sábado, 20 de octubre de 2018

Si Mis Manos Pudieran Deshojar

Yo pronuncio tu nombre 
En las noches oscuras 
Cuando vienen los astros 
A beber en la luna 
Y duermen los ramajes 
De las frondas ocultas. 
Y yo me siento hueco 
De pasión y de música. 
Loco reloj que canta 
Muertas horas antiguas. 

Yo pronuncio tu nombre, 
En esta noche oscura, 
Y tu nombre me suena 
Más lejano que nunca. 
Más lejano que todas las estrellas 
Y más doliente que la mansa lluvia. 

¿Te querré como entonces 
Alguna vez? ¿Qué culpa 
Tiene mi corazón? 
Si la niebla se esfuma 
¿Qué otra pasión me espera? 
¿Será tranquila y pura? 
¡¡Si mis dedos pudieran 
Deshojar a la luna!!


Federico García Lorca

viernes, 19 de octubre de 2018

El Camino De Las Lagrimas (Cap. 7 - Parte 2)


CAPÍTULO 7


Duelo anticipado.
El tema genera cierta controversia.
Se han hecho muchos estudios y se ha escrito mucho para tratar de acotar su significado. Duelo anticipado se refiere al proceso que ocurre en anticipación de la pérdida e incluye mucho de los síntomas de un duelo normal.

Los siguientes aspectos están siempre presentes:

1. tristeza,
2. preocupación por la persona que va a morir
3. ensayo del deceso
4. ajuste previo a las consecuencias de la muerte
5. vivencia efectiva de la despedida, a veces mutua.

Es un error creer que hay un volumen de tristeza fijo y que si se experimenta antes disminuye la pena que "queda" para después de la pérdida. las emociones no funcionan así. De todas maneras algunos estudios aportan datos que documentan que el duelo anticipado mejora la capacidad de adaptación de los familiares a recuperarse del dolor de la pérdida.
Algunos investigadores dicen que la anticipación casi nunca ocurre. Aceptar la muerte de una persona querida antes de que muera condena al familiar vulnerable a la culpa de haber abandonado al paciente antes del final. Y además existe la preocupación de que el paciente experimente "demasiado dolor" adicional por la situación de muerte inminente y esperada a su alrededor.
En todo caso, lo que seguramente existe es la natural anticipación involuntaria de los familiares de los pacientes en largas agonías.

Integración.
Es necesario integrar el pensamiento con el sentimiento y con la acción. Aceptar conscientemente un sentimiento no produce necesariamente la capacidad de expresarlo..Una cosa es ponerse triste, y otra muy distinta es poder llorar.
Saber que uno está enojado no es lo mismo que expresar mi enojo.
En el duelo, el cuerpo se acoraza (endurece), se defiende tratando de amortiguar el impacto que produce el dolor. Poder expresar los sentimientos que produce una pérdida, ya sea la rabia o el miedo, nos ayuda a enfrentar el dolor para poder luego cicatrizar la herida del alma.
Si permanecemos "fuertes", sólo estamos tapando el dolor, Sea como fuere seguramente pasaremos por la vivencia de la muerte de alguno de nuestros seres queridos incluyendo también la de nuestros padres.
El dolor puede y va a enseñarnos irremediablemente a darle un nuevo sentido a la vida, va a cambiar valores y prioridades.
Quizás ahora te parezca imposible, pero con el tiempo vas a ir superando la muerte de la persona amada. Y llegará un día en que vas a poder decir que la vida continúa y que te sentís feliz por estar vivo.

Duelo por viudez
Cuando la realidad conocida se rompe, lo seguro y ordenado se vuelve caótico.
El mundo parece hostil y nada puede aliviar la incertidumbre y la inseguridad.
Y cuando la responsabilidad de mantener el provisorio orden ara compartida con otro que ya no está, aparecen la desesperación y el vacío.
Sólo por la interacción se mantiene el sentido del individuo en el mundo y su identidad, quizás por eso los que pierden su pareja dicen haber perdido una parte esencial de ellos mismos y se sienten extraños y ausentes.
La pérdida del compañero impone desorden, menoscaba el sentido de la vida y amenaza la identidad.
La consecuencia más extrema e irreversible es lo que se ha dado en llamar el "síndrome del corazón roto", donde la muerte del cónyuge precipita la propia.
Hace muchos años, mientras yo era practicante en la guardia médica del Instituto de Cirugía de Haedo, recibimos una llamada para atender una emergencia en una casa cercana al hospital.
Dos médicos, una enfermera, el camillero, el chofer y yo nos subimos con el equipo de resucitación necesario a la ambulancia y en menos de cinco minutos llegamos a una humilde casa del barrio.
Entramos al cuarto de la enferma, una mujer de unos 70 años en paro cardíaco. Lamentablemente no hubo mucho para hacer y pese a todas las maniobras confirmamos que el hecho era irreversible.
Con dolor le contamos a la hermana de la paciente, que estaba en el cuarto, que no había nada más que hacer y que íbamos a llevar el cuerpo al hospital para los certificados y trámites.
La señora salió del cuarto y le dijo a un señor que según nos enteramos después era el marido de la mujer fallecida:
- María murió
El hombre palideció
Se dejó caer en una silla de mimbre y dijo
- Me quiero morir...
Esas fueron sus últimas palabras
Nada pudimos hacer los seis profesionales presentes, ni el equipo que traíamos, ni la posibilidad de trasladarlo de inmediato.
El hombre dijo "me quiero morir" y se derrumbó.
Dadas las condiciones de la muerte, se hizo una autopsia de su cuerpo que arrojó un resultado que todos preveíamos:
Estallido cardíaco!
La muerte de su compañera le había ROTO EL CORAZÓN...literalmente
En los países sajones la muerte del cónyuge es la primera de las situaciones listadas por intensidad en una estadística de "situaciones dolorosas", que ha sido tomada como referencia desde hace muchísimo tiempo y confirmada año tras año.
Para estas estadísticas (que seguramente no darían iguales resultados en nuestros países latinos) la desaparición del marido o de la esposa, sería la máxima causa de dolor entre la población de entre 25 y 70 años. La estadística es esta:

LISTA DE CAMBIOS DOLOR

Muerte del cónyuge 100
Condena en la cárcel 91
Muerte de un familiar cercano (hijo) 83
Divorcio 80
Despido del trabajo 76
Muerte de familiar (hermano-padres) 65
Enfermedad personal o accidente grave 60
Casamiento 50.
Muerte de un amigo 48
Jubilación 45
Enfermedad o accidente de un familiar 44
Dificultades sexuales 39
Crecimiento de la familia (nacim.adopc.) 39
Gran cambio financiero 38 
Muerte de una mascota 37
Cambio de trabajo 36
Discusiones repetidas con la pareja 35
Hipoteca bancaria de más de $ 15.000 31
Gran cambio en el trabajo 29
Hijos que dejan la casa (matrimonio/ejérc.) 29
Problemas legales 29
Esposa que comienza a trabajar 26
Mudanza, remodelación de la casa 25
Problemas graves con el jefe 23
Cambios en la vida social 18

Cuando le pregunté a uno de mi maestros de los Estados Unidos la razón de esta discordancia, argumentando que, para nosotros, la lista sería encabezada sin lugar a dudas por la situación de la muerte de un hijo, me contestó con un argumento que no alcanzó a convencerme, pero me obligó a pensar en una arista que hasta entonces yo no había tenido en cuenta: Cuando un hijo se muere y la pareja se mantiene unida, hay dos a los que le está pasando lo mismo, hay alguien que puede comprender lo que nos pasa. En cambio cuando la pareja es la que muere, a nadie, repito, a nadie, le está pasando lo mismo, estamos verdaderamente solos en nuestro dolor.

Dicen los viudos y las viudas. "El dolor de la pérdida de la pareja desgarra y uno se pregunta cómo seguir viviendo". "El silencio hiere los oídos, el hogar se convierte sólo en una casa". "El llanto y la rabia se vuelven tu diaria compañía". "No podes definir si sentís pena por el que se fue o por vos mismo". "¿Cómo seguir respirando, caminando, haciendo lo cotidiano sin ella?". "¿Mi capacidad de amar podría seguir existiendo?". "Uno se siente como una baraja de naipes arrojada al aire". No se puede generalizar, pero cuando muere la pareja, la identidad, que está muchas veces armada en relación al vínculo, se ve amenazada.
El hombre y la mujer que se quedan solos en el nido se definen como quebrados (así lo expresan muchas veces) El gran desafío es rearmarse para hacer frente a este momento tan difícil. Se han definido diez tipos de soledad que podrían llegar a sentir los viudos en etapa de duelo.

11. Extrañar a la persona en concreto.
12. Extrañar el hecho de sentirse queridos.
13. Extrañar la posibilidad de querer a alguien
14. Extrañar una relación profunda..15. Extrañar tener a alguien en casa
16. Extrañar compartir las tareas.
17. Extrañar la forma de vida de la gente casada.
18. Extrañar la satisfacción de ir acompañados
19. Extrañar la vida sexual
20. Extrañar las amistades en común.

Dado que la expectativa de vida de las mujeres en Argentina es de 75 años mientras que la de los hombres es de 71 (según la Dirección de Estadísticas de las Naciones Unidas), la viudez es un fenómeno que tiene mayor incidencia entre las mujeres.
Muchas mujeres fueron educadas para idealizar el amor, y siempre dependieron del hombre para subsistir social, económica y por consiguiente psíquicamente. Si bien la dependencia económica está disminuyendo, la psíquica continúa, por lo que no pueden evitarse sentirse desamparadas cuando pierden al compañero. Un hombre que pierde a su mujer puede sentirse desconsolado, pero difícilmente desamparado porque las mujeres estructuran su subjetividad en torno a los vínculos, mientras que los hombres la construyen en torno de su trabajo. Si hombres y mujeres hicieran suya la frase de Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mi circunstancia". Ellos dirían de sí mismos: "Yo soy yo y todo lo que sé hacer". Las mujeres dirían en cambio: "Yo soy yo y todos aquellos a quienes amo". La persona que murió no se pierde, porque es interiorizada emocionalmente. Lo que queda vacante es el lugar de los roles que ocupaba. Una de las cosas que suelen sorprender a los viudos recuperados es que pueden volver a amar, a pesar del dolor, ya que el dolor y el amor pueden coexistir. "Cuando murió mi esposa viví su muerte como un terremoto. Fui perdiendo de a poco a todos mis amigos. No sabía cómo se pagaba la luz, dónde se compraba la fruta ni cómo se conseguía la leche. Mis hijos me trataban como si fuera un inútil.
Un día los junté a todos y les dije: "Un momento, me quedé viudo, no descerebrado". Ese día todo empezó a retomar su rumbo. Eso de "yo no podía soportar que vos te fueras" es la misma historia de "yo nunca voy a poder dejar de fumar" y "nunca voy a poder hacer una dieta para adelgazar". Mientras yo me crea que nunca podría, seguro que no voy a poder. Si yo me creo que no voy a poder soportar tu ausencia, si me creo que no puedo seguir sin vos, si me convenzo de que mi vida ha terminado, es posible que todo esto suceda. Hay una tribu, y esto es real, en el norte de África. Es costumbre que cuando alguien comete un hecho muy grave, por ejemplo matar a otro miembro de la tribu, se hace una junta, una reunión de todos los jefes de la tribu. Si lo encuentran culpable lo condenan a muerte. Lo maravilloso es que la condena significa hacerle una marca con tinta en el hombro. Es una marca rara, que en la tribu es el símbolo de la muerte. A partir de ese día el condenado es alojado en una carpa a unos diez metros de los otros, nada más. Nadie lo toca, nadie le hace nada, si quiere comer, come, si quiere beber, bebe, nadie le dirige la palabra, nadie habla con él, está muerto. Dos meses después de la condena, el reo muere, muere sin que nadie le haya tocado un pelo. Y no muere porque le pase algo especial, ni porque la marca sea venenosa, muere sólo porque cree que se tiene que morir. En esa cultura el condenado está convencido que se va a morir, y por supuesto se muere, literalmente, se muere. Según los especialistas, un duelo termina cuando uno puede volver a insertarse en la vida con nuevos proyectos, cuando decide que ya no está "muerto", y del dolor intenso puede pasar a uno menos intenso y de allí al amor por otros (la familia, una nueva pareja, los amigos). Cuando la pareja muere, todos sus roles quedan vacantes y hay que aprender a reacomodarse. NO es sólo haber perdido un contador, un jardinero, un compañero sexual, un padre, etc. No es sólo haberse quedado sin cocinera, ama de llaves, planchadora, consejera, partenaire sexual y enfermera...aunque también es eso. Después de la muerte de tu pareja es muy difícil permitirse una nueva relación. No es indispensable hacerlo pero es importante saber que es posible.

jueves, 18 de octubre de 2018

Silencio

Así como del fondo de la música 
brota una nota 
que mientras vibra crece y se adelgaza 
hasta que en otra música enmudece, 
brota del fondo del silencio 
otro silencio, aguda torre, espada, 
y sube y crece y nos suspende 
y mientras sube caen 
recuerdos, esperanzas, 
las pequeñas mentiras y las grandes, 
y queremos gritar y en la garganta 
se desvanece el grito: 
desembocamos al silencio 
en donde los silencios enmudecen.


Octavio Paz

El Camino Del Encuentro (Introduccion)

Me gustaría comenzar este nuevo libro para compartir, ya que fue otro de los primeros libros que me di a la tarea de leer completamente y me ayudo en su momento a superar algunas situaciones que vivía. Dado que es mas fácil de conseguir este libro en varias partes, quiero decir que compartiré algunos capítulos, quiero darle a las personas que así lo quieran, la oportunidad de leerlo en la medida de lo posible. Espero poder compartirlo cada jueves como con otros libros. Así que, estén pendientes...

INTRODUCCIÓN


Hojas de ruta


Seguramente hay un rumbo
Posiblemente
y de muchas maneras
personal y único

Posiblemente haya un rumbo
seguramente
y  de muchas maneras
el mismo para todos.

Hay un rumbo seguro
y de alguna manera posible.

De manera que habrá que encontrar ese rumbo y empezar a recorrerlo. Y posiblemente habrá que arrancar solo y sorprenderse al encontrarlo, más adelante en el camino, a todos los que seguramente van en la misma dirección.
Este rumbo último, solitario, personal y definitivo, sería bueno no  olvidarlo, es nuestro puente hacia los demás, el único punto de conexión que nos une irremediablemente al mundo de lo que es.
Llamemos al destino final como cada uno quiera: felicidad, autorrealización, elevación, iluminación, darse cuenta, paz, éxito, cima o simplemente final... lo mismo da. Todos sabemos que arriba con bien allí es nuestro desafío.
Habrá quienes se pierdan en el trayecto y se condene a llegar un poco tarde, y habrá también quienes encuentren un atajo y se transformen en expertos guías para los demás.
Algunos de estos guías me han enseñado que hay muchas formas de llegar, infinitos accesos, miles de maneras, decenas de rutas que nos llevan por el rumbo correcto. Caminos que transitaremos uno por uno. Sin embargo, hay algunos caminos que forman parte de todas las rutas trazadas.
Caminos que no se pueden esquivar.
Caminos que habrá que recorrer si uno pretende seguir.
Caminos donde aprenderemos lo que es imprescindible saber para acceder al último tramo.
Para mi, estos caminos inevitables son cuatro:

El primero, el camino de la aceptación definitiva de la responsabilidad sobre la propia vida, que yo llamo 
El camino de la Autodependencia.

El segundo, el camino  del descubrimiento del otro, del amor y del sexo que llamo  
El camino del Encuentro.

El tercero, el camino de las pérdidas y de los duelos, que llamo
El camino de las Lágrimas

El cuarto y último, el camino de la completud y de la búsqueda del sentido, que llamo
El camino de la Felicidad.

A lo  largo de mi propio viaje he vivido consultando los apuntes que otros dejaron de sus viajes, y he usado parte de mi tiempo en trazar mis propios mapas del recorrido
Mis mapas de estos cuatro caminos se constituyeron en estos años en hojas de ruta que me ayudaron a retomar el rumbo cada vez que me perdía.
Quizás estas Hojas de ruta puedan servir a algunos de los que, como yo, suelen perder el rumbo,   quizás, también, a aquellos que sean capaces de encontrar atajos. De todas maneras, el mapa nunca es el territorio y habrá que ir corrigiendo el recorrido cada vez que nuestra propia experiencia encuentre un error del cartógrafo. Sólo así llegaremos a la cima.

Ojalá nos encontremos allí.
Querrá decir que ustedes han llegado.
Querrá decir que lo conseguí también yo...

Jorge Bucay

LA PARABOLA DEL CARRUAJE II


Integrados como un todo, mi carruaje, los caballos, el cochero y yo (como me enseñaron a llamarme pasajero), recorrimos con cierto trabajo el primer tramo del camino. A medida que avanzaba cambiaba el entorno: por momentos árido y desolado, por momentos florido y confortante, cambiaban las condiciones climáticas y el grado de dificultad del sendero: a veces suave y llano, otras áspero y empinado, otras resbaladizo y en pendiente, cambiaban, por fin, mis condiciones anímicas: aquí sereno y optimista, antes triste y cansado, mas allá fastidioso y enojado.
Ahora, al final de este tramo, siento que en realidad los únicos cambios importantes eran estos últimos, los internos, como si los de afuera dependieran de éstos o  simplemente no existieran.
Detenido por un momento a contemplar las huellas dejadas atrás, me siento satisfecho orgulloso, par bien y para mal, mis triunfos y mis frustraciones me pertenecen.
Sé que una nueva etapa me espera, pero no ignoro que podría dejar que me esperara para siempre sin siquiera sentirme un poco culpable. Nada me obliga a seguir adelante, nada que no sea mi propio deseo de hacerlo.
Miro hacia delante. El sendero me resulta atractivamente invitante. Desde el comienzo veo que el trayecto está lleno de colores infinitos y formas nuevas que despiertan mi curiosidad.
Mi intuición me dice que también debe estar lleno de peligros y dificultades pero eso no me frena, ya sé que cuento con todos mis recursos y que con ellos será suficiente para enfrentar cada peligro y traspasar cada dificultad. Por otro parte, he aprendido definitivamente que soy vulnerable, pero no frágil.
Sumido en un diálogo interno, casi ni me doy cuenta de que he empezado a recorrerlo.
Disfruto  mansamente del paisaje... y él, se diría, disfruta de mi paso, a juzgar por su decisión de volverse a cada instante más hermoso.
De pronto, a mi izquierda, por un sendero paralelo al que recorro, percibo una sombra que se mueve por detrás de unos matorrales.
Presto atención. Mas adelante, en un claro, veo que es otro carruaje que por su camino avanza en mi misma dirección.
Me sobresalta su belleza: la madera oscura, los bronces brillantes, las ruedas majestuosas, la suavidad de sus formas torneadas y armónicas...
Me doy cuenta de que estoy deslumbrado.
Le pido al cochero que acelere la marcha para ponernos a la par. Los caballos corcovean y desatan el trote. Sin que nadie lo indique, ellos solos van acercando el carruaje al borde izquierdo como para acortar distancias.
El carruaje vecino también es tirado por dos caballos y también tiene un cochero llevando las riendas. Sus caballos y los míos acompasan sus trote espontáneamente, como  si fueran una sola cuadrilla. Los cocheros parecen haber encontrado un buen momento para descansar porque ambos acaban de acomodarse en el pescante y con la mirada perdida sostienen relajadamente las riendas dejando que el camino nos lleve.
Estoy tan encantado con la situación que solamente un largo rato después descubro que el otro carruaje también lleva un pasajero.
No es que pensara que no lo llevaba, sólo que no lo había visto.
Ahora lo descubro y lo miro.  Veo que él también me está mirando. Como manera de hacerle saber mi alegría le sonrío y él, desde su ventana, me saluda animadamente con la mano.
Devuelvo el saludo y me animo a susurrarle un tímido “Hola”. Misteriosamente, o quizás no tanto, él escucha y contesta:
- Hola. ¿Vas hacia allá?
- Sí – contesto con una sorprendente (para mi mismo) alegría - ¿Vamos juntos?
- Claro – me dice - , vamos.


Yo respiro profundo y me siento satisfecho.
En todo el camino recorrido no había encontrado nunca a un compañero de ruta.
Me siento feliz sin saber por qué y, lo mas interesante, sin ningún interés especial en saberlo

miércoles, 17 de octubre de 2018

Llegamos A Creer (Cap. 7 - Parte 2)

UNA NOCHE LLUVIOSA
Había estado sobrio durante unos cuatro años, cuando tuve varios problemas que no pude encarar. Huí de estos problemas sin la ayuda de la botella, pero la reacción de esta experiencia fue grave. Lo que muchos de nosotros llamamos una borrachera en seco. Fue muy atemorizante; estaba cansada por toda clase de miedos, y no podía distinguir entre la realidad, y las alucinaciones.

Estaba viviendo en un cuarto en una playa de verano, en los meses fuera de temporada, mientras trataba varias maneras de enderezar mis pensamientos. Pequeños quehaceres familiares como lavar mis calcetines y shorts me ocupaba una hora. Me llevaba una cantidad interminable de tiempo vestirme, tanto, que muchas veces no me acordaba si me estaba vistiendo o desvistiendo. Me detenía, me sentaba y trataba de orar; pero no podía pasar de "Padre Nuestro" de la Oración del Padre nuestro. Entonces me salía y caminaba de quince a veinte kilómetros, tratando de quedar lo suficientemente exhausto como para poder dormir.

Esto continuó sucediendo cerca de un mes, y durante este período, mi familia me abandonó. Mi salud estaba menguando había bajado de 96 kg. a 53 kg. y me estaba desesperando. Parecía haber toda clase de complots contra mí. Si me cruzaba en la calle con gentes que estaban hablando, me imaginaba que maquinaban algo en contra mía. También me imaginaba que alguien estaba poniendo alucinógenos en mis alimentos. Era incapaz de dormir.

En el pueblo veraniego, visité la oficina de un abogado para recoger un dinero que me había llegado. Habiéndome conocido cuando yo estaba normal, intentó ayudarme mandándome a la biblioteca a buscar algo para él. Pensó que esto podría ayudarme a olvidar mis problemas. Entré en la biblioteca, y (debido a la muerte, supongo, de uno de los patriarcas del pueblo) las paredes tenían listones negros. En mi confusa mente, pensé que el luto era por mí y que representaba una especia de mandato. En otras palabras, que había llegado el final de mi tiempo.

La biblioteca cerraba a las 6 p.m. y tuve que irme. Era una fría y lluviosa noche de marzo, pero aún así me dirigí hacia el malecón para mi caminata nocturna. Creía que ese aparente mandato me había ordenado que caminara hasta internarme en el océano. Había un muelle desierto como a un kilómetro y medio más allá del malecón, y planeé caminar hasta éste y saltar. Lleno de miedo, caminé a lo largo, procurándome de

que me llegara a faltar el valor para cumplir con lo indicado por el mandato y pidiéndole al Poder Superior fortaleza y ayuda para hacer lo que creía que se me exigía.
Cuando ya estaba a una cuadra más o menos del muelle, vi a un hombre que se aproximaba a mí caminando en dirección contraria con la cabeza agachada, bajo la lluvia. Cuando estuvo frente a mí, se detuvo y sonrió, y yo lo reconocí como un sacerdote de mi pueblo. Le dije que estaba muy enfermo. Entonces se sentó conmigo en un bando mientras la lluvia seguía cayendo y me aseguró que a su tiempo todos mis problemas pasarían y que llegaría el día en que los comprendería. Me dijo que no fuera a cometer ninguna tontería, sino que pidiera ayuda a Dios, y que de alguna manera todo se solucionaría.

LA sensación de que tenía que destruirme a mí mismo se desvaneció. Aunque seguí muy enfermo durante varios meses más, el pensamiento de la autodestrucción no volvió a entrar en mi mente.
He pasado bastante tiempo. Una vez más, estaba bien y era un miembro activo dentro de A.A. Una noche, asistí a una reunión y ahí estaba el mismo sacerdote, como orador invitado. Decidí preguntarle si recordaba haberse encontrado conmigo aquella noche de marzo mientras caminaba bajo la lluvia. Para esta fecha estaba convencido de que había sido una alucinación. Pero me dijo que sí lo recordaba y que se sentía muy contento de que yo estuviera bien y de nuevo en la ruta. Me explicó de educadores. Se sentía enfermo de estar sentado en su cuarto del hotel; así que, con lluvia o sin ella, salió a respirar aire fresco. Ahora creo que Uno que cuida de mí, tuvo que darle un pequeño empujón.
Desde entonces, hace casi trece años, he sido un miembro exitoso del programa.
Spring Lake Heights, New Jersey.


DIOS FUE EL CARTERO
Todo comenzó en un sombrío día de octubre, cuando desperté con el recuerdo de Pat, mi segunda esposa. Mientras reflexionaba, sobriamente, sobre nuestros veinte meses de matrimonio, recordé sus aptitudes carismáticas, su admirable mentalidad, su tranquilo encanto, y sus repetidos, inútiles esfuerzos de permanecer sobria dentro de A.A., en donde os conocimos. Yo había estado sobrio entonces durante tres años, pero supongo que no había tenido un verdadero despertar espiritual dentro de A.A. Por esa razón básica, es lo más probable, volví a beber después de que Pat murió, y me sumergí en un nuevo fondo aterrador. Siempre existe un nuevo fondo, ya lo saben.

En esa mañana de octubre, el segundo aniversario de su muerte, me encontraba en la tercera semana de mi reecontrada sobriedad. Me deprimí mucho cuando recordé nuestra vida en común, y me dirigí a una reunión de A.A., en la que describí el regreso a la aflicción y la soledad. Ahí me fueron dadas la comprensión y la compasión que levantaron mi resquebrajado espíritu.

Durante casi un año, bloqueado por mi olvido alcohólico y mi auto-lástima, no había escrito a mis dos hijos adolescentes. Rehusé, con mi manera de pensar irracional, admitir que ellos pudieran preocuparse porque yo estaba bebiendo otra vez. Pero ahora les había escrito dos cartas que había sido capaz de escribir únicamente porque había vuelto a unirme a A.A. Les había pedido que me perdonaran, admití mi bebida, admití mi auto-consentida negligencia respecto a ellos, y recé para que me respondieran de alguna manera. Durante días conservé mis ojos fijos en el buzón con angustia y miedo. Miedo de que ninguno de mis hijos me contestara.

En ese día de octubre, el cartero llegó con una carta de mi hijo de quince años, quien había tenido que someterse a un tratamiento psiquiátrico después de que su madre me abandonó. Sus palabras fueron particularmente conmovedoras considerando que no había estado expuesto a Alateen, sino más bien, a la amargura que por mi culpa, aún siente por su madre, mi primera esposa. Su carta dice:
"Hoy recibí tu segunda carta. La primera llegó hace una semana, pero hasta hoy me puse a escribirte. Estoy muy apenado.

"Te quiero mucho. No sabes lo contento que me puse al tener noticias tuyas.
"No creo en que la gente deba ser condenada. Nunca te condené, y el día en que lo haga, me moriré. El condenar es propio de gente que es tan baja que procura poner a otros más abajo para sentirse superiores.

"Te amo y te perdono. Sería un mentiroso si te dijera que no estaba desilusionado. Pero todo eso pertenece ya al pasado. El pasado se ha ido. Está muerto. No podemos revivirlo o regresarlo.
"Sé que te debes sentir culpable y avergonzado. No te preocupes. Yo estoy de tu lado. Puedes contar conmigo para tratar de comprenderte y ayudarte".
Cuando leí la carta, lloré, dulce y agradecidamente. Si, Pat estaba muerta; pero su muerte era, como mi bebida, cosa de ayer.

La sencilla carta de mi hijo, impregnada de amor, no me había llegado, por mera coincidencia, en ese día que ponía a prueba mi corazón. Dios fue el cartero. El quiso asegurarse de que recibiría su inspiración, la cual a su vez vino a ser mi comprensión de Su revelación. Y El me entrega
cada día (si lo busco) un fresco mensaje de amor, perdón, bondad, esperanza y oportunidad: el mensaje que miles, como el de Pat, no pueden o no quieren ver.
Southgate, Michigan.

martes, 16 de octubre de 2018

Soñe Que Estaba En El Cielo

Soñé que iba al cielo y un ángel me estaba mostrando todo.
Caminaba en un salón de trabajo lleno de ángeles.
Mi ángel guía se detuvo enfrente de la primera sección y dijo: "Esta es la Sección de Depósito.
Aquí se reciben todas las peticiones hechas a Dios por medio de la Oración.

Miré alrededor de este sitio y vi que estaba repleto de ángeles que estaban clasificando las peticiones recibidas, escritas en toda clase de papel por personas de todo el Mundo.

Después pasamos por un largo corredor para llegar a la segunda sección.

El ángel me dijo: "Esta es la sección de Empaque y Entrega".
Aquí, la gracia y las bendiciones son procesadas y entregadas a las personas que las pidieron.
Me di cuenta de lo ocupados que estaban allí también.
Había muchos ángeles trabajando muy duro en ese lugar, debido a la gran cantidad de bendiciones
solicitadas y que estaban siendo enviadas a la Tierra.

Finalmente, en el punto más lejano del corredor nos detuvimos en la puerta de una estación muy pequeña.
Para mi sorpresa, sólo había un ángel sentado allí, de brazos cruzados sin hacer nada.

"Esta es la Sección de Reconocimiento" confesó en voz baja mi amigo ángel.
Parecía avergonzado.
¿Cómo es que no hay trabajo aquí? pregunté.
"Es muy triste", suspiró el ángel. "Después de que las personas reciben las bendiciones que solicitaron, muy pocos lo agradecen"
¿Cómo se agradecen las bendiciones de Dios? le pregunté...
"Muy fácil respondió, Simplemente diga: "Gracias, Señor."
¿Qué Bendiciones debemos agradecer? le pregunté.
"Me dijo, si tienes: Comida en la nevera, ropa en tu armario, un techo,  un lugar para dormir, eres más rico que el 75% de este mundo.
Si tienes: Dinero en el banco, Dinero en tu cartera, Monedas en una alcancía,  estás entre el 8% de la gente más rica mundo"
Si recibiste este mensaje en tu propia computadora, o en tu celular, eres parte del 1% en el mundo, que tiene esa oportunidad
"Si te levantaste esta mañana con más salud que enfermedad, eres aún más Bendecido que muchos que ni siquiera llegan a sobrevivir este Día."
"Si nunca has experimentado: miedo en una batalla, la soledad del encarcelamiento, la agonía de la tortura, o las punzadas del hambre. Estás por encima de 700 millones de personas en el Mundo."
"Si tus Padres aún viven, y siguen casados... eres muy fuera de lo común."
"Si puedes mantener la cabeza en alto y sonreir, no eres la norma, eres único en relación a aquellos que viven en la duda y la desesperación"

Bueno, ¿y ahora qué? ¿Cómo puedo empezar?
Bendecidos que somos todos.

Atte:
Departamento de Reconocimientos. 

lunes, 15 de octubre de 2018

El Camino De Las Lagrimas (Cap. 7 - Parte 1)


CAPÍTULO 7

DUELOS POR MUERTE


Tal como lo hemos dicho los duelos no son el patrimonio exclusivo de la muerte de alguien porque como dijo Rochin: Somos seres imperfectos limitados por lo imposible
Hay un duelo por delante en la vida de todo aquel que sufre una pérdida, que atraviesa un cambio, que deja una realidad para entrar en otra.
En ese capítulo vamos a animarnos a hablar un poco de la dolorosa experiencia de los duelos por la desaparición física de un otro.
La muerte de un ser querido:

La muerte es algo natural, incontrastable e inevitable.
Hemos manifestado permanentemente la inequívoca tenencia a hacer a un lado la muerte, e eliminarla de la vida.
Hemos intentado matarla con el silencio. En el fondo nadie cree en su propia muerte. En el inconsciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad. Y cuando muere alguien querido, próximo, sepultamos con él nuestras esperanzas, nuestras demandas, nuestros goces. No nos dejamos consolar y hasta donde podemos nos negamos a sustituir al que perdimos.

SIGMUND FREUD, 1917.

La muerte de un ser querido, cualquiera sea el vínculo, es la experiencia más dolorosa por la que pueda pasar una persona.
Toda la vida, en su conjunto, duele. Nos duele el cuerpo. Nos duele la identidad y el pensamiento. Nos duele la sociedad y nuestra relación con ella. Nos duele el dolor de la familia y los amigos. Nos duele el corazón y el alma.
En esta pérdida como en ninguna otra situación el dolor atraviesa el tiempo.
Duele el pasado, duele el presente y especialmente duele el futuro.
Esta experiencia tan dramática es parte inevitable de la vida adulta y la probabilidad de pasar por ella aumenta a medida que pasa el tiempo. El riesgo de vivir un duelo por alguien querido crece con mi propio envejecer y con mi propio riesgo vital.
Frente al dolor de la ausencia parecería que sólo el regreso del ser amado podría significar "el verdadero consuelo".
Sin embargo, se tiende a subestimar la experiencia dolorosa y discapacitante del duelo. Un individuo sano y normal está forzado según el prejuicio popular a superar una pérdida con rapidez y sin ayuda de ningún tipo.
La muerte de un miembro de la familia (padre, madre, abuelos) por ejemplo, no sólo afecta a cada integrante individualmente sino que afecta al grupo como un todo, lo cual agrava la situación porque es paradójicamente en la familia misma donde naturalmente deberíamos encontrar el mejor apoyo y la más útil ayuda. Una situación especial la plantea la muerte de un hijo, que es un tema del cual hablaremos más adelante, al final de
este capítulo.
La familia debe hacer lo necesario para permanecer más unida en estas situaciones y compartir su dolor con valentía y extremo respeto por los estilos individuales. La situación es demasiado dolorosa como para que cada uno tenga que recuperarse solo o fuera de su hogar.
Entre los que estudian el proceso del duelo no hay ninguna duda de que las herramientas más útiles en estos momentos son un abrazo cariñoso, la posibilidad de compartir nuestra historia, el llanto acompañado, el hombro firme dispuesto a recibir nuestra cabeza cansada y el oído amoroso atento a nuestra necesidad de hablar. Nadie mejor que nuestra familia para atender estas demandas.
En estos casos los peores días el año suelen ser las fiestas. La "reacción de aniversario" sucede porque dentro de la familia estos eventos evocan demasiados recuerdos de aquellos momentos llenos de alegría e inundados de la presencia de los ausentes y estas imágenes contrastan ahora con la tristeza del duelo compartido.
Cada fin de año, por ejemplo, con su tradicional balance de lo hecho, suele complicar aun más la situación dolorosa de la pérdida.

Las diferencias
Uno de los aspectos más sorprendentes que aparecen frente a una muerte es el darse cuenta de que no todos manifestamos nuestro dolor de la misma forma:
¿Por qué siento que no puedo soportar este dolor si mi amiga que también perdió a su esposo no se ve o no se siente tan mal?
¿Por qué me siento desfallecer y mi hermano no?
Las reacciones varían no sólo entre diferentes personas (aun miembros de una misma familia) sino también en uno mismo, según la edad y las circunstancias en las que se encuentra cuando sucede la pérdida.
Las circunstancias de la muerte y las que rodean a las personas que sufren la pérdida son los dos factores predictivos de la intensidad del duelo tanto en relación a su duración, como a la intensidad de la respuesta dolorosa. Varios factores o fenómenos han sido identificados como elementos de ayuda o de riesgo para el duelo. Genéricamente cuando más rápida, imprevista y traumática sea la muerte, y cuanto más afecte esa pérdida a la vida diaria del sujeto, mucho mayor será el impacto emocional. Hay diez factores que intervienen a la hora del duelo.
El grado de presencia o ausencia de ellos puede hacer que el proceso de elaboración sea más fácil o más difícil.

1. Calidad de la relación con la persona (íntima o distante.Asuntos inconclusos)
2. Forma de la muerte (por enfermedad o accidente, súbita o previsible).
3. Personalidad de unos (temperamento, historia, conflictos personales)
4. Participación en el cuidado del ser querido antes de fallecer
5. Disponibilidad o no de apoyo social y familiar.
6. Problemas concomitantes (dificultades económicas, enfermedades)
7. Pautas culturales del entorno (aceptación o no del proceso de duelo)
8. Edades extremas en el que pena (muy viejo o muy joven)
9. Pérdidas múltiples o acumuladas (perder varios seres queridos al mismo tiempo.
10. Posibilidad de pedir y obtener ayuda profesional o grupal.
Un matiz adicional que suele dificultar la elaboración y superación del duelo es la muerte por suicidio.
Por más que lo intentás, nunca conseguís entender las razones que lo llevaron a tu ser querido a quitarse la vida. El suicidio deja siempre detrás de sí muchas preguntas.
Es natural sentir mucha rabia y enfado hacia la persona que se suicidó. Si cuando se muere te enojás con el difunto aunque haya muerto en un accidente, cuánto más te enojarás cuando él o ella decidieron morirse.
Creo que si el suicida supiera el daño que produce en la familia cercana, sobre todo en los hijos cuando los hay, no se suicidaría Si de verdad uno supiera lo que los hijos irremediablemente piensan cuando su padre o madre se suicida:
"Ni siquiera por mí. ni siquiera yo era una buena razón. Ni siquiera pensó en mí".
Y esto es muy doloroso para sustentar después la propia autoestima.
Me parece que esto confirma que el que se suicida no puede pensar con cordura en ese momento.
De alguna manera su capacidad de deducción está suspendida y esto no le permite razonar adecuadamente.
La sensación de culpa también es algo perfectamente normal después de una muerte de esas características. Recordá que no pudiste elegir por él o por ella y que la decisión del suicidio fue enteramente suya. Aceptá también que, a pesar de lo que hubieras podido decirle, tus palabras difícilmente habrían sido suficientes para cambiar su decisión.
A medida que la tormenta de emociones vaya calmándose, surgirá poco a poco la aceptación. Date tiempo para llegar allí, un duelo por suicidio necesita más tiempo para sanar. Sé paciente y trabajá la idea del respeto por su elección, aunque no estés de acuerdo.