé a la cama.

Cuando relaté este incidente a una de mis madrinas, ella dijo, "Pero El sí contestó tu plegaria".
Puede que sí. Pero no lo siento así. No discutí con ella ni acometo ahora el misterio con lógica pura. Si pudieras demostrarme lógicamente que hay un Dios personal - y no creo que lo puedas hacer - ni aún así me sentiría inclinada a hablarle a una Persona que no pudiera sentir. Si yo pudiera demostrarte lógicamente que no existe Dios - y sé que no lo puedo - tu verdadera fe no se conmovería. En otras palabras, los asuntos de la fe descansan completamente fuera del campo de la razón. ¿Hay algo más allá del alcance de la razón humana? Sí, yo creo que lo hay: Algo.
Mientras tanto, aquí estamos todos juntos; quiero decir todos nosotros, no solamente los alcohólicos. Nos necesitamos mutuamente.
New York, New York.

CONVERSACION
Creo que el problema de A.A. es simplemente la voluntad de Dios, puesta en una práctica y de todos los días. Y pienso que el despertar espiritual es la verificación de que Dios ayudará a la persona . . . si esta es completamente honesta en sus esfuerzos.
Si Dios entrara a mi celda en la prisión para una breve charla, nuestro diálogo podría ser como sigue:
Dios. -"He tenido puesto mi ojo en ti por un largo tiempo, y me agrada que estés tratando de ayudarte a ti mismo".
Yo - "estoy tratando con ahínco, pero ciertamente estoy intimidado".
Dios - "Sigue tratando, y escucha a las gentes que trabajan para mí en A.A., y haga caso a sus sugerencias. Tengo que irme ahora, mi itinerario está muy recargado de trabajo. Pero si me necesitas, siempre estaré cerca".
Waupun, Wisconsin.

lunes, 19 de noviembre de 2018

El Camino Del Encuentro (PASAJE - Epílogo)

PASAJE (Epílogo)



Este  relato llegó a mis manos hace unos meses por Internet.
Contaba en aquel entonces una historia muy parecida a ésta, pero el sentido final de cuento era espantoso: de una maravillosa idea, alguien había hecho una horrible pancarta de discriminación y resentimientos, algo parecido a lo que ocurre entre algunos amados cuando el camino deja de ser el mismo.
Decidí pues, como tantas otras veces, reescribir el relato para que llevara el mensaje que yo le creía merecedor.

El rey Arturo había enfermado. En tan sólo dos semanas su debilidad lo había postrado en su cama y ya casi no comía. Todos los médicos de la corte fueron llamados para curara al monarca pero nadie había podido diagnosticar su mal. Pese a todos los cuidados, el buen rey empeoraba.
Una mañana, mientras los sirvientes aireaban la habitación donde el rey yacía dormido, uno de ellos le dijo al otro con tristeza.
- Morirá...
En el cuarto estaba Sir Galahad, el mas heroico y apuesto de los caballeros de la mesa redonda y compañero  de las grandes lides de Arturo.
Galahad  escuchó el comentario del sirviente y se puso de pie como un rayo, tomó al sirviente de las ropas y le gritó:
- Jamás vuelvas a repetir esa palabra, ¿entiendes?. El rey vivirá, el rey se recuperará... Sólo  necesitamos encontrar al médico que conozca su mal, ¿oíste?.
El sirviente, temblando, se animó a contestar.
- Lo que pasa, Sir, es que Arturo no está enfermo, está embrujado. Eran épocas donde la magia era tan lógica y natural como la ley de gravedad.
- ¡Por que dices eso, maldición! – preguntó Galahad.
- Tengo muchos años, mi señor, y he visto decenas de hombres y mujeres en esta situación, solamente uno de ellos ha sobrevivido.
-  Eso quiere decir que existe una posibilidad... Dime como lo hizo ése, el que escapó de la muerte.
- Se trata de conseguir un brujo mas poderoso que el que realizó el conjuro, si eso no se hace, el hechizado muere.
- Debe haber en el reino un hechicero poderoso – dijo Galahad -, pero si no está en el reino lo iré a buscar del otro lado del mar y lo traeré.
- Que yo sepa hay solamente dos personas tan poderosas como para curar a Arturo, Sir Galahad, uno es Merlín, que aun en el caso de que se enterarara tardaría dos semanas en venir y no creo que nuestro rey pueda soportar tanto.
- ¿Y la otra?
El viejo sirviente bajó la cabeza moviéndola de un lado a otro negativamente.
- La otra es la bruja de la  montaña... Pero aun cuando  alguien fuera suficientemente valiente para ir a buscarla, lo cual dudo, ella jamás vendría a curar al rey que la expulsó del palacio hace tantos años.
La fama de la bruja era realmente siniestra. Se sabía que era capaz de transformar en su esclavo al mas bravo guerrero con sólo mirarlo a los ojos, se decía que son sólo tocarla se le helaba a uno la sangre en las venas, se contaba que hervía a la gente en aceite para comerse su corazón.
Pero Arturo era el mejor amigo que Galahad tenía en su vida, había batallado a su lado cientos de veces, había escuchado sus penas mas banales y las mas profundas. No había riesgo que el no corriera por salvar a su soberano, a su amigo, y a la mejor persona que había conocido.
Galahad calzó su armadura y montando su caballo se dirigió a la montaña Negra donde estaba la cueva de la bruja.
Apenas cruzó el río, notó que el cielo empezaba a oscurecer. Nubes opacas y densas parecían ancladas al pie de la montaña. Al llegar a la cueva, la noche parecía haber caído en pleno día.
Galahad desmontó y caminó hacia el agujero en la piedra. Verdaderamente el frío sobrenatural que salía de la gruta y el olor fétido que emanaba del interior lo obligaron a replantear su empresa, pero el caballero resistió y siguió avanzando por el piso encharcado y el lúgubre túnel. De vez en cuando, el aleteo de un murciélago lo llevaba a cubriese instintivamente los ojos.
A 15 minutos de marcha, el túnel se abría en una enorme caverna impregnada de un olor acre y de una luz amarillenta generada por cientos de velas encendidas. En el centro, revolviendo una olla humeante, estaba la bruja.
Era una típica bruja de cuento, tal y como se la había descripto su abuela en aquellas historias de terror que le contaba en su infancia para dormir y que lo desvelaban fantaseando la lucha contra el mal que emprendería cuando tuviera edad para ser caballero de la corte.
Allí estaba, encorvada, vestida de negro, con las manso alargadas y huesudas terminadas en largas uñas que parecían garras, los ojos pequeños, la nariz ganchuda, el mentón prominente y la actitud que encarnaba el espanto.
Apenas Galahad entro, sin siquiera mirarlo la bruja le gritó:
- ¡Vete antes de que te convierta en sapo o en algo peor!
- Es que he venido a buscarte – dijo Galahad -, necesito ayuda para mi amigo que está muy enfermo.
- Je... je... je... – rió la bruja -. El rey está embrujado y a pesar de que no he sido yo quien ha hecho el conjuro, nada hay que puedas hacer para evitar su muerte
- Pues tú... tú eres mas poderosa que quien hizo el conjuro. Tú podrías salvarlo – argumentó Galahad.
- ¿Por qué haría yo tal cosa? – preguntó la bruja recordando con resentimiento el desprecio del rey.
- Por lo que pidas – dijo Galahad  -, me ocuparé personalmente de que se te pague el precio que exijas.
La bruja miró al caballero. Era ciertamente extraño tener a semejante personaje en su cueva pidiéndole ayuda. Aun a la luz de las velas Galahad era increíblemente apuesto, lo cual sumado a su porte lo convertía en una imagen de gallardía y belleza.
La bruja lo miró de reojo y anunció:
- El precio es este: si curo al rey y solamente si lo curo...
- Lo que pidas... – dijo Galahad
- ¡Quiero que te cases conmigo!.
Galahad se estremeció. No concebía pasar el resto de sus días conviviendo con la bruja, y sin embargo, era la vida de Arturo. Cuantas veces su amigo había salvado la suya durante una batalla. Le debía no una, sino cien vidas... Además, el reino necesitaba de Arturo,
- Sea – dijo el caballero  -, si curas a Arturo te desposaré, te doy mi palabra. Pero por favor, apúrate, temo llegar al castillo y que sea tarde para salvarlo.
En silencio, la bruja tomó una maleta, puso unos cuantos polvos y brebajes en su interior, recogió una bolsa de cuero llena de extraños ingredientes y se dirigió al exterior, seguida por Galahad.

Al llegar afuera, Sir Galahad trajo su caballo y con el cuidado con que se trata a una reina ayudó a la bruja a montar en la grupa. Montó a su vez y empezó a galopar hacia el castillo real.
Una vez en el castillo, gritó a los guardias para que bajaran el puente, y con reticencia lo hicieron.
Franqueado por la gente de aquella fortaleza que murmuraba sin poder creer lo que veía o se apartaba para no cruzar su mirada con la horrible mujer, Galahad llegó a la puerta de acceso a las habitaciones reales.
Con la mano impidió que la bruja se bajara por sus propios medios y se apuró a darle el brazo para ayudarle. Ella se sorprendió y lo miró casi con sarcasmo.
- Si es que vas a ser mi esposa – le dijo – es bueno que seas tratada como tal.
Apoyada en el brazo de él, la bruja entró en la recámara real. El rey había empeorado desde la partida de Galahad, ya no despertaba ni se alimentaba.
Galahad mandó a todos a abandonar la habitación. El médico personal del rey pidió permanecer y Galahad consintió.
La bruja se acercó al cuerpo de Arturo, lo olió, dijo algunas palabras extrañas y luego preparó un brebaje de un desagradable color verde que mezcló con un junco. Cuando intentó darle a beber el líquido al enfermo, el médico le tomó la mano con dureza.
- No – dijo -. Yo soy el médico y no confío en la brujerías. Fuera de...
Y seguramente habría continuado diciendo “... de este castillo”, pero no llegó a hacerlo, Galahad estaba a su lado con la espada cerca del cuello del médico y la mirada furiosa.
- No toques a esta mujer – dijo Galahad -, y el que se va eres tú... ¡Ahora! – gritó!
El médico huyó asustado. La bruja acercó la botella a los labios del rey y dejó caer el contenido en su boca.
- ¿Y ahora? – preguntó Galahad.
- Ahora hay que esperar – dijo la bruja.
Ya en la noche, Galahad se quitó la capa y armó con ella un pequeño lecho a los pies de la cama del rey. El se quedaría en la puerta de acceso cuidando de ambos.

A la mañana siguiente, por primera vez en muchos días, el rey despertó.
- ¡Comida! – gritó -. Quiero comer... Tengo  mucha hambre.
- Buenos días, majestad – saludó Galahad con una sonrisa, mientras hacía sonar la campanilla para llamar a la servidumbre.
- Mi querido amigo – dijo el rey -, siento tanta hambre como si no hubiese comido en semanas.
- No comiste en semanas – le confirmó Galahad.
En eso, a los pies de su cama apareció la imagen de la bruja mirándolo con una mueca que seguramente reemplazaba en ese rostro a la sonrisa. Arturo creyó que era una alucinación. Cerró los ojos y se los refregó hasta comprobar que, en efecto, la bruja estaba allí, en su propio cuarto.
- Te he dicho cientos de veces que no quería verte cerca del palacio. ¡Fuera de aquí! – ordenó el rey.
- Perdón, majestad – dijo Galahad -, debes saber que si la echas me estás echando también a mi. Es tu privilegio echarnos a ambos, pero si se va ella me voy yo.
- ¿Te has vuelto loco? – preguntó Arturo - ¿Adonde irías tu con este monstruo infame?.
- Cuidado, alteza, estás hablando de mi futura esposa.
- ¿Qué? ¿Tu futura esposa?. Yo he querido presentarte a las jóvenes casaderas de las mejores familias del reino, a las princesas mas codiciadas de la región, a las mujeres mas hermosas del mundo, y las has rechazado a todas. ¿Cómo vas ahora a casarte con ella?
La bruja se arregló burlonamente el pelo y dijo:
- El precio que ha pagado para que yo te cure.
- ¡No! – gritó el rey -. Me opongo. No permitiré esta locura. Prefiero morir.
- Está hecho, majestad – dijo Galahad.
- Te prohibo que te cases con ella – ordenó Arturo.
- Majestad – contestó Galahad -, existe sólo una cosa en el mundo mas importante para mi que una orden tuya, y es mi palabra. Yo hice un juramento y me propongo cumplirlo. Si tú te murieses mañana, habría dos eventos en un mismo día.
El rey comprendió que no  podía hacer nada para proteger a su amigo de su juramento.
- Nunca podré pagar tu sacrificio por mi, Galahad, eres mas noble aún de lo que siempre supe. – El rey se acercó a Galahad y lo abrazó -. Dime aunque sea que puedo hacer por ti.
A la mañana siguiente, a pedido del caballero, en la capilla del palacio el sacerdote casó a la pareja con la única presencia de su majestad el rey. Al final de la ceremonia, Arturo entregó a Sir Galahad su bendición y un pergamino en el que cedía a la pareja los terrenos del otro lado del río y la cabaña en lo alto del monte.
Cuando salieron de la capilla, la plaza central estaba insulsamente desierta, nadie quería festejar ni asistir a esa boda, los corrillos del pueblo hablaban de brujerías, de hechizos trasladados, de locura y posesión...
Galahad condujo el carruaje por los ahora desiertos caminos en dirección al río y de allí por el camino alto hacia el monte.
Al llegar, bajó presuroso y tomando a su esposa amorosamente por la cintura la ayudó a bajar del carro. Le dijo que guardaría los caballos y la invitó a pasar  a su nueva casa. Galahad se demoró un poco mas porque prefirió contemplar la puesta del sol hasta que la línea roja terminó de desaparecer en el horizonte. Recién entonces Sir Galahad tomó aire y entró.
El fuego del  hogar estaba encendido y, frente a el, una figura desconocida estaba de pie, de espaldas a la puerta. Era la silueta de una mujer vestida en gasas blancas semitransparentes que dejaba adivinar las curvas de un cuerpo cuidado y atractivo.
Galahad miró a su alrededor buscando a la mujer que había entrado unos minutos antes, pero no la vio.
- ¿Dónde está mi esposa? – Preguntó.
La mujer giró y Galahad sintió su corazón casi salírsele del pecho. Era la mas hermosa mujer que había visto jamás. Alta, de tez blanca, ojos claros, largos cabellos rubios y un rostro sensual  y tierno a la vez. El caballero pensó que se habría enamorado de aquella mujer en otras circunstancias.
- ¿Dónde está mi esposa? – repitió, ahora un poco mas enérgico.
La mujer se acercó un poco y en un susurro le dijo:
- Tu esposa, querido Galahad, soy yo.
- No me engañas, yo se con quien me casé – dijo Galahad – y no se parece a ti ni en lo mas mínimo.
- Has sido tan amable conmigo, querido Galahad, has sido cuidadoso y gentil conmigo aun cuando sentías que aborrecías mi aspecto, me has defendido y respetado tanto como nadie lo hizo nunca, que te creo merecedor de esta sorpresa... La mitad del tiempo que estemos juntos tendré este aspecto que ves y la otra mitad del tiempo, el aspecto con el que conociste... – la mujer hizo una pausa y cruzó su mirada con la de Sir Galahad -. Y como eres  mi esposo, mi amado y maravilloso esposo, tu privilegio es tomar esta decisión: ¿Qué prefieres, esposo mío? ¿Quieres que sea ésta de día y la otra de noche o la otra de día y esta de noche?
Dentro del caballero el tiempo se detuvo. Este regalo del cielo era mas de lo que nunca había soñado. El se había resignado a su destino por amor a su amigo Arturo  y allí estaba ahora pudiendo elegir su futura vida. ¿Debía pedirle a su esposa que fuera la hermosa de día para pasearse ufanamente por el pueblo siendo la envidia de todos y padecer en silencio y soledad la angustia de sus noches con la bruja? ¿O mas bien debía tolerar las burlas y desprecios de todos los que lo vieran del brazo con la bruja y consolarse sabiendo que cuando anocheciera tendría para el solo el placer celestial de la compañía de esta hermosa mujer de la cual ya se había enamorado?. Sir Galahad, el noble Sir Galahad, pensó y pensó y pensó, hasta que levantó la cabeza y hablo:
- Ya que eres mi esposa, mi amada y elegida esposa, te pido que seas... lo que tu quieras ser en cada momento del día de nuestra vida juntos...

Cuenta la leyenda que cuando ella escuchó estoy y se dio cuenta de que podía elegir por si misma ser quien ella quisiera, decidió ser todo el tiempo la mas hermosa de las mujeres.

Cuentan que desde entonces, cada ve que nos encontramos con alguien que, con el corazón entre las manos, nos autoriza a ser quienes somos, invariablemente nos transformamos.

Abandonamos para siempre las horribles brujas y los malditos ogros que anidan en nuestra sombra para que, al desaparecer, dejen lugar a los mas bellos, amorosos y fascinantes caballeros y princesas que yacen, a veces, dormidos dentro de nosotros. Hermosos seres que al principio aparecen para ofrecerlos a la persona amada, pero que terminan infaliblemente adueñándose de nuestra vida, y habitándonos permanentemente.
Este es el aprendizaje cosechado a lo largo del camino del encuentro.

El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar  a otro para que sea quien es,

Mucho  mas allá de que sea autenticidad sea o no de mi conveniencia.
Mucho mas allá de que, siendo quien SOS, me elijas  o no a mi, para continuar juntos el camino.

FIN

domingo, 18 de noviembre de 2018

El Aguijón

Todos tenemos un “aguijón”; es decir, todos tenemos expresiones claras de nuestra debilidad que no nos dejan fluir en la presencia del Señor. Enfermedades, tendencias emocionales que no podemos controlar ni manejar adecuadamente, pecados que no hemos podido dejar de cometer… esos son nuestros propios agujones. 
Pero, me llama la atención que Pablo, cuando le pide al Señor que le quite esa espina que le puya el corazón, el Señor le responda “¡Te basta mi gracia!“. 

Su presencia, su amor, su estar en nosotros son suficientes. No necesitamos más. No tenemos por qué preocuparnos –desesperadamente- de más. Se trata de vivir en Él. De sumergirnos en Él y gozar su bendición. Por ello, en vez de maldecir, eliminar o soslayar nuestra debilidad debemos aceptarla y asumirla para que el poder de Dios se manifieste en ella. 
No tenemos que escondernos por ser débiles, solo necesitamos aceptar la Gracia de Dios, y dejar que ella actúe: “Así que muy a gusto me gloriaré de mis debilidades, para que se aloje en mí el poder de Cristo”. 
Aunque nos enseñaron a creernos perfectos, a esconder nuestros defectos, la propuesta de Pablo es aceptar lo que somos, y así dejamos que Dios actúe con su poder en nosotros; y con nuestras debilidades podremos ser plenos en el Señor. 
¡Ojo! No se trata del acomodo de las debilidades y los pecados, se trata de ver el camino de la superación de estos que no pasa por el desprecio de lo que somos, sino por el aceptar que somos débiles, y así dejar que el Amor de Dios actúe en nosotros.

TAREA DEL DÍA:
Repite como jaculatoria: “Que en mí se aloje el poder de Cristo“.

P. Alberto Linero.