El control es una ilusión. No funciona.
No podemos controlar el alcoholismo.
No podemos controlar las conductas compulsivas de nadie: comer en exceso, una conducta sexual exagerada, la apuesta compulsiva, ni ninguna otra de sus conductas.
No podemos (y no es asunto nuestro hacerlo) controlar las emociones, la mente o las elecciones de nadie.
No podemos controlar el resultado de los eventos.
No podemos controlar a la vida. Algunos de nosotros apenas podemos controlamos a nosotros mismos.
A fin de cuentas las personas hacen lo que quieren hacer.
Se sienten como se quieren sentir (o como se están sintiendo); piensan lo que quieren pensar; hacen las cosas que creen que necesitan hacer; y cambiarán sólo cuando estén listos para cambiar.
No importa si ellos no tienen la razón y nosotros sí.
No importa que se estén lastimando a sí mismos.
No importa que nosotros podríamos ayudarles si tan sólo nos escucharan y cooperaran con nosotros.
¡NO IMPORTA, NO IMPORTA, NO IMPORTA, NO IMPORTA!
No podemos cambiar a las personas.
Cualquier intento de controlarlas es un engaño y una ilusión.
Se resistirán a nuestros esfuerzos o redoblarán los suyos para probar que no podemos controlarlas.
Podrán adaptarse temporalmente a nuestras demandas, pero cuando nos demos la vuelta regresarán a su estado natural.
Y aún más, la gente nos castigara por obligarla a hacer algo que no quiere, o a ser como no quiere ser,
Ningún control será suficiente para efectuar un cambio permanente o deseable en otra persona.
A veces podremos hacer cosas que aumenten la probabilidad de que la gente quiera cambiar, pero ni aun eso podemos garantizar o controlar.
Y esa es la verdad. Es una desgracia.
A veces es difícil de aceptar, especialmente si alguien a quien amas se lastima a sí mismo o a sí misma y a ti. Pero así es.
La única persona a la que puedes o podrás hacer cambiar es a ti misma. La única persona que te atañe controlar eres tú misma.
Melody Beattie de su Libro Ya No seas Codependiente