miércoles, 19 de junio de 2019

Una Práctica Liberadora

Una de las emociones que demuestran de forma clara la humanidad es la tristeza, la cual, bien sabemos, se materializa en el llanto. 

Llorar es la manera en la que expresamos la tristeza, pero también la frustración, el miedo, el dolor, entre otras emociones. 

Sin embargo, creo que en nuestros tiempos se le ha dado un valor menor, incluso burlesco, a llorar. 

Quien llora es identificado como débil, es visto como alguien que no tiene capacidades de salir adelante por falta de fuerza. 
Nos burlamos de los que lloran, los llamamos cobardes, como si llorar fuera solo muestra de debilidad, como si llorar no fuera una manera de expresar y sacar de nosotros sentimientos dañinos, como si no fuera una práctica liberadora. 
Me encanta ver el Evangelio cuando relata que Jesús, por la muerte de su amigo Lázaro, lloró (Jn. 11, 35). Jesús se comprende plenamente humano, y no siente pena de llorar. Eso debe ser para nosotros un ejemplo. 
Debemos empezar a ver el llanto como una práctica de libertad. Quien llora se reconoce plenamente humano, se sabe limitado, pero se sabe también acompañado por Dios.

No podemos permitir que el prejuicio social nos robe la capacidad de aprovechar el llanto como una manera de dejar a un lado las cargas. 
Que en medio de fiestas, carnavales, reencuentros, compartir, novenas, etc. de Cuaresma, que celebramos por estos días nos llenemos de esperanza, y ésta no sólo es ver con optimismo el futuro, también es reconocerse humanos, si hay llanto de tristeza, que dichas lágrimas sean entregadas a Dios con la esperanza de seguir siendo felices, de reconocer que la vida cambia, que hay situaciones que duelen, pero siempre saldremos adelante.

TAREA DEL DÍA: 
Entiende el llanto como una práctica liberadora

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