El Camino De Las Lagrimas (Jorge Bucay)
UN CAMINO NECESARIO
Correo 3
Toda la historia de mi relación con mi
crecimiento y con el mundo es la historia de este ciclo de la experiencia del
que ya hablamos. Entrar y salir. Llenarse y vaciarse. Tomar y dejar.
Vivir estos duelos para mi propio
crecimiento. Aunque no siempre el proceso sea fácil, aunque no siempre esté
excento de daño. Si yo quiero levantar este lápiz de arriba de mi mesa de
trabajo, lo hago fácilmente y con poco esfuerzo. No pasa gran cosa salvo que en
la mesa queda el lugar vacío donde estaba el lápiz. Pero si pongo un poquito de
pegamento aquí, en el lápiz, cuando yo lo levante, posiblemente quede una marca
sobre el mantel y si miráramos con una lupa veríamos que algo de las capas
superficiales de la tela del mantel fueron arrancadas junto con el lápiz.
Imaginemos por fin que en vez de un pegamento simple pongo un poco de adhesivo
industrial.
Cuando alce el lápiz, pedacitos de
mantel van a quedar pegados a él y no voy a necesitar ninguna lente para
notarlo, el daño será evidente. Ahora imagínese que hago ojales en el mantel y
hago algunos agujeros en la madera y con un hilo coso el lápiz al mantel, y
pego con cemento el mantel a la mesa; ahora no sólo voy a tener que hacer un
esfuerzo más grande para poder separar estas dos cosas y levantar el lápiz,
sino que cuando lo haga posiblemente el mantel se destruya, un pedazo de mesa
quede dañado y el lápiz quede en malas condiciones. Del mismo modo, cuanto
mayor sea el apego que siento a lo que estoy dejando atrás (cuanto más poderoso
sea el pegamento), mayor será el daño que se produzca a la hora de la
separación, a la hora de la pérdida. No es imprescindible que sea así pero en
general sucede que cuanto más amo más tiendo a apegarme y entonces se instaura
aquella idea de que: Si uno no ama no sufre. Porque el que ama se arriesga a
sufrir. Y yo digo: es más que un riesgo, porque en cada relación amorosa
comprometida un poquito de dolor va a haber, aunque más no sea el dolor de
descubrir nuestras diferencias y de enfrentar nuestros desacuerdos. Pero este
compromiso es la única manera de vivir plenamente y como suelo decir: VIVIR
VALE LA PENA. Es necesario establecer a partir de acá que esta pena es la que
de alguna manera abre la puerta de una nueva dimensión, es el dolor inevitable
para conseguir una sola cosa imprescindible, mi propio crecimiento. Nadie crece
desde otro lugar que no sea haber pasado por un dolor asociado a una
frustración, a una pérdida. Nadie crece sin tener conciencia de algo que ya no
es.
Sin embargo existen duelos que padecen
los que, teniendo solamente la fantasía de que van a llegar a tener algo, les
duele después la conciencia de que no llegaron a tenerlo. Esto parece ser una
excepción, ¿cómo se podría sentir esta pérdida? Parece el duelo por no tener lo
que nunca tuvo. Me digo: debe haber algo que sintió que tuvo para que pueda
vivir la pérdida. Por supuesto que hay algo que sí tuvo. Tuvo la ilusión. Tuvo
la fantasía. Y lo que está perdiendo es esa ilusión, es esa fantasía.
Y si le duele, va a tener que elaborar
ese duelo para separarse de esto que ya no está. Un sueño mío no es algo que
podría haber sido; un sueño mío ES en sí mismo. Está siendo en este momento.
Mis ilusiones y mis fantasías, si son sentidas, SON. Y puedo aferrarme a mis
sueños, como me aferro a mis realidades como me aferro a mis relaciones. Cuando
la realidad me demuestra que esto no va a suceder, es como si algo muriera y
como con las personas, tiendo a quedarme aferrado a esta fantasía. Igual que
con las realidades, lo mismo que con los hechos, hace falta soltar. Pero para
esto tengo que aceptar que el mundo no es como yo quiero que sea, y esto
implica un duelo para elaborar. Tengo que aceptar que el mundo es como es y
amigarme con el hecho de que así sea. Tengo que aceptar que mi buen camino no
pase quizás por tener todo lo que deseo.
Quizás pase por donde ni siquiera imaginé.
Pero si no me animo a soltar la soga de un sueño no podré seguir mi ruta hacía
mí mismo. Madurar siempre implica dejar atrás algo perdido, aunque sea un
espacio imaginario, y elaborar un duelo es abandonar uno de esos espacios
anteriores (internos o externos), que siempre nos suena más seguro, más
protegido y aunque más no sea, más previsible. Dejarlo para ir a lo diferente.
Pasar de lo conocido a lo desconocido. Esto irremediablemente nos obliga a
crecer. Que yo sepa que puedo soportar los duelos, y sepa que puedo salirme si
lo decido, me permite quedarme haciendo lo que hago, si esa es mi decisión.
El dolor a veces, acompaña al que sufre,
en el mismo lugar que antes acompañaba la persona. No importa qué lugar ni
cuánto ocupaba el desaparecido en tu vida, el dolor está listo para ocupar
todos esos espacios. Y esta sensación de estar acompañado por el dolor no es
agradable, pero por lo menos no es tan amenazante como parece ser el vacío. Por
lo menos el dolor ocupa el espacio. El dolor llena los huecos. El dolor evita
el agujero del alma. ¿Qué pasaría si no estuviera el dolor llenando los huecos?
Quizás simplemente podría vivir adentro mío las cosas que el otro dejó. A veces
el proceso es el de aceptar renunciar a alguien que no murió, pero que ya no está,
porque su enfermedad o el paso del tiempo lo cambiaron tanto que ya no es de la
manera en que era. Puede estar aquí físicamente, tiene su misma cara pero no la
misma expresión, tiene su misma voz pero no sus mismas palabras Ya no es la
misma persona. Ya no es. Y sin embargo está. No allá afuera sino aquí, adentro.
Y cuando puedo llegar a darme cuenta de eso puedo recuperar la alegría de estar
vivo. Porque estar vivo significa poder sostener vivo a este otro que vive en
mí. La vida es la continuidad de la vida, más allá de la historia puntual, cada
momento se muere para dar lugar al que sigue, cada instante que vivimos va a
tener que morirse para que nazca uno nuevo, que nosotros después vamos a tener
que estrenar (como dice Serrat). Hace falta estrenarse una nueva vida cada
mañana si es que uno decide soportar la pérdida. Pero si seguís llevando la
anterior, la anterior y la anterior, tu vida se hace muy pesada. A mí me parece
que la vivencia normal de una pérdida tiene que ver justamente con animarse a vivir
los duelos, con permitirse padecer el dolor como parte del camino. Y digo el
dolor y no el sufrimiento, porque sufrir como veremos es , más bien, resignarse
a quedarse amorosamente apegado a la pena.
Quiero poder abrir la mano y soltar lo
que hoy ya no está, lo que hoy ya no sirve, lo que hoy no es para mí, lo que
hoy no me pertenece. No quiero retenerte, no quiero que te quedes conmigo
"porque yo no te dejo ir". No quiero que hagas nada para quedarte más
allá de lo que quieras. Mientras yo deje la puerta abierta voy a saber que
estás acá porque te querés quedar, porque si te quisieras ir ya te habrías ido.
Hay un poeta argentino, que se llama Hamlet Lima Quintana, un hombre cuya
poesía admiro muchísimo. Y él escribió "Transferencia" que dice:
Después de todo, la muerte es una gran farsante. La muerte miente cuando
anuncia que se robará la vida, como si se pudiera cortar la primavera. Porque
al final de cuentas, la muerte sólo puede robarnos el tiempo, las oportunidades
para sonreír; de comer una manzana, de decir algún discurso, de pisar el suelo
que se ama, de encender el amor de cada día. De dar la mano, de tocar la
guitarra, de transitar la esperanza. Sólo nos cambia los espacios. Los lugares
donde extender el cuerpo, bailar bajo la luna o cruzar a nado un río. Habitar
una cama,.llegar a otra vereda, sentarse en una rama, descolgarse cantando de
todas las ventanas. Eso puede hacer la muerte.
¿Pero robar la vida?... Robar la vida no
puede. No puede concretar esa farsa... porque la vida... la vida es una
antorcha que va de mano en mano, de hombre a hombre, de semilla en semilla, una
transferencia que no tiene regreso, un infinito viaje hacia el futuro, como una
luz que aparta irremediablemente las tinieblas. Y a mí me parece que Lima
Quintana tiene razón. La desaparición del otro, que uno asocia con la muerte,
solamente puede ser vivida así si uno no puede interiorizar a los que ha
perdido. Si uno se anima, entonces la muerte es una gran farsante. La
enfermedad es una gran farsante. Pueden llevarse algunas cosas de ese otro.
Pero no pueden robármelo porque de alguna manera ese otro sigue estando adentro
mío.
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