La joven que le cortó el capullo a la mariposa
Cuando un
gusano se convierte en mariposa, dura horas y horas revoloteando lo más fuerte
posible dentro del capullo para romper esas paredes que lo encierran y salir
libremente a volar por los campos floridos. Y ese revolotear les Consigue a sus
alas las fuerzas que necesita para permitirle después volar debidamente. Y
sucedió un día que una muchachita hacer cocido a un capullo y oyó Que la
naciente mariposa revoloteaba sin cesar como si estuviera desesperada por salir
de allí, y la niña imprudente, movida por una equivocada compasión, tomó una
tijera y corto Las paredes del capullo para que la mariposita pudiera empezar
Ya a volar sin tener que esforzarse más por salir de allí. ¿Pero qué sucedió?
Que por no haberse ejercitado el tiempo debido revoloteando para abrir su
capullo, las alas de la mariposa ya no adquirieron la fuerza suficiente y el
pobre animalejo no pudo levantar el vuelo y así por querer evitarle un trabajo
y un esfuerzo se le privo del placer de lograr Volar por las alturas.
Así nos
pasa a nosotros. Solamente si la vida tiene problemas y dificultades adquirimos
la fortaleza necesaria. El luchar fortalece. El no tener que hacer ningún
esfuerzo entumece y paraliza. Por eso el buen Dios jamás deja pasar un día de
nuestra vida sin alguna molestia o alguna contrariedad, o un dolor o un
problema. Para que el aleteo, el esfuerzo que hacemos por salir de aquello que
nos quiere apabullar, aumenta las fuerzas de nuestra voluntad y nos haga subir
mucho más alto en el campo de nuestra personalidad. Por eso él dice en la
sagrada Biblia: "al hijo qué más quiero, más lo hago sufrir".
Cuando
las penas y Los sufrimientos se miran bajo este aspecto de que nos hacen crecer
y traer fortaleza a nuestra voluntad, Entonces ya en vez de producirnos
depresión y abatimiento, nos animan a luchar más y más por superarlos y por
aumentar Nuestra fuerza de voluntad al aguantarlos. Mientras más tengamos que
luchar, más fuerzas adquirimos para subir a las alturas de una gran
personalidad.
Además,
hay otra noticia Que no puede olvidarse: que la cruz de nuestros sufrimientos
no la tenemos que llevar nunca solos. Sí llamamos a Cristo, el tomará la parte
más pesada de nuestra Cruz, y nosotros el otro extremo, y así entre los dos
será mucho más fácil subir cada día al Calvario de nuestras penas.
Hay que
conseguir otro mueble. Un sabio sacerdote alemán cuando una señora le fue a
contar que vivía en plena depresión y de tristeza por muchos problemas que se
le presentaban le respondió: -"usted tiene que conseguir un nuevo mueble
para su casa"-.
"Un
mueble más? ¡Sí ya tenemos toda la casa llena de muebles por todas
partes!"
"Si,
usted tiene que conseguirse un nuevo mueble: un reclinatorio, para que de vez
en cuando se adora rodilla y le pida a Dios que la libre de la depresión y que
le conceda un buen Genio y la gracia de vivir alegre, y no triste y Renegado.
No olvide nunca que la depresión sólo se aleja con las rodillas, y que la
verdadera alegría se adquiere también con las rodillas, o sea: rezando,
pidiendo a Dios que nos ayude en esto".
Y aquella
señora hizo el ensayo. En vez de pensar tanto y con tanta tristeza y rabia en
sus problemas se dedicó a pedirle a Dios que le concediera la alegría y que le
alejara la depresión, y el efecto fue verdaderamente admirable. Puede ser que a
alguno de nosotros nos diga hoy lo mismo una voz desde el cielo: "lo que
necesita para alejar de su alma la depresión y conseguirse la alegría y el
optimismo es un nuevo mueble, un reclinatorio, una nueva costumbre, dedicarse a
pedirle a Dios constantemente que le aleje la tristeza y la depresión y le
conceda vivir alegremente los días que aún le quedan en esta vida".
"Todo el que pide recibe. Pedid y recibiréis", decía Jesús.
¿Con cuál
se quiere cambiar?
Llega un
hombre desesperado a la oficina del doctor La Haye y le dice: "mi
situación es tan deprimente que yo cambiaría mi suerte por la de cualquier otro
hombre, sea quien sea". El psicólogo le responde afablemente: -"Bueno
si así lo desea, vamos nosotros a un grupo de oración que tenemos, a pedirle a
Dios que le cambie a usted su situación por la de alguno de los otros que han
venido aquí a consultarme sus problemas: veamos por cuál quiere que pidamos a
Dios que le cambie su suerte: Ayer vino un señor a contarme que esta semana
tiene que irse a la cárcel a pagar 7 años de prisión. ¿Quisiera usted cambiar
su suerte con la de él?"
"¡Oh
no, eso sí que no!"
"Otro
vino a contarme que está tuberculoso, que escupe sangre y queso enfermedad le
produce una debilidad total y un desgano por todo. ¿Cambiaría usted tu suerte
con él?". - ¡No, No, ¡ni pensarlo!"
"Veamos
otro caso: un hombre llegó esta semana muy deprimido porque una mala mujer le
prendió la enfermedad de la sífilis y el médico teme que es enfermedad se le
suba al cerebro y lo enloquezca. ¿Le parece a usted que le pidamos a Dios que
le cambie su suerte por la de ese hombre?
-"no
doctor-, ¡Cómo se le va a ocurrir semejante cosa!"
" Bueno,
veamos otros tres últimos casos: uno ha venido a decirme que tiene una hernia
en la columna vertebral y que a la menor fuerza que hace sufre unos dolores agudísimos
que no se le calman con ningún analgésico. Otro me contó que está metido en la
drogadicción y que se siente totalmente esclavizado por ese vicio y que no se
ve ninguna salida a su espantosa mala costumbre. Un tercero llevo aquí muy
aterrado por haber tenido una lanza amorosa con la esposa de un policía, el
militar aquel lo busca por todas partes para matarlo y me decía que él vive en
continúa angustia y con miedo Cada día de que ese sea el último día de su
vida... ¿Por Cuál de estos quisiera usted cambiar su suerte?"
El
deprimido Suspiro y dijo: "-doctor, por lo que veo, Yo soy de los menos
aporreados por la suerte y de los menos desdichados. Yo me consideraba más
desventurado que todos los demás, Pero ahora me doy cuenta de que hay otros más
infelices que yo. La gente dice: "mal de todos, consuelo de bobos', pues
me voy a aplicar a mi vida ese refrán y a tratar de convencerme de que estoy
mejor que muchos otros!".
A este
señor se le aconsejaron Los Remedios espirituales que estamos dando en este
libro y pronto Dejó de ser un "tío quejillas" que de todo se
lamentaba, y aprendió a ser un "incorregible optimista" que en su
vida vive mirando no lo triste y amargo que le sucede, sino lo alegre y
positivo Qué hay en cada día.