EL ALTO
PRECIO Y EL COSTO EXAGERADO QUE HAY QUE PAGAR POR LA IRA
Es casi
imposible lograr calcular el inmenso costo que exige la ira a nuestro organismo
y a nuestra vida espiritual. Las pérdidas que ella proporciona son
incalculables. Con razón Dice el salmo: "cuando mi corazón se llenaba de
amargura y yo estallaba en ira, yo era como un necio y como un ignorante, y
aún, como un animal feroz como un animal feroz"
El caso
del que no recibió el ascenso
En 1988
un empleado de un banco suspiraba por un ascenso que se imaginaba tener muy
merecido. Pero llegó la fecha de los ascensos y fueron ascendidos otros que en
su concepto lo merecían mucho menos que él, y a él lo dejaron ahí en su mismo
cargo inferior. Desde ese día su esposa no tengo cambio espantable en su
personalidad. Ya casi no hablaba. Tu mirada en su cerebro la injusticia que
habían cometido en su contra, cultivaba cada día más y más su resentimiento; y
su irá iba haciendo crecer su amargura, hasta que un día en la más aguda crisis
de depresión llevó al banco y disparó su revolver contra los cinco empleados
que según al parecer eran los causantes de que a él no lo hubieran ascendido.
Años y años tras las rejas de una cárcel tuvo que llorar el haberse dejado
dominar por la ira y el disgusto. Demasiado tarde. Demasiado tarde el costo de
su hija fue exagerado y el precio que le costó haberse dejado dominar por la
ira fue inmenso. Con razón recomendaba tanto el apóstol san Pablo: "cuando
os asalte la ira tened mucho cuidado para que no vayáis a pecar" y el
apóstol Santiago advierte que "la ira del hombre no produce justicia según
dios". En el hermoso libro de los proverbios, en la sagrada biblia, esta
frase que es muy diciente: "el necio se deja de dominar enseguida por la
ira, pero el que es prudente sabe de simular las ofensas y no darles tanta
importancia" y esto lo hace el prudente porque sabe muy bien los terribilísimos
daños qué puede recibir en su salud física y en su equilibrio emocional si se
deja llevar por la dañina pasión de la ira.
Efectos
físicos de la ira
Quizás no
haya cosa que produzca más efectos dañosos en el cuerpo que el dejarse dominar
por la ira. Los hospitales están llenos de personas que no supieron aprender a
no airarse y a no enfadarse; fueron en su enfado y su irá lo que les llevaron a
la sala de los pacientes. La ira produce tensión (llamamos tensión el estado
nervioso en el que los nervios están demasiado tensos debido a la acción de
fuerzas que los excitan a estar más estirados y tensos de lo que normalmente
deberían estar). Los médicos afirman que no hay nada que produzca más tensión
nerviosa que la ira (o sea, el disgusto por el pasado amargo que se recuerda, o
por el presente que no agrada, por el futuro que asusta o produce rechazo o
aversión).
En la
juventud del organismo tiene bastantes energías para ser capaz de soportar
hasta cierto punto las tensiones nerviosas que produce la ira. Pero apenas van
pasando los años, las fuerzas de defensa se debilitan íbamos perdiendo
capacidad de aguante y el cuerpo afloja en su resistencia y la ira va
produciendo en Él las úlceras estomacales, la tensión demasiado alta, la
colitis, los ataques de amibiasis, jaquecas, falta de apetito y de sueño, y
hasta artritis, glaucomas a los ojos y cálculos en la vesícula y una procesión
interminable de males y enfermedades entre las cuales quiera dios que no esté
incluido un derrame cerebral. La era del espíritu se traduce en enfermedades en
el cuerpo.
Algo que
entristece al Espíritu Santo
Hemos
visto algunos de los trágicos resultados que el aire produce en el cuerpo. Pero
por tremendos que sean estos resultados físicos no tienen comparación con los
espantosos efectos que era produce en el alma. El apóstol San Pablo hace esta
advertencia: "no entristezcas al Espíritu Santo. Qué de entre nosotros
desaparezca toda ira, amargura, cólera, gritos y las palabras ofensivas. Hay
que ser bondadoso y amables, perdonándonos unos a otros, como Cristo nos
perdonó a nosotros". Si le preguntamos a la gente De qué manera puede una
persona entristecer al Espíritu Santo, seguramente nos dirá que, cometiendo
Terribles impurezas, crueles asesinatos o enormes robos, etc. Pues no sólo de
esta manera se hace entristecer al divino espíritu. El apóstol nos dice que
aquí lo entristecemos si tenemos ira, amargura, cólera, gritos o palabras
ofensivas. Y en verdad que sí lo entristecemos.
Y qué
miedosas son las consecuencias para quien entristece al Espíritu Santo. Decía
Jesús que le sucederá como cuando una rama la separan del árbol: se seca, deja
de producir buenos frutos y ya no sirve sino para el fuego y la perdición. ¿Si
un creyente vive disgustando al Espíritu Santo por medio de la ira, ¿Qué buenos
frutos podrá conseguir para la vida eterna? Poquísimos, Por cierto, porque
tiene disgustado al que le iba a conseguir los buenos resultados en la vida
espiritual.
Pocos
pecados hay que están tan extendidos como la ira. Se le pregunta a un creyente,
¿Cuál es el pecado que más repite en la vida y que más frecuentemente le
domina? Y con gran probabilidad responderá qué es la ira, el mal genio.
La ira es
el pecado que más derrota a los creyentes (y a los no creyentes mucho peor
todavía) y les causa más fracasos espirituales quizá que ningún otro pecado. La
ira lleva a niveles casi insignificantes de crecimiento espiritual de
muchísimos individuos. Al entristecer al Espíritu Santo lo aleja del alma Y
ésta Se queda raquítica y sin crecimiento espiritual, y la que debería crecer
como una esbelta Palmera en la vida del espíritu, se queda raquítica y enana
como un pigmeo. Alejó al que le iba a hacer crecer, Qué es el Espíritu Santo.
¿La ira
será siempre pecado? Claro está que la ira no siempre es pecado, por lo menos
no siempre es pecado grave. Ahí estallidos de ira súbita que anteceden al
control de la razón y uno se pone colérico antes de darse cuenta. En muchos
casos estos estallidos no pasan del pecado venial, y muchas veces ni siquiera
llegan a ser pecado, siendo sólo expresiones de una gran debilidad humana. Pero
lo que sí no podemos afirmar Es que la ira, aunque sea involuntaria no sea
dañoso para el cuerpo y para la personalidad. Cada estallido de ira es un grave
daño que estamos sufriendo en nuestro organismo y a nuestra persona.
Santo
Tomás dice que el pecado en la ira no está tanto en sentirla (porque muchas
veces llega tan automáticamente que uno no tiene ni tiempo para detenerla),
sino que el pecado está en el demasiado egoísmo y orgullo o amor propio que
tenemos. Porque la causa de que estalle la ira es porque sentimos que nos
desprecian, que nos ofenden, que nos dan un tratamiento injusto. Por eso ella
se manifiesta cuando nos sentimos injustamente disminuidos o mal tratados. El
motivo de la ira es casi siempre el amor propio, al cual se le considera
injustamente ofendido.
El sabio
Ben Sirac escribió esta frase en la sagrada Biblia: "El vivir dejándose
llevar por violentos arrebatos no tiene disculpa. Y la cólera furiosa lleva a
la ruina a muchas personas". El libro de los proverbios añade: "el
que fácilmente se enoja y se llena de ira, hará locuras, pero la persona
prudente se esfuerza por no airarse".
San
Vicente exclamaba: "tres veces he obrado con ira, y las tres veces hice
todo al revés". Nosotros podemos repetir eso mismo, pero añadiendo varios
ceros al 3.