OTROS DUELOS
No
siempre las pérdidas que padecemos y lamentamos están relacionadas con otra
persona. Muchas veces la inquietud aparece frente a la
sola idea de que mi propio bienestar está amenazado. En este capítulo quiero
mostrar que un duelo ni siquiera se refiere necesariamente a una muerte. Se
puede y se debe, por ejemplo, hacer un duelo por la pérdida de la juventud, de
la salud, de las perspectivas, de las posesiones.. Vejez. El temor a envejecer.
El ser humano ha nacido capacitado para vivir todas las edades, con sus
experiencias propias y especiales. desde el día de nacimiento hasta que
envejecemos, podemos escoger el intento de vivir con alegría o predestinados a
ser desgraciados. Una pérdida se actualiza por la imagen interna de algo que ya
no está, aunque lo perdido se haya desvanecido casi sin saberse. Un día notamos
que aquella juventud maravillosa que tuvimos ha desaparecido (aviso: desaparece
igual aunque no haya sido maravillosa) "Todo empezó un día como otro
cualquiera en el que iba por la calle y de repente un adolescente me preguntó
la hora. Me dijo simplemente: - ¿Tiene hora, señor? A mí. ¡Me
dijo...SEÑOR!...¡a mí! ¡Pendejo insolente! ...Y lo peor es que hace de esto 15
años."
A partir
de momentos como este nuestra vida sufre una crisis de identidad porque no
habíamos pensado jamás que nos creíamos mucho más jóvenes que nuestro aspecto.
Nos da la sensación de que la primera etapa de nuestra vida ha sido filmada en
cámara lenta y ahora parece que el director estuviera apurado para terminar de
filmar. Y eso que nosotros tenemos una ventaja sobre nuestros padres y abuelos.
Esta, nuestra generación, ha crecido con oportunidades que ellos no tenían.
No hablemos de cirugías y tratamientos
"antiaging"; hablemos de la inserción social, de confort y de
expectativas de vida.
Cuando llegamos a lo que consideramos
inicio de la madurez, deseamos saborear cada pequeño espacio de nuestra vida
con intensidad. Hasta no hace mucho tiempo pensábamos que el hecho de cumplir
40 años marcaba un punto de no retorno en nuestras vidas. Repetíamos, sin saber
lo que decíamos, que lo que no se hace hasta los 40, después... Ahora, pasados
los 50, no creo que sea así para nada. Dice una vieja canción celta: Nunca me
preocupé por la edad. Y ahora menos. Lo único que lamento es lo rápido que ha
sucedido todo. Las crisis se suceden unas tras otras: nuestros hijos mayores
nos vienen a agobiar con sus problemas o simplemente nos abandonan, nuestros
hombres probablemente empiezan a fijarse en otras mujeres más deseables y
bonitas, y nuestras mujeres probablemente dejan de parecernos deseables y
bonitas. No nos da miedo envejecer, solamente NOS MOLESTA. Para no decir que
nuestras mujeres también empiezan a encontrar hombres más jóvenes y deseables.
Aparecen canas, arrugas alrededor de los ojos, nos cuelga la piel en los brazos
y el abdomen irrumpe hacia afuera desagradablemente. Pero no todo es malo,
pensemos en lo ganado: experiencia, presencia, libertad, intelectualidad,
sensatez. Cualidades que deberemos tener muy en cuenta antes de declararnos
deprimidos al comprobar en cada cumpleaños cómo la fatídica cifra de nuestra
edad se acerca peligrosamente a los tres dígitos. Los cuarenta tienen algo de
simbólico. De algún modo injusto parecen marcar la mitad de nuestra existencia.
Ya que la mayoría de las personas no espera vivir más de ochenta años, los
cuarenta son el punto de inflexión. Comenzamos a pensar mucho en el pasado
reflexionando sobre el sentido que ha tenido nuestra vida ya transcurrida. Es
el período de la meditación, del reencuentro con nuestro interior. A esto se
suma que, en nuestro entorno, nuestros conocidos también maduran y algunos
(lamentablemente no tan mayores que nosotros) literalmente envejecen con una
velocidad que nos asombra. De hecho los vemos y al llegar a casa comentamos: -
La vi a Fulanita...está destruida, arruinada, le agarró el viejazo, ¿estará
enferma? Y en silencio rogamos que se trate de algún problema de salud para no
imaginar que ella debe estar diciendo lo mismo de nosotros al llegar a su casa.
Y a veces los amigos tienen el mal gusto de morirse (a esta edad tan
inadecuada) confrontándonos con la realidad de una muerte no necesariamente
cercana pero sí más posible, o por lo menos más pensable. Así nuestros años
maduros nos sumergen en el mundo de duelos que nos provocan dolor e inquietud.
Si tenés más de cuarenta años y te cuesta adaptarte al hecho de envejecer
(perdón, quise decir madurar), te propongo seis medidas negativas para hacer
más positiva tu experiencia:
1.. No juzgues tus nuevas limitaciones
como un síntoma de debilidad
2.. No dudes en relacionarte con gente,
estar acompañado, expresarte libremente.
3.. No reprimas los sentimientos de
tristeza que pueden invadirte
4.. No trates de ser lo que no sos.
5.. No le pongas frenos a tu vida y
dejala fluir.
6.. No tengas prejuicios ni acumules
rencores.
Pero ¿qué es envejecer? El drama de la vejez
no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven. OSCAR WILDE. Algunos de los
signos más notables del envejecimiento normal en los humanos son: la
disminución de la fuerza de los músculos, el deterioro de la habilidad del
sistema inmunitario para responder a las enfermedades, la pérdida de la
densidad de los huesos, la caída del pelo, las arrugas y la disminución de
algunas funciones psíquicas complejas. Fenómeno Hayflick y factor tiempo:
Envejecer no es una enfermedad, es el
efecto de la senescencia que ocurriría aunque todas las enfermedades
desaparecieran de la Tierra. La senescencia empieza un poco después de la
pubertad con pequeños cambios, como el depósito de placas de ateroma en las
arterias mayores y se va instalando en mayor magnitud a medida que transcurre
el tiempo. El doctor Hayflick encontró que el envejecimiento está programado
dado que cada célula tiene normalmente un límite a priori en su potencial de
crecimiento y división. Hayflick llamó a eso el Efecto Reloj y demostró que el
número de células que son capaces de duplicarse es inversamente proporcional al
tiempo vivido por un organismo (a más edad menos duplicación). La llegada a
este límite es el principal cambio del proceso de senscencia y el causante del
aumento de la susceptibilidad a ciertas enfermedades y la disminución de la
capacidad homeostática (la habilidad del cuerpo para acomodar pequeñas
distorsiones fisiológicas o daños en el cuerpo). Las células
"scenescent" (no tan jóvenes) paran de dividirse y no funcionan en
plenitud,.desciende su síntesis de ADN y ARN y disminuye su capacidad para
aceptar nutrientes. La cantidad de células "scenescent" contribuye a
disminuir la función del organismo total. La teoría de los radicales libres:
Otra teoría dice que los cambios celulares se deben al proceso de convertir
oxígeno en energía.
En este proceso se producen moléculas
llamadas radicales libres que en cantidades normales ayudan a mantener el
cuerpo saludable, pero en grandes cantidades resultan dañosas para las células.
Esto se llama reacción oxidativa. Cancelando este proceso actuarían los
medicamentos y alimentos antioxidantes como las moras, las frutillas, las
espinacas y la vitamina E. El envejecimiento es una de las pocas
características que nos
unifican y definen a todos en nuestro
mundo pleno de diversidad y tan cambiante. Todos estamos envejeciendo.
Tengamos 25 o 65 años de edad, 10 o 110,
también estamos envejeciendo y esto significa que estamos vivos y es motivo de
celebración. Uno de los principales logros de todos los tiempos es el aumento
de la expectativa de vida del ser humano conseguida en el curso de estos
últimos cien años. En el siglo XX, la expectativa media de vida en los países
desarrollados ha aumentado de unos 47 años a más de 75 años. El promedio de
edad de la población en los países desarrollados aumenta a un ritmo sin
precedentes y esta tendencia se observa en la mayoría de los países en
desarrollo, a pesar de haber comenzado más tarde. La expectativa de vida para
los que nacen hoy es de más de 82 años. (Aunque todavía nos falte mucho pata el
límite natural de nuestras vidas, que según los gerontólogos está alrededor de
los 120 años). Al acercarnos al siglo XXI, la tendencia mundial a la
disminución de la fecundidad y a la prolongación de la esperanza de vida ha
dado al fenómeno del envejecimiento de la población una importancia sin
precedentes. El envejecimiento poblacional ha sido asociado habitualmente con
los países más industrializados de Europa y América del Norte, donde una quinta
parte o más de la población tiene más de 60 años. Sin embargo, entre nosotros,
para el año 2020 la población latinoamericana mayor de 60 años sumará 82
millones de personas. Más allá del envejecimiento "biológico" del que
hemos hablado existe también un envejecimiento "social", que se
refiere al papel que impone la sociedad a la persona que envejece. En este
último están involucrados todos los prejuicios que la sociedad manifiesta con
relación a los ancianos. Ambos tipos de envejecimiento son responsables de los
problemas que aquejan a las personas de edad avanzada. En nuestras sociedades,
frente al envejecimiento tenemos prejuicios y caracterizamos a las personas
ancianas como pasivas, crónicamente enfermas, sin deseos sexuales o con
necesidad desmedida de atención y de cuidados constantes, estigmatizando a los
ancianos y condenándolos a la marginalidad social. Sin embargo la mayoría de
las personas no manifiesta alteraciones que influyen marcadamente en su
funcionamiento físico, intelectual o social hasta que pasan los 70 años. A
pesar de que al aumentar la edad los procesos motores, cognoscitivos y
sensoriales se hacen más lentos, la motivación y la práctica permiten superar
esas desventajas y hacen que las personas de edad se desempeñen con eficiencia.
Las personas en edad avanzada mantienen sus capacidades de desarrollo; el
adulto mayor saludable y activo es un recurso para la familia y la sociedad. La
vejez es cada vez menos sinónimo de dependencia; a pesar de que el riesgo de
enfermedad crónica y de discapacidad se incrementa con la edad, solamente una
de cada cinco personas en la edad de 70 años presenta alguna discapacidad
funcional importante.
Respecto de que la sexualidad es cosa de
la juventud, nada está más lejos de la verdad. Después de los 60 años existen
por supuesto deseos y fantasías. Lo que cambia en todo caso son las formas y
los valores. En esta época de la vida, la sexualidad se asocia más que antes al
contacto y a la compañía. Nuestra sociedad nos hizo creer que la sexualidad es
genitalidad, pero no abrazos, compañía, caricias. La sexualidad sigue tan viva
como antes y en todo caso ha madurado. Según José Fernando, "se ha
descubierto que la sexualidad muere un día después de que lo entierren a
uno". Nuestras correspondientes políticas de asistencia social no coinciden
con las realidades actuales ni con los probables escenarios del siglo XXI.
Desarrollar una cultura donde el envejecimiento y la vejez sean considerados
como símbolos de experiencia, sabiduría y respeto, y contribuir al
fortalecimiento de la solidaridad y al apoyo mutuo entre generaciones,
constituye también un reto en nuestra sociedad:.eliminar la discriminación y la
segregación por motivos de edad.
Según el actual paradigma de la vejez,
los hijos se vuelven tarde o temprano padres de sus padres: consideran la vejez
como una etapa "dependiente" de la vida. Yo opino que los hijos son
hijos y lo serán siempre; trastocar ese orden conlleva una imagen de venganza o
en el mejor de los casos de pago de deuda que contraría el verdadero significado
del amor. Envejecer es amargo. Ignacio Quintana dice: "...El hombre que
envejece con amargura, crece en odios y en resentimientos. Sus arterias se
envenenan, mortifican el cerebro y producen la metamorfosis de la sangre en
bilis. Colapsa el aparato circulatorio, detenido por su pesadez. Momifica el
cuerpo, degrada la visión, paraliza las manos. La amargura es Tánatos. Tánatos
es la muerte y la tragedia. "En la antigüedad, los viejos que no eran
respetables eran expulsados en una nave para que murieran en el mar.
Para alejarlos y permitir la
tranquilidad de la polis griega. "El viejo amargo reprime la violencia y
la transforma en odio social, en quejas vindicativas, en reclamos de supuestas
injusticias. A veces se compensan con mecanismos de falta de grandeza, de falsa
virtud, megalomanía e indignación reprimida. No existe otro fenómeno que
contenga tanta fuerza destructora reprimida como la del viejo que exterioriza
la maldad bajo el disfraz de la virtud
con su patética necesidad de reconocimiento, cargos públicos y condecoraciones
afeado aun por una fatua afirmación del yo..." Y digo yo: ¡¡¡un viejo de
mierda!!!
Envejecimiento fecundo. El dulce
envejecimiento consiste en llevar una vida productiva y sana dentro de la
familia, la sociedad y la economía. La vejez activa refleja el deseo y la
capacidad de la persona, cualquiera sea su edad, para mantenerse involucrada en
actividades productivas. Una política cultural evolucionada debe alentar la
actividad social y política de las personas de edad, reconociendo el valor de
su contribución social. La vejez no depende de la suma de una cantidad de años
sino de la calidad de vida que hayamos tenido a nivel biopsicosocial como seres
integrales que somos. No es la sociedad, ni la herencia, ni el medio ambiente;
no son los mitos sobre el envejecimiento ni los estereotipos de la vejez los
que marcan por sí solos el estilo de vida que tengamos en esta última etapa.
Cada uno de nosotros es responsable de su propio envejecimiento. Hay dos
situaciones tristísimas y lamentables: un viejo que se cree joven y un viejo
que se cree muerto. En cambio hay una tercera que me parece estupenda: un viejo
que sume la segunda parte de su vida con tanto coraje como la primera. Un día a
los cuarenta años pensé: en el fondo del espejo me espía la vejez, es
incansable, al final me atrapará. Me he debatido contra las etiquetas, pero no
he podido evitar que los años me aprisionen. He vivido tendida sobre el
provenir y ahora, recapitulando el pasado, diría que el presente me ha sido
escamoteado. Elena Jabif. El duelo por la salud perdida. Freud afirma que el
deseo de vivir procura imponerse a los deseos de muerte. La enfermedad produce
sentimientos de peligro. Al lado del envejecimiento aparece un desamparo
impensable, aquel que surge cuando la ilusión de ser inmortal pierde certeza.
Sófocles pinta a Edipo en el final de la
tragedia con una vida vagabunda, miserable y ciego, y le dice al lector: Tened
piedad del pobre fantasma de Edipo pues ese viejo cuerpo ya no es él.
Elizabeth Kübler-Ross dice que frente a
la noticia del diagnóstico firme de una enfermedad grave suceden muchas cosas
que ella genialmente tradujo en un inflexible modelo de cinco etapas:
Negación Ira Negociación Depresión
Aceptación.
1. Negación: cuando una persona se
entera de que sufre una enfermedad su primera reacción es un mecanismo de
defensa que ante la evidencia nos hace decir "no, no puede ser, no
quiero"; la persona se convence de que ha habido errores en los resultados
de laboratorios o radiografías y que cambiando de médico puede obtener otra
respuesta. La negación es un mecanismo normal que nos ha acompañado a lo largo
de toda nuestra vida en relación al tema de la muerte y hasta se hace necesaria
para asumir algunos riesgos. La negación permite una tregua entre la psiquis y
la realidad, le otorga el tiempo al individuo para pensar su futuro de manera
más distanciada, buscando la adaptación del evento que ha asaltado su realidad
abruptamente. Es un verdadero intento de amortiguación del efecto de la
noticia.
2. Ira: cuando el enfermo acepta por fin
la realidad se rebela contra ella y nace la pregunta ¿por qué yo? La envidia
comienza a corroer el alma (que injusto es que me haya tocado a mí) y los
deseos de tener la vida de los demás inundan de ira todo su alrededor (nada está
bien, nada me conforma)..Todo lo que ve le produce un agudo dolor, recordar su
condición lo inunda de odio y rencor. Su autoestima está atropellada por no ser
el elegido para permanecer con vida. Los enfermos en esta etapa necesitan
expresar su rabia y hasta que no lo hacen no consiguen librarse de ella.
3. Negociación: aparece una tentativa
por negociar el tiempo, se intenta hacer un trato con la vida, con Dios, con el
diablo...aunque la realidad le indique que para eso es demasiado tarde (el
eterno fumador promete no fumar nunca más). Se trata de alguna manera de una
conducta regresiva, pidiendo tiempo a cambio de buena conducta. La gran mayoría
de estos pactos son secretos y sólo quienes los hacen tienen conciencia de
ello.
4. Depresión: cuando se tiene la
conciencia de que todos los pasos anteriores fracasan ante el desarrollo de la
enfermedad aparece la anticipación catastrófica (muchas veces exagerada) de la
decadencia física, de la imposibilidad de trabajar, de los problemas económicos
y familiares sumada a la sensación de inutilidad y la fantasía de llegar a
constituir una carga innecesaria, todo provoca un estado natural de tristeza.
La pena es producto de lo ya perdido, pero también un proceso de preparación
ante la propia posibilidad de muerte. En esta etapa, más aun que en otras, es
imprescindible para el enfermo expresar la profundidad de su angustia en vez de
esconder su dolor.
5. Aceptación: requiere que la persona
haya tenido el tiempo necesario para superar las fases anteriores. La persona
ha trabajado con la muerte a través de la ansiedad y la cólera y ha resuelto
sus asuntos incompletos. A esta etapa se llega muy débil, cansado y en cierto
sentido anestesiado afectivamente. En la etapa anterior ha luchado para
capturar primero y desprenderse después del mundo y de las personas, ahora
prefiere estar solo, preparándose para
su futuro en un proceso de evaluación y balance de su vida que casi siempre
adquiere la forma de una experiencia privada y personal. en los casos de
enfermedades terminales el paciente que acepta de alguna manera renuncia a lo
anterior y comienza su despedida en paz y armonía. En esta etapa no hay ni
felicidad, ni dolor, sólo paz. El dolor en todo caso está en quienes rodean al
enfermo que también deben adaptarse a que éste sólo desee el silencio para
terminar sus días en paz consigo mismo y con el mundo. Si bien no hay evidencia
que indique que todas las personas atraviesan estas etapas o que haya un
movimiento secuencial de una etapa a otra, es indudable que como recorrido se
parece mucho a las cosas que a la mayoría de los pacientes con diagnósticos
graves les ha pasado o le está pasando. Este es un modelo flexible fluido que
sirve para ayudar al paciente, su familia y sus seres queridos a comprender lo
que está sucediendo y darle fortaleza al enfermo. En una enfermedad grave las
etapas descriptas por Kübler-Ross se corresponden con los momentos clásicos de
la evolución clínica: prediagnóstico, diagnóstico, etapa aguda, cronicidad y
resolución (recuperación o muerte) La antepenúltima etapa es con mucho la más
importante en este tiempo, tanto por el acortamiento de las anteriores como por
la prolongación de la enfermedad misma (por ej.las personas viven por años
después de ser diagnosticadas con cáncer y muchas veces mueren por otras causas
que nada tiene que ver con aquel diagnóstico).
Algo más sobre los duelos.
Detrás de cada cambio importante hay una
pérdida para elaborar, aún detrás de aquellos que implican modificaciones
"positivas", por llamarlas de alguna manera. Para decirlo una vez más
Cada vez que algo llega, desplaza lo anterior, que de ja de ser. Así como Cada
vez que algo se va, deja lugar a lo que sigue. Cambios (pérdidas o
desarrollo)de propósitos y futuro. Cambios (agregado o disminución) en el
patrimonio personal o el modo de vida.
Cambios en lugar de residencia (de
progreso o de involución)
Cambios laborales (incluidos los
ascensos y cambios de destino)
Cambios en las relaciones y vínculos
(amigos, parientes, casamientos, enamoramientos) Cambios en las posturas
ideológicas, religiosas o filosóficas.
Cambios en la salud (deterioro y aun
sanación de enfermedades). Todos estos procesos y la infinita nómina que cada
uno podría agregar suponen pequeñas o grandes muertes que no debemos subestimar
y que implican una despedida y una elaboración.
Cada día que empieza es en realidad la
historia de la pérdida de mi día anterior, porque no soy el que era ayer. Yo,
Jorge Bucay, no soy el Jorge Bucay que era ayer y sé que mañana no voy a ser el
de hoy. Pero si lo pienso así...¡¡¡Me condeno a vivir de.duelo!!! Para muchos
autores el dormir y el soñar son en última instancia el espacio humano para
vivir estos pequeños duelos cotidianos. Si quiero pensarlo así, me desprendo
durante la noche de lo que dejo atrás y me despierto cada día con la ganancia
que me dejó el día que pasó y la perspectiva novedosa del día que comienza. Yo
puedo pensar en esto o hacerme el distraído. Puedo darme cuenta de que nos soy
(y es cierto que no soy) el Jorge Bucay de hace diez años. No lo soy,
afortunada y lamentablemente las fotos lo demuestran. ¿Este Jorge es mejor que
de antes? ¿Me gusta más o menos? ¿¿Está más maduro o simplemente se pudrió??
Este no es el punto en cuestión. Seguramente hay un cambio. Haber dejado de ser
aquel que era es causa y efecto de ser este que soy. Y este que soy es aquel
más este, hay una ganancia en el camino. Y es importante registrar qué ganancia
es el resultado de aquella pérdida Pero para esto tengo que poder soltar.
Aferrado al recuerdo de mantener y sostener aquello que yo era, entonces no va
a haber ninguna posibilidad de ganar y quizás ni siquiera de llegar a ser.
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