sábado, 18 de agosto de 2018

Llegamos A Creer (Cap 2 - Parte 1)

2.- EXPERIENCIAS ESPIRITUALES
Es cierto que todos los poseedores de experiencias espirituales confirman su verdad. La mejor evidencia de esa verdad está en los frutos que produce. Aquellos que reciben estos dones de gracia son gente muy transformada, casi invariablemente hacia lo mejor.
Bill W.
Charla, 1960.

EL HA ESTADO ESCUCHANDO
En mi temprana juventud fui colocado ante una disyuntiva; lo que parecía ser una monótona vida moral, o lo que parecía ser una excitante vida de aventura... después de unos tragos de alcohol. Yo había sido criado en la tradición de un Dios inflexible y vengativo, que estaba pendiente de cada una de las cosas que hacía. No podía trabajar mucho sobre el amor a una deidad de esa naturaleza, y por eso me hacía sentirme culpable. Pero después de uno o dos tragos, olvidaba mi culpa. ¡Esto, decidí, era la vida para mí!.

Comenzó siendo suficientemente placentera, fomentando sueños de resplandeciente fama y fortuna. Pero esta vida gradualmente regresó a ser una constante pesadilla de miedo y remordimiento sobre mi condición y resentimiento e ira ante el modo normal de vida que discurría a mi alrededor, y al que aparentemente no podía pertenecer. La verdad es que bebía para salirme de la sociedad, llegando gradualmente a un estado mental que anuló toda clase de contacto social o moral con cualquier persona. Pero en esa época no pude ver que mi forma excesiva de beber fuera la causa. Llegué a convencerme de que Dios y la sociedad me habían olvidado, negándome las oportunidades en la vida. No podía ver una razón para vivir. Carecía del valor para matarme, pero creo que la desesperación hubiera llegado a romper esta barrera que me ponía la cobardía, si no hubiera sido por una experiencia que cambió mi enfoque mental por completo.

Esta experiencia me llegó por medio de la muerte de mi padre en Escocia. El había vivido una buena vida en comunidad y había recibido honores a su muerte de todos los que lo habían conocido. Yo había recibido periódicos que daban cuenta de su funeral. Esa noche, estaba sentado ante una pequeña mesa en una atestada taberna, bebiendo y conmiserándome por lo que había leído. No sentía pesar por la muerte de mi padre. El odio y la envidia saturaban mi mente, y murmuraba para mi mismo. "¿Por qué deben él y otras gentes tener todas las oportunidades para salir adelante en la vida, mientras que los hombres buenos como yo no tienen ninguna? La gente me amaría y me honraría a mí también, si tuviera las oportunidades que él tuvo en la vida".

En la taberna, el ruido de la conversación era ensordecedor. Pero de pronto oí una voz en mi mente decirme claro y fuerte:" ¿Qué cuentas de tu vida le vas a dar a Dios?". Miré a mi alrededor, espantado, parecía la voz de mi abuela. Ella había muerto y salido de mis pensamientos había más de veinte años. Esta era su cita favorita. Se la había oído decir frecuentemente en mi juventud; ahora la oía otra vez en la taberna.

Tan pronto oí esto voz, mi mente se aclaró, y supe más allá de cualquier duda, que ninguna persona ni situación era responsable de mi estado. Yo era el único responsable.

El efecto fue demoledor. Primero, había oído esa voz, y entonces la completa excusa de mi fracaso en la vida - que yo nunca había tenido ninguna oportunidad fue borrada de mi mente para siempre. Me golpeó el pensamiento de que si me hubiera suicidado, había una probabilidad de que pudiera haberme encontrado ante Dios y tener que darle cuentas de mi vida que había llevado sin poder culpar a nadie de haberla vivido así. Yo no quería que esto me sucediera, y la idea de suicidarme fue abandonada en ese momento. Pero la idea de que podría morir en cualquier momento, continuaba asediándome.

Todo esto es una locura, pensé. Pero, sin importar lo mucho que discutiera conmigo mismo que solo estaba teniendo una alucinación, no podía rechazar la deducción de la experiencia. Podía verme, en mi imaginación, cómo era llevado a la presencia de una deidad de apariencia severa, que fríamente me miraba bajo su nariz con absoluto desprecio, diciéndome ásperamente, "¡Habla!" Esto era todo lo lejos de que mi imaginación podía llevarme, y desde ese punto me emborrachaba ciegamente tratando de borrar definitivamente la experiencia completa. Pero cuando volvía en mí por la mañana, la experiencia aún permanecía conmigo, más fuerte que antes.

Pensé que mejor dejaría de beber por una temporada y comenzaría a reestructurar mi vida. Esta resolución me produjo una terrible sacudida. Hasta entonces, nunca había relacionado mis dificultades con el alcohol. Sabía que bebía mucho, pero siempre había pensado que tenía buenas razones para beber. Ahora descubría, para mi confusión y horror, que no podía dejar de beber. La bebida se había convertido en una parte tal de mi vida, que no podía funcionar sin ella.

No supe a donde acudir para pedir ayuda. Creyendo que la gente pensaba sobre mí en la misma forma en que yo pensaba acerca de ellos, estaba seguro que nadie era el indicado para pedirle ayuda. Entonces, sólo quedaba Dios, y si El sentía por mí lo mismo que yo sentía por El, esta era con seguridad una débil esperanza. De esta manera, pasé los tres meses más negros de mi vida. Durante este período, parecía que, bebía más de lo que lo había hecho anteriormente, y rezaba a "nadie" pidiendo ayuda para alejarme del alcohol.

Una mañana desperté en el piso de mi habitación, terriblemente enfermo, convencido de que Dios no iba a oírme. Más por reflejo que por otra cosa, fui a trabajar esa mañana e intenté hacer una nómina de pago, aunque me era muy difícil controlar mis temblorosas manos el mínimo suficiente para poner los números en el lugar correcto. Después de muchos problemas, finalmente completé el trabajo.

Con un suspiro de alivio, miré por la ventana y noté a un hombre que se aproximaba al almacén donde yo estaba trabajando. Cuando lo reconocí, el odio surgió en mi mente. Hacía siete meses él había tenido el descaro de preguntarme delante de otros hombres si yo tenía problemas con la bebida, y yo fui profundamente insultado por su pregunta. No lo había visto desde entonces, pero mi odio por él estaba vivo y afectando mi vida, cuando él pasó por el almacén.

Entonces sucedió algo que nunca ha cesado de sorprenderme. Cuando salió de mi vista, todo lo que siguió quedó en una laguna. Lo que a continuación recuerdo es que yo estaba de pie ante él fuera del almacén, oyéndome preguntarle en qué forma podía ayudarme a dejar de beber. Si yo hubiera decidido conscientemente recurrir a algún individuo para que me ayudara, ¡él hubiera sido el último hombre al que me hubiera dirigido! Se sonrió, y dijo que trataría de ayudarme, y me llevó al programa de recuperación de A.A.

Meditando sobre esto, finalmente me pareció obvio que el Dios que pensé me había juzgado y condenado, no había hecho nada al respecto. El me había estado escuchando, y en el tiempo que El lo vio como bueno, llegó su respuesta. Esta respuesta suya fue triple: me dio la oportunidad de vivir sobrio; Doce Pasos para practicarlos, como el medio para obtener y conservar esa vida de sobriedad; y una fraternidad dentro del programa, siempre dispuesta a sostenerme y ayudarme en cada una de las veinticuatro horas del día.

No conservo ninguna ilusión de que yo traje el programa de recuperación de A.A. dentro de mi vida. Siempre lo debo considerar como el don de una oportunidad. El hacer uso de esa oportunidad, es mi responsabilidad.
St. John's, Terranova, Canadá.

UNA PRESENCIA
Soy el radio-operador de un buque petrolero, y la revelación final de mi situación y su alivio llegó mientras estaba sentado solo en mi cuarto de descanso con mi botella favorita. Pedí la ayuda de Dios en voz alta, aunque sólo mis oídos podían escucharme. Súbitamente sentí una Presencia en el cuarto, trayéndome un calor interno muy particular, una distinta, más suave tonalidad de luz, y una inmensa sensación de liberación. Aunque estaba lo suficientemente lúcido, me dije: "Estás borracho otra vez", y me fui a acostar.

Por la mañana, sin embargo - en plena luz del día -, la Presencia continuaba ahí. No tenía malestar tampoco. Me di cuenta de que había pedido y había recibido. Desde ese día, no he vuelto a tomar alcohol. En cualquier momento que siento la obsesión, pienso en lo que me sucedió, y eso me mantiene bien.
Internacionalista de A.A.

viernes, 17 de agosto de 2018

Tu Relación Con Los Demás

¿Cómo está tu relación con los demás seres humanos? 

Somos seres sociales, existimos siempre con otros, en relación con ellos. 
Nunca podemos comprender nuestra existencia como una entidad individualista y aislada. 
Nuestra felicidad, de alguna manera, está determinada por la relación con otros. 
No podemos pretender ser felices a espaldas de los demás, eso no es posible. 

¿Cómo está tu relación con tu familia? ¿eres un buen amigo? ¿estás viviendo una buena vida de pareja? ¿eres una persona confiable, de la que se sabe qué esperar? Tenemos que comprender que no todas las personas están en el mismo nivel de importancia y de afecto. Es claro que algunas personas son muy cercanas a nosotros y las amamos mucho, y, también, hay otras que son compañeras con los cuales tratamos de tener buenas relaciones, pero que no son tan cercanas afectivamente. 

Y seguro hay algunos con los que nos cuesta mucho relacionarnos y que son siempre un desafío a nuestro cristianismo. 

Es valioso tener claro qué tipo de relaciones estamos teniendo, cómo nos estamos comportando con los demás, cómo resolvemos los conflictos, cómo expresamos el afecto a los que amamos, qué tenemos que mejorar en las relaciones con ellos. 

Es pensar en el otro, el descentrar la vida de mis intereses y deseos y comprender lo que los demás sienten y esperan.

Es importante comprender que siempre podemos ayudar a los otros, y no dando desde lo que nos sobra, sino muchas veces desde lo que también necesitamos. 

TAREA DEL DÍA:
¿Cómo puedes ayudar a las personas que están a tu lado? Hoy no busques ser comprendido, sino comprender

POR PADRE ALBERTO LINERO

jueves, 16 de agosto de 2018

A.A. PARA LA MUJER (Parte 7)

“Era insaciable, vacía adentro, buscando la felicidad en el fondo de la botella.”


Mi nombre es María y soy alcohólica. Gracias a Alcohólicos Anónimos y por la gracia de Dios no he tenido que tomar un trago de alcohol en 21 años.

Bebí por primera vez el día en que cumplí 16 años de edad, que por casualidad fue el mismo día en que me casé. Inmediatamente me gustaron los efectos que el alcohol producía en mí. Por naturaleza, soy una persona tímida y callada; no obstante, el alcohol me dejaba hacer cosas que no me podía imaginar hacer cuando estaba sobria.

Por haberme criado en un barrio integrado de Queens, Nueva York, no me di realmente cuenta de que era una mujer negra, hasta que me trasladé a Chicago. No era un hecho que pudiera cambiar, y sólo hizo que me sintiera más resuelta a ser alguien.

Bebí solamente durante cinco años, pero al echar una mirada en retrospectiva, es aparente que bebía alcohólicamente desde el mismo principio. Cuando bebía, otra personalidad asumía su dominio sobre mí — una personalidad que no me caía bien. Tengo tres hijos. Uno nació durante las últimas etapas de mi enfermedad, y hoy, me parece, se nota la diferencia en su personalidad.

Durante mis años de bebedora, era infiel a mi marido. Le echaba la culpa de mi infelicidad a él, o al hecho de que era demasiado joven cuando me casé.

Era insaciable, vacía adentro, buscando la felicidad en el fondo de la botella.
No frecuentaba los bares. La mayoría de las veces, bebía en casa. El trabajo de mi marido le requería ausentarse a menudo de la ciudad. Esperaba unos treinta minutos después de que él salía de la casa, y luego me dirigía al almacén de licores, compraba mi suministro, me volvía a casa y bebía sin tregua hasta perder el conocimiento. Me hundía en lo que más tarde aprendería a reconocer como “una racha de autocompasión,” llamaba a mis amigos para invitarles a una fiesta. Sin embargo, al poco rato, estos sentimientos se convertían en remordimientos y culpabilidad. No tenía ni siquiera la sospecha de que era alcohólica. No sabía lo que significaba ser alcohólica.

Creía que mi marido causaba todos mis problemas, y decidí divorciarme.
Una tarde, sentada en el sillón escuchando la radio o mirando la TV, no puedo recordar el qué, oí una voz que decía, “Si tienes un problema con la bebida, llama a este número.” Me habían dicho que bebía en demasía — ¿Por qué no llamar? Si el locutor hubiera dicho, “Si eres un alcohólico…”, nunca habría telefoneado. Por curiosidad, telefoneé. Una mujer muy amable me preguntó si necesitaba ayuda para un problema con la bebida; me preguntó si podía mantenerme sobria durante 24 horas, y le respondí que no. Me dijo que cualquier persona podía mantenerse sobria durante 24 horas. Me sentí ofendida y colgué.

Yo también era una de esas “alcohólicas lloronas”, así que naturalmente volví a llorar. Al día siguiente, me desperté, empecé a beber y me acordé de haber llamado a A.A. el día anterior y me decidí a llamar otra vez. Hablé con la misma mujer, me propuso hacer que alguien me llamara y me llevara a una reunión. Rehusé ir, colgué, lloré y volví a beber.

Llamé otra vez, y le pedí que me enviara a alguna información. Lo hizo, la leí, le llamé de nuevo y me dijo dónde se efectuaba la reunión. Era una reunión abierta. Pedí a una vecina que me acompañara esa noche. Un señor estaba hablando. No recuerdo nada de lo que se dijo, excepto que una mujer me dio un “paquete de principiantes” que contenía nombres, y me pidió que llamara a alguien antes de tomar la próxima copa. También me dijo que siguiera viniendo.

Esto ocurrió hace 21 años. Siempre he creído en Dios. En A.A. lo llamamos un Poder Superior, y por eso me era fácil aceptar este aspecto del programa.

Me dijeron que pidiera la ayuda de mi Poder Superior cada mañana y que le diera gracias cada noche. En A.A. existen solamente sugerencias, no reglas, y esto me conviene. Me parecía que siempre me habían dicho lo que tenía que hacer, y esto, para mí, no funcionaba bien.

Hoy asisto a las reuniones para recordarme a mí misma que, a pesar de haber mantenido mi sobriedad durante algunos años, sólo un trago me separa de la próxima borrachera. Alcohólicos Anónimos me ha deparado la posibilidad de reanudar mis estudios, algo que siempre he deseado hacer. En un plazo de algunos meses, me otorgarán mi título superior en sicología. Cosas así sólo pueden ocurrir en A.A. Los instrumentos se encuentran disponibles allí; no tenía que hacer más que mantenerme sobria y utilizarlos.

Hoy, como consecuencia del programa de A.A., he vuelto a ser responsable. Tengo un buen trabajo que me permite compartir una parte de mí misma tanto con los alcohólicos recuperados como con los que aún están sufriendo. Para mí sigue funcionando — un día a la vez.

miércoles, 15 de agosto de 2018

FRASES #63

Cuanto más se eleva un hombre, más pequeño les parece a los que no saben volar

Un esfuerzo es una victoria completa

La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio

El precio de la grandeza es la responsabilidad

Solo recuerda, que yo conocí tus peores actitudes, y aún así me quedé

Orgullo nivel: me aguanto las ganas de decirte que te extraño, pero lo tuiteo porque sé que no me lees.

Lo que no te mata te hace más fuerte, y más duro, y más frío, y más malo

Las lágrimas más sinceras son: las que se derraman en un hospital. Las que caen sobre una tumba. Las que se derraman encerrados en un baño o cuarto, quizás frente al espejo. Y por último, las que derramamos antes de quedarnos dormidos

Las fotografías son fragmentos de tiempo, momentos y lugares que serán eternos

Son las experiencias que te hacen grande, no la edad

Si recibes a Cristo en tu corazón tienes la vida eterna, es el mejor negocio que puedes hacer en tu vida

Nunca te acostumbres a hablar con una persona todos los días, porque el día que ya no hablen más vas a sentir un vacío enorme

Por cada persona que se va de tu vida, llega otra para hacerla mejor

No todo lo que brilla es oro, a veces también son tus ojos

¿Amor sin celos, sin berrinches, sin discusiones? Qué aburrido.

Hombre, témete a ti mismo, a tu orgullo, a tu vanidad, a tu soberbia.

Nací para ser feliz y no para preocuparme por lo que digan los demás.

Quien te quiere, te llama, te busca, se preocupa, piensa en ti... te lo demuestra.

No te ilusiones con nadie, le gente miente y miente bien, la única persona en la que puedes confiar es en ti mismo....

No me dejes olvidarte... te quiero en mi futuro.

Así como hay cosas que pasan por algo, hay cosas que por algo no pasan.

La distancia a veces te permite saber qué vale la pena mantener y qué vale la pena dejar ir.

Si tu lloras, Yo lloro, Si tu Sonríes, Yo Sonrió contigo, Pero si te Caes Yo te ayudo a levantarte.

Cuando morimos nos convertimos en canciones. Al escucharlas, nos recordaremos

¿Mis sueños? Estar contigo por siempre. - ¿Una mentira? Decir que no me gustas. - ¿Algo imposible? Olvidarte

martes, 14 de agosto de 2018

Síntomas de la Borrachera Seca (2° Sintoma)

Segundo síntoma: actitud permanente de deshonestidad ante si mismo y los demás.

Maestros de la excusa y campeones del pretexto


El gran problema de la mentalidad del alcohólico es que la mentira y la deshonestidad fueron utilizadas tanto tiempo para justificar su conducta adictiva que quedó condicionada a su mente como un mecanismo automático que le cuesta mucho trabajo manejar en la etapa de recuperación.
En el proceso de recuperación del alcohólico (y del adicto en general) uno de los elementos que más trabajo le cuesta lograr al que se está rehabilitando es recuperar la confianza de los demás. De hecho, uno de los objetivos claves en la rehabilitación de los adictos es recuperar la confianza de los demás, especialmente de sus seres queridos.

Y es que, en general, los alcohólicos y los adictos a otras drogas se vuelven unos mentirosos consumados, profesionales del engaño, la mentira o, en el mejor de los casos, la verdad a medias como un instrumento para obtener la droga, disimular sus efectos o justificar el sistemático abandono de las responsabilidades que generan la adicción al alcohol y a las drogas.
La más peligrosa de las herramientas psicológicas del adicto es la lengua. El alcohólico se torna un hablador profesional. Su inseguridad y sus complejos de inferioridad lo llevan a desarrollar fantasías compensatorias sobre su persona y su vida, fantasías que se convierten en mentiras que termina por creer él mismo. Sonia S., una alcohólica recuperada con seis años militando en los grupos de Alcohólicos Anónimos (AA), refería que ella siempre se avergonzaba de su familia, por ser de condición humilde. Cuando conoció a su novio, que era de una posición social y económica más alta, siempre le mintió sobre su familia diciéndole que radicaba en Estados Unidos y que ella vivía con unos parientes. Cada vez que tenía que contestar alguna pregunta que su novio le formulaba acerca de su familia, ella respondía con mentiras, mentiras que tenían que ser respaldadas por otras mentiras, hasta tejer una red de engaños en la que ella misma terminó atrapada, pues cuando decidieron formalizar los arreglos para la boda se descubrió toda la verdad. Tal fue la decepción del novio por la actitud deshonesta de ella que canceló la boda. Esta situación influyó para que Sonia desarrollara su alcoholismo, del que felizmente se ha recuperado, teniendo en la actualidad como principio fundamental de su recuperación decir siempre la verdad, pase lo que pase.

Sin embargo, muchos alcohólicos y adictos en recuperación continúan siendo maestros de la excusa y
campeones del pretexto; siguen haciendo promesas que no cumplen; presumen lo que no tienen; manipulan a los demás para obtener beneficios; chantajean para controlar a otros; engañan a sus cónyuges; hacen trampa; practican corruptelas; piden prestado y no pagan; venden kilos de 800 gramos; dicen que son solteros siendo casados; no respetan sus compromisos; son convenencieros y acomodaticios; no respetan la ley ni los reglamentos; no son sinceros, dicen una cosa y hacen otra y no logran recuperar la confianza de los demás, sobre todo la de sus seres queridos más cercanos.

Estos alcohólicos en recuperación son borrachos secos que no han logrado superar su deshonestidad. A estos borrachos secos les gusta que les digan que mintieron mucho en el pasado, pero odian que les digan que siguen mintiendo a pesar de que ya no beben.

Esta incapacidad de superar la deshonestidad no es más que un síntoma de inmadurez. Como dice Ann Landers: "Madurez significa confiabilidad; mantener la propia palabra, superar la crisis. Los inmaduros son maestros de la excusa, son los confusos y desorganizados, sus vidas son una mezcla de promesas rotas, amigos perdidos, negocios sin terminar y buenas intenciones que nunca se convierten en realidad". O como sentencia Patrón Luján: "Ser hombre es tener vergüenza, sentir pena de burlarse de una mujer, de abusar del débil o de mentir al ingenuo".

Del engaño al autoengaño Además de la inmadurez, otro mecanismo psicológico que determina la deshonestidad es la negación. El adicto es negador por naturaleza. No acepta su realidad: ni su realidad alcohólica ni su realidad no alcohólica. Esto puede constituir la raíz de su tendencia a la deshonestidad.

"El engaño a los demás casi siempre tiene sus raíces en el engaño a nosotros mismos", sentencia el
Grapevine de agosto de 1961. El alcohólico es una persona que vive permanentemente autoengañada como consecuencia de la no aceptación de su realidad, y esto lo lleva a desarrollar el mal hábito de engañar a los demás. Pero como se cree sus propias mentiras, en ocasiones se siente víctima de los demás porque no le creen ni le tienen confianza.

Otra forma de deshonestidad es la proyección. Proyectarse es ver en otras personas nuestros propios defectos, debilidades y desviaciones. Cuando en el proceso de recuperación del alcoholismo o la drogadicción se piensa más en los defectos de otras personas que en los propios, se está cayendo en un mecanismo de evasión de nuestra propia realidad que no es más que una forma de deshonestidad hacia uno mismo. Bill W. en una de sus cartas (1966) se refiere a esta forma de deshonestidad de la siguiente manera:

"Esta es una forma sutil y perversa de la satisfacción de sí mismo que nos permite seguir  cómodamente inconscientes de nuestros defectos".
Finalmente, el otro mecanismo de defensa psicológico que hace del alcohólico el rey del pretexto es la racionalización.

El alcohólico y el adicto a drogas siempre racionalizaron su necesidad compulsiva de alcohol y drogas al tratar de justificar con pretextos el porqué consumían. Una vez que dejan el alcohol o las drogas siguen racionalizando alrededor de su realidad no alcohólica. Racionalizan sus actitudes deshonestas en su hogar o en su trabajo. Siempre encuentran un pretexto para justificar porqué no han cumplido una promesa o no terminaron un proyecto. Ya no beben, ya no consumen drogas, pero siguen fallando, siguen fracasando, siguen saboteándose el éxito, y siempre encuentran un pretexto para salir bien librados y no aceptar su verdadera realidad.

Precisamente cómo y cuándo decimos la verdad, o nos quedamos callados, a menudo puede representar la diferencia entre la auténtica integridad y la falta completa de ésta.

Complementamos esta idea con lo que se lee en la página 68 del libro grande de los Alcohólicos Anónimos:

"Más que la mayoría de las personas, el alcohólico lleva una vida doble, tiene mucho de actor. Ante el mundo exterior representa su papel de actor. Éste es el único que le gusta que vean sus semejantes. Quiere gozar de cierta reputación, pero sabe en lo más íntimo de su ser que no se la merece".
¿Honestidad absoluta?

Todo lo anterior no quiere decir que la única forma de no padecer de una borrachera seca sea practicar una férrea, absoluta y fundamentalista honestidad. Sólo Dios puede saber lo que es la honestidad absoluta, por lo tanto, cada uno de nosotros tiene que formarse una idea de lo que puede ser este magnífico ideal según su propia capacidad.

En otra de sus cartas (1966) Bill W. afirma: "Falibles como somos y que seremos todos en la vida, sería presuntuoso creer que pudiéramos en realidad lograr la honestidad absoluta. Lo mejor que podemos hacer es esforzarnos por mejorar la calidad de nuestra honestidad".

Lo anterior constituye una característica de la sobriedad que es el equilibrio. En la superación personal del alcohólico en recuperación hay que evitar los perfeccionismos y los fundamentalismos y la honestidad absoluta es, como se menciona líneas arriba, una cualidad exclusiva de Dios.
Algunas preguntas que me ayudará a saber si soy honesto Cada quién en su interior sabe perfectamente si está actuando con integridad en la vida, si es congruente con lo que piensa, lo que dice y lo que hace, y esgrime la verdad como herramienta fundamental de su existencia o si la mentira es una forma de hábito existencial.

Sin embargo, la mente del alcohólico es traicionera y lleva, con frecuencia, al autoengaño, por lo que,
muchos alcohólicos en recuperación creen que son muy honestos cuando en realidad no lo son tanto.

Estas cinco preguntas ayudarán al alcohólico en recuperación a reconocer el grado de honestidad en su comportamiento.

1. ¿Soy honesto conmigo mismo acerca de mis motivaciones?
Aquí la respuesta correcta obviamente es Si. Sin embargo, es común que los alcohólicos en recuperación se auto engañan con respecto a la autenticidad de sus motivaciones, por ejemplo: el miembro del grupo de AA que muestra un desusado interés por ayudar a la compañera que acaba de incorporarse, cuando su motivación real es seducirla; o aquel otro que asiste diariamente a sus juntas y se queda varias horas charlando con los compañeros después de la sesión, cuando su verdadera motivación es evadir de los problemas que tiene con su esposa.

2. ¿Trato de buscar pretextos para justificar mis faltas?
La respuesta correcta es No. No busco pretextos sino que acepto mis faltas y trato de superarlas. El borracho seco practica a la perfección el libro de oro de los pretextos. Nunca asume la responsabilidad de sus fallas o de sus defectos. Siempre encuentra un culpable a quien responsabilizar: "Llegué tarde porque había mucho tráfico", "No fui a trabajar porque se enfermó mi abuelita", "Reprobé por culpa del profesor", "No tengo dinero por culpa del gobierno", etcétera.

3. ¿Procuro no decir mentiras, ni siquiera pequeñas?
Aquí se debe responder Si. Procuro nunca mentir ni siquiera decir mentiras piadosas.
La mayoría de los adictos en recuperación siguen diciendo mentiras, sobre todo de las pequeñas, hábito que adquirieron en su etapa de alcoholismo activo. Muchos piensan que no tiene importancia decir mentiras pequeñas o mentiras piadosas; algunos prefieren las medias verdades. No hay que olvidar que las medias verdades son medias mentiras y, por tanto, una forma de deshonestidad.

4. ¿Puedo ser íntegro con los demás manifestándoles quien soy?
La respuesta correcta es Si. No me apena decirles a los demás quien soy y qué enfermedad padezco.
Muchos alcohólicos, presuntamente en recuperación, siguen negándose a sí mismos porque les apena
mucho que los demás se enteren. Niegan su origen, niegan su situación social y económica, niegan su
enfermedad, niegan sus debilidades y se convierten en actores que están representando un papel para
cuidar su imagen ante los demás, Esto les impide ser auténticos y, en consecuencia, no son sinceros y
mienten con frecuencia.

5. ¿Tengo cuidado de no ser hostil o maligno bajo la capa de la honestidad?
La respuesta aquí también deberá ser afirmativa. Muchos alcohólicos que llevan mucho tiempo en
recuperación y que han adquirido cierto prestigio ante sus compañeros de grupo, caen con frecuencia en la tentación del poder o del prestigio y quieren controlar o manipular a los compañeros menos antiguos. En ocasiones sienten envidia, resentimiento o antipatía y entonces los agreden o satanizan argumentando que lo hacen por su bien. Asimismo, asumen estas actitudes con sus seres queridos, amigos o compañeros de trabajo.
Desarrollar el hábito de la sinceridad, la honestidad y la honradez es una de las metas fundamentales para quien aspira a alcanzar la sobriedad. Esto requiere de una gran disciplina, autoobservación y auto vigilancia.
Ser auténtico, íntegro y congruente con lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace implica desarrollar a satisfacción la virtud de la honestidad.

Terminamos con el pensamiento de Confucio:
"El hombre honrado es el que subordina su derecho a su deber".

por el Doctor José Antonio Elizondo López

lunes, 13 de agosto de 2018

A.A. PARA LA MUJER (Parte 6)

“Yo era una típica ama de casa borracha
de aspiraciones burguesas.”
Me llamo Dorotea y soy alcohólica. Tenía 65 años cuando llegué a A.A. — algo más tarde que la mayoría de los novatos — después de decidir que tenía que dejar de beber o iba a terminar mis años dorados como una madre y abuela borracha.
Yo era una típica ama de casa borracha de aspiraciones burguesas. El alcohol debía de haber estado interfiriendo en mi vida y causándome problemas desde hacía muchos años; no me di cuenta de lo que estaba pasando hasta unos cinco años antes de llegar a la Comunidad de A.A.
Tuve que hacer tres intentos para lograr mi sobriedad en A.A.; la tercera vez, no tenía alternativano me quedaban muchos años para ponerme sobria, Me crié en un hogar alcohólico. Mi padre bebía mucho y de golpe y en esto yo me parecía a él. No era uno de los que podían sentarse y beber su whisky a sorbitos, como mi madre.
Al llegar a la edad de 16 años, ya había dejado la escuela, y estaba casada con un hombre doce años mayor que yo. En aquellos tiempos, llevábamos una buena vida. No bebía porque no teníamos bebidas alcohólicas. Era simple.
Después de tres años de matrimonio, perdí a mi primer hijo, y pasaron cuatro años antes de que tuviéramos a nuestro hijo Juan. La primera vez que me puse borracha y enferma, fue justo antes de que Juan naciera. Salimos con unos parientes y me emborraché bebiendo cerveza, me subí encima de una mesa y canté y bailé como una tonta. De camino a casa no dejaba de vomitar. Mi marido se reía.
Nuestra hija Linda nació en 1937. Durante los años de la guerra, nos divertíamos mucho y yo estaba segura de poder dejar de beber cuando lo deseara. Me puse violentamente borracha otra vez, y empecé a sufrir resacas.
No puedo decir exactamente cuándo crucé la línea, ni tampoco recuerdo cuando comencé a beber furtivamente. Mi marido era un bebedor social que podía tomarse un trago y echarse a dormir. La idea que él tenía de un trago era un dedo de whisky escocés con un vaso de soda. No me podía imaginar beber de esta forma.
Después de nacer nuestro tercer hijo, solía volver a casa de mi trabajo en unos grandes almacenes y tomar un vaso de Metre cal, una bebida dietética de la época. Eso era un esfuerzo para luchar contra la gordura (lucha que todavía mantengo), pero añadía un poco de alcohol. Estaba experimentando muchas dificultades, pero no lo quería admitir.
Con el tiempo, nos mudamos, y la primera cosa que averigüé fue dónde se encontraba la tienda de licores. Nuestros dos hijos mayores eran muy cabales; hacían lo que debían de hacer y tenían la cabeza en su sitio. Puede que mi beber afectara más a mi hijo menor, David. El empezó a tomar drogas, y eso me dio un buen pretexto. Nuestro hijo estaba tan enfermo como yo, y mi marido se encontró atrapado entre nosotros durante 19 infernales años.
David resultó ser otro tipo de mensajero. Asistía a una clínica de methadone, donde conoció a una mujer que era miembro de A.A. Aquí estaba este drogadicto diciéndole a su madre que debía hablar con una señora alcohólica recuperada. Así que cogí el autobús y fui al centro en donde estaba Lerisa y hablé con ella. Me dio una copia del Libro Grande. Esa misma noche, ella
y su madrina me llevaron a mi primera reunión de A.A.
Todo eso ocurrió cinco años antes de que estuviera lista para dejar de beber. Parecía que estaba lista para escuchar, pero no para hacer el trabajo. Solía volver a casa después de las reuniones y ponerme a beber.
Aunque me llevó mucho tiempo reconocerlo, la evidencia era bastante obvia. Bebía diariamente, y sabía que tenía un problema grande. Una noche, después de mis primeros peregrinajes por las reuniones de A.A., al salir a cenar con mi marido, me fui tambaleando hasta el coche, y le dije, “Tengo que ir a un centro de tratamiento.” Se dispuso todo para que
así lo hiciera. No recuerdo mucho lo que pasó. Sólo sabía que tenía que ir.
Un problema que tenía, y con el que no quise enfrentarme, era que estaba avergonzada por ser la más vieja. Había jóvenes de 14 y 15 años de edad, y muchas mujeres en sus treinta y cuarenta. Otra cosa me chocó: me dijeron que mi hija había respondido a una llamada del centro y les había dicho que su padre necesitaba alguien con quien hablar. Esa fue la primera vez en que me percaté de que él estaba sufriendo. Me lastimó mucho, y resolví hacer un esfuerzo para lograr la sobriedad.
Dada de alta del centro, volví a asistir a las reuniones de A.A. y encontré que nadie me estaba prestando atención. Me mantuve sobria durante un año, pero tenía todavía la sensación de no pertenecer.
Me decía que todos me estaban mirando a mí, una viejecita tan amable. Me sentía muy desgraciada; ellos no sabían nada de mí, porque yo no estaba dispuesta a decirles nada. Yo era una sabelotodo que iba alejándose poco a poco.
No pasó mucho tiempo antes de que tomara un trago. Me sentí mal, pero enseguida llamé a dos A.A. que vinieron a mi casa y me llevaron a una reunión.
Luego fui sola a una reunión. Ahora tengo un grupo base, donde puedo recordar mi último trago.
Cuando llegué a la Comunidad para quedarme por fin, me sentí fuera de lugar con mi pelo canoso. Yo era mayor que casi todos los demás y aquellos que se acercaban a mi edad, habían sido miembros de la Comunidad desde hacía muchos años. Así que me sentía como una muchacha de diez años en un jardín de infancia.
Me llevó tiempo entender que tendría que dar si quería sobrevivir en el programa. Tenemos un grupo de A.A. sólido, en donde nos apoyamos, unos a otros, y donde puedo pasar tiempo con amigas en sus cincuenta; aunque tengo 72 cumplidos, me encuentro al mismo nivel. Empecé a sentirme como una verdadera participante cuando comencé a servir como secretaria de mi grupo. Me ha gustado ser Representante de Servicios Generales, y asistir a las asambleas y convenciones de A.A. Me es importante no sentarme con los brazos cruzados, sino hacer algo — y el trabajo de servicio de A.A. me da esta oportunidad. A través del servicio, he conocido a mucha gente maravillosa. Mi
Vida social también es muy completa — miel sobre hojuelas — y me gustaría que otra mucha gente pudiera tener lo que tengo yo. Mis amigos de A.A. me quieren por ser la persona que soy, con mi pelo canoso y todo. Mi familia me
quiere, y mi hija es también mi amiga. Mis nietos saben que soy una alcohólica y procuran que su abuelita tenga su soda o su agua con hielo. Al principio, me preocupaba que lo supieran, hasta que me di cuenta de que yo no quería ser una madre o una abuela borracha. Ahora soy bisabuela, y, de alguna forma, ser una bisabuela borracha habría sido peor. Y considero una bendición que la familia me confíe el cuidado del biznieto.
Mi marido murió hace tres años. Mi amiga de A.A.
Felicia perdió a su hijo un día después de que murió mi esposo y nos encontramos en la funeraria. Era para las dos un momento triste. Cuando dos personas pueden llorar juntas y abrazarse una a otra, son amigas íntimas.
El programa y la Comunidad están aquí para ti también. Si no puedes asistir a una reunión por ti misma, los miembros te llevarán. Es una manera estupenda de encontrar el amor y la sobriedad, y yo no volveré nunca a sentirme sola. Los años dorados son verdaderamente de oro — sin mancha alguna.

domingo, 12 de agosto de 2018

Tu Relación Contigo Mismo


¿Cómo está tu relación contigo mismo?

Es necesario ser dueños y responsables de uno mismo. Dios nos ha dado la vida para que sepamos administrarla, para que la realicemos desde todas las capacidades que Él nos ha dado. 

Constantemente, tenemos que tratar de comprender cómo nos estamos relacionando con nosotros mismos; no podemos ser creyentes sin preguntarnos cómo está nuestro auto concepto, nuestra autoestima, nuestra auto eficacia.

¿Te conoces, te aceptas y te amas? 
¿eres dueño de tus emociones?
¿sabes para dónde va tu vida?
¿tienes claro qué quieres realizar? 
¿Eres dependiente, adicto a alguien o a algo? 
No puedes dejar que la vida se vaya realizando por inercia, tienes que darle rumbo a partir de tus decisiones y tienes que saber realmente qué es lo que quieres de ti. 

La Iglesia nos presenta una práctica espiritual que puede ayudar mucho: el ayuno; el cual, a partir de una privaciones conscientes nos hace comprender que no podemos depender de nada de lo circunstancial de la vida, reconocer lo pasajero y que necesitamos “alimentarnos bien” para poder crecer y salir adelante. 

Sería bueno que luego de reflexionar en torno a lo que eres y vives te propongas ayunar de las realidades que hoy te están dominando y que amenazan con destruirte. 

Cada persona sabe de qué tiene que ayunar, de qué se tiene que privar. Es una manera de ser dueño de sí mismo y decirse “a mí no me domina esta realidad por importante que sea para mí“. 


TAREA DEL DÍA:
Te propongo que ayunes de eso que te está haciendo sentir esclavo.

POR PADRE ALBERTO LINERO

Los Enemigos

“Señor, muchos son mis enemigos, muchos son los que se han puesto en contra mía, ¡muchos son los que dicen de mí: «Dios no va a salvarlo»! Pero tú, Señor, eres mi escudo protector, eres mi gloria, eres quien me reanima”. (Salmo 3) 

Todos tenemos enemigos. Algunos buscados por nuestros errores o el mal manejo de nuestras emociones; otros gratis, ni sabemos por qué nos odian o quieren que nos vaya mal. 

¿Qué hacer frente a ellos, nuestros enemigos? 

Seguramente, la primera reacción es atacar y no dejarse dañar, pero sabemos que el cristiano no puede actuar de esa manera (Mateo 5,44). Por eso, lo mejor es tener un comportamiento marcado por la bondad, la coherencia, la solidaridad, la voluntad de Dios y no hacerle daño a nadie. 

No puedes centrarte en vivir dependiendo de lo que tus “enemigos” hagan o digan, tienes que estar concentrado en la realización de tu proyecto de vida. 
Cuando consideres que tienes que responder a ellos hazlo con las actitudes de un creyente: serenidad, firmeza, buena comunicación y siempre en la caridad cristiana. Tienes que saber cuidarte y no exponerte a ningún daño. 
No olvides que no puedes dejar que tu enemigo te convierta a su lógica ni comportarte como él lo hace. 
Tienes que construir relaciones interpersonales muy sólidas y marcadas por buenas prácticas; no dejes que tu vida se llene de gente tóxica y dañina.
El salmista pide ayuda a Dios y confía en su protección, ese siempre es un buen camino, porque Dios está atento a nuestra súplica.

TAREA DEL DÍA:
Ora por aquellas personas que buscan dañarte, pide a Dios que las bendiga.

POR PADRE ALBERTO LINERO