Quienes estamos en Alcohólicos Anónimos hemos conocido a más de cien personas de ambos sexos que se hallaban, en una cierta etapa de su existencia, tan desesperados como una vez lo estuvo Bill.
Casi todos se restablecieron. Encontraron una solución a su problema de alcohol.
Somos ciudadanos comunes. Todos los niveles de nuestro país y la mayor parte de las actividades y las profesiones están representados en nuestra agrupación, así como todos los grupos políticos, económicos, sociales y religiosos. Somos personas que por lo común no nos mezclamos. Mas en medio de nosotros existe una fraternidad, una aceptación y una bondad tan maravillosas que no podemos describirlas. Somos como aquellos pasajeros de un barco que, después de haber escapado del naufragio, se olvidan de las diferencias sociales y se unen en un mismo sentimiento de alegría y fraternidad, que va de popa a proa indistintamente. Mas, al contrario de lo que sucede con los pasajeros de una nave, la alegría de estar a salvo no se desvanece cuando alguno de nosotros vuelve a tomar su propio destino. El sentimiento de haber atravesado el mismo peligro es uno de los elementos del poderoso lazo que nos une. Sin embargo, por sí solo, este sentimiento no nos habría acercado unos a otros como ahora lo estamos.
Lo que hay de extraordinario para cada uno de nosotros, es que hemos descubierto una solución común. Tenemos una salida sobre la cual estamos absolutamente de acuerdo y que nos une en una acción fraternal y armoniosa. Es este el gran mensaje que anuncia este libro a aquéllos que sufren de alcoholismo.
Una enfermedad como el alcoholismo — hemos llegado a considerarlo como una enfermedad — afecta el entorno de aquél o de aquélla que lo sufre como ninguna otra enfermedad puede hacerlo.
Un enfermo de cáncer cuenta con la simpatía de todos y nadie más se irrita o es lastimado. No sucede así con el alcoholismo, ya que esta enfermedad implica el aniquilamiento de todos las cosas de valor en la vida. El alcoholismo afecta a todos aquéllos que se relacionan con la persona afectada por el mismo. Fuente de terrible incomprensión y resentimiento, el alcoholismo es causa de inseguridad financiera, repulsa a los amigos y a los superiores. Las vidas inocentes de los hijos, de las esposas y de los padres de alguna forma se vuelven desdichadas por esta enfermedad. Y la lista de desgracias podría llevarse hasta lo infinito.
Esperamos que nuestro libro informe y reconforte a aquéllos que pudiesen estar afectados por este mal. Ellos son muy numerosos.
Psiquiatras de reconocida fama han tenido la oportunidad de tener como pacientes a algunos de nosotros y se han dado cuenta de que no han podido convencer a un alcohólico para que discuta su caso sin reservas. Y, cosa extraña,
nuestras esposas, nuestros padres y nuestros amigos íntimos generalmente encuentran difícil establecer contacto con un alcohólico.
Como contrapartida, sin embargo, el antiguo bebedor que ha encontrado nuestra solución y que conoce bien los hechos en lo que concierne a su alcoholismo, generalmente puede llegar a ser el confidente de otro alcohólico en pocas horas. Pero, en tanto que no exista esta comprensión mutua, no hay nada, o casi nada, que pueda lograrse.
El hecho de ser abordado por una persona que ya ha experimentado el mismo problema, el escuchar a esta persona hablar con certeza y con conocimiento de causa, el ver en su comportamiento mismo que posee la respuesta verdadera, el constatar que no se coloca en un plano de superioridad moral, que no predica para su santo y que está motivada por el deseo sincero de ayudar; el hecho de que no hay que pagar ningunos gastos, ni alabar a nadie, ni sufrir ningún reproche; reunidas todas estas condiciones hacen que el acercamiento sea más eficaz. Son numerosos quienes se han levantado de sus lechos de enfermos y reiniciado su camino después de haber sido informados por un alcohólico.
Ninguno de nosotros consagra todo su tiempo a este trabajo y no creemos que seríamos más eficaces si lo hiciéramos. Creemos que el parar de beber es sólo el principio. Es aun más importante el poner en acción nuestros principios en nuestros propios hogares, en el trabajo y en todos nuestros actos de la vida. Todos nosotros consagramos una gran parte de nuestro tiempo libre a este tipo de servicio, del cual hablaremos posteriormente en esta obra. Algunos afortunados llegan a dedicarse casi todo el tiempo a este servicio.
De actuar como lo hacemos, es indudable que resultaría un gran beneficio de nuestro servicio, mas el problema apenas habría aflorado a la superficie. Aquéllos de entre nosotros que viven en una gran ciudad se desaniman con la idea de que, muy cerca, centenares de alcohólicos caen en el olvido día con día. Un buen porcentaje de esos casos se resolvería si tuviesen nuestra fortuna. ¿Entonces, como ofrecerles lo que se nos ha dado tan desinteresadamente? Estas reflexiones nos han llevado a publicar un libro, sin nombre de autor, para exponer el problema tal como lo vemos nosotros. En él aportaremos nuestra experiencia combinada y nuestro conocimiento. Este libro deberá sugerir un programa útil para todo individuo con problemas de alcoholismo.
Era necesario incluir en nuestro libro los aspectos de orden médico, psiquiátrico, social y religioso. Estamos conscientes de que estos temas pueden ser causa de controversias. Nada nos agradaría tanto como escribir una obra que no incluyese ningún tema de debate o de política. Haremos todo lo que podamos para alcanzar este objetivo. Todos estamos de acuerdo en que una auténtica tolerancia hacia los puntos de vista de otros, así como un profundo respeto por la opinión ajena son actitudes que bien pueden ayudarnos a lograr nuestras metas. Nuestra misma vida, la vida de un antiguo ebrio, depende de nuestro deseo de ayudar a otros y de encontrar los medios adecuados para responder a su necesidad.
Quizás ya se pregunte usted por qué es que todos nosotros nos enfermamos tanto a causa del alcohol. Quizás sienta usted curiosidad por saber por qué y cómo — no obstante la opinión contraria de los expertos — nos hemos recuperado de una condición física y mental sin esperanza. Si usted es un alcohólico que desee liberarse del estado en que se encuentra, quizá se esté preguntando: „¿Qué debo hacer?
El objetivo de este libro es aportar respuestas precisas a este tipo de preguntas. Le contaremos todo lo que hemos hecho. Antes de entrar en detalles, nos parece útil exponer en forma sucinta nuestro punto de vista sobre ciertas cosas.
Cuantas veces se nos ha dicho : „En cuanto al alcohol, yo puedo beberlo o no beberlo si así lo deseo. ¿Por qué tú no? Si no puedes beber razonablemente, sería mejor que no bebieras. „Aquél es incapaz de controlarse cuando se trata de alcohol. „¿ Por qué no intentas beber sólo cerveza o vino? „No tomes bebidas con alto grado de alcohol. „De seguro, le falta voluntad. „Si quisiera, dejaría de beber. „Ella es una chica tan linda que por consideración él debería dejar de beber. „El médico le dijo que si seguía bebiendo se moriría, pero está siempre achispado.
Estas son expresiones comunes que escuchamos a menudo.
Denotan un mundo de ignorancia y de malentendidos y son las reacciones de personas que reaccionan muy diferentemente a nosotros frente al alcohol.
Quien no bebe excesivamente no encuentra ninguna dificultad en parar de beber, si hay una buena razón para hacerlo. Puede beber o no beber, a su pleno albedrío.
Igualmente está el caso del gran bebedor. Él puede haber bebido por mucho tiempo como para que su salud física y mental se afecte.
Su vida misma puede ser corta por una muerte prematura. Sin embargo, si esta motivado por una razón suficientemente seria, como una salud precaria, una nueva relación amorosa, un cambio de ambiente o aun una seria advertencia de su médico, este bebedor será capaz, si no de cortar totalmente, sí al menos de moderar su consumo, no obstante que lo encuentre difícil y pueda aun necesitar atención médica.
Pero ¿qué se puede decir del verdadero alcohólico. Él pudo haber iniciado siendo un bebedor moderado; después pudo convertirse o no en un gran bebedor, pero, en una cierta etapa de esta evolución, llega un momento en que no puede ya cesar de consumir alcohol a partir de que empieza a beber.
Su comportamiento lo deja a usted perplejo. El alcohólico hace cosas absurdas, inexplicables y a veces hasta trágicas cuando bebe. Tiene una doble personalidad, como el Dr. Jekill y Mr. Hyde:
Un hombre perfecto y cuando bebe, un auténtico demonio.
Raramente se le encuentra ligeramente achispado, siempre está embriagado. A fuerza de beber, su carácter natural se modifica.
Puede ser el hombre más amable del mundo, pero dejándolo beber se convierte en antisocial, repugnante y peligroso. Posee la cualidad de embriagarse en el momento más inoportuno, especialmente cuando es necesario tomar una decisión importante o mantener una promesa. Es a menudo un hombre lleno de equilibrio y de buen juicio en todos aspectos, pero en cuanto al alcohol es increíblemente deshonesto y egoísta. Es competente, posee una
habilidad, así como dotes excepcionales, y tiene ante él un carrera prometedora; se esfuerza en preparar un porvenir brillante para él y su familia, después echa todo por la borda con una serie de insensatas juergas. Es alguien que se va a dormir tan ebrio que se creería permanecerá dormido por veinticuatro horas.
Sin embargo, desde que despierta al día siguiente busca ávidamente la botella que escondió la noche anterior. Si tiene los medios, será capaz de esconder el alcohol por todos lados, en los lugares menos pensados en la casa, para estar seguro de que nadie tirará su reserva total por la tubería. Cuando se agrava su estado, comienza a ingerir una combinación de potentes sedativos y alcohol para calmar sus nervios y estar en condiciones de trabajar.
Llega entonces el día en que él simplemente no puede seguir así y se emborracha nuevamente. Es posible que vaya con su médico, quien le administrará morfina o algún sedante capaz de calmarlo.
Después viene el principio de las idas al hospital o a los psiquiátricos.
Este retrato que acabamos de esbozar del verdadero alcohólico está aún lejos de estar completo; las conductas varían de un sujeto a otro. Pero de un modo general, esta descripción lo identificará.
¿Por qué un hombre se comporta de esta manera? Si cientos de veces ha experimentado que una copa significa otra caída con todos los sufrimientos y humillaciones que la acompañan, ¿por qué vuelve a beber? ¿Por qué no puede mantenerse sin beber? ¿Qué ha hecho del sentido común y de su voluntad, que en circunstancias diversas aún demuestra poseer?
Quizás nunca habrá respuesta a estas preguntas. Las opiniones varían de modo considerable cuando se trata de explicar por qué los alcohólicos reaccionan en forma diferente a las personas normales.
Nosotros no sabemos por qué, pero sí sabemos que cuando el alcohólico ha traspasado una cierta etapa, muy poco se puede hacer por él. No podemos aún resolver este enigma.
Sabemos que el alcohólico que se abstiene de beber — y esta abstinencia puede bien durar varios meses, o años — tiene un comportamiento parecido a aquél de un hombre normal. Afirmamos categóricamente que si este bebedor toca de nuevo el alcohol, un fenómeno físico y mental se desarrolla, mismo que lo hace virtualmente incapaz de detenerse. Todos los alcohólicos que han experimentado esto no podrán más que confirmar lo anterior.
Las observaciones precedentes serían vanas y puramente teóricas si nuestro hombre no tomara nunca esa primera copa que desencadena el ciclo infernal del que hablamos. Esto nos lleva a creer que se trata de un problema de orden psíquico más que físico. Si se le pregunta qué lo llevó a beber y a su última borrachera, presentará cien motivos de uno y otro tipo. Puede ocurrir que alguna de las excusas aparezca aceptable, pero en realidad ninguna es plausible ante el desastre que crea la juerga de un alcohólico. Las razones invocadas por el alcohólico se parecen a aquéllas del hombre que se golpeara la cabeza a golpes de martillo para ya no sentir el dolor de cabeza. Si usted le hace observar a un alcohólico lo absurdo de su razonamiento, éste se burlará o se irritará y se negará a hablar.
De vez en cuando podrá decir la verdad. Por extraño que pueda parecer, él no sabe más que usted y yo el motivo que lo empujó a tomar esa primera copa. Ciertos bebedores presentan justificaciones de las cuales algunas veces están satisfechos. Pero en el fondo de ellos mismos no saben por qué beben de esa manera. Una vez que son dominados por este mal, les sobreviene el aturdimiento. Queda entonces la idea fija de que algún día se van a curar y, por otra parte, sienten que ya han perdido la partida.
Pocas personas se dan cuenta hasta qué punto esto es verdadero.
La familia y los amigos del alcohólico sienten vagamente que éste es anormal, pero cada uno espera el día en que el enfermo despierte de su letargo y ejerza su fuerza de voluntad.
La verdad — y esta es trágica — es que si se trata de un verdadero alcohólico, ese día puede ser que no llegue jamás. Ha perdido, en efecto, el control de su situación. Llegado a un cierto punto, el alcohólico cae en un estado en el que aun su más fuerte deseo por dejar de beber es totalmente en vano. Esta terrible situación existe en la mayor parte de los casos, mucho antes de que sea descubierta.
El motivo es que la mayoría de los alcohólicos, por razones aún oscuras, hemos perdido la libertad de elegir ante el alcohol; aquello que nosotros llamamos fuerza de voluntad ya no existe más. A veces somos incapaces de recordar suficientemente los sufrimientos y la humillación sufridas un mes o aun una semana antes. Estamos sin defensa alguna ante la primera copa.
Las consecuencias casi ciertas que van a seguir después de beber aun un solo vaso de cerveza no llegan a nuestra mente para detenernos.
Si ocurren estos pensamientos, los mismos son vagos y prontamente son suplantados con la gastada idea de que esta vez sí nos´ vamos a manejar como las demás personas. El instinto que hace, por ejemplo, que uno se cuide de tocar una parrilla ardiendo se nos ausente totalmente.
„Esta vez no voy a quemarme, así que ¡salud!‖, se convence el alcohólico en la forma más natural de mundo. O quizás no piensa en absoluto. Cuántas veces, después de haber bebido una copa en forma distraída, no nos hemos preguntado, a la tercera o cuarta : „¿Por el amor de Dios, cómo he podido iniciar de nuevo?‖ Para después decirnos en seguida: „Nada más voy a tomar hasta la sexta, o también: De cualquier modo, no sirve de nada el intentar dejar de beber.
Cuando esta manera de pensar se ha fijado bien en la mente del bebedor alcohólico, todo auxilio humano probablemente será inútil, y el enfermo morirá o irá perdiendo gradualmente la razón, a menos que se le confine. Estos hechos, desagradables y brutales, han sido confirmados por legiones de alcohólicos en el curso de la historia. Si no fuera por la gracia de Dios, estaríamos contando miles de ejemplos como éste. Hay tantos bebedores que quieren parar de beber, pero que no pueden hacerlo.
Hay una solución. A la mayoría de nosotros no nos gustaba la idea de hacer nuestro inventario, de caminar sobre nuestro amor propio, de admitir nuestras deficiencias, todas estas cosas necesarias para que el proceso de recuperación tuviese un éxito pleno. Pero vimos que esto había funcionado realmente con otros y llegamos a creer que la vida, tal como la vivíamos, era inútil y sin esperanza.
Eso es porque, una vez que fuimos informados por aquéllos que habían solucionado su problema de alcohol, no nos quedaba nada más que hacer sino recoger el juego de herramientas espirituales puesto a nuestros pies. Descubrimos, por así decirlo, el paraíso y fuimos propulsados hacia una cuarta dimensión de la existencia, como jamás la hubiéramos podido imaginar.
El hecho importante consiste simplemente en esto: Tuvimos y conocimos una experiencia espiritual profunda y eficaz que revolucionó nuestra actitud hacia la vida, hacia nuestro prójimo y todo lo que concierne a Dios. Aquello que ocupa el centro de nuestra vida de hoy es la absoluta certeza de que nuestro creador ha entrado en nuestros corazones y nuestras vidas de un modo milagroso. Ha empezado a realizar aquellas cosas que no pudimos hacer nosotros mismos.
Si usted es un alcohólico tan gravemente enfermo como lo estuvimos nosotros, creemos que no hay medidas parciales si desea solucionar su problema. Nosotros estábamos en el punto en que la vida era imposible vivirla, y si nosotros habíamos pasado a la región de la cual ya no hay regreso a través de la ayuda humana, no teníamos más que dos alternativas: Una era seguir hasta el amargo final, destruyendo la conciencia de nuestra intolerable situación lo mejor que pudiésemos; y la otra, aceptar ayuda espiritual. Hicimos esto último porque honestamente lo queríamos y estuvimos dispuestos a hacer el esfuerzo.
He aquí la historia de un hombre de negocios americano, muy reconocido por su talento, su juicio y su fuerte personalidad, que andaba de un psiquiátrico a otro. Había consultado a los más reconocidos psiquiatras americanos. Después se fue a Europa, poniéndose al cuidado de un célebre médico. Aunque la experiencia lo había hecho escéptico, al final de su tratamiento mostraba una fe inusitada. Su estado mental y físico eran óptimos.
Sobre todo, él creía haber adquirido un conocimiento tan profundo de los mecanismos psicológicos de su mente, así como de sus activadores ocultos, que una recaída era impensable. A pesar de todo, comenzó a beber después de cierto tiempo. Lo más desconcertante era que no encontraba alguna explicación satisfactoria a su recaída.
Regresó a ver al célebre médico, a quien admiraba mucho, y le pidió que le dijera claramente por qué no podía sanar. Deseaba, sobre todo, tener control de sí mismo. Parecía totalmente racional y bien equilibrado frente a otros problemas. Y, sin embargo, no podía controlarse ante el alcohol. ¿Cómo explicar eso?
Le suplicó al médico que le dijera toda la verdad, y lo escuchó.
Según el medico, su caso era absolutamente desesperado; jamás reencontraría su lugar en la sociedad y, si vivía muchos años, debería internarse o contratar los servicios de un guardaespaldas. Así se expresaba el renombrado médico.
Pero este hombre aún está vivo y, además, es libre. No está confinado y tampoco necesita a un guardaespaldas. Puede ir adonde acuden los hombres libres, y sin peligro, con la condición de que acepte adoptar una determinada actitud.
Algunos de nuestros lectores alcohólicos pudieran creer que son capaces de librarse sin una ayuda espiritual. Les presentamos aquí la conversación entre nuestro amigo y su médico :
— Su modo de razonar es típico de un alcohólico crónico. Hasta donde sé, ninguna persona afectada como usted lo está, jamás se ha restablecido.
Nuestro amigo tuvo la impresión de que las puertas del infierno se cerraban inexorablemente a sus espaldas. Le dijo al médico :
— ¿Y no hay ninguna excepción?‖
— Sí — le respondió el doctor —. Ha habido excepciones en el pasado, se habla a veces de excepciones en casos como el de usted. De tiempo en tiempo, los alcohólicos han vivido lo que se llama una experiencia espiritual vital. Yo considero estos hechos como fenómenos. Se les podría catalogar como grandes transferencias y transformaciones de orden emocional. Las ideas, las emociones y las actitudes de estas personas son repentinamente hechas a un lado para dejar lugar a un conjunto de concepciones y principios enteramente nuevos que de ahí en adelante las dominará. De hecho, yo he tratado de provocar en usted este tipo de transformación emocional. Mis métodos han tenido éxito con muchas personas, pero jamás han dado resultados en un caso como el suyo.
Estas palabras tranquilizaron un poco a nuestro amigo, quien era, desde luego, un hombre fiel a la iglesia, se decía para sí. Su esperanza se desvaneció en cuanto el médico le afirmó que a pesar de la calidad de sus convicciones religiosas, éstas en su caso no podrían dar lugar a la experiencia espiritual que podría sanarlo.
He ahí en qué terrible situación se encontraba nuestro amigo cuando vivió la experiencia extraordinaria que, como lo hemos dicho, hizo de él un hombre libre.
Por nuestra parte, nosotros buscamos el mismo resultado, con la energía desesperada de aquél que se va ahogar. Y aquello que en el inicio semejaba ser una pequeña vara hueca de la cual asirse, resultó ser la mano de Dios. Nos fue dada una vida nueva o, si se prefiere, „un modo de vida‖. El cual es verdaderamente eficaz para nosotros.
El célebre psicólogo americano William James, en su libro „Variedades de la Experiencia Religiosa‖, expone una multitud de formas en que el ser humano ha descubierto a Dios. Por parte nuestra, no hay ningún deseo de convencer a nadie de que sólo haya un camino con el cual encontrar la fe. Si lo que nosotros hemos aprendido, experimentado y visto significó algo, es que todos nosotros, de cualquier raza, credo o color, somos los hijos de un Creador vivo con quien podemos establecer una relación hecha de simplicidad y de comprensión, siempre que queramos intentar hacerlo honestamente.
Aquéllos que pertenezcan a una religión no encontrarán nada que vaya contra sus convicciones o su culto. No existe ninguna fricción entre nosotros por estas cuestiones.
Creemos que la pertenencia de nuestros miembros a cualquier grupo religioso, no nos concierne a nosotros. Para nosotros, la práctica religiosa es un asunto enteramente personal que cada quien debe regular a la luz de sus afiliaciones pasadas o de su selección actual.
Además, no todos nuestros miembros se han unido a grupos religiosos, pero la mayoría ve con simpatía dicha membresía.
En el capítulo siguiente describimos el alcoholismo tal como lo comprendemos. Después viene un capítulo dedicado a los agnósticos.
Entre nuestros miembros hay varias personas que una vez lo fueron.
De manera sorprendente, encontramos que dichas convicciones no representan un obstáculo serio para una experiencia espiritual.
Más adelante explicamos muy claramente cómo hemos podido restablecernos. Vienen enseguida una serie de testimonios personales. Cada alcohólico relata en ellos, con sus propias palabras y según su punto de vista, la forma en que se puso en contacto con Dios. Los autores de estos relatos son representativos de nuestros miembros y dan una descripción fiel de lo que ocurrió en la vida de cada uno de ellos.
Esperamos que estas revelaciones íntimas no sean consideradas de mal gusto. Es nuestro deseo más grande que muchos alcohólicos, hombres y mujeres, lean estas páginas; estamos firmemente convencidos de que, solamente revelándonos nosotros mismos con nuestros problemas, los persuadiremos para que digan : „Si, yo soy como ellos; necesito obtener lo que ellos ya tienen .
Extractos o capítulos sacados de: "EL LIBRO GRANDE", "EL LIBRO AZUL DE ALCOHOLICOS ANÓNIMOS"
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