Resulta Perjudicial Para Los Involucrados Que Una Persona Que No Sabe Lo Que Busca, Oriente Sus Esfuerzos A Desordenar La Vida De Alguien Más
Cuando nos relacionamos con alguien, no necesitamos tener un plan estructurado de lo que deseamos obtener, ni contar con una serie de estrategias, matrices, fórmulas o seguimientos.
Es sano improvisar, dejarnos sumergir en un océano de oportunidades, mientras descubrimos al otro y a nosotros mismos, en cada paso que damos en la relación.
Sin embargo, no saber en lo absoluto qué estamos buscando, pero sentir que debemos hallarlo, es como llegar a una casa que no nos pertenece, revisando cajones, abriendo puertas e irrumpiendo en cada espacio sin permiso. Mientras, probablemente estemos pasándole por encima a aquello que la otra persona tiene para ofrecernos, eso que no somos capaces de ver y mucho menos apreciar.
El Cuidado Y La Delicadeza Deberán Predominar
Debemos ser delicados con quien nos abre las puertas de su vida. Todos y cada uno de nosotros tenemos espacios especiales, poseemos tesoros en nuestro interior que no mostramos a cualquiera, solo a personas que sentimos que lo merecen. Entrar desordenando, rompiendo, ridiculizando los espacios privados y sagrados del otro, no es más que un acto vil, que debería traer como consecuencia que nos muestren el camino de salida y nos prohíban cualquier nuevo acceso.
Puede que no tengamos muy definido hacia dónde vamos con alguien, pero es conveniente aclarar dentro de nosotros qué queremos, trazarnos un bosquejo básico de lo que nos gustaría encontrar, y así, entre dos, verificar si hay coincidencia en lo que cada quien tiene para dar y espera recibir.
No debemos llenarnos de expectativas en nuestras relaciones, pero si vamos a ir sin mapas, procuremos hacerlo de manera cautelosa; descubriendo al otro de una manera sutil, poco invasiva, invitándole a que sea él quien nos facilite el recorrido por su vida y nos dé acceso progresivo a lo que le parezca importante y quiera compartir con nosotros.
Hay personas que resultan devastadoras, que dejan la vida del otro en ruinas, como si de un tsunami o un tornado se tratase.
Pasan sin pedir permiso, autoritariamente, atropellando, desmeritando, desordenando y hasta destruyendo todo a su paso, sin detenerse un momento a pensar que se trata de la vida y de la intimidad de alguien, lo cual ya debería implicar al menos respeto.
Agradecer Y Honrar Las Vidas Que Tocamos
Agradezcamos y honremos cada invitación a entrar en la vida de alguien. Esperemos de manera cortés que abran voluntariamente las puertas que estén cerradas, y delicadamente vayamos descubriendo lo que encierra ese universo. Conozcamos poco a poco a esa persona que nos está dando la oportunidad de crecer a través de ella.
Una forma de decirle a los demás cómo nos gustaría que entren en nuestra vida, es mostrarles cómo vamos recorriendo la vida de ellos. Actuemos con los demás como queremos que actúen con nosotros.
Ciertamente, entrar en la vida de alguien no es garantía de que estaremos allí mucho tiempo. Pero, en cualquier caso, incluso en aquellos en los que queremos salir corriendo de allí, debemos aprender a hacerlo sin dejar huellas indeseables en un espacio que no nos pertenece.
Imaginemos que los espacios de cada persona son como un jardín florido, el cual debemos atravesar cuidando de no pisar ninguna flor. Así pues, cada flor representa un sueño, un valor, algo de su historia, sus afectos, sus miedos, etc., y a veces no debemos más que contemplar, como quien recorre el mundo a través de sus ojos.
Puede que demos pasos de manera involuntaria e inconsciente, pero prestar la mayor atención y actuar de forma cuidadosa, nos facilitará encontrar los más grandes tesoros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario