sábado, 19 de mayo de 2018

Ser Buen Amigo


Alguna vez leí sobre el escritor Gabriel García Márquez, una frase que me llamó profundamente la atención, decía algo así como “lo que más aprecio de mis amigos es que me llamen por teléfono sin necesidad”; en ella evidencié un rasgo de la amistad que yo valoro mucho: el desinterés. 

Me refiero no a la falta de interés por el otro, sino a la ausencia de un doble interés en la amistad. 

Creo que no podemos acostumbrarnos a querer al otro por lo que tiene y me puede dar. 

No hay peor arma contra la amistad que un interés dañino. 

Valoro las amistades en las que se ofrece incondicionalidad sin esperar nada a cambio. 

Estoy seguro de que si la amistad ha perdido sentido en estos tiempos es porque muchos interesados han querido hacer de ella su coartada perfecta para salirse con la suya, y no, no se trata de eso. 

Mi invitación hoy es precisa: ser buenos amigos. 

Sin esperar nada del otro, sin exigirle al otro cosas que no nos pueden dar, sino, más bien, acompañándolo, brindándole cariño. 

Hay mucha gente que hace amigos con el fin de aprovecharse de lo que el otro le pueda dar, como si eso fuera un negocio. 

Yo creo, sin duda, que los amigos están para apoyarse mutuamente, pero eso no significa que la amistad sea solo eso. 

Proponte ser buen amigo, brindarle al otro tu apoyo y hazlo siempre con la mejor intención, sin ningún truco bajo la manga; en eso consiste realmente la amistad. 


TAREA DEL DÍA: Sé buen amigo. 

P. Alberto José Linero

viernes, 18 de mayo de 2018

No Hay Que Preocuparse Por La Perfección - Osho

No hay que preocuparse por la perfección. Es mejor sustituir la palabra «perfección» por «totalidad». No hay que pensar en ser perfecto, sino en ser total.

La totalidad te proporcionará una dimensión diferente. En eso consisten mis enseñanzas: sé total y olvídate de ser perfecto. Hagas lo que hagas, hazlo totalmente; no perfecta, sino totalmente. ¿Cuál es la diferencia? Cuando estás enfadado, el perfeccionista dirá: «No está bien enfadarse. La persona perfecta nunca se enfada». Eso es una tontería, porque sabemos que Jesús estaba enfadado. Estaba realmente enfadado con la religión tradicional, con los sacerdotes, con los rabinos, tanto que sin la ayuda de nadie expulsó a los mercaderes del templo, látigo en mano. Gritaba tanto y su furia era tan intensa, tan apasionada, que todos se asustaron. No es simple coincidencia que el pueblo en cuyo seno nació fuera el que lo mató. Estaba realmente furioso y se rebeló.

Recuerda que el perfeccionista dirá: «No te enfades». ¿Y qué haces entonces?
Reprimir tu furia, tragártela, y así se convertirá en un lento envenenamiento de tu ser. Serás capaz de reprimirla pero entonces te convertirás en una persona colérica, y eso sí es malo. Un estallido de cólera de vez en cuando tiene su propia función, su propia belleza, su humanidad. Una persona incapaz de enfadarse no tiene entrañas, no tiene carácter.

Una persona incapaz de enfadarse tampoco podrá amar, porque para ambas cosas hace falta pasión, y es la misma pasión. La persona incapaz de odiar tampoco podrá amar; ambas cosas van unidas. Su amor será frío. Y debemos recordar que más vale un odio cálido que un amor frío. Al menos es humano, tiene intensidad, tiene vida, respira. Y quien ha perdido la pasión será una persona sosa, anquilosada, como muerta, y toda su vida será pura cólera. No la expresará, sino que seguirá reprimiéndola. La cólera se irá acumulando, una capa sobre otra, hasta que simplemente sea una persona colérica. No hay más que ver a los llamados mahatmas y santos: son personas coléricas.

Creen haber controlado su cólera, pero ¿qué se puede hacer con una cólera controlada? Tragársela. Y entonces, ¿adonde va a parar? Es algo tuyo, forma parte de ti, y en ti seguirá, sin expresión.
Siempre que se expresa la cólera, te libras de ella, y tras la cólera puedes volver a sentir compasión. Una vez calmadas la cólera y la tormenta, puedes volver a sentir el silencio del amor. Existe un ritmo entre el odio y el amor, la cólera y la compasión. Si renuncias a uno de ellos, el otro desaparecerá. Y la ironía está en que, renuncies a lo que renuncies, simplemente te lo tragarás y pasará a formar parte de tu organismo. Te enfadarás sin razón alguna, de una forma irracional. Se reflejará en tus ojos, en tu tristeza, en tu expresión sombría y seria. Serás incapaz de disfrutar.

Cuando digo que se debe sustituir la perfección por la totalidad, me refiero a que cuando te enfades lo hagas totalmente, por completo. Sé cólera, cólera pura. Tiene su belleza. Y el mundo mejorará cuando aceptemos la cólera como parte de la humanidad, como parte del juego de las polaridades. No puede existir el este sin el oeste, ni la noche sin el día, ni el verano sin el invierno.

Hemos de aceptar la vida en su totalidad, porque existe cierto ritmo, cierta polaridad.

jueves, 17 de mayo de 2018

CARTA A MI GRUPO...

Hace días empecé a recordarte, cuando una y otra vez he visto tu silla vacía...ya no llegas...ya no has regresado!!!
Y entonces vienen a mi mente multiples preguntas....
Porqué me he alejado de un grupo, de una hacienda, que me hizo irme?
Porqué empecé a hablar tanto de aquello que un día me salvo la vida?
Acaso se me olvidó cómo llegué?
Acaso olvide cómo alguien, un día, había puesto mi silla y mi café?
Porqué me llené de tanta irá?
Porqué enpece a destrozar personalidades?
Porqué empece a ver a todos pendejos?
Porqué empece a creer que nadie sabía y que yo lo sabía todo?
Porqué me burlaba y juzgaba a la gente que según a mi juicio, no trascendia?
Porqué me convertí en ese perro malagradecido que hoy mordia la mano de aquél que lo había levantado?
Cuándo me volví un ser desafiante?
Cuándo empecé a justificar mis recaídas y empecé a echar culpas, sin hacerme yo responsable?
A cuánta gente he corrido con mi actuar?
A cuánta gente con mis palabras, sembre en ellas, desaliento y muerte?
Porqué mis hijos y a las personas que invité ya no regresaron a un grupo?
Cuántas veces rompí el anonimato?
Cuántas veces fui capaz de herir a la gente con mi "pinche verdad"
En qué momento le di la espalda a quién necesitaba la ayuda?
Cuántas veces he dejado mi servicio?
Cuántas pinches veces, juzgue, critique, maldije, humille, abandone a aquellos que un día encendieron mi luz?
Cuántas putas veces he callado mi alma, he callado mi voz, cuántas pinches veces le he dicho al corazón...callateeee...no sientas....no llores!!!
Cuántas veces por prejuicio he callado mi verdad, no he hablado de mis miedos, no he liberado el sentimiento de frustración, de irá, de dolor!!!!
Cuántas pinches veces me han buscado, me han dicho, regresa, te extraño, te necesito!!!! Y mi orgullo maldito y pendejo no me han dejado regresar al lugar que me salvo la vida....y mis pinches resentimientos no lo permiten...que hirieron en mí??? Acaso mi ego?? Qué no me dieron un lugar??? Qué todo está mal y todo lo hacen mal? Porqué peleo poder?
Qué me falta?
Porqué hablar mal de una corriente, de un grupo? Si a ellos le debemos la vida!!!
Qué más da...quién no se ha equivocado?
Vamos, vamos carajo!!!
Te estoy esperando, me dijo Dios, hoy que la soledad y la necesidad han llegado. No me da pena decirlo...no te vayas!!! No nos dejes....necesito el amor más sincero que he recibido y que ha sido de un puñado de enfermos neuróticos, depresivas, alcohólicos y drogadictas.
Tu silla te sigue esperando, un nuevo la ha puesto para ti.
Aceptemos nuestra enfermedad, no es el grupo, no es la hacienda, soy yo, el único que no ha querido vivir bien.
Necesito a mi hermano, tanto como el necesita de mí.
Siempre siempre  estaré en la puerta esperando verte llegar.
No importa que estemos recaidos!!!
Ayudemos a alguien, porque tal vez mañana sea mi familiar el que necesite de ti.
Trabajemos nuestra enfermedad, aquella que crece y puede ser mortal.
Regresa padrino de tiempo, regresa, tú, el que prendió mi llama, el que me enseño a caminar.
Y si al final, decides no regresar, cállate sino tienes nada bueno que decir.

Alice Garcia Sarmiento

miércoles, 16 de mayo de 2018

Más allá del encanto... VALGO

De tanto perder aprendí a ganar; de tanto llorar se me dibujó la sonrisa que tengo. 

Conozco tanto el piso que sólo miro el cielo. 

Toqué tantas veces fondo que, cada vez que bajo, ya sé que mañana subiré. 

Me asombro tanto como es el ser humano, que aprendí a ser yo mismo. 

Tuve que sentir la soledad para aprender a estar conmigo mismo y saber que soy buena compañía. 

Intenté ayudar tantas veces a los demás, que aprendí a que me pidieran ayuda. 

Trate siempre que todo fuese perfecto y comprendí que realmente todo es tan imperfecto como debe ser (incluyéndome). 

Hago solo lo que debo, de la mejor forma que puedo y los demás que hagan lo que quieran. 

Vi tantos perros correr sin sentido, que aprendí a ser tortuga y apreciar el recorrido. 

Aprendí que en esta vida nada es seguro, solo la muerte… por eso disfruto el momento y lo que tengo. 

Aprendí que nadie me pertenece, y aprendí que estarán conmigo el tiempo que quieran y deban estar, y quien realmente está interesado en mi me lo hará saber a cada momento y contra lo que sea. 

Que la verdadera amistad si existe, pero no es fácil encontrarla. 

Que quien te ama te lo demostrará siempre sin necesidad de que se lo pidas. 

Que ser fiel no es una obligación sino un verdadero placer cuando el amor es el dueño de ti. Eso es vivir…

La vida es bella con su ir y venir, con sus sabores y sin sabores… aprendí a vivir y disfrutar cada detalle, aprendí de los errores pero no vivo pensando en ellos, pues siempre suelen ser un recuerdo amargo que te impide seguir adelante, pues, hay errores irremediables. 

Las heridas fuertes nunca se borran de tu corazón pero siempre hay alguien realmente a dispuesto a sanarlas con la ayuda de Dios. 
Camina de la mano de Dios, todo mejora siempre. 

Y no te esfuerces demasiado que las mejores cosas de la vida suceden cuando menos te las esperas. 

No las busques, ellas te buscan. Lo mejor está por venir”


        Jorge Luís Borges

martes, 15 de mayo de 2018

Nuestro Gran Milagro

Los que creyeron en Cristo durante su vida, no fue por lo que oyeron, si no por lo que vieron.

Para dictar la bienaventuranzas, tuvo que calmar tempestades. 

Para hablarles de la Eucaristía, tuvo que multiplicar panes.

Para que creyeran que podía perdonar los pecados, tuvo que curar paralíticos.

Para que nos crean a nosotros los cristianos, tenemos que hacer algo y nosotros, ¡no podemos hacer milagros! 

Pero podemos repartir panes. 

Lo que pasa es que empleamos nuestros mejores esfuerzos y energías en acaparar y asegurar muchos panes para nosotros, para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos...

Podemos curar paralíticos..., por lo menos esa parálisis que nos impide tenderle la mano al que lo necesita, mover las piedras para acudir en ayuda a los demás, aflojar los músculos de la cara para sonreír al cónyuge, a los hijos en sus apuros, a los padres que nos piden algún favor...

lunes, 14 de mayo de 2018

La Palabra «Ideal» Me Parece Repugnante - Osho

La palabra «ideal» me parece repugnante. Yo no tengo ideales. Los ideales te vuelven loco, son los ideales lo que han convertido este mundo en un inmenso manicomio.

El ideal significa que no eres lo que deberías ser. Te crea ansiedad, tensión, angustia. Te divide, te vuelve esquizofrénico. El ideal está en el futuro y tú estás aquí. ¿Y cómo puedes vivir a menos que seas el ideal? En primer lugar, sé el ideal, y después empieza a vivir, algo que nunca ocurre. No puede ocurrir por la naturaleza misma de las cosas.

Los ideales son imposibles; por eso mismo son ideales. Te vuelven loco, te hacen perder la cabeza, y entonces sobreviene la repulsa, porque nunca llegas a alcanzar el ideal. Entonces surge el sentimiento de culpa. En realidad, eso es lo que hacen los sacerdotes y los políticos, crear el sentimiento de culpa. Para ello se valen de los ideales, un mecanismo muy sencillo. Ofrece un ideal y el sentimiento de culpa surgirá automáticamente.

Si te digo que dos ojos no son suficientes, necesitarás tres ojos, abrir tu tercer ojo. Leerás a Lobsang Rampa, que dice que abras tu tercer ojo. Lo intentas por todos los medios, por aquí y por allá, cabeza abajo, con un mantra... y el tercer ojo no se abre. Entonces empiezas a sentirte culpable, que si me falta algo, que si no soy como debería ser... Te deprimes, te frotas el tercer ojo, pero no se abre. Cuidado con todas esas tonterías. Los dos ojos que poseemos son maravillosos, e incluso si solo tienes uno, es perfecto. Tienes que aceptarte como eres. Dios te ha hecho perfecto, no ha dejado nada incompleto en ti. Y si sientes que hay algo incompleto, forma parte de la perfección. Eres perfectamente imperfecto. Dios sabe, más que tú, que solo en la imperfección existe el desarrollo, que solo en la imperfección existe el fluir, que solo en la imperfección algo es posible. Si fueras perfecto estarías muerto, como una piedra. No ocurriría nada, nada podría ocurrir. Intenta comprender lo que te digo: también Dios es perfectamente imperfecto, porque si no, habría muerto hace mucho tiempo. No habría esperado a que Friedrich Nietzsche declarase que «Dios ha muerto».

¿Qué haría Dios si fuera perfecto? No podría hacer nada, no tendría libertad para hacer. No podría crecer, ni tendría adonde ir. Estaría simplemente estancado. Ni siquiera podría suicidarse, porque cuando eres perfecto no haces cosas así. Acéptate tal y como eres.

A mí no me interesa una sociedad ideal, no me interesa en absoluto. Tampoco me interesan los individuos ideales. Vamos, que el idealismo no me interesa lo más mínimo.
Y para mí la sociedad no existe, solo los individuos. La sociedad no es sino una estructura funcional, utilitaria. No puedes encontrarte con la sociedad. ¿Te has encontrado alguna vez con la sociedad? ¿Te has encontrado alguna vez con la humanidad? ¿Te has encontrado con el cristianismo, el hinduismo, el islam? No; solo podemos encontrarnos con el individuo, con el individuo concreto. Pero mucha gente ha pensado en mejorar la sociedad, en construir una sociedad ideal, y esas personas han resultado ser un desastre, una calamidad. Gracias a su sociedad ideal han destruido el respeto de las personas hacia sí mismas y han despertado el sentimiento de culpa en todo el mundo.

Todo el mundo se siente culpable, nadie parece sentirse feliz tal y como es. Se puede provocar el sentimiento de culpa por cualquier cosa, y una vez creado ese sentimiento, te haces poderoso. La persona que provoca en ti el sentimiento de culpa adquiere poder sobre ti —hay que recordar esta estrategia—, porque solo esa persona puede redimirte. Entonces tienes que recurrir a ella. Al principio, el sacerdote provoca el sentimiento de culpa, y tienes que ir a la iglesia, a confesarte, a decir: «He cometido un pecado», y entonces el sacerdote te perdona en nombre de Dios. Crea la culpa en nombre de Dios, eso en primer lugar, y después te perdona en nombre de Dios.

Fíjate en lo siguiente:
A Calvin lo sorprendió su madre cometiendo un pecado mortal, y lo obligaron a confesarse inmediatamente.
—Padre, he estado toqueteándome —dijo Calvin.
—¿Por qué has hecho semejante cosa? —preguntó el cura, muy enfadado.
—Es que no tenía nada mejor que hacer —respondió Calvin.
—Cuatro padrenuestros y cinco avemarías de penitencia.
La madre de Calvin volvió a pillarlo una semana más tarde, y una vez más el chico tuvo que ir a confesarse.
—Padre, he estado toqueteándome.
—¿Y por qué lo has hecho?
—Es que no tenía nada mejor que hacer —respondió Calvin.
—Diez padrenuestros y cinco avemarías de penitencia.
A la semana siguiente, la madre de Calvin volvió a sorprenderlo.
—Ya estás volviendo —dijo—. Y llévale esta tarta de chocolate al padre.
Mientras esperaba en una larga cola, Calvin se comió toda la tarta y en el confesionario dijo:
—Padre, mi mamá me había dado una tarta de chocolate para usted, pero mientras esperaba me la he comido entera.
—¿Por qué has hecho eso? —preguntó el cura.
—Es que no tenía nada mejor que hacer.
—¿Y por qué no te has toqueteado un poquito?

AL SACERDOTE NO LE IMPORTA LO QUE HAGAS; tiene sus propios intereses, su tarta de chocolate. ¡Y a ti, que te zurzan! Haz lo que te dé la gana, pero ¿dónde está la tarta?

Ellos crean la culpa y después te perdonan en nombre de Dios. Te convierten en pecador y después te dicen: «Ven a Cristo, el salvador».
No hay nadie que pueda salvarte, porque para empezar, no has cometido ningún pecado. No necesitas que te salven.
Yo no tengo el menor interés en una sociedad ideal, y te pido que abandones ese sueño, un sueño que ha originado tantas pesadillas. Hemos de recordar que en la actualidad no puede ocurrir nada con la política. La política ha muerto. Votes a quien votes, ya sea de derechas o de izquierdas, hazlo sin ilusiones. Hay que renunciar a la idea de que un sistema, ningún sistema, puede salvar a nadie. Ningún sistema será la salvación, ni el comunismo, ni el fascismo ni el gandhismo. Ninguna sociedad puede salvarte, como ninguna sociedad puede ser ideal. Y no existe ningún salvador: ni Jesucristo, ni Krisna ni Rama. Has de olvidarte de esas tonterías sobre la culpa y el pecado que llevas a cuestas.
Pon toda tu energía en bailar y festejar la vida, y entonces sí serás ideal, aquí y ahora, y no tendrás que convertirte en algo ideal.
La ideología como tal ha perdido su veracidad. En realidad, nunca existió y, además, ha desaparecido la capacidad de persuasión. Quedan muy pocas mentes serias que sigan creyendo que se pueda lograr una nueva utopía mediante la ingeniería social.

Vivimos en la época de la libertad, absoluta. Hemos alcanzado la mayoría de edad. La humanidad ya no es infantil; ha madurado. Vivimos en una época muy socrática, porque la gente se plantea todas las cuestiones importantes de la vida. No empieces a ansiar y a anhelar un ideal, una idea, una perfección en el futuro.

Olvídate de los ideales y vive aquí y ahora

domingo, 13 de mayo de 2018

Hay 3 Tus En Ti. - Osho

En ti hay tres tus: el primero, que es la personalidad. Este término procede del griego persona. En la tragedia griega se utilizaban máscaras, y la voz salía de detrás de la máscara. Sona significa «voz», «sonido», y per, «a través de la máscara». No se conoce la cara real, quién es el actor. Está la máscara, y por ella sale la voz. Parece que viene de la máscara, y no se ve la cara real. La palabra «personalidad» es muy hermosa, y procede de la tragedia griega.

Y eso es lo que ha ocurrido. En la tragedia griega solo había una máscara. Tú tienes muchas, una sobre otra, como las capas de una cebolla. Si te quitas una máscara tienes otra, y si te quitas esa tienes otra. Y si sigues escarbando, te sorprenderá cuántas caras llevas. ¡Un montón! Llevas varias vidas coleccionándolas, y todas te resultan útiles, porque tienes que cambiarlas muchas veces.

Si hablas con tu criado no puedes ponerte la misma cara que cuando hablas con tu jefe. Y quizá estén los dos en la misma habitación, pero cuando miras al criado tienes que utilizar una máscara y otra cuando miras a tu jefe. Cambias continuamente. Se ha convertido en algo casi automático; no hace falta que tú cambies, se cambia por sí solo. Cuando miras a tu jefe sonríes. Después miras al criado, tu sonrisa desaparece y adoptas una expresión dura, tan dura como la que te muestra tu jefe. Cuando él mira a su jefe, sonríe.

Puedes cambiar de cara muchas veces en cuestión de segundos. Hay que estar muy alerta para darse cuenta de las múltiples caras que tenemos: innumerables, incontables.

Ese es el primer tú, el tú falso, que también puede llamarse el ego. Te lo ha dado la sociedad, es un regalo de la sociedad, de los políticos, los sacerdotes, los padres y los pedagogos. Te han dotado de múltiples caras para facilitar tu vida. Te han arrebatado la verdad y te han dado un sustituto, y a causa de esas caras sustituibles no sabes quién eres. No puedes saberlo, porque las caras son tantas y cambian con tal rapidez que no puedes fiarte ni de ti mismo. No sabes exactamente qué cara es la tuya. En realidad, ninguna de esas caras son la tuya.

Y el zen dice: «A menos que conozcas tu cara original no sabrás qué es Buda».
Porque Buda es tu cara original.
Naciste como un Buda y estás viviendo en la mentira.
Has de abandonar ese legado social. Tal es el significado de sannyas, la iniciación.
Eres cristiano, hindú o musulmán, y tienes que abandonar esa cara, esa careta, porque no es la tuya, sino que te la han dado los demás y te han condicionado con ella; A ti no te preguntaron nada, no te pidieron permiso; te la impusieron por la fuerza, con violencia.

Todos los padres y los sistemas educativos son violentos, porque no te tienen en cuenta. Tienen ideas preconcebidas, saben qué es lo bueno y lo malo, y te lo imponen.

Ya puedes gritar y revolverte; es tas desvalido. El niño está tan desvalido y es tan delicado que lo pueden moldear. Y eso es lo que hace la sociedad. Antes de que el niño se haya fortalecido lo suficiente, ya tiene mil y un traumas; está paralizado, envenenado.

Cuando quieras ser religioso tendrás que abandonar todas las religiones. Cuando quieras relacionarte con Dios tendrás que abandonar todas las ideologías sobre Dios.

Cuando quieras saber quién eres, tendrás que abandonar todas las respuestas que te han dado. Tienes que quemar todo lo que te han prestado.

Por eso se ha definido el zen de la siguiente manera: «Dirigido directamente al corazón humano. Ver la naturaleza y transformarse en un Buda. No apoyarse en las letras. Una transmisión distinta, aparte de las escrituras».

Una transmisión distinta, aparte de las escrituras; es decir, que ni el Corán ni el Dhammapada, ni la Biblia ni el Talmud ni el Gita te la pueden proporcionar. Ninguna de las escrituras sagradas te lo puede dar, y si crees en esas escrituras no alcanzarás la verdad.

La verdad está en ti, y es en tu interior donde has de encontrarla. «Ver la naturaleza y transformarse en Buda. Dirigido directamente al corazón humano.» No tienes que ir a ninguna parte. Y, como vayas a donde vayas, seguirás siendo el mismo, ¿qué sentido tiene? Puedes ir al Himalaya, y con eso no cambiará nada, porque te llevarás todo lo que tienes, todo lo que eres, todo en lo que te han convertido, lo llevarás contigo, artificialmente. Tus caras artificiales, los  Conocimientos que te han prestado, las escrituras, todo seguirá aferrado a ti. Incluso si te sientas a solas en una cueva del Himalaya no estarás a solas. Te rodearán los profesores, los sacerdotes, los políticos, tus padres, la sociedad entera. Quizá no lo veas, pero todos estarán allí, a tu alrededor. Y seguirás siendo cristiano, hindú o musulmán, y seguirás repitiendo palabras como un loro. Nada cambiará, porque así nada puede cambiar.

HE LEÍDO UN CUENTO BÁVARO MUY BONITO, QUE QUIZÁ CONOZCÁIS. Meditad
sobre él. Es sobre un ángel de Munich.

Alois Hingerl, portero número 172 de la Estación Central de Munich, trabajó hasta tal
extremo un día que cayó agotado, muerto. No sin cierta dificultad, dos angelitos lo
llevaron al cielo, donde lo recibió san Pedro y le dijo que a partir de entonces sería el
ángel Aloisio. Le regaló un arpa y le explicó las normas de la casa celestial.
—De ocho a doce de la mañana te dedicarás al regocijo —dijo—. Y de doce a ocho
entonarás el hosanna.
—Pero ¿qué pasa aquí? —preguntó Aloisio—. ¿O sea, júbilo de ocho a doce y luego de
doce a ocho el hosanna? Pues vaya... Y las copas, ¿cuándo?
—Ya se te dará el maná a su debido tiempo —respondió Pedro, un tanto molesto.
—¡Pues vaya plasta! —exclamó el ángel Aloisio—. ¿Regocijo de ocho a doce? ¡Y yo
que creía que en el cielo no había que trabajar! —Pero acabó por sentarse en una nube
y se puso a cantar, tal y como le habían ordenado—: ¡Aleluya, aleluya!
Pasó por allí un intelectual, planeando.
—¡Oye, tú! —gritó Aloisio—. ¿Nos tomamos un poquito de rapé? ¡Venga!
Pero al ángel intelectual le dio asco una idea tan vulgar. Susurró: «Hosanna», y se
marchó.
Aloisio se puso furioso.
—¡Si será imbécil! —gritó—. Si no tienes rapé, pues no lo tienes y ya está, ¿vale?
Pero por lo menos me contestas, ¿vale? ¡Si será cateto! ¡Hay que ver la gente que hay aquí arriba! ¡Dónde me he metido!
Y volvió a sentarse en su nube para continuar con el regocijo.
Pero el enfado que sentía se reflejaba en sus cánticos, y gritaba tan fuerte que el Padre Celestial, que estaba cerca, se despertó de la siesta y preguntó atónito:
—¿De dónde sale semejante ruido?
Llamó inmediatamente a san Pedro, que acudió a todo correr, y juntos escucharon los escandalosos cánticos del ángel Aloisio:
—¡Aleluya! ¡Maldita sea! Scheisse! ¡Aleluya! ¡Puta mierda! ¡Aleluya!
San Pedro llevó a rastras a Aloisio ante el Señor.
El Padre Celestial se lo quedó mirando largo rato y después dijo:
—Ya. Comprendo. Un ángel de Munich. ¡Justo lo que me imaginaba! Vamos a ver, ¿a qué viene tanto grito?
Era precisamente lo que estaba esperando Aloisio. Estaba tan furioso que se desató.
—¡Todo esto no me gusta nada! ¡No me gusta tener alas! ¡No me gusta cantar hosannas! ¡No me gusta que me den maná en vez de cerveza! Y que quede una cosa clara: ¡no me gusta cantar!
—San Pedro, esto no va a funcionar —dijo el Señor—. Pero tengo una idea. Vamos a darle el trabajo de mensajero para transmitir nuestros consejos celestiales al gobierno de Baviera. Así podrá ir a Munich un par de veces a la semana y su alma descansará en paz.

Cuando Aloisio oyó aquellas palabras se puso muy contento. Al poco tiempo le dieron el primer encargo de mensajero, llevar una carta, y bajó volando a la tierra. Cuando volvió a pisar el suelo de Munich se sintió realmente en el cielo. Y, siguiendo sus antiguas costumbres, se fue inmediatamente al bar, donde su asiento de costumbre estaba vacío, esperándolo. La buena de Kathi, la camarera, seguía allí, y él pidió una cerveza, y otra y otra... y allí sigue sentado todavía.
Por eso el gobierno bávaro ha tenido que arreglárselas hasta el día de hoy sin la orientación divina.

VAYAS A DONDE VAYAS SERÁS TÚ MISMO, EN EL CIELO O EN EL HIMALAYA. NO puedes ser de otra manera. El mundo no está fuera de ti; tú eres el mundo, de modo que vayas a donde vayas llevarás el mundo contigo.

El verdadero cambio que se tiene que producir no es de lugar, no tiene que producirse fuera, sino dentro. ¿A qué me refiero con el verdadero cambio? No me refiero a que tengas que mejorar, porque mejorar es otra mentira.

Mejorar significa que continuarás puliendo tu personalidad. Puede llegar a ser maravillosa, pero recuerda que, cuanto más maravillosa, más peligrosa, porque más difícil te resultará desprenderte de ella.

Por eso a veces un pecador se transforma en santo, pero las personas respetables nunca se transforman. No pueden, porque tienen una personalidad muy valiosa, con muchos adornos, muy pulida, y han invertido mucho en esa personalidad; su vida entera ha sido una especie de continua pulimentación. Les costaría demasiado abandonar esa maravillosa personalidad. Un pecador sí puede hacerlo, porque no ha invertido nada en ella. Aun más; está harto de ella, de tan fea como es. Pero ¿cómo podría desprenderse tan fácilmente una persona respetable, con tantas recompensas como le ha dado, con tantos beneficios como le ha reportado? Con ella ha ganado respetabilidad, le ha hecho ascender, va a llegar al culmen del éxito. Le resulta muy difícil dejar de ascender por los peldaños del éxito. Es una escalera sin fin, por la que se puede subir eternamente.

Cuando Henry Ford estaba a punto de morir, en su lecho de muerte, aún planeando nuevas industrias, nuevos negocios, alguien le dijo:
—¡Pero si se está usted muriendo! Según los médicos, no vivirá más de unos cuantos días. Ni siquiera están seguros de eso; podría morir hoy o mañana. ¿Y ahora qué? Ha dedicado su vida entera a esto, y tiene mucho dinero, mucho más de lo que puede gastar. Ese dinero no sirve para nada. ¿Por qué se empeñó en crear tantas empresas?

Seguramente Henry Ford dejó de planear cosas unos momentos y respondió:
—Mire, no puedo parar. Es imposible. Solo la muerte me detendrá; yo soy incapaz. Mientras esté vivo querré subir un peldaño más. Sé que es absurdo, pero no puedo parar.

Cuando se triunfa en el mundo resulta muy difícil parar. Resulta difícil parar cuando te estás enriqueciendo, cuando te estás haciendo famoso. Cuanto más refinada sea la personalidad, más se afianza.

Por eso no digo que tengas que mejorar. Desde Buda a Hakuin, ninguno de los grandes maestros ha hablado de que haya que mejorar. Ojo con los llamados «libros para mejorar» de «desarrollo personal». El mercado está lleno de esos libros, y hay que tener mucho cuidado con ellos, porque esa mejora no te llevará a ninguna parte. No se trata de mejorar, porque con mejorar solo se consigue aumentar la mentira. Mejorará la personalidad, se pulirá más, se hará más sutil, más valiosa, pero eso no equivale a la transformación.

La transformación no se produce mejorando la personalidad, sino abandonándola.
La mentira no puede convertirse en la verdad. No hay forma alguna de mejorar la mentira para que se convierta en la verdad. Siempre seguirá siendo la mentira. Parecerá cada día más la verdad, pero seguirá siendo la mentira. Y cuanto más verdad parezca, más te absorberá, más arraigará en ti. La mentira puede parecer hasta tal punto la verdad que es posible olvidarse de que en realidad es mentira.

La mentira te dice: «Ve en busca de la verdad. Mejora tu carácter, tu personalidad. Busca la verdad, transfórmate en esto, transfórmate en lo otro». La mentira no para de ofrecerte nuevas actividades: haz esto, y todo irá bien y serás feliz para siempre. Haz esto, haz lo otro. ¿Que esto falla? No importa; tengo otros planes para ti. La mentira no para de ofrecerte planes, y tú sigues esos planes, malgastando tu vida.

En realidad, la búsqueda de la verdad también procede de la mentira. Resulta difícil de comprender, pero es algo que hay que comprender. La búsqueda de la verdad deriva de la propia mentira. Es la forma de protegerse que tiene la mentira; si incluso te ofrece la búsqueda de la verdad, ¿cómo puedes sentirte a disgusto con tu personalidad? ¿Y cómo puedes decir que es mentira? Te empuja, te arrastra a ir en busca de la verdad.

Pero la búsqueda significa ir a otro sitio, mientras que la verdad está aquí y la mentira te impulsa a ir allá. La verdad dice «ahora», y la mentira «entonces» y «allí». La mentira siempre se refiere al pasado o al futuro, nunca al presente. Y la verdad es el presente, este mismo momento, ahora mismo.

De modo que el primer «tú» es la mentira, la actuación, la pseudopersonalidad que te rodea, la cara que ofreces a la galería, la falsedad. Es un engaño. La sociedad te lo ha impuesto y tú has colaborado en ello. Tienes que dejar de colaborar con esa mentira de la sociedad, porque solo cuando te quedas al desnudo eres tú mismo. Todos los ropajes son un invento social. Todas las ideas y las identidades que crees poseer son un invento social, algo que te han creado los demás. Y tienen sus motivos para hacerlo. De esta forma se aprovechan de ti sutilmente. Te explotan.

La auténtica explotación no tiene un carácter económico ni político; la auténtica explotación es la psicológica. Esa es la razón por la que todas las revoluciones han fracasado. ¿Cuál es esa razón? Que no han indagado en la explotación más profunda, la psicológica. Solo intentan cambiar lo superficial. Si una sociedad capitalista se vuelve comunista, no hay ninguna diferencia. Si una democracia se convierte en dictadura, o si una sociedad dictatorial se hace democrática, da igual: no existe ninguna diferencia. Son cambios superficiales, un blanqueado, pero en lo más profundo la estructura sigue siendo la misma.

¿En qué consiste la explotación psicológica? La explotación psicológica consiste en no permitir que nadie sea uno mismo, que nadie sea aceptado tal y como es, que no se respete a nadie. ¿Cómo respetar a las personas si no las aceptamos como son? Si les impones cosas y después las respetas, lo que respetas son tus propias imposiciones. No respetas a las personas como son, no respetas su desnudez, ni su espontaneidad, no respetas sus sonrisas y sus lágrimas de verdad. Solo respetas el fingimiento, las pretensiones. Lo que respetas es la actuación.

Tienes que abandonar por completo este primer tú. Freud contribuyó en gran medida a que la humanidad tomara conciencia de la falsedad de la personalidad, de la mente consciente. Su revolución es mucho más profunda que la de Marx, su revolución es mucho más profunda que ninguna otra. Profundiza mucho, pero no se extiende lo suficiente.

Llega al segundo tú, al tú reprimido, instintivo, inconsciente. Se trata de todo lo que la sociedad no ha permitido, de todo lo que la sociedad ha metido a la fuerza en tu ser y allí lo tiene encerrado. Solo aparece en tus sueños, en metáforas, o cuando estás borracho, cuando no tienes control sobre ti mismo. El resto del tiempo está lejos de ti, y es más auténtico, no es falso.

Freud hizo mucho para que el hombre tomara conciencia de ello, y las psicologías humanistas y sobre todo los grupos de encuentro, de desarrollo personal y similares han contribuido enormemente a que se tome conciencia de todo lo que grita en nuestro interior, de lo que ha sido reprimido, aplastado. Y en eso consiste la parte vital. Esa es la vida real, la vida natural. Las religiones la han condenado, calificándola de parte animal, la han condenado al considerarla el origen del pecado. No es el origen del pecado, sino de la vida, y no es inferior a lo consciente. Es más profunda que lo consciente, sin duda, pero no inferior.

Y no hay nada de malo en lo animal. Los animales son hermosos, como los árboles. Viven desnudos, con sencillez. Aún no los han destruido los sacerdotes y los políticos, aún forman parte de Dios. Solo el ser humano se ha extraviado. El hombre es el único animal anormal sobre la faz de la tierra, mientras que los demás animales son normales. De ahí su alegría, su belleza, su salud, de ahí su vitalidad. ¿No os habéis fijado? ¿No habéis sentido envidia al ver un pájaro en pleno vuelo? ¿Cuando un ciervo corre a toda velocidad por el bosque? ¿No habéis sentido envidia de esa vitalidad, de la pura alegría de la energía?

Y con los niños... ¿no habéis sentido envidia de los niños? Quizá por la envidia condenáis el infantilismo, una y otra vez. Cuánta razón tiene Montague al afirmar que en lugar de decir: «No seas infantil» deberíamos empezar a decir: «No seas adultil». Tiene toda la razón del mundo, y yo estoy de acuerdo con él.

Un niño es hermoso, mientras que un adulto es la fealdad misma. El adulto deja de fluir, se bloquea. Se queda inmóvil, como muerto. Pierde brío, pierde entusiasmo; se limita a arrastrarse. Se aburre, no tiene sentido del misterio. Nunca se sorprende de nada, porque ha olvidado el lenguaje del asombro. Para él ya no existe el misterio.

Dispone de muchas explicaciones, pero el misterio ya no existe para él. Por consiguiente, ha perdido la poesía, la danza y todo lo que da significado a la vida, todo lo que aporta el sabor de la vida.

Este segundo «tú» es mucho más valioso que el primero, y precisamente por eso me opongo a todas las religiones, a todos los sacerdotes, porque se aferran al primero, al más superficial. Vayamos al segundo, pero el segundo tampoco supone el final, y ahí es donde Freud se queda corto.  Como también se queda corta la psicología humanista: si bien profundiza un poco más que Freud, no profundiza lo suficiente como para llegar al tercer «tú».

En ti existe un tercer «tú», el tú auténtico, la cara verdadera, que sobrepasa los «túes» primero y segundo. Lo trascendental, la «budidad», la conciencia pura, sin fisuras, sin divisiones.

El primer tú tiene un carácter social; el segundo, natural; el tercero, divino.

Y un momento: no digo que el primero no resulte útil. Si existe el tercero, el primero se puede emplear. Si existe el tercero, también se puede emplear el segundo, pero siempre y cuando exista el tercero. Si el centro funciona, también irá bien la periferia, porque la circunferencia estará en su sitio, pero si solo tenemos el centro, sin la circunferencia, todo acabará en una especie de muerte.

Eso es lo que ha ocurrido con el ser humano. Por eso tantos pensadores occidentales sostienen que la vida carece de sentido. No es así. Solo se debe a que se ha perdido el contacto con el origen del sentido, del significado.

Es como si un árbol perdiera el contacto con sus raíces. Entonces no habría flores, empezaría a desaparecer el follaje, se caerían las hojas y no brotarían hojas nuevas. Y entonces la savia deja de fluir, deja de existir la vida. El árbol se muere.

Y entonces el árbol puede empezar a filosofar, a ponerse en plan existencialista, como Sartre, por ejemplo, y ponerse a decir que ya no hay flores en la vida. Que la vida no tiene flores, que ha desaparecido la fragancia, que ya no hay pájaros... Y el árbol incluso puede empezar a decir que siempre ha sido así y que en la antigüedad se engañaban pensando que había flores, que eran puras imaginaciones. «Siempre ha sido así, la primavera nunca ha llegado, son fantasías de la gente. Son fantasías de los budas... que si crecen las flores, que si reina la alegría y sale el sol y aparecen los pájaros... No hay nada. Todo es oscuridad, todo es fortuito y nada tiene sentido.» El árbol podría decir esto.

Y la verdad no es que nada tenga sentido, que ya no haya flores, que las flores no existan, que la fragancia sea pura imaginación, sino sencillamente que el árbol ha perdido contacto con sus propias raíces.

A menos que eches raíces en la «budidad», no florecerás, no cantarás, no sabrás en qué consiste una fiesta. ¿Y cómo se puede conocer a Dios si no se sabe lo que es festejar? Si os habéis olvidado de bailar, ¿cómo vais a orar? Si os habéis olvidado de cantar y de amar, Dios ha muerto. Esto no significa que Dios esté muerto, sino que está muerto en vosotros, en ti. Tu árbol se ha secado, ha desaparecido la savia. Tendrás que volver a encontrar raíces. ¿Y dónde encontrar esas raíces? Hay que encontrarlas aquí y ahora.