La infancia es fundamental en la construcción del proyecto de vida.
Lo que se vive y se aprende en ella marca el derrotero a seguir a lo largo de la existencia.
Por eso se hace necesario que los adultos acompañen de la mejor manera a los niños.
Este acompañamiento tiene que estar caracterizado, por lo menos, por cuatro actitudes:
1.- Cercanía y ternura. Los niños merecen todo el cuidado de los adultos que están a su lado. No se les puede abandonar en sus procesos de exploración, sino que se les debe guiar con mucha atención. Ellos necesitan de un referente que les permita ubicarse en medio de todas las posibilidades y preguntas a las que se enfrentan. Requieren de una palabra que los ayuden a interpretar el sentido de las experiencias que van teniendo. Pero, sobre todo, necesitan mucho amor, mucho reconocimiento, que les haga saber lo valiosos que son, sin olvidar que los que están a su lado son valiosos también, para ello la ternura es pertinente, porque sólo se pueden sentir valiosos si reconocen que los adultos los tratan con respeto, cuidado y amor.
2.- Disciplina y control. Una manera de mostrarles amor es estar atentos a lo que hacen y enseñarles que, para poder convivir con los demás, hay que saber respetar a los otros y asumir las consecuencias de los actos. Sin disciplina los niños quedan mal preparados para la convivencia, porque tropezarán con límites que no conocían y que les generan restricciones necesarias para la vida. Los padres y los adultos tienen que ser claros en las reglas y las consecuencias de infringirlas.
P. Alberto José Linero
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