lunes, 11 de septiembre de 2017

Como Alejar la Depresión: Cap. X - Lo Que Puede Hacer La Mente Para Detener La Depresión (Parte 1)

Los sabios afirman que la mayoría de la gente no hace trabajar sino la décima parte de su cerebro. ¡Terrible desproporción!

En Europa dicen por burla que el día en que descubren Cómo injertar cerebros, y pongan "bancos de cerebros" para que los que van a morir regalen en suyo al injertarlo a alguien que haya tenido algún accidente, en ese tiempo, en ese tiempo por el cerebro de un algún alemán pagarán $1,000 USD, porque está bastante desgastado de tanto pensar, por el cerebro de un norteamericano pagarían $5,000usd porque está algo desgastado, pero no tanto. ¡Y que por el cerebro de un suramericano pagarán $20,000usd! ¡Porque murió sin estrenarlo! Es una burla, Pero puede tener algo de razón. Porque muchas veces no empleamos la cabeza sino para sacudirla o para rascarnos. Pero poco la empleamos para pensar, y pensar como se debe.

Y hay otro detalle curioso. Los científicos afirman que sí se quisiera construir un computador que reemplazará al cerebro humano, el computador tendría la altura de un edificio de 100 pisos. Tan enorme es la cantidad de aparatos que se necesitan para reemplazar nuestro kilogramo de materia pensante qué tenemos debajo del techo de nuestra cabeza. Tan enorme es la cantidad de aparatos que se necesitan para reemplazar nuestro kilogramo de materia pensante que tenemos debajo del techo de nuestra cabeza, pero semejante poderío mental lo dejamos casi siempre sin usar y sin aprovecharlo.

Tenemos dos fuentes de datos: consciente y subconsciente.

Todos llevamos en el alma dos grandes fuentes de datos: el consciente y el subconsciente. Del consciente nos damos cuenta. El subconsciente obra sin que nos demos cuenta de su acción. Y el que más obra en nosotros a cada momento es el subconsciente.

Nada de lo que nos ha sucedido se queda sin ser grabado en el cerebro. Todo lo que actualmente nos gusta o nos disgusta, se debe a recuerdos que tenemos coleccionados en nuestro cerebro. Dicen que cuando un gato se sienta en una parrilla caliente, nunca más se vuelve a sentar en esa parrilla, Aunque ella esté fría. El subconsciente le recuerda el quemón del otro día.

Los recuerdos del subconsciente pueden frenarnos hacia lo malo o pueden dejarnos indiferentes. Según la importancia que les demos.

San Agustín, El borracho y el perro

Cuenta San Agustín que un hombre iba cada sábado a una taberna y se emborrachaba y le propinaban tremendas palizas, Pero el próximo sábado volvía otra vez ahí emborracharse. Y que un día llevó a un perro y Al pobre animalejo le dieron también su paliza, y el perro no volvió nunca más a la tal cantina. Y el santo exclamaba: "Oh perro inteligente, le ganaste en prudencia al bruto de tu amo". Es que el lunes y aprovechó los amargos recuerdos de su subconsciente, y el otro no les concedió ninguna importancia a los recuerdos.

Hay personas tan prudentes que cuando el subconsciente le Recuerda que un comportamiento individual produjo malos resultados, no vuelven a repetir dichos comportamientos dañinos. Pero hay otros tan cabeza y duros que por más que su subconsciente le recuerda los malos resultados de sus actuaciones indebidas, sin embargo, las siguen repitiendo, poniéndose excusas falsas Como, por ejemplo: "Yo soy así... Me gusta... No soy capaz de ser de otro modo... Etc.". Son actuaciones suicidas e irracionales que hacen un gran mal.


Transportamos este caso a la autocompasión. Alguien nos trata mal, nos desprecia, nos hace algún daño o nos causa alguna pérdida económica, etc. El subconsciente nos recuerda este hecho doloroso. Y empezamos a sentirnos lástima y compasión. Pero enseguida nuestra memoria subconsciente nos recuerda también que cada vez que nos hemos dejado llevar por la autocompasión hemos caído en la depresión. Tenemos dos caminos el del gato que no se vuelve a sentar en la parrilla porque sabe lo doloroso que es un quemón, tenemos dos caminos: el del gato que no se vuelve a sentar en la parrilla porque sabe lo doloroso que es un quemón, y el del compañero del borrachito, que no quiso volver a la cantina donde lo apalearon: en este caso estamos lejos la auto conmiseración y no nos dedicamos a echarle a nadie la culpa de nuestros males ni a sentirnos unos infelices, y más bien nos dedicamos a darle gracias a Dios por estas contrariedades, y en poco tiempo recobra amos la calma y la alegría. Pero el otro camino es el del borracho del cuento de San Agustín: volver a la cantina donde nos apalearon Y ser apaleados una vez más, por brutos y tercos. Seguir auto compadeciéndose y dejar que la depresión nos proporcione palizas despedazadoras. El subconsciente puede ser empleado para nuestro bien o para nuestro mal. Pues usémoslo en favor nuestro Y no en contra nuestra.