lunes, 7 de mayo de 2018

Los Ideales (Parte IV) - Osho

ALEJANDRO MAGNO CONOCIÓ A DIÓGENES, un mendigo que solo poseía una lámpara y la mantenía encendida día y noche. Desde luego, actuaba de una forma extraña, y Alejandro le preguntó:
—¿Por qué tienes la lámpara encendida durante el día?
Diógenes alzó la lámpara, miró a Alejandro a la cara y le dijo:
—Busco al hombre auténtico de día y de noche, pero no lo encuentro.
Alejandro se quedó asombrado al ver que un simple mendigo le decía semejante cosa a él, el conquistador del mundo, pero también comprendió la belleza de la desnudez de Diógenes. Sus ojos eran tan silenciosos, sus palabras poseían tal autoridad, su presencia era tan impresionante y a la vez tranquila que aunque Alejandro se sintió insultado no pudo reaccionar. La presencia de aquel hombre era tan imponente que el propio Alejandro parecía un mendigo a su lado. En su diario escribió lo siguiente:
«He notado por primera vez en mi vida que la riqueza no tiene nada que ver con el dinero. He conocido a un hombre rico».

LA RIQUEZA ES LO QUE HAY EN TI DE AUTÉNTICO, de sincero, de verdadero, tu amor, tu creatividad, tu sensibilidad, tu capacidad para meditar: ahí está tu auténtica riqueza.
La sociedad te ha abocado a lo mundano, y te has olvidado por completo de que te han abocado a eso.
Recuerdo una historia que me contaron, una historia real: Un día, en la India, un hombre iba en una moto, y como hacía mucho frío se puso la chaqueta al revés, con la parte de detrás por delante, porque tenía mucho frío y el viento le daba de cara. Un sardar* —Los sardares son muy simples— también venía en su moto por el otro extremo de la carretera, y no daba crédito a sus ojos. Pensó: «Ese hombre tiene la cabeza al revés».
Se asustó tanto que al aproximarse chocó contra el pobre hombre, que cayó al suelo, casi inconsciente. El sardar lo miró detenidamente y dijo: «Dios mío, ¿qué le ha pasado? La ciudad está lejos, el hospital está lejos, pero hay que hacer algo».
Los sardares son las personas más fuertes de la India, y aquel pobre hombre estaba inconsciente. Así que le torció la cabeza para colocarla bien, según como llevaba la chaqueta. En ese mismo momento llegó un coche celular y los policías preguntaron:
—¿Qué ocurre? El sardar contestó:
—Han llegado justo a tiempo. Miren a este hombre: se ha caído de la moto.
Los policías preguntaron. —¿Está muerto? El sardar respondió:
—Estaba vivo cuando tenía la cabeza al revés. Cuando se la puse en su sitio dejó de respirar. Los policías dijeron:
—Solo se ha fijado en la cabeza. ¡No se ha dado cuenta de que lo que está al revés es la chaqueta, no la cabeza! El sardar replicó:
—Somos personas pobres y sencillas. Nunca había visto a nadie con una chaqueta con los botones a la espalda. Pensé que había tenido un accidente. Aunque estaba inconsciente, respiraba. Le torcí la cabeza. Me costó mucho trabajo, pero cuando quiero hacer algo, lo hago. Lo hice, y le enderecé la cabeza hasta que se adaptó perfectamente a la chaqueta. Entonces dejó de respirar. ¡Qué tipo tan raro!

* Sardar: título respetuoso para un sij.

MUCHAS PERSONAS TE HAN TORCIDO LA CABEZA, la mente, de muchas formas, según sus ideas de cómo deberías ser. No tenían mala intención. Tus padres te querían, tus profesores te querían, la sociedad quiere que seas alguien. Tenían buenas intenciones, pero escaso entendimiento. Olvidaron que no se puede convertir un macizo de caléndulas en un rosal, ni viceversa.
Lo único que puedes hacer es contribuir a que las rosas sean más grandes, a que tengan más color y más fragancia. Puedes aportar todos los productos químicos necesarios para transformar el color y el perfume —el abono, la tierra adecuada, el riego conveniente en los momentos oportunos—, pero no conseguirás que el rosal de lotos. Y si empiezas a decirle al rosal que tiene que dar flores de loto —y desde luego, las flores de loto son preciosas y muy grandes—, lo estarás condicionando de mala manera, algo que solo contribuirá a que el rosal jamás de lotos. Además, su energía se canalizará mal, de modo que ni siquiera dará rosas, porque ¿de dónde sacará la energía para producirlas? Y entonces no habrá ni lotos ni rosas, y naturalmente, el pobre arbusto se sentirá vacío, frustrado, yermo, indigno.

Y eso mismo les ocurre a los seres humanos. Con las mejores intenciones del mundo, todos quieren cambiar tu mente. En una sociedad mejor, con personas más comprensivas, nadie te cambiará. Todos te ayudarán a que seas tú mismo, y ser uno mismo es la mayor riqueza que se puede obtener en este mundo. Ser uno mismo proporciona todo lo necesario para sentirse satisfecho, para que la vida tenga significado, para que sea importante. Por el simple hecho de ser tú mismo y de crecer de acuerdo con tu naturaleza se cumplirá tu destino.
Y es que el impulso no es nada malo por sí mismo, sino cuando se desvían los objetivos. Y has de tener cuidado para que no te manipule nadie, por buenas que sean sus intenciones. Tienes que mantenerte al margen de esas personas con buenas intenciones, de las buenas personas que no paran de aconsejarte que hagas esto o lo otro. Préstales atención y dales las gracias, porque no quieren hacerte ningún daño, pero al final lo que ocurre es que sí te hacen daño.

Solo debes hacerle caso a tu corazón: ese es tu único maestro. En el viaje real de la vida, tu intuición es tu único maestro.
¿Te has fijado en la palabra «intuitivo»? Es como «tuitivo», solo que lo tuitivo es lo que ampara o defiende desde fuera, mientras que lo intuitivo viene de tu propia naturaleza, de dentro. Tu guía está dentro de ti, y con un poco de valor nunca te sentirás indigno. Quizá no llegues a ser presidente de un país, ni primer ministro, ni a ser Henry Ford, pero ni falta que hace. Quizá llegues a ser un cantante fantástico, o un pintor fantástico. Y al fin y al cabo, no importa lo que hagas... A lo mejor llegas a ser un gran zapatero.

ABRAHAM LINCOLN LLEGÓ A PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS... Su padre era
zapatero, y en el Senado sentían cierta vergüenza de que el hijo de un zapatero fuera el responsable de los más ricos, de los de clase alta, que se creen superiores porque tienen más dinero, porque vienen de familias de abolengo. Todos los miembros del Senado estaban un poco avergonzados, irritados y enfadados; a nadie le hacía ninguna gracia que Lincoln fuera el presidente.
Un hombre muy arrogante, un burgués, se levantó y dijo lo siguiente antes de que Lincoln pronunciara su primer discurso ante el Senado:
—Señor Lincoln, antes de que comience quisiera recordarle que es usted hijo de un zapatero.
El Senado en pleno se echó a reír. Querían humillar a Lincoln. No podían derrotarlo, pero sí humillarlo. Claro está, no resulta fácil humillar a un hombre como Lincoln.
Lincoln replicó:
—Le agradezco infinitamente que me haya recordado a mi padre, que ha muerto.
Jamás olvidaré que me lo haya recordado, porque nunca seré tan buen presidente como buen zapatero era mi padre. —Se hizo un silencio sepulcral ante la actitud de Lincoln. Y añadió—: por lo que sé, mi padre hizo zapatos para su familia. Si le molestan o tienen algún problema, y aunque yo no soy gran cosa como zapatero, aprendí el oficio con mi padre desde la infancia, puedo solucionarlo. Y lo mismo les digo a todos los miembros del Senado. Si mi padre hizo los zapatos y necesitan algún arreglo, alguna mejora, siempre estaré a su disposición. Pero tienen que tener en cuenta una cosa: que no soy tan bueno como él. Él era un artista. Y se le cayeron las lágrimas al pensar en su padre.

DA IGUAL: ser presidente de tercera clase o zapatero de primera clase. Lo satisfactorio es disfrutar de lo que haces, poner todas tus energías en ello, no desear ser ninguna otra persona, sino desear ser lo que eres, y coincidir con naturaleza en que el papel que se te ha asignado en esta obra es e! papel adecuado, y que no estás dispuesto a cambiarlo ni con un presidente o un emperador. Ese es el auténtico poder, la auténtica riqueza.
Si todos llegamos a ser nosotros mismos, veremos la tierra entera llena de personas con poder, con fuerza, inteligencia, comprensión y satisfacción sin límites, con el gozo de haber llegado a casa

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