AYUDAR A OTROS A RECORRER EL CAMINO
El simple hecho de preguntar
amorosamente a alguien que vive un duelo por una pérdida "¿qué pasó?",
o el acercarse a quien acaba de perder a un ser querido para pedirle sin
morbosidad que nos cuente cómo fue, permite al que está dolido revivir su
experiencia y con ello facilita la integración de la pérdida aunque obviamente
le sea muy doloroso contestar. Los amigos, familiares lejanos y vecinos que
preguntan por ello con genuino interés y se quedan al lado del que vive la
pérdida ayudan a dejar parte de la pesada carga de dolor y angustia para
recorrer el camino de las lágrimas más liviano. Escuchar, acompañar, preguntar,
estar...acciones que ayudan en el duelo. ¿Qué es ayudar en un duelo? El
procedimiento es muy semejante al que el médico o la enfermera realizan cuando
se limpia una herida: descubrir, higienizar, sacar restos inútiles de tejidos
destruidos, ayudar a la cicatrización. Duele enormemente, sobre todo al
principio, pero poco a poco disminuye el dolor y se aleja el riesgo de una
complicación gracias al proceso de curación. El proceso de asistencia consiste
en ayudar a los que elaboran un duelo para que puedan: 1.. aceptar la pérdida.
2.. expresar libremente el dolor propio de la aflicción. 3.. reubicarse sin el
difunto. 4.. resituar emocionalmente al difunto en la vida del que se queda.
Con este capítulo no pretendo forzarte a que quieras estar con tu amigo que
llora una pérdida, lo que sí pretendo aportar son algunos datos probadamente
útiles para que, si estás decidido a acompañarlo, tu ayuda sea más eficaz.
Si
bien voy a referirme especialmente al duelo por la muerte de un ser querido, la
mayoría de las pautas explicitadas abajo se corresponden absolutamente con las
vivencias de quienes elaboran duelos por otro tipo de pérdidas (afectivas,
materiales o espirituales). Creo que es importante empezar por saber que el
duelo no es una enfermedad en sí mismo. Sin embargo, a pesar de
esta certeza, podemos observar los siguientes datos: 90% de las personas sufren
trastornos del sueño durante el duelo, 50% padecen seudoalucinaciones auditivas
o visuales, 35% dicen tener algunos síntomas similares a los que condujeron al
fallecido a su muerte, 10% de los parientes más cercanos y amigos íntimos
enferman gravemente durante el primer año de duelo. Los suicidios y las muertes
por accidentes son 14 veces más frecuentes entre los que han sufrido en el
último año la pérdida de un ser querido que en la población general. Todos los
que atraviesan un cambio importante están obligados, a pesar de sus turbulentas
emociones, a adaptarse en varios niveles, reorganizando los sistemas de
comunicación con el mundo (ya no está el otro para hacerlo), ajustando las
reglas al funcionamiento del sistema (nada es igual, todo ha cambiado) y
redistribuyendo los roles que antes estaban asignados de una manera ahora
impracticable (de algunos me haré cargo personalmente y de otros deberá
ocuparse alguien más), como condición para entrar en algún momento a la nueva
realidad (la vida "sin"). Estos datos por sí solos nos obliga a
darnos cuenta de cuán necesarios somos para nuestros amigos que se encuentran
elaborando un duelo.. Si bien la mejor herramienta para esta ayuda es el amor,
cuánto mejor será nuestra presencia y acompañamiento si además de nuestros
sentimientos y cuidados, fuéramos capaces de aportar la comprensión adicional
que nos da tener algún conocimiento de lo que está sucediendo dentro del que
pena y alguna herramientas para aliviar su dolor. Para poder acompañar
saludablemente a un familiar o amigo que ha perdido algo o a alguien valioso es
posible hacer muchas cosas, pero es necesario dejar de hacer algunas otras.
Transcribo aquí abajo una pequeña lista
incompleta de algunas premisas importantes
Tener en cuenta las actitudes que no
ayudan.
1.. No le digas que lo comprendes si no
pasaste por una situación similar.
2.. No hagas lo que hace la gente
"porque es lo que se acostumbra"
3.. Decidite ayudar hasta donde tu
corazón te pida y no hasta donde tu cabeza te exija. Nunca hagas lo que no
querés hacer.
4.. No intentes buscar una justificación
a lo que ha ocurrido.
5.. No te empeñes en animarlo ni
tranquilizarlo, posiblemente lo.que más necesita el otro es que lo escuches.
6.. No le quites importancia a lo que ha sucedido hablándole de lo que todavía
le queda.
7.. No intentes hacerle ver las ventajas
de una nueva etapa en su vida. No es el momento.
8.. Evita las frases hechas.
La incomodidad nos mueve a recurrir a
expresiones que no ayudan para nada: "Tenés que olvidar" "Fue
mejor así" "Dejó de sufrir" "El tiempo todo lo cura"
"Mantenete fuerte por los niños" "Es la voluntad de Dios"
"Es la ley de la vida" Dejar que se desahogue. Sentir y expresar el
dolor, la tristeza, la rabia o el miedo frente a la muerte de un ser querido es
el mejor camino que existe para cerrar y curar la herida por la pérdida. Estás
equivocado si pensas que dejarlo llorar no sirve más que para añadir dolor al
dolor. Estás equivocado si creés que ayudar a
alguien que sufre es distraerlo de su
pesar. Es mediante la actualización y la expresión de los sentimientos que la
persona en duelo se puede sentir aliviada y liberada. No temas nombrar y hablar
de la persona fallecida por miedo a que se emocione. Si llora, no tenés que
decir o hacer nada en especial, lo que más necesita en esos momentos es tu
presencia, tu cercanía, tu compañía y tu afecto. Tampoco temas llorar o
emocionarte con su llanto. No hay nada de malo en mostrar tu pena, en mostrar
que a vos también te afecta lo que ha pasado, en mostrar que te duele ver a tu
amigo o familiar en esa situación. Lo que más necesita el que está de duelo,
por lo menos en estos momentos, es una oreja para poder hablar, un espacio para
sentirse débil y un hombro para llorar. Esta es quizás la premisa más
importante para recorrer el camino de las lágrimas con un ser querido: NUNCA
interrumpas la expresión del dolor. Mucha gente corta intencionalmente las
expresiones emocionales del otro con una supuesta intención de protegerlo de su
sufrimiento pero ocultando (a veces sin siquiera saberlo) la verdadera
intención: protegerse de sus propias emociones dolorosas.
Hablar del ser querido que ha muerto. Es
imprescindible, cuando estamos cerca, permitirle al que está de duelo que hable
todo el tiempo y todas las veces que lo necesite del difunto y participar con
naturalidad de ese diálogo. Una pareja de padres que atendí una vez decía:
"Los parientes y los amigos rehuyen hablar o pronunciar el nombre de
nuestra hija. Desvían la conversación hacia cualquier otro tema. Tal vez tengan
miedo.de alterarnos o hacernos llorar. quizás creen que la muerte de un hijo es
contagiosa. Pero ¿qué pretenden, que la olvidemos, que no lloremos más? Hay que
animarse a compartir con tu amigo los recuerdos de la persona fallecida (ver
fotos, contar anécdotas...) Recordar a la persona amada es un consuelo para los
supervivientes. Repetir y evocar los recuerdos es parte del camino que tienen
que recorrer para sanar su herida. Procurar el tiempo necesario para el duelo.
Si no sabés qué decir, no digas nada. Escucha, estate presente, sin pensar que
tenés que dar consejos constantemente o
estar levantando el ánimo. No palmees su espalda mientras le decís que tiene
que sobreponerse, ya lo hará a su tiempo. El principio del camino de las
lágrimas suele ser muy acompañado, pero a poco de andar la mayoría de los que
se acercaron y prometieron seguir han desertado. El contacto puede mantenerse
de muchas maneras.
Una visita, un café, un paseo, una
carta, un e-mail o una llamada telefónica pueden romper su soledad y recordarle
al ser querido que allí estamos. Las fiestas y los aniversarios son momentos
particularmente dolorosos en los que suele ser muy importante estar cerca de la
persona en duelo. Uno de los reclamos que silenciosamente hacen aquellos que
elaboran un duelo es: "¿Dónde está ahora, un año después, todos lo que se
ofrecieron acompañarme?". Colaborar en las tareas. Si no sabés qué hacer,
pensá en cómo podrías colaborar en algunas tareas cotidianas. la ayuda en el
papeleo puede ser la mejor manera de dar una mano en los primeros momentos. La
más desacreditada de las ayudas y una de las más importantes es ayudar a
estableces y llevar adelante los rituales funerarios (entierro, velatorio,
avisos fúnebres), porque en momentos difíciles los ritos son importantes. Este
es unos de los roles que sólo los amigos del corazón se atreven a desempeñar.
Todas las sociedades han desarrollado rituales (costumbres o ceremonias)
alrededor de la muerte de un ser querido. Los ritos cambian de cultura en
cultura y de tiempo en tiempo, pero su sentido es siempre el mismo: cumplir por
lo menos con cinco importantes funciones: 1.. Preservar a los supervivientes y
ayudarlos a enfrentarse a la muerte. 2.. Mostrar la realidad de la pérdida y la
expresión pública del dolor de los familiares y amigos. 3.. Hacer conocer la
pérdida al grupo social y permitir la expresión de solidaridad y apoyo. 4..
Despedirse del muero. 5.. Reconfirmar que el grupo continúa viviendo,
celebrando el triunfo de la vida. La ayuda terapéutica. Las intervenciones
psicoterapéuticas para el duelo son variadas e incluyen terapia individual y de
grupo. Sabemos que los métodos que fueron efectivos en el tratamiento de duelos
muy complejos difieren de los necesarios
para los menos complejos; sin embargo la lista de estos métodos de tratamientos
más usados y efectivos, según las encuestas mundiales en los últimos cinco años,
incluyen:
a.. Grupos de ayuda mutua
autogestionados.
b.. Psicoterapia dinámica de tiempo
limitado.
c.. Intervención de comportamiento
cognitivo.
d.. Tratamiento farmacológico con
terapia de apoyo.
e.. Desensibilización progresiva del
trauma
f.. Talleres y laboratorios temáticos
gestálticos.
La gran mayoría de los duelos
transcurren sin complicaciones (duelos normales) y se completan saludablemente
dentro de un tiempo razonable sin intervención externa. El apoyo de los grupos
sociales, familiares y amigos, así como el aporte de personas calificadas o
profesionales entrenados puede, de todas formas, ayudar a mejorar la calidad
del proceso de duelo. Las metas de orientación para la ayuda descritas por
Worden son diez:
1.. ayudar a la persona en duelo a
aceptar la pérdida, invitándola a hablar acerca de ella y de las circunstancias
que la rodearon.
2.. ayudar a identificar los
sentimientos relacionados con la pérdida (rabia, culpa, ansiedad, tristeza), no
criticando su presencia, más bien avalando su expresión.
3.. ayudar a vivir sin el fallecido y a
tomar sus propias decisiones.
4.. ayudar a independizarse
emocionalmente del fallecido y establecer relaciones nuevas.
5.. ayudar a enfocar su duelo en
situaciones especiales como cumpleaños y aniversarios.
6.. "autorizar" la tristeza
dejando saber que es lo apropiado e informando de las diferencias individuales
de este proceso.
7.. dar apoyo continuo, incondicional y
sin límite de tiempo.
8.. ayudar a la persona a entender su
propio comportamiento y su estilo de duelo.
9.. identificar problemas irresueltos y
eventualmente sugerir ayuda profesional.
10..
escuchar...comprender...escuchar...comprender...escuchar ...y comprender.
Psicoterapia profesional.
La terapia es indicación casi obligada
en personas que manifiestan un duelo complejo y anormal. Porque cuando un
paciente se queda estancado en el lugar del duelo y no puede salir durante un
pequeño tiempo, él mismo empieza a sentir que no puede hacer nada para salirse
de donde está trabado.
Ni siquiera puede, pobre, escuchar a
quien lo quiere ayudar y esta última frase nos conecta con la paradoja.
Es una persona que necesita ayuda para
poder recibir ayuda.
La meta de la terapia en estos
pacientes, tanto en individual como en grupo, es identificar y resolver los
conflictos de separación que interfieren en la culminación del proceso de
duelo.
Más que en ningún otro caso es
importante establecer un contrato terapéutico claro para definir tiempo
necesario, costo, expectativas y enfoques.
Si el paciente se queja de problemas
físicos, es imprescindible antes de iniciar un tratamiento descartar cualquier
enfermedad.
La terapia de duelo requiere hablar
acerca de la persona fallecida y reconocer si hay emociones mínimas o
exageradas alrededor de la pérdida. Una descripción persistente e idealizada de
la persona fallecida puede indicar la presencia de sentimientos ambivalentes de
rabia. La terapia puede ayudar a la persona a ver que la culpa, rabia u otros
sentimientos "negativos" pueden estar interfiriendo en otros más
positivos y viceversa.
También puede suceder que las
complicaciones en el proceso se deban a algún duelo anterior mal resuelto. El
duelo relacionado a estas pérdidas anteriores debe ser manejado apropiadamente
para poder resolverlo satisfactoriamente.
La terapia de duelo incluye el lidiar
con la resistencia al proceso de duelo, identificar los asuntos pendientes con
el fallecido e identificar y acomodar pérdidas secundarias como resultado del
fallecimiento.
Por último el doliente debe ser ayudado
a aceptar la condición irreversible de la pérdida y visualizar lo que será su
vida después de terminar de recorrer el húmedo camino de las lágrimas.
A pesar de resistirme ideológicamente a
que sea tomado como norma y menos aún de primera instancia, a veces la
medicación terapéutica abre una puerta por donde poder entrar para poder
ayudar.
Pero atención: La medicación es un
parche, no soluciona nada...Nada.
Nadie pasa del duelo tomando
antidepresivos. Nadie.
Lo único que la medicación puede hacer
es abrir la puerta. Y a veces hace falta. Solo a veces...
La mejor droga es sin lugar a dudas la
presencia sostenida de quienes amorosamente deciden acompañar al que pena hasta
el final de este camino.
Y de todas maneras, de ellos se reciben
no sólo las "buenas palabras" sino también, muchas veces, "las
malas
bienintencionadas acciones".
Las buenas palabras son, por ejemplo:
Respeto,
Permiso,
Compañía,
Sostén,
Ayuda,
Facilitamiento,
Propuesta,
Presencia.
Y las "malas" acciones podrían
ser:
Forzar,
Empujar,
Manipular,
Salvar,
Interrumpir,
Olvidar,
Invadir,
Apurar.
Aceptemos que puede haber alguien que
está muy triste, con mucho dolor, y que con sinceridad no quiere por ahora que
lo ayudes a salirse de ese lugar.
Hay que tener mucho cuidado, hay que ser
muy respetuoso.
A veces es muy difícil saber si estás
molestando o estás ayudando
Sumándose al duelo, los manejos de los
padres y otros familiares o de algunos amigos (pocos amigos) determinan, a
nivel social, una presión culposa a veces más insoportable que el dolor de la
misma pérdida.
Me parece bueno acercarse y me parece
bien proponer; pero estoy seguro de que hay que evitar los "hacelo por
mí".
A veces escucho, por ejemplo:
"Tenés que salir, porque tenés
familia...
porque tus hijos...
porque tu esposo...
porque fulano...
porque mengano...
Y yo digo, puede que sea una buena idea
recordarle que hay otras cosas, pero no lo es forzar una actuación y menos
desde la culpa, porque a veces, como dijimos, hay que preguntarse sinceramente
si lo que estoy queriendo es ayudarte a salir por vos o estoy queriendo que vos
salgas de tu tristeza, porque soy yo el que no soporto verte triste.
Ayuda puede ser simplemente llamarle la
atención a alguien para que se ocupe de sí mismo.
Les digo a los que están de duelo:
En medio de este luto que tenés, en
medio de este dolor, te llama tu mejor amiga. La mejor amiga que tenés en el
mundo te llama y te dice:
"Yo sé que estás mal, pero te
necesito, así que, por favor, dejá lo que estás haciendo, sal´´i de tu casa,
vení, ayudame, necesito que me consueles, necesito que me contengas, necesito
que me ayudes a amigarme con la vida, porque estoy en un momento muy difícil,
te necesito conmigo de verdad, por favor, vení."
A pesar de tu duelo, ¿qué creés que
harías?
Y en general los dolientes respiran
hondo pero siempre dicen:
- Iría.
- Irías, ¿seguro?
- Sí, sí.
Y entonces agrego como el mago de una
feria:
- Tu mejor amiga sos vos. Y te estás
pidiendo eso. ¿Vas a ir o no?
El duelo en el niño.
Ser completamente honesto con el
niño..Acompañar a un niño que ha perdido a un ser querido significa ante todo
no apartarlo de la realidad en la que está viviendo, con el pretexto de
ahorrarle sufrimiento. Aunque por razones de edad no comprenda todavía lo que
es la muerte, es perfectamente sensible a la reacción y el llanto de los
adultos, a los cambios de la rutina de la casa, a la ausencia de contacto
físico con la persona fallecida...; es decir, se da cuenta de que algo pasa y
le afecta.
Solamente evitaremos (siempre que sea
posible) que presencie escenas desgarradoras de dolor y pérdida de control de
los adultos.
Aunque resulte muy doloroso y difícil de
hablar de la muerte con el niño, es mejor hacelo lo antes posible. Pasadas las
primeras horas de mayor dramatismo y confusión, buscaremos un momento y un
lugar adecuados y le explicaremos, con un lenguaje apropiado para su edad, lo
ocurrido. Haremos un esfuerzo por contestar todas sus preguntas. Si no tenemos
alguna respuesta, le diremos sencillamente que no lo sabemos.
Para los niños menores de 3 años, la
muerte es como un largo sueño del cual en algún momento se despierta, esto es,
algo provisional y reversible. Será pues necesario ser pacientes para
explicarle una y otra vez lo ocurrido y lo que significa la muerte.
Recordar que, para que pueda iniciar
adecuadamente el proceso de duelo, es necesario que deje de "esperar"
a su ser querido y llegar a comprender que éste no regresará nunca.
Evitar pues frases del tipo de:
"Se ha quedado dormido para
siempre" (porque podríamos inducirlos a rechazar el dormir de noche por
temor a no despertar)
"Se ha marchado de viaje"
(porque no querrán ir en tren)
"Está muy lejos, muy lejos..."
(porque permanecerán aguardando su regreso)
Para que el niño entienda qué es la
muerte, suele ser útil emplear ejemplos traídos de la naturaleza: las hojas en
otoño, la muerte en los animales...Explicarle que los médicos y las enfermeras
hicieron lo posible para "arreglar" el cuerpo, pero que, a veces,
está tan herido o enfermo que las medicinas no lo pueden curar..Es muy difícil,
además de inútil, esconder la causa de la muerte al niño.
Permitir y animar al niño a asistir y
participar en el velatorio, funeral, entierro...
Tomar parte en estos actos puede
ayudarlo a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo.
De ser posible, es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué
escuchará y el porqué de esos ritos.
Permitir al niño ver el cadáver.
Muchos niños tienen ideas falsas con el
cuerpo. Comeatarle que el cuerpo deja de moverse, de respirar, de comer, de
hablar, de ir al baño y no siente dolor. Dejarle bien claro que ya no siente
nada: ni lo malo, ni el frío, ni el hambre...
Antes de que vea el cadáver, explicarle
dónde estará, qué aspecto tendrá...Si el niño no quiere verlo o participar en
algún acto, no forzarlo.
Ocuparse del niño
El niño intuye enseguida que la muerte
va a tener muchas consecuencias en la familia.
Si los padres o el padre superviviente
están demasiado afectados, puede ser conveniente que otra persona se
responsabilice de acompañarlo durante
esos actos. Es preferible que sea alguien cercano al niño, que le permita
expresar sus emociones y se sienta cómodo contestando sus preguntas.
El niño puede temer también ser
abandonado por el familiar que ha quedado. Hay que asegurarle que, aunque está
muy afectado por la pérdida, se encuentra bien y no le va a pasar lo mismo. Es
bueno decirle que, aunque estamos muy triste por lo ocurrido, vamos a seguir
ocupándonos de él lo mejor posible.
Permitir y animar la catarsis emocional.
Aunque no siempre las expresen, los
niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si
perciben que estos sentimientos (rabia, miedo, tristeza...) son aceptados por
su familia, los expresarán más fácilmente y los ayudará a vivir de manera más
adecuada la separación.
Frases como:
"no llores",
"no estés triste",
"tenés que ser
valiente",."no está bien enojarse así"...
pueden cortar la libre expresión de
emociones e impiden que el niño se desahogue.
El niño en general está sintiendo rabia
e impotencia porque se da cuenta de que ha sido abandonado y puede expresarlas
de muchas maneras: irritabilidad, pesadillas, juegos ruidosos, travesuras..
Es frecuente que dirijan el enfado hacia
un familiar cercano o hacia las cosas del que ya no está.
Es imprescindible permitirle que saque
la rabia gritando, corriendo, golpeando, etc...,cuidando únicamente que no se
lastime a sí mismo (un buen par de almohadones grandes pueden ser de mucha
ayuda)...
Contestar todas las preguntas.
Hay que contestar honestamente y de la
manera más real posible a todas sus preguntas. Yo creo que si tienen dos años y
el abuelito se murió, hay que decirles "el abuelito se murió", no
pasa nada. Somos nosotros los que en realidad nos asustamos de sus respuestas.
Cuando muere un ser querido, todos
necesitamos consuelo y sentirnos rodeados de un ambiente de confianza y de
seguridad, y esto sólo puede darse cuando decimos la verdad.
En el caso de las familias creyentes
puede ser un buen momento para comentar el sentimiento profundo de que Dios nos
ama, está con nosotros y nos acompaña en estos momentos tan difíciles. Dios no
nos deja nunca, ni en la vida ni en la muerte.
Los niños más pequeños pueden creer que
la muerte es "contagiosa" y pueden pensar que pronto les llegará su
turno.
Explicarles que no tienen nada que
temer. Pueden pensar también que algo que dijeron o pensaron causó la muerte.
Dejar bien claro que ellos no son responsables.
Los cuatro temores más frecuentes del
niño son enunciados en general de esta manera: "¿Fue culpa mía la
muerte?""¿Me va a pasar a mí cuando cumpla ...años?"
""¿Quién me va a cuidar?"
"¿Con quién voy a jugar
ahora?"..Lo más habitual es que el niño elabore el duelo alternando fases
de preguntas y expresión emocional, con intervalos en que no menciona para nada
el asunto.
Respetar su manera de afrontar la
pérdida.
Tener en cuenta que su manera de
expresar el sufrimiento por la pérdida no suele ser un estado de tristeza y
abatimiento como el de los adultos. Es más frecuente apreciar cambios en el
carácter, cambios frecuentes de humor, disminución del rendimiento escolar,
alteraciones en la alimentación y el sueño...
La persona fallecida puede, por un
tiempo, convertirse en un padre o una madre imaginario. Este comportamiento
tiene que ser respetado como necesario para que el niño realice de forma
adecuada el duelo.
No escondernos de los niños para llorar.
No es malo que los niños vean el dolor y
la tristeza. No tengamos miedo de mostrar los propios sentimientos delante del
niño (excepto manifestaciones violentas). No angustiarse porque nos vean
tristes o llorando; al contrario, esto hará que el hijo se sienta más
acompañado y se dé cuenta de que sus sentimientos también son compartidos por
los seres que más quiere. Si ve que los adultos intentan esconder y disimular
sus sentimientos, aprenderá pronto a no expresarlos y se sentirá solo con su
dolor.
Cuando le mostramos lo que sentimos, el
niño nos percibe más cercanos y es más fácil que nos diga él también lo que le
está pasando.
Cerca y lejos.
Permitirle estar cerca, sentarse a su
lado, sostenerlo en brazos, acariciarlo, escucharlo, llorar con él...es
importante para el niño pero también puede ser adecuado buscar momentos para
estar separados: dejarlo solo en su habitación, dejarlo salir a jugar con un
amigo... Si es necesario tranquilizarlo haciéndole saber que estaremos ahí
cerca por si nos necesita.
Reacciones en los niños ante la muerte.
Es necesario estar atentos a la
aparición de algunos signos de alerta que, si bien en sí mismos no señalan una
alarma, deberán ser consultados si se mantienen o si se agravan con el paso del
tiempo..Pérdida de interés por las actividades o acontecimientos de la vida
cotidiana.
Dificultades para conciliar el sueño.
Pérdida de apetito o lo opuesto.
Miedo de quedarse solo.
Comportamiento regresivo (hacerse pis en
la noche, hablar como un bebé...)
Imitación excesiva de la persona
fallecida.
Expresiones repetidas del deseo de
reencontrarse con el fallecido.
Actitudes hostiles peligrosas con el
afuera o amenaza de daño a su propio cuerpo.
Fracaso escolar importante o negativa de
ir a la escuela.
Negación, ansiedad, síntomas físicos o
reacciones hostiles.
Situación, momificación, idealización y
culpa.
Aislamiento.
Una vez transcurridos los primeros días.
Cuando se vuelve a la cotidianidad, será
conveniente continuar hablando de la persona que ha muerto, recordarla, hablar
de lo bueno que nos ha dejado, de sus gustos, de sus ilusiones...y así
posibilitaremos que siga viviendo, si bien de otra manera, en la mente y en el
corazón de nuestros hijos y ello podrán ir elaborando el duelo por su pérdida.
Asegurarles que no olvidaremos a la
persona fallecida.
Resumiendo.
La principal diferencia entre la pena de
un niño y la de un adulto es que la del niño puede aparecer de una manera más
intermitente que en los adultos, pero el proceso dura mucho más tiempo. El
proceso de duelo tiene que ser analizado varias veces durante el desarrollo de
la vida de un niño.
Durante su proceso de crecimiento
revivirá la pérdida con frecuencia, especialmente durante los eventos
importantes en su vida (al ir de campamento, graduación de la escuela,
matrimonio, el nacimiento de un hijo).
La muerte es una realidad que nos
acompaña en nuestra vida.
Desde que nacemos, todos sabemos que
hemos de morir. Es un hecho natural, pero cuesta mucho tratarlo con naturalidad.
Por eso hay que ir preparando el terreno para abordar y hablar de esta realidad
con nuestros hijos..Antes de que los hijos se encuentren con la realidad de la
muerte de personas cercanas y queridas, hay actitudes y situaciones de la vida
cotidiana que ayudarán al niño, desde muy pequeño, a irse acercando al hecho de
la muerte: por ejemplo la muerte de un animal doméstico, para explicar que se
ha muerto y que ya no volverá a vivir.
Los niños no reaccionan ante la pérdida
de la misma forma que los adultos y podrían no demostrar sus sentimientos tan
abiertamente. Su comportamiento dice más que sus palabras.
Los sentimientos de rabia y el miedo a
morir o ser abandonados pueden ser evidentes en su comportamiento. Los niños
tienden usualmente a jugar a hacerse el muerto para de esa manera sacar sus
sentimientos y ansiedades de una manera segura. El jugar le es familiar y por
lo tanto seguro para ellos.
No ocultar ni mentir. El guardar
silencio acerca de la muerte (lo cual indica que el tópico es tabú) no ayuda al
niño a adaptarse a la pérdida. La explicación debe mantenerse tan simple y
directa como sea posible. Las preguntas deben ser respondidas con honestidad, y
con detalles suficientes para su nivel de comprensión. A los niños debe
dárseles seguridad, ya que frecuentemente se preocupan de si van a morir
también, o si es su otro padre quien va a morir. Las preguntas deben ser
respondidas asegurándose de que el niño procese la información.
El duelo en el adolescente.
La adolescencia suele ser ya una etapa
difícil.
El adolescente tiene que hacer frente a
la pérdida de un ser querido, al mismo tiempo que hace frente a todos los
cambios, dificultades y conflictos de su propia edad.
Aunque exteriormente parezca ya un
adulto, el desarrollo del cuerpo no va siempre a la par con la madurez
afectiva. Es por eso que necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender
el doloroso y difícil proceso de duelo.
Podemos pensar que entonces puede
encontrar alivio y ayuda en sus amigos. Pero cuando se trata de la muerte,
salvo que se haya vivido una situación similar, los amigos se sienten
impotentes y pueden ignorarlo totalmente.
Por otra parte, atravesar un período de
desvalorización y cuestionamiento de sus padres es una forma normal, aunque
difícil, de separarse de ellos. Si desafortunadamente su padre o su madre
fallecen mientras está alejándose física y emocionalmente de ellos puede
experimentar un gran sentimiento de culpa, y la necesidad de separarse que
experimentaba puede hacer el proceso de duelo más complicado.
Muchas veces el adolescente, aunque
sufre intensas emociones, no las comparte con nadie, porque se siente, de
alguna manera, presionado a comportarse como si se las arreglara mejor de lo
que realmente lo hace.
Después del fallecimiento de su padre,
su madre o de su hermano se suele pedir que sea fuerte para sostener al otro
padre. Pobre, no se siente capaz de sobrevivir a su propio dolor y además se le
exige que sostenga a otros.
Este tipo de conflicto puede tener como
resultado que el adolescente renuncie (duelo aplazado o congelado) a vivir su
propio duelo y transforme el proceso en rabia, miedo e impotencia la antesala
de empezar a preguntarse por qué y para qué vivir.
Signos que indican que un adolescente
necesita más ayuda.
Como hemos visto, son varios los motivos
que determinan que el duelo en el adolescente sea más difícil. Algunos
adolescentes pueden incluso mostrar un comportamiento inoportuno y preocupante.
Vigilar los siguientes comportamientos:
a.. síntomas de depresión
b.. dificultades para dormir
c.. extrema impaciencia
d.. baja autoestima
e.. fracaso escolar
f.. indiferencia hacia actividades
sociales
g.. deterioro de las relaciones
familiares
h.. práctica súbita de deportes de
riesgo
i.. abandono de los amigos de la
infancia
j.. conductas riesgosas como conducir
sin precaución
k.. peleas de noviazgo, rupturas
l.. relaciones sexuales descuidadas o
promiscuas
m.. negación del dolor
n.. alardes de fuerza y madurez. Como en
todos los casos se impone, frente a la complicación, la recomendación de un diagnóstico
profesional.
Acompañar al que va a morir.
Idealmente, las decisiones que afectan
la etapa final de la vida deben ser tomadas antes de que surja la necesidad.
Aunque estos temas no sean placenteros o fáciles de tratar, si las personas
tienen sentimientos definidos acerca de estas decisiones, deben dejarlos saber
y para esto necesitan ayuda.
Pero debido a la naturaleza sensible de
estas decisiones, casi nunca es el caso. Se crea una "conspiración del
silencio" que pospone o prohibe que se hable del asunto. Los pacientes no
quieren preocupar a sus familias; la familia tiene miedo a que el paciente se
deprima o se dé por vencido, los doctores se sienten incómodos de abordar el
tema y no quieren preocupar al paciente y la familia. Las personas siempre
piensan que hay mucho tiempo por delante para hablar acerca de eso. Pero cuando
llega el momento de tomar estas decisiones, o no se hace, o las decisiones son
asumidas por personas que no saben los verdaderos deseos del paciente.
De todas maneras lo más significativo
del acompañamiento es, como su nombre lo indica, la presencia: estar cerca en
los muchas veces difíciles momentos finales.
FIN
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