Las personas quejumbrosas se vuelven insoportables; aburren y cansan con sus comentarios pesimistas, porque no logran captar la acción de Dios que los acompaña.
Una actitud diferente tienen dos discípulos de Jesús, según el Evangelio de Juan. No cuentan lo mal de la pesca, lo poco que pudieron comer con Juan el Bautista o lo incómodo de dormir en el desierto, sino la experiencia con una persona que les cambió la vida.
Los dos discípulos le preguntaron a Jesús: “Maestro ¿dónde vives?”
Y Jesús les respondió: “vengan y vean”.
Entonces los discípulos, fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día.
Uno de los discípulos, Andrés, se encontró con su hermano Simón y le dijo: “hemos encontrado al Cristo”. Luego el otro discípulo, Felipe, se encontró con Natanael y le dijo: “hemos encontrado a Jesús” (Jn 1, 38-45).
Me gusta este relato. Los dos discípulos, Andrés y Felipe, son personas que transmiten buenas noticias, las cuentan emocionados a los demás, felices por el encuentro con Jesús.
La invitación del Maestro: vengan y vean, les cambia la vida.
El evangelista no nos dice qué vieron cuando se quedaron con Jesús, pero tuvo que ser algo totalmente bacano, tanto así, que no pudieron callarlo y lo contaron a los primeros que encontraron.
El encuentro con Jesús siempre nos llena de buenas noticias para contar a los demás, permanecer a su lado nos hará llenarnos de motivos para no hablar de lo mal que nos va, sino de las bendiciones que recibimos de Dios.
Rezo por ti: Padre Dios, llena de alegría el corazón de quien reflexiona conmigo, para que siempre lleve buenas noticias a los demás. Amén
TAREA DEL DÍA: Cuenta a los otros las bendiciones que recibes de Dios.
P. Alberto José Linero
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