4°. Hacer
la lista de nuestros éxitos y agradecerle a Dios
Og
mandino, en su bellísimo libro "El vendedor más grande del mundo",
coloca como un medio admirable de vivir feliz el hacer la lista de los éxitos
que Dios nos ha permitido conseguir y darle gracias frecuentemente por ellos. Y
esto es de una eficacia casi milagrosa, para adquirir una agradable autoimagen.
No es
conveniente ni mucho ni poco el permitida la mente que ande recordando nuestros
fracasos ni en los momentos tristes de la vida. Esto sería tan infeccioso para
el alma como lo Sería para el cuerpo el revolcarnos en un hoyo lleno de
podredumbre, y lleva irremediablemente a la auto conmiseración, al auto rechazo
y a la depresión. En cambio, el pensar frecuentemente en los triunfos de la
bondad divina que nos ha permitido conseguir, va llevando automáticamente a una
buena autoimagen, y trae muchas alegrías y aleja la depresión.
Lo que se
obtuvo con hacer una lista
Cuando
era joven profesional fui enviado a las selvas de opon a dirigir una obra
social. Tenía la responsabilidad de 300 internos y además tenía que atender a
8000 personas diseminadas por entre todos aquellos espesos Montes. El poblado
más cercano estaba a 4 horas de camino por entre barrizales impasables, y había
que atravesar ríos tormentosos en simples Balsas amarradas con bejucos. La
Alimentación en tierras calientes es espantablemente monótona: por la mañana
arroz y plátano, a mediodía plátano y arroz y por la tarde, para variar: arroz
y plátano. El clima horrendamente húmedo (llovía 300 noches cada año). El agua
infectada hasta el infinito de amebas. Sin radio (ni en ese tiempo había TV) y
no llegaba el periódico sino un día por semana. Los viajes en mula para atender
a la gente eran miedosos (varios de mis antecesores habían tenido caídas
mortales por esos precipicios). La guerrilla hacía matanzas que no se pueden ni
narrar. Y yo tan recién graduado... Y empecé a perder por completo el apetito. Veía
los alimentos e Inmediatamente me quedaba sin apetito. Únicamente deseaba comer
algunas frutas como manzanas y duraznos, pero en esas lejanas selvas no había
nada de eso. Y me fui enflaqueciendo de tal manera que la gente decía que estaba
tan flaco que una gallina me podía comer sin sacudirme, y estaba
tan débil que me derribaban con un estornudo.
Y no se
lograba adivinar cuál era mi enfermedad: ni parásitos, ni hígado, ni anemia...
Los Remedios para esos males no me hacía ningún efecto.
La
solución: Después
de varios meses de sufrimiento y agotamiento, fui invitado a la capital de toda
aquella región a dictar una conferencia. Y allá en esa ciudad después de haber
pedido mucho a nuestro señor por intercesión de la Virgen María, que me
solucionar aquel grave problema de salud, leí en el libro del eclesiástico, de
la Biblia, esta bella frase: "tienes que Rezar a Dios por tu médico, para
que el señor le ilumine lo que debe aconsejar". Me dediqué entonces a
pedirle al espíritu santo que me dijera a un médico Cuál era la causa de mis
males. Y me fui en busca de un facultativo. Me habían recomendado un doctor de
Gran fama. Al llegar a su despacho encontré una gran multitud de pacientes
aguardando turno para su consulta. Y ahí en la pared de la sala vi escrita con
grandes letras aquella frase bíblica: "lo primero que hay que hacer para
obtener la verdadera sabiduría es tener temor de ofender a Dios". Ya con
esto me animé más a confiar en que por allí había alguien que me iba a solucionar
mi penosa situación.
Cuando me
presenté a dónde el médico (después de haber rezado mucho para que Dios me
concediera la solución a mis males por medio de ese hombre), el doctor ni
siquiera me tomo el pulso ni me puso ningún aparato sobre el corazón para medir
mis pulsaciones. Solamente me pregunto Qué era lo que sentía y enseguida sin
más ni más me dijo: "la causa de todo esto es que hay en su vida algo
que usted no acepta. Y la naturaleza está demostrando su disgusto por medio de
la falta de apetito. Por favor dígame: ¿Qué es lo que actualmente no acepta
usted de lo que está sucediendo en su vida? Yo le dije que no aceptaba tener
que estar viviendo allá en esa selva, con esos climas y esas incomodidades y
tanta falta de todo, Y tan sólo para con tanta gente a mis cuidados.
Entonces
el buen doctor me dio un remedio maravilloso: "cada día escribe en un
papel 10 cosas buenas que le están sucediendo a usted y por las cuales le
quiere dar gracias a Dios. Y esto por 10 días".
Qué
remedio me pareció demasiado sencillo, pero me propuse cumplirlo. Y el primer
día escribir: "doy gracias a Dios: 1° porque veo. 2° porque tengo buen
oído. 3°porque duermo bien. 4°porque la gente me quiere. 5°porque tengo buenas
capacidades para estudiar. 6°porque tengo un techo para vivir. 7° porque tengo
un empleo Para ganarme la vida. 8°porque tengo una familia buena, que, aunque
está lejana ahora, sin embargo, me quiere mucho. 9° porque pertenezco A la
mejor religión del mundo. 10° porque hay un cielo donde Nuestro Señor me tiene
un premio por todo lo que sufro".
El
segundo día escribí: "doy gracias a Dios: 1° porque no estoy paralizado,
sino que ando y trabajo expeditamente. 2°porque no soy leproso ni llaguiento,
sino que Mi piel es completamente normal. 3° porque no soy tísico ni canceroso,
y respiro muy saludablemente. 4°porque no soy borracho ni mujeriego, ni me
gustan los juegos de azar. 5°porque ni yo, ninguno de mis familiares hemos
tenido que ir jamás a una cárcel. 6° porque no tengo deudas que no puedo pagar.
7° porque no tengo enemigos que me odian o me busquen para hacerme mal. 8°
porque no tengo la desgracia de ser incrédulo o de ser indiferente para con
Dios, sino que lo amo y creo y espero en él. 9° porque me siento mal por el
Dios omnipotente y sé que en sus santos y sus ángeles me ayudan y ruegan por
mí. 10° porque Dios no me ha castigado como merecen mis pecados, sino que me ha
perdonado siempre y me perdonará todas las veces que le pido perdón".
¿Y el
tercer día?... Bueno ya El lector podrá imaginar las otras 10 cosas que escribí
dando gracias al Señor.
Lo cierto
es que al quinto día ya había recuperado por completo Mi apetito y hasta le
dije a la viejita que me cocinaba los alimentos: "¡estoy tan de buen
apetito que soy capaz de digerir 3 libras de puntillas!”
¿Que me
había pasado? Pues que antes, cuando no pensaba sino Y lo triste de la vida, yo
le mandaba continuos mensajes negativos al cerebro y éste los transmitía a la
glándula pituitaria (que está en el centro de la cabeza) y ella hacía vibrar
los nervios de mi estómago, los cuales producían ácidos que paralizaba en mi
digestión y me quitaban todo apetito y excitaban mis amebas. Pero ahora cuando
Me dediqué a pensar en lo bueno que tiene mi vida (Qué es 100 veces más
numeroso que lo malo que me sucede) Entonces al cerebro le pasó estas buenas
noticias a la pituitaria y ella las comunicó a los nervios de mi estómago y
estoy soltando un todo el elemento digestivo necesario y apareció de nuevo me fugitiva
digestión. Y las hormonas saludables se regaron por todo mi cuerpo y hasta las
feroces amebas Se volvieron más calmadas y menos agresivas.
Y bendigo
la bondad de Dios que me hizo pasar por esta situación tan dolorosa, porque
desde entonces aprendí a comprender a las gentes que tienen la horrible
costumbre de andar pensando y recordando lo malo y desagradable que le sucede
en la vida y no lo bueno y agradable. Y puedo decir con gratitud eterna al
creador, que desde entonces, por docenas de años, he logrado que numerosas
personas que llevaban una vida triste y desanimada, se hayan dedicado a hacer
la lista de los favores que el señor les ha concedido y hayan recuperado la
salud de su cuerpo, la paz, la alegría de su espíritu.