Nosotros los A.A. damos algunos usos especiales a ese refrán para ayudarnos a no beber. Particularmente nos ayuda a llevarnos bien con las personas que alegran nuestros nervios.
Reviviendo una vez más una pequeña parte de nuestras historias de bebedores, muchos de nosotros podemos ver cómo muy frecuentemente nuestro problema alcohólico estaba relacionado en una u otra forma con las demás personas. El experimentar con vino o cerveza en nuestros años de secundaria parecía natural, puesto que tantos otros lo estaban haciendo, y nosotros queríamos lograr su aprobación. Luego vinieron las bodas, las celebraciones, los bautizos, las fiestas, los partidos de fútbol y los cócteles y los almuerzos de negocios, y la lista puede seguir
indefinidamente. en todas esas circunstancias, bebimos por lo menos parcialmente, porque todos los demás estaban bebiendo y se esperaba que también nosotros lo hiciéramos.
Aquellos de nosotros que empezamos a beber solos, o a tomar subrepticiamente una copa de vez en cuando, frecuentemente lo hicimos para evitar que otras personas o gentes supieran la cantidad y frecuencia en que estábamos bebiendo. Muy raramente queríamos escuchar que alguien hablara de nuestra forma de beber. Si lo hacían, generalmente les dábamos razones de nuestro comportamiento, como si quisiéramos guardarnos de la crítica o de las quejas.
Algunos de nosotros después de beber nos volvíamos peleadores y beligerantes con los demás. Con todo, otros de nosotros se sentían mucho mejor en medio de la gente después de apurar una o dos copas, ya se tratase de una reunión social, una tensa entrevista de negocios o trabajo o aun haciendo el amor. Nuestra forma de beber ocasionó que muchos de nosotros escogiéramos nuestros amigos en relación con la cantidad que ellos a su vez ingerían. Aún llegamos a cambiar de amigos cuando creíamos que los "sobrepasábamos" en sus tragos. Preferíamos "bebedores reales" a la gente que únicamente se tomaba uno o dos tragos y tratábamos de evitar por completo a los abstemios.
Muchos de nosotros nos sentíamos airados o acomplejados respecto a la forma en que nuestra familia reaccionaba a nuestra bebida. Algunos de nosotros perdimos trabajos porque el jefe o uno de nuestros colegas de trabajo se oponía u objetaba nuestra bebida. Queríamos que la gente se preocupara por sus propios problemas y nos dejara a nosotros con los nuestros.
Frecuentemente, nos sentíamos airados o temerosos aun de las personas que no nos habían criticado. Nuestra sensación de culpa nos hacía ultrasensibles con todos los que nos rodeaban, y alimentábamos resentimientos. En ocasiones, cambiábamos de bar, trabajo o vecindario con el único objeto de evitar vernos con determinadas personas.
Así que un gran número de personas además de nosotros mismos, estaba en una u otra forma involucrada en nuestra bebida, hasta cierto grado.
Cuando dejamos de beber, fue para nosotros un gran alivio encontrar que las personas que conocimos en A.A., alcohólicos recuperados, parecían ser muy diferentes. Reaccionaban hacia nosotros, no con crítica y sospecha, sino comprensivamente y con sincera preocupación.
Sin embargo, es perfectamente natural que todavía encontramos algunas personas que alteran nuestros nervios, tanto dentro como fuera de A.A. Podemos hallar que nuestros amigos no A.A. compañeros de trabajo o miembros de la familia, todavía nos tratan como si estuviéramos bebiendo. (Puede tomarles algún tiempo el darse cuenta de que nosotros hemos suspendido realmente. Después de todo, ellos nos han visto dejar la bebida muchas veces en el pasado, para luego recaer).
Para empezar a poner en práctica el concepto "Vivir y dejar vivir", debemos encarar este hecho: Hay personas en A.A., y en todas partes, que dicen cosas con las que nosotros no estamos de acuerdo, o hacen cosas que no nos gustan. El aprender a vivir con las diferencias es esencial para nuestra comodidad. Es exactamente en esos casos cuando hemos encontrado la extrema utilidad de decirnos a nosotros mismos, "Vivir y dejar vivir".
De hecho, en A.A. se da mucho énfasis a aprender a tolerar la conducta de los demás. No importa cuán ofensivos o desagradables nos parezcan, ciertamente no vale la pena que nos pongamos a beber por ellos. Nuestra propia recuperación es demasiado importante. El alcoholismo puede matarnos y a veces lo hace. Esto tenemos que recordarlo permanentemente.
Hemos comprendido que vale la pena hacer un esfuerzo muy especial para tratar de entender a las otras personas, especialmente aquellas que nos mortifican. Para nuestra propia recuperación, es mucho más importante comprender que ser comprendido. Esto no es muy difícil si llevamos en mente la idea de que los otros miembros de A.A. están también tratando de comprender, como nosotros lo estamos.
Si a eso vamos, también encontraremos algunas personas en A.A., o en otros lugares, a quienes nosotros no les seremos particularmente agradables. Por eso todos nosotros tratamos de respetar los derechos de los demás para actuar en la forma que escojan o puedan. Y podemos esperar que ellos nos den a nosotros el mismo tratamiento. En A.A. generalmente lo hacen.
Usualmente, las gentes que se buscan unas a otras en un vecindario, una compañía, un club, o en A.A., gravitan hacia los demás. Cuando invertimos el tiempo con personas que nos son agradables, nos sentimos menos afectados por aquellas que no se preocupan particularmente por nosotros.
A medida que el tiempo pasa, vemos que ya no nos atemoriza alejarnos de las personas que nos irritan, en vez de permitirles cobardemente que se introduzcan en nuestras vidas, o en vez de tratar de acondicionarlas para que se ajusten mejor a nuestra idiosincrasia.
Ninguno de nosotros puede recordar a alguien que haya intentado forzarnos a beber alcohol. Nadie nos amarró para vaciar el licor en nuestras gargantas. Así como nadie nos obligó físicamente a beber, ahora tratamos de asegurarnos de que nadie nos obligue mentalmente a beber, tampoco.
Es muy fácil utilizar las actuaciones de otras personas como excusas para beber. Nosotros solíamos ser expertos en eso. Pero en la sobriedad, hemos aprendido una nueva técnica: No nos permitimos llegar a un estado tal de resentimiento hacia otra persona que deje que esa persona controle nuestras vidas, especialmente hasta el grado de causarnos que volvamos a beber. Hemos encontrado que no tenemos el deseo de permitirle a nadie que maneje, o arruine nuestras vidas.
Una antigua leyenda decía que ninguno de nosotros debería criticar a otro hasta cuando hubiésemos caminado un kilómetro con los zapatos de esa persona. Este sabio consejo nos puede dar una mayor comprensión de los seres humanos que son nuestros semejantes. El ponerlo en práctica nos hace sentir mucho mejor que cuando estamos irritados.
"Dejar vivir", sí. Pero algunos de nosotros creemos que es de mucho valor la primera parte del refrán: "Vivir".
Cuando hemos encontrado las formas de gozar completamente nuestra propia vida, tenemos la felicidad de dejar que los demás vivían en la forma que deseen. Si nuestras propias vidas son interesantes y productivas, realmente no tenemos impulso o deseo de hallar las faltas en los demás o preocuparnos de la forma como actúan.
¿Puede usted pensar en este preciso instante en alguien que realmente le molesta? Si es así, ¿por qué no ensaya algo? Posponga el pensar acerca de él o ella o cualquier cosa que sea lo que a usted le molesta de esa persona. Después, si así lo desea, puede explotar. Pero por ahora, ¿por qué no lo deja a un lado mientras lee el párrafo siguiente?
¡Viva! Preocúpese por su propia vida. En nuestra opinión, el permanecer sobrio abre la puerta hacia una vida de felicidad. Vale la pena sacrificar muchos resentimientos y peleas . . . Muy bien, si usted no puede lograr alejar completamente su mente de esa persona, veamos cuánta ayuda le puede proporcionar la siguiente sugerencia.
Viviendo Sobrio, pag. 16