El
intelectual fracasado
Un hombre
con las mejores notas de su universidad vino a consultarme. La depresión había
convertido su vida en un trapo inútil. ¿Y cómo había llegado hasta ahí? Pues
empezó a sentir que su esposa no lo comprendía. Y en vez de aprovechar esta
amargura para hacer trabajar más su cerebro, se dedico fue a darse los pésames
a sí mismo: "Pobre de mí. ¡Esa mujer no me comprende! ¡Pobre de mí, ella
no reconoce mis cualidades! ¡Pobre de mí, Mi mujer me desprecia!". Y este
sentirse lástima lo fue apabullando y dejó de escribir cómo le estaba haciendo
antes. Y dejó de seguir especializándose. Y ya casi llegaba el total fracaso.
Cuando
vino a consultarme leer narre lo que decía El maravilloso músico Schubert:
"las mejores piezas musicales que he compuesto, las que más agradan al
público, son aquellas que escribían los días de mis más terribles angustias y
penas, cuando me parecía que mi vida era un martirio y una agonía". Y le
recordé como el escritor de fama mundial Tolstoi tuvo que sufrir con una esposa
horrorosamente neurótica e incomprensible, Pero él en vez de dedicarse a auto compadecerse,
aprovechó estos tiempos de incomprensión y de pena y dolor para sacarle a su
cerebro el mayor rendimiento posible y logro escribir obras inmortales. La
incisión que para nosotros lo único verdaderamente importante en la vida es
tener contento a Dios. Que a la gente difícilmente le vamos a tener contenta.
El evangelio dice: "vino Juan Bautista que no comía Y no bebía y, la gente
decía que era un endemoniado. Vino Jesús que sí comía y bebía y dijeron también
que era un endemoniado"... Pero al buen Dios si lo logramos tener
contentos y nos esforzamos un poco. ¡Y al final de cuentas él, y sólo Él es
quien nos va a dar el “premio definitivo”!
Aquel
hombre se quedó mirándome a los ojos y me dijo: "Entonces yo he perdido
todo el tiempo que he dedicado a tenerme lástima por no ser comprendido por mi
esposa? - y le respondí -: no sólo ha perdido ese tiempo, sino que con su auto conmiseración
a esterilizado sus meses y sus años pasados y corre peligro de hacer de su vida
una inutilidad si sigue Auto compadeciéndose.
Aquel día
charlamos largo y sabroso. Le recordé lo que afirmaba San Pablo: "si lo
que busco es tener contenta a la gente de este mundo, ya no seré verdadero
seguidor de Cristo"; y lo que decía Jesucristo: "algunos no pueden
llegar a la verdadera fe porque lo que buscan es obtener las alabanzas de los
demás". Y lo anime con todas mis fuerzas a independizarse "del que
dirán o qué Pensarán los demás" y a no darle tanta importancia a la
incomprensión de su mujer.
La
historia siguió su curso. La esposa no dejó de ser incomprensiva, Pero él sí
dejó de auto compadecerse. Pero él sí dejó de auto compadecerse ella siguió
criticándolo por todo, Pero él ya no volvió a sentir lástima por sí mismo. Pero
él ya no volvió a sentir lástima por sí mismo se hizo en una habitación cerrada
en su casa y cuando la mujer estallaba de impetuosa de ira y se dedicaba a
gritarlo a insultarlo, Elsa encerrada en su búnker y se decía:
"aprovechemos la adrenalina que me produce este disgusto para hacer que mi
cerebro trabaje con más celeridad! Aprovechemos la adrenalina que me produce
este disgusto para hacer que mi cerebro trabaje con más celeridad y poco a poco
fue convenciéndose de la gran verdad que es aquella afirmación de la sagrada
Biblia: "todo sucede para el bien de los que aman a Dios".
¿Y para
qué seguir contando? Sus escritos volvieron a aparecer en los periódicos y
cuando la esposa airada le gritaba que eso era una tontería que no merecía la
publicación, él se decía para sí mismo él se decía para sí mismo: "Lo
importante es que esto agrada a Dios. De él, y sólo de él espero me paga y mi
recompensa". Ya son varios sus libros y varias las ediciones de cada uno y
ahora son leídos hasta por su propia mujer. Su nombre no lo decimos aquí porque
ha pedido por ahora lo callemos. Cuando dentro de bastantes años este amigo
nuestro haya pasado a la eternidad, Quizá en este mismo libro de la depresión
con una nota que diga: "el citado escritor se llamaba N.N.…" Y ojalá
que en su tumba pudieran escribir: "aquí yace uno que iba rodando hacia el
fracaso por dejarse dominar de la autocompasión, pero un día dejó de sentir se
lastima a sí mismo y desde entonces empezó a volar muy alto hasta llegar a ser
uno de los hombres más exitosos de este siglo".
Historia
puede ser la de muchos que estén pasando por circunstancias parecidas de
incomprensión y malos tratos. Con el poeta Campoamor podremos repetir: "no
hay grito de dolor que no tenga al fin por eco una esperanza..."si en vez
de auto compadecernos, luchamos con valor.
La joven
del vestido blanco y el alma negra
Una joven
esposa vino a consultarme. Una joven esposa vino a consultarme la dominaba una
inaguantable depresión. Sólo llevaba 8 meses de casada, pero ya no sentía
cariño por su marido, una tristeza Incontenible hacía de su propia vida algo
más triste que una tumba.
Repasando
sus recuerdos encontramos la causa de su depresión. Desde niña había visto
casos escandalosos de unas hermanastras suyas que fueron muy desvergonzadas en
sus noviazgos y que dejaron muy mala impresión en el vecindario por su
ligerezas y atrevimientos. Y entonces ella Desde los 13 años se propuso
firmemente: "llegaré virgen al día de mi matrimonio. Cuando suba al altar
llevaré un vestido blanco y un alma pura y blanca. Me haré respetar cueste lo
que cueste".
Y cumplió
seriamente sus propósitos. Se enamoró de un marino y su noviazgo transcurrió
tranquila y santamente. Pero el hombre sabía convencer mucho las mujeres y la
noche en que celebraron la ceremonia de las argollas y promesas de matrimonio,
ella cometió el error de tomarse unos tragos y de quedarse sola con su novio. Y
cómo le alcohol debilita totalmente el cerebro y la voluntad, aquella noche
cometió un pecado contra la castidad.
Toda la
vida había deseado llegar virgen y muy pura al día de su matrimonio y ahora por
una debilidad se derrumba van todos sus ideales y propósitos. Qué miserable y
manchada se sentía. Se sentía una pobre derrotada por Satanás.
Por esta
razón la noche de su matrimonio sufría la profunda tristeza de que su vestido
tan blanco no correspondía un alma tan inocente. Y este pensamiento no la
abandonaba. En su interior le echaba la culpa al novio. Él la había hecho tomar
trago. Él decía palabras demasiado melosas. ¡Él era el verdadero culpable! Y se
creía una víctima de aquel aprovechado. Y estola Fue enfriando totalmente hacia
su marido, y con estos sentimientos Vilma consultar su caso.
La causa de
esta depresión era muy clara: la pobre mujer se estaba auto compadeciendo más
de la cuenta. Quería echarle toda la culpa y la responsabilidad a aquel hombre.
Y mientras viviera rumiando y recordando con rabia su momento de miseria y de
debilidad y dándose Asimismo palizas mentales y guardando resentimiento por ese
individuo, era inútil recetarle medicamentos para sus nervios, pues la
depresión no se le iba a retirar ni a disminuir, si no se quitaba la causa que
la producía.
El primer
consejo para la deprimida mujer fue aquel de San Agustín: "mientras Me
dediqué a recordar con amargura mis pecados, cada día me atormentaba más y más
y sin provecho alguno. Pero cuando Me dediqué a pensar en las bondades de Dios
y en los maravillosos hechos que de Dios narra la Biblia, recobré la paz de mi
espíritu y empecé a dar pasos hacia la paz y la tranquilidad".
Lo
primero que ella necesitaba era perdonar al otro. "Si no perdonáis a los
demás los males que os han hecho, tampoco vuestro padre celestial os perdonará
a Vosotros los males que habéis hecho", dijo Jesús. ¿Como pretender que
Dios perdone nuestras maldades y debilidades si seguimos recordando con odio y
resentimiento los males que otros nos han hecho?
El
segundo paso tenía que ser: perdonarse a sí misma. El evangelio manda que
debemos amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Por tanto, nos
tenemos que amar mucho a nosotros mismos, Porque si a los otros hay que amarlos
como uno se ama a sí mismo. Pero, ¿Cómo puede afirmar que se ama a sí mismo
quién vive regañando a toda hora y echándose en cara sus antiguas faltas en
cada momento? ¿Si a los otros hay que perdonar, si a los otros hay que perdonar
porque no perdonarse uno así mismo? ¿O es que pretendemos ser tan perfectos que
seamos impecables? ¿Y es que se nos ha olvidado que muchísimas de las faltas
que cometemos las hacemos más por debilidad que por maldad? ¿Si Dios olvida
nuestras faltas para no volverlas a recordar jamás, sí arrepentidos le pedimos
perdón, porque no olvidarlas también nosotros y no seguirnos amargando la vida
con unos feroces recuerdos que no ayudan a progresar sino a sentir más
desdicha y mayor pesimismo y desaliento?
Y el tercer
paso que no puede ser evitado jamás: pedirle perdón a Dios. Él ha repetido muchas veces
en la sagrada Biblia que no desea la perdición del pecador, sino que se
convierta y mejore su conducta y tenga una vida de felicidad y de paz. El salmo
102 nos recuerda: "como un padre siente compasión por sus débiles hijitos,
así el señor Dios siente ternura y compasión por nosotros. Él sabe de qué
estamos hechos y se acuerda de que somos barro. Él sabe de qué estamos hechos y
se acuerda de que somos barro. Dios es compasivo y misericordioso, lento a la
ira y rico en clemencia y bondad. No está siempre acusando ni echando en cara
las faltas cometidas. No guarda rencor Perpetuo, no nos trata como merecen
nuestras culpas ni nos castiga como lo pide nuestros pecados. Así como está
inmensamente lejos el extremo occidente del extremo Oriente, así Dios aleja de
nosotros las faltas que hemos cometido".
¿Quién no
se animará a pedirle perdón a Dios tan extraordinariamente amable e inclinado a
perdonar y a olvidar, Y qué ha prometido no rechazar jamás un corazón
arrepentido y humillado Y qué ha prometido no rechazar jamás un corazón
arrepentido y humillado?
Estas
fueron las consideraciones que le hicimos a la esposa entristecida y desamorada
que había venido a consultarnos. Y como en los cuentos de hadas con un final
feliz, aquella mujer se Perdona a sí misma, perdonó a su marido, se confesó y
pidió perdón a Dios, y ahora cuando acompañada de su esposo y de sus simpáticos
hijitos la vemos salir a pasear alegre, amorosa y sonriente por el parque
cercano a su casa y nos vemos en su comportamiento sino amor y gozo, nos dan
ganas de gritar a los transeúntes nos dan ganas de gritar a los transeúntes:
"vengan a ver un milagro conseguido con base en alejar de la propia vida
la autocompasión y de dedicarse a perdonarse uno a sí mismo y a perdonar a los
demás, a pedir perdón a Dios, el lugar de andar auto compadeciéndose o echando
a otros la culpa de lo que no sucede". Mientras más lejos echamos la
autocompasión, más nos llenaremos de alegría y paz y menos cabida tendrá en
nuestra vida la horrible depresión.
¿Será
necesario que cambien la situación y las circunstancias?
Hay un
librito muy famoso, publicado 20 años del descubrimiento de América y que
después de la sagrada Biblia ha sido el libro religioso más editado del mundo.
En 1991 la editorial Salvat publicó el dato de que de él se han hecho más de
3000 ediciones el bello libro se titula: "la imitación de Cristo "y
su lectura a obrado admirables cambios en millones de personas. Y su lectura a
obrado admirables cambios en millones de personas. Pues bien, el autor de la
"imitación de Cristo "dejó escrita esta frase que contiene una gran
verdad: "vayas donde vayas, y fueres donde fueres, Si tú no cambias y no
mejoras de modo de pensar y de ser, en todas partes seguirás con tus mismos
sufrimientos porque las principales causas de ellos no están en las otras
personas o en las circunstancias que te rodean, sino en ti mismo, en tu modo de
ser y de pensar".
Es lo que
la gente dice en su adagio popular: "la fiebre no está en las
cobijas".