Encontrarse a sí mismo es la charla íntima entre el consciente y el subconsciente; alguien le llama el otro yo. Es también la impermeabilización de Lego en la inmersión profunda en el Pantano de su propia realidad, es el desenmascaramiento de las pasiones ante la razón, el conocimiento de nuestra luz y de verdad, de nuestra latente incertidumbre hacer lo ignoto, sin tapujos, sin el incienso de música sagradas.
Es el diálogo del Silencio en el silencio, el diálogo imperturbable en la calma con la Calma... Es el yo activo con el yo observador, es el discernimiento puro del conocimiento del bien y del mal en nuestros propios juicios, en nuestros mismos actos, es el abundamiento en el desmenuzar esencia del Sí y el despliegue Bárbaro del látigo cuando dijimos ¡NO!. Así es, como las profundidades del valor real de nuestros propios valores y la altitud también verdadera, de nuestras propias debilidades.
Estas charlas son amigas del silencio, son amigas de la paz, son amigas de la luz. No de la luz que ciega, no de la paz que tumba, no del Silencio de muerte, sino de aquello que acerca el hermano abandonado, ese otro yo que gustosamente charlar a conmigo sí llamó a su puerta, Cuántas veces quiera, y yo... Siempre charlar con él...
Pero se olvidó, volverá la duda, volverá el vacío, andaré sin ruta, vagare sin rumbo, por tratar de alejarme de charlar con mi hermano...
(Hojas sueltas -AA-)
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