viernes, 15 de febrero de 2019

44 Preguntas Acerca de "Alcohólicos Anónimos" (Parte 7)

¿Es necesario que un A.A. siga asistiendo a las reuniones toda la vida?

No es necesario, pero —como dijo un miembro— "casi todos lo queremos, y puede que nos convenga a la mayoría".

A la mayoría de los alcohólicos no les gusta que se les diga que tienen que hacer alguna cosa por mucho tiempo. A primera vista, la idea de tener que asistir a las reuniones el resto de la vida, puede parecer verdaderamente desconsoladora.

La respuesta, otra vez, es que uno no está obligado a nada en A.A. Siempre puede decidir hacer una cosa o dejar de hacerla, incluso, buscar o no la sobriedad por intermedio de A.A.

La principal razón para que un alcohólico vaya a las reuniones de su grupo es permanecer sobrio hoy —no mañana o la semana entrante o dentro de diez años—.

Hoy, el presente, es el único período de su vida, acerca del cual el A.A. puede hacer algo. No se preocupa por el mañana ni por "el resto de la vida". Lo que le importa es conservar hoy su sobriedad. Ya se preocupará del porvenir cuando éste llegue.

De modo que el A.A. que desee hacer lo que pueda para asegurar su sobriedad en el presente, probablemente continuará asistiendo a las reuniones. Pero su concurrencia siempre será con base a atender a su sobriedad inmediata. Mientras se acerque a A.A. de esa manera, ninguna de sus actividades, inclusive su concurrencia a las reuniones, puede parecerle una obligación a largo plazo.


¿Cómo hago para tener tiempo de ir a las reuniones, trabajar con otros alcohólicos y dedicarme a otras actividades de A.A.?

El recién llegado a A.A., que durante sus días de bebedor siempre lograba restarle importancia al tiempo que gastaba ingiriendo alcohol, a veces se desanima al saber que la sobriedad consumirá también parte de su tiempo. Si se trata de un alcohólico típico, desea recuperar pronto "el tiempo perdido". Quiere dedicarle a su trabajo todas sus energías, gozar de las delicias de la vida hogareña que durante tanto tiempo dejó en completo abandono, dedicarse a la iglesia o a actividades de carácter cívico. Y si no es así, ¿para qué sirve la sobriedad, si no es para vivir una vida normal, una vida llena de satisfacciones?

A.A., sin embargo, no es algo que puede tomarse como una píldora. Por eso A.A. sugiere que la experiencia de quienes han tenido éxito en el programa de recuperación merece ser tenida en cuenta. Casi sin excepciones, los hombres y mujeres que están más satisfechos con su sobriedad son los que van a las reuniones con regularidad, que nunca vacilan si hay que trabajar con otros alcohólicos que buscan ayuda, y que se interesan realmente en otras actividades de sus grupos. Son los hombres y mujeres que recuerdan vívidamente y con honradez las horas sin rumbo que gastaron en los bares, los días de trabajo que perdieron, la eficiencia disminuida y el remordimiento que venía con el malestar que sentían al día siguiente de una borrachera.

En contraste con tales recuerdos, las pocas horas que se emplean apoyando y fortaleciendo su propia sobriedad, no vienen a ser gran cosa.


¿Puede un recién llegado unirse a A.A. fuera de su comunidad?

Esta pregunta la hacen generalmente las personas que al parecer tienen muy buenas razones para no querer exponerse a que sus vecinos los identifiquen como alcohólicos Puede ser que, por ejemplo, tengan patrones totalmente ignorantes del programa de A.A. y posiblemente hostiles hacia cualquiera que admita que tiene un problema con la bebida. Puede ser que deseen desesperadamente asociarse con A.A. porque ven allí la manera de adquirir y conservar la sobriedad. Pero puede que no se atrevan a unirse a un grupo de su propia localidad.

La respuesta a esa pregunta es que cualquiera puede formar parte de un grupo de A.A. donde quiera que lo desee hacer. Naturalmente, es mucho más cómodo pertenecer al grupo que quede más cercano. También parece que esta es la manera más franca de atacar el problema individual. La persona que se dirige a A.A. en busca de ayuda es, generalmente, pero no siempre, bien conocida como un borracho. Indudablemente, la buena noticia de su sobriedad tiene que extenderse. Muy pocos patrones o vecinos pueden considerar objetable la fuente de la sobriedad de su empleado o amigo, bien sea que se trate de un grupo local o de uno situado a cincuenta millas de distancia.

En nuestros días, pocas personas corren peligro de perder el empleo o los amigos simplemente por permanecer sobrias. Si hemos de tomar la experiencia de muchos miles de A.A. como guía digna de confianza, lo mejor que puede hacer el recién llegado es buscar la ayuda del grupo más cercano, antes de comenzar a preocuparse de la reacción de los demás.


¿Si me hago miembro de A.A., no perderé a muchos de mis amigos y me privaré de muchas diversiones?

La mejor respuesta a esta pregunta es la experiencia de miles de hombres y mujeres que ya se han unido a A.A. En general, su actitud es que no tuvieron verdadera amistad ni verdaderas diversiones hasta que no se unieron a A.A. Su manera de ver las cosas en lo referente a amistades y diversiones, ha cambiado.

Muchos alcohólicos descubren que sus mejores amigos sienten mucho placer al ver que ellos están haciéndole frente a la realidad de que no son capaces de manejar el alcohol. A nadie le gusta ver que un amigo se hace daño a sí mismo.

Naturalmente, es muy importante distinguir entre los verdaderos amigos y los amigos de borrachera que se encuentran casualmente en los bares y tabernas. Es muy seguro que el alcohólico cuente con muchos amigos de esta última clase, cuya jovialidad puede a menudo confundirse con amistad. Puede que por algún tiempo eche de menos a esos amigos tan joviales. Pero serán reemplazados con los centenares de A.A. que conocerá, hombres y mujeres que lo comprenderán y aceptarán, que están dispuestos a ayudarle a mantener su sobriedad en todo momento.

Pocos miembros de A.A. cambiarían el placer que les da la sobriedad por lo que les parecía tan divertido cuando eran bebedores.

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