lunes, 23 de abril de 2018

Los Ideales (Parte I) - Osho

Érase una vez un osito polar que le preguntó a su madre:
—¿Papá también era un oso polar?
—Pues claro que tu padre era un oso polar.
—Pero mamá, dime una cosa: ¿el abuelo también era un oso polar? —añadió el osezno al cabo de un rato.
—Sí, también era un oso polar.
Pasa otro rato y el osezno pregunta:
—¿Y mi bisabuelo también era un oso polar?
—Sí, también. ¿Por qué me lo preguntas?
—Porque estoy muerto de frío.
Osho, me han dicho que mi padre era un oso polar, que mi abuelo también, pero estoy muerto de frío. ¿Cómo puedo cambiar esto?
Da la casualidad de que conozco a tu padre, y a tu abuelo, y también da la casualidad de que conozco a tus bisabuelos: todos se morían de frío. Y sus madres les contaron la misma historia, que tu padre era un oso polar, y tu abuelo, y también tu bisabuelo.
Si te mueres de frío, te mueres de frío y no hay más que hablar. Esas historias no ayudan a nadie. Solo sirven para confirmar que incluso los osos polares pasan frío. Hay que ver la realidad, no centrarse en las tradiciones ni volver al pasado. Si tienes frío, tienes frío y no hay más que hablar. Y el hecho de ser un oso polar no es ningún consuelo.
Esa es la clase de consuelo que se le ha ofrecido a la humanidad. Cuando estás a punto de morir, estás a punto de morir, y a alguien se le puede ocurrir decirte: «No tengas miedo, porque el alma es inmortal». Pero tú te estás muriendo. 
Me han contado la historia de un judío moribundo que se había caído en una calle, de un ataque al corazón. Se congregó toda una multitud, y buscaron a alguien que creyera en la religión, a un sacerdote o algo, porque el hombre estaba a punto de morir. De entre la multitud surgió un sacerdote católico, que no sabía quién era el moribundo. Se acercó a él y le preguntó:
—¿Crees en Dios? ¿Afirmas que crees en la Santísima Trinidad, en Dios Padre, en Dios Hijo y en el Espíritu Santo?
El judío moribundo abrió los ojos y replicó:
—Me estoy muriendo y me viene con acertijos. ¿Qué pasa con la trinidad esa? Me estoy muriendo. ¿Qué estupideces me está contando?
Una persona está a punto de morir y la consolamos con la idea de la inmortalidad del alma. Ese consuelo no sirve para nada. Alguien está sufriendo y le dices: «No sufras.
Es algo puramente psicológico». ¿Cómo va a ayudar una cosa así? Lo único que conseguirás es que lo pase aún peor. Esas teorías no sirven de gran cosa, porque han sido inventadas para consolar, para engañar.
Si tienes frío, tienes frío y ya está. En lugar de preguntar si tu padre era un oso polar, haz ejercicio. Vete a caminar, a pegar saltos, a hacer meditación dinámica, y así no sentirás frío: te lo aseguro. Olvídate de padres, abuelos y bisabuelos y presta atención a tu realidad. Si te mueres de frío, haz algo. Y siempre se puede hacer algo. Pero si no paras de preguntar, no encontrarás el camino. Ya puedes preguntar y preguntar, que tu pobre madre siempre te ofrecerá consuelo.
Y la pregunta es maravillosa, llena de significado, de una tremenda trascendencia.
Así es como sufre la humanidad. Fijaos en ese sufrimiento, observad el problema y no intentéis buscar soluciones fuera del problema. Mirad directamente el problema y siempre encontraréis la solución en él. Fijaos en la pregunta; no pidáis la respuesta.
Por ejemplo, puedes preguntar, una y otra vez: «¿Quién soy yo?». Si acudes a un cristiano te dirá: «Eres hijo de Dios, y Dios te ama». Y tú te quedarás confuso porque, ¿cómo puede amarte Dios?

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