UNA LECCIÓN DE HUMILDAD
Dios, tal como yo lo comprendo a El, tiene sentido del humor. Uno de los incidentes que me prueba esto, fue lo que me sucedió en mayo, cuando se me pidió que dijera unas palabras en los Servicios de Día de las Madres de nuestra iglesia.
Tan pronto como empecé a pensar qué diría, "unas pocas palabras" se convirtieron en un sermón. Después de pocas horas, el sermón (al que aún le falta estar escrito) se convirtió en uno de los mejores sermones que habían sido escuchados en nuestra iglesia. Unos días después, cuando comencé a escribir el sermón, se volvió probablemente el mejor sermón que se había oído en North Bay. Y cuando pasó una semana, tenía muchas posibilidades de que se me pidieran algunos otros sermones en nuestra iglesia. Como resultado de todo esto, por supuesto, la gente de otros lugares vendría a escucharme. ¡Pensé que después sería muy probable que gentes de lugares aún tan lejanos como Sault Ste. Marie vinieran en tropel a oírme!.
No hacía aún cinco años, uno de mis más grandes miedos había sido que me muriera y que nadie asistiera a mi funeral.
Cuando llegó el momento de mi "sermón", Dios y su misericordia y sabiduría entraron en escena. Se me desarrolló una sed terrible, mayor que cualquiera de las que había sufrido cuando estaba bebiendo. Inicié mi plática, pero tenía que estar interrumpiéndola más o menos después de cada dos frases, para tomar un sorbo. Y el agua no podía extinguir esa sed. Pronto, conforme la sed se hacía más profunda, me encontré usando más tiempo en beber que en hablar. Sentí una tentación casi abrumadora de presentar a los congregados el vaso como en un brindis, diciendo, "salud".
Y entonces me llegó la luz. Entonces me penetró el mensaje. Dios me estaba diciendo, "Tú eres un alcohólico. Eso es todo lo que tú eres. No un predicador, ni un profesor, ni un orador; solamente un alcohólico, recuperándose por Mi gracia".
Y eso fue todo. Una lección enseñada con buen humor. Una lección que nunca debo olvidar: lo importante no es lo que hago o en dónde vivo o cómo me llamo; lo que sí importa es que soy un alcohólico recuperado, por la gracia de Dios, y soy un miembro de A.A.
North Bay, Ontario, Canadá.
AVANZANDO
La mayoría de los alcohólicos que he conocido, incluyendo yo mismo, quisimos siempre sobresalir. Si no lo logramos, bueno, no hay nada tan color de rosa como los sueños de éxito y gloria que salían de la botella; esas fantasías son la envoltura y la trama de la vida de los alcohólicos activos.
Yo creo que una de las principales diferencias entre un alcohólico activo y un alcohólico recuperado puede ser expresado como una cuestión dependiente del tiempo gramatical El alcohólico activo tiende a vivir en el futuro y en el pasado. El alcohólico sobrio, usando parte de la filosofía que aprende con su experiencia dentro de A.A., vive o se esfuerza en vivir en el presente.
El Alcohólico que no bebe descubre dentro de A.A. que usted no puede avanzar hasta que aprenda a estar aquí. Descubrimos en nuestra Oración de la Serenidad que una de las cosas que no podemos cambiar es el tiempo. El Aquí-y-Ahora es la única realidad. Mientras que el mundo irreal del alcohólico bebiendo era sólo ayer-y-mañana.
La gracia de la sobriedad reside en aceptar el hecho de que el pasado ya no existe y el futuro sólo existe cuando se vuelve presente.
Pienso en cierta mañana en que me desperté y me dije que no tomaría un trago ese día. Esto ya lo había hecho antes muchas veces, y cada vez había fracasado. Pero en esa mañana, por alguna razón inexplicable, otra vez me dije que era un mentiroso; que no podía no tomar un trago ese día. Inmediatamente se montó la escena para el que fue, por decirlo de alguna manera, el día más extraordinario de mi vida; el día en que mi compulsión por el alcohol me fue arrancada.
La explicación es sencilla. Cuando me dije a mí mismo "Usted es un mentiroso", estaba pensando en tiempo presente. No dije, "si logramos no beber en la mañana, pero en la tarde te tomas un trago, serás un mentiroso". Justo entonces, recibí el privilegio de hacer algo acerca de mi situación, porque lo reconocí como una situación presente y no como una futura. Así fue como busqué a A.A. y encontré la ayuda que necesitaba. En el mismo momento en que me reconocí como un mentiroso, dejé de serlo (en esa circunstancia, al menos).
Hasta que llegué a estar liberado de la confusión y agitación de vivir bebiendo, me interesé en meditar sobre este asunto de Avanzar. En los excesos de mi ambición inspirada por el alcohol, solía imaginar que para Avanzar necesitaría ser como un buldozer sobrenatural, encajando la cuchilla para abrir su camino avanzando cuesta arriba, sumergiéndola inexorablemente en los diques de la vida, pulverizando, jadeando, resoplando, desafiante, sin importarme los obstáculos, impelido por las virtudes de la ambición y las seducciones del éxito, de ésa clase de éxito que llegaba a nosotros sin esfuerzo, salido de una botella del bar.
Yo no sabía entonces que si quería Avanzar con cierto grado de paz, yo tengo que aprender primero a estar Aquí. Hacen falta agallas para estar Aquí; se necesita auto-disciplina y resolución. Cualquiera con suficiente energía y con una idea fija puede lograr su objetivo; ejemplos: Los grandes gángsters, los dictadores, los demagogos. Pero para estar Aquí, usted debe conocer en dónde está, antes de saber a dónde va a ir. Tiene que buscar antes de poder encontrar, tiene que preguntar antes de aprender verdaderamente a buscar. Si necesita humildad para preguntar, paciencia para esperar la respuesta, y fe en que la respuesta llegará. Estas - me golpeó - no son precisamente las "virtudes" de un buldozer.
Me gusta creer que estar Aquí suministra una pista para practicar el Paso Once. No mejoramos nuestro contacto consciente con Dios, tal como lo comprendemos, proyectándonos hacia el futuro. Después de como lo comprendemos, proyectándonos hacia el futuro. Después de todo, hasta el "de Aquí hasta el más Allá", comienza con Aquí.
Manchester, Massachusetts.
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