sábado, 7 de abril de 2018

La Honradez En Nosotros Mismos

Sobre los cimientos de la sobriedad podemos levantar una vida de honradez, de desinterés, de fe en Dios y amor a nuestros semejantes. Jamás alcanzaremos plenamente estas metas; pero la experiencia de construir esa clase de vida es incomparablemente más aceptable que el torbellino de nuestra antigua vida de bebedores. 

Hemos venido a A.A., para tornarnos sobrios; pero si permanecemos el tiempo suficiente, aprendemos una nueva forma de vivir. 

Llegamos a ser honrados con nosotros mismos y con las demás personas. Aprendemos a pensar más en los demás y menos en nosotros. Y aprendemos a confiar en la ayuda constante del Poder Superior. 

“Estoy viviendo honrada, desinteresadamente y con fe"?.

viernes, 6 de abril de 2018

Cuando Mamá Lastima - Dolor Crónico


Enseñemos a perdonar; pero enseñemos también a no ofender. Sería mas eficiente.
José Ingenieros

Mi madre tiene miedo a envejecer. Es impresionante la cantidad de cremas para cara y cuerpo que almacena en el baño. Sí entró a la cocina me topo con docenas de frascos que contienen píldoras para mejorar la apariencia de la piel, antioxidantes, vitaminas para el cabello y los huesos, toda una farmacia nutricional en casa. Todos los días acude al gimnasio y se realiza rutinas de piernas, brazo y glúteos. Se ha operado el busto y los hilos rusos han estirado la piel de su rostro en más de dos ocasiones. Se niega a aceptar el paso de los años. El mes pasado cumplió 42 Y ella dice que parece de 30, y como los 30 son los nuevos veintes creo que se siente de 22. Madonna y su inspiración y quiere llegar a los 50 tan conservado como la cantante y ni hablemos de moda porque su clóset está repleto de lencería coqueta y de los últimos diseños del momento. Se llama Azucena y la piel la tiene nacarada, los ojos negro intenso y la boca rellenita de colágeno. Es delgada por herencia y gracias a las dietas y ejercicios que sigue de manera rigurosa desde que tengo memoria. Trabaja en una agencia de viajes desde hace 20 años. Cuando se divorció de mi padre se impuso el propósito de darme estudios y una vida mejor que la que ella tuvo en la humilde casa de los abuelos. Mi padre se fue porque mi madre lo corrió al descubrir los amarillos que tenía con una secretaría del banco en donde era cajero. Siempre me ha dejado Claro que se casó con él por mi culpa. Se embarazó sin planearlo y sin estar enamorada y mucho menos convencida del valor de esa relación. Como quien dice soy hija de una calentura y no de un amor sincero. Yo tenía apenas tres años cuando se separaron y a mi padre lo veía cuando era niña. Ahora que he crecido y soy una señorita de 22 años sólo me manda un regalo por mi cumpleaños con uno de sus hermanas y se justifica diciéndome en una carta que vive muy lejos y que ya tiene una nueva familia. Nunca he entendido bien lo que quiere decir eso de tener una familia, porque al ser su hija, se supone que yo también soy su familia pero está claro que a mí ya no me incluye en el paquete.

Sospecho que mi madre nunca ha tenido instinto materno y que tampoco era su máxima aspiración el matrimonio. A ella le gusta hacer activa, desarrollarse en sus intereses y viajar. Le gusta estar en su mundo, con sus ideas y aspiraciones, rogando a Dios que la ciencia desarrolle más por más y nuevas maneras de rejuvenecer a los seres humanos. Siempre está pendiente de lo más reciente en cuanto nanotecnología aplicada a la salud y a la belleza y de las últimas recetas orgánicas para la conservación de la salud. Es adicta al ejercicio ya los vestidos coquetos. Le gusta leer y salir a tomar la copa los sábados y platicarme de sus pretendientes. Cada dos semanas le aparece un galán nuevo y durante 3 días me relata los detalles de su aparición, me muestra fotografías en su celular y sueña con Qué es el príncipe que ha estado esperando. Al cuarto día la intensidad baja y está por demás decirles que ya para la siguiente semana ha borrado las fotografías y ha bloqueado al individuo de sus contactos. Así es mi madre, la famosa Azucena Larios. A dónde llega impregne lugar con su perfume Chanel y acá para las miradas. Su charla divertida y sus ademanes coquetos la hacen el centro de atención en cualquier reunión.

Nadie puede imaginar que soy su hija hasta que ella lo afrma. Soy tan tímida y rellenita de carnes que encontrar las semejanzas con mi madre Me parece una tarea imposible. Mientras que ella se ha dedicado a trabajar, a estudiar y aprender cosas nuevas por la vida yo me he dedicado a estar en la escuela y en la casa comiendo carbohidratos y tomando refrescos. He tenido varias nanas, alguna de ellas además de cariñosas eran buenas cocineras y me consentían preparándome pastelillos de almendra, tartas de queso y pan de nata. Qué comer a sido mi refugio y a pesar de la insistencia de mi madre para que yo haga ejercicio Palomas que he llegado esa saltar la cuerda 20 veces en el patio de la casa. Hija de una madre ausente y de un padre cobarde, he crecido con un vacío que intentado llenar con chocolates y pasteles. Sorpresa de un dolor crónico que solamente disminuye con la comida.

A mis 22 años soy talla 13 mientras mi madre es talla 7 a sus 42. Usar ropa holgada que esconde las lonjas que se desbordan de mi cintura y evitó enseñar mis piernas regordetas llenas de celulitis. Me siento insegura Y prefiero el silencio al diálogo. Prefiero la lectura El ejercicio y me gusta más la soledad que la compañía. Se me dificulta hacer amistades y me sobra 9 dedos en las manos cuando cuento a mis amigos. Sandra es la única amiga que tengo y es la única que ha llegado a conocer Mis demonios. A pesar de ello me aceptó y me quiere y yo vivo agradecida por su amistad incondicional y por sus aplausos ante mis pequeños logros.

Estudia enfermería y trabajo en un hospital. La vida de mi madre es tan distinta la niña que parece que compartimos espacio existiendo en dimensiones paralelas. Cuando mi madre se acuerda de que existo, voltea a verme y me recuerda lo gorda que estoy. "No es posible Patricia, pareces ballena", "cada vez que respiras engordas", "no te da vergüenza pareceres cerdita", "así Nunca encontrarás novio, tienes que ponerte a dieta y hacer ejercicio". Cuando era más pequeña sus frases no eran así, a veces pienso que para mi madre una niña gordita es bonita pero cuando ya la infancia te abandona la gordura es sinónimo de fealdad. Me siento fea, insegura, fracasada. Como si adentro de mi gordo cuerpo de 22 años viviera el alma de una mujer de 100. Me siento cansada, triste y los pensamientos suicidas solicitado en varias ocasiones de noche sin sueño.

Mi madre sigue en su planeta, allá donde su belleza es apreciada, su juventud conservada es reconocida, en donde el desarrollo de su persona es lo importante. Mi amiga Sandra dice que mi madre es egoísta, pero no me gusta escuchar críticas hacia mi mamá en la boca de otro. Aunque yo pienso lo mismo, me incomoda que otros la juzguen. La justifica porque me ha repetido hasta el cansancio lo mucho que sufrió con mi papá. Si yo no hubiera nacido ella no hubiera pasado por tan malos momentos. Cuando pienso eso es cuando preferiría no haber nacido. Me duele el pecho, me tiemblan las manos y entonces corro hacia la cocina, abre el refrigerador y me como todo lo que hay dentro. Los ataques de ansiedad que padezco desde siempre, desaparecen comiendo y así, comiendo, me tranquilizó. En su ausencia me he dedicado a comer, para llenar ese vacío que siento, pero no se llena nunca.

Hay que no ha tenido una madre amorosa que la cuide porque la muerte es el Arrebato, hay que no la ha tenido porque la madre padece alguna enfermedad que la imposibilita, pero yo, no he tenido una madre presente por su poca disponibilidad emocional para conmigo. Existe pero no está, la puedo tocar, pero no la siento. Hija huérfana de madre viva.
Si en eso quedará todo, tal vez mi dolor crónico Sería más llevadero. Lo que lo hace más intenso son esos pequeños contactos cotidianos con los que me insulta y compite conmigo como si tuviéramos la misma edad. "Mira, deberías aprender a tu madre, Mira mi cintura, yo sí tengo". "Al menos ahorro para que te pagues una liposucción querida". He llegado a pensar que le recuerdo a mi padre, a ese hombre al que no le ha perdonado su traición. He llegado a creer que he sido lo peor que le ha sucedido en su vida. Pero es mi madre y la amo.

Dice Sandra que no debo delgazar Para complacer a mi madre. Que lo tengo que hacer por mí. Me repite que debo aprender a ser la protagonista de Mi existencia, qué debo entrenarme en el amor a mí misma y a lograr vivir sin angustia. Mientras mi madre sale cada dos semanas con un nuevo pretendiente, Yo nunca he aceptado la invitación de un chico. Mientras mi madre sale de viaje, de fiestas, a divertirse, yo me encierro en casa a ver televisión y a comer pizzas. Mientras ella se cuida y se niega a envejecer, yo aveces invocó a la muerte.

Hay quien preside a mi madre como una mujer ridícula y le sugiere vestirse conforme a su edad y convivir más con migo. Eso la ofende. A quién le aplaude sus ganas de vivir y hasta la ponen de ejemplo. Para mí es mi madre y no la quiero juzgar; Quiero aprender a vivir con ella tal y como es. Quiero enfrentar mis ansiedades y mis miedos, Quiero recuperar mi autoestima y mirar hacia el Horizonte y no hacia los abismos. Sé que un día lo lograré. Quiero bajar de peso, quiero tomar lo positivo de Azucena Larios y quedarme con eso impregnado en mi corazón. Dicen que no hay perdón que no sea posible si se tiene el deseo, Yo quiero lograr convertir sus agravios en perdón y encontrar mi propia identidad.



Cuando Mamá Lastima - Rayo Guzman, Ed.  Milestone

jueves, 5 de abril de 2018

La Opinión De Un Médico Hacia A.A.

Los miembros de Alcohólicos Anónimos consideramos que nuestros lectores se interesarán en conocer el informe que rinde un médico acerca del método de restablecimiento que se describe en este libro. El testimonio más convincente desde luego será aquél que provenga de los médicos, sobre todo de aquéllos que han tenido ya experiencias con los padecimientos de nuestros miembros y que han sido testigos de nuestro regreso a un estado sano. Un médico muy prestigiado, él mismo, médico en jefe de un prominente hospital conocido en el ámbito nacional y que se ha especializado tanto en el alcoholismo, así como en la adicción a las drogas, le ha obsequiado a Alcohólicos Anónimos el siguiente reconocimiento:

A QUIEN CORRESPONDA:
Durante muchos años he estado especializándome en el tratamiento de alcoholismo.
Hace casi cuatro años que atendí a un paciente que, no obstante haber sido un hombre de negocios muy capaz, y que gozaba de altos ingresos, era un alcohólico de las características que yo había llegado a diagnosticar como sin esperanza de curación.

Cuando estaba en tratamiento tras su tercer ingreso al hospital, este paciente reunió una serie de ideas que había obtenido previamente, encaminadas a lograr un medio probable de rehabilitación del alcoholismo Como una parte de su rehabilitación, empezó a compartir sus conceptos a otros alcohólicos, insistiendo en ellos con la idea de que debían, de la misma manera, compartir con otros alcohólicos tales Ideas. A partir de esta base, ha empezado a crecer rápidamente una Agrupación de estos hombres y mujeres. Mi paciente y más de cien alcohólicos presentan rasgos de haberse recuperado.

De manera personal he conocido a treinta de estos pacientes, mismos que tenían las mismas características de aquéllos en los cuales todos los recursos médicos disponibles habían fallado totalmente.

Estos hechos representan una importancia médica suprema, debido a que las extraordinarias posibilidades de un rápido crecimiento particular a este grupo, representan muy probablemente el inicio de una nueva época en los anales del alcoholismo. Es probable que estas personas tengan ya el remedio para miles de situaciones semejantes.
Sobre todos los aspectos que les mencionen a los interesados estas personas sobre ellas mismas, pueden ustedes tener la más absoluta confianza.
Muy atentamente, Dr. Silkworth


El médico que nos otorgó esta carta, de acuerdo a nuestras peticiones, ha tenido la gentileza de ampliar aun sus puntos de vista en las aseveraciones que siguen. Aquí confirma que quienes hemos padecido la tortura alcohólica debemos de entender que el organismo de un alcohólico está tan enfermo como lo está su mente. No quedamos satisfechos con que se nos dijese que no podíamos beber alcohol ordenadamente nada más porque no nos ajustábamos a la vida, que porque estábamos en un total alejamiento de la realidad, que porque francamente padecíamos de defectos mentales. Todos estas razones eran ciertas hasta cierto punto, es más, hasta un punto muy avanzado respecto a varios de nosotros. Sin embargo, estamos seguros de que nuestros organismos están igualmente enfermos. En nuestro punto de vista, cualquier estudio que se haga sobre el alcohólico y que no considere los factores físicos en forma integral, no será un estudio completo.

La teoría del doctor, acerca de que tenemos una alergia al alcohol, nos es muy interesante. Como personas no científicas, nuestra opinión acerca de lo rotundo de este concepto, desde luego que puede significar muy poco. Sin embargo, como personas que bebimos en el pasado, podemos decir que esta explicación tiene mucho sentido.

La misma explica muchas cosas que de otra forma no podríamos considerar.

No obstante que apoyamos nuestra solución al alcoholismo sobre el plano espiritual, así como el altruista, plenamente apoyamos la hospitalización para aquel alcohólico que padezca de temblores o de neblina causados por el alcohol. En la mayor parte de los casos, es un imperativo el que el cerebro de una persona sea clarificado antes de ser informado; pues de tal manera, dicha persona alcohólica tendrá una mayor facilidad de entender y de aceptar todo lo que tenemos para ofrecerle.

ES, DE ESTA MANERA, QUE EL DOCTOR NOS EXPRESA LO SIGUIENTE:

El tema desarrollado en este libro me parece ser de fundamental importancia hacia aquellas personas que padezcan de la adicción al alcohol.
Esto lo digo después de mi experiencia de muchos años como Médico en Jefe de uno de los hospitales más antiguos en el país dedicados a tratar adicciones al alcohol y a las drogas.

Fue para mí, por lo tanto, un asunto de auténtica satisfacción cuando se me pidió que aportara unas pocas palabras sobre un tema que se desarrolla en un fino detalle en estas páginas.

Los médicos nos hemos dado cuenta por mucho tiempo de que para las personas alcohólicas era de suprema importancia un cierto tipo de psicología moral, mas su aplicación presentaba una serie de
dificultades que nos rebasaban a los médicos. Aun con nuestras normas ultramodernas, con nuestro rigor científico aplicado a todas las cosas; es probable que no estemos suficientemente equipados
para hacer la aplicación de todo aquello bueno que existe fuera de nuestro sintetizado conocimiento.

Hace aproximadamente cuatro años que uno de los autores de este libro se sometió a tratamiento en este hospital y durante su estancia adquirió varias ideas, mismas que puso en aplicación práctica
enseguida.

Posteriormente, él pidió se le dejara platicar su historia a otros pacientes aquí mismo y, no sin ciertos titubeos, se lo permitimos. Los casos que le sucedieron han sido de lo más interesante; de hecho,
muchos de ellos son asombrosos. La abnegación de estas personas, tal como lo hemos llegado a conocer, la ausencia total de un sentido utilitario, así como su espíritu comunitario, alienta,  indudablemente, a quien ha trabajado larga e incansablemente en este campo del alcoholismo. Estas personas tienen fe en si mismas, y aun más fe en un Poder que arranca al alcohólico crónico de las mismas puertas de la muerte.

Es desde luego deseable que un alcohólico sea liberado de su anhelo físico por el licor, y esto a menudo requiere de una hospitalización programada, con objeto de que las medidas de orden
psicológico sean de máximo beneficio.

Creemos, y así lo sugerimos hace unos pocos años, que la acción del alcohol en estos alcohólicos crónicos es la manifestación de una alergia; que el fenómeno de la sed alcohólica es característico de este tipo de individuos y nunca se presenta en ninguna persona que ingiera alcohol en forma ordenada, del tipo ordinario. Estos tipos alérgicos nunca pueden ingerir alcohol en ninguna presentación sin que corran peligro; también, una vez que se ha formado el hábito y que la persona ha visto que no puede romperlo, una vez que han perdido la confianza en ellos mismos, así como su confianza en los asuntos humanos, sus problemas se acumulan sobre ellos y se convierten en algo asombrosamente difícil de resolver.

La motivación emocional muy rara vez es suficiente. El mensaje que puede interesar y sostener a estas personas alcohólicas debe tener peso específico. En casi todos los casos, sus ideales deben depositarse en un poder superior a ellos, si es que desean volver a crear sus vidas.

Si alguien cree que los psiquiatras que dirigimos un hospital para alcohólicos damos la impresión de ser algo sentimentales, permítanle que pase un tiempo con nosotros en la línea de fuego, que vea las tragedias, que vea a las desesperadas esposas, a los niños pequeños; que resuelva los problemas cotidianos hasta llegar a ser una rutina en sus diarias ocupaciones, aun hasta de sus ratos de sueño y verá como hasta el más insensible no se asombrará de por qué hemos aceptado y animado este movimiento. Vemos que, después de muchos años de experiencia, no hemos encontrado nada que haya contribuido

más a la rehabilitación de estos seres humanos que el altruista movimiento que se está desarrollando entre ellos.
Hombres y mujeres beben esencialmente porque les agrada el efecto que produce el alcohol. La sensación es tan engañosa que, en tanto que ellos admiten que es nociva, después de un cierto tiempo
no son capaces de distinguir entre lo verdadero y lo que es falso. Para ellos su vida alcohólica para ser la normal. No pueden descansar, están irritables y descontentos, a menos que vuelvan a experimentar la sensación de tranquilidad y de bienestar que sobreviene una vez que han tomado unos tragos. Tragos que ellos ven a otros ingerir y salir sin dificultad alguna. Después de que han sucumbido nuevamente a su deseo por beber, como muchos lo hacen, desarrollándose el fenómeno de sed alcohólica; atraviesan por las tan conocidas etapas de una juerga, de la cual quedan con remordimientos y con una firme resolución de jamás volver a beber.

Este ciclo se repite una y otra vez y, a menos que la persona experimente un cambio psíquico, existen muy pocas esperanzas de rehabilitación.

Por otro lado y no importando lo extraño que pudiese parecer a quienes no lo comprendan, una vez que ha ocurrido el cambio anímico, aquella misma persona que parecía condenada, quien hubiese tenido tantos problemas y que se hubiera desesperado de tener que resolverlos siempre, repentinamente se encuentra en condiciones sencillas de controlar su deseo por beber alcohol, siendo
que lo único que requirió fue seguir unas pocas y sencillas reglas. Hay quienes han gritado ante mí en un sincero y desesperado ruego: „¡Doctor, ya no puedo seguir de esta manera. Deseo seguir
vivo! ¡Sé que debo dejar de beber pero no puedo! ¡Tiene usted que ayudarme!”

Dando cara a este problema, si un médico es sincero consigo mismo, algunas veces tendrá que admitir su incapacidad. No importa que dé todo lo que él tenga, a menudo ese todo no es suficiente.

Uno siente que „algo” más que el poder humano es necesario para que se produzca el esencial cambio psíquico. Aunque es considerable el numero de casos de recuperación debidos al tratamiento psiquiátrico, los médicos debemos de admitir que hemos ahondado poco en el problema considerado en su globalidad. Hay muchos individuos que no están reaccionando favorablemente al tratamiento psicológico.

No estoy enteramente de acuerdo con quienes creen que el alcoholismo es en su totalidad un problema de control mental. He tenido a muchos pacientes, por ejemplo, quienes han estado esforzándose en algún problema, o en algún asunto comercial que se iba a finiquitar en una cierta fecha, favorable para ellos. Bebieron una copa un día o un poco más antes de esa fecha crucial y entonces el fenómeno de la sed alcohólica de inmediato se colocó muy por encima de todos los demás intereses, dando lugar a que esta importante reunión no se llevara a cabo. Estos hombres no bebieron para escapar; estuvieron bebiendo para superar una sed alcohólica que estaba mucho más allá de su control mental.

Existen muchas situaciones que surgen del fenómeno de la sed alcohólica y que hacen que los seres humanos hagan el sacrificio supremo más que continuar luchando.

La clasificación de los alcohólicos parece ser mucho más difícil y sus detalles minuciosos, es algo que se escapa del alcance de este libro. Tenemos, desde luego, a los enfermos mentales, quienes son
emocionalmente inestables. Todos estamos ya familiarizados con esta clasificación. Siempre están dejando de beber „para siempre”.

Siempre experimentan demasiados remordimientos y hacen muchas promesas, pero nunca toman una decisión. Existe el tipo de persona que no está dispuesta a admitir que no puede beber una copa. Se pone a planear varias formas de beber. Cambia de marca o de medio ambiente. Está la clasificación del que siempre piensa que por haber estado sin alcohol en su organismo por un periodo puede beber sin que esto le represente peligro. Está la clasificación del maníaco-depresivo que es, muy probablemente, el menos comprendido por sus amistades y acerca de quien se podría escribir un capítulo completo. De aquí siguen las clasificaciones de los totalmente normales excepto en el efecto que el alcohol tiene sobre ellos. Son a menudo personas competentes, inteligentes y amigables.

Todos estos y muchos otros tienen, sin embargo, un síntoma en común: No pueden empezar a beber sin que se desarrolle en ellos el fenómeno de la sed alcohólica. Este última fenómeno, tal como lo hemos sugerido, probablemente sea la manifestación de una alergia la cual establece la diferenciación de estas personas y los coloca por separado como seres totalmente diferentes. Esta alergia, nunca ha podido erradicarse bajo ningún tratamiento en forma permanente y del que tengamos conocimiento. El único alivio que tenemos para sugerir es la total abstinencia.

Esto último nos pone directamente en el estira y afloja de la controversia. Se ha escrito mucho a favor, mucho en contra; sin embargo, entre los médicos la opinión generalizada parece ser que
los alcohólicos crónicos están condenados a muerte. ¿Cuál es la solución? Permítanme contar una experiencia que me ocurrió hace dos años:

Cerca de un año antes de esta experiencia nos fue traído un hombre para ser tratado de alcoholismo crónico. Estaba casi recuperado de una hemorragia estomacal y daba la impresión de ser un caso de deterioro patológico mental. Ya había perdido todo lo que tenía de bueno en su vida y sólo vivía, se puede decir que nada más para beber. Admitió plenamente y creyó que no tenía esperanzas. Después de que se le eliminó el alcohol de su organismo, encontramos que no había daño cerebral permanente.

Aceptó el método delineado en este libro. Un año más tarde me pidió una cita para consulta y, en ese momento, experimenté una sensación muy extraña. Lo conocía por su nombre y en forma parcial reconocí sus facciones, pero ahí se acabó todo el parecido. De aquel despojo tembloroso, desesperado y nervioso, había surgido un hombre reluciente de confianza en si mismo y de contentamiento. Platiqué con el un rato, pero no acababa de creer yo mismo que antes lo había conocido. Me era extraño y en eso se marchó. Hace ya más de tres años y no ha vuelto a beber alcohol.

Cuando necesito de un estímulo en mi mente para elevar el espíritu, me pongo a pensar en otro caso que me reportó un destacado médico de Nueva York. Sucede que el paciente ya se había hecho su propio diagnóstico y decidió así que su situación no ofrecía ninguna esperanza, escondiéndose en un granja desocupada ya con la intención de morirse. Fue sacado de ahí por dos rescatistas y me lo
trajeron en un estado desesperado. Después de su rehabilitación física, tuvo una plática conmigo en la cual con toda franqueza puso de manifiesto que el tratamiento era una esfuerzo desperdiciado, a menos que yo le asegurase – lo que nadie le había hecho antes – de que en lo futuro tendría el la "fuerza de voluntad" para no ceder al impulso por beber.

Era tan complejo su problema alcohólico y tan grande su depresión, que creí que su única esperanza sería a través de lo que llamábamos „psicología del estado de ánimo” y dudamos que aun esto pudiese tener algún efecto.

Sin embargo, sí compró este hombre las ideas contenidas en este libro. Hace tres años ya que no ha vuelto a beber. Lo veo de vez en cuando y es una muestra tan noble de comportamiento que uno
quisiera siempre encontrar. Recomiendo de manera genuina a los alcohólicos a que lean este libro hasta su última página y que si algunos de ellos lo hiciesen sólo por mofarse, es posible que ellos
mismos se pongan a rezar.

Dr. Silkworth

miércoles, 4 de abril de 2018

Nuestro Programa de AA

Raramente hemos visto a una persona que, siguiendo el camino recorrido por nosotros, no haya tenido éxito en su lucha contra el alcohol. Los que no se restablecen son personas que no pueden o no quieren someterse completamente a este simple programa. Son por lo común hombres y mujeres que por naturaleza son incapaces de ser sinceros consigo mismos. Hay esta clase de desafortunados. No es su culpa, parecen haber nacido así. Su naturaleza no les permite adoptar y desarrollar una forma de vivir que exige una rigurosa honestidad. Sus posibilidades de restablecerse son limitadas. Aunque son
individuos que sufren graves anomalías emocionales y mentales; sin embargo, muchos de ellos se restablecen si son capaces de ser honestos y sinceros. Nuestras historias revelan lo que éramos, lo que nos sucedió y lo que ahora somos. Si usted, lector, quiere lo que nosotros tenemos y está dispuesto a todo para obtener nuestros resultados, estará dispuesto a avanzar por pasos.

Al principio, algunos de estos pasos no fueron aceptados por nosotros. Pensábamos poder encontrar un camino más fácil, más cómodo. Mas esto fue imposible. Con toda la energía y honestidad que poseemos, le rogamos no tener miedo y ser sincero desde el comienzo. Varios de nosotros han intentado aferrarse a sus viejas ideas y el resultado ha sido cero hasta que las abandonan.

Recordemos todos que tenemos que tratar con el alcohol — ¡astuto, desconcertante y potente! Sin ayuda, es demasiado para nosotros. Pero hay un Ser que tiene todo el poder, y este Ser es Dios. ¡Te deseamos que lo encuentres ahora! Las medidas parciales no nos ayudaron. Estuvimos en el punto decisivo de nuestra vida. Pedimos ayuda y protección a Dios, abandonándonos completamente a Su voluntad.

 He aquí los pasos que seguimos y que proponemos como programa de recuperación:

1) Admitimos nuestra impotencia ante el alcohol y que nuestras vidas se habían vuelto incontrolables.
2) Llegamos a creer que un Poder más grande que nosotros podría devolvernos la razón.
3) Tomamos la decisión de confiar nuestra voluntad y nuestras vidas al cuidado de Dios, tal como lo pudimos concebir.
4) Procedimos a hacer un inventario moral profundo y sin miedo de nosotros mismos.
5) Admitimos frente a Dios, frente a nosotros mismos y frente a otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestras culpas.
6) Consentimos plenamente que Dios eliminase todos los defectos de nuestro carácter.
7) Nosotros Le pedimos humildemente que hiciese desaparecer nuestras deficiencias.
8) Hicimos una lista de todas las personas a las que habíamos dañado y decidimos hacer enmiendas a todas ellas.
9) Hicimos enmiendas directamente a tales personas, en cuanto nos fue posible, excluyendo aquellos casos en que, al hacerlo, hubiéramos podido dañarlas a ellas o a otras personas.
10) Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos encontrábamos en culpa, de inmediato lo admitimos.
11) Buscamos, a través de la oración y la meditación, mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros pudimos concebirlo, rogando sólo que nos hiciera conocer Su voluntad con respecto a nosotros y que nos diera la fuerza para cumplirla.
12) Habiendo conocido una experiencia espiritual como resultado de estos pasos, tratamos entonces de transmitir este mensaje a otros alcohólicos y de poner en práctica estos principios en todos los actos de nuestra vida. Muchos de nosotros exclamaron: „¡Es demasiado difícil! ¡Yo no voy a llegar!” No se desanime. Nadie de nosotros ha podido poner en práctica estos principios a la perfección. No somos santos. Lo que cuenta es que nosotros estemos dispuestos a progresar según los principios espirituales. Nosotros hemos buscado progreso espiritual mas que perfección espiritual.

Nuestra descripción del alcohólico, el capítulo que dedicamos a los agnósticos, nuestras experiencias antes y después de la recuperación, ponen en evidencia tres puntos bastante claros :
a) Que éramos alcohólicos e incapaces de controlar nuestras vidas.
b) Que probablemente ninguna fuerza humana hubiese podido salvarnos del alcoholismo.
c) Que Dios podía y quería hacerlo si Lo buscábamos.

Finalmente convencidos, estábamos en el Tercer Paso, que habla de todo lo que es necesario para el abandono de nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios. ¿Qué tratamos de decir con esto? ¿Y que hacemos exactamente para abandonarnos a Él? El primer requisito es el convencimiento de que una vida conducida de acuerdo con la propia voluntad e independencia raramente puede tener éxito. Sobre esta base casi siempre nos encontramos en conflicto con alguien o algo, aunque nuestros motivos sean buenos. La mayor parte de los hombres trata de vivir basándose en su propia energía personal. Cada persona es como un actor que pretende dirigir la representación total: las luces, la danza, los actores, el escenario, siguiendo sus propios gustos. Si sus órdenes se siguieran y si los otros sólo se apegaran a sus deseos, el espectáculo sería perfecto. Todos estarían satisfechos, incluso él. La vida sería magnífica. En sus esfuerzos por poner todo en orden, nuestro actor quizá pueda mostrarse a veces muy virtuoso. Puede ser afable, simpático, cortés, generoso, indulgente, modesto y altruista. Y también puede ser egoísta, deshonesto y agresivo. Como todas las personas en este mundo, es probable que tenga una personalidad con múltiples facetas.

¿Qué ocurre normalmente? El espectáculo no se desarrolla muy bien y nuestro actor comienza a creer que el ambiente en el que vive no lo trata como él piensa que se merece. Decide hacer esfuerzos más grandes para tener éxito. Se vuelve más exigente o más amable, según sea el caso. No obstante, el espectáculo ahora no le gusta.

Admite que tal vez tiene alguna culpa, pero piensa que los demás son más culpables. Se irrita, se indigna y se desprecia. ¿Cuál es su problema fundamental? ¿No es verdad que trata de alabarse a sí mismo, aun cuando trata de ser gentil? ¿No es víctima de la ilusión de que se puede lograr dicha y satisfacción en este mundo con la sola condición de saber cómo hacerlo? ¿No es evidente para el resto de los actores que esto es lo que él quiere? ¿Y no es cierto que todo eso incita a los otros a vengarse, retirando lo mejor del espectáculo? Aun en sus mejores momentos, ¿no crea él más confusión que armonía?

Nuestro actor es un egocéntrico y un ególatra. Es como un rico pensionado que pasa bien el invierno bajo el sol de Florida, lamentando el desastre financiero en el que se encuentra su nación; es como un predicador que suspira con horror por los pecados del siglo XX; es como el político y el reformador que afirma que seguramente la Utopía se realizaría si los demás se comportaran bien; y como el ladrón que fuerza cajas de valores mientras piensa que la sociedad se ha comportado mal con él; y como el alcohólico que ha perdido todo y se recupera tras de cuatro paredes. Cualesquiera que sean nuestras protestas, ¿no es verdad que la mayor parte de nosotros estamos preocupados por nosotros mismos, por los propios resentimientos, y no hacemos más que conmiserarnos?

Egoísmo y egocentrismo. He aquí la causa de nuestras penas. Llevados por múltiples formas de temor, miedo, preocupaciones, auto conmiseración, pisamos a los otros y ellos reaccionan. A veces
nos hacen daño, sin que haya mediado una provocación de nuestra parte; pero si reflexionamos sobre cuánto hemos hecho, podremos reconocer que dimos motivos suficientes para provocarlos, porque
bajo nuestro egocentrismo y nuestra auto conmiseración no pensamos mas que en nosotros, sin preocuparnos de los demás.

En el fondo pensamos que la causa de nuestros problemas somos nosotros mismos. Ellos surgen de nuestro interior. Y el alcohólico es el ejemplo típico de una voluntad sin freno, aunque la mayor parte de las veces no se dé cuenta. Antes que todo, los alcohólicos debemos desembarazarnos de nuestro egoísmo, si no el egoísmo nos mata. Dios nos da la posibilidad. A menudo la experiencia nos enseña que no nos es posible abandonar nuestro egoísmo sin Su ayuda. Muchos de nosotros tuvimos muchas
convicciones morales y filosóficas, pero no pudimos ponerlas en práctica aun cuando lo deseábamos.

Ni tampoco pudimos con nuestra solas fuerzas reducir nuestro egoísmo, por mucho que
deseáramos o tratáramos. Necesitamos la ayuda de Dios. He aquí el cómo y el porqué de nuestro método. Antes que nada tuvimos que dejar de comportarnos como si fuésemos Dios. Este
modo de ser no funcionó. Después decidimos que en este drama de la vida Dios fuese nuestro Director: ¡Él sería el Director y nosotros sus agentes! Él es el Padre y nosotros somos Sus hijos. La mayor parte de las buenas ideas no son complicadas, sino simples, y este concepto ha sido la llave de este arco del triunfo por el cual hemos pasado para reencontrar nuestra libertad.

Tomada esta resolución con sinceridad, comprendimos que en
torno nuestro acaecían cosas maravillosas y que teníamos un nuevo Patrón. En Su omnipotencia, Él nos proveía de lo que necesitásemos, a condición de que estuviéramos cerca de Él e hiciésemos bien Su trabajo. Llenos de fe en Él, nos fuimos interesando menos en nosotros mismos, en nuestras pequeñas ideas y en nuestros proyectos. Más y más interesante era aportar una contribución a la vida. Mientras sentíamos que nos inundaba una nueva fuerza, gozábamos una profunda paz del espíritu y cuando descubrimos la posibilidad de encarar la vida con éxito, cuando tuvimos conciencia de Su presencia, comenzamos a perder aquel miedo del hoy, del mañana y del porvenir que siempre habíamos tenido. Habíamos nacido por segunda vez.

Aquí nos encontramos entonces en el Tercer Paso. Varios de nosotros se dirigieron a su Creador, tal como ellos lo entendían, con la siguiente plegaria: Oh, Dios, te ofrezco todo de mí para que Tú
puedas rehacerme de nuevo y hagas de mí lo que quieras. Libérame de la esclavitud del egoísmo, para que yo pueda cumplir tu Voluntad.

Aleja de mí las dificultades, de suerte que mi victoria sobre ellas sea un testimonio de Tu fuerza, de Tu amor y de Tu modo de vida para aquéllos a quienes yo haya ayudado. Haz que yo pueda hacer siempre Tu voluntad.” Largamente reflexionamos antes de pasar esta etapa, ya que queríamos estar bien dispuestos; queríamos estar seguros de que, al fin, podíamos abandonarnos a Él completamente. Descubrimos que era bueno afrontar este paso de crecimiento espiritual junto con alguna persona comprensiva, ya fuera la esposa o un buen amigo o el director espiritual. Mejor es encontrarse a solas con Dios que con una persona que no comprenda. La selección de las palabras evidentemente que depende de nosotros: lo importante es que se exprese claramente lo que uno intente afirmar. Es solamente el inicio, pero si se comienza con humildad y honestidad el camino hacia el abandono a Dios, de inmediato se tienen resultados, a veces bastante grandes.

Enseguida nos encaminamos en una carrera de vigorosa actividad, cuyo primer paso es un inventario personal, una limpieza de nuestra conciencia, que muchos de nosotros ni siquiera habían intentado hacer. Aunque la decisión tomada fue crucial y determinante, comprendimos que no podía haber un efecto duradero si no era seguida por un constante y continuo acto de voluntad de enfrentar y liberarnos de todos nuestros impedimentos. La necesidad de beber no era más que un síntoma. Por lo tanto, debíamos atacar las causas y los motivos.

Para tal fin, como dijimos arriba, comenzamos el inventario personal. Era el Cuarto Paso de nuestro crecimiento espiritual. Un negociante que no hace regularmente el inventario de las mercancías,
está destinado al fracaso. Hacer un inventario comercial consiste en reconocer los hechos y examinarlos. Se busca conocer bien las mercancías en almacén. Uno de los fines de la operación es determinar cuáles son las mercancías dañadas o invendibles. Entonces hay que liberarse de ellas prontamente y sin lamentarlo. Si un negociante está interesado en el éxito, no puede engañarse sobre cuánto hay en la tienda.

Hicimos un inventario semejante de nuestra vida, y lo hicimos sinceramente. Al principio buscamos las imperfecciones de nuestro carácter que causaron nuestro fracaso. Convencidos de que el egoísmo es la causa de nuestra ruina, consideramos sus manifestaciones más comunes.

El resentimiento es el enemigo „número uno”. Este sentimiento destruye más alcohólicos que cualquier otra cosa. Da lugar a todas las formas de enfermedad espiritual; hay que admitir que estábamos afectados no sólo mentalmente y físicamente, sino también espiritualmente. Por lo tanto, cuando el mal espiritual ya no existe, nos recuperamos física y mentalmente. Para examinar nuestros
resentimientos, los escribimos sobre una hoja. Hicimos la lista de las personas, de las instituciones o de los principios que suscitaban nuestra cólera. Nos preguntamos por qué nos enojábamos.

Encontramos que la mayor parte del tiempo nos sentimos heridos o amenazados en nuestro amor propio; nuestras ambiciones, nuestra cartera, nuestras relaciones personales (comprendidas aquí las sexuales) estaban en peligro y amenazadas. Eso nos hacía sufrir y también encolerizarnos.
En la lista de nuestros resentimientos también apuntamos, al lado
de cada nombre, la naturaleza de nuestra herida, preguntándonos

qué aspecto de nuestra vida había sido afectado: ¿nuestro amor propio, nuestra seguridad, nuestras ambiciones, nuestras relaciones personales, nuestras relaciones sexuales?
En general, nuestra descripción era tan precisa como la siguiente:




Así, hicimos una revisión de nuestras vidas, con la máxima exactitud y honestidad. Al terminar nuestra tarea estudiamos con cuidado lo que habíamos descubierto. La cosa más evidente fue que este mundo y quienes lo habitan están llenos de errores y de defectos. Una buena parte de nosotros llegó a la conclusión de que eran los otros quienes estaban equivocados. Resultaba, naturalmente, que ellos continuaban causándonos mal y que nosotros continuábamos conmiserándonos. Luego de los remordimientos seguía la autoconmiseración. Pero entre más luchábamos y más tratábamos de arreglar las cosas según nuestro punto de vista, más se embrollaba la situación. Como en la guerra, nuestra victoria era sólo aparente.

Nuestros momentos de triunfo tenían una escasa duración. Una cosa es clara : aquél que viva en el resentimiento profundo, acaba por llevar una existencia fútil y desdichada. Y cuando dábamos desahogo a nuestro resentimiento, desperdiciábamos minutos preciosos. Mas para el alcohólico, cuya esperanza es conservar y mejorar una experiencia espiritual, este rencor — el resentimiento — es extremadamente grave. Encontramos que es fatal. Cuando alimentamos ciertos sentimientos, impedimos que los rayos del Espíritu toquen nuestro espíritu. Regresa la locura del alcohol y volvemos a beber. Y, para nosotros, beber equivale a morir.

Si queremos vivir, es necesario liberarnos de la cólera. No va bien con nosotros la impaciencia, ni los excesos mentales y pasionales. Quien es normal puede permitirse estos lujos, pero, para el alcohólico, tales estados de ánimo son veneno. Regresamos a la lista que habíamos hecho, ya que, según nosotros, contenía la llave del porvenir. Estuvimos dispuestos a examinar esta llave desde un punto de vista completamente nuevo. Entonces comenzamos a comprender que el mundo y sus habitantes en verdad nos dominaban. Siendo así las cosas, las acciones de otros, reales o hipotéticas, tenían el poder para matarnos. ¿Cómo podíamos escapar de esta suerte? Comprendimos que debíamos dominar los resentimientos, pero ¿cómo? No teníamos mayor control sobre nuestros resentimientos, igual que nos ocurría con el alcohol. Este fue nuestro modo de proceder: nos dimos cuenta de que las personas que nos infligían males estaban espiritualmente enfermas, como lo estábamos nosotros. Pedimos a

Dios que nos diera el espíritu de tolerancia, de benevolencia y de paciencia que hubiésemos mostrado con un amigo que estuviese enfermo.
Cuando alguien nos ofendía con su comportamiento, nos decíamos a nosotros mismos: „Es una persona enferma. ¿Cómo podré serle útil? ¡Que Dios me preserve de la cólera! ¡Que Tu voluntad se
cumpla, oh Señor!”
Evitamos la venganza o las discusiones. Con las personas enfermas no nos comportaríamos así. Si lo hiciéramos, destruiríamos toda buena esperanza de ayudar a los demás. No podíamos ser útiles a todos, pero Dios nos mostraría cómo tratar a todos y a cada uno con dulzura y tolerancia.

Volvamos a nuestra lista. Enfrentamos resueltamente nuestros errores, poniendo completamente aparte los males que otros nos habían hecho a nosotros. ¿Cuándo habíamos sido nosotros los egoístas, los deshonestos, los miedosos? Aunque no hubiéramos sido del todo responsables de una cierta situación, tratamos de olvidar el papel hecho por las otras personas. ¿Cuándo habíamos sido nosotros los culpables? Hicimos el inventario de nuestro comportamiento, no el de los demás. Una vez descubiertos nuestros errores, los pusimos en una lista. En blanco y negro estaban ante nuestros ojos. Admitimos honestamente nuestros errores y expresamos la voluntad de corregirlos.

Si se observa el ejemplo descrito arriba, se notará que la palabra „miedo” está escrita entre paréntesis cuando se trata de las dificultades relacionadas con el señor Guzmán, la señora Castañón, el patrón y la esposa. Esta palabra, así de corta, tiene que ver con todos los aspectos de nuestra vida. El tejido de nuestra existencia fue corroído por este hilo temible y diabólico; puso en movimiento tantas circunstancias que nos trajeron desgracias, que pensamos que no merecíamos. Pero, ¿acaso no éramos nosotros los que habíamos dado la patada inicial?

Hemos llegado a pensar a veces que el miedo puede ser clasificado como el robo, en cuanto causa y multiplica los problemas. Examinamos con toda precisión nuestros miedos. Los catalogamos por escrito, aunque no hubiesen estado acompañados de resentimiento. Nos interrogamos sobre su causa. ¿No era que nuestras fuerzas nos habían fallado? La confianza en nosotros era buena, pero no pudo llegar lo suficientemente lejos. Ni el problema del miedo, ni ninguno de los otros problemas que padecíamos, pudo ser vencido con la confianza en nosotros mismos. Es más, cuando esta virtud nos hacía sentirnos orgullosos, todo empeoraba.

¿Existe un método mejor? Así lo creemos, pues ahora tenemos otros fundamentos: la confianza en Dios y el abandono a Sus cuidados. Más que fiarnos de nuestro yo limitado, ponemos nuestra confianza en un Dios infinito. Estamos en el mundo para desempeñar el papel que Él nos asignó. En la medida en que hagamos lo que creamos que El quiere y humildemente dependamos de Él, nos capacitará para enfrentar con serenidad la desgracia. Jamás nos excusamos ante nadie por depender de nuestro Creador. Podemos reírnos de aquéllos que consideran la espiritualidad como la vía de la debilidad. Al contrario, es la vía de la fuerza. La historia ha demostrado que fe es sinónimo de coraje. Todos los hombres de fe han tenido coraje. Tienen confianza en su Dios. En ningún caso nos excusamos a causa de Dios. Nosotros mejor Le dejamos demostrar, a través de nosotros, lo que Él puede hacer. Nosotros Le pedimos que nos libere de nuestro miedo y que nos haga ver lo que
quiere de nosotros. A partir de ahí sentimos al temor alejarse de nosotros.

Llegamos ahora a la cuestión sexual. Varios de nosotros tuvieron necesidad de una reforma en ese campo. Pero, antes que todo, tratamos de ser sensibles al respecto, ya que es muy fácil extraviarse. Es un punto sobre el cual las opiniones son diametralmente opuestas, y van también hasta extremos absurdos. Por una parte, están aquéllos para quienes las relaciones sexuales no hacen más que satisfacer las necesidades de nuestra naturaleza interior y no responden exclusivamente más que a la sola necesidad de procrear. Por otra parte, están aquéllos que siempre demandan más y más sexo, y que deploran la institución del matrimonio. Ellos consideran que la mayoría de los problemas del género humano son, en el fondo, problemas de orden sexual. Para ellos, o nuestras relaciones sexuales no son lo suficientemente frecuentes o no son buenas. Todo les parece revelar la vida sexual. Para algunos, la pimienta de la vida debería prohibirse; para otros, sólo la pimienta debería contar. No queremos entrar en esta controversia. No queremos ser los árbitros de ninguna actitud frente a la sexualidad. Todos nosotros tenemos problemas de sexualidad. No seríamos seres humanos si no los tuviésemos. Pero ¿cómo resolverlos ?

Analizamos nuestra conducta de años pasados. ¿Cuándo habíamos sido egoístas, deshonestos o desconsiderados? ¿Le habíamos hecho daño a alguien? ¿Habíamos sido, sin un motivo válido, la causa de celos, de sospecha o de amargura para otras personas? ¿Cuándo habíamos actuado mal en ciertas situaciones? ¿Cómo debimos habernos comportado? Transcribimos todo, lo clasificamos y nos pusimos a estudiar el resultado.

Al estudiar nuestra conducta, intentamos trazarnos para el futuro un ideal de vida sexual que fuese sano y realista. Para cada relación nos hicimos la siguiente pregunta: ¿Habíamos sido o no egoístas?
Le pedimos a Dios que nos ayudara a moldear un ideal y a actuar de acuerdo con el mismo. Siempre llevábamos en la mente que nuestra facultades sexuales nos habían sido dadas por Dios y que, por consiguiente, no podían ser malas; pero que no podíamos utilizarlas a la ligera o egoístamente, ni tampoco debíamos despreciarlas o tenerles aversión.

Cualquiera que sea el ideal adoptado, debemos siempre estar dispuestos a crecer hacia el mismo. Debemos estar dispuestos a hacer enmiendas por los daños que hayamos causado, siempre que esta reparación no cause daños aun más grandes. En otras palabras, tratamos la cuestión sexual como todas las demás. En nuestra meditación le pedimos a Dios lo que debemos hacer ante cada situación examinada. La buena respuesta nos será dada si nosotroslo deseamos.
Sólo Dios puede ser el juez imparcial de nuestra situación en materia sexual. A menudo es útil consultar con otras personas, pero nosotros dejamos a Dios el juicio final. Nos damos cuenta de que, cuando se trata de cuestiones sexuales, podemos encontrar a personas demasiado rigurosas o demasiado indulgentes. Evitamos las ideas o el consejo de personas histéricas.

Supongamos que no alcancemos a llegar a la meta ideal que nos fijamos. ¿Vamos a beber, por lo tanto? Hay quienes comparten esta opinión. Pero esto no es más que una verdad a medias. Todo depende de nosotros y de nuestros motivos. Si lamentamos nuestro error y tenemos el deseo sincero de dejar que Dios nos guíe hacia lo que sea mejor, creemos que seremos perdonados y que habremos aprendido nuestra lección. Si no nos arrepentimos de nuestra conducta pasada y seguimos tranquilamente haciendo el mal a los demás, es verdad que volveremos a beber. Esta no es una teoría.

Son hechos aprendidos con nuestra experiencia. Para regresar de manera sucinta al problema del sexo, sinceramente rezamos para conocer nuestro comportamiento ideal en este terreno, para obtener ayuda en situaciones dudosas, el sentido común y la fuerza para hacer lo que esté bien. Si nuestra vida sexual nos causa graves penas, nos ponemos una vez más a servirle a otros. Pensamos en sus necesidades y tratamos de ayudarlos para que las satisfagan. Eso nos obliga a salir de nosotros mismos. Nos calma los deseos imperiosos, cuya satisfacción significaría sufrimiento.

Si verdaderamente hemos hecho un inventario exhaustivo, escribimos mucho. Enumeramos y analizamos nuestros resentimientos. Empezamos a comprender su futilidad y el peligro mortal que representaban. Comenzamos a ver lo terriblemente destructores que son. Comenzamos a aprender lo que son la tolerancia, la paciencia y la buena voluntad hacia nuestros semejantes y también hacia nuestros enemigos, a los que empezamos a ver como seres enfermos. Hicimos la lista de las personas que nuestra conducta había lastimado y estuvimos dispuestos a reparar, si era posible, el daño que les habíamos causado en el pasado.

En este libro ha leído usted una y otra vez que la fe ha hecho por nosotros lo que no pudimos hacer por nosotros mismos.

Esperamos haberlo convencido de que Dios puede liberarnos de toda forma de voluntad personal, de eso que nos apartaba de Él. Si usted ya ha tomado una decisión en lo que a Él concierne y ya ha hecho un inventario de sus debilidades más graves, ha tenido un buen comienzo. Así, ha absorbido y digerido algunas grandes verdades sobre usted mismo.

martes, 3 de abril de 2018

Alcohólicos Anónimos Nos Enseña Que...

Alcohólicos Anónimos nos enseña que:

No es Dios... es Poder Superior.

No es religión...  es espiritualidad

No es dejar de beber... es aprender a vivir

No es una meta... es un proceso.

No son reglas... son sugerencias

No son leyes... son pasos, tradiciones y conceptos.

No es un vicio... es una enfermedad

No es perfección... es un progreso.

No es diezmo... es aporte voluntario

No es mañana... es hoy 24 horas

No es una secta... es un estilo de vida

No vas a ser Santo... sino útil y feliz.

No es obligación... es amor y servicio

No es fuerza de voluntad... es buena voluntad

No es perdón... es reparación de daños

No es pedir... es dar.

No es rezar... es orar y meditar

No es cambiar... es aceptar

No es promoción... es atracción

No es personas... sino principios.

No es culpa... es inventario

No es pecado... es defecto de carácter

No es confesión... Es admisión

No es abstención... es sobriedad.

No es mandar... es apadrinar

No es el otro... soy yo

No es paz... es SERENIDAD


                        Anónimo.

lunes, 2 de abril de 2018

Cuando Mamá Lastima - Madre Eterna


Muchos mueren demasiado tarde y otros prematuramente. 
No entra aun en los oídos la doctrina del morir a tiempo
Friedrich Nietzsche

Te fuiste de este mundo 4 meses después de qué me pariste. Una camioneta sin frenos partió tus huesos y estallaron tus viceras cuando ibas camino a la tienda a comprar el pan. Tu madre me cuida desde entonces. La abuela Remedios, con su frente arrugada y sus manos callosas, me tomo entre sus brazos para asumir tu rol. Mamá, sin conocerte tu muerte siempre me ha dolido.

Como si sospechadas tu muerte, dos semanas antes de tu accidente, de bautizarse con el nombre de Valentina. Dice la abuela que le dijiste: "se Llamar a valentina para que siempre sea Valiente y que nada le asuste". Mi padre fue el asustado Y se sintió Demasiado joven para ponerse sólo a criar una hija recién nacida y descargo la responsabilidad en mi abuela Remedios. Cada mes venía a visitarme y me traía ropa y juguetes. La abuela, viuda y medio sorda, me enseñó cómo pudo a caminar, me cuido las calenturas por la salida de dientes y me alimento con avena y miel. Viuda y con la Modesta pensión que el abuelo Pablo le dejó, medio lo mejor que tuvo. Un techo, una cama, un plato con arroz y me llenó la cara de besos. Las visitas de mi padre se fueron haciendo menos frecuentes. Yo no había cumplido aún los 4 años cuando dejó de venir a verme. La abuela me dijo que se había ido muy lejos a trabajar, pero que cuando pudiera iba a regresar por mi. Nunca regresó mamá. La gente de la colonia cuenta que tiene mujer y tres hijos y que viven en una ciudad del sureste. Pero no te preocupes mamá, él no me ha hecho mucha falta, porque el tío Melchor, tu hermano, ha sido como un padre para mí. Me montaba en su camioneta verde y me llevaba a la plaza a comprar algodones de azúcar color azul que me pintaban la lengua. Me llevaba a cazar mariposas al parque de las chirimoyas y me cantaba canciones de un tal José Alfredo. Mi abuela lo regañaba porque decía que no eran canciones para dormir a una niña, pero a mí me gustaba escucharlo cantar con mucho sentimiento esas letras que hablaban de botellas de vino y de mujeres.

Toda la vida te he extrañado. En una caja de metal cromado guarda una fotografía tuya que me regaló la abuela. Estás vestida de largo y tu pelo está en marcado con una linda diademas de flores diminutas. Tus largos brazos descansan Sobre tus caderas y lo mejor es tu sonrisa. Qué bonitos tus dientes mamá! Eras muy bella. Dice el tío Melchor que eres de tu cabello y tu mirada traviesa. Me gusta pensar que si no te hubieras muerto, habríamos hecho travesuras juntas, Cómo ponerle pintar labios Saltillo mechón mientras estaba dormido, Pokémon el vidrio de la ventana con la pelota que me regaló mi amigo Pedro. Pero tuve que hacer esas travesuras Yo sóla porque tú ya no estabas.

Cuando me hice mayor y mis pantaletas se pintaron de rojo, la abuela remedios ya estaba tan vieja y cansada que ni caso me hizo. Sólo atinó a darme unas monedas para mandarme a la botica de Doña Julia a comprar unas "compresas". Doña Julia se dobló de la risa, me dijo que hacía muchos años que ya no se usaban tales cosas y que ahora existían las "toallas sanitarias" conocidas comercialmente como kotex. Ahí mismo en la trastienda de la farmacia, ella misma es mi entreno en el uso del producto y me dijo que no me asustara, que todas las mujeres pasábamos por eso y asunto arreglado. Ese día salí de ahí necesitan dota con toda mi alma. "Quiero a mi mamá" pensaba, y sentía un dolor en mi pecho.
Mamá te fuiste muy pronto de mi vida. Me has hecho falta cada día de mi existencia. He crecido con una sensación de abandono que no puedo eliminar. Tengo miedo a la soledad y el silencio. Te amo y te extraño sin haberte conocido.

Durante la adolescencia me dice Rebelde y respondona. La abuela remedios ya ni fuerza tenía para hacerme entrar en razón. El tío Melchor se había casado con una muchacha de otro barrio y se fue a vivir al otro extremo de la ciudad. Lo veíamos cada fin de mes, cuando llegaba a la casa del abuela cargando costales llenos de frijoles y arroz. Se sentaba conmigo en la banqueta y me pedía una y otra vez un mejor comportamiento Con la abuela y me pedía que la cuidara porque ya la veía muy cansada. Yo le decía a todo que sí, pero mi Rebeldía seguían puntos suspensivos, Tan pronto lo veía partir montado en su 4 por 4, me cepillaba los cabellos, mi coloreaban los cachetes y me largaba la calle. La abuela Remedios, llamas sorda y casi ciega, sólo atinaba a pedirme que no regresará tan tarde. Me iba a la plaza y buscaba a mis amigas, comprabamos nieve de melón y veía pasar a los muchachos. Había uno que se llamaba Daniel y me gustaba mucho. Era flaco como espátula, salto con garrocha y tenía unos ojos azules y tristes que me encantaban. A pesar de mis coqueteos nunca se me acerco. Era muy tímido y yo ignorante a esas faenas. Me daba mucha envidia ver que mis amigas tenían una mamá y le podría platicar sus peripecias en el amor. Yo sólo tenía a una abuela vieja y sorda y a un tío ausente. Sentí que la vida es injusta, Qué hubiera sido mejor que yo no nacíera. Llegue a odiarte por haberme abandonado Tan pequeña, hubiese preferido morir contigo en aquel accidente. Juventud, dudas y traumas no son buena combinación mamá, y esos años fueron muy difíciles para mi. Fue como si al despertar una mañana cualquiera y de la nada, me percatara de lo mucho que me dolía tu muerte, tu ausencia. Me resenti con Dios y con la vida. Cuando murió la abuela remedios yo tenía 18. El tío Melchor me invitó a irme a vivir con él y su familia pero no acepte. Preferí quedarme en esta casa vacía pero conocida, en ese rumbo conocido Aunque aburrido.

La muerte de la abuela remedios no hizo otra cosa que recordarme la tuya. Me la imaginé ascendiendo hacia la gloria divina, con su trenza plateada y su espalda encorvada pero sin dolor es mi sordera. Las imágenes juntas y felices caminando por un extenso Prado lleno de flores blancas. Me encerré en mi habitación no llorar 3 días con sus noches. Me sentía más sola que nunca. Fui a visitar al padre Mauro a la capilla y le pregunté porque Dios permite tanto sufrimiento. Le dije que si su Dios era bueno, lo era con otros, Porque para mí sólo abandono Y Soledad tenía destinados. Sally llena de rencor de la iglesia sin escuchar lo que el sacerdote intentaba decirme. Mejor y a mí misma que no volvería a creer en nada ni en nadie y me dispuse a enfrentar a la vida sacando fuerzas de la soledad, entusiasmo de mis rencores y esperanza de mi coraje.
Mamá me haces mucha falta. Me imagino cómo son tus regaños, a qué saben tus besos, a qué saben tus besos. A una madre muerta se le busca toda la vida y de todas maneras posibles. Yo te busqué en las madres de mis amigas en la dueña de la tienda de ropa en donde comencé a trabajar como dependienta, en la cocinera de la Fonda Don de comida diario desde que murió la abuela. Te busqué en el cigarrillo, la cerveza, en el ejercicio y en el sexo. Busca de Mil maneras y modos de llenar el vacío que se han ido en mi alma el día de tu muerte. Siempre me has hecho falta, mamá. Siempre.

Una mañana de hace 15 años conocí a Humberto. Al bajarme del autobús con mis prisas permanentes, esas que no me dejan vivir en calma la vida, tiré mi cartera y él la levantó. Me abordo de inmediato para entregarmela y me acompañó hasta la tienda de ropa donde yo era dependienta. Me ayudó a levantar la cortina metálica de local y se quedó conmigo unos minutos. Desde ese día somos inseparables. Humberto llegó a mi vida para quedarse a mi lado y la soledad de mi alma aminoró. Prometido cuidarme y protegerme y ha cumplido. Es un gran padre para mis dos hijos, Gerardo de 8 y Miguel de 6. Compro una casa de dos plantas con Tejas coloradas en el techo y jardín trasero. No he vuelto a pasar hambre ni fríos. Dejé de trabajar para cuidar a mis tres hombres. Humberto es cariñoso y alegre, le gusta tocar la guitarra en las noches de los sábados mientras yo cocino carne con papas. Mi existencia es sencillo pero sin carencias. Tenemos un poco de todo y un mucho de amor. Me gusta pensar que Humberto es un ángel al que contrataste desde el cielo para que me viniera en tu nombre a proteger.

Mamá, te fuiste sin pedirme permiso. Me ha dolido tu ausencia desde siempre. Hoy e decidido que tu recuerdo sea motivo de sonrisa, de aliento, de esperanza. Hoy he decidido agradecerle la vida por lo que me has dado. Que con todo y su sinsabores ha sido una bendición. Porque por decisión propia no me abandonaste, porque el destino te desprendió la existencia de un Arrebato, por eso no te despediste, porque seguro sabías que ibas a habitar en mi por toda la eternidad.


Cuando Mamá Lastima - Rayo Guzman, Ed.  Milestone

domingo, 1 de abril de 2018

Domingo de Resurrección: El Camino De La Esperanza

Resulta extraño, pero cierto es que ninguno de los discípulos de Jesús esperaba que él, después de su muerte vergonzosa en la cruz, resucitara. La muerte fue temida por ellos y la resurrección descartada. Ellos debían haberla esperado puesto que el Maestro les habló en muchas ocasiones acerca de ella. Oyeron, pero no comprendieron, parece ser lo que ocurrió.

La verdad es que después de su muerte todos sus seguidores más cercanos huyeron al perder toda ilusión. Los antiguos pescadores volvieron a la orilla del mar para reanudar sus antiguas labores; todo había sido una experiencia transitoria, llena de sueños, pero con un triste final.


Este sabor a derrota abrumaba a dos de los suyos cuando Jesús los encontró mientras caminaban rumbo a Emaús, una aldea situada a más de 11 kilómetros al noroeste de Jerusalén. El sentimiento de fracaso acompañaba las conversaciones de estos dos caminantes quienes, aun sabiendo que unas mujeres no habían encontrado el cuerpo de Jesús y que un ángel les había anunciado su resurrección, no creían. «Nosotros teníamos la esperanza de que él sería el que había de libertar a la nación de Israel. Pero ya hace tres días que pasó todo eso» (Lucas 24.21).


Ni siquiera la presencia física de Jesús fue suficiente para que de una vez por todas ellos creyeran: «Y cuando vieron a Jesús, lo adoraron, aunque algunos dudaban» (Mateo 28.17). ¿Y qué tal el caso de Tomás, mejor conocido como «el incrédulo»? Fue a él a quien Jesús le dijo: «Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!» (Juan 20.27).


Pero algo extraordinario sucedió a aquel grupo de débiles creyentes y es que Jesús, por medio de sus más de diez apariciones demostró haber vuelto a la vida. Fue esa experiencia de encuentro personal con el resucitado la razón de su cambio radical. La resurrección, entonces, pasó a ser la característica más sobresaliente de la predicación de esos primeros cristianos: anunciaron la victoria de la vida sobre la muerte; el triunfo de la esperanza; el comienzo de la vida nueva, y la certeza de nuestra resurrección.


Cristo resucitó. El efecto destructivo de la muerte ha sido vencido por el poder de la vida otorgada por Dios. El mal y la muerte no dictan, pues, la última palabra. El reino de Dios ha certificado ser la razón final de la historia.


Jesús se levantó de los muertos. El mismo que murió en la cruz abandonó la tumba y está con nosotros. El amor de Dios y su justicia triunfaron sobre la muerte y la injusticia; también la verdad y la libertad triunfaron. Su reino se ha inaugurado. ¿Qué nos queda a nosotros sino optar por ese reino y comprometernos en favor de sus valores? La solidaridad, el amor y el servicio son los rasgos que identifican una vida resucitada. ¡Vivamos así! «Pues por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre» (Romanos 6.4).


Fuente: http://www.nuestraedad.com.mx