La más emocionante idea que he descubierto en mi sobriedad y en mi recuperación de la codependencia es la magia de fijar metas. Las cosas suceden. Las cosas cambian. Cumplo con proyectos importantes. Cambio. Conozco gente nueva. Me encuentro a mí misma en lugares interesantes. Atravieso los tiempos difíciles con un mínimo de caos. Los problemas se solucionan. Mis deseos y necesidades se ven satisfechos. Los sueños se vuelven realidad.
Estoy extasiada de poder fijar metas, y espero que pueda transmitirles mi entusiasmo. No hay nada en el mundo como ir adonde uno quiere ir, obtener lo que queremos, solucionar un problema o hacer algo que quisimos hacer.
Muchos codependientes no conocen esta alegría. También es nueva para mí. Me pasé muchos años de mi vida sin molestarme siquiera en pensar qué quería y necesitaba, hacia dónde quería ir, y qué quería hacer.
La vida tenía que ser soportable. Yo no pensaba que merecía cosas buenas. No pensaba que la mayoría de las cosas buenas estaban a mi alcance. No estaba tan interesada en mi vida, excepto como un apéndice de otras personas.
No pensaba en vivir mi vida; estaba demasiado concentrada en los demás. Estaba demasiado ocupada reaccionando, en vez de estar actuando.
No estoy sugiriendo que podamos controlar todos los eventos de nuestra vida. No podemos. En muchas cosas no tenemos la palabra final; Dios sí la tiene. Pero creo que podemos cooperar con bondad. Creo que podemos planear, hacer peticiones, y empezar a poner en movimiento un proceso.
“El deseo, cuando se le guarnece, es poder”, escribe David Schwartz en su libro The Magic of Thinking Big (La magia de pensar en grande). El fracasar al ir en pos de un deseo, de hacer lo que más deseamos hacer, abre el camino a la mediocridad. “El éxito requiere del corazón y del esfuerzo del alma y sólo puedes poner alma y corazón en algo que realmente deseas”.
Melody Beattie de su Libro Ya No seas Codependiente