sábado, 29 de septiembre de 2018

El Matrimonio

EL CIELO Y EL INFIERNO
julio 26, 2015
Una mujer que se llevaba muy mal con su esposo sufrió un paro cardíaco. Casi a punto de morir, un ángel se presentó ante ella para decirle que, evaluando sus buenas acciones y sus errores no podría entrar al cielo; y le propuso permitirle estar en la tierra unos días más hasta lograr cumplir con las buenas acciones que le faltaban.
La mujer aceptó el trato y se regresó otra vez en su hogar junto a su esposo. El hombre no le dirigía la palabra porque hacía tiempo que estaban peleados.

Ella pensó:
– Me conviene hacer las paces con este hombre. Está durmiendo en el sofá, hace tiempo dejé de cocinarle. Él ahora está planchando su camisa para salir a trabajar, le daré una sorpresa.

Cuando el hombre salió de la casa, ella empezó a lavar y planchar toda la ropa de él. Preparó una rica comida, puso flores en la mesa con unos candelabros, y un cartel en el sofá que decía: “Creo que puedes estar más cómodo durmiendo en la cama que fue nuestra.
Esa cama donde el amor concibió a nuestros hijos, donde tantas noches los abrazos cubrieron nuestros temores y sentimos la protección y la compañía del otro. Ese amor, aún con vida, nos espera en esa cama. Si puedes perdonar todos mis errores, allí nos encontraremos”.
Tu Esposa

Cuando terminó de escribir el último renglón “Si puedes perdonar todos mis errores” pensó: ¿me he vuelto loca?, ¿yo voy a pedirle perdón cuando fue él quién empezó a venir enojado de la calle cuando lo echaron de la fábrica y no conseguía trabajo?.
Yo tenía que arreglarme con los pocos ahorros que teníamos haciendo malabares, y todavía tenía que soportar su ceño fruncido. Él empezó a tomar, aplastado en el sillón, exigiendo silencio a los niños que sólo querían jugar. Él empezó a gritarme cuando yo le decía que así no podíamos seguir, que yo necesitaba dinero para mis hijos.
Él lo arruinó todo; y ¿ahora yo tengo que pedirle perdón?
Enfurecida rompió la carta y escuchó la voz del ángel que decía:
– “Recuerda: algunas buenas acciones y alcanzarás el cielo, de lo contrario no podrás entrar”.

La mujer pensó:
– ¿Valdrá la pena?, y rehízo la carta agregando aún más palabras cariñosas: “No supe comprender nada entonces, no supe ver tu preocupación al quedarte sin empleo, luego de tantos años con un salario seguro en esa fábrica. ¡Debiste haber sentido tanto miedo! Ahora recuerdo tus sueños de “cuando me jubile haremos”. Cuántas cosas querías hacer al jubilarte. Pude haberte impulsado a que las hicieras en lugar de obligarte a aceptar estar todo el día sentado en ese taxi.

Ahora recuerdo aquella noche de locura cuando rompí esas cartas de amor que habías escrito para mí, y prendí fuego a todas las telas de los cuadros que pintabas. En ese momento me enfurecía verte allí, encerrado en ese cuarto gastando nuestro dinero en pomos de pintura para nada, o sentado en ese escritorio escribiendo tonterías para mí. Debí haberte impulsado a vender esos cuadros.
Eran realmente hermosos. Estaba desesperada, yo también me sentía segura con el salario de la fábrica y no supe ver tu dolor, tu miedo, tu agonía.
Por favor perdóname mi amor. Te prometo que de hoy en adelante, todo será diferente. Te amo.
Tu Esposa

Cuando el marido regresó del trabajo, al abrir la puerta notó algo distinto; el olor a comida, las velas en la mesa, su música favorita sonando suavemente y la nota en el sofá.
Cuando la mujer salió de la cocina con la fuente en la mano, lo encontró tirado en el sillón llorando como un niño.
Dejó la fuente, corrió a abrazarlo y no necesitaron decirse nada, lloraron juntos, él la alzó en sus brazos y la llevó hasta la cama; hicieron el amor con la misma pasión del primer día.
Luego comieron la exquisita comida que ella había preparado, rieron mucho mientras recordaban anécdotas graciosas de los niños haciendo travesuras en la casa.
Él la ayudó a levantar la mesa como siempre lo hacía, y mientras ella lavaba los platos, vio por la ventana de la cocina que en el jardín estaba el ángel. Salió llorando y le dijo:
– Por favor ángel, intercede por mí. No quiero a este hombre sólo en este día. Necesito un tiempo más para poder impulsarlo con sus cuadros, y tratar de reconstruir esas cartas que sólo para mí y con tanto amor había escrito. Te prometo que en poco tiempo, él estará feliz, seguro; y ahí sí podré ir donde me lleves.
El ángel le contestó:
– No tengo que llevarte a ningún lado, Mujer.
Ya estás en el cielo, te lo has ganado.
Recuerda el infierno donde has vivido y nunca olvides que el cielo siempre está al alcance de tu mano.
La mujer oyó la voz de su marido que desde la cocina le gritaba:
– “Mi amor, hace frío, ven a acostarte, mañana será otro día”.
Sí -pensó ella-, gracias a Dios, mañana será otro día…


Para meditarlo:
Usted, que reclama lo que no recibe, ¿ya pensó en lo que no da?
Usted, que se lamenta porque sufre, ¿ya pensó en cuánto hace sufrir?
Usted, que acusa a la ignorancia, ¿ya evaluó sus conocimientos?
Usted, que condena el error, ¿ya percibió cuánto erró?
Usted, que se dice amigo sincero, ¿ya se analizó con sinceridad?
Usted, que se queja de penurias, ¿ya vio cuánto posee más que los otros?
Usted, que critica el mundo, ¿ya hizo algo para mejorarlo?
Usted, que sueña con el cielo, ¿cuánto ha hecho para extinguir el infierno?
Usted, que se dice modesto, ¿se sentiría orgulloso de parecer humilde?
Usted, que condena el mal, ¿ha procurado difundir el bien?
Usted, que deplora la indiferencia, ¿ha sembrado el amor?
Usted, que se aflige con la pobreza, ¿ha usado bien sus riquezas?
Usted, a quien le duelen las espinas, ¿ha cultivado rosas?
Usted, que tanto lamenta las tinieblas, ¿ha esparcido luz?
Usted, que se ocupa de sí mismo, ¿se ha preocupado de los demás?
Usted, que se siente tan pequeñito, ¿ha procurado crecer?
Usted, que se queja de soledad, ¿ha brindado su compañía a un amigo?
Usted, que se asusta ante la enfermedad, ¿que ha hecho por su salud?
Usted, que anhela la concordia, ¿ha combatido la discordia?

viernes, 28 de septiembre de 2018

El Camino De Las Lagrimas (Cap. 5- Parte 1)

El Camino De Las Lagrimas (Jorge Bucay)

CAPÍTULO 5

ETAPAS DEL CAMINO

Imaginemos que alguien se lastima. Supongamos que un joven sano jugando al fútbol descalzo con sus amigos en un campo.
Corriendo un pase para meter un gol pisa algo filoso, una piedra, un pedazo de vidrio, una lata vacía y se lastima. El joven sigue corriendo, alcanza la pelota y a pesar del dolor que siente al afirmar el pie para patear le pega a la pelota con todas su fuerza venciendo al arquero y ganando el partido. Todos festejan. Un compañero le advierte de la mancha roja que deja en el pasto en cada pisada. El joven se sienta en un banco y al mirarse la planta del pie se da cuenta del tajo sangrante que tiene cerca del talón.
¿Cómo sería la evolución normal y saludable para esta herida?
¿Cuáles son las etapas por las que va a pasar esta herida?
Tal como vimos, muchas veces, en un primer momento todo ocurre como si no pasara nada. El muchacho sigue corriendo la pelota, la señora sigue cortando el pan con el cuchillo filoso y el carpintero no nota que se lastimó hasta que una gota de sangre mancha la madera. En ese primer instante, muchas veces, ni siquiera hay sangre; el cuerpo hace una vasoconstricción, achica el calibre de los vasos sanguíneos, inhibe los estímulos nerviosos y establece un período de impasse, un mecanismo de defensa, más fugaz cuanto mayor sea la herida.
Inmediatamente aparece el dolor agudo, intenso y breve, a veces desmedido, que es la primera respuesta concreta del cuerpo que avisa que algo realmente ha pasado.
Y después la sangre, que brota de la herida en proporción al daño de los tejidos.
La sangre sigue saliendo hasta que el cuerpo naturalmente detiene la hemorragia. En la herida se produce un tapón de fibrina, plaquetas y glóbulos: el coágulo, que sirve entre otras cosas para que la herida no siga sangrando..Cuando está el coágulo hecho, empieza la etapa más larga del proceso. El coágulo se retrae, se seca, se arruga, se vuelve duro y se mete para adentro. El coágulo se transforma en lo que vulgarmente llamamos "la cascarita".
Pasado un tiempo, los tejidos nuevos que se están reconstruyendo de lo profundo a lo superficial empujan "a
cascarita" y la desplaza hacia afuera hasta que se desprende y cae.
La herida de alguna manera ya no duele, ya no sangra, está curada; pero queda la marca del proceso vivido: la cicatriz

Etapas de Sanación de una herida.

1- Vasoconstricción.
2- Dolor agudo.
3- Sangrado.
4- Coágulo.
5- Retracción del coágulo.
6- Reconstrucción fisular.
7- Cicatriz.

Este es más o menos el proceso evolutivo normal de una herida cortante. Si esto no sucede, algo puede estar funcionando mal.
Quiero decir, si un paciente ante una herida cortante más o menos importante no sangra, está mal. Uno podría pensar "mirá que suerte, no perdió sangre"; a veces puede no ser una gran suerte, un herido en estado de shock no sangra y podría morir.
Y por supuesto cuanto más grande es la herida, más larga, más tediosa y más peligrosa es cada etapa. Siempre es así, cuánto más grande es la herida, más tarda en cicatrizar y más riesgo hay de que algo se complique en algún momento de la evolución. Si nos estancamos en cualquiera de estas etapas siempre vamos a tener problemas.
De todas maneras no traigo esto para explicar cómo evoluciona una herida cortante sino porque hace poco me sorprendí al darme cuenta de la enorme correspondencia que existe entre las etapas que cada uno pude deducir por su propia experiencia con lastimaduras y la situación aparentemente compleja de elaborar un duelo.
Un duelo es, como hemos dicho, la respuesta normal a un estímulo, un hecho que nos hiere y que llamamos pérdida..Porque la muerte de un ser querido es una herida, dejar la casa paterna es una herida, irse a vivir a otro país es una herida, romper un matrimonio es una herida. Cada pérdida funciona, en efecto, como una interrupción en la continuidad de lo cotidiano, como una cortadura es una interrupción en la integridad de la piel.
Si entendimos cómo se sana una herida, vamos a tratar de deducir juntos qué pasa con la elaboración de un duelo. Por esta coherencia del ser humano veremos que los pasos que sigue la sanación emocional son básicamente los mismos, no se llaman igual, pero como vamos a ver, con un poco de suerte, quizás resulten equivalentes. Vamos a tomar como ejemplo de pérdida la situación de muerte de un ser querido.
Cuando nos enteramos de la muerte de alguien muy querido lo primero que sucede es que decimos "no puede ser". Pensamos que debe ser un error, que no puede ser, decimos internamente que no, pensamos que es demasiado pronto, que no estaba previsto, que en realidad "estaba todo bien"...
Esta primera etapa se llama la etapa de la incredulidad.
Y aunque la muerte sea una muerte anunciada, de todas maneras hay un momento donde la noticia produce un shock.
Hay un impasse, un momento de negación y cuestionamiento donde no hay ni dolor; la sorpresa y el impacto nos llevan a un proceso de confusión donde no entendemos lo que nos están diciendo. Por supuesto que cuanto más imprevista, más inesperada, sea la muerte, cuánto más asombrosas sea la situación, más profunda será la confusión, más importante será el tiempo de incredulidad y más durará.
Esto tiene un sentido, el mismo que tiene en la herida la situación de impasse, esto es "economizar" la respuesta cicatrizadora si la cosa no tiene importancia y es algo que va a pasar rápidamente ; bien, la psiquis también se protege hasta evaluar...por las dudas...por si fue un error...por si acaso sea yo el que haya entendido mal. Nos protegemos desconfiando de la realidad, entrando en confusión para permitirnos la distancia de esta situación.
No se puede pasar directamente de la percepción a la acción o de la percepción al contacto, va a tener que existir un proceso, va a tener que pasar un tiempo. Y este tiempo que hace falta se logra forzando mediante este pequeño congelamiento del shock la no-respuesta.
Así que la primera cosa que va a pasar es que la persona va a tener un momento donde va a estar absolutamente paralizada en su emoción, en su percepción, en su vivencia y lo que va a tener es un momento de negación, de desconfianza, un tiempo de impasse entre la parálisis y el deseo de salir corriendo hacia un lugar donde esto no esté pasando, la fantasía de despertar y que todo sea nada más que un sueño.
Esta etapa puede ser un momento, unos minutos, unas horas o días como sucede en el duelo normal, o puede volverse una negación feroz y brutal. En los niños esta historia funciona a veces con un riesgo absoluto; y mientras el mundo y su familia están evolucionando el chico está como si no hubiera pasado nada, está paralizado en esta situación, en realidad negando todo lo acontecido porque no saber por dónde metabolizarlo. A veces pasa, en medio de un velatorio, con un chico que tiene 10,12,15 años y a veces más y está como si nada. Uno piensa que debería ser totalmente consciente de lo que está pasando y entonces pregunta:
-¿No quería a su abuelo, a su madre, a su hermano?
-Lo quería muchísimo, estamos todos muy sorprendidos.
Está en esta etapa de la incredulidad, a veces en situación de negación patológica y muchas otras en una normal respuesta de defensa frente a lo terrible, un intento no demasiado consciente de NO enloquecer.
Lo llamo "de negación" con fines didácticos aunque en realidad en este momento lo fundamental no es la negación sino un estado confusional. La persona en cuestión no entiende nada, no sabe nada de lo que pasa y aunque aparezca a veces muy conectado no tiene cabal registro de lo que está sucediendo.
Cuando se consigue traspasar esa etapa de incredulidad no tenemos más remedio que conectarnos con el agudo dolor del darnos cuenta.
Y el dolor de la muerte de un ser querido en esta etapa es como si nos alcanzara un rayo. Después de todos nuestros intentos para ignorar la situación, de pronto nos invade toda la conciencia junta de que otro murió. Y entonces la situación nos invade, nos desborda, nos tapa, de repente un golpe emocional tan grande desemboca en una brusca explosión.
Esta explosión dolorosa es la segunda etapa del duelo normal.
Es la etapa de la regresión.
¿Y por qué la llamamos "regresión?
Porque lo que en los hechos sucede es que uno llora como un chico, uno patalea, uno grita desgarradoramente, demostraciones para nada racionales del dolor y absolutamente desmedidas. 
Actuamos como si tuviéramos cuatro o cinco años. NO hay palabras concretas, no decimos cosas que tengan sentido, lo único que hacemos es instalarnos en estado continuo de explosión emocional. Intentar razonar con nosotros en ese momento es tan inútil como sería explicarle a un niño de cuatro añitos por qué su ranita fue aplastada por un auto.
En esta etapa tampoco hay ninguna posibilidad de quien está de duelo nos escuche. El de la primera etapa porque estaba en shock por la noticia, negando, evitando y confundido; este otro porque está desbordado por sus emociones, absolutamente capturado por sus aspectos más primarios, sin ninguna posibilidad de conectarse, en pleno dolor irracional.
Así como en la herida física de pronto el dolor me avisó y me di cuenta de que me había lastimado, y cuando supe empecé a sangrar, así mismo cuando las emociones desbordadas empiezan a salir para afuera, empiezo a sangrar.
Y la sangre que sale no es la de la tristeza. Es el primer sangrado, la tercera etapa, la que empieza tras tener conciencia de lo que pasó: se llama la etapa de la furia.
Ya he llorado, ya he gritado, ya he moqueado, ya me arrastré por el piso, ya hice todo lo irracional que me conectaba al dolor infinito, ya intenté negar lo que pasaba y ahora irremediablemente, a veces más rápido y otras más lento, a veces con más tiempo y a veces con menos, llega un momento de furia.
Furia es bronca, mucha, mucha, mucha bronca. A veces muy manifiesta como bronca y otras veces disimulada, pero siempre hay un momento en el que nos enojamos.
¿Con quién? Depende....A veces nos enojamos con aquellos que consideramos responsables de la muerte: los médicos que no lo salvaron, el tipo que manejaba el camión con el que chocó, el piloto del avión que se cayó, la compañía aérea, el señor que le vendió el departamento que se incendió, la máquina que se rompió, el ascensor que se cayó, etc., etc. Nos enojamos con todos para poder pensar que tiene que haber alguien a quien responsabilizar de todo esto.
O nos enojamos con Dios. Si no encontramos a nadie y aún encontrándolo nos ponemos furiosos con Dios y empezamos a cuestionarlo.
O quizás nos enojamos con la vida, literalmente con la vida, con la circunstancia, con el destino. Y empezamos a putear y reputear la vida que nos arrebata al ser querido.
Lo cierto es que con Dios, con la vida, con uno mismo, con el otro, con el más allá, con alguien, siempre hay un momento en el que conectamos con la furia. Ahora con este y después con el otro.
O no. En lugar de eso o además de eso nos enojamos con el que murió. Nos ponemos furiosos porque nos abandonó, porque se fue, porque no está, porque nos dejó justo ahora, porque se muere en el momento que no era el adecuado, porque no estábamos preparados, porque no queríamos, porque nos duele, porque nos molesta, porque nos fastidia, porque nos complica, porque nos jode, porque nos caga, porque, porque, sobre todo porque nos dejó solos de él, solos de ella.
A veces si muere mi mamá, me enojo con mi papá porque sobrevivió. Me enojo con el hermano mayor de mi viejo, porque él vive y mi papá se murió.
Sea con el afuera, sea con las circunstancias, sea con Dios, con la religión, con el vecino, sea con el que no tiene nada que ver o con quien sea, me enojo.
Me enojo con cualquiera a quien pueda culpar de mi sensación de ser abandonado.
No importa si es razonable o no, el hecho es que me enojo.
Pero, ¿cómo puede ser que yo me enoje?
La verdad es que yo sé que los otros no son culpables de esto que los acuso. Lo que pasa es que la furia tiene una función, como la tiene el sangrado..Esta furia está allí para producir algunas cosas, como la sangre sale para permitir el proceso que sigue.
La furia tiene como función anclarnos a la realidad, traernos de la situación catastrófica de la regresión y preparanos para lo que sigue; tiene como función terminar con el desborde de la etapa anterior pero también intentar protegernos, por un tiempo más, del dolor de la tristeza que nos espera.
Para que pare la sangre habrá que taponar la herida con algo.
Algo que sea justamente el resultado del sangrar. Porque si el paciente siguiera sangrando se moriría. Si el paciente siguiera furioso se moriría agotado, destrozado por la furia.
Algo tendrá que parar esta sangre, algo tendrá que actuar como tapón, como si fuera un coágulo. Este derivado construido de la misma sustancia de la furia que la reemplaza y la frena se llama culpa.
En el proceso natural de la elaboración de un duelo aparece tarde o temprano una etapa de la culpa. Nos empezamos a sentir culpables. Culpables por habernos enojado con el otro (se murió y yo encima puteándolo). Culpables por enojarnos con otro. Culpables con Dios. Culpables por no haber podido evitar que se muriera. Y empezamos a decirnos estas estupideces:
...por qué le habré dicho que vaya a comprar eso...
...si no le hubiera prestado el auto...
...si yo no le hubiera pagado el pasaje no podría haber ido a Europa...
...debería haberlo mandado al médico...
...si lo hubiera presionado un poco más se habría salvado...
...si yo hubiera estado entonces no habría muerto...
...quizás me llamó y yo no estaba...

¿Para qué hacemos esto?
Sabemos lo que se viene, y estamos intentado defendernos.
Estas fantasías omnipotentes intentan salvarnos de la sensación de impotencia que seguirá después.
Culparnos es una manera de decretar que yo lo habría podido evitar, una injusta acusación por todo aquello que no pudimos hacer...
por no haberte contado lo que nunca supiste, por no haberte dicho en vida lo que hubiéramos querido decirte, por no haberte dado lo que podíamos haberte dado,.por no haber estado el tiempo que podíamos haber estado, por no haberte complacido en lo que podíamos haberte complacido por no haberte cuidado lo suficiente,
por todo aquello que no supimos hacer y que tanto reclamabas.
Y como no puedo enojarme con vos porque me privaste del tiempo de hacerlo y porque la etapa de furia ya pasó, estoy coagulando para salirme de la bronca, cargando con el peso de la culpa.
Pero la culpa también es una excusa, también es un mecanismo.
La culpa es, como ya lo he dicho tantas veces, una versión autodirigida del resentimiento, es la retroflexión de la bronca
Por eso digo que está configurada de la misma sustancia que la furia, como el coágulo es de la misma sustancia de la sangre.
La culpa no dura porque es ficticia y cuando se queda nos estanca en la parte mentirosa omnipotente y exigente del duelo.
Pero si no hacemos algo que nos detenga, naturalmente aparece la retracción del coágulo, como pasa con la herida. Voy metiéndome para adentro, voy volviéndome seco. Y llego a una etapa, la quinta, desde lo subjetivo la más horrible de todas, la etapa de la desolación.
La etapa de la desolación es la de la verdadera tristeza.
Esta es la etapa más temida. Tanto que gran parte de lo anterior pasó para evitar esto, para retrasar nuestra llegada aquí. Aquí es donde está la impotencia, el de darnos cuenta de que no hay nada que podamos hacer, que el otro está irremediablemente muerto y que eso es irreversible.
Piense yo lo que piense y crea yo lo que crea.
Crea yo en el mundo por venir o no, en el mundo de después o no, en el mundo eterno o no.
Crea yo o no que en algún lugar está mirándome y que nos vamos a encontrar, lo cierto es que en este lugar no hay nada que yo pueda hacer. Y esto me conecta con la impotencia.
Y como si fuera poco aquí está también nuestro temido fantasma, el de la soledad. La soledad de estar sin el otro, con los espacios que ahora quedaron vacíos.
Conectados con nuestros propios vacíos interiores..Conectados con la certeza de que hemos perdido algo definitivamente.
No hay muchas cosas definitivas en el mundo, salvo la muerte.
Continuará...

jueves, 27 de septiembre de 2018

Llegamos A Creer (Cap. 5 - Parte 2)

UN PLAN DESCONOCIDO
Yo fui creyendo hasta cerca de los trece años, cuando murió mi madre, dejándome huérfano (perdí a mi padre cuando tenía cuatro años). Había asistido a la escuela dominical; había ido a la iglesia regularmente con mi madre; me había unido a la iglesia a los doce años. Puedo recordar las historias que mi madre y los profesores de la escuela dominical contaban acerca de Dios, Jesús, el cielo, y también aquellas acerca del diablo y su mansión del infierno.

Después que murió mi madre, junto con mis hermanos mayores fuimos a vivir con unos tíos. Por un tiempo asistí a los servicios religiosos regularmente, pero no podía comprender porqué mi madre se había ido y las dudas comenzaron a crecer en mí; finalmente desatendí la iglesia y la escuela dominical.

Tomé mi primera copa en la adolescencia, y desde ese día hasta el que ingresé a A.A. el alcohol estuvo siempre presente, y Dios y la iglesia comenzaron a alejarse. Aumentaron mis dudas y mi incredulidad hasta que ya no hubo más Dios ni cielo, ni Diablo ni infierno en lo que a mi concernía. Con la botella, esta forma de pensar parecía lógica y correcta. Podía haber asesinado en una laguna mental sin sentir ninguna culpa, sin ningún sentido de hacer el mal en ninguna de sus formas. No tengo manera de expresar en palabras la talla de mis resentimientos.

Al fin, seguro de que yo no le importaba a nadie, sabiendo que nadie me importaba a mí, decidí hacer algo definitivo acerca de esta cosa llamada vida: exterminarla. Puse una escopeta contra mi pecho y jalé el gatillo.

Cuando fui llevado al hospital, los doctores diagnosticaron (me lo dijeron después), "Este hombre debía de estar muerto desde hace varias horas". ¿Se pueden imaginar a lo que ellos hacían llamado un hombre? Durante días, estuve en coma sin ninguna esperanza de sobrevivir, de acuerdo al criterio de médicos y enfermeras. A veces, volvía en mi por un fugaz segundo, y entonces creía otra vez en el infierno y su dueño, el Diablo. No podía creer que estuviera vivo.

No sé cuántas veces ocurriría esta secuencia de volver en mi mismo y caer otra vez en coma; pero eventualmente hubo un momento en que reconocí a la gente que estaba en el cuarto. Algún tiempo después me di cuenta de que estaba vivo. Todavía después, empecé a creer que algo más grande de lo que yo era había hecho acto de presencia. Por esa época no podía asociar ese "algo" con Dios; simplemente era algo más grande. Pero pude decir a mis médicos y enfermeras que me iba a poner bien, porque un pode más grande que ellos, o yo, tenía un plan. Nosotros sólo éramos los instrumentos de este plan, según yo lo sentía; no tenía idea de qué se trataba y solamente pedía que me fuera revelado.

A.A. llegó hasta mí, en la persona de un alcohólico anónimo, mientras estaba en el hospital. Después que fui dado de alta, varios A.A. me llevaron a un centro de rehabilitación. Una vez que hubo completado el tratamiento, regresé a mi pueblo y fui bienvenido en el Grupo local de A.A. Encontré un trabajo de tiempo parcial (a destajo), en el que laboraba desde una hora hasta un día completo, según lo permitía mi condición física, de acuerdo con las indicaciones del doctor. Esta forma de comportarme era como la de la gente que yo conocía, y estaba completamente fuera de mi línea. ¡Trabajo! Por años, todo lo que había conocido era beber, jugar, y seguir bebiendo, además de todo lo que acompaña a esa clase de vida.

Un día, después de una hora, tuve que parar. Mi jefe me llevó a la casa, a la casa-club de A.A. donde vivía y de la cual había sido designado encargado y esto es lo que sucedió:
Estaba sentado en la silla más confortable, mirando los enunciados de los Doce Pasos y de las Doce Tradiciones que colgaban de la pared, con un poco más de comprensión cada vez. El café había comenzado a oler como si necesitara que lo probaran, y así lo hice. Ahora viene el desenlace. Algo me atrajo de nuevo a la silla y mis ojos a los Doce Pasos. Capté el mensaje - su significado - como una luz de un relámpago. Reconocí el Poder cuya presencia había sentido en el hospital: Dios, tal como lo comprendo. Y el plan me fue revelado: "llevar este mensaje a los alcohólicos . . . practicar estos principios en todos nuestros actos".

Hay mucha diferencia entre la persona que no creía, que no tenía Dios, que quería morir, y la persona de hoy, que llegó a creer, no tiene miedo de morir, pero quiere vivir. ¡Tengo por delante mucho trabajo de pasar el mensaje!.
Stuttgart, Arkansas.

NUEVA PERSONALIDAD SE REVELA
En mi experiencia personal, el despertar espiritual no lo encontré por haberlo buscado. Otros proclamaban que la experiencia espiritual llegaba con la sobriedad y yo quería tener esa creencia tan desesperadamente que casi la pierdo por completo.

En ese entonces una serie de adversidades se alojaron en mí. Parecía que todo lo que yo tenía había sido dispersado fuera de mi alcance. Mi estabilidad emocional fue puesta a prueba en un grado tal, que dos veces llegué a pensar en el suicidio.

Pero en ningún momento consideré la posibilidad de beber, a pesar de que el ansia por probar el licor me golpeaba a veces momentáneamente. Sin embargo, el Paso Uno y yo fuimos siempre grandes amigos. Lo repetía cada cinco segundos y agradecía a Dios cada día por mi sobriedad; la única gracia quizás por esa día.

Gradualmente, comencé a ver surgir otra parte de mí, un yo agradecido, sin esperar nada, pero seguro de que otro poder había empezado a guiarme, consolarme y dirigir mis caminos. Y ya no tenía miedo.
Luego, cuando este poder empezó a manifestar otras personalidades dentro de mí, empezó a mostrarse una mayor comprensión de mis hermanos. Con un nuevo despertar cada día - nuestras fuerzas, nuevas verdades, nueva aceptación de la gente en A.A. y de la que no estaba en A.A. - se abría un nuevo mundo. Y cada día sucede eso.

Las adversidades, soledades, enfermedades, pérdidas y desencantos, no significan nada ahora. Soy feliz porque llegué a creer, no sólo en Dios, sino también en la bondad de todos y cada uno.
Barberton, Ohio.

EN UN DIA DE INVIERNO
Habían pasado casi nueve meses desde que tomé el último trago, y me sentía un miserable. Mi esposa y yo asistíamos regularmente a las reuniones de A.A. y yo me sentaba ahí maldiciendo a los "hipócritas felices" que estaban disfrutando de mi mismo y de su sobriedad. Sentía pena por mí mismo porque no tenía trabajo. (Por supuesto, el trabajo que yo quería era cuando menos de Vicepresidente de una gran empresa).

Este día en particular, había amanecido despejado y frío, después de una de las peores tormentas de hielo y nieve que había experimentado Atlanta en muchos años. Los árboles, los postes y la línea de electricidad y teléfonos estaban caídos por donde quiera; el hielo y la nieve cubrían todo hasta donde alcanzaba la vista.

Cuando taciturno me aproximaba a la casa, mis pensamientos se volvieron hacia el verano anterior, cuando había escapado a la miseria que me rodeaba, ayudando a un equipó de Pequeña Liga de Béisbol. No le había dedicado muchos pensamientos ni tiempo a mi hijo hasta después que llegué a A.A., cuando me sentí contento de que me pidiera llevarlo a jugar con la Pequeña Liga. El entrenador resultó ser un hombre con el que había jugado pelota cuando habíamos sido muchachos, y me pidió que si podía ayudarlo. Naturalmente que acepté encantado.

Ese verano perdimos un niño en nuestra Liga. Iba en bicicleta a su casa desde el parque de pelota, y un conductor borracho lo aventó fuera de la calzada y salió lanzado de la bicicleta. Al caer de cabeza en la banquete, se mató. Este niño le tenía tanto cariño a la Pequeña Liga que sus padres solicitaron permiso para enterrarlo con su uniforme y fácilmente se les concedió. Compraron un lote en una colina del cementerio desde la que se veía el parque de la pelota de la Pequeña Liga y allí enterraron a Jimmy, mirando hacia el campo.

Esta helada mañana, me metí en el coche y manejé hacia esa colina del cementerio, tan cerca de ella como el terreno me lo permitió; luego caminé el resto del camino hacia la tumba de Jimmy. Era uno de los días más bonitos que he visto en mi vida; no se movía la menor ramita; cuando el perrito pasó corriendo sobre la tumba de Jimmy, y pensé que a Jimmy le hubiera gustado eso.

Mientras permanecía al lado de su lápida, recordé un viejo himno que había sido mi favorito. "En el jardín". De pie ahí, sentí que la mano de Dios estaba sobre mi hombro, y tuve un maravilloso consuelo al meditar juntos.

Entonces me llegó una sensación de culpa y vergüenza. Yo había sido un borracho. Todo lo que tenía que hacer era tomarme un trago, y podía poner a otro pequeño Jimmy en la ladera de otra colina como esta. No tenía necesidad de permanecer borracho durante un mes o una semana o un día; todo lo que tenía que hacer era tomarme un trago, y sería capaz de matar un niño.

Me di cuenta de que tenía que volver a empezar. Y ese comienzo tenía que ser aquí. No podía comenzar en ningún otro lado. Tenía que dejar que se fuera el pasado y olvidarme del futuro. Mientras que yo retuviera el pasado con una mano y aferrara el futuro con la otra, no tendría nada con que sostenerme en el hoy. Así es que tenía que comenzar aquí, ahora.

Cuando volví otra vez al Grupo de A.A., "felices hipócritas" me parecieron diferentes. Empecé a ver amor en sus ojos, una cordialidad mayor de la que había visto antes. Se lo mencioné a mi Padrino y dijo: "La razón por la que ves amor en los ojos de esas gentes es porque Tú estás empezando a amarlos. El amor que vemos en sus ojos es el reflejo de nuestro amor. Tenemos que amar para ser amados.
Decatur, Georgia.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

FRASES #69

Una buena vida se inspira en el amor y se guía por la razón.
Dar, significa responsabilidad.
Cuando sientas que vas a rendirte, piensa en porque empezaste.
Es nuestra luz y no nuestra oscuridad la que nos atemoriza.
Se el adulto que necesitaste a tu lado cuando era niño.
Vivir sin ataduras, es dejar de pensar en lo que nos molesta e iniciar a pensar en todo lo que nos hace feliz.
El amor es perfecto y no da cabida a una segunda persona, si hay algo que lo rompa, no había amor.
Nunca dejes caer una lágrima por aquellas personas que no conocen el valor de tu sonrisa.
Lo bueno de tocar fondo es saber que, desde ahí, la única opción que queda es subir.
La bendición-maldición de tuiter es que puedes escribir lo que quieras, aunque no aportes absolutamente nada.
Hay dolores de pecho que no los quita el medicamento, sino un abrazo. Y no precisamente del huesero.
Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños.

Las personas fuertes crean sus acontecimientos; las débiles sufren lo que les impone el destino.
"Si no te hablo, es porque siento que te molesto"
Cuando el amor es verdadero, no hay cabida a nada ni nadie que desequilibre. Ahí es donde se demuestra con hechos el verdadero amor
Lo importante no es ser lo que se cumple, si no lo que se cumple
Tenemos que pensar menos, y mandar a la mierda más."
Para días grises, paraguas de colores.
Los corazones no se rompen, más bien quedan raspados, abollados y medio descascarados por el aprendizaje.
Recuerda que, si sientes dolor, mañana esa será tu fuerza para salir adelante.
El "me caes mal" a primera vista, sí existe.
Los errores tienen tres partes: aceptarlos, superarlos y NO volver a cometerlos.
El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que la llamen
Del hombre bruto, no sale ningún fruto
Sólo recuerda que yo estuve ahí cuando nadie más lo estuvo.

martes, 25 de septiembre de 2018

Duelos Dañinos

Una realidad que a muchos nos ha tocado enfrentar es la muerte. 

Todos somos propensos -siempre- a que algún día la muerte llegue a tocar nuestra puerta. 

Muchos hemos perdido seres queridos, que dejan un gran vacío en el corazón.  

Con el transcurrir del tiempo he entendido que ese miedo a la muerte que muchos sentimos, no es miedo a que nuestra vida termine, es decir, no es un miedo a nuestra propia muerte, sino un miedo a la muerte de los que amamos, de los que se van y nos hacen sentir dolor. 

Sin embargo, repito, es una realidad que se debe enfrentar y toca vivir. 

Mucha gente parece morir con sus seres queridos, hay gente que después de haber perdido a alguien, no volvió a sonreír, perdió la esperanza

Por supuesto que es normal que nos duela, por supuesto que es normal que esa situación nos deje descontentos, sin embargo, es necesario entender que la vida no acaba allí, hay que seguir adelante, nos corresponde vivir un duelo, y éste es un paso de superación del dolor.

Hay que continuar luchando junto a las personas que amamos y las que nos aman. 

Cuidado con morirnos con nuestros muertos, porque estoy seguro de que si ellos de verdad nos amaron, lo que desearían es que nosotros fuéramos felices y siguiéramos adelante. 

Pídele a Dios que te regale la fuerza para enfrentar y vencer el duelo, y que la ausencia de aquellos que se van sea la excusa perfecta para recordarlos, para entender que ellos, como diría Martín Valverde, “no se han ido del todo”. 


TAREA DEL DÍA:
Supera los duelos dañinos, aquellos que no te permiten vivir.

P. Alberto José Linero

lunes, 24 de septiembre de 2018

El Camino De Las Lagrimas (Cap. 4- Parte 2)

El Camino De Las Lagrimas (Jorge Bucay)

QUÉ ES EL DUELO

11.- Mucho descanso, algo de disfrute y una pizca de diversión.
Date permiso para sentirte bien, reír con los amigos, hacer bromas. Es tu derecho y además será de gran ayuda que busques, sin forzar tu propio ritmo, momentos para disfrutar.
Recordá que hasta el ser querido que no está querría lo mejor para vos.
Los malos momentos vienen por sí solos, pero es voluntaria la construcción de buenos momentos. Empezá por saber con certeza que hay una vida después de una pérdida, prestale atención a las señales y oportunidades a tu alrededor. No las uses si no tenés ganas, pero no dejes de registrarlas.

12.- Confiá en tus recursos para salir adelante.
Acordate de cómo resolviste anteriores situaciones difíciles de tu vida.
Si querés sanar tu herida, si no querés cargar tu mochila con el peso muerto de lo perdido, no basta pues con esperar a que todo se pase o con seguir viviendo como si nada hubiera pasado.
Necesitás dar algunos pasos difíciles para recuperarte. NO existen atajos en el camino de las lágrimas.
Vas a vivir momentos duros y emociones displacenteras intensas en un momento en el que estás muy vulnerable. NO te exijas demasiado. Respetá tu propio ritmo de curación y créeme cuando digo esto: estás en condiciones de afrontar lo que sigue, porque si estás en el camino, lo peor ya ha pasado.
Confiá en vos por encima de todas las dificultades y si lo hacés te garantizo que no te defraudarás. El pensamiento positivo te transforma siempre en tu propio entrenador.

13.- Aceptá lo irreversible de la pérdida.
Aunque sea la cosa más difícil que has hecho en toda tu vida,
ahora tenés que aceptar esta dura realidad: estás en el camino de las lágrimas y no hay retorno. El camino sólo sigue hacía adelante. Mientras creas en un pequeño lugarcito que el otro volverá, que la situación va a volver a ser la que era, que el muerto va a regresar, nunca terminarás el recorrido.
La muerte siempre llega demasiado tarde o demasiado temprano. Siempre es un mal momento para que la gente se muera.
Hablar de tu pérdida, contar las circunstancias de la muerte, visitar el cementerio o el lugar donde se esparcieron los restos, todo puede ayudar poco a poco a ir aceptando el hecho de la pérdida. De hecho , si existe una remota posibilidad de que la pérdida no sea definitiva, deberás elegir entre seguir esperando y no recorrer el camino o decidir que es definitiva aunque los hechos permitan una tenue esperanza.
De todas maneras no te dañará haber recorrido el camino si lo que diste por perdido aparece, pero puede dañarte mucho seguir esperando lo que nunca sucederá. (Sabemos cuánto más difícil es aceptar la pérdida de un ser querido si nunca pudiste ver el cadáver o nunca se recuperó).
Es una gran tentación quedarse refugiado en la idea de que desde el cielo el otro está y me cuida. No tiene nada de malo la creencia religiosa de cada uno, al contrario, es un excelente aliado, pero cuidado con utilizarla para minimizar su desaparición física. Cuidado con llegar a creer que entonces no necesito hacer el duelo.
Continuará...

14.- Elaborar un duelo no es olvidar.
El proceso de duelo permite buscar para tu ser querido el lugar que merece entre los tesoros de tu corazón.
Es poder pensar en él, y no sentir ya ese latigazo de dolor.
Es recordarlo con ternura y sentir que el tiempo que compartiste con él o con ella fue un gran regalo.
Y esto es cierto para todas las pérdidas. La elaboración permite darle un sentido a todo lo que has vivido hasta aquí con lo ausente.
Es entender con el corazón en la mano que el amor no se acaba con la muerte.
15.- Aprendé a vivir de "nuevo"..Hacer el duelo significa también aprender a vivir sin algo, sin alguien, de otra forma.
Es aprender a tomar nuevas decisiones por vos mismo, aprender a desempeñar tareas que antes hacía otro, aprender nuevas formas de relación con la familia y los amigos, aprender a vivir con algo menos. A veces este aprendizaje no incluye a otros, el duelo es aprender a vivir sin esa capacidad que he perdido. La experiencia es muchas veces un maestro muy cruel.

16.- Centrate en la vida y en los vivos.
Llega un momento en que sabés que es necesario soltar el pasado. La vida te espera llena de nuevas posibilidades.
No hay nada malo en querer disfrutar, en querer ser feliz, en querer establecer nuevas relaciones... En el caso de la pérdida de una pareja, no hay motivo para avergonzarse si aparece de nuevo el deseo sexual. En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose a los demás. El duelo es establecer que lo muerto queda afuera pero mi vida continúa.
Una adolescente escribió a su madre después de perder a su padre: "Existen otras personas a las que amar, y eso no significa que quiero menos a mi papá".

17.- Definí tu postura frente a la muerte.
La idea de "qué significa morirse" es tan teórica que vivencialmente puede ser diferente para cada uno. Lo que
importa no es coincidir en una posición respecto a al muerte sino establecer que es una de las cosas que cada uno debe tener definidas. Hay muchos temas que pueden estar sin resolver, pero hay cuatro o cinco que es necesario tener "acomodados":

* la identidad sexual.
* la posición filosófica.
* la relación con los padres.
* el proyecto de vida.
* y la postura frente a la muerte.

¿Qué sucede después de la muerte?
¿Cómo lo van a saber si nadie lo sabe?
No importa cuál sea tu postura, les puedo asegurar que después de la muerte va a pasar lo que ustedes creen que va a pasar.
En el fondo lo mismo da..Si ustedes creen que se van a reencarnar, está bien; si creen que se van al cielo o al infierno, está bien; si ustedes creen que no hay nada más, está bien. Lo que sea que crean, está bien.
Pero tienen que tener una posición tomada.
Le preguntaron a Woody Allen, una vez, si él creía que había vida después de la muerte. Allen contestó que no sabía, que estaba muy ocupado tratando de saber si podía vivir un poco antes de morir.

18.- Volvé a tu fe.
Algunas cosas simplemente no son para ser manejadas por uno solo. Incluso toda la ayuda que podés tener puede no proporcionar la comodidad que realmente se necesita para sostener lo que sucedió.
Muchas personas encuentran que llevar estos problemas a Dios es una manera tranquilizadora de aligerar la carga que hace que el corazón les pese.
Después del primer momento donde la furia tiene a Dios como a uno de sus destinatarios favoritos, es útil regresar a la iglesia, al templo, a la charla con el sacerdote o pastor.
Es el momento de aprender a no pedir que las cosas se resuelvan de la manera que quisiéramos que resultaran, sino pedir en su lugar que Dios nos ayude a aceptar los cambios y nos ayude a ver las opciones.

19.- Buscá las puertas abiertas.
Estamos a veces tan cegados por nuestra propia cólera, dolor o desgano que no vemos las "nuevas puertas" que se abren.
Todos hemos oído la frase "Cuando una puerta se cierra, otra se nos abre". Creo que es verdad; pero sucede que a veces no estamos dispuestos a dar vuelta al picaporte.
Es fácil pensar ""¿Qué de bueno podría venir de esta pérdida?" y sin embargo cada día oímos historia de gente que ha superado batallas físicas, mentales y emocionales para alcanzar contra todas las probabilidades objetivos impensados. Leé sobre algunos "milagros médicos" y vas a tener una buena idea de lo que hablo. Leé la vida de Helen Keller y no vas a tener ninguna duda.
20.-Cuando tengas una buena parte del camino ya recorrida hablales a otros sobre tu experiencia.



No minimices la pérdida, ni menosprecies tu camino. Contar lo que aprendiste en tu experiencia es la mejor ayuda para sanar a otros haciéndoles más fácil su propio recorrido, e increíblemente facilita tu propio rumbo.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Llegamos A Creer (Cap. 5 - Parte 1)

5. UN DESPERTAR ESPIRITUAL
¿Es la sobriedad todo lo que habremos de esperar de un despertar espiritual? No, la sobriedad es apenas un principio; es tan sólo el primer don del primer despertar. Si han de recibirse más dones, nuestro despertar tiene que continuar.
Conforme adelanta, encontramos que poco a poco podemos desechar la antigua vida - la que no dio resultado - por una nueva vida que puede y lo hará bajo cualquier condición.
Bill W.
A.A. Grapevine, Diciembre 1957.

DEJANDO PASAR LOS ACONTECIMIENTOS
Por mucho tiempo, tuve la idea de que tenía que tener éxito, que tenía que tener la razón siempre y que tenía que ser importante. Si dejaba pasar los acontecimientos, nunca sería nadie. Pero, en realidad, ¿quién era yo? Solamente una testaruda mujer alcohólica.
Ahora comienzo a ver que dejar pasar los acontecimientos no quiere decir desatenderme de las cosas. Significa abrirme a nuevas perspectivas. He tenido momentos de lo que podía llamar éxtasis. He estado conmovida y amedrentada al mismo tiempo. Y he pensado "mejor no disfruto de esto porque en algún momento tiene que terminar". Es tan difícil para mí decirme "Muy bien, has tenido un poco de luz interior, ¡simplemente deja que ella se suceda!".

El programa de A.A. me dice, "Mira, tenemos algunas cosas que darte y que realmente te van a ayudar si te apaciguas lo suficiente y te relajas".
Estas son cosas que no van a ser de mí alguien especial o me van a conseguir un trabajo mejor o hacerme más importante. Solamente me can a ofrecer una forma de vivir que es bella. Cuando digo, "Quiero conocer algo respecto al espíritu dentro de mí", me dicen, "Sigue buscando. No hay nada que temer. La oscuridad que puedas encontrar, muy pronto desaparecerá, porque siempre habrá alguien dispuesto a ayudarte".
San Francisco, California.

ACCION Y PACIENCIA
Al igual que muchos A.A., nunca disfruté el lujo de una gran experiencia espiritual consciente, y me sentí un poco discriminado. Pero "tenemos un programa mejor de lo que creemos", tal como lo dijo Bill, nuestro co-fundador. Llegué a creer por medio del programa, aunque me he dado cuenta del proceso solo en retrospectiva.

Comencé con un punto de vista optimista de la vida, idealizado, sostenido por una fe y una fuerte convicción religiosa. En alguna parte del camino me convertí en la víctima de la "enfermedad mortal" alienado, ansioso, solitario. Me encontré a la mitad de un viaje hacia la obscuridad, separado de Dios de la demás gente y de mi propio ser. Lamenté muchas cosas que sucedieron en ese viaje, pero ya no me lamento de que hayan sucedido. Algunos de nosotros estamos más cegados que otros por nuestro orgullo y terquedad, y eso tiene que ser destruido para poder ver.

Tuve que darme cuenta de que yo no tenía poder para ayudarme a mí mismo. Llegó el día por la Gracia de Dios, en que tuve ese "momento de la verdad", aunque entonces lo experimenté más como un hundimiento dentro de una mayor oscuridad, que como el "salto hacia la fe" que en última instancia probó ser; más como una derrota humillante, que como la experiencia transformante de mi vida.

Con vergüenza y desesperación fui a mi primera reunión de A.A. Por algún milagro menos, fui capaz de reprimir mi propia opinión, análisis, enjuiciamiento y afán de crítica y en lugar de todo esto ponerme a escuchar. Oí decir a alguien que A.A. funciona para aquellos que trabajan para lograrlo, aquellos que ponen acción en el programa. Para mí la acción en ese tiempo consistía simplemente en hacerme presente en las reuniones de A.A. y seguir las sugerencias que oía. Escuché que debía olvidarme del ayer y del mañana, en su lugar concentrarme en el hoy y especialmente en permanecer alejado del primer trago hoy, ahora mismo. Lo intenté y funcionó. El primer paso en este proceso de "llegar a creer" había sido dado.

Oí que la acción debía estar respaldada por la paciencia; que con el tiempo por ejemplo, podría dormir sin el efecto sedante del alcohol. Cada noche después de la reunión de A.A. me rodeaba de libros y revistas y ginger ale y me sentaba frente al televisor, preparado para permanecer despierto toda la noche. Esa fue también acción para mí en ese tiempo, siguiendo las instrucciones que me dieron. Estaba preparado para esperar a que llegara el sueño. No tuve que esperar mucho; por primera vez, en mi vida que yo recuerde, me dormí en un sillón delante del televisor, ay así llegué a creer un poquito más.

Oí que no podemos conservar lo que se nos dio a menos lo demos. Entonces encontré una mujer - con menos tiempo que yo en A.A. - y compartí con ella lo que ustedes habían compartido conmigo. Viéndolo en retrospectiva, dudo que yo la haya ayudado mucho, pero me ayudé a mi mismo más allá de toda medida. Permanecí sobrio día tras día, mediante el compartí con ella de mi experiencia, fortaleza y esperanza, por medio de poner acción en el programa de A.A. mientras que, al mismo tiempo la cuidaba, sin forzar mi acción sobre ella.

En esta forma la paciencia sostenía a la acción, aunque en ese tiempo ya no le llamaba paciencia; este palabra no formaba parte de mi vocabulario emocional.

Con el correr del tiempo, mi vida llego a estar totalmente involucrada en la acción en A.A., tuve la experiencia del Poder de Dios para perdonar y mediante la Gracia, fui capaz de responder con una gratitud que está más allá de la expresión verbal. La Gracia de Dios ha derrotado a la muerte que estaba dentro de mí y en su lugar me ha hecho miembro de la "sociedad de la segunda oportunidad". Si esta gracia me hubiera sido dada, tomando en cuenta mi rectitud u obediencia, o bondad o sacrificio, como actos de la voluntad, nunca me hubiera llegado, porque yo no he tenido ninguna de estas cosas.

Fue un favor inmerecido otorgado a un candidato tan indigno. Esta Gracia que vence a la muerte, por medio del perdón, es la que me ha liberado para considerarme a mí y a ustedes como aceptables, porque Dios nos acepta como lo que somos; criaturas imperfectas. Y sí, como le pido, debo continuar creciendo en la Gracia, será por medio del amor y el servicio a esta Comunidad y del Poder Mayor que yo mismo, al cual llamo Dios.
New York, New York.