Muchos de nosotros hemos creído que nuestras necesidades no son importantes y que no debemos mencionarlas.
Algunos incluso hemos llegado a creer que nuestras necesidades son malas o están mal, de modo que hemos aprendido a reprimirlas y a empujarlas fuera de nuestra conciencia.
No hemos aprendido a identificar lo que necesitamos, ni a escuchar a esa necesidad porque de todos modos no importaba: nuestras necesidades no iban a ser satisfechas. Algunos de nosotros no hemos aprendido cómo satisfacer adecuadamente nuestras necesidades.
Darnos a nosotros mismos lo que necesitamos no es difícil. Creo que podemos aprender rápido. La fórmula es sencilla: en cualquier situación dada, desapégate y pregunta: “¿qué necesito hacer para cuidar de mí mismo?”
Luego necesitamos escucharnos a nosotros mismos y a nuestro poder superior. Respetar lo que oímos. El demente negocio de castigarnos por lo que pensamos, sentimos, y deseamos, esta tontería de no escuchar a quien realmente somos y a lo que nuestro yo lucha por decirnos debe parar.
¿Cómo creen que Dios trabaja con nosotros?
Como ya lo he dicho antes, no es de sorprender que pensemos que Dios nos ha abandonado; nos hemos abandonado nosotros mismos.
Podemos ser gentiles y aceptarnos. No somos sólo o meramente humanos, fuimos creados con la intención de que fuéramos humanos. Y podemos ser compasivos con nosotros mismos. Después, tal vez, podamos desarrollar verdadera compasión hacia los demás.
Escuchen lo que nuestro precioso yo trata de decirnos acerca de lo que necesitamos.
Quizá necesitemos apurarnos y acudir a una cita.
Tal vez necesitemos desacelerar y tomarnos un día de descanso.
Quizá necesitemos hacer ejercicio o dormir la siesta.
Podemos necesitar estar solos.
Podemos querer estar rodeados de gente.
Quizá necesitemos conseguir un empleo.
Tal vez necesitemos trabajar menos.
Quizá necesitemos un abrazo, un beso o un masaje en la espalda.
Melody Beattie de su Libro Ya No Seas Codependiente