Conozco mucha gente que no ha podido ser feliz por culpa de las opiniones de los demás.
Dejan que lo que los otros dicen influya tanto en sus vidas que terminan viviendo a conveniencia de los demás.
Cuidado con no tener criterios, cuidado con dejar que los demás hagan de uno una marioneta. Debemos ser capaces de tomar las riendas de nuestra vida y darles poca importancia a las opiniones que nos dañan.
Esto no significa que tengamos que desechar las opiniones de los demás, no se trata, tampoco, de despreciar o ignorar a las personas, sino de ser indiferentes ante sus opiniones que, sabemos, no son sanas; claramente a veces es necesario aceptar algunas y asumirlas en la vida, pero que quede claro, también, que debemos hacerlo desde nuestra libertad.
Digo esto porque hay mucha gente que ha hecho especializaciones en manipular a los otros, en construir sobre los otros opiniones, que terminan dándoles el control de sus vidas.
Cada quien sabe quién es, hacia dónde quiere ir y cómo lo va a lograr, es por esto que no nos debe determinar lo que los otros dicen.
Nadie que se conoce a sí mismo pone tanto interés en las opiniones dañinas de los otros. Seamos nosotros mismos y esforcémonos por ser cada vez mejores, sin necesidad de dejarnos mover a conveniencia de los otros.
Para eso somos libres, para poder tomar nuestras propias decisiones y para desechar las opiniones de los demás sobre nosotros que nos dañan, que no son sanas y desfiguran nuestra verdadera esencia.
Por Padre Alberto Linero
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