jueves, 8 de agosto de 2019

¡Ojalá lo leas todo!

La verdad, ¡están locos!

Yo los conozco; los he visto muchas veces.

Son raros.

Salen de sus hogares, dejando cualquier cosa que estén haciendo si así se los solicitan y vuelven, a veces, a media noche.

A veces salen de su casa y no regresan en todo el fin de semana. Regresan cansados, sin dormir, pero con un brillo especial en sus ojos.

Pudiera creerse que esconden algo, pero no es así; sólo cumplen con el único objetivo que nos hermana.

Respetan a las damas, guían a los niños y creen en un Dios, como cada quién lo conciba; se creen unos caballeros.

¡Están locos!

Se empeñan en ayudar al prójimo; con más razón, dicen, si se trata de un compañero.

En tiempos en los que la humanidad se ha vuelto egoísta, y no quiere ayudar a los demás, ellos disfrutan haciéndolo.

“La fe sin obras, es fe muerta”, dicen.

Entre ellos se abrazan y se saludan como si fueran miembros de una gran familia.

¡Están mal de la cabeza!

Se respetan, piden la palabra antes de hablar; se dirigen con respeto a cualquier otra persona presente.

Algunos son profesionistas, médicos, profesores, empresarios, y algunos otros practican un oficio.

Todos trabajan.

Son amigos del pobre y del rico; no les importan las cosas materiales, pero se empeñan en obsequiar desinteresadamente lo que está en sus manos.

No se les puede calcular la edad, pero tienen desde adolescentes hasta de la tercera edad, hombres y mujeres por igual.

Los más sabios instruyen a los más jóvenes y los corrigen con suavidad.

Todos ellos creen en ciertos principios y dicen que tienen fe en sus ideales; seguro no están bien.

Algunas personas normales creen que son una secta, pero muchos dirigentes religiosos los apoyan y se mezclan entre ellos.

Pero en su locura dicen no querer entrar en controversias y juran no ser religiosos, aunque sí espirituales.

¡Quién los entiende!

La verdad es que aman la vida.
Al recién llegado le hablan con cariño; se felicitan entre ellos al hacer algo bien, y se impulsan para seguir creciendo.

Todos hablan en su momento; nadie interrumpe, pero, sobre todo, escuchan.
Los he visto muchas veces y están mal de la cabeza.
Yo los conozco muy bien.

Nunca cuentan a la gente lo que platican en sus reuniones.

Se auto nombran enfermos y se preocupan por invitar a otros, para ayudarlos y ayudarse, como quien comparte su fortuna con los que más quiere.

Se creen descubridores de un secreto al que sólo tienen acceso algunas personas.

Se atreven a decir que algunos tienen que morir para que otros puedan llegar a ellos.

A los que convencen de quedarse, en unos meses o a veces en unos días, empezarán a transformarse y quedarán tan locos como ellos.

Una cosa es cierta: la verdad sí están locos, y solamente ellos, y los que se atreven a seguirlos, son capaces de disfrutar de esa bendita locura, así como ellos saben hacerlo.

El mundo sería otro, sin duda, si hubiera más locos así… como nosotros.

Pues yo he decidido seguirlos y disfrutar de esta bendita locura que Dios nos ha dado a los miembros de grupo de auto-ayuda, amor y servicio.

Somos unos guerreros unidos

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