lunes, 9 de abril de 2018

Cuando Mamá Lastima - Rumbo A La Esperanza


Encontrar la botella en el baño. Había metido en el fondo del canasto deposita la ropa sucia. La saqué y vacía Su contenido en el lavado. Por enésima vez ese ritual: Buscar, encontrar Y tirar la botella. A veces eran botellas de whisky, otra de tequila y con más frecuencia de ron barato. Salí del baño y Caminé por el pasillo. Al pasar junto a su alcoba, la Escuche toser. Me detuve unos minutos antes de entrar a verla. aprendí de memoria el escenario: la cama a medio hacer, las ventanas cerradas, la televisión encendida en un canal de espectáculos, ella desparpajada sobre la cama. Consulta de flores grises sobre el fondo blanco, con mechones de cabello Cano sobre su cara. Sus ojos inyectados en Sangre y su hablar pastoso. Georgina Pérez Arreola, de 54 años.
Desde que era niño la recuerdo con un vaso de la mano. En aquellos tiempos era divertida, se trepaba sobre las mesas en las fiestas invitando a bailar a los presentes y todos le aplaudían. Juguetona y coqueta. Siempre fresca y bien vestida. Sentado sobre su cama la veía maquillarse de manera meticulosa. Se depilaban las cejas con una tijerilla de puntas chatas haciendo muecas graciosas frente al espejo. El rímel negro dando espesor a sus pestañas, el pintalabios Carmen delineados finos labios. Junto a su estuche de pinturas, casi siempre de plástico grueso que disimula el contenido. Ella me decía que era un refresco, pero si me acercaba a intentar darle un trago, me tiraba un manazo y me decía que fuera a la cocina a buscar a Goya, la criada, para que me sirviera refresco en otro vaso distinto. Una vez consegui darle un sorbo a su bebida sin que ella se percatara. Su "refresco" eran amargo Sony tenía un olor a medicina que no fue de mi agrado.
Mamá Lleva más de 30 años tomando alcohol. Es una alcohólica.
Georgina, más conocida como Gina de entre familiares y amigos cercanos, fue una mujer hermosa, en sus tiempos de juventud hacia morder el cuello a más de uno cuando caminaba por las calles de Morelia. Esbelta, Pero caderona y con una melena roja que tocaba cada mes en el salón de la señora Yanet, la peluquera de moda. Cuando la acompañaba del Brasil hacia su ritual de belleza, Tan pronto nos veía entrar la tal Yanet (que dudo que haya sido señorita), pediatra invitaba a sentarse y le servía una bebida. Con ademanes misterioso servir refresco para luego llevarse los pasos a la parte trasera del negocio y darles el toque final, imagen no sería un ron bacardi o de cualquier otra marca. Pasábamos la tarde en el salón, yo viendo caricaturas en la televisión que la peluquera tenía empotrada en la pared sobre una repisa y ellas entre tintes, tijeras y cubas. Más de una vez al regresar a la casa, escuché discutir con mi papá. Ahora he llegado a deducir que el aliento de mi madre no era con el que mi padre esperaba encontrar a mi mamá y de ahí se desprendia el lío. Encerrado en mi habitación y prender la televisión con el volumen al máximo para que el sonido de las caricaturas de Porky y las canciones de Los Picapiedra se escucha más fuerte que los gritos de mis padres. Cuando cumple 7 años me anunciaron que iba a tener un hermanito. Durante 7 años Soy hijo único y no fue de mi total agrado esta noticia, pero cuando nació Fabiola mi hermana menor, empezó una época apacible en mi hogar. Recuerdo que durante ese tiempo coma bebía con menor frecuencia y se dedicó a cuidar a la criatura. Pero Tan pronto la chiquilla se fue al kínder, regresó la dinámica de antaño y El misterioso vasito de plástico comenzó a estar presente por diferentes rincones de la casa.
A mi padre le comenzó a ir muy bien en los negocios, se dedicaba a la compra y venta de bienes raíces y el crecimiento de la ciudad letras grandes utilidades. Nos ponemos a una casa más grande, en una mejor zona de la ciudad y aparecieron amistades nuevas. Señoras muy elegantes con las dos copetes que llegaban a la casa por las tardes con charolas llenas de volovanes rellenos de atún o pollo, pastelillos de mantequilla y botellas. Botellas de diferentes tamaños y marcas. Mi madre estaba muy feliz con el nuevo rumbo de las cosas y además encontró en la nueva dinámica innumerables oportunidades para tomarse Sus Copitas. Disfrazadas con ropas de buena marca y por tanto joyería fina, mi madre y sus nuevas amigas se ponían hasta las manitas mientras las nanas cuidaban a los hijos.
El carácter divertido y alegre que mi madre mostraba en las reuniones, se convertía en una neurosis agobiante en el hogar. En casa se mostraba irritable, evitaba el sol por las mañanas y comenzó a dormir Hasta pasado el mediodía. Aquella mujer contenta con la vida y carismática se convirtió en una señora malhumorada histérica que al menor ruido se alteraba y que comenzó a gritar nos a Fabiola y a mí por cualquier insignificancia. Yo abrazaba a Fabiola y la consolaba cuando mi madre perdió la paciencia con ella y con un tirón de orejas la sacaba de su recámara.
Mi madre se hizo mentirosa e irresponsable. Descargo todas las tareas de la casa en Goya, ya tenía para entonces el cabello color plata. Más de una vez me pidió que dijera mentiras por ella. <<Edgar hijo, Dile a tu maestra Que no podré ir a la junta de padres de familia porque anda en un crucero con tu padre>>. <<Edgar, Dile a tu papá que estás dormida toda la tarde y que no he salido, ya ves que no le gusta que salga>>, <<Edgar, Sí habla tu abuela Dile que salir al banco, no le digas que estoy dormida>>. Y Cómo a una madre Se le obedece, yo seguía sus indicaciones.
Mi padre es sumergido en sus negocios y en sus viajes recurrentes, optó por minimizar el asunto y se acostumbró a vivir con una mujer que vive. Sobre todo si mi madre se quedaba dormida y no daba molestias. Los problemas se hacían presentes cuando mi madre vivía alguna mala borrachera, de esas en las que se ponía celosa agresiva. Entonces mi padre se imponían a gritos echándole en cara su manera de beber. Fabiola y yo, ocultos en algún Rincón de la casa, permanecimos en silencio esperando a que el terremoto pasará. Una vez que regresaba el silencio, nos encerramos en mi cuarto a ver la televisión o hacer nuestros deberes. Épocas en las que mi padre se fue de la casa por varios días, y en las que vivimos a mi madre ser más mesurada en su bebida. La escuchamos varias veces pedirle perdón a mi padre suplicándole que regresará, que todo volvería a la normalidad. Normalidad? No sé A cuál normalidad se refería, tal vez a la época en que podía tomarse Dos copas y detenerse. Pero de eso hacía ya mucho tiempo. La enfermedad había avanzado y su voluntad desaparecido. Mi padre terminó por pedirle el divorcio. Creo que se esperó a vernos grandecitos a mi hermana y a mí para tomar tal decisión. 
Yotenía 18 y mi hermana 11. Fabiola lloró mucho. Yo me límite a bajar la cabeza y me concentré en mis estudios. Siempre me atrajo la medicina veterinaria y me enfoqué en lograr mi sueño. Con la partida de mi padre, mi madre se volvió más neurótica, más irritable y no tuvo freno alguno para beber. Mi tiempo en la universidad lo recuerdo entre prisas. El tiempo se me iba en realizar mis deberes, cuidar de mi hermana y vigilar a mi madre. 2 veces tuvimos que llevarla al hospital por congestión alcohólica. Una tarde me sentía platicar con Goya, la nana de mi infancia, quién conocía a mi madre desde niña. Le pedí que me diera su teoría sobre su manera Absurda de beber. <Tu madre Siempre fue una niña consentida Edgar, nunca conoció el esfuerzo ni las penas. Tus abuelos se dedicaron a facilitarle todo. Salió de la casa paterna para casarse con tu padre, quién siguió brindándole una vida fácil, sin brincos ni baches. Desde niña ha sido caprichuda e insolente, pero en el fondo es muy noble y los ama. Busca ayuda para tu madre muchacho, no la podemos dejar morirse de esta manera.>

Eso hice en la primera oportunidad que tuve platiqué con un maestro que me inspiraba confianza. Me habló de que el alcoholismo es una enfermedad y de la existencia de grupos de apoyo. Acudí a varias sesiones y un par de miembros de esos grupos fueron a la casa para hablar con mi mamá. Los ofendió y los corrió sin darles tiempo siquiera a presentarse. Mientras tanto en mi interior creció un resentimiento profundo, una rabia inmensa y una desesperación espantosa. Mi hermana Fabiola decidió irse a vivir con mi padre y la comprendí en plenitud. Ella también estaba cansada de ver el mismo cuadro cada mañana. Un cuarto en penumbras, una mujer a medio vestir, botellas vacías y colillas de cigarro sobre un plato. El olor a parranda encerrado en una habitación de 4 por 4. Goya envejeciendo limpiando la casa por encima y cocinando pollo 3 veces por semana. La decadencia emocional y física de mi madre nos contagiaba de sus penumbras. Entonces me fui.

Acepte un trabajo en Tamaulipas. Un ganadero próspero me contrató con un buen salario. Para que él apenas empieza a labrarse un futuro Fue una gran oportunidad. Me concentré en mi trabajo, en forjarme mi destino. Fabiola me pasaba noticias de vez en cuando.

-fui a verla Edgar, y está en los huesos. Mi papá le manda un médico cada semana para que le pongan suero y medio se reanima. Pero sigue bebiendo. Estamos pensando en internarlo en un centro de rehabilitación.

Yo la escuchaba sin opinar. El rencor me había hecho inmune a lo que pasaba con mi madre. Se me endureció el corazón en un acto de autoproteccion. La internaron en tres ocasiones. La primera vez por 3 meses la segunda por 2 la tercera por 28 Días. Tan pronto salida de las clínicas se las ingeniaba para conseguir alcohol y recaía. Entonces, partíamos 20. Mi madre cada día más vieja y enferma, y todos fastidiados de la situación.

Hablar sobre mi madre sigue siendo doloroso hasta la fecha. Los años se han ido acumulando bañados en un caldo agridulce que nunca me permite el disfrute pleno de la vida. Me he casado y tengo un hijo. Lo llamé como mi padre, Alberto. Hace 2 semanas festejamos su cuarto año con una fiesta temática de Los 4 fantásticos. Martín a mi esposa, es una tamaulipeca risueña y de palabra directa. Ella es la que me pide que ya me debes en cuando a mi madre. Me dice que no es bueno para un hijo abandonar a su madre y que no soy nadie para juzgarla. Martina me ha ayudado a comprender mejor la enfermedad de mi madre, a sacarme los rencores y a perdonarla por su alcoholismo, por su abandono. Por eso he venido a verla.

He decidido ayudarla, conseguir un lugar para ella en una clínica especializada en adicciones al norte del país. Cargando mi rencor acuestas escuchado a mi mujer y acudido en su ayuda. No sé si tendremos éxito en la tarea, no sé si en esta ocasión no logremos, pero mientras haya vida, hay esperanza.
Al entrar en su casa lo primero que hice fue Buscar botellas escondidas. Era una costumbre cotidiana cuando vivía con ella. Nunca dejo de sorprenderme la astucia de mi madre para encontrar escondites. Una vez encontré una botella de anís dentro de la caja de su vestido de novia. Otra ocasión una botella de ron enterrada en una maceta. Esta vez fue en el baño, en el canasto de la ropa sucia. Entré en la habitación y la tomé entre mis brazos. Su cuerpo pesa escasos 42 kg. Su aliento de lata su padecimiento hepático. Sus manos tiemblan y sus ojos llorosos me evitan.

-Mama, aquí estoy, vengo por ti -le digo mientras la abrazo.
-ya no estás enojado, hijo? A dónde vamos? Responde
-No, mamá. Ya no estoy enojado, vamos a donde nos ayuden, a dónde te cuiden.

No puso objeción alguna. Ya no tiene fuerzas ni para defender su botella. La toma del brazo y a paso lento camino junto a mi madre rumbo a esa esperanza, que mientras haya vida, siempre Existirá.




Cuando Mamá Lastima - Rayo Guzman, Ed.  Milestone

No hay comentarios.:

Publicar un comentario