lunes, 29 de octubre de 2018

El Camino De Las Lagrimas (Cap. 8)


OTROS DUELOS

No siempre las pérdidas que padecemos y lamentamos están relacionadas con otra persona. Muchas veces la inquietud aparece frente a la sola idea de que mi propio bienestar está amenazado. En este capítulo quiero mostrar que un duelo ni siquiera se refiere necesariamente a una muerte. Se puede y se debe, por ejemplo, hacer un duelo por la pérdida de la juventud, de la salud, de las perspectivas, de las posesiones.. Vejez. El temor a envejecer. El ser humano ha nacido capacitado para vivir todas las edades, con sus experiencias propias y especiales. desde el día de nacimiento hasta que envejecemos, podemos escoger el intento de vivir con alegría o predestinados a ser desgraciados. Una pérdida se actualiza por la imagen interna de algo que ya no está, aunque lo perdido se haya desvanecido casi sin saberse. Un día notamos que aquella juventud maravillosa que tuvimos ha desaparecido (aviso: desaparece igual aunque no haya sido maravillosa) "Todo empezó un día como otro cualquiera en el que iba por la calle y de repente un adolescente me preguntó la hora. Me dijo simplemente: - ¿Tiene hora, señor? A mí. ¡Me dijo...SEÑOR!...¡a mí! ¡Pendejo insolente! ...Y lo peor es que hace de esto 15 años."
A partir de momentos como este nuestra vida sufre una crisis de identidad porque no habíamos pensado jamás que nos creíamos mucho más jóvenes que nuestro aspecto. Nos da la sensación de que la primera etapa de nuestra vida ha sido filmada en cámara lenta y ahora parece que el director estuviera apurado para terminar de filmar. Y eso que nosotros tenemos una ventaja sobre nuestros padres y abuelos. Esta, nuestra generación, ha crecido con oportunidades que ellos no tenían.
No hablemos de cirugías y tratamientos "antiaging"; hablemos de la inserción social, de confort y de expectativas de vida.
Cuando llegamos a lo que consideramos inicio de la madurez, deseamos saborear cada pequeño espacio de nuestra vida con intensidad. Hasta no hace mucho tiempo pensábamos que el hecho de cumplir 40 años marcaba un punto de no retorno en nuestras vidas. Repetíamos, sin saber lo que decíamos, que lo que no se hace hasta los 40, después... Ahora, pasados los 50, no creo que sea así para nada. Dice una vieja canción celta: Nunca me preocupé por la edad. Y ahora menos. Lo único que lamento es lo rápido que ha sucedido todo. Las crisis se suceden unas tras otras: nuestros hijos mayores nos vienen a agobiar con sus problemas o simplemente nos abandonan, nuestros hombres probablemente empiezan a fijarse en otras mujeres más deseables y bonitas, y nuestras mujeres probablemente dejan de parecernos deseables y bonitas. No nos da miedo envejecer, solamente NOS MOLESTA. Para no decir que nuestras mujeres también empiezan a encontrar hombres más jóvenes y deseables. Aparecen canas, arrugas alrededor de los ojos, nos cuelga la piel en los brazos y el abdomen irrumpe hacia afuera desagradablemente. Pero no todo es malo, pensemos en lo ganado: experiencia, presencia, libertad, intelectualidad, sensatez. Cualidades que deberemos tener muy en cuenta antes de declararnos deprimidos al comprobar en cada cumpleaños cómo la fatídica cifra de nuestra edad se acerca peligrosamente a los tres dígitos. Los cuarenta tienen algo de simbólico. De algún modo injusto parecen marcar la mitad de nuestra existencia. Ya que la mayoría de las personas no espera vivir más de ochenta años, los cuarenta son el punto de inflexión. Comenzamos a pensar mucho en el pasado reflexionando sobre el sentido que ha tenido nuestra vida ya transcurrida. Es el período de la meditación, del reencuentro con nuestro interior. A esto se suma que, en nuestro entorno, nuestros conocidos también maduran y algunos (lamentablemente no tan mayores que nosotros) literalmente envejecen con una velocidad que nos asombra. De hecho los vemos y al llegar a casa comentamos: - La vi a Fulanita...está destruida, arruinada, le agarró el viejazo, ¿estará enferma? Y en silencio rogamos que se trate de algún problema de salud para no imaginar que ella debe estar diciendo lo mismo de nosotros al llegar a su casa. Y a veces los amigos tienen el mal gusto de morirse (a esta edad tan inadecuada) confrontándonos con la realidad de una muerte no necesariamente cercana pero sí más posible, o por lo menos más pensable. Así nuestros años maduros nos sumergen en el mundo de duelos que nos provocan dolor e inquietud. Si tenés más de cuarenta años y te cuesta adaptarte al hecho de envejecer (perdón, quise decir madurar), te propongo seis medidas negativas para hacer más positiva tu experiencia:
1.. No juzgues tus nuevas limitaciones como un síntoma de debilidad
2.. No dudes en relacionarte con gente, estar acompañado, expresarte libremente.
3.. No reprimas los sentimientos de tristeza que pueden invadirte
4.. No trates de ser lo que no sos.
5.. No le pongas frenos a tu vida y dejala fluir.
6.. No tengas prejuicios ni acumules rencores.

Pero ¿qué es envejecer? El drama de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven. OSCAR WILDE. Algunos de los signos más notables del envejecimiento normal en los humanos son: la disminución de la fuerza de los músculos, el deterioro de la habilidad del sistema inmunitario para responder a las enfermedades, la pérdida de la densidad de los huesos, la caída del pelo, las arrugas y la disminución de algunas funciones psíquicas complejas. Fenómeno Hayflick y factor tiempo:
Envejecer no es una enfermedad, es el efecto de la senescencia que ocurriría aunque todas las enfermedades desaparecieran de la Tierra. La senescencia empieza un poco después de la pubertad con pequeños cambios, como el depósito de placas de ateroma en las arterias mayores y se va instalando en mayor magnitud a medida que transcurre el tiempo. El doctor Hayflick encontró que el envejecimiento está programado dado que cada célula tiene normalmente un límite a priori en su potencial de crecimiento y división. Hayflick llamó a eso el Efecto Reloj y demostró que el número de células que son capaces de duplicarse es inversamente proporcional al tiempo vivido por un organismo (a más edad menos duplicación). La llegada a este límite es el principal cambio del proceso de senscencia y el causante del aumento de la susceptibilidad a ciertas enfermedades y la disminución de la capacidad homeostática (la habilidad del cuerpo para acomodar pequeñas distorsiones fisiológicas o daños en el cuerpo). Las células "scenescent" (no tan jóvenes) paran de dividirse y no funcionan en plenitud,.desciende su síntesis de ADN y ARN y disminuye su capacidad para aceptar nutrientes. La cantidad de células "scenescent" contribuye a disminuir la función del organismo total. La teoría de los radicales libres: Otra teoría dice que los cambios celulares se deben al proceso de convertir oxígeno en energía.
En este proceso se producen moléculas llamadas radicales libres que en cantidades normales ayudan a mantener el cuerpo saludable, pero en grandes cantidades resultan dañosas para las células. Esto se llama reacción oxidativa. Cancelando este proceso actuarían los medicamentos y alimentos antioxidantes como las moras, las frutillas, las espinacas y la vitamina E. El envejecimiento es una de las pocas características que nos
unifican y definen a todos en nuestro mundo pleno de diversidad y tan cambiante. Todos estamos envejeciendo.
Tengamos 25 o 65 años de edad, 10 o 110, también estamos envejeciendo y esto significa que estamos vivos y es motivo de celebración. Uno de los principales logros de todos los tiempos es el aumento de la expectativa de vida del ser humano conseguida en el curso de estos últimos cien años. En el siglo XX, la expectativa media de vida en los países desarrollados ha aumentado de unos 47 años a más de 75 años. El promedio de edad de la población en los países desarrollados aumenta a un ritmo sin precedentes y esta tendencia se observa en la mayoría de los países en desarrollo, a pesar de haber comenzado más tarde. La expectativa de vida para los que nacen hoy es de más de 82 años. (Aunque todavía nos falte mucho pata el límite natural de nuestras vidas, que según los gerontólogos está alrededor de los 120 años). Al acercarnos al siglo XXI, la tendencia mundial a la disminución de la fecundidad y a la prolongación de la esperanza de vida ha dado al fenómeno del envejecimiento de la población una importancia sin precedentes. El envejecimiento poblacional ha sido asociado habitualmente con los países más industrializados de Europa y América del Norte, donde una quinta parte o más de la población tiene más de 60 años. Sin embargo, entre nosotros, para el año 2020 la población latinoamericana mayor de 60 años sumará 82 millones de personas. Más allá del envejecimiento "biológico" del que hemos hablado existe también un envejecimiento "social", que se refiere al papel que impone la sociedad a la persona que envejece. En este último están involucrados todos los prejuicios que la sociedad manifiesta con relación a los ancianos. Ambos tipos de envejecimiento son responsables de los problemas que aquejan a las personas de edad avanzada. En nuestras sociedades, frente al envejecimiento tenemos prejuicios y caracterizamos a las personas ancianas como pasivas, crónicamente enfermas, sin deseos sexuales o con necesidad desmedida de atención y de cuidados constantes, estigmatizando a los ancianos y condenándolos a la marginalidad social. Sin embargo la mayoría de las personas no manifiesta alteraciones que influyen marcadamente en su funcionamiento físico, intelectual o social hasta que pasan los 70 años. A pesar de que al aumentar la edad los procesos motores, cognoscitivos y sensoriales se hacen más lentos, la motivación y la práctica permiten superar esas desventajas y hacen que las personas de edad se desempeñen con eficiencia. Las personas en edad avanzada mantienen sus capacidades de desarrollo; el adulto mayor saludable y activo es un recurso para la familia y la sociedad. La vejez es cada vez menos sinónimo de dependencia; a pesar de que el riesgo de enfermedad crónica y de discapacidad se incrementa con la edad, solamente una de cada cinco personas en la edad de 70 años presenta alguna discapacidad funcional importante.
Respecto de que la sexualidad es cosa de la juventud, nada está más lejos de la verdad. Después de los 60 años existen por supuesto deseos y fantasías. Lo que cambia en todo caso son las formas y los valores. En esta época de la vida, la sexualidad se asocia más que antes al contacto y a la compañía. Nuestra sociedad nos hizo creer que la sexualidad es genitalidad, pero no abrazos, compañía, caricias. La sexualidad sigue tan viva como antes y en todo caso ha madurado. Según José Fernando, "se ha descubierto que la sexualidad muere un día después de que lo entierren a uno". Nuestras correspondientes políticas de asistencia social no coinciden con las realidades actuales ni con los probables escenarios del siglo XXI. Desarrollar una cultura donde el envejecimiento y la vejez sean considerados como símbolos de experiencia, sabiduría y respeto, y contribuir al fortalecimiento de la solidaridad y al apoyo mutuo entre generaciones, constituye también un reto en nuestra sociedad:.eliminar la discriminación y la segregación por motivos de edad.
Según el actual paradigma de la vejez, los hijos se vuelven tarde o temprano padres de sus padres: consideran la vejez como una etapa "dependiente" de la vida. Yo opino que los hijos son hijos y lo serán siempre; trastocar ese orden conlleva una imagen de venganza o en el mejor de los casos de pago de deuda que contraría el verdadero significado del amor. Envejecer es amargo. Ignacio Quintana dice: "...El hombre que envejece con amargura, crece en odios y en resentimientos. Sus arterias se envenenan, mortifican el cerebro y producen la metamorfosis de la sangre en bilis. Colapsa el aparato circulatorio, detenido por su pesadez. Momifica el cuerpo, degrada la visión, paraliza las manos. La amargura es Tánatos. Tánatos es la muerte y la tragedia. "En la antigüedad, los viejos que no eran respetables eran expulsados en una nave para que murieran en el mar.
Para alejarlos y permitir la tranquilidad de la polis griega. "El viejo amargo reprime la violencia y la transforma en odio social, en quejas vindicativas, en reclamos de supuestas injusticias. A veces se compensan con mecanismos de falta de grandeza, de falsa virtud, megalomanía e indignación reprimida. No existe otro fenómeno que contenga tanta fuerza destructora reprimida como la del viejo que exterioriza la maldad bajo el  disfraz de la virtud con su patética necesidad de reconocimiento, cargos públicos y condecoraciones afeado aun por una fatua afirmación del yo..." Y digo yo: ¡¡¡un viejo de mierda!!!
Envejecimiento fecundo. El dulce envejecimiento consiste en llevar una vida productiva y sana dentro de la familia, la sociedad y la economía. La vejez activa refleja el deseo y la capacidad de la persona, cualquiera sea su edad, para mantenerse involucrada en actividades productivas. Una política cultural evolucionada debe alentar la actividad social y política de las personas de edad, reconociendo el valor de su contribución social. La vejez no depende de la suma de una cantidad de años sino de la calidad de vida que hayamos tenido a nivel biopsicosocial como seres integrales que somos. No es la sociedad, ni la herencia, ni el medio ambiente; no son los mitos sobre el envejecimiento ni los estereotipos de la vejez los que marcan por sí solos el estilo de vida que tengamos en esta última etapa. Cada uno de nosotros es responsable de su propio envejecimiento. Hay dos situaciones tristísimas y lamentables: un viejo que se cree joven y un viejo que se cree muerto. En cambio hay una tercera que me parece estupenda: un viejo que sume la segunda parte de su vida con tanto coraje como la primera. Un día a los cuarenta años pensé: en el fondo del espejo me espía la vejez, es incansable, al final me atrapará. Me he debatido contra las etiquetas, pero no he podido evitar que los años me aprisionen. He vivido tendida sobre el provenir y ahora, recapitulando el pasado, diría que el presente me ha sido escamoteado. Elena Jabif. El duelo por la salud perdida. Freud afirma que el deseo de vivir procura imponerse a los deseos de muerte. La enfermedad produce sentimientos de peligro. Al lado del envejecimiento aparece un desamparo impensable, aquel que surge cuando la ilusión de ser inmortal pierde certeza.
Sófocles pinta a Edipo en el final de la tragedia con una vida vagabunda, miserable y ciego, y le dice al lector: Tened piedad del pobre fantasma de Edipo pues ese viejo cuerpo ya no es él.
Elizabeth Kübler-Ross dice que frente a la noticia del diagnóstico firme de una enfermedad grave suceden muchas cosas que ella genialmente tradujo en un inflexible modelo de cinco etapas:
Negación Ira Negociación Depresión Aceptación.
1. Negación: cuando una persona se entera de que sufre una enfermedad su primera reacción es un mecanismo de defensa que ante la evidencia nos hace decir "no, no puede ser, no quiero"; la persona se convence de que ha habido errores en los resultados de laboratorios o radiografías y que cambiando de médico puede obtener otra respuesta. La negación es un mecanismo normal que nos ha acompañado a lo largo de toda nuestra vida en relación al tema de la muerte y hasta se hace necesaria para asumir algunos riesgos. La negación permite una tregua entre la psiquis y la realidad, le otorga el tiempo al individuo para pensar su futuro de manera más distanciada, buscando la adaptación del evento que ha asaltado su realidad abruptamente. Es un verdadero intento de amortiguación del efecto de la noticia.
2. Ira: cuando el enfermo acepta por fin la realidad se rebela contra ella y nace la pregunta ¿por qué yo? La envidia comienza a corroer el alma (que injusto es que me haya tocado a mí) y los deseos de tener la vida de los demás inundan de ira todo su alrededor (nada está bien, nada me conforma)..Todo lo que ve le produce un agudo dolor, recordar su condición lo inunda de odio y rencor. Su autoestima está atropellada por no ser el elegido para permanecer con vida. Los enfermos en esta etapa necesitan expresar su rabia y hasta que no lo hacen no consiguen librarse de ella.
3. Negociación: aparece una tentativa por negociar el tiempo, se intenta hacer un trato con la vida, con Dios, con el diablo...aunque la realidad le indique que para eso es demasiado tarde (el eterno fumador promete no fumar nunca más). Se trata de alguna manera de una conducta regresiva, pidiendo tiempo a cambio de buena conducta. La gran mayoría de estos pactos son secretos y sólo quienes los hacen tienen conciencia de ello.
4. Depresión: cuando se tiene la conciencia de que todos los pasos anteriores fracasan ante el desarrollo de la enfermedad aparece la anticipación catastrófica (muchas veces exagerada) de la decadencia física, de la imposibilidad de trabajar, de los problemas económicos y familiares sumada a la sensación de inutilidad y la fantasía de llegar a constituir una carga innecesaria, todo provoca un estado natural de tristeza. La pena es producto de lo ya perdido, pero también un proceso de preparación ante la propia posibilidad de muerte. En esta etapa, más aun que en otras, es imprescindible para el enfermo expresar la profundidad de su angustia en vez de esconder su dolor. 
5. Aceptación: requiere que la persona haya tenido el tiempo necesario para superar las fases anteriores. La persona ha trabajado con la muerte a través de la ansiedad y la cólera y ha resuelto sus asuntos incompletos. A esta etapa se llega muy débil, cansado y en cierto sentido anestesiado afectivamente. En la etapa anterior ha luchado para capturar primero y desprenderse después del mundo y de las personas, ahora prefiere estar solo,  preparándose para su futuro en un proceso de evaluación y balance de su vida que casi siempre adquiere la forma de una experiencia privada y personal. en los casos de enfermedades terminales el paciente que acepta de alguna manera renuncia a lo anterior y comienza su despedida en paz y armonía. En esta etapa no hay ni felicidad, ni dolor, sólo paz. El dolor en todo caso está en quienes rodean al enfermo que también deben adaptarse a que éste sólo desee el silencio para terminar sus días en paz consigo mismo y con el mundo. Si bien no hay evidencia que indique que todas las personas atraviesan estas etapas o que haya un movimiento secuencial de una etapa a otra, es indudable que como recorrido se parece mucho a las cosas que a la mayoría de los pacientes con diagnósticos graves les ha pasado o le está pasando. Este es un modelo flexible fluido que sirve para ayudar al paciente, su familia y sus seres queridos a comprender lo que está sucediendo y darle fortaleza al enfermo. En una enfermedad grave las etapas descriptas por Kübler-Ross se corresponden con los momentos clásicos de la evolución clínica: prediagnóstico, diagnóstico, etapa aguda, cronicidad y resolución (recuperación o muerte) La antepenúltima etapa es con mucho la más importante en este tiempo, tanto por el acortamiento de las anteriores como por la prolongación de la enfermedad misma (por ej.las personas viven por años después de ser diagnosticadas con cáncer y muchas veces mueren por otras causas que nada tiene que ver con aquel diagnóstico).

Algo más sobre los duelos.
Detrás de cada cambio importante hay una pérdida para elaborar, aún detrás de aquellos que implican modificaciones "positivas", por llamarlas de alguna manera. Para decirlo una vez más Cada vez que algo llega, desplaza lo anterior, que de ja de ser. Así como Cada vez que algo se va, deja lugar a lo que sigue. Cambios (pérdidas o desarrollo)de propósitos y futuro. Cambios (agregado o disminución) en el patrimonio personal o el modo de vida.
Cambios en lugar de residencia (de progreso o de involución)
Cambios laborales (incluidos los ascensos y cambios de destino)
Cambios en las relaciones y vínculos (amigos, parientes, casamientos, enamoramientos) Cambios en las posturas ideológicas, religiosas o filosóficas.
Cambios en la salud (deterioro y aun sanación de enfermedades). Todos estos procesos y la infinita nómina que cada uno podría agregar suponen pequeñas o grandes muertes que no debemos subestimar y que implican una despedida y una elaboración.
Cada día que empieza es en realidad la historia de la pérdida de mi día anterior, porque no soy el que era ayer. Yo, Jorge Bucay, no soy el Jorge Bucay que era ayer y sé que mañana no voy a ser el de hoy. Pero si lo pienso así...¡¡¡Me condeno a vivir de.duelo!!! Para muchos autores el dormir y el soñar son en última instancia el espacio humano para vivir estos pequeños duelos cotidianos. Si quiero pensarlo así, me desprendo durante la noche de lo que dejo atrás y me despierto cada día con la ganancia que me dejó el día que pasó y la perspectiva novedosa del día que comienza. Yo puedo pensar en esto o hacerme el distraído. Puedo darme cuenta de que nos soy (y es cierto que no soy) el Jorge Bucay de hace diez años. No lo soy, afortunada y lamentablemente las fotos lo demuestran. ¿Este Jorge es mejor que de antes? ¿Me gusta más o menos? ¿¿Está más maduro o simplemente se pudrió?? Este no es el punto en cuestión. Seguramente hay un cambio. Haber dejado de ser aquel que era es causa y efecto de ser este que soy. Y este que soy es aquel más este, hay una ganancia en el camino. Y es importante registrar qué ganancia es el resultado de aquella pérdida Pero para esto tengo que poder soltar. Aferrado al recuerdo de mantener y sostener aquello que yo era, entonces no va a haber ninguna posibilidad de ganar y quizás ni siquiera de llegar a ser.

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