¿PORQUE
LA MAYORÍA DE LA GENTE TIENDE A RECHAZARSE?
1°. Por
no saber darle tiempo al tiempo. El niño que va a ayudar a su padre a arreglar el
automóvil, y después de tratar inútilmente de componer aquel daño, ve que su
papá, Qué es un práctico mecánico, arregla en 10 minutos lo que el pequeño no
fue capaz de mejorar en una hora. Entonces podría sentir frustración si no
tiene la paciencia de esperar a que, con el tiempo, él también poseerá esa
misma habilidad de su padre, pero después de haberse ejercitado mucho y por
muchos días. Lo mismo podríamos decir de la jovencita que después de una hora
en la cocina solamente logra ser un amasijo indigesto y en cambio viene la mamá
y en 10 minutos fabrica una torta sabrosísima. ¿Qué hacer? ¿Frustrarse? No.
Aguardar, que con el tiempo y la práctica también ella lo logrará.
Lo mismo
podríamos decir del músico principiante que tiende a desanimarse al comparar su
inhabilidad con la asombrosa facilidad del maestro de música. O del profesor
novato que tiende a desanimarse al constatar que en su clase hay desorden y no
logra hacerse entender muy bien, mientras el experimentado profesor da la clase
siguiente obtiene una disciplina perfecta y se hace entender a las 1000
maravillas del alumnado. Todo puede ser cuestión de tiempo, de práctica y de
ejercicio y de ir adquiriendo experiencia. Sería una idiotez que uno que está
aprendiendo a manejar un auto se desanimaba porque no logró ser los cambios
podar las curvas con la maestría y habilidad con la que lo hace su
experimentado profesor de conducción. Hay que darle tiempo al tiempo y no vivir
auto rechazando nos como si fuéramos unos faltos de cualidades. Es que muchas
veces lo que la gente llama talento no es más que el fruto y resultado de una
constante repetición, hasta adquirir la habilidad. Pero hay que saber esperar
sin desanimarse.
El orador
que empezó fracasando
Se
llamaba demóstenes. Sus primeros discursos fueron un completo fracaso. La
pronunciación era muy defectuosa. El tono de su voz sumamente desagradable. No
ponía a sus discursos el grado de emoción que ellos necesitaban para ser
atendidos debidamente. Y, ¿Qué hizo el joven demóstenes? ¿Auto rechazarse? ¿Auto
compadecerse? No. De ninguna manera. Lo que hizo fue ejercitarse. Empezó a
subir Lomas muy pendientes recitando poesías o cantando canciones muy sonoras,
Para ir adquiriendo fuerza en sus pulmones. Se colocaba piedrecitas debajo de
la lengua y recitaba poemas enteros así, para darle soltura a su pronunciación.
Cántame largos ratos en falsete Para irle dando agradabilidad a su voz.
Pronunciaba muchas palabras con estas sílabas:
"bra-bre-bri-bro-bru"... Para reforzar su pronunciación, he repetido
muchas veces ciertas consonantes, por ejemplo: mil, ningún, mundo... Para que
su modo de hablar se fuera volviendo agradable al oído de los que lo iban a
escuchar. Donde quiera que hablaba un orador famoso, allá estaba demóstenes
escuchándolo para aprender cómo se habla con éxito en público. Y cuando la
gente discutía llena de ira y de emoción se fijaba bien en cuanto defecto y
emoción defienden los seres humanos lo que no quieren perder de ninguna manera.
Y así, con meses y años de práctica y estudio, demóstenes llegó a ser
el más grande orador de la antigüedad hasta tal punto que según cuentan,
cuando emplean a plaza el gritaba: "conciudadanos, la patria está en
peligro!" El pueblo levantar el pie derecho y exclamaba: "al frente
mar!" Y salían a batallar como leones enfurecidos.
¿Cuál fue
el secreto de demóstenes? Qué en vez de auto rechazarse y de auto compadecerse, se dedicó a
capacitarse y supo darle tiempo al tiempo y aguardar a que, con la práctica y
el ejercicio, las cualidades propias le llevarán al éxito.
2°. Nos
auto rechazamos porque le tenemos demasiado miedo al ridículo. Llámanos ridículo a todo aquello
que por su rareza provoca risa o atraerlos burlas de los demás. Y es curioso
que la gente, aunque sea tan valiente y sepa enfrentarse ante un escuadrón
enemigo, le tiene pavor inmenso al ridículo. Y es que nos tomamos demasiado en
serio y los que se toman demasiado en serio se vuelven súper sensibles a la
burla de los otros y enfermizamente temerosos de caer en ridículo.
Pero es
que nosotros no valemos por lo que los demás piensan de nosotros sino por lo
que somos.
3°.
Porque le damos más importancia a nuestros defectos que a nuestras
cualidades. Los que
se auto rechazan lo hacen porque los domina una obsesión: la de vivir pensando
y recordando sus defectos y sus fracasos. Es un modo de pensar apabullante y
paralizador y la mayor parte de las veces totalmente inútil. Es como si un
cuervo en vez de apreciarlo poderosas que son sus alas para volar por las
alturas, se pusiera a entristecerse por el feo color que tienen sus plumas, o
como si una paloma en vez de apreciar su mansedumbre y su sencillez y su
pureza, se dedicará a auto rechazarse porque no canta tan lindo como un
ruiseñor. O como si un triunfador, en vez de recordar sus éxitos maravillosos,
viviera recordando sólo sus derrotas.
4°. Por
el trato con personas demasiado criticonas, exigentes e insatisfechas. Si hay algo que lo lleve a uno a
sentirse auto rechazado constantemente, es el tratar con gente es a las cuales
nada le satisface de lo que hacemos o decimos. Con esos eternos criticones que
hasta cuándo llega el cielo Todavía están de suspirando por no haber podido ir
de turismo al infierno. Por esos "tíos quejitas" que quisieran que
nosotros fuéramos semidioses sin imperfecciones. Estas personas las hay, y la
mayor cantidad de la que fuera de desear, pero el remedio para tratar las puede
estar en esta fórmula que le dio Jaime Balmes a uno que le pedía consejo para
no desanimarse ante las críticas y murmuraciones: "lo importante no es que
llueva. Lo importante es que no se lee entré a usted el agua por el cuello. Use
el paraguas de La indiferencia. ¿Qué importa lo que digan ellos? Usted no es
menos porque lo critiquen, ni más porque lo alaben. Usted es lo que es ante
Dios y nada más y nada menos. No nacimos para buscar agradar a la gente sino para
tratar de tener contento a Dios. Y Él sí sabe contentarse con lo que podemos
hacer y ser, aunque sea poco y sin relumbrón".