Si la no violencia no apela a tu corazón, deberías desecharla.
Los hombres se encuentran ante una encrucijada: tienen que elegir entre la ley de la jungla y la ley de la humanidad.
No alimentar el odio
La no violencia alcanza toda su eficacia cuando extrae su fuerza del espíritu. La no violencia que no requiere más que la participación del cuerpo es propia de los débiles y de los cobardes. Y entonces resulta absolutamente inoperante. Si guardamos en nuestro interior el veneno del odio, asegurando que no queremos vengarnos, nuestro veneno se vuelve contra nosotros y nos conduce a la perdición. Si no tenemos un amor fuerte y generoso, por lo menos deberemos evitar que nuestro odio sea alimentado, para no soportar las terribles consecuencias de una falta de violencia meramente física.
La no violencia no puede ser predicada. Debe ser practicada.
Si aspiramos a ser no violentos, debemos desear que aquello que tenemos no supere lo que tienen los más desprotegidos del mundo.
No podría vivir un solo segundo, sin religión. Muchos hombres políticos, amigos míos, pierden su esperanza en mí porque dicen que hasta mi política está inspirada en la religión. Es cierto. Todas mis actividades políticas y de cualquier otro tipo se explican, efectivamente, por mi religión. Incluso me atrevería a decir que todos los actos de un hombre religioso tienen que inspirarse en su religión. Esta palabra, en verdad, pone el acento en el vínculo que nos religa a Dios. Pues bien, ¿no es él quien reina en nuestro más pequeño soplo?
Vivir en actitud religiosa
No concibo la religión como una de las tantas actividades del hombre. La propia actividad puede hacerse con un espíritu religioso o irreligioso. Mi concepción de la religión no tiene por qué hacerme abandonar la política. Para mí, el más pequeño de mis actos está regulado por lo que considero que es mi religión.
La no violencia es la fuerza más grande que la humanidad tiene a su alcance. Es más poderosa que el arma más destructiva inventada por el hombre. La destrucción no corresponde en nada a la ley de los hombres. Vivir libre es estar dispuesto a morir, si es preciso, a manos del prójimo, pero nunca a darle la muerte. Sea cual fuere el motivo, todo homicidio y todo atentado contra la persona es un crimen contra la humanidad.
La verdad
El primer paso hacia la no violencia es resolver con firmeza que toda la falsedad y la violencia deben ser para nosotros un tabú, sea cual fuere el sacrificio que ello nos demande.
La verdad reside en el corazón de todo hombre. Allí es donde hay que buscarla para ser guiados por ella, tal como, al menos, se nos presente. Sin embargo, no tenemos derecho a obligar a los demás a obrar según nuestra propia manera de ver la verdad.
Es preciso distinguir entre el hombre y sus actos. Puede pensarse muy bien en una oposición y en un ataque a un sistema. Pero querer atacar directamente al autor de ese sistema equivale a querer emprender un ataque contra uno mismo. ¿Dios no nos ha hecho idénticos? ¿No somos todos hijos de un mismo y único Creador? Y en cuanto tales, ¿por qué nos vamos a atrever a afirmar que los poderes divinos que hay en nosotros son infinitos? Violentar a un solo ser humano es profanar esos poderes divinos y perjudicar no sólo a ese adversario sino, a través de él, a toda la humanidad.
Confrontación de las virtudes
Sé que el progreso de la no violencia es aparentemente un progreso muy lento. Pero la experiencia me ha enseñado que es el camino más acertado para una meta común.
En cualquier hombre, las virtudes de la misericordia, la no violencia, el amor y la verdad sólo pueden ser auténticamente puestas a prueba cuando se confrontan con la crueldad, la violencia, el odio y la falsedad.
La no violencia es un principio universal que debe triunfar inclusive en la adversidad. Su eficacia puede medirse precisamente cuando hay que enfrentarse con un ambiente hostil. Nuestra no violencia no conduciría a nada si su éxito tuviera que depender de la buena voluntad de las autoridades que nos gobiernan.
Es injusto todo orden económico que ignore o que desprecie los valores morales. El hecho de extender la ley de la no violencia al terreno de la economía significa nada menos que considerar los valores morales en la fijación de las reglas del comercio internacional
Amor por la humanidad
Adoptar el principio de la no violencia obliga a separarse de toda forma de explotación.
Mi vida constituye un todo indisoluble: un mismo vínculo es el que enlaza cada una de mis acciones. Todas ellas tienen su fuente en un amor inextinguible por la humanidad.
Sólo Dios conoce la mente de una persona; y el deber de un hombre de Dios es proceder tal como lo indica su voz interna. Proclamo que acciono de acuerdo con ella.
Quienes se sientan atraídos por la no violencia debieran, según sus dones y sus oportunidades, unirse al experimento.
Creo que la verdadera democracia sólo puede ser resultado de la no violencia. No se puede organizar ninguna federación mundial salvo si su estructura tiene como base la no violencia. En tal caso, habrá que renunciar a toda violencia en los asuntos internacionales.
El estado no violento
Un estado no violento deber tener una base amplia fundada en la voluntad de un pueblo inteligente, capaz de conocer su mente y actuar de acuerdo con ella.
La ahimsa (no violencia) es uno de los mayores principios del mundo que ninguna fuerza de la tierra puede erradicar. Millares como yo pueden morir reivindicando el ideal, pero la ahimsa jamás morirá. Y el evangelio de la ahimsa puede expandirse sólo a través de creyentes que mueren por la causa.
No tengo nada de visionario. No tengo ninguna pretensión de santidad. Soy un ser terrenal y con los pies en la tierra. Me siento inclinado a las mismas debilidades que ustedes. Pero he visto el mundo. He vivido con los ojos bien abiertos. He atravesado las pruebas más duras que pueden sacudir a un hombre. Y eso es lo que me ha formado.
La caridad
La ahimsa es imposible sin caridad; no sucede, salvo que se esté embebido de caridad. Sólo quien se siente uno con su oponente puede recibir sus golpes como si fueran flores. Inclusive ese hombre, si Dios lo favorece, puede realizar la obra de mil. Eso requiere energía del alma -coraje moral- de la especie más elevada.
No hay ninguna valentía mayor que la de negarse hasta el fin a doblar la rodilla ante un poder terrenal, sea cual fuere su grandeza, haciéndolo sin agresividad alguna, con la fe cierta en que es el espíritu -y sólo él- lo que vive.
Un reformador no tiene que navegar a favor de la corriente. Muy a menudo debe navegar en contra de ella, aunque eso le cueste la vida.
Ya atentaron varias veces contra mi vida. Hasta ahora Dios me ha librado y mis agresores se han arrepentido de haber obrado de esa manera.
Cómo concretar la libertad
Si alguno tuviera que matarme, creyendo que se libraba de un canalla, no habría matado al verdadero Gandhi sino a otro que él se imaginó por equivocación.
Si la libertad tiene que concretarse, debe ser obtenida mediante nuestra fortaleza interna, mediante nuestras filas compactas, mediante la unidad entre todos los sectores de la comunidad.
La vida es una aspiración a la perfección, a la realización de sí mismo. No hay que rebajar ese ideal, por culpa de nuestras debilidades o nuestras imperfecciones. Las mías las tengo muy presentes y me llenan de desconsuelo. Todos los días le suplico silenciosamente a la verdad que venga en mi ayuda para librarme de ellas.
La ahimsa no es el devoto que actúa con su propia fuerza. La fortaleza proviene de Dios... Nunca me he atribuido la menor potencialidad.
El `gandhismo" no existe
La no violencia es imposible sin la autopurificación.
No obedezco más que a la verdad. Ella sola es el objeto de mi entrega.
No existe el "gandhismo" ni quiero que se constituya una secta después de mí. No pretendo ni mucho menos haber sido el origen de una nueva doctrina. Lo único que he querido ha sido aplicar, a mi manera, unos principios de valor eterno para los problemas de nuestra vida cotidiana... Mis opiniones y conclusiones no son definitivas. Puede aportárseles cualquier modificación, de un día para otro. No tengo nada nuevo que enseñar al mundo. La verdad y la no violencia carecen de edad. He intentado simplemente poner en práctica, con unos cuantos procedimientos experimentales, esas virtudes, a una escala tan amplia como me ha sido posible.
La vida es una aspiración. Nos impulsa a buscar la perfección, con todas nuestras fuerzas. Nuestras debilidades y limitaciones no nos autorizan a rebajar ese ideal. El que liga su destino con la ahimsa, ley del amor, ayuda a vencer las fuerzas de la destrucción y a hacer progresar las fuerzas de la vida y del amor. Por el contrario, quien sólo sueña con la violencia, deja sueltas todas las energías maléficas que siembran la muerte y el odio.
Los hombres se encuentran ante una encrucijada: tienen que elegir entre la ley de la jungla y la ley de la humanidad.
No alimentar el odio
La no violencia alcanza toda su eficacia cuando extrae su fuerza del espíritu. La no violencia que no requiere más que la participación del cuerpo es propia de los débiles y de los cobardes. Y entonces resulta absolutamente inoperante. Si guardamos en nuestro interior el veneno del odio, asegurando que no queremos vengarnos, nuestro veneno se vuelve contra nosotros y nos conduce a la perdición. Si no tenemos un amor fuerte y generoso, por lo menos deberemos evitar que nuestro odio sea alimentado, para no soportar las terribles consecuencias de una falta de violencia meramente física.
La no violencia no puede ser predicada. Debe ser practicada.
Si aspiramos a ser no violentos, debemos desear que aquello que tenemos no supere lo que tienen los más desprotegidos del mundo.
No podría vivir un solo segundo, sin religión. Muchos hombres políticos, amigos míos, pierden su esperanza en mí porque dicen que hasta mi política está inspirada en la religión. Es cierto. Todas mis actividades políticas y de cualquier otro tipo se explican, efectivamente, por mi religión. Incluso me atrevería a decir que todos los actos de un hombre religioso tienen que inspirarse en su religión. Esta palabra, en verdad, pone el acento en el vínculo que nos religa a Dios. Pues bien, ¿no es él quien reina en nuestro más pequeño soplo?
Vivir en actitud religiosa
No concibo la religión como una de las tantas actividades del hombre. La propia actividad puede hacerse con un espíritu religioso o irreligioso. Mi concepción de la religión no tiene por qué hacerme abandonar la política. Para mí, el más pequeño de mis actos está regulado por lo que considero que es mi religión.
La no violencia es la fuerza más grande que la humanidad tiene a su alcance. Es más poderosa que el arma más destructiva inventada por el hombre. La destrucción no corresponde en nada a la ley de los hombres. Vivir libre es estar dispuesto a morir, si es preciso, a manos del prójimo, pero nunca a darle la muerte. Sea cual fuere el motivo, todo homicidio y todo atentado contra la persona es un crimen contra la humanidad.
La verdad
El primer paso hacia la no violencia es resolver con firmeza que toda la falsedad y la violencia deben ser para nosotros un tabú, sea cual fuere el sacrificio que ello nos demande.
La verdad reside en el corazón de todo hombre. Allí es donde hay que buscarla para ser guiados por ella, tal como, al menos, se nos presente. Sin embargo, no tenemos derecho a obligar a los demás a obrar según nuestra propia manera de ver la verdad.
Es preciso distinguir entre el hombre y sus actos. Puede pensarse muy bien en una oposición y en un ataque a un sistema. Pero querer atacar directamente al autor de ese sistema equivale a querer emprender un ataque contra uno mismo. ¿Dios no nos ha hecho idénticos? ¿No somos todos hijos de un mismo y único Creador? Y en cuanto tales, ¿por qué nos vamos a atrever a afirmar que los poderes divinos que hay en nosotros son infinitos? Violentar a un solo ser humano es profanar esos poderes divinos y perjudicar no sólo a ese adversario sino, a través de él, a toda la humanidad.
Confrontación de las virtudes
Sé que el progreso de la no violencia es aparentemente un progreso muy lento. Pero la experiencia me ha enseñado que es el camino más acertado para una meta común.
En cualquier hombre, las virtudes de la misericordia, la no violencia, el amor y la verdad sólo pueden ser auténticamente puestas a prueba cuando se confrontan con la crueldad, la violencia, el odio y la falsedad.
La no violencia es un principio universal que debe triunfar inclusive en la adversidad. Su eficacia puede medirse precisamente cuando hay que enfrentarse con un ambiente hostil. Nuestra no violencia no conduciría a nada si su éxito tuviera que depender de la buena voluntad de las autoridades que nos gobiernan.
Es injusto todo orden económico que ignore o que desprecie los valores morales. El hecho de extender la ley de la no violencia al terreno de la economía significa nada menos que considerar los valores morales en la fijación de las reglas del comercio internacional
Amor por la humanidad
Adoptar el principio de la no violencia obliga a separarse de toda forma de explotación.
Mi vida constituye un todo indisoluble: un mismo vínculo es el que enlaza cada una de mis acciones. Todas ellas tienen su fuente en un amor inextinguible por la humanidad.
Sólo Dios conoce la mente de una persona; y el deber de un hombre de Dios es proceder tal como lo indica su voz interna. Proclamo que acciono de acuerdo con ella.
Quienes se sientan atraídos por la no violencia debieran, según sus dones y sus oportunidades, unirse al experimento.
Creo que la verdadera democracia sólo puede ser resultado de la no violencia. No se puede organizar ninguna federación mundial salvo si su estructura tiene como base la no violencia. En tal caso, habrá que renunciar a toda violencia en los asuntos internacionales.
El estado no violento
Un estado no violento deber tener una base amplia fundada en la voluntad de un pueblo inteligente, capaz de conocer su mente y actuar de acuerdo con ella.
La ahimsa (no violencia) es uno de los mayores principios del mundo que ninguna fuerza de la tierra puede erradicar. Millares como yo pueden morir reivindicando el ideal, pero la ahimsa jamás morirá. Y el evangelio de la ahimsa puede expandirse sólo a través de creyentes que mueren por la causa.
No tengo nada de visionario. No tengo ninguna pretensión de santidad. Soy un ser terrenal y con los pies en la tierra. Me siento inclinado a las mismas debilidades que ustedes. Pero he visto el mundo. He vivido con los ojos bien abiertos. He atravesado las pruebas más duras que pueden sacudir a un hombre. Y eso es lo que me ha formado.
La caridad
La ahimsa es imposible sin caridad; no sucede, salvo que se esté embebido de caridad. Sólo quien se siente uno con su oponente puede recibir sus golpes como si fueran flores. Inclusive ese hombre, si Dios lo favorece, puede realizar la obra de mil. Eso requiere energía del alma -coraje moral- de la especie más elevada.
No hay ninguna valentía mayor que la de negarse hasta el fin a doblar la rodilla ante un poder terrenal, sea cual fuere su grandeza, haciéndolo sin agresividad alguna, con la fe cierta en que es el espíritu -y sólo él- lo que vive.
Un reformador no tiene que navegar a favor de la corriente. Muy a menudo debe navegar en contra de ella, aunque eso le cueste la vida.
Ya atentaron varias veces contra mi vida. Hasta ahora Dios me ha librado y mis agresores se han arrepentido de haber obrado de esa manera.
Cómo concretar la libertad
Si alguno tuviera que matarme, creyendo que se libraba de un canalla, no habría matado al verdadero Gandhi sino a otro que él se imaginó por equivocación.
Si la libertad tiene que concretarse, debe ser obtenida mediante nuestra fortaleza interna, mediante nuestras filas compactas, mediante la unidad entre todos los sectores de la comunidad.
La vida es una aspiración a la perfección, a la realización de sí mismo. No hay que rebajar ese ideal, por culpa de nuestras debilidades o nuestras imperfecciones. Las mías las tengo muy presentes y me llenan de desconsuelo. Todos los días le suplico silenciosamente a la verdad que venga en mi ayuda para librarme de ellas.
La ahimsa no es el devoto que actúa con su propia fuerza. La fortaleza proviene de Dios... Nunca me he atribuido la menor potencialidad.
El `gandhismo" no existe
La no violencia es imposible sin la autopurificación.
No obedezco más que a la verdad. Ella sola es el objeto de mi entrega.
No existe el "gandhismo" ni quiero que se constituya una secta después de mí. No pretendo ni mucho menos haber sido el origen de una nueva doctrina. Lo único que he querido ha sido aplicar, a mi manera, unos principios de valor eterno para los problemas de nuestra vida cotidiana... Mis opiniones y conclusiones no son definitivas. Puede aportárseles cualquier modificación, de un día para otro. No tengo nada nuevo que enseñar al mundo. La verdad y la no violencia carecen de edad. He intentado simplemente poner en práctica, con unos cuantos procedimientos experimentales, esas virtudes, a una escala tan amplia como me ha sido posible.
La vida es una aspiración. Nos impulsa a buscar la perfección, con todas nuestras fuerzas. Nuestras debilidades y limitaciones no nos autorizan a rebajar ese ideal. El que liga su destino con la ahimsa, ley del amor, ayuda a vencer las fuerzas de la destrucción y a hacer progresar las fuerzas de la vida y del amor. Por el contrario, quien sólo sueña con la violencia, deja sueltas todas las energías maléficas que siembran la muerte y el odio.