sábado, 14 de abril de 2018

Viviendo De Las Opiniones De Los Demás

Conozco mucha gente que no ha podido ser feliz por culpa de las opiniones de los demás. 

Dejan que lo que los otros dicen influya tanto en sus vidas que terminan viviendo a conveniencia de los demás. 

Cuidado con no tener criterios, cuidado con dejar que los demás hagan de uno una marioneta. Debemos ser capaces de tomar las riendas de nuestra vida y darles poca importancia a las opiniones que nos dañan. 

Esto no significa que tengamos que desechar las opiniones de los demás, no se trata, tampoco, de despreciar o ignorar a las personas, sino de ser indiferentes ante sus opiniones que, sabemos, no son sanas; claramente a veces es necesario aceptar algunas y asumirlas en la vida, pero que quede claro, también, que debemos hacerlo desde nuestra libertad. 

Digo esto porque hay mucha gente que ha hecho especializaciones en manipular a los otros, en construir sobre los otros opiniones, que terminan dándoles el control de sus vidas. 

Cada quien sabe quién es, hacia dónde quiere ir y cómo lo va a lograr, es por esto que no nos debe determinar lo que los otros dicen. 

Nadie que se conoce a sí mismo pone tanto interés en las opiniones dañinas de los otros. Seamos nosotros mismos y esforcémonos por ser cada vez mejores, sin necesidad de dejarnos mover a conveniencia de los otros. 

Para eso somos libres, para poder tomar nuestras propias decisiones y para desechar las opiniones de los demás sobre nosotros que nos dañan, que no son sanas y desfiguran nuestra verdadera esencia. 

Por Padre Alberto Linero

viernes, 13 de abril de 2018

Cuando Mamá Lastima - Lo Imperdonable


El hombre crece cuando se arrodilla
Alessandro Manzoni

- Qué es lo que hizo tu madre, Paco? -me preguntó el doctor encargado de la oficina de los servicios de atención a la infancia.
-quiso matarme - respondi

Cómo pude y con mis 8 años a cuestas le narre lo sucedido. Le conté los anteriores intentos de mi progenitora para deshacerse de mi. La noche en que me puso en la tina con agua tan caliente que me provocó quemaduras de tercer grado. La mañana en que me corretea por toda la casa con un cuchillo mientras me llamaba "engendro del demonio". La vez en que me dejó encerrado en un cuarto obscuro durante 12 días con un bolillo duro y un bote de agua. Y El más reciente. El de la noche anterior en que enardecida por el tequila y la mota me sorprendió dormido en la cama y me tomó por el cuello entre sus manos apretando mi fuerte hasta que me puse morado. Si no es por la intervención oportuna de un vecino, Yo estaría en un cajón rodeado de veladoras y no narrando mi historia.

El doctor Moreno, un hombre canoso y fortachón con dientes amarillentos por el tabaco, no escondía la furia que le brotaba de los ojos al Escuchar mis relatos. De inmediato de órdenes de que me hicieran una segunda inspección médica y que me trajeran ropa y comida. A la mañana siguiente me trasladaron a la casa hogar Monterroso, A las afueras de la ciudad. Con mi cuerpecillo lleno de cicatrices y lleno de miedos llegué a ese lugar que sería mi hogar Durante los siguientes 7 años. Una mujer vestida con un traje gris largo hasta las pantorrillas me recibió amorosa. Se llamaba Carolina y era una de las damas voluntarias del hogar. Después de mostrarme mi cama, ubicada en el cuarto sitio de una larga fila de camas distribuidas en un gran salón de ventanales angostos, me tomó de la mano y me acompañó hasta una oficina. Se escuchó la voz de una mujer que ordenaba que entraramos. Gumercinda Escalante era la directora del lugar. Una mujer obesa de cara recoleta y colorada. Con el pelo corto y dos pendientes rojos Colgando de sus orejas. Con una sonrisa discreta me invitó a sentarme y me leyó el reglamento del lugar. Me dijo que mi madre estaría en el reclusorio por un tiempo y que, al desconocerse la existencia de algún otro familiar cercano, no habían tenido más remedio que canalizarme con ella.
Crazy a punta de golpes, Así que la amabilidad de esas personas me hacía sentir incómodo. Atiné a decir un gracias presuroso Y permanecía en silencio escuchando sus recomendaciones. Gumersindo llevaba muchos años al frente de la institución y tenía fama de ser exigente y mandona, pero bondadosa y justa
Cientos de chiquillos había empezado ese lugar a lo largo de los años por diversas causas, las más frecuentes maltrato o abandono, por lo tanto gumersindo estaba entrenada en la compresión del dolor de los niños qué, como yo, sufren algún tipo de abuso.
A mi madre la encontraron más cargos que el intento de asesinato, también ya adjudicaron la venta y consumo de drogas y la participación en el robo de una joyería del centro. La condenaron a 20 años y de fianzas ni hablemos. A mi madre nunca le conocí parientes, sólo amantes. Nunca le conocí amigos, sólo clientes. Y mientras ella estaba encerrada en la cárcel, yo me quedé encerrado en la casa hogar monterroso.
Ahí aprendí a leer, a sumar y a multiplicar. Aprendí a jugar baloncesto y a podar los árboles. Siempre fui un niño callado, Nada pretencioso en los estudios, pero muy dedicado en el esfuerzo. Hice entrañables amigos, como Juanito Gallardo, quién hasta la fecha me visita y hasta me hizo su compadre. Nos preparamos en el Encino que estaba detrás de las canchas y jugamos a ser marineros Armando barcos con hojas de periódico que lanza vamos a la pileta de la reserva de agua. Nadie preguntó por mí durante todos esos años. Nadie me buscó y a nadie le hice falta.
A los 15 años me mandaron a un internado del gobierno que estaba destinado para los más grandes. Ahí aprendí carpintería y a masturbarme. Los primeros cigarrillos de tabaco que fume me lo regaló Adolfo, uno de mis compañeros del taller de oficios. A los 18 me entregaron un documento en donde se hacía constar mi mayoría de edad y me dieron un diploma como técnico electricista. A mí siempre me gustó más la carpintería que la electricidad, pero me dijeron que a todos les daban ese certificado para que se abrieran un camino noble en la sociedad. Tuve muchos padres y muchas madres. Gumercinda, el padre Hugo, el maestro Donato, la psicóloga eduviges. En cada persona que me cuido o que me enseñó algo, buscaba el amor maternal que me fue negado. Lo único que me quedaba de mi Trágica infancia eran la cicatrices en mi cuerpo y escasos recuerdos en mi mente. Sin embargo, un miedo recurrente me ha acompañado, siempre me he sentido desprovisto de no sé qué, como si algo me faltará, Como si caminara desnudo por la vida. Tengo un frío perenne en el alma.
El saber que mi madre me quiso asesinar me dejó profundas cicatrices espirituales. Esa experiencia me arrebató ese potencial sagrado con el que nacemos todos y me hizo existir a medias, como si no me decía estar vivo. A pesar de la fortuna de haber caído en buenas manos después de la tragedia, esa imagen de la cara de mi madre con los ojos desorbitados intentando asfixiarme acompañado mi sueño durante muchas noches. Cada día 10 de mayo, Cuando veo que todos festejan a sus madres con regalos y canciones, yo me quedó sumergido en un balde lleno de miedo, de odio y de Desilusión. Cuando quién te dio la vida te quiso matar, te quedas con la sensación perpetua de que no mereces vivir. Así deambule muchos años. Conseguir trabajo en una carpintería en un barrio de clase obrera. Renta un departamento de 2 habitaciones en la azotea de un alto condominio de muros grises y carcomidos por el sol. Los fines de semana iba a misa, y así a mis compras en el mercado ambulante y caminaba por el parque cercano viendo jugar a los niños. Me sentaba durante horas en una banca y observaba a la gente. Cuando veía pasar a una madre con su hijo pequeño de la mano, la herida interior se volví a abrir y me imaginaba naciendo de nuevo y teniendo una madre distinta. Una que me amaba, que me protegía, que me abrazaba en las noches y que me besaba en la frente. Compraba un elote con queso y mientras lo saboreaba intentaba pensar más en el futuro que en el pasado para sobrellevar mi vida.
En esas estaba cuando una noche tocaron a mi puerta. Abrí y ahí estaba de frente a mí. Con el rostro ajado por los años, encorvada y huesuda. Envuelta en un rebozo morado y con una desgastada maleta color azul.
-Francisco, soy tu madre, puedo pasar? -me dijo con una voz que resonó intempestivamente en mi memoria.
Sin decir palabra alguna le sería el paso y le acerqué una silla. Se sentó y con la cabeza altiva prosiguió.
-sé que no merezco que me recibas, sé que he sido una mala madre y que no tengo perdón de Dios, pero no tengo a donde ir y acabo de salir de la cárcel. No te pido que me perdones ni que te olvides de lo que te hice, Sólo te pido que me dejes pasar unos días contigo en lo que encuentro trabajo y un lugar donde vivir. Paco, hijo, estoy muy arrepentida y apagado mi condena, Pero eso no quiere decir que no me sienta culpable. Sólo te pido que me des asilo por unos días. Nada más.
Mi primer impulso fue echarla a la calle. El segundo abrazarla entre mis brazos. Lo que hice fue quedarme callado, con la mirada en el piso y decirle que sí. Meciendome entre un sentimiento lleno de odio y otro lleno de júbilo, le prepare la cama, para irme a dormir al sillón de la sala con un par de cobijas.
-Es tarde, mañana hablamos, mamá -le dije con Tono evasivo.
-Gracias Paco. Dios te bendiga- respondió, y se fue a dormir.
Esa noche en cogido en el sillón me pasé la noche pensando lo que haría al día siguiente. La escuchaba ronca y sus ronquidos me confirmaban su presencia. Estaba ahí, conmigo, Y yo empecé a temblar de miedo. Cómo está el tiempo retrocediera y volviera a tener 8 años. Entre pesadillas y los ronquidos de madre Pase esa noche que se me hizo eterna. Cuando los primeros rayos del sol entraron por la ventana, me levanté y me dirigí al baño. Mientras me bañaba escuché que ella deambulaba por la casa, abrir puertas y comenzó a interesarse la casa de olor a café. Cuando salí de la ducha a mi madre estaba de pie junto a la mesa y sobre la mesa una taza de café caliente y un pedazo de pan con queso. Me senté Y en silencio, me dio un sorbo a la taza y una mordida al pan. Me levanté y me despedí diciéndole que tenía que irme a trabajar. Salí de la casa con un nudo en el estómago y con la cabeza llena de pensamientos confusos. Así transcurrió una semana. Yo jugandome y evitando la en el trabajo. Ella preparándome el desayuno y la cena y limpiando la casa. Después de tantos años volvíamos a estar juntos madre e hijo. Llegó el domingo y corrí a buscar al padre Hugo a su parroquia. Desde que deje el internado tenía por costumbre pasar a visitarlo de vez en cuando. Cada día más viejo, cada día más sabio, siempre tenía para mí una palabra de aliento. Después de una misa lo puse al tanto de las cosas.
-Para perdonarla, tienes que comprenderla, Paco -me dijo el padre Hugo en tono amoroso-. Tienes que sentir empatía con ella, conocer las causas de su proceder. Eso te dará la paz que tanto has estado buscando. Habla con tu madre, Escúchala, es la única manera de que uses de manera constructiva y creativa el sufrimiento de tu infancia.
Y eso hice. Regresé a casa a las 4 en punto. Carmela se llama mi mamá, es morena y menudita. Los años la Ana en cogido y aquella mujerona con carne tiempo estas ha quedado reducida a un esqueleto con apenas carne pegada al hueso. Los años en la cárcel la envejecieron de más y sus ojos antaño llenos de Furia ahora están escasos de fulgor. La encontré sentada en el sillón remendando con aguja en mano uno de los tres desgastados vestidos con los que llegó. Le pedí que hiciera la costura a un lado y que hablará conmigo, que me lo contara todo. Sus porqués. Sus culpas y justificaciones. Que me hablara de mi padre, de quién jamás he sabido ni el nombre.
-Sere honesta como nunca antes lo he sido hijo -me dijo en tono firme y la dejé continuar sin interrupciones-. Después de todo lo que hemos vivido ya no hay nada que esconder ante ti. Tu padre se llamaba Uriel Venegas y era un ladrón si yo de poca monta. Lo conocí a los 14, en una cantina. Yo iba a sacar a mi papá de ahí con frecuencia. Tu abuelo murió de borracho cuando yo cumplí los 15. Mi madre tuvo otros dos hijos de otro hombre, un señor mayor que se fue a vivir a la casa con nosotros después de que murió tu abuelo. Ese señor por las noches se metía entre mis cobijas y me tocaba las partes. Cuando lo denunció con mi madre ella me dijo que yo era una mentirosa y me corrió de la casa. No tenía a dónde ir, y mientras vagaba por el barrio me encontré a Uriel y me dijo que me fuera a vivir con él. Nunca quise saber nada de mi madre. Por unas conocidas supe que murió de cáncer en la matriz. Qué le dejó dos hijos pequeños al viejo abusivo y que se fue con ellos para el norte después de que murió mi mamá. Uriel salía por las mañanas en busca de algún descuidado al que pudiera sacar la cartera o por las noches a robarse partes de automóviles que después vendía en el mercado negro. Me llevó a vivir a una vecindad con baño común y con olor a caño. Me enseñó a fumar marihuana y a tomar cerveza, a jugar a la Baraja y a robar joyas en los centros comerciales.
A medida que su relato avanzaba entrada en mi ser una calma desconocida. Por fin tenía respuestas e imágenes más claras de la historia, de mi procedencia, de mi origen. Escuchar mi madre con atención, la observé hablar con tus ojos dirigidos al recuerdo. La sentí honesta. Tomo un sorbo de agua y prosiguió.
Yo amaba mucho a tu padre hijo, para mí eras mi salvador al sacarme del infierno de mi casa, y aunque me sacó de uno para meterme a otro yo me sentí feliz con él porque Al comenzar a consumir drogas alcohol la vida me parecía más facilita. Pero un día descubrí que estaba embarazada y Uriel cambió mucho conmigo. Me dejaba sola en aquel cuarto de la vecindad por días, las vecinas me regalaban un taco o algún atole, desde que supo que estaba embarazada tu padre comenzó a abandonarme. Una vecina me dijo que yo ya no le iba a interesar como mujer a tu papá. Qué panzona y después con el cuerpo descompuesto y descuidado de un frío me convertiría en una carga y seguro me abandonaría por otra. Y así fue hijo. Desde que naciste, desde que naciste tu padre cambió mucho conmigo. Comenzó a golpearme cuando la reclamaba ausencias o rumores de infidelidades suyas. Comenzó a maltratarme y a buscarse otras mujeres. Una noche ya no regresó. Nos abandonó en aquella vecindad Sin comida y sin tocarse el corazón. Se fue con una mujer costeña y nunca lo he vuelto a ver. Una mujer en el reclusorio me dijo que la había conocido en un bar de Tepito y que lo último que supo era que lo habían matado en una balacera callejera. Pero yo quedé abandonada y llena de odio hacia tu padre, hijo. Y tú no hacías más que recordármelo. Eres tan igual a él. Se parecen tanto que cada vez que te veía me parece a verlo a él y entonces perdí el control y al maltratarte a ti sentía que me estaba disfrutando de lo que él me hizo. Lo demás ya lo sabes, comencé a beber de más, a fumar marihuana y a meterme de todo. Me hice adicta a estar inconsciente tratando de olvidar mis penas. No te pido que me perdones, Paco, porque lo que hice no es de una madre. Es algo imperdonable y sólo espero que comprendas que también para mí ha sido todo muy doloroso y que pienso que ni la muerte me quitará los remordimientos, me iré con ellos hasta el infierno porque no creo que exista otro lugar para mi alma.
Después de escucharla, se arrodilla frente a ella y puse a mi cabeza en su regazo. Esta noche por primera vez dormir profundo, sin pesadillas. Me sentí liberado. Perdonar lo imperdonable me regresó la fe.
Ha pasado 5 años Desde esa noche de Reconciliación con mi pasado. A partir de ese día me propuse perdonar a mi mamá. No les diré que ha sido fácil, puesto que las heridas y las cicatrices son profundas. Ella se quedó casi 3 años conmigo hasta que una mañana de abril amaneció muerta. Su corazón se detuvo, cansado de esa vida pesarosa que me tocó vivir. Me tocó cuidarla y protegerla los últimos años de su vida y a pesar de que siempre hubo una niña invisible que nos impedía acercarnos demasiado uno al otro, nuestras almas consiguieron convivir en paz. El padre Hugo tuvo razón, al conocer su historia, pude comprender también la mía.
Hace 2 meses conocí a Isela, una chica buena que trabaja en la zapatería de la esquina de mi casa. Estoy en la primera relación amorosa de mi vida. Me siento tranquilo y dispuesto a crear un destino diferente a mi pasado. El padre Hugo tuvo razón, cuando se logra perdonar, una incuestionable paz entre del espíritu, y una fuerza poderosa nos impulsa a utilizar de manera constructiva nuestras tragedias del pasado, el lugar de sufrir de manera permanente e inútil.
Me siento Agradecido por haber tenido la oportunidad de hablar con mi madre y comprender los "porqués"; los "para ques" me corresponden a mí y espero que todo lo que el futuro me los vaya desinflando poco a poco. Me siento Agradecido por haberme podido expresar a mi madre mi dolor y el miedo que su proceder encajó en mi corazón. Me siento libre porque pude Cancelar su deuda, librarte del peso de sus acciones, para así poder ir más ligero por la vida, dispuesto a trascender mi pasado, porque el perdón logra lo que el tiempo no puede.

Cuando Mamá Lastima - Rayo Guzman, Ed.  Milestone

jueves, 12 de abril de 2018

Sé Agradecido Por Dónde Has Estado

Anteriormente sugerí que escribas tus memorias. Incluso si no te sientas a hacer eso, voy a sugerir que revises tu vida.

Leer las memorias de mi madre fue una experiencia profunda, una que tocó mi corazón y me dio compasión de una manera que no había podido experimentar en todos mis trabajos de la familia de origen. Cuando era niño, me apagaba cuando mi madre hablaba de sus experiencias. Apagaría mi dispositivo de escuchar. Sonaba como quejándose y quejándose de mí. No quería escuchar acerca de su dolor.

Pero cuando leí sobre su vida en forma de historia, experimenté una respuesta diferente. Pude leerlo objetivamente, no como si su hija o una persona se sintiera culpable porque deseé no haber tenido todo el dolor que ella sintió. Vi cómo directamente sus experiencias habían creado y dieron forma a lo que ella era. Vi los deseos de su corazón. Vi sus tragedias, sus sueños rotos. Vi su heroísmo, también.

Mis pequeñas reacciones sarcásticas -las irritantes cosas de madre e hija- desaparecieron bajo esta nueva luz. Ella ya no era una madre que tenía problemas. Ella era un ser humano que vivía noblemente su vida. Al igual que el resto de nosotros, ella tenía sus fragilidades, sus áreas vulnerables y sus puntos fuertes.

El punto aquí no es para que leas sobre mi madre. Es para ti que eches un vistazo a tu vida y a todas las experiencias que has vivido, soportado, sobrevivido y luego trascendido. Cuando escribí la historia de mi vida, al principio resistí. No lo había disfrutado tanto pasando por eso. No quería revivir todas esas experiencias.

Pero algo sucedió en la escritura real. Fue similar a lo que sucedió cuando leí el relato de mi madre sobre su vida. Empecé a verme a mí mismo y a lo que había pasado de manera diferente, en una luz nueva y más compasiva.

Cada experiencia, cada década, cada capítulo del libro me enseñó algo valioso. De cada experiencia que había pasado, reclamé o descubrí una nueva visión y poder. Tal vez mucho de lo que había preferido olvidar o volverme loca no era la vida desperdiciada que pensé que era.

Qué hermosa historia tenemos cada uno de nosotros. Si sus experiencias alguna vez lo convierten en un libro, sigue siendo su libro de la vida. ¿Estás agradecido por cada capítulo que has vivido? ¿Estás agradecido por cada experiencia que has tenido? ¿Estás agradecido por la historia que estás viviendo ahora?

La buena noticia es que la historia de nuestras vidas aún no ha terminado.
Todavía hay más por venir.
Toca la experiencia de ser humano en toda su tristeza y alegría.
Se agradecido por la historia que estás viviendo ahora.

“Dios, ayúdame a reír, llorar, amar, estar atento y ser agradecido de todo corazón por cada momento y cada experiencia que me han dado. Gracias por mi vida.”

Melody Beattie de su Libro Mas del Lenguaje del Adiós

miércoles, 11 de abril de 2018

El Manejo De Los Sentimientos Dolorosos

El sentimiento de haber sido lastimados y el de ira son los más difíciles de encarar. Nos podemos sentir vulnerables, asustados e impotentes cuando estos sentimientos comienzan a aflorar, porque pueden disparar el recuerdo de ocasiones similares en que nos sentiamos impotentes.

A veces, para recuperar el sentido de control, quizá castiguemos a la gente que está a nuestro alrededor, ya sea que los culpemos de esos sentimientos o que sean víctimas inocentes. Quizá tratemos de “desquitarnos” o de manipular a espaldas de la gente para ganar la sensación de poder sobre la situación.

Estas acciones quizá nos den un sentimiento temporal de satisfacción, pero sólo nos harán posponer la decisión de afrontar empezar compartiendo con otros nuestro dolor de sentirnos lastimados. Esto trae un alivio y a menudo la curación tanto para ellos como para nosotros.

Con el tiempo aprenderemos la lección de que la verdadera fuerza proviene de que nos permitamos a nosotros mismos ser lo bastante vulnerables como para sentir el dolor. La verdadera fuerza proviene de saber que podemos cuidar de nosotros mismos, aunque sintamos dolor emocional. La verdadera fuerza nos viene cuando dejamos de hacer responsables a los demás de nuestro dolor y asumimos la responsabilidad de nuestros propios sentimientos.

Hoy me someteré a mis sentimientos, incluso a los que son emocionalmente dolorosos. En vez de actuar con urgencia, o de intentar castigar a alguien, seré lo bastante vulnerable para experimentar mis sentimientos.

El Lenguaje del Adios de Melody Beattie

martes, 10 de abril de 2018

Desliguémonos De Los Asuntos Familiares

Podemos pintar una raya sana, un límite saludable, entre nosotros y nuestra familia nuclear, es decir, nos podemos desligar de sus asuntos.

Es posible que algún familiar nuestro sea adicto al alcohol o a alguna otra droga y que aún no esté en recuperación de su adicción.

También puede ser que tengamos familiares con rasgos codependientes no resueltos. Esos parientes pueden ser adictos a la desgracia, al dolor, al sufrimiento, al martirio y a la victimización.

Otros familiares también pueden presentar aspectos de abuso o de familia de origen no resueltos.

Podemos tener parientes adictos al trabajo, a la comida o al sexo.

En nuestra familia puede haber una estrecha comunicación o, por el contrario, ser una familia disfuncional en la cual los miembros tienen escaso contacto.

Podemos ser como nuestra familia. Podemos amar a nuestra familia.

Sin embargo hay que recordar que somos seres humanos individuales con derechos y asuntos personales. Uno de nuestros principales derechos es el de empezar a sentirnos mejor y entrar en
recuperación, independientemente de que nuestros parientes elijan hacer lo mismo o no.

No tenemos que sentirnos culpables por descubrir la felicidad y una vida que funciona. No tenemos que hacer nuestros los asuntos de la familia para demostrarle nuestra lealtad y nuestro amor.

A menudo, cuando empezamos a cuidar de nosotros mismos, nuestros parientes responden con intentos abiertos y encubiertos para hacernos caer dentro del viejo sistema y los antiguos roles. No tenemos por qué hacerlo. Sus intentos por hacernos sucumbir son asunto de ellos. El hecho de que cuidemos de nosotros mismos y nos curemos no quiere decir que no los amemos. Lo que quiere decir  es que estamos solucionando nuestros problemas.

No tenemos que juzgarlos porque tengan asuntos sin resolver, ni tenemos por qué permitirles que nos hagan lo que quieran simplemente porque son nuestros parientes.

Ahora somos libres, libres para cuidar de nosotros mismos con todos y con nuestros familiares. 

Nuestra libertad comienza cuando dejemos de negar sus problemas y, en forma adecuada pero asertiva, se los devolvemos para, de esa forma, solucionar nuestros propios problemas.

Hoy me apartaré de mis parientes. Soy un ser humano individual, aunque pertenezca a una unidad llamada familia. Tengo derecho a solucionar mis propios problemas y a crecer; mis familiares tienen

Dios está ahí, siempre listo para ayudar. También hay mucha gente que se preocupa por nosotros. Si así lo queremos, recibiremos amor y apoyo, consuelo y cuidados. Si nos arriesgamos a pedirla, la ayuda está ahí. Podemos recurrir a la fuerza de nuestro grupo de recuperación y permitir que nuestro Poder Superior nos apoye y nos ayude. Los amigos vendrán, buenos amigos.

No estamos solos. Y no tenemos que hacerlo todo solos. No estamos haciendo las cosas solos. No hay escasez de amor. Ya no la hay.

Hoy, Dios mío, ayúdame a abandonar mi necesidad de hacer todo solo y mi creencia de que estoy solo. Ayúdame a recurrir a Tu Divino Poder y Presencia, y a Tus recursos de amor, de apoyo y de amistad. Abre mis ojos y mi corazón para que pueda ver el amor, la ayuda y el apoyo que hay para mí. Ayúdame a saber que soy amado.

lunes, 9 de abril de 2018

Cuando Mamá Lastima - Rumbo A La Esperanza


Encontrar la botella en el baño. Había metido en el fondo del canasto deposita la ropa sucia. La saqué y vacía Su contenido en el lavado. Por enésima vez ese ritual: Buscar, encontrar Y tirar la botella. A veces eran botellas de whisky, otra de tequila y con más frecuencia de ron barato. Salí del baño y Caminé por el pasillo. Al pasar junto a su alcoba, la Escuche toser. Me detuve unos minutos antes de entrar a verla. aprendí de memoria el escenario: la cama a medio hacer, las ventanas cerradas, la televisión encendida en un canal de espectáculos, ella desparpajada sobre la cama. Consulta de flores grises sobre el fondo blanco, con mechones de cabello Cano sobre su cara. Sus ojos inyectados en Sangre y su hablar pastoso. Georgina Pérez Arreola, de 54 años.
Desde que era niño la recuerdo con un vaso de la mano. En aquellos tiempos era divertida, se trepaba sobre las mesas en las fiestas invitando a bailar a los presentes y todos le aplaudían. Juguetona y coqueta. Siempre fresca y bien vestida. Sentado sobre su cama la veía maquillarse de manera meticulosa. Se depilaban las cejas con una tijerilla de puntas chatas haciendo muecas graciosas frente al espejo. El rímel negro dando espesor a sus pestañas, el pintalabios Carmen delineados finos labios. Junto a su estuche de pinturas, casi siempre de plástico grueso que disimula el contenido. Ella me decía que era un refresco, pero si me acercaba a intentar darle un trago, me tiraba un manazo y me decía que fuera a la cocina a buscar a Goya, la criada, para que me sirviera refresco en otro vaso distinto. Una vez consegui darle un sorbo a su bebida sin que ella se percatara. Su "refresco" eran amargo Sony tenía un olor a medicina que no fue de mi agrado.
Mamá Lleva más de 30 años tomando alcohol. Es una alcohólica.
Georgina, más conocida como Gina de entre familiares y amigos cercanos, fue una mujer hermosa, en sus tiempos de juventud hacia morder el cuello a más de uno cuando caminaba por las calles de Morelia. Esbelta, Pero caderona y con una melena roja que tocaba cada mes en el salón de la señora Yanet, la peluquera de moda. Cuando la acompañaba del Brasil hacia su ritual de belleza, Tan pronto nos veía entrar la tal Yanet (que dudo que haya sido señorita), pediatra invitaba a sentarse y le servía una bebida. Con ademanes misterioso servir refresco para luego llevarse los pasos a la parte trasera del negocio y darles el toque final, imagen no sería un ron bacardi o de cualquier otra marca. Pasábamos la tarde en el salón, yo viendo caricaturas en la televisión que la peluquera tenía empotrada en la pared sobre una repisa y ellas entre tintes, tijeras y cubas. Más de una vez al regresar a la casa, escuché discutir con mi papá. Ahora he llegado a deducir que el aliento de mi madre no era con el que mi padre esperaba encontrar a mi mamá y de ahí se desprendia el lío. Encerrado en mi habitación y prender la televisión con el volumen al máximo para que el sonido de las caricaturas de Porky y las canciones de Los Picapiedra se escucha más fuerte que los gritos de mis padres. Cuando cumple 7 años me anunciaron que iba a tener un hermanito. Durante 7 años Soy hijo único y no fue de mi total agrado esta noticia, pero cuando nació Fabiola mi hermana menor, empezó una época apacible en mi hogar. Recuerdo que durante ese tiempo coma bebía con menor frecuencia y se dedicó a cuidar a la criatura. Pero Tan pronto la chiquilla se fue al kínder, regresó la dinámica de antaño y El misterioso vasito de plástico comenzó a estar presente por diferentes rincones de la casa.
A mi padre le comenzó a ir muy bien en los negocios, se dedicaba a la compra y venta de bienes raíces y el crecimiento de la ciudad letras grandes utilidades. Nos ponemos a una casa más grande, en una mejor zona de la ciudad y aparecieron amistades nuevas. Señoras muy elegantes con las dos copetes que llegaban a la casa por las tardes con charolas llenas de volovanes rellenos de atún o pollo, pastelillos de mantequilla y botellas. Botellas de diferentes tamaños y marcas. Mi madre estaba muy feliz con el nuevo rumbo de las cosas y además encontró en la nueva dinámica innumerables oportunidades para tomarse Sus Copitas. Disfrazadas con ropas de buena marca y por tanto joyería fina, mi madre y sus nuevas amigas se ponían hasta las manitas mientras las nanas cuidaban a los hijos.
El carácter divertido y alegre que mi madre mostraba en las reuniones, se convertía en una neurosis agobiante en el hogar. En casa se mostraba irritable, evitaba el sol por las mañanas y comenzó a dormir Hasta pasado el mediodía. Aquella mujer contenta con la vida y carismática se convirtió en una señora malhumorada histérica que al menor ruido se alteraba y que comenzó a gritar nos a Fabiola y a mí por cualquier insignificancia. Yo abrazaba a Fabiola y la consolaba cuando mi madre perdió la paciencia con ella y con un tirón de orejas la sacaba de su recámara.
Mi madre se hizo mentirosa e irresponsable. Descargo todas las tareas de la casa en Goya, ya tenía para entonces el cabello color plata. Más de una vez me pidió que dijera mentiras por ella. <<Edgar hijo, Dile a tu maestra Que no podré ir a la junta de padres de familia porque anda en un crucero con tu padre>>. <<Edgar, Dile a tu papá que estás dormida toda la tarde y que no he salido, ya ves que no le gusta que salga>>, <<Edgar, Sí habla tu abuela Dile que salir al banco, no le digas que estoy dormida>>. Y Cómo a una madre Se le obedece, yo seguía sus indicaciones.
Mi padre es sumergido en sus negocios y en sus viajes recurrentes, optó por minimizar el asunto y se acostumbró a vivir con una mujer que vive. Sobre todo si mi madre se quedaba dormida y no daba molestias. Los problemas se hacían presentes cuando mi madre vivía alguna mala borrachera, de esas en las que se ponía celosa agresiva. Entonces mi padre se imponían a gritos echándole en cara su manera de beber. Fabiola y yo, ocultos en algún Rincón de la casa, permanecimos en silencio esperando a que el terremoto pasará. Una vez que regresaba el silencio, nos encerramos en mi cuarto a ver la televisión o hacer nuestros deberes. Épocas en las que mi padre se fue de la casa por varios días, y en las que vivimos a mi madre ser más mesurada en su bebida. La escuchamos varias veces pedirle perdón a mi padre suplicándole que regresará, que todo volvería a la normalidad. Normalidad? No sé A cuál normalidad se refería, tal vez a la época en que podía tomarse Dos copas y detenerse. Pero de eso hacía ya mucho tiempo. La enfermedad había avanzado y su voluntad desaparecido. Mi padre terminó por pedirle el divorcio. Creo que se esperó a vernos grandecitos a mi hermana y a mí para tomar tal decisión. 
Yotenía 18 y mi hermana 11. Fabiola lloró mucho. Yo me límite a bajar la cabeza y me concentré en mis estudios. Siempre me atrajo la medicina veterinaria y me enfoqué en lograr mi sueño. Con la partida de mi padre, mi madre se volvió más neurótica, más irritable y no tuvo freno alguno para beber. Mi tiempo en la universidad lo recuerdo entre prisas. El tiempo se me iba en realizar mis deberes, cuidar de mi hermana y vigilar a mi madre. 2 veces tuvimos que llevarla al hospital por congestión alcohólica. Una tarde me sentía platicar con Goya, la nana de mi infancia, quién conocía a mi madre desde niña. Le pedí que me diera su teoría sobre su manera Absurda de beber. <Tu madre Siempre fue una niña consentida Edgar, nunca conoció el esfuerzo ni las penas. Tus abuelos se dedicaron a facilitarle todo. Salió de la casa paterna para casarse con tu padre, quién siguió brindándole una vida fácil, sin brincos ni baches. Desde niña ha sido caprichuda e insolente, pero en el fondo es muy noble y los ama. Busca ayuda para tu madre muchacho, no la podemos dejar morirse de esta manera.>

Eso hice en la primera oportunidad que tuve platiqué con un maestro que me inspiraba confianza. Me habló de que el alcoholismo es una enfermedad y de la existencia de grupos de apoyo. Acudí a varias sesiones y un par de miembros de esos grupos fueron a la casa para hablar con mi mamá. Los ofendió y los corrió sin darles tiempo siquiera a presentarse. Mientras tanto en mi interior creció un resentimiento profundo, una rabia inmensa y una desesperación espantosa. Mi hermana Fabiola decidió irse a vivir con mi padre y la comprendí en plenitud. Ella también estaba cansada de ver el mismo cuadro cada mañana. Un cuarto en penumbras, una mujer a medio vestir, botellas vacías y colillas de cigarro sobre un plato. El olor a parranda encerrado en una habitación de 4 por 4. Goya envejeciendo limpiando la casa por encima y cocinando pollo 3 veces por semana. La decadencia emocional y física de mi madre nos contagiaba de sus penumbras. Entonces me fui.

Acepte un trabajo en Tamaulipas. Un ganadero próspero me contrató con un buen salario. Para que él apenas empieza a labrarse un futuro Fue una gran oportunidad. Me concentré en mi trabajo, en forjarme mi destino. Fabiola me pasaba noticias de vez en cuando.

-fui a verla Edgar, y está en los huesos. Mi papá le manda un médico cada semana para que le pongan suero y medio se reanima. Pero sigue bebiendo. Estamos pensando en internarlo en un centro de rehabilitación.

Yo la escuchaba sin opinar. El rencor me había hecho inmune a lo que pasaba con mi madre. Se me endureció el corazón en un acto de autoproteccion. La internaron en tres ocasiones. La primera vez por 3 meses la segunda por 2 la tercera por 28 Días. Tan pronto salida de las clínicas se las ingeniaba para conseguir alcohol y recaía. Entonces, partíamos 20. Mi madre cada día más vieja y enferma, y todos fastidiados de la situación.

Hablar sobre mi madre sigue siendo doloroso hasta la fecha. Los años se han ido acumulando bañados en un caldo agridulce que nunca me permite el disfrute pleno de la vida. Me he casado y tengo un hijo. Lo llamé como mi padre, Alberto. Hace 2 semanas festejamos su cuarto año con una fiesta temática de Los 4 fantásticos. Martín a mi esposa, es una tamaulipeca risueña y de palabra directa. Ella es la que me pide que ya me debes en cuando a mi madre. Me dice que no es bueno para un hijo abandonar a su madre y que no soy nadie para juzgarla. Martina me ha ayudado a comprender mejor la enfermedad de mi madre, a sacarme los rencores y a perdonarla por su alcoholismo, por su abandono. Por eso he venido a verla.

He decidido ayudarla, conseguir un lugar para ella en una clínica especializada en adicciones al norte del país. Cargando mi rencor acuestas escuchado a mi mujer y acudido en su ayuda. No sé si tendremos éxito en la tarea, no sé si en esta ocasión no logremos, pero mientras haya vida, hay esperanza.
Al entrar en su casa lo primero que hice fue Buscar botellas escondidas. Era una costumbre cotidiana cuando vivía con ella. Nunca dejo de sorprenderme la astucia de mi madre para encontrar escondites. Una vez encontré una botella de anís dentro de la caja de su vestido de novia. Otra ocasión una botella de ron enterrada en una maceta. Esta vez fue en el baño, en el canasto de la ropa sucia. Entré en la habitación y la tomé entre mis brazos. Su cuerpo pesa escasos 42 kg. Su aliento de lata su padecimiento hepático. Sus manos tiemblan y sus ojos llorosos me evitan.

-Mama, aquí estoy, vengo por ti -le digo mientras la abrazo.
-ya no estás enojado, hijo? A dónde vamos? Responde
-No, mamá. Ya no estoy enojado, vamos a donde nos ayuden, a dónde te cuiden.

No puso objeción alguna. Ya no tiene fuerzas ni para defender su botella. La toma del brazo y a paso lento camino junto a mi madre rumbo a esa esperanza, que mientras haya vida, siempre Existirá.




Cuando Mamá Lastima - Rayo Guzman, Ed.  Milestone

domingo, 8 de abril de 2018

Límites Sanos

Los límites son vitales para la recuperación. Tener y fijar límites sanos es importante en todas las fases de la recuperación: en el aumento de la autoestima, en el manejo de sentimientos y en el
aprender a amarnos y valorarnos realmente.

Los límites surgen desde lo profundo de nuestro ser. Tienen relación con el cese de los sentimientos de culpa y de vergüenza, y con el cambio de nuestra creencia respecto de lo que merecemos. A medida que se clarifican nuestros pensamientos acerca de todo esto, sucede lo mismo con nuestros límites.

Los límites también están conectados a un Tiempo Superior al nuestro. Fijaremos un límite sólo cuando estemos listos para hacerlo, ni un momento antes. Lo mismo harán los demás.

Hay algo mágico acerca de alcanzar el punto en que uno está listo para fijar un límite. Sabemos que hablamos en serio; los demás  ¿Qué necesitamos hacer para cuidar de nosotros mismos?
Escuchar la voz interior. ¿Qué te hace enojar? ¿De qué estás harto? ¿En qué no confías? ¿Qué no te parece bien? ¿Qué no puedes soportar? ¿Qué te pone incómodo? ¿Qué quieres? ¿Qué necesitas? ¿Qué no quieres ni necesitas? ¿Qué te gusta? ¿Qué te hace sentir bien?

En la recuperación aprendemos que cuidar de uno mismo nos conduce al sendero de la voluntad de Dios y al plan que Él tiene para nuestra vida. El cuidar de uno mismo nunca nos aparta de lo que es nuestro mayor beneficio; nos conduce a ello. 

Aprende a cultivar esa voz interior. Podemos confiar en nosotros mismos y cuidar de nosotros mismos. Somos más sabios de lo que pensamos. Nuestra guía es interior y siempre está presente. 

Escucha esa guía, confía en ella y cultívala.

Hoy afirmaré que soy un regalo para mí mismo y para el Universo.

Recordare que el amoroso cuidado de uno mismo hace posible ese regalo en su forma más superior.

Más allá de la codependencia. de Melody Beattie