viernes, 4 de agosto de 2017

Como Alejar la Depresión: Cap. VIII - La Autocompasión Y La Depresión (Parte 3)

El intelectual fracasado

Un hombre con las mejores notas de su universidad vino a consultarme. La depresión había convertido su vida en un trapo inútil. ¿Y cómo había llegado hasta ahí? Pues empezó a sentir que su esposa no lo comprendía. Y en vez de aprovechar esta amargura para hacer trabajar más su cerebro, se dedico fue a darse los pésames a sí mismo: "Pobre de mí. ¡Esa mujer no me comprende! ¡Pobre de mí, ella no reconoce mis cualidades! ¡Pobre de mí, Mi mujer me desprecia!". Y este sentirse lástima lo fue apabullando y dejó de escribir cómo le estaba haciendo antes. Y dejó de seguir especializándose. Y ya casi llegaba el total fracaso.

Cuando vino a consultarme leer narre lo que decía El maravilloso músico Schubert: "las mejores piezas musicales que he compuesto, las que más agradan al público, son aquellas que escribían los días de mis más terribles angustias y penas, cuando me parecía que mi vida era un martirio y una agonía". Y le recordé como el escritor de fama mundial Tolstoi tuvo que sufrir con una esposa horrorosamente neurótica e incomprensible, Pero él en vez de dedicarse a auto compadecerse, aprovechó estos tiempos de incomprensión y de pena y dolor para sacarle a su cerebro el mayor rendimiento posible y logro escribir obras inmortales. La incisión que para nosotros lo único verdaderamente importante en la vida es tener contento a Dios. Que a la gente difícilmente le vamos a tener contenta. El evangelio dice: "vino Juan Bautista que no comía Y no bebía y, la gente decía que era un endemoniado. Vino Jesús que sí comía y bebía y dijeron también que era un endemoniado"... Pero al buen Dios si lo logramos tener contentos y nos esforzamos un poco. ¡Y al final de cuentas él, y sólo Él es quien nos va a dar el “premio definitivo”!

Aquel hombre se quedó mirándome a los ojos y me dijo: "Entonces yo he perdido todo el tiempo que he dedicado a tenerme lástima por no ser comprendido por mi esposa? - y le respondí -: no sólo ha perdido ese tiempo, sino que con su auto conmiseración a esterilizado sus meses y sus años pasados y corre peligro de hacer de su vida una inutilidad si sigue Auto compadeciéndose.

Aquel día charlamos largo y sabroso. Le recordé lo que afirmaba San Pablo: "si lo que busco es tener contenta a la gente de este mundo, ya no seré verdadero seguidor de Cristo"; y lo que decía Jesucristo: "algunos no pueden llegar a la verdadera fe porque lo que buscan es obtener las alabanzas de los demás". Y lo anime con todas mis fuerzas a independizarse "del que dirán o qué Pensarán los demás" y a no darle tanta importancia a la incomprensión de su mujer.

La historia siguió su curso. La esposa no dejó de ser incomprensiva, Pero él sí dejó de auto compadecerse. Pero él sí dejó de auto compadecerse ella siguió criticándolo por todo, Pero él ya no volvió a sentir lástima por sí mismo. Pero él ya no volvió a sentir lástima por sí mismo se hizo en una habitación cerrada en su casa y cuando la mujer estallaba de impetuosa de ira y se dedicaba a gritarlo a insultarlo, Elsa encerrada en su búnker y se decía: "aprovechemos la adrenalina que me produce este disgusto para hacer que mi cerebro trabaje con más celeridad! Aprovechemos la adrenalina que me produce este disgusto para hacer que mi cerebro trabaje con más celeridad y poco a poco fue convenciéndose de la gran verdad que es aquella afirmación de la sagrada Biblia: "todo sucede para el bien de los que aman a Dios".

¿Y para qué seguir contando? Sus escritos volvieron a aparecer en los periódicos y cuando la esposa airada le gritaba que eso era una tontería que no merecía la publicación, él se decía para sí mismo él se decía para sí mismo: "Lo importante es que esto agrada a Dios. De él, y sólo de él espero me paga y mi recompensa". Ya son varios sus libros y varias las ediciones de cada uno y ahora son leídos hasta por su propia mujer. Su nombre no lo decimos aquí porque ha pedido por ahora lo callemos. Cuando dentro de bastantes años este amigo nuestro haya pasado a la eternidad, Quizá en este mismo libro de la depresión con una nota que diga: "el citado escritor se llamaba N.N.…" Y ojalá que en su tumba pudieran escribir: "aquí yace uno que iba rodando hacia el fracaso por dejarse dominar de la autocompasión, pero un día dejó de sentir se lastima a sí mismo y desde entonces empezó a volar muy alto hasta llegar a ser uno de los hombres más exitosos de este siglo".

Historia puede ser la de muchos que estén pasando por circunstancias parecidas de incomprensión y malos tratos. Con el poeta Campoamor podremos repetir: "no hay grito de dolor que no tenga al fin por eco una esperanza..."si en vez de auto compadecernos, luchamos con valor.

La joven del vestido blanco y el alma negra

Una joven esposa vino a consultarme. Una joven esposa vino a consultarme la dominaba una inaguantable depresión. Sólo llevaba 8 meses de casada, pero ya no sentía cariño por su marido, una tristeza Incontenible hacía de su propia vida algo más triste que una tumba. 

Repasando sus recuerdos encontramos la causa de su depresión. Desde niña había visto casos escandalosos de unas hermanastras suyas que fueron muy desvergonzadas en sus noviazgos y que dejaron muy mala impresión en el vecindario por su ligerezas y atrevimientos. Y entonces ella Desde los 13 años se propuso firmemente: "llegaré virgen al día de mi matrimonio. Cuando suba al altar llevaré un vestido blanco y un alma pura y blanca. Me haré respetar cueste lo que cueste".

Y cumplió seriamente sus propósitos. Se enamoró de un marino y su noviazgo transcurrió tranquila y santamente. Pero el hombre sabía convencer mucho las mujeres y la noche en que celebraron la ceremonia de las argollas y promesas de matrimonio, ella cometió el error de tomarse unos tragos y de quedarse sola con su novio. Y cómo le alcohol debilita totalmente el cerebro y la voluntad, aquella noche cometió un pecado contra la castidad.

Toda la vida había deseado llegar virgen y muy pura al día de su matrimonio y ahora por una debilidad se derrumba van todos sus ideales y propósitos. Qué miserable y manchada se sentía. Se sentía una pobre derrotada por Satanás.

Por esta razón la noche de su matrimonio sufría la profunda tristeza de que su vestido tan blanco no correspondía un alma tan inocente. Y este pensamiento no la abandonaba. En su interior le echaba la culpa al novio. Él la había hecho tomar trago. Él decía palabras demasiado melosas. ¡Él era el verdadero culpable! Y se creía una víctima de aquel aprovechado. Y estola Fue enfriando totalmente hacia su marido, y con estos sentimientos Vilma consultar su caso.

La causa de esta depresión era muy clara: la pobre mujer se estaba auto compadeciendo más de la cuenta. Quería echarle toda la culpa y la responsabilidad a aquel hombre. Y mientras viviera rumiando y recordando con rabia su momento de miseria y de debilidad y dándose Asimismo palizas mentales y guardando resentimiento por ese individuo, era inútil recetarle medicamentos para sus nervios, pues la depresión no se le iba a retirar ni a disminuir, si no se quitaba la causa que la producía.

El primer consejo para la deprimida mujer fue aquel de San Agustín: "mientras Me dediqué a recordar con amargura mis pecados, cada día me atormentaba más y más y sin provecho alguno. Pero cuando Me dediqué a pensar en las bondades de Dios y en los maravillosos hechos que de Dios narra la Biblia, recobré la paz de mi espíritu y empecé a dar pasos hacia la paz y la tranquilidad".

Lo primero que ella necesitaba era perdonar al otro. "Si no perdonáis a los demás los males que os han hecho, tampoco vuestro padre celestial os perdonará a Vosotros los males que habéis hecho", dijo Jesús. ¿Como pretender que Dios perdone nuestras maldades y debilidades si seguimos recordando con odio y resentimiento los males que otros nos han hecho?

El segundo paso tenía que ser: perdonarse a sí misma. El evangelio manda que debemos amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Por tanto, nos tenemos que amar mucho a nosotros mismos, Porque si a los otros hay que amarlos como uno se ama a sí mismo. Pero, ¿Cómo puede afirmar que se ama a sí mismo quién vive regañando a toda hora y echándose en cara sus antiguas faltas en cada momento? ¿Si a los otros hay que perdonar, si a los otros hay que perdonar porque no perdonarse uno así mismo? ¿O es que pretendemos ser tan perfectos que seamos impecables? ¿Y es que se nos ha olvidado que muchísimas de las faltas que cometemos las hacemos más por debilidad que por maldad? ¿Si Dios olvida nuestras faltas para no volverlas a recordar jamás, sí arrepentidos le pedimos perdón, porque no olvidarlas también nosotros y no seguirnos amargando la vida con unos feroces recuerdos que no ayudan a progresar sino a sentir más desdicha y mayor pesimismo y desaliento?

Y el tercer paso que no puede ser evitado jamás: pedirle perdón a Dios. Él ha repetido muchas veces en la sagrada Biblia que no desea la perdición del pecador, sino que se convierta y mejore su conducta y tenga una vida de felicidad y de paz. El salmo 102 nos recuerda: "como un padre siente compasión por sus débiles hijitos, así el señor Dios siente ternura y compasión por nosotros. Él sabe de qué estamos hechos y se acuerda de que somos barro. Él sabe de qué estamos hechos y se acuerda de que somos barro. Dios es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y bondad. No está siempre acusando ni echando en cara las faltas cometidas. No guarda rencor Perpetuo, no nos trata como merecen nuestras culpas ni nos castiga como lo pide nuestros pecados. Así como está inmensamente lejos el extremo occidente del extremo Oriente, así Dios aleja de nosotros las faltas que hemos cometido".

¿Quién no se animará a pedirle perdón a Dios tan extraordinariamente amable e inclinado a perdonar y a olvidar, Y qué ha prometido no rechazar jamás un corazón arrepentido y humillado Y qué ha prometido no rechazar jamás un corazón arrepentido y humillado?

Estas fueron las consideraciones que le hicimos a la esposa entristecida y desamorada que había venido a consultarnos. Y como en los cuentos de hadas con un final feliz, aquella mujer se Perdona a sí misma, perdonó a su marido, se confesó y pidió perdón a Dios, y ahora cuando acompañada de su esposo y de sus simpáticos hijitos la vemos salir a pasear alegre, amorosa y sonriente por el parque cercano a su casa y nos vemos en su comportamiento sino amor y gozo, nos dan ganas de gritar a los transeúntes nos dan ganas de gritar a los transeúntes: "vengan a ver un milagro conseguido con base en alejar de la propia vida la autocompasión y de dedicarse a perdonarse uno a sí mismo y a perdonar a los demás, a pedir perdón a Dios, el lugar de andar auto compadeciéndose o echando a otros la culpa de lo que no sucede". Mientras más lejos echamos la autocompasión, más nos llenaremos de alegría y paz y menos cabida tendrá en nuestra vida la horrible depresión.

¿Será necesario que cambien la situación y las circunstancias?

Hay un librito muy famoso, publicado 20 años del descubrimiento de América y que después de la sagrada Biblia ha sido el libro religioso más editado del mundo. En 1991 la editorial Salvat publicó el dato de que de él se han hecho más de 3000 ediciones el bello libro se titula: "la imitación de Cristo "y su lectura a obrado admirables cambios en millones de personas. Y su lectura a obrado admirables cambios en millones de personas. Pues bien, el autor de la "imitación de Cristo "dejó escrita esta frase que contiene una gran verdad: "vayas donde vayas, y fueres donde fueres, Si tú no cambias y no mejoras de modo de pensar y de ser, en todas partes seguirás con tus mismos sufrimientos porque las principales causas de ellos no están en las otras personas o en las circunstancias que te rodean, sino en ti mismo, en tu modo de ser y de pensar".

Es lo que la gente dice en su adagio popular: "la fiebre no está en las cobijas".