EL PODER
DE LA SUGESTIÓN
Sugestionar
es inspirar a la persona palabras o actos involuntarios.
La
tristeza, el pesimismo, la autocompasión, inspiran en nuestra actuación muchos
comportamientos verdaderamente indebidos. El andar pensando: "yo no soy
capaz, yo no puedo, Yo no poseo simpatía, a mí nadie me quiere", etc., Es
una sugestión que nos lleva a actuar de manera muy desagradable y derrotista.
Pero no
es suficiente crear una imagen alegre de autoestima de uno. Esto vale mucho y
ayuda a echar para adelante con más vigor. Pero hace falta también
"sugestionarse" de que con el poder de Dios y con nuestro propio
esfuerzo somos capaces de conseguir verdaderos éxitos para el futuro. Así como
todo pensamiento negativo lleva a hablar o actuar de manera indebida y dañosa,
así también el sugestionarse sanamente de que "sí podemos", lleva a
la persona a tener palabras y actuaciones sumamente exitosas, y Obra un
verdadero cambio en la propia vida. La mayoría de la gente piensa "en
pequeño". En cambio la gente de fe, qué sabe confiar en Dios y en sus
propias capacidades, piensa "en grande" y, sabiendo que somos hijos
de Dios y que, por tanto, tenemos sus enormes poderes a nuestra disposición
para hacer el bien, repite con San Pablo: "Dios suplirá lo que nos falta a
nosotros".
Un serio
peligro: actuar
sin motivaciones. Los sociólogos han estudiado las causas de que porque la
gente joven de este tiempo tiene tanta inclinación a deprimirse y a dedicarse a
las drogas y al alcohol o demás vicios para distraer su ánimo deprimido, y han
encontrado una causa muy influyente en la depresión: el actuar sin
motivaciones, él no ponerse metas esperanzadoras para alcanzar, él no ponerse
metas esperanzadoras para alcanzar y en cambio proyectar metas derrotistas,
negativas y pesimistas que llevan a sentirse deprimido, y sin razones
suficientes para llevar una vida entusiasta.
El
corazón de Jesús le decía a Sor Consolata Bertone, mujer que sufría mucho:
"acostúmbrate a vivir con un semblante como el del que está dispuesto a
sonreír", y cuando ella se convenció que con sus penas y enfermedades
estaba ayudando al Redentor a salvar almas, ya no tuvieron que aconsejarle que
tuviera siempre una sonrisa de satisfacción en sus labios. Siempre sonreía de
alegría, porque ahora Tenía una fuertísima motivación para estar contenta aún
en medio de sus Dolores: estaba ayudando a salvar al mundo y a volverlo mejor.
San
Ignacio enseñaba: "es propio de Dios y de sus ángeles llenarnos de
pensamientos de alegría al hacernos ver que nuestra vida y nuestros
sufrimientos no son inútiles, pero es propio también del diablo y de sus
secuaces traernos pensamientos de tristeza y de turbación y de desánimo al
querer que nos rebelamos contra lo doloroso y lo desagradable que no
sucede".
De San
Romualdo, gran penitente del año 1000, dicen sus biógrafos que tenía siempre un
rostro tan alegre que llenaba de alegría A cuántos trataban con él. Y cuando alguien
le preguntó Cuál era la causa de su continúa alegría respondió: "Es que yo
soy un negociante que vivo consiguiendo enormes ganancias cada día. Todo
sufrimiento y trabajo y contrariedad y oración que ofrezco a Dios se me
convierte en un tesoro admirable que me pertenecerá para siempre en el
cielo". Y aunque era un hombre que casi no comía ni bebía y que dormía
sobre el puro suelo con una piedra por almohada y que no tenía ni un solo
centavo y que sufría de dolorosas enfermedades y se desgastaba y fatigaba
trabajando mucho, vivía totalmente alegre porque actuaba con motivaciones
entusiasmantes. Y las motivaciones elevadas llenan el alma de elevadísimos
consuelos.
San
Francisco se encontró con un pescador entristecido y le dijo: "¿usted para
que trabaja y pesca?" "Para vivir", respondió el otro. "¿Y
para que vive?" Le volvió a preguntar el santo. Vivo para poder trabajar y
pescar. Y San Francisco suspirando exclamó: Qué poquito es vivir solo para
trabajar, y trabajar sólo para vivir". Con razón que tanta gente viva tan
triste. Es que no tienen motivaciones elevadas que inviten a tener más
entusiasmo.
¿Cuánto
gana usted? Un médico famoso le preguntó a un sencillo campesino: "¿Cuánto
gana usted?" Y el labriego le respondió: "doctor, yo gano lo mismo
que usted". Imposible -dijo el médico-yo gano un sueldo que es 20 veces
mayor que el salario mínimo. Pues mire doctor -siguió diciendo el campesino:
-"los dos ganamos lo mismo: si hacemos cada día bien hecho todo lo que
tenemos que hacer y Por amor a Dios y del prójimo, y soportamos con paciencia
Los sufrimientos que Dios permite que nos lleguen, los dos ganamos el cielo
para siempre. Pero si no hacemos lo que tenemos que hacer y vivimos renegando
por nuestras penas, los dos nos ganamos el infierno para Toda la eternidad".
El famoso médico Suspiro y emocionado se alejó pensando: "una frase de
estas vale más que un sermón". Aquel campesino si vivía motivado, Y
seguramente que vivía alegre y lleno de entusiasmo porque la zona motivación
produce mucha animación.