Lo que
encontró una mujer en el fondo de un baúl
Murió la
abuela y al arreglar la alcoba para dedicarla a otras personas, la nieta, joven
esposa, se puso a curiosear El baúl donde la simpática anciana guardaba sus
recuerdos. De pronto encontró una bella imagen de Jesús crucificado y junto a
la imagen un papel con esta leyenda: "fórmula que me dio un santo
sacerdote para vivir de buen Genio y no dejarme vender por la depresión o la tristeza": mirar
de vez en cuando a Cristo crucificado y pensar cómo actuaba el cuándo le
llegaban sufrimientos y Cómo debo actuar yo. ¿Él se calla va cuando lo trataban
mal, y yo?... ¿Él le ofrecía todo lo que sufría al padre Dios, y yo?... ¿El
rezaba por los que le ofendían, y yo?... Él decía: padre, que no se haga lo que
yo quiero sino lo que quieres tú; ¿hágase tu voluntad”, Y yo que digo cuando
sufro? Nota: "desde que empecé a practicar esta fórmula todos
notaron que cambié mi tristeza en alegría, y mi depresión tuvo que irse y
dejarle el sitio al optimismo".
Tihamer
Thoth cuenta que desde que aquella joven esposa leyo la "fórmula" que
la abuelita le había dejado para cubrir un genio y ahuyentar la depresión, su
marido y sus hijos y hasta su suegra, notaron con total satisfacción que su
modo de ser se había vuelto enormemente más simpático.
¿Y porque
no ensayar Nosotros también a practicar de vez en cuando está fórmula?
Se ha
ensayado y produce buenos resultados
En las
droguerías de la Edad Media, en algunos frascos de remedios, el boticario
colocaba un letrerito que decía: "se ha ensayado y produce muy buenos
resultados". El mismo letrero habría que colocarle a la
"fórmula" que acabamos de citar. ¿Y si en otros se produjo buen efecto,
porque no lo abra reproducir en nosotros? Veamos un ejemplo que demuestra que
si es efectiva la tal fórmula.
La
muchacha que se quedó paralizada a los 15 años
Se
llamaba liduvina. Se fue a correr y a deslizarse por sobre una pendiente llena
de nieve, y Se resbaló y cayó a un precipicio. Del golpe se le partió la
columna vertebral y quedó paralizada de por vida.
Lloraba
noche y día. Nada la consolaba. Es terrible tener sólo 15 años y saber que no
volverá a dar ya ni siquiera un paso más en la vida ni podrá levantarse de su lecho
de dolor. Ni las visitas de sus mejores amigas lograban consolarla. Antes bien,
cuando la sentía llegar corriendo y riendo alegremente, se echaba a llorar y
exclamaba: "por qué? ¿Porque ellas corren y ríen y yo aquí clavada en esta
cama, totalmente paralizada, sufriendo? ¿Por qué, por qué? ¿Qué crímenes
cometidos para que esto me haya sucedido?" y se echaba a llorar
inconsolablemente. Sus compañeros la contemplaban en silencio y se alejaban
entristecidas. La depresión la tenía dominada por completo.
Pero un
día vino a visitarla un sacerdote que tenía fama de Santo y que había recibido
de Dios el "Don de consejo", que consiste en saber indicar a las
personas lo que más les conviene y más les hace bien.
El padre
Juan Pot, así se llamaba aquel hombre de Dios, después de haber escuchado de
labios de liduvina la historia de sus tristezas, que ella creía insoportables,
le recordó aquellas bellas frases de San Pablo: "todo sucede para bien de
los que aman a Dios". " Fiel es Dios para no permitir que nos lleguen
pruebas que superen nuestras fuerzas" y "por un poco de sufrimiento
en esta tierra no se espera una cantidad inmensa de gozos en el cielo" y
luego le dijo con la solemnidad de quien recomienda un gran remedio: "le
voy a dejar la fórmula para conseguir la paciencia y evitar la depresión y la
desesperación. Colocaré aquí enfrente de su cama la imagen de Jesús
crucificado. Y usted de vez en cuando Mira a Cristo clavado en la cruz y
piensa: ¿si él sufrió tanto por mí, porque no voy a sufrir también yo algo por
Él? Y si el padre Dios lo ama tanto que dijo varias veces: "¿Este es mi
hijo amado en quién tengo todas mis complacencias”, porque entonces le permitió
tan terribles sufrimientos? Dios no permite que a su hijo amadísimo le suceda
nada que sea para su mal. ¿Porque entonces le clavaron las manos y los pies y
lo destrozaron a latigazos y lo coronaron de Espinas y lo escupieron y lo
golpearon y fue atormentado por terrible sed en la cruz? ¿No será que el
sufrimiento es algo inmensamente provechoso para la propia personalidad Y de
Gran provecho para salvar almas y convertir pecadores?... Liduvina: Mira de vez
en cuando a Cristo crucificado y piensa en esto. Después me cuenta que
resultado le ha producido esta "formula".
A la
muchacha no le gustó ni mucho ni poco el tal consejo. Ella lo que deseaba era o
curar o morir. Ninguna otra cosa le llamaba la atención. Pero ahí estaba
clavada en esa cama sin poderse ni siquiera voltear hacia un lado. Los dolores
de una neuritis aguda le parecían cada día más insoportables. Innecesariamente
sus ojos se dirigían cada mañana y cada tarde hacia la imagen de Jesús
crucificado que el sacerdote había colocado frente al lecho de su dolor.
Entonces empezó a practicar la fórmula: mirar al crucifijo y pensar en los
dolores que El Salvador padeció por salvarnos. Y el espíritu santo empezó a
llenar su cabeza de los más provechosos pensamientos... Cómo estos: "Jesús
padeció horrorosos martirios, pero ahora goza glorioso en el cielo por siglos y
siglos. ¿Y no me sucederá también a mí otro tanto si ofrezco por amor de Dios
estás mis horrendas penas? ¿Acaso no puedo Yo también ganarme un puesto de
primerísima clase en el cielo con sólo aceptar esta cruz de penas que nuestro
señor permite que me vengan? Jesús salvo tantos pecadores como sus
sufrimientos. ¿Y no podré Yo también salvar muchas almas y librar del infierno
a muchos pecadores ofreciendo por ellos lo que parezco y sufro?
Y un día
cuando vino el padre Pot a visitarla ya no le encontró llorando sino sonriendo.
Había aprendido a amar el sufrimiento, y a aceptarlo como un medio de aumentar
sus premios para el cielo y de asemejarse a Cristo doliente y como un arma para
convertir pecadores y salvarlos.
Y ahora
ya sus jóvenes amigas No encontraban una cara llena de Lágrimas sino más bien
sus ojos brillantes de alegría y sus labios rebosantes de sonrisas. Había
recibido del Espíritu Santo el don de fortaleza que les concede a las personas
con un inmenso valor y una gran paciencia para soportar el dolor.
Y para
terminar la historia, nuestra amiga liduvina duró 48 años paralizada en una
cama. Murieron sus amigas de la juventud y también sus más cercanos familiares.
Fue abandonada por muchos y en Los Terribles inviernos de Holanda, cuando la
temperatura baja a 10 grados bajo cero, había días que sufría tan terribles
fríos que las lágrimas l congelaban en las mejillas. Solamente los consuelos no
le faltaron ya nunca más: el pensar en Los sufrimientos de Cristo en la cruz, y
la sagrada comunión. Por meses y meses sólo se alimentaba de la sagrada hostia.
En los últimos 7 meses no durmió ni una sola noche. Sus dolores llegaban a
extremos increíbles, pero repetía gozosa: "Sí para que se me fueron estos
dolores me bastará rezar una pequeña oración, no la rezaría, porque cuando
sufro es cuando mi vida se asemeja más a la de Cristo, y porque mis
sufrimientos me sirven para pagarle a Dios las deudas que le tengo por mis
pecados y para llevar al cielo a muchos pecadores que podrían condenarse si no
hubiera quien sufriera por ellos".
Murió en
el año de 1433 Y tuvo el honor de que su biografía la escribiera el célebres Tomas
de Kempis, el autor del famosísimo libro "la imitación de Cristo". Y
en Schiedman, Holanda, han construido un bello templo a Santa liduvina, la
muchacha que se quedó paralizada a los 15 años, pero aprendió la fórmula de
pensar en Cristo crucificado y así supo aceptar sus males y sufrimientos y
ganarse con ellos un altísimo puesto en el paraíso. ¿Qué me dirá a mí esta
historia?