*Hablar con
otro, es, ante todo, escuchar; y pocos saben escuchar puesto que pocos están
vacíos de sí mismo y su y yo mete ruido.
"Pues,
sí, señora, vea: lo mismo me ocurre a mí...". Mientras el otro hablaba,
sólo pensaba en sí.
*No
interrumpas al otro para hablar de ti. Déjalo que hable de él hasta que quiera.
¿Si te sientes tentado a hablar de ti, no será porque piensas en ti? Y si
piensas en ti, no estás para el otro plenamente.
*Si hablas
de ti, que sea en relación con el otro, para esclarecerle,
tranquilizarlo, enriquecerlo; pero nunca para valorarte, eclipsar,
desanimar, aplastar.
*Si el otro
se calla en presencia tuya, respeta su silencio, después ayúdalo con dulzura a
hablar. Pregunta por su vida, por sus preocupaciones, por sus deseos, por
sus molestias, puesto que hablar con otro es también, con frecuencia,
preguntar.
*Cuida que
el otro no se despida sin haber dicho cuánto quería decir. Si dice: "lo
hallé preocupado", indica que no estabas dispuesto. Si suspira: "no
insistí, parecía ausente", es que estabas "en otra parte".
¿Volverá?
*Estás
inquieto, preocupado por muchos cuidados y se presentará alguien que desea
hablar contigo. Toma dulcemente tus molestias, tu mal humor, tu
nerviosismo, tu obsesión y ofrecerlo todo al Señor. repítelo cuántas veces haga
falta y quedarás pronto libre para escuchar, recibir, comunicar.
Michael Quoist
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