lunes, 22 de julio de 2019

12 Pasos Para Dejar Atrás El Alcohol (Parte 8)

Recogiendo los pedazos
Octavo Paso Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y nos dispusimos a enmendar el daño que les causamos.

Muchas enfermedades crónicas afectan no sólo a su víctima sino también a quienes le rodean.
Desde este punto de vista, el alcoholismo se lleva la palma sin discusión. Esta enfermedad ocasiona daños directos e indirectos a las personas que viven con el alcohólico o que con él se relacionan. El daño siempre puede ser tanto físico como psicológico. El daño indirecto surge de la malinterpretación de los síntomas que hacen aquellos que rodean al alcohólico.

Veamos este ejemplo: Un alcohólico, todavía no diagnosticado, sale de copas con sus amigos al acabar su trabajo. Se propone pasar una hora en el bar y luego ir a casa a celebrar con su familia el cumpleaños de su hijo.
Sin embargo, después de algunos tragos, su casa se hace cada vez menos importante hasta que se olvida totalmente de lo que pretendía hacer. Sigue bebiendo hasta casi las diez de la noche y luego se va a casa haciendo eses.
Su mujer, enfurecida, le riñe a voz en grito apenas él asoma por la puerta. Sabe que ha hecho algo malo pero su cabeza confusa no le permite saber de qué se trata. Como no tiene algo mejor que hacer, comienza a reprender a su hijo por no guardar sus juguetes. El niño, ya enfadado con su padre por haberle estropeado la fiesta de cumpleaños, le contesta mal. Su padre le da un cachete y el niño se va llorando a la cama. Esa noche su mujer cierra con llave el dormitorio, y el alcohólico, con la ayuda de algunos tragos más de coñac, duerme en el sofá.
Al otro día su hijo y su mujer se muestran ofendidos con él. Puede advertir el enfado pero no sabe si tiene algo que ver con él ya que en realidad no consigue recordar lo que ha pasado la noche anterior.
En este ejemplo hay diversos niveles de dolor infligido a la familia.
Ante todo hay un dolor físico, directo: un niño ha sido maltratado.
Bien podría haber sido la esposa.
Luego hay un dolor emocional directo: la confianza de la esposa en la palabra del marido ha sido socavada por la promesa rota; sus sentimientos y los de su hijo, heridos por la negligencia de su marido y el niño escogido como víctima de la cólera de su padre trastornado.
Además hay un sensible dolor indirecto. Perpleja por la conducta de su marido, la esposa se pregunta: “¿Qué le pasa últimamente a este hombre?”. Si es la mujer típica llegará a la conclusión de que su marido o bien es irresponsable por naturaleza, o bien que la familia no le importa, o que quiso castigarla por alguna ofensa que ella no conoce, o que el niño no le gusta, o bien que no la quiere.
El hijo del alcohólico, por su parte, acaba pensando que “lo que le pasa a papá” es que o está profundamente disgustado con él, o es un canalla despreciable, o quizá nunca lo quiso.
Sobre todo la familia estará perpleja por la actitud que adopta el alcohólico después de tal representación. “Actúa como si nada hubiera pasado, se dicen. Tal vez todo fue un error, o tuvo un día fatal en la oficina”. En realidad deberían hacer algo para contentarlo, luego se sentirían doblemente frustrados cuando, a pesar de sus esfuerzos, sucede otro episodio similar.
Acabarán por obsesionarse no sólo por su comportamiento extraño, sus arranques de cólera y sus rachas de melancolía sino también por su carácter absolutamente incontrolable.
La preocupación de la familia será “¿Qué pasará esta noche cuando papá llegue a casa?.”
Todo ello representa una malinterpretación de los hechos comprensible, inevitable y completamente destructiva.
Transcurrido un tiempo, el alcohólico llega a darse cuenta de la creciente desconfianza de su familia, de la reacción negativa que en ella provoca. Para justificarse apela a sus mecanismos de defensa.
Adereza tales episodios a su gusto contándose una versión de los hechos menos acusadora. Culpa a otras personas, incluso a las que hace daño. Niega que los hechos hayan ocurrido, convenciéndose de la locura de los demás, y se aparta de la gente y se aísla. Estalla ante la crítica más leve o rehusa tratar el problema. Sobre todo trata de olvidarse de todo con más alcohol.
Entonces ya tenemos establecido un círculo vicioso. Cada síntoma de pérdida de control se complica con una reacción de los otros, seguida de una reacción opuesta del alcohólico. Sucesivas capas de errores y malentendidos se van acumulando. Finalmente, cuando la seriedad de estos síntomas asoma en la conciencia del alcohólico, por ejemplo, cuando le ponen una multa por conducir bebido, o cuando recibe una advertencia de su jefe por faltar los lunes, en vez de sentirse estimulado a resolver el problema, se siente inducido a beber más.
Esto es añadir leña al fuego ya que se tratan las consecuencias de la bebida con las causas.
Al cabo de algunos años, el alcohólico se de cuenta o no, se sentirá invadido por la culpa. Y esta culpa también puede haberse transformado en parte del problema como la enfermedad misma, ya que seguirá bebiendo para ahogar su remordimiento.
He aquí la importancia del Octavo Paso. No es ni más ni menos que un remedio específico para la culpa resultante de sus actos mientras está bebido, y también es una alternativa a la depresión y al reiterado acto de beber.
Esta alternativa consiste en hacer enmiendas. Su propósito es el de curar antiguas heridas y permitir al alcohólico olvidar las faltas del pasado y atender plenamente las necesidades del presente.
Tal como hemos visto, todo cambio supone no una sino dos acciones. La primera, como explicamos, es asumir una buena disposición.
He aquí cómo ha de hacer el Octavo Paso.
Primero siéntese y haga una lista de las personas a quienes cree que ha hecho daño cuando bebía.
Sabrá quiénes son, no necesita buscar a todos los que alguna vez ha insultado, cada factura que ha pagado más tarde de lo que debía, este paso no está dirigido a ellos. En cambio observe el daño que su alcoholismo ha causado a aquellos que realmente importan en su vida.
Si se siente mal por haber hecho algo, entonces apúntelo en la lista. Enfréntese a la verdad.
Pero sobre todo, mientras haga este Paso, recuerde que cuando hizo todo lo que ahora lamenta, sufría, sin saberlo, una enfermedad crónica, y también la intoxicación, la agitación emocional, la confusión y los síntomas defensivos que la acompañan. Estos problemas tuvieron su origen no en una naturaleza maléfica sino en el alcoholismo. Son también los efectos de esta enfermedad, como lo son la ebriedad, la amnesia y las afecciones hepáticas.
De este modo, debería grabarlo en su memoria, usted también sufrió los efectos físicos, emocionales y psicológicos del alcoholismo, y tal vez también quiera darse algunas compensaciones. El propósito de estos Pasos es la franqueza consigo mismo y no la autoflagelación.
¿Cómo saber cuándo se está dispuesto a hacer reparaciones una vez efectuado el Octavo Paso?
Cuando pueda enfrentarse al daño que su afición al alcohol ha causado a otros sin odiarse a usted mismo.

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