viernes, 26 de julio de 2019

12 Pasos Para Dejar Atrás El Alcohol (Parte 10)

Viviendo sin reincidencias
Décimo Paso Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nosequivocábamos lo admitíamos inmediatamente.

Como el resto de la especie humana, no soportamos equivocarnos.
Suavizando la expresión diremos que si el asunto que se discute no es importante, entonces no nos importa admitir que nos hemos equivocado.
No es algo que nos guste especialmente, pero tampoco es tan traumático.
Por otra parte si la materia en cuestión es algo muy importante para nosotros, una idea que siempre hemos creído perfecta o una opinión muchas veces defendida, no soportamos que sea puesta en duda.
Incluso puede llegar a ser una experiencia desagradable y mortificante.
Sin embargo no creemos ser los únicos en actuar de esta manera.
Todos nuestros amigos, familiares, vecinos, conocidos, y hasta nuestros enemigos parecen comportarse de la misma manera.
Como a ninguna de las personas que conocemos le gusta equivocarse hemos llegado a creer que esto es parte de la naturaleza humana.
Todo el mundo quiere tener razón, nadie quiere creer que está equivocado.
Tristemente, con bastante frecuencia, todos nosotros lo estamos.
Examinemos la experiencia que tuvimos en el tratamiento de alcohólicos hace algunos años. Por entonces utilizábamos lo que llamábamos técnicas de la “mente serena”: le decíamos al alcohólico que sufría un trastorno de personalidad subyacente que lo conducía a la bebida, trastorno que debía ser el verdadero objetivo del tratamiento. La parte física del alcoholismo, pensábamos, acababa cuando el paciente dejaba de sentirse perturbado. La adicción importante era psicológica.
Después de todo, ¿no era esa la causa por la cual el paciente había comenzado a beber?
Un día, mientras poníamos en práctica estas ideas, un paciente nos mostró una monografía de James Milam. Este ensayo bastante árido –e impreso en el más horrible papel anaranjado que se pueda haber visto– desafiaba, en términos inequívocos, cada una de nuestras creencias sobre alcoholismo.
En vez de ser una consecuencia de un trastorno de personalidad, el alcoholismo, según Milam, era en conjunto el resultado de una adaptación física. Era hereditario, sostenía Milam, y los diversos problemas psicosociales que constituían el objetivo del tratamiento, tal como nosotros lo considerábamos, eran el resultado y no la causa de la enfermedad.
En lugar de representar defectos de personalidad permanentes que acosan al alcohólico durante toda su vida, estos problemas psicológicos pueden resolverse con el tiempo si el alcohólico deja la bebida.
Todo esto era revolucionario. Por esa razón comprobamos todos los datos aportados por Milam y descubrimos que, en efecto, el alcoholismo era eso que él afirmaba que era: una enfermedad fisiológica crónica.
Naturalmente, hubo largas discusiones entre los investigadores, pero esto no nos preocupó. Un científico amigo nuestro define humorísticamente la investigación en ciencias naturales como “conjeturas seguidas de debate”.
Para nosotros, sin embargo, el asunto estaba claro: el alcoholismo no parecía ser una enfermedad mental. Tampoco parecía representar un trastorno de la personalidad, ni tampoco era una reacción al estrés que podía provocar cualquier situación, ni un intento de poner remedio a un problema emocional subyacente.
Esto nos puso en un compromiso porque prácticamente todos los tratamientos que usábamos estaban basados en esas suposiciones que ahora, según se demostraba, eran incorrectas.
Nuestra desazón era evidente. Habíamos tratado gran cantidad de alcohólicos en los últimos años, enviándolos a AA, ayudándolos a alcanzar la sobriedad. Habíamos efectuado algunos cambios importantes en nuestros métodos a lo largo del tiempo, pero no de esta envergadura

Supongamos que hubiéramos seguido enseñando lo que siempre habíamos enseñado. ¿Acaso no dejaban de beber los pacientes? ¿Por qué pasar por todo el trance de cambiar nuestros métodos? No vimos que ninguno de los otros “expertos” cambiara el suyo. ¿Quién se daría cuenta de la diferencia? La respuesta era clara: nosotros.
Podíamos seguir haciendo lo que hacíamos. O podíamos admitir que nos habíamos equivocado, hacer una larga y profunda autocrítica y cambiar.
Fue lo que decidimos hacer. En este caso nuestro orgullo por la calidad de nuestro trabajo era mayor que la necesidad de tener razón.
Fue muy duro al comienzo. Recordemos que todo lo que habíamos hecho se basaba en suposiciones anticuadas. Esto significaba que nuestros pacientes y sus familiares podían señalar errores en lo que en ese momento hacíamos.
Alguien de nuestro equipo recuerda un día en que estaba dando una charla a un grupo sobre la importancia del crecimiento emocional para llegar a ser una persona autorrealizada. Uno de los alcohólicos de la audiencia le pidió que le dijera claramente qué tenía que ver todo esto con el hecho de dejar de beber.
Lo explicó en términos comprensibles para el alcohólico pero a la vez pensaba para sí: “Bueno, ésta es realmente una buena pregunta.
¿Qué tiene efectivamente que ver esto con el abandono de la bebida?”
Evidentemente se trataba de otra suposición.
Lentamente, a través de un proceso con muchas equivocaciones, dándonos cuenta de todo esto y efectuando cambios, perfeccionamos un programa de tratamiento que seguía basándose en los Pasos de AA, pero que también era consecuente con nuestra nueva manera de ver el alcoholismo como una enfermedad. Esto no sucedió de un día para el otro. Nuestro nuevo programa surgió de un examen constante de nosotros mismos y de nuestros métodos a través de los años.
A veces efectuábamos algún cambio en el programa que creíamos sería de utilidad, y luego descubríamos que no era así. Entonces debíamos admitir que nos habíamos equivocado y teníamos que comenzar desde el principio.
A veces debíamos tragarnos nuestro orgullo, admitir que sencillamente no sabíamos resolver un problema concreto y pedir a alguien que nos enseñara lo que él había hecho para luego poder imitarlo.
De todos los errores cometidos y corregidos surgió lo que creemos es un programa de tratamiento consistente, efectivo, útil y sobre todo práctico. Estamos satisfechos y pensamos dejarlo tal como está. Es decir, hasta que encontremos otro error.
Por si todavía no lo ha comprendido, lo que acabamos de describir representa una muestra del Décimo Paso.
Identificamos un error en nuestros métodos, uno muy importante, según se demostró después. Nos tragamos nuestro orgullo, nuestro deseo de tener siempre razón y comenzamos a revisar nuestros métodos.
Esto se debía hacer cada día. No había manera de que pudiéramos prever los cambios que tendríamos que hacer antes de que el programa se pusiera en funcionamiento. Teníamos que ser flexibles. Si hubiéramos insistido en hacer sólo aquellas pocas cosas que habíamos planeado al principio, la adopción de una nueva actitud y de un nuevo sistema terapéutico hubiera resultado un completo fracaso. Debíamos contar con un método para efectuar cambios a medida que avanzábamos.
Este es el espíritu del Décimo Paso. El programa se va solidificando y mejorando a través de un autoexamen ininterrumpido. De esta manera se puede vencer al peor enemigo de la recuperación: la propia necesidad, natural y humana de tener razón.
El programa de recuperación puede cambiar a medida que usted cambie, digamos que puede adquirir vida, como usted mismo.
Tomándose el tiempo necesario para observar lo que hace cada día, puede hallar las soluciones a problemas que nunca podría haber identificado mientras se encontraba en el cuarto Paso.

jueves, 25 de julio de 2019

FRASES #83

"Vive como tú quieres vivir, no como los demás quieren que tú vivas, porque tú eres el único que marca la diferencia"

Saber lo que se debe hacer no es lo mismo que ser capaz de hacerlo.

Ten los ojos bien abiertos antes del matrimonio, y medio cerrados después.

Sí y No.… son palabras muy poderosas, dales significado cuando las digas y respetalas cuando las oigas.

Una relación es de dos personas, lástima que algunas personas no saben contar.

Conozco personas bastante atractivas, pero tan vacías de la cabeza que creo que el físico es su regalo de consuelo. ¡Hay que leer!

Ojos que no ven... Sentido de mujer que lo detecta.

Your failure does not define you, your determination does.

Nadie sabe lo que tiene, hasta que la ve independiente, más feliz y más guapa

Hay personas que lo único inteligente que tienen, es el teléfono.

El insomnio es muy peligroso... para los que me rodean, porque cuando no duermo traigo un humor de la chingada.

No es que no sienta, más bien no sé qué sentir.

Tu problema fue decir muchas palabras, para terminar, cumpliendo pocos actos.

A mí me gusta que me digan la verdad, ya yo veré si duele o no.

"Si un día me preguntan, que es la vida... Responderé que la vida es hermosa porque a pesar de las lágrimas, los malos momentos, los dolores y las decepciones, siempre te da la oportunidad de empezar de nuevo, y claro la vida también tiene excelentes momentos".

"No pierdas la esperanza, recuerda que cuando el Sol se va, las estrellas asoman"

"No esperes una gran oportunidad para dar un paso, tu gran oportunidad se puede encontrar justo donde estás ahora mismo"

Somos la consecuencia de nuestras decisiones.

"El verdadero secreto de la felicidad consiste en exigir mucho de sí mismo y muy poco de los otros"

"Ser feliz no es tener una vida perfecta, ser feliz es reconocer que la vida vale la pena, a pesar de las dificultades"

"El éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has superado"

Pensar positivo es el comienzo para vivir una vida más alegre.

"No compitas con nadie, no tienes que demostrarle nada a nadie. No tienes que llegar a donde otro llegó. Solo supera tus propios límites.

¡Se la mejor versión de ti mismo!".

miércoles, 24 de julio de 2019

12 Pasos Para Dejar Atrás El Alcohol (Parte 9)

Diciendo adiós al pasado
Noveno Paso Reparamos, directamente a cuantos nos fue posible, el daño que les habíamos causado, salvo en aquellos casos en que el hacerlo los perjudicaría a ellos o a otros.

A primera vista el Noveno Paso parece uno de los más sencillos y fáciles de los doce.
En el Octavo Paso el alcohólico había hecho una lista de las personas a quienes había causado algún daño a consecuencia de su inclinación a la bebida. El Noveno Paso, muy lógicamente, pide que se proceda a hacer reparaciones a esas personas como una preparación al inicio de una vida sin alcohol. Pero aquí surge la cuestión acerca de qué se entiende por “reparación”. Es decir, ¿qué debe hacer un alcohólico para compensar por el daño causado en el pasado?
Para algunos alcohólicos esto no representa ningún problema. Pero para otros, más originales y menos lógicos, el Noveno Paso es una lista de leyendas.

Conocimos a un individuo que, durante tres años de juerga, se las arregló para perder diez mil dólares en las Vegas. Cuando se recuperó de la borrachera no podía recordar dónde había ido a parar el dinero.
¿Lo había gastado, perdido en el juego, se lo habían robado, se lo había dejado en algún restaurante o en la habitación de un hotel , o simplemente lo había tirado por la ventana? No había manera de averiguarlo.
No es la primera vez que esto le sucede a un alcohólico, ni será la última. Había, sin embargo, un pequeño problema que complicaba esta situación tan especial. El dinero no era suyo.
Los diez mil dólares pertenecían a su jefe y representaban la recaudación de una semana del supermercado donde éste trabajaba. Debía haberlos ingresado en el banco en su camino de regreso del trabajo a casa.
Cuando volvió en sí, el alcohólico se dio cuenta que no sólo lo despedirían por perder el dinero sino que su jefe podría creer que se lo había robado. Por tanto, tenía que inventar un robo para tener una coartada.
Después de mucho devanarse los sesos ideó un plan.
Primero busco el aparcamiento donde había dejado su coche hasta que, para gran alivio suyo, pudo encontrarlo. Podía parecer que no había ido a Las Vegas ya que no existían registros de billetes que pudieran acusarlo. No tenía tarjetas de crédito, por lo que tampoco habría huellas que probaran que había estado en nevada. Así que todo lo que debía hacer era sobornar al empleado del hotel para que destruyera su ficha de registro, cosa que hizo con diligencia.
Después volvió en su coche a casa. En su garaje encontró un martillo y en el botiquín, un frasco de barbitúricos.
Tomó varias cápsulas ayudándose con un poco de whisky y esperó hasta que comenzó a quedarse dormido. Entonces, un momento antes de que se le cerraran los ojos, reunió todas sus fuerzas y se propinó un fuerte golpe en un lado de la cabeza con el martillo.
Durmió sin interrupción hasta la mañana siguiente. Luego llamó a la policía y cuando los agentes llegaron les contó la historia siguiente:
–“Salí de trabajar el viernes a eso del mediodía, llevando conmigo el dinero, y tuve tan mala suerte que me metí en un embotellamiento que no permitió llegar al banco a tiempo. Bueno, sabía que mi jefe se pondría furioso y como temía que me despidiera decidí llevar el dinero a casa e ingresarlo en el banco el lunes a primera hora.
Guardé el dinero en un cajón de mi escritorio y me fui a dormir. A las tres de la mañana aproximadamente unos ruidos me despertaron.
Eran ladrones. Traté de alcanzar el teléfono pero dos hombres me asieron y me derribaron. La posibilidad de que me mataran me aterrorizaba. Creí que habían venido porque sabían que tenía el dinero y les dije que les diría dónde estaba si no me mataban. Estuvieron de acuerdo y les dije que el dinero estaba en el cajón. Ahora caigo en la cuenta de que tal vez no sabían nada de los diez mil dólares y yo lo saqué a relucir sin ninguna razón. Pero en ese momento no tenía duda de que era por eso por lo que habían entrado.
En todo caso, una vez que cogieron el dinero, me encerraron en el garaje y fue en ese momento cuando hice lo posible por salir.”
Por más inverosímil que la historia pudiera parecer, tanto el agente como el oficial parecieron quedar convencidos. El dinero estaba asegurado, y por lo tanto fue reembolsado, y al alcohólico lo despidieron sin contemplaciones. Como no se formularon cargos por robo, el alcohólico esperaba que el episodio acabara ahí.
Cerca de un año después este bebedor ingresó en AA y dejo de beber. Más tarde, mientras hacía este Noveno Paso, se enfrentó con un dilema: ¿Debería confesar esta peripecia? ¿Tendría que hacer una reparación?
Su padrino le dijo que en un caso como éste, donde ya se había restituido el dinero a la persona que lo había perdido y donde la honradez a rajatabla podría disgustar más a su jefe, era mejor olvidarse.
Comprometerse a devolver los diez mil dólares podría significar una pena de prisión para el alcohólico y la obligación del jefe de devolver el dinero a la compañía aseguradora.
De este modo el alcohólico decidió olvidarlo. Siguió adelante con los Pasos prometiéndose que si tenía alguna oportunidad de hacer una reparación la haría.
Casi un año más tarde recibió un paquete por correo, que contenía una carta y cerca de tres mil quinientos dólares en efectivo. La carta decía:
Estimado señor:
Somos la familia a quien usted ayudó en un momento de penuria con su amable donación, hace algunos años en Las Vegas. Queremos que sepa que nuestro pequeño Bobbie se está recuperando. Sin su ayuda no hubiera podido sobrevivir.
Siempre lo recordamos en nuestras oraciones. Queremos devolverle algo del dinero que nos dio: se trata de una cantidad que ahorramos por sí Bobbie caía enfermo otra vez. Pero ahora ya no lo necesitamos. Nos dijo que era muy rico y sabemos que no lo necesita, pero nos sentiremos mejor si se lo reintegramos.
Muchas gracias y que Dios le bendiga.
Evidentemente el alcohólico había regalado el dinero en un arranque de samaritanismo y se había olvidado. Cogió los fajos de billetes, los envolvió y los envió a la compañía de seguros que había pagado la indemnización a su jefe.
Cuando se hace el Noveno Paso es de gran ayuda recordar la frase:
“Salvo en aquellos casos en que el hacerlo los perjudicaría a ellos mismos o a otros.” En otras palabras: “Salvo en aquellos casos en que hacer reparaciones hace más daño que beneficio”.
Supongamos que una de las personas a las que debe hacer reparaciones es su ex esposa. Le gustaría llamarla y pedirle perdón por lo que ha hecho.
Sin embargo ella se ha vuelto a casar y a usted no se le pasa por alto el hecho de que su llamada podría perturbar esta nueva relación.
Tal vez sería mejor olvidarlo. Si saber algo de usted, le puede acarrear a ella más daño que beneficio, usted no debería intentarlo.
El objetivo del Noveno Paso, por tanto, es decir adiós al pasado.
Debe actuar de tal modo que se permita dejar de preocuparse por la forma en que solía vivir la vida y consolidar una nueva actitud firmemente centrada en la manera en que ahora vive su vida.
Las “reparaciones” de este paso son un modo de quemar algunos puentes emocionales, aquellos que implican culpa, y también la construcción de nuevos puentes que dependen de la comunicación sincera.

martes, 23 de julio de 2019

La Soledad

Mucha gente se queja de la soledad, pero con sus comportamientos, palabras y actitudes labra el camino de la soledad. Si tú eres una persona amargada, conflictiva, agresiva, indiferente ante el otro, grosera es muy probable que quienes están a tu lado quieran irse. 
Tienes que saber relacionarte con los demás, tienes que saber construir unas relaciones basadas en la bondad, en el servicio, en la amabilidad y en el respeto. Entonces, debes trabajar para ver cómo logras ser una persona que convive sanamente con los demás. 
Ahora, no te quejes de lo que tú mismo ocasionas, ya que, si eres una persona con la que uno no se puede divertir, porque siempre está quejándose, hace sufrir, llorar y padecer, te aseguro que nadie va a querer encontrarse o vivir contigo. 
Todos queremos estar al lado de seres humanos que nos hagan sentir su amor, que sean cordiales al dialogar, que sean serviciales y, sobre todo, que nos aporten en el proceso de crecimiento. 
Otra opción es tomar la decisión de quedarse solos, porque las personas que nos acompañan no nos están haciendo crecer, y preferimos “estar solos que mal acompañados”, también eso es posible y tenemos que ser bien conscientes a la hora de tomar esa decisión. La soledad no es mala ni es una desgracia, es una experiencia que tenemos que aprender a vivir. 
En ella también podemos aprender mucho porque podemos interiorizar y reflexionar con total libertad y claridad; en ella podemos ser tal cual somos, sin tener que asumir ninguna pose por tratar de agradar a alguno. Tan cierto que cuando tenemos espacios de soledad los aprovechamos mucho y en los cuales nos sentimos muy bien, porque nos preparan para seguir viviendo.

TAREA DEL DIA: Analiza tu comportamiento y date cuenta si has ocasionado tu soledad. Busca pequeños espacios de soledad para interiorizar

Alberto Linero

lunes, 22 de julio de 2019

12 Pasos Para Dejar Atrás El Alcohol (Parte 8)

Recogiendo los pedazos
Octavo Paso Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y nos dispusimos a enmendar el daño que les causamos.

Muchas enfermedades crónicas afectan no sólo a su víctima sino también a quienes le rodean.
Desde este punto de vista, el alcoholismo se lleva la palma sin discusión. Esta enfermedad ocasiona daños directos e indirectos a las personas que viven con el alcohólico o que con él se relacionan. El daño siempre puede ser tanto físico como psicológico. El daño indirecto surge de la malinterpretación de los síntomas que hacen aquellos que rodean al alcohólico.

Veamos este ejemplo: Un alcohólico, todavía no diagnosticado, sale de copas con sus amigos al acabar su trabajo. Se propone pasar una hora en el bar y luego ir a casa a celebrar con su familia el cumpleaños de su hijo.
Sin embargo, después de algunos tragos, su casa se hace cada vez menos importante hasta que se olvida totalmente de lo que pretendía hacer. Sigue bebiendo hasta casi las diez de la noche y luego se va a casa haciendo eses.
Su mujer, enfurecida, le riñe a voz en grito apenas él asoma por la puerta. Sabe que ha hecho algo malo pero su cabeza confusa no le permite saber de qué se trata. Como no tiene algo mejor que hacer, comienza a reprender a su hijo por no guardar sus juguetes. El niño, ya enfadado con su padre por haberle estropeado la fiesta de cumpleaños, le contesta mal. Su padre le da un cachete y el niño se va llorando a la cama. Esa noche su mujer cierra con llave el dormitorio, y el alcohólico, con la ayuda de algunos tragos más de coñac, duerme en el sofá.
Al otro día su hijo y su mujer se muestran ofendidos con él. Puede advertir el enfado pero no sabe si tiene algo que ver con él ya que en realidad no consigue recordar lo que ha pasado la noche anterior.
En este ejemplo hay diversos niveles de dolor infligido a la familia.
Ante todo hay un dolor físico, directo: un niño ha sido maltratado.
Bien podría haber sido la esposa.
Luego hay un dolor emocional directo: la confianza de la esposa en la palabra del marido ha sido socavada por la promesa rota; sus sentimientos y los de su hijo, heridos por la negligencia de su marido y el niño escogido como víctima de la cólera de su padre trastornado.
Además hay un sensible dolor indirecto. Perpleja por la conducta de su marido, la esposa se pregunta: “¿Qué le pasa últimamente a este hombre?”. Si es la mujer típica llegará a la conclusión de que su marido o bien es irresponsable por naturaleza, o bien que la familia no le importa, o que quiso castigarla por alguna ofensa que ella no conoce, o que el niño no le gusta, o bien que no la quiere.
El hijo del alcohólico, por su parte, acaba pensando que “lo que le pasa a papá” es que o está profundamente disgustado con él, o es un canalla despreciable, o quizá nunca lo quiso.
Sobre todo la familia estará perpleja por la actitud que adopta el alcohólico después de tal representación. “Actúa como si nada hubiera pasado, se dicen. Tal vez todo fue un error, o tuvo un día fatal en la oficina”. En realidad deberían hacer algo para contentarlo, luego se sentirían doblemente frustrados cuando, a pesar de sus esfuerzos, sucede otro episodio similar.
Acabarán por obsesionarse no sólo por su comportamiento extraño, sus arranques de cólera y sus rachas de melancolía sino también por su carácter absolutamente incontrolable.
La preocupación de la familia será “¿Qué pasará esta noche cuando papá llegue a casa?.”
Todo ello representa una malinterpretación de los hechos comprensible, inevitable y completamente destructiva.
Transcurrido un tiempo, el alcohólico llega a darse cuenta de la creciente desconfianza de su familia, de la reacción negativa que en ella provoca. Para justificarse apela a sus mecanismos de defensa.
Adereza tales episodios a su gusto contándose una versión de los hechos menos acusadora. Culpa a otras personas, incluso a las que hace daño. Niega que los hechos hayan ocurrido, convenciéndose de la locura de los demás, y se aparta de la gente y se aísla. Estalla ante la crítica más leve o rehusa tratar el problema. Sobre todo trata de olvidarse de todo con más alcohol.
Entonces ya tenemos establecido un círculo vicioso. Cada síntoma de pérdida de control se complica con una reacción de los otros, seguida de una reacción opuesta del alcohólico. Sucesivas capas de errores y malentendidos se van acumulando. Finalmente, cuando la seriedad de estos síntomas asoma en la conciencia del alcohólico, por ejemplo, cuando le ponen una multa por conducir bebido, o cuando recibe una advertencia de su jefe por faltar los lunes, en vez de sentirse estimulado a resolver el problema, se siente inducido a beber más.
Esto es añadir leña al fuego ya que se tratan las consecuencias de la bebida con las causas.
Al cabo de algunos años, el alcohólico se de cuenta o no, se sentirá invadido por la culpa. Y esta culpa también puede haberse transformado en parte del problema como la enfermedad misma, ya que seguirá bebiendo para ahogar su remordimiento.
He aquí la importancia del Octavo Paso. No es ni más ni menos que un remedio específico para la culpa resultante de sus actos mientras está bebido, y también es una alternativa a la depresión y al reiterado acto de beber.
Esta alternativa consiste en hacer enmiendas. Su propósito es el de curar antiguas heridas y permitir al alcohólico olvidar las faltas del pasado y atender plenamente las necesidades del presente.
Tal como hemos visto, todo cambio supone no una sino dos acciones. La primera, como explicamos, es asumir una buena disposición.
He aquí cómo ha de hacer el Octavo Paso.
Primero siéntese y haga una lista de las personas a quienes cree que ha hecho daño cuando bebía.
Sabrá quiénes son, no necesita buscar a todos los que alguna vez ha insultado, cada factura que ha pagado más tarde de lo que debía, este paso no está dirigido a ellos. En cambio observe el daño que su alcoholismo ha causado a aquellos que realmente importan en su vida.
Si se siente mal por haber hecho algo, entonces apúntelo en la lista. Enfréntese a la verdad.
Pero sobre todo, mientras haga este Paso, recuerde que cuando hizo todo lo que ahora lamenta, sufría, sin saberlo, una enfermedad crónica, y también la intoxicación, la agitación emocional, la confusión y los síntomas defensivos que la acompañan. Estos problemas tuvieron su origen no en una naturaleza maléfica sino en el alcoholismo. Son también los efectos de esta enfermedad, como lo son la ebriedad, la amnesia y las afecciones hepáticas.
De este modo, debería grabarlo en su memoria, usted también sufrió los efectos físicos, emocionales y psicológicos del alcoholismo, y tal vez también quiera darse algunas compensaciones. El propósito de estos Pasos es la franqueza consigo mismo y no la autoflagelación.
¿Cómo saber cuándo se está dispuesto a hacer reparaciones una vez efectuado el Octavo Paso?
Cuando pueda enfrentarse al daño que su afición al alcohol ha causado a otros sin odiarse a usted mismo.